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Crónicas de la cuarentena

Calesita

Esta semana elegimos como mejor chiste el de la dupla histórica de Página 12, Paz y Rudy, porque es una síntesis perfecta de el modelo presentado por el FMI y el gobierno.

Para seguir los trabajos de Daniel Paz podés entrar a su blog: http://danielpaz.com.ar/blog/

 

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Crónicas de la cuarentena

“Una almohada sin funda y la mano de un médico”, por Mauro Falduto

Testimonio de un trabajador de UTE, contagiado de coronavirus, cuyo padre, Carmelo, murió por la enfermedad.

Escribo esto pensando que le puede llegar a servir a otros/as. Perdón lo extenso.Me contagie un 25 de junio. En la guardia del Sanatorio Méndez acompañando a mi viejo. Nadie me dijo que debía aislarme o algo parecido. Con mi compañera decidimos dormir separados y andar con barbijo por la casa temiendo lo que luego pasó: mi viejo dio positivo y me convertí en un contacto estrecho.

Me recomendaron en el 147 y en mi obra social que me aisle en casa. 50 m2. Imposible. El 28 me auto aislé en un depto que me prestó un hermano que me dio la vida. Me fui temprano, para que mi hijo no me viera. Pensaba volver a la semana. Pasaron cosas.

El 1 de julio presenté síntomas. Fiebre y tos. Esa noche ingrese al Sanatorio Méndez. Me hisoparon y me hicieron una placa de torax. Ahí conoci “la carpa”, una instalación de aislamiento que esta en el estacionamiento. Mucho frio, en parte por la fiebre. Me tape e intente dormir en un lugar en donde las luces no se apagan.A la madrugada me llevaron a un hotel.Te requisan los objetos cortantes y el alcohol en gel. Te dan mucha agua. El lugar muy lindo. Con tv, wifi, aire, etc.Durante 10 diez fui el 307 (por el número de habitación). Te traían todo a la puerta. Solo entraba a la pieza la persona que la limpiaba, uno espera encerrado en el baño. Si tenés fiebre llamas por tel a enfermería y ellos te mandan o tafirol de 500 o en casos excepcionales un ibu de 400. Los consumi como caramelos.Se extraña mucho a la familia. Pero mucho.Tuve fiebre los 10 días. Perdí gusto y olfato por casi 2 días.Al final no me alcanzaba con un gramo de paracetamol para bajarla. Insistiendo logré que me viera un médico, muy humano y atento. Pero solo con 200 aislados.

Me encontró un pequeño ruido en un pulmón. Me dijo que de ser neumonía la iban a agarrar a tiempo. Yo, aterrado.El 11 de julio me trasladaron de nuevo al Méndez a eso de las seis de la tarde.Espere hora y media arriba de la ambulancia. No había lugar en la Guardia.Pasé 15 horas en la guardia esperando turno en el tomógrafo. Estaba saturado el Sanatorio. Una de las peores noches de mi vida. En uno de los boxes una mujer mayor se pasó la noche quejándose en un estado de inconsciencia. De forma permanente. Frente a la pregunta si se podia hacer algo por ella, el enfermero que me ponía un suero me dijo: “esta todo saturado”. Recién la vieron a las siete de la mañana para higienizarla. En el otro box una madre lloraba de a ratos angustiadísima por quedar aislada con una hija de 15 meses en su casa.

Intenté dormir pero fue imposible.Una pareja mayor se quiso ir. Estaban esperando desde las 10 de la mañana para tomógrafo. Eran las 8 de la noche. Los hicieron quedarse con la policía por ser casos sospechosos. No hubo cena. Me salvaron algunas cosas que mi vieja me mandó al hotel. Otros no tuvieron esa suerte. A la mañana nos trajeron un desayuno.

La tomografía dio neumonia. Me tenía que quedar internado.Volví a la carpa. Esta vez con una calefacción que sumada a mi fiebre componían un infierno. Pero también había dos enfermeros que eran lo más. Humanos y comprensivos. Hasta la apagaron un rato. A la mañana eramos 2 en la carpa, a eso de las siete de la tarde estaba llena.La carpa que visite el día 1 de julio tenia el baño roto (son baños químicos). El 12, cuando volví, seguía igual. El lugar que te asignan es un cuarto de paredes de aglomerado donde entra una cama y una silla. Tiene dos enchufes.Sin ser claustrofóbico, se volvía asfixiante. Pase allí unas 10 horas.El 12 cumple años mi hijo. Cuando le estábamos por cantar el feliz cumpleaños por video llamada me avisan que me pasan a piso. Paramos la torta hasta que me pudiera instalar.No hay palabras lo que me dolió perderme ese festejo.La pieza, 517B, no tenia calefacción y como detalle, no tenia funda la almohada. Le puse una remera.Tampoco andaba la tele.Te controlan a la mañana y a la tarde noche: temperatura y lo que es central, saturación.Te dan una inyección de anticoagulante cada mañana. Puede ser en la panza o en el brazo. Yo pedí siempre brazo.Cada vez que entran, antes de salir descartan toda la armadura que traen. Cada vez. Buen morfi. Me dieron antibióticos 7 días, primero oral y después por vía. El último dia de fiebre, el lunes 13 fue el peor. Me dieron dos gramos de paracetamol en tres horas para que bajara.Era raro sentir siempre gusto a remedio en los labios.Me pasaron plasma gracias a la lucha de miles para que el Sanatorio tuviera protocolo.Aprendí a desconectarme del suero cuando terminaba de pasar.

No dormi una noche de corrido desde el 28 de junio. Llegué a gritar dormido. Las últimas dos noches pedí un clona. Mano de santo. Salvo un turno, el personal médico, de enfermería y de limpieza hacen un enorme trabajo. Admirable. Heroicos. No se porqué no los pasan por la tele. En vez de tanta huevada. Se juegan su vida y la de su familia (muchos la han dado ya) cada día. Y se curan y vuelven al frente.

Dos ejemplos. El doctor Juan Pablo, tomándose el tiempo de hablarme para sacarme miedos (porque los fantasmas del respirador están a la vuelta de la esquina) y lo más importante, el primer día que me vio me dio la mano (por supuesto detrás de su armadura y con dos pares de guantes). Ese gesto, tras doce días de sentirme un leproso en el siglo XIX fue humanizador.

Uno de los muchachos que limpiaba la pieza a la mañana se tomó el tiempo de arreglarnos la televisión. Cosas pequeñas pero enormes para el enfermo. Compartí cuarto con otro laburante de la ciudad, de mi edad, con neumonía. Ariel. Poder hablar con alguien fue sanador. El 17 de julio me dieron el alta. El 21 de julio volví a mi casa, tras un hisopado negativo que otro hermano de la vida me consiguió.

Pase casi un mes sin ver a mi mujer y a mi hijo. No hay palabras para describir eso. El reencuentro fue maravilloso.Tengo 35 años y ninguna enfermedad previa. Ni siquiera he fumado en toda mi vida.El covid me sacó de circulación un mes. Me mandó a internación. Me hizo olvidarme de como era no tener fiebre. Me rompió emocionalmente al alejarme de los míos.Me metió muchísimo miedo. Fui un afortunado porque los amigos/ as siempre estuvieron. Cada día. Para levantar la moral.

Mi sindicato, la UTE y en especial la Secretaría de Salud, nunca me soltaron la mano. Solidaridad pura entre laburantes. La vieja, una leona, desde su propio aislamiento luchando por mi. Mi compañera, sosteniendo la casa y a nuestro hijo. Y a la vez dándome ánimos a mi. ¿Cómo no amarla? La familia que te da la sangre y la que da la vida, que son la misma, a la espera de ver cómo ayudar. Los compañeros /as pendientes de uno. Y ofreciéndose para lo que hiciera falta.Una catarata de amor, que estando adentro es salvadora.Dije que escribía esto para que les sirviera a otros. También escribo esto para ayudarme a mi mismo a cerrar la peor experiencia de mi vida.

Cuidense mucho.

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Crónicas de la cuarentena

Ganas, por Hernán López Echagüe

De salir a la calle, a todas las calles, y reunirnos en las calles todos los que no podemos vivir sin calles. Y que en ese encuentro callejero nadie calle. Ganas de tratar de comprender y aceptar todas esas cosas estrambóticas que dicen y claman los que nunca han sabido lo que es la calle, y mucho menos callarse cuando lo que dicen es por completo esotérico para los que viven en la calle. La calle es el único espacio permitido para no callarse. Ganas de callarse, y que todos se callen, cuando no hay nada que decir. Y ni hablar de las ganas de sopapear a los que se la pasan diciendo cosas sin calle, casi a los gritos, acerca del hombre de la calle, como si alguna vez en su vida hubieran callejeado y conocido al hombre de la calle. Como si alguna vez en su vida hubieran olfateado el olor de la calle. Ese formidable olor a marabunta.

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Crónicas de la cuarentena

Esperando el regreso, por Pablo Enríquez

Me preguntaron por qué me puse a cocinar. Seguramente es porque fue siempre una de mis pasiones. Será que frente a la adversidad me salva lo que me apasiona, siempre. Será que mientras los teatros estén cerrados y no pueda desarrollar mi profesión de productor puse la energía en esto. También será que me recuerda a las reuniones con amigos, pero creo que es más eso de optar por la pasión. Así como prefiero el amor al odio, o la compañía a la soledad, o la música al silencio o el silencio a la mediocridad. Y leo, miro y escucho todo lo que puedo, sigo en redes a los que admiro, y también descubro gente nueva que parece que conociera de años. Si me preguntaran qué quisiera estar haciendo, les diría sin dudarlo: llegar al Payró, abrazar a Diego y a Luchy, disfrutar de la calidez de Moro y Maty, de la voz de Nico, del ojo de Néstor, de la capacidad de Jorge. Armar el escenario, recibir a los invitados, al público, y escuchar en off: “Bienvenidos a Madera Noble”. Habrá mucho para decir, escuchar y repensar sobre estos tiempos. Pero para el teatro hay que esperar. Cuidarme, cuidarte y cuidarnos, militar la solidaridad, abrazarme mientras tanto a otras pasiones.Creo que somos muchas cosas.Entonces, al tiempo en que trabajo en alguna idea nueva esperando el regreso, seguiré cocinando apasionado. Llegó el domingo y “No te vas a ir sin hacer algo dulce”, me dijeron mis viejos.Les dejo esta tarta con masa de nueces, rellena de crema de naranja y cubierta de merengue y flores de manzanas, que acá ya se están comiendo, claro.

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