fbpx
Connect with us

Planeta Giussani

La V Columna | No fue magia

“Tristan Harris ha pasado más de una década estudiando las influencias que secuestran el pensamiento y la acción humana. Desde su infancia como mago hasta su trabajo en el Laboratorio de Tecnología Persuasiva de Stanford, Tristan se preocupó por la necesidad de una tecnología ética y humana”.


Así se presenta en su página oficial uno de los mejores testimonios del documental ‘El dilema de las redes sociales’. Recopilación de entrevistas a varios ‘arrepentidos’ por haber formado parte del gran fraude informático. Entre otros, podemos escuchar a: Aza Raskin, cofundador de Asana; Justin Rosenstein, quien junto a un compañero se le ocurrió inventar el ‘me gusta’ -arma letal para conocer a los usuarios- y después se fue, junto a otros entusiastas iniciales de la red de redes que huyeron frente al monstruo que crearon.

Todo empezó como un juego. Un desafío. Y vaya si lo lograron.

Tristán ensaya una explicación sobre cómo llegó a ser especialista en algo tan macabro en su propia enunciación -Tecnología persuasiva- apelando a su pasado de mago. Un especialista en hacer ver lo que no es. Según la definición:

“El ilusionista tiene que tener también dotes de psicólogo para descubrir la mejor manera de engañar al público desviando su atención mediante sus gestos y palabras, haciendo que miren donde él desea, identificando al líder del grupo o provocando que recuerden algunas informaciones relevantes.”

Estamos, pues, frente al arte de la manipulación ejercida desde Facebook. Escuchar a los técnicos arrepentidos en el documental “el dilema de las redes sociales” produce escalofríos.

Claro está que la manipulación no la inventaron Zuckerberg ni Bill Gates ni ningún nerd que se precie como genio de la informática. Es la política, estúpido. Podría decir alguien por ahí.

De hecho, en el 2018 el joven Zuckerberg debió presentarse a una audiencia pública ante el Senado de Estados Unidos por el uso indebido de datos de 87 millones de usuarios de Facebook por parte de Cambdrige Analytica durante la campaña de las presidenciales de 2016 gracias a los cuales ganí Donald Trump. “Fue un gran error. Fue mi error, y lo siento”. Y juró no hacerlo nunca más, como cuando reprenden a un niño por una mala acción. Entre tanto, Trump sigue siendo el presidente de la nación del norte y denuncia que posiblemente haya fraude y no sabe si entregará el poder en caso de perder las elecciones.

Pero volvamos a lo nuestro. La magia, el ilusionismo, la manipulación y la política poseen una seducción sin igual tanto para los que la ejercitan como para los espectadores que observan admirados lo que creen que ocurre, pero no.

En fin, les recomiendo ver el documental sobre el dilema de las redes sociales. Tiene altibajos pero la información que brinda es increíble. Eso sí, después no caigan en la depresión. La única forma para enfrentar a la manipulación (sea tecnológica, política, psicológica o afectiva) es reforzar nuestro espíritu crítico y nuestra confianza. No aceptar mansamente cualquier verdad por reveladora que parezca.

Tristan Harris ahora creó una fundación para defender a los usuarios de las redes y crear conciencia ética. Tampoco tengo porqué creerle ¿no?

Vean el documental y después me cuentan.

Seguir leyendo
Comentá

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

LCV

Jorge Dorio y la Radio que nos parió

Por Laura Giussani Constenla, emitida el 18 de marzo de 2024 en La Columna Vertebral-Historias de trabajadores, por larz.com.ar, lunes de 18 a 20hs

Un infarto masivo se nos llevó la semana pasada a Jorge Dorio y todavía estamos golpeados, perplejos, consternados por la noticia. ¿Quién era ese morocho de ojos negros y grandes bigotes, con la sonrisa siempre a flor de labios? ¿Por qué todos lamentamos tanto su partida?

Dorio bebía la vida a borbotones, y hablaba al ritmo de sus pensamientos, incesantes, eruditos, seductores, desprejuiciados, creativos, inteligentes. Perdimos a uno de los grandes del periodismo que se zambullía con igual pasión en el espacio que se le ofrecía. Desde la revista Babel a Badía, o el Monitor Argentino, Dolina, 678 y sin empacho también panelista del Gran Hermano. En todos y cada uno de los lugares dónde lo invitaban a hablar siempre daba una pincelada de genialidad. También fue escritor, poeta, divulgador de las letras. Jorge era imparable e inimputable, sólo a él se le permitía evadir todo límite y clasificación.

Su muerte, tan imprevista como su propia vida, sacudió a todos los que alguna vez tuvimos la suerte de trabajar con él, y a sus oyentes y lectores. Tenía un estilo inconfundible que desbordaba al mundo periodístico. Hubo quienes eligieron recortar su memoria a sus últimos años. Quizás no lo conocían e ignoraban que ser inclasificable era parte de su esencia y encanto.

La última vez que hablé con él fue el año pasado. Junto con Nora Anchart preparamos un festejo especial para el séptimo cumpleaños de La Columna Vertebral: un homenaje a La Radio que nos Parió, radio Belgrano. Jorge, junto a Divinsky, Carlos Ulanovsky, y Taty Almeyda (madrina de éste, nuestro programa que ya está al borde de los ocho años) iban a ser los maestros de ceremonia. Todos los que alguna vez formamos parte de ese experimento mediático que fue LR3 Radio Belgrano, la radio insignia del regreso a la democracia, estábamos felices por el reencuentro que iba a realizarse en la Biblioteca Nacional. Como suele ocurrir en este país, una nube oscureció el día, llegaban noticias de una brutal represión en Jujuy contra docentes y municipales, las marchas se esparcían por todo el país y el ánimo festivo se nos fue al diablo. Aprovecharé éste espacio para contarles porqué haber iniciado en este oficio en aquella radio fue algo que nos marcó a todos.

Presentando la programación 1986. Jorge Dorio, Matilde Rios, Laura Giussani Constenla, Claudio Merelas, Estela Maris Campos, María Elvira Areces, David Zanazzi, Graciela Russo y Adriana Ramos. Parte del equipo de producción

Fuimos muchos, muchos, los que llevamos esa cuna periodística con orgullo. Eramos una variopinta comunidad que llevó participó con entusiasmo en el ambicioso proyecto de una radio donde la libertad, la seriedad de la información, el pluralismo y el pensamiento crítico eran lo más importante.

Imaginen ustedes, octubre de 1983. Alfonsín arrasaba en las urnas. La democracia traía un aire de esperanzas que entraba como un vendabal. Los exiliados comenzaban a regresar del exterior, y los que se mantenían en las sombras en tiempos de militares salían a la luz. Radio Belgrano era una emisora estatal, dirigida hasta ese momento por el Teniente Coronel Stornelli. Le ofrecen el cargo a Daniel Divinsky que acababa de regresar de Venezuela, editor responsable de Ediciones de La Flor. Un personaje que por su erudición y velocidad mental y oral se le parecía bastante a ese pibe que por entonces era Jorge Dorio. Eligió tener a los mejores y los tuvo, jóvenes y viejos talentos: Enrique Vazquez, Silvia Puente, Sandra Russo, Arturo Cavallo, Eduardo Aliverti, Julia Bowland, José María Pasquini Durán, Anna María Muchnick, Horacio Salas, Ricardo Horvath, jorge Guinzbur, Carlos Abrevaya, Julia Constenla, Rogelio García Lupo, acompañados por colaboradores como Gregorio Klimovsky, Gregorio Selser, Beatriz Sarlo, entre tantos, tantos otros.

Por ese entonces yo había vuelto del exilio en un viaje que pensaba efímero pero la explosión de vital alegría del país me impidió volver. ‘Si consigo trabajo me quedo’, le anuncié a mis padres. Y conseguí, primero en Lugar de Mujer, uno de los sitios icónicos del feminismo de los ochenta. Hasta que una llamada de Daniel Divinsky cambió el rumbo de mi vida: “Laura, voy a asumir como director de Radio Belgrano, necesito una secretaria de confianza”. Fue así que entré a formar parte de la comitiva, primero como secretaria, escoltada por un amor de mujer como Matilde Ríos.

Sin anestesia, horario central de la mañana

Divinsky asumió y no hubo una razzia ni despidos, una de mis misiones fue consultar las fichas del departamento de personal para ver quién era quién. Conversar con el sector de discos en donde pude ver los cartelitos de ‘prohibidos’ en decenas de long plays. Nada indicaba que los trabajadores hubieran sido cómplices o colaboradores del Teniente Coronel que mantuvo las cuentas en orden. Así que convivimos los ‘viejos’ y los ‘nuevos’. Entre los ‘viejos’ varias figuras inolvidables de la radiofonía, como Ernestro Frith, operadores de lujo como Eduardo Blanco, Luisito Sprovieri, el Tano Siciliano o Tatín Pérez entre tanto otros. Locutores como Santiago Sierra Castro. Personas que nos enseñaban a los más jóvenes la historia de la radio, los radioteatros con Evita en el Auditorio, cintas de pasta que intentamos recuperar con versiones de mordisquito de Discepolo y tantas joyas más. Aprendimos un montón de ellos.

Muchos miraban con recelo esa invasión de periodistas que venían en su mayoría de medios gráficos o eran desconocidos. Llegaba, además, para colaborar en la producción, un pelotón de pibes de la Universidad de Lomas de Zamora y otras instituciones felices de que su primera pasantía fuera en esa radio. Ellos eran: Rosario Lufrano, Graciela Russo, Claudio Martínez, Eduardo Cura, Estela Campos, María Elvira Areces, Adriana Ramos, Claudio Merelas, David Zanazzi, y tantos otros.

Jorge Dorio y Martín Caparrós nos llevaban pocos años pero tenían una cultura que Divinsky no pudo obviar: les dió el horario de medianoche para hacer “Sueños de una noche de Belgrano”. El programa fue una bomba. Entre tanta chatura previa, dos jovencitos que por entonces rondaban los 25 y 27 años, revolucionaban el aire.

El regreso de la democracia fue tiempo de reencuentros. Recuerdo una vez que nos juntamos con algunos compañeros de la secundaria en la casa de Guillermo Freund. A las 12 de la noche encendió la radio, no podíamos perdernos escuchar a Dorio y Caparrós. Guillermo fue quien dijo: “qué impresionante cómo estamos atentos a la radio, parece como cuando se escuchaba radio Londres en la guerra”.

Entre tanto, las amenazas de bomba arreciaban, los estudios podías ser invadidos por ex militares indignados por lo que se decía, Rousselott hacía una huelga de hambre en la puerta de la emisora por vaya a saber uno qué ofensa, y las antenas de la radio estallaban por un atentado. Lo increíble es que todo ese acoso no nos daba miedo, en realidad nos causaba un poco de gracia. Teníamos la convicción de que nadie nos sacaría de allí a pesar de que habían pasado pocos meses de dejar atrás la noche más oscura que provocó 30.000 desaparecidos, miles de presos, miles de muertos y millones de exiliados. Alfonsín anunciaba el juicio a los militares y la sociedad toda se levantaba y salía a la calle ante el primer intento de motín militar.

Divinsky había cumplido su tarea. La editorial lo esperaba y eso de andar negociando con propios y ajenos por financiación era un desgaste extra. Renunció y asumió Julia Constenla (sí, mi madre). Maldita la gracia que me hizo, le pedí que me sacara de la secretaría ¿quién podría creer que yo había llegado primero?. Seducida por el joven Dorio, decidió darle la Producción General de la Radio. Y a mí, ser la coordinadora de la flamante oficina de producción.

Por entonces empezó otro programa emblemático de los fines de semana: Historias en Estudio, con la conducción de José María Pasquini Durán y Jorge Dorio. Yo como productora general, y cuatro asistentes periodísticos de lujo: Nora Anchart, David Zanazzi, Claudio Martínez y Rosario Lufrano. Cada programa tenía una apertura especial que era una mini obra de arte. Dorio llegaba quizás a las 10 de la noche con la idea, tenía un texto para que leyera Sierra Castro, cantidad de músicas para enganchar, audios que incorporar. Una verdadera odisea para editar en un mundo no digital. Tenía que salir de una, sin errores del operador ni de Santiago. Pasábamos horas, Dorio estaba feliz oficiando de director de es pequeña puesta en escena que no duraba más de 5 minutos pero consideraba lo más importante del programa. El cansancio de todos era menor que el entusiasmo, podíamos estar hasta la 2 de la mañana hasta que saliera completo. Al día siguente, reunión de producción con Pasquini Durán, la contracara de Jorge. El era el periodista preciso, con datos certeros que iría narrando diversos momentos históricos. Dorio solía llegar tarde, pero su llegada era como la de Peter Pan con la magia de las estrellitas. Pasquini lo llamaba ‘fru fru’. Llegó fru fru, decía, y todos reíamos. Sin fru fru no hubiera sido el mismo programa. Dorio le aportaba brillo. Era burbujeante. Un periodista champagne.

Cuarenta años pasaron de aquella experiencia y muchos, muchos, muchos, la recordamos como el momento más estimulante de nuestras carreras.

Hoy solo podemos decir que el regreso de la democracia estuvo plagado de coraje, creatividad, inteligencia y libertad. El 24 todos a la marcha, para los que olvidaron lo que fue terminar con la dictadura. Desde acá, Nora y yo, volvemos a brindar por La Radio que nos Parió, y por Jorge que fue uno de los locos de aquella radio sin miedo.

Continue Reading

LCV

Superhéroes

Por Laura Giussani Constenla, 4 de marzo de 2024

En estos días tan intensos ando medio aturdida. No sé por dónde empezar, así que elijo algo grato y veremos hacia dónde nos lleva.

Gracias a la película The Halls -un homenaje a los grandes cómicos norteamericanos- descubrí a Geoerge Carlin. un gran cómediante de la época de oro de la bohemia neoyorquina.

(paréntesis. Les recomiendo el especial The Hall, y la serie La Maravillosa Mrs Maisson que recrea esa época de finales de los cincuenta, principios de los sesenta en la que los yankys todavía eran adorables y los artistas se jugaban la vida para sortear la censura).

Carlin murió en el 2008 y se mantuvo activo casi hasta el final. Conmueve ver su recorrido. Desde aquel comediante que optó por renunciar a la televisión para sumirse en el submundo de los boliches y pequeños teatros, donde te metían preso por decir una ‘mala palabra’, hasta el hombre maduro que pudo mantenerse en pie respetando su esencia y genialidad escénica ya entrado el tan ponderado Siglo XXI.

La compulsión consumista, la hipocresía de lo políticamente correcto y la religión, lo sacan de quicio. Ya no es ese rebelde contra el poder de los sesenta, ahora denuncia a la sociedad toda. Cómo fue que nos convertimos en lo que somos? O, mejor dicho, cómo se convirtió la humanidad. Un dedo acusador que se atreve a detestar a ‘los que defienden al Planeta’ porque el Planeta se defiende solo. Ácido y provocador, no deja de sumirnos en un estado de reflexión, más allá de la risa.

Si seguimos así no morirá la Tierra, morirá la humanidad, y la tierra nos sacudirá como un perro que se saca unas pulgas de encima, dice Charlin. Y se remonta a todo lo que tuvo que soportar el Planeta a lo largo de milenios y milenios: terremotos, quiebre de glaciares, inundaciones, ruptura de continentes enteros, bombardeos de meteoritos, dinosaurios y bestias improsibles. Nosotros llegamos muy al final de esa resistencia planetaria.

De pronto, uno se siente chiquito y estúpido. Somos algo que no empezó con el capitalismo. Imposible saber cuál fue el principio del principio. Acaso todo empezó con un mono que se quedó observando una piedra durante un largo rato. Siempre andamos buscando el inicio, pero ese inicio es tan incierto como el final.

Claro que cada vez son menos los que siguen preguntándose de dónde venimos o hacia dónde vamos. ¿Para qué estudiar Historia Antigua? O Filosofía? Para qué detenerse frente a una piedra durante tanto tiempo? ¿Qué ganancia da todo eso? Ninguna: “Afuera” grita el coro griego.

Podemos conjeturar que la humanidad toda confundió el camino y resulta imposible saber en qué momento. Aunque la Biblia lo dice: todo se fue al diablo cuando una mujer comió la manzana del árbol de la sabiduría (la historieta de la serpiente y el sexo es de Billiken). Siempre me impactó que el verdadero pecado para la religión hubiera sido el conocimiento, la sabiduría. Quizás era un mensaje: no se vayan de mambo con eso de conocer e inventar.

O quizás, no hay tal pecado original, y fue ese maldito mono que quiso estudiar la piedra. Lo cierto, es que nos estamos yendo al diablo y más allá de las ideologías la culpa es de la humanidad toda. ¿Estaremos a tiempo de desviar las vías de este tren? Lo dudo, pero el juego ya está echado y cada quien sabrá qué hacer.

EL IMPERIO DE LA IMAGEN, LA GUERRA ENTRE EL BIEN Y EL MAL,LOS COMICS

Hace unos días recibo un posteo de alguien indignada, al borde del ataque de nervios. Comparte el hallazgo publicitario de Milei: “Casta a la vista, baby”. Imposible no estar de acuerdo con ella. Cómo se puede votar y admirar a un tipo que quiere ser Terminator? Además se creen que somos estúpidos? Antes la política tenía otra potencia, era racional, abierta al diálogo…

De pronto, antes de ponerle un somnoliento ‘me gusta’ al posteo, recuerdo la impresión que me dió la primera vez que vi el dibujito de ‘Néstornauta’. Digamos que el que inventó el recurso al superhéroe fueron ‘ellos’ (y digo ‘ellos’ porque no sé de quién fue la idea pero fue buenísima y eficaz). Cristina también podría ser parte de un comic, pero eligió ser una barbie, revolucionaria pero barbie al fin. Y también forma parte de una novela de amor, como Perón y Evita, Néstor y Cristina (Paren, no se me enojen, no estoy hablando de ideas sino de formas de comunicación, de imagen -que, finalmente es lo que más consumimos,obvio que todos amamos más a Barbie Cristina y no a una Wonderwooman Villarroel tan asexuada ella.)

No sé muy bien cómo empezó todo esto ni hacia dónde se dirige. En realidad pensaba hablar sobre el relato. El título de la columna iba a ser: “Relato mata relato”. Al final, tan falsa es la mirada histórica de Milei poniendo el paraíso perdido en el inicio del ‘900, como la mística kirchnerista del peronismo impoluto.

Siempre me quedó repiqueteando una frase de Daniel Santoro (el artista plástico) que dijo algo así como que la ‘ideología del peronismo es la felicidad’, razón por la cual no morirá jamás. Cuento de hadas o no, es lo que mancomuna a los peronistas mientras que ellos, ‘los otros’, que por ahora son los muchos, se excitan con el sacrificio, luchan por el Bien en contra de sus intereses solo pensando en las generaciones venideras, generaciones que, al decir de Carlin será expulsadas como pulgas molestas del Planeta en su propia defensa.

Y aquí estamos, viviendo la fantasía de un comic. Que nadie se confunda, no es una lucha entre el Bien y el Mal. Es la tontería en acción. La ficción por delante de la realidad. Quién sabe en que momento ocurrió ese extraño pasaje en que la novela dejó de inspirarse en la realidad, y sea la realidad la que busque ser digna de la mejor novela. O comic. Todos quieren ser superhéroes.

Continue Reading

LCV

El día que quemaron los viñedos

Llegó a mis manos un vino Malbec con nombre inquietante: “El Injusto” y una etiqueta en donde puede verse casi una gigantografía que cubre la mayor parte de la botella con la foto de Agustín Pedro Justo, ex presidente de la Nación entre 1932 y 1938, sí en la famosa década infame. Debajo, una breve explicación dice: “En 1934, Agustín P. Justo prohibió la vitivinicultura en Entre Ríos. Esta es nuestra respuesta

Exquisita revancha histórica de la familia Tornatore, de Victoria, dueña de la bodega Borde Río. Porfiados los Tornatore, no quisieron que a nadie se le escapara la razón de su amor por las vides junto a su orgullo entrerriano, en el revés de la etiqueta insisten: “Una ley injusta, en una década infame, destruyó los sueños de toda una provincia y su gente. Esta es nuestra respuesta“.

La ley injusta de Justo, fue tomada como una verdadera traición, resulta que el ex presidente había nacido en Concepción del Uruguay, así que quitarle esa tradición a sus propios paisanos era una ofensa inconcebible.

Y si de Concepción del Uruguay se trata, no pude menos que pensar en nuestro amigo, Américo Schwarztman filósofo, viñetista, periodista y sobre todo, entrerriano a morir, para que me contara un poco más. Y me contó.

A mediados del siglo XIX, es decir, allá por 1850/60 se comienzan a plantar viñedos en la región del río Uruguay. Urquiza fue impulsor, con vides traídas desde Francia. Aunque no fue el único, claro, muchos de los inmigrantes de la Colonia San José habían traído sus uvas. Más de veinte cepas se cultivaban en la región, haciendo florecer una diversidad de vinos y una industria prometedora, que además estaba en manos de numerosos pequeños productores.

Malbec, cabernet, pinot noir, semillón, gamay, chateau margot, sauter y, fundamentalmente “lorda” (una variedad que tiene su propia y apasionante historia, porque el nombre que recibió era el del apodo del vasco “Lorda” Jáuregui, que fue quien la trajo desde los Bajos Pirineos). Esas eran las cepas de los viñedos entrerrianos que suizos, franceses, vascos, italianos y españoles extendieron por los campos de Entre Ríos en emprendimientos que crecían paralelos al río Uruguay.

La industria creciente era tan exitosa que a la Exposición de París de 1889 se llevaron los vinos producidos en Concordia, que recibieron varios premios por su calidad. En 1907 Entre Ríos ocupaba el cuarto lugar en el Centro Nacional de Viñas, con casi cinco mil hectáreas cultivadas, por 30 bodegas radicadas en Colonia San José, Concordia, Victoria y Federación. Tan promisorio era el cultivo que veinte años después, en 1928, las bodegas entrerrianas se habían multiplicado casi por cuatro: ya eran 115.

Claro que no era el único lugar del país que nos regalaba vinos de calidad. Hoy todos conocemos los vinos de Cuyo o de Salta. Nadie dice, es un riquísimo vino entrerriano. Qué pasó? A de la década del 20, los productores de San Juan y Mendoza presionaron para que se creara Junta Reguladora de Vinos, cosa que consiguieron en 1934 gracias a la Ley 12.137 que tenía a su cargo decidir quiénes y cuánto producirían. Créase o no, el gobierno de Justo, el Inusto entrerriano, ordenó un “plan de extirpación de viñedos”, que se llevó adelante durante ese año y el siguiente. El objetivo era establecer a la región de Cuyo como única productora de vinos. Se envió a las tropas nacionales a cumplir con el tremendo decreto, destruyendo los viñedos entrerrianos. Muchos recuerdan el llanto de las familias al ver a las fuerzas federales destruir sus instalaciones y quemar los viñedos.

Esto me lo cuenta don Américo, pero está escrito en distintos libros de historiadores de la provincia como Héctor N. Guionet o Susana Domínguez Soler, no vayan a creer que es puro cuento.

Fue en la década del noventa, cuando una ley promovida por otro entrerriano, Augusto Alasino, la prohibición fue eliminada. Algo bueno tenía que tener el menemismo. Hoy en Entre Ríos florecen nuevas bodegas, aunque todavía no se ha llegado al brillo de aquellas producciones de un siglo atrás.

El 4 de enero de 2018, el diario El Entre Ríos, celebraba la vuelta de los viñedos en la provincia bajo el título: “Como el Ave Fenix, resurgen en suelo entrerriano”. “Actualmente, y poco a poco, buscan resurgir de sus cenizas, apostando más a la “bodega boutique” que a la gran producción masiva. Pero para conocer y dimensionar la realidad de la producción entrerriana, primero hay que hacer un poco de historia, porque es imposible entender este presente sin conocer el pasado.”

Antigua bodega Robinson en Entre Ríos

La charla con Schwartzman (cuyo apellido nunca lograré escribir bien) tuvo inquietantes derivaciones. Ustedes sabrán que el vino Tannat, es para Uruguay, la cepa estrella, como el Malbec en Argentina. Pues bien, el irreverente de mi amigo – entrerriano hasta la médula- sostiene que la uva del Tannat pasó antes por Entre Ríos.

“El cultivo de Tannat en Uruguay inicia en Salto gracias a un vasco francés oriundo de los Pirineos, llamado Pascual Harriague (por eso durante décadas se le llamaba “vino de Harriague”). Y el que le da esa cepa a Harriague es otro vasco, Juan Jáuregui, apodado “Lorda”, quien a su vez la había atesorado de sus ancestros de los Pirineos y producía ese vino en Concordia (por eso en esa zona el Tannat se llamaba “Lorda”). Se sabe incluso que Lorda le dio alrededor de 16 sarmientos de esa uva a su paisano Harriague. La primera vendimia de Harriague en Salto fue en 1876. Todo esto está documentado y aparece en diferentes libros que tratan la historia de la región Es decir que en el origen del vino más exitoso del Uruguay está un entrerriano. Dicho de paso, en el Uruguay el Dia Nacional del Vino se celebra el 14 de abril, día del nacimiento de Harriague”, nos ilustró Américo.

Y pude corroborar que, en efecto, el Tannat era el vino preferido del rey Luis XVI. Así lo confirma el agrónomo e historiador francés Alexis Peyret, también conocido como Alejo Peyret, en su libro “Una visita a las colonias de la República Argentina” (publicado en Buenos Aires en 1889!). “Parece ser que el monarca tenía debilidad por las uvas de Madiran y había prohibido expresamente a sus servidores robar gajos de esas plantas. Pero un mayordomo habría desobedecido la orden y entregado 14 sarmientos entreverados con los restos de la poda a un tal Jáuregui, que ni lerdo ni perezoso los plantó en la localidad de Iroléguy (Irulegui, en euskera) – “el viñedo más pequeño de Francia y el más grande del País Vasco”– en los Pirineos. El mayordomo desobediente fue sentenciado a 14 años de prisión, uno por cada sarmiento hurtado, pena que no llegó a cumplir porque “lo salvó” la Revolución Francesa. El nieto de Jáuregui, apodado “Lorda”, habría introducido la cepa en Concordia casi 80 años después, en 1861. Y otro vasco francés residente en Uruguay, Pascual Harriague (o Arriaga), habría conseguido que Juan Jáuregui le regalara (o le vendiera) 16 sarmientos de esa “uva diferente”, que luego plantó con éxito en Salto, donde realizó su primera vendimia en 1876.” Como ven, conocemos la historia gracias a buen Peyret que se ocupó de escribirla a poco de ocurrida. La importancia de dejar testimonio, siempre.

En fin, historias de pioneros, traidores y tercos memoriosos.

* Escrita por Laura Giussani Constenla para La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, el 17 de febrero de 2023. Escuchanos todos los lunes de 18 a 20 por larz.com.ar

Continue Reading
Advertisement

Facebook

Copyright © 2017 Zox News Theme. Theme by MVP Themes, powered by WordPress.