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Dossier LCV: “Siglo XXI, de las 8 a las 6hs” / II parte

Desde principios de abril que estamos tirando del hilo de este ovillo: cómo y por qué existe una tensión entre progreso tecnológico y trabajo. En estos últimos días dos noticias llamaron nuestra atención.

En el acto conmemorativo por el Día Internacional de la CGT por primera vez la central sindical puso el tema sobre la mesa. En consonancia con el documento oficial del Consejo Directivo y el discurso de Héctor Daer, Carlos Acuña ratificó a la salida del encuentro que la reducción de la jornada laboral será uno de los principales temas a abordar si quieren reformular la legislación laboral, las 6 horas “van a ser una realidad”.

Desde la vereda opuesta, el director ejecutivo de IBM internacional, Arvind Krishna, acaba de anunciar que reducirán en los próximos años su plantilla de empleados en alrededor de 7.800 puestos que serán reemplazados por la Inteligencia Artificial. “Estos puestos que no lidian con clientes casi llegan a los 26.000 trabajadores. Puedo ver fácilmente que 30 % de eso ser reemplazado por IA y la automatización en un período de cinco años”, detalló.

La IA podría provocar el despido de 300 millones de trabajadores de las economías centrales

El banco de inversión Goldman Sachs realizó una investigación que llegó a la conclusión de que alrededor de dos tercios de las más de 900 ocupaciones que existen en el mercado laboral estadounidense estarán expuestos a algún grado de automatización a medida que avanza la tecnología en materia de inteligencia artificial. La tendencia afectaría sobre todo a las profesiones administrativas (al 46 %) y legales (al 44 %), mientras que en los oficios con trabajos físicos intensos, como la construcción y el mantenimiento, se prevé una exposición mucho más baja: 6 y 4 %, respectivamente. El mismo estudio advierte que podría producirse “perturbación significativa” que provocaría el despido de 300 millones de trabajadores en las principales economías del mundo.

Progreso y bienestar obrero no parecen ir de la mano. Por eso, el debate en el mundo del trabajo vuelve a ser la jornada laboral, esta vez de 6 horas, frente a un panorama de avance tecnológico que si no se reglamenta puede producir una desocupación masiva.

Las razones por las cuales se impulsa el recorte horario son diversas. Varios empresarios han comprobado que reduciendo la jornada laboral aumenta la productividad, es decir, ganarán más. Por su parte, los gremios impulsan esa medida, menos horas por igual sueldo, porque mejora la situación de los trabajadores.

¿Por qué los hijos de obreros recibidos en la universidad deberían regalarle todo su conocimiento y esfuerzo a las grandes empresas?

La pregunta que provocó este Dossier LCV, fue desde un inicio: ¿si el conocimiento es patrimonio de la humanidad por qué se benefician solo los dueños del capital? ¿Por qué los hijos de obreros que llegan a la universidad deben regalarle todo su esfuerzo, conocimiento y talento a las grandes empresas para aumentar sus multimillonarias ganancias?

Idas y vueltas de una conquista

En nuestra primera entrega vimos cuáles fueron los primeros países que aceptaron legislar una jornada de 8 horas. Salvo Uruguay, que lo hizo en 1916, el resto del mundo se montó a las ideas de la revolución rusa. Así lo hizo, también, la República de Weimer en Alemania surgida por una revolución socialdemócrata a fines de la primera guerra mundial. Sin embargo, las guerras son momentos de extrema producción, y vino el nazismo a poner fin a semejante ‘ambición’ trabajadora frente a las necesidades de aumentar la industria bélica.

En Estados Unidos, los primeros en implementar una reducción horaria fueron dos empresarios exitosos: W.K. Kellog (sí, el de los cereales) y Henry Ford (sí, Ford, el el del automóvil) descubrieron que jornadas laborales largas y productividad no iban de la mano. En 1926 Henry Ford otorgó una semana laboral de 40 horas, de lunes a viernes. No significó una concesión a sus obreros, más bien un frío cálculo de eficiencia. “Cuando la realidad choca contra nuestras convicciones más profundas, preferimos recalibrar la realidad que corregir nuestra visión del mundo”. Definitivamente el joven emprendedor Henry Ford no lo hacía para mejorar la vida de sus trabajadores ya que era el empresario norteamericano admirado por Hittler por sus pensamientos xenófonos y racistas ¿Hay que agradecerle las 8 horas?

Henry Ford, inventor del automóvil.

Era el año 1930 cuando el economista británico John Maynard Keynes creyó que los empresarios podían tener tan buenos gestos como el racista Ford, quizás por eso, en una conferencia en España se le ocurrió contar cómo imaginaba la vida en el siglo XXI. Aseguró que el mayor desafío de la humanidad sería ‘qué hacer con el tiempo libre”. Optimista irredento, Keynes vaticinó que para el año 2030 sólo deberíamos trabajar 15 horas por semana (algo así como tres horas por día) y el consumo se habría multiplicado por cuatro. El paraíso capitalista. Los Supersónicos de Keynes.

Eran los años treinta y quizás no se daban cuenta. La gran depresión. ¿Cómo comprender este entrevero de luchas, represiones, guerras y generosidad empresaria? Con la ventaja de cien años de distancia, entrevistados por Jesús Rocamora, Alex Williams y Nick Srnicek, autores del libro ‘Inventar el futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo’, publicado en el 2017, sostienen:

Nuestra sensación es que hubo una ruptura fatal durante la Gran Depresión. Se abrieron entonces dos opciones para responder al paro masivo: reducir la jornada laboral y repartir el trabajo, o bien crear empleo y mantener la jornada laboral. En Norteamérica se optó por la primera opción como respuesta inicial. Se llegó a poner sobre la mesa una legislación para recortar la semana laboral a 30 horas. Pero el mundo de los negocios presionó en la otra dirección y el gobierno terminó cambiando de idea. Y así la posibilidad de resolver el paro a través de semanas de trabajo más cortas se aparcó.

Seguimos atados a un viejo y obsoleto conjunto de relaciones sociales

Williams y Srnicek ya habían movido el tablero intelectual al escribir su ‘Manifest for an Accelerationist Politics‘, un conjunto de veinticuatro tesis tendientes a apostar por un futuro poscapitalista gracias a una aceleración de la automatización técnica junto a una política contrahegemónica planetaria. Unos años después, en ‘Inventar el futuro’, escriben:

En la actualidad, buena parte de las demandas clásicas de izquierda –menos trabajo, eliminación de la escasez, la democracia económica, la producción de bienes útiles para la sociedad y la liberación de la humanidad– son materialmente más factibles que en cualquier otro momento de la historia. Sin embargo, a pesar de la brillante apariencia de nuestra época tecnológica, seguimos atados a un viejo y obsoleto conjunto de relaciones sociales.”

Esos raros empresarios nuevos

Curiosamente, fueron los japoneses quienes dieron el envión a estas pruebas de productividad con menos horario. En el 2020, la sede en Tokio de Microsoft realizó un verano de prueba de reducción horaria. Por el mismo sueldo trabajaron solo cuatro días por semana, un total de apenas 32 horas. La experiencia fue un rotundo éxito. La empresa aumentó un 40% su producción y se ahorró el 23% de gastos en servicios. Prueba piloto que demostró que la alegría de los trabajadores por tener más horas libres se traducía en capacidad de concentración y voluntad de producción. También se redujo el pedido de días libres y las interminables reuniones fueron más cortas y efectivas.

Según la periodista española Esther Miguel Trulla, responsable de ‘calidad, procesos e innovación’ de Webedia:El éxito fue tal que Microsoft incorporó el experimento a otras oficinas. Es bien conocido que Japón es uno de los países con las jornadas laborales más largas e insostenibles, y que pese a ello, o precisamente por ello, es el país menos productivo del G7. Tamaña cultura del sobreesfuerzo existe a menores niveles en el resto de países. De modo que una hipotética reducción de la jornada salarial no sólo es una cuestión económica, sino también de salud pública.”

Disciplina laboral en Japón

La primera compañía en poner en práctica esta modalidad fue la también japonesa Toyota que en el 2003 aplicó con buenos resultados una reducción horaria en su planta ubicada en la ciudad sueca de Gotemburgo.

Las experiencias fueron avanzando. El pasado 7 de febrero, Fingersoft, compañía desarrolladora de videojuegos con sede central en Oulu (Finlandia), anunció que los empleados que lo desearan podrían trabajar seis horas diarias, cinco días a la semana, percibiendo el 90% del salario. Jaakko Kylmäoja, CEO de la compañía, dijo que el experimento probó que “hay maneras para mejorar el bienestar de los trabajadores mientras la productividad se mantiene o incluso aumenta”.

Ya existe un movimiento denominado 4 Day Week que coordina desde hace unos años diversos ensayos a lo largo del mundo para imponer una jornada laboral de cuatro días cobrando el 100% del salario.

Así como vimos en la primera parte de este informe cómo los Estados se fueron amoldando a principios de mil novecientos al reclamo de 8 horas de trabajo, ya aparecieron los países precursores en la experiencia de las 6 horas en el siglo XXI. De ellos nos vamos a ocupar en la tercera parte de este dossier LCV.

Investigación y texto: Laura Giussani Constenla

4 de mayo de 2023

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Jorge Dorio y la Radio que nos parió

Por Laura Giussani Constenla, emitida el 18 de marzo de 2024 en La Columna Vertebral-Historias de trabajadores, por larz.com.ar, lunes de 18 a 20hs

Un infarto masivo se nos llevó la semana pasada a Jorge Dorio y todavía estamos golpeados, perplejos, consternados por la noticia. ¿Quién era ese morocho de ojos negros y grandes bigotes, con la sonrisa siempre a flor de labios? ¿Por qué todos lamentamos tanto su partida?

Dorio bebía la vida a borbotones, y hablaba al ritmo de sus pensamientos, incesantes, eruditos, seductores, desprejuiciados, creativos, inteligentes. Perdimos a uno de los grandes del periodismo que se zambullía con igual pasión en el espacio que se le ofrecía. Desde la revista Babel a Badía, o el Monitor Argentino, Dolina, 678 y sin empacho también panelista del Gran Hermano. En todos y cada uno de los lugares dónde lo invitaban a hablar siempre daba una pincelada de genialidad. También fue escritor, poeta, divulgador de las letras. Jorge era imparable e inimputable, sólo a él se le permitía evadir todo límite y clasificación.

Su muerte, tan imprevista como su propia vida, sacudió a todos los que alguna vez tuvimos la suerte de trabajar con él, y a sus oyentes y lectores. Tenía un estilo inconfundible que desbordaba al mundo periodístico. Hubo quienes eligieron recortar su memoria a sus últimos años. Quizás no lo conocían e ignoraban que ser inclasificable era parte de su esencia y encanto.

La última vez que hablé con él fue el año pasado. Junto con Nora Anchart preparamos un festejo especial para el séptimo cumpleaños de La Columna Vertebral: un homenaje a La Radio que nos Parió, radio Belgrano. Jorge, junto a Divinsky, Carlos Ulanovsky, y Taty Almeyda (madrina de éste, nuestro programa que ya está al borde de los ocho años) iban a ser los maestros de ceremonia. Todos los que alguna vez formamos parte de ese experimento mediático que fue LR3 Radio Belgrano, la radio insignia del regreso a la democracia, estábamos felices por el reencuentro que iba a realizarse en la Biblioteca Nacional. Como suele ocurrir en este país, una nube oscureció el día, llegaban noticias de una brutal represión en Jujuy contra docentes y municipales, las marchas se esparcían por todo el país y el ánimo festivo se nos fue al diablo. Aprovecharé éste espacio para contarles porqué haber iniciado en este oficio en aquella radio fue algo que nos marcó a todos.

Presentando la programación 1986. Jorge Dorio, Matilde Rios, Laura Giussani Constenla, Claudio Merelas, Estela Maris Campos, María Elvira Areces, David Zanazzi, Graciela Russo y Adriana Ramos. Parte del equipo de producción

Fuimos muchos, muchos, los que llevamos esa cuna periodística con orgullo. Eramos una variopinta comunidad que llevó participó con entusiasmo en el ambicioso proyecto de una radio donde la libertad, la seriedad de la información, el pluralismo y el pensamiento crítico eran lo más importante.

Imaginen ustedes, octubre de 1983. Alfonsín arrasaba en las urnas. La democracia traía un aire de esperanzas que entraba como un vendabal. Los exiliados comenzaban a regresar del exterior, y los que se mantenían en las sombras en tiempos de militares salían a la luz. Radio Belgrano era una emisora estatal, dirigida hasta ese momento por el Teniente Coronel Stornelli. Le ofrecen el cargo a Daniel Divinsky que acababa de regresar de Venezuela, editor responsable de Ediciones de La Flor. Un personaje que por su erudición y velocidad mental y oral se le parecía bastante a ese pibe que por entonces era Jorge Dorio. Eligió tener a los mejores y los tuvo, jóvenes y viejos talentos: Enrique Vazquez, Silvia Puente, Sandra Russo, Arturo Cavallo, Eduardo Aliverti, Julia Bowland, José María Pasquini Durán, Anna María Muchnick, Horacio Salas, Ricardo Horvath, jorge Guinzbur, Carlos Abrevaya, Julia Constenla, Rogelio García Lupo, acompañados por colaboradores como Gregorio Klimovsky, Gregorio Selser, Beatriz Sarlo, entre tantos, tantos otros.

Por ese entonces yo había vuelto del exilio en un viaje que pensaba efímero pero la explosión de vital alegría del país me impidió volver. ‘Si consigo trabajo me quedo’, le anuncié a mis padres. Y conseguí, primero en Lugar de Mujer, uno de los sitios icónicos del feminismo de los ochenta. Hasta que una llamada de Daniel Divinsky cambió el rumbo de mi vida: “Laura, voy a asumir como director de Radio Belgrano, necesito una secretaria de confianza”. Fue así que entré a formar parte de la comitiva, primero como secretaria, escoltada por un amor de mujer como Matilde Ríos.

Sin anestesia, horario central de la mañana

Divinsky asumió y no hubo una razzia ni despidos, una de mis misiones fue consultar las fichas del departamento de personal para ver quién era quién. Conversar con el sector de discos en donde pude ver los cartelitos de ‘prohibidos’ en decenas de long plays. Nada indicaba que los trabajadores hubieran sido cómplices o colaboradores del Teniente Coronel que mantuvo las cuentas en orden. Así que convivimos los ‘viejos’ y los ‘nuevos’. Entre los ‘viejos’ varias figuras inolvidables de la radiofonía, como Ernestro Frith, operadores de lujo como Eduardo Blanco, Luisito Sprovieri, el Tano Siciliano o Tatín Pérez entre tanto otros. Locutores como Santiago Sierra Castro. Personas que nos enseñaban a los más jóvenes la historia de la radio, los radioteatros con Evita en el Auditorio, cintas de pasta que intentamos recuperar con versiones de mordisquito de Discepolo y tantas joyas más. Aprendimos un montón de ellos.

Muchos miraban con recelo esa invasión de periodistas que venían en su mayoría de medios gráficos o eran desconocidos. Llegaba, además, para colaborar en la producción, un pelotón de pibes de la Universidad de Lomas de Zamora y otras instituciones felices de que su primera pasantía fuera en esa radio. Ellos eran: Rosario Lufrano, Graciela Russo, Claudio Martínez, Eduardo Cura, Estela Campos, María Elvira Areces, Adriana Ramos, Claudio Merelas, David Zanazzi, y tantos otros.

Jorge Dorio y Martín Caparrós nos llevaban pocos años pero tenían una cultura que Divinsky no pudo obviar: les dió el horario de medianoche para hacer “Sueños de una noche de Belgrano”. El programa fue una bomba. Entre tanta chatura previa, dos jovencitos que por entonces rondaban los 25 y 27 años, revolucionaban el aire.

El regreso de la democracia fue tiempo de reencuentros. Recuerdo una vez que nos juntamos con algunos compañeros de la secundaria en la casa de Guillermo Freund. A las 12 de la noche encendió la radio, no podíamos perdernos escuchar a Dorio y Caparrós. Guillermo fue quien dijo: “qué impresionante cómo estamos atentos a la radio, parece como cuando se escuchaba radio Londres en la guerra”.

Entre tanto, las amenazas de bomba arreciaban, los estudios podías ser invadidos por ex militares indignados por lo que se decía, Rousselott hacía una huelga de hambre en la puerta de la emisora por vaya a saber uno qué ofensa, y las antenas de la radio estallaban por un atentado. Lo increíble es que todo ese acoso no nos daba miedo, en realidad nos causaba un poco de gracia. Teníamos la convicción de que nadie nos sacaría de allí a pesar de que habían pasado pocos meses de dejar atrás la noche más oscura que provocó 30.000 desaparecidos, miles de presos, miles de muertos y millones de exiliados. Alfonsín anunciaba el juicio a los militares y la sociedad toda se levantaba y salía a la calle ante el primer intento de motín militar.

Divinsky había cumplido su tarea. La editorial lo esperaba y eso de andar negociando con propios y ajenos por financiación era un desgaste extra. Renunció y asumió Julia Constenla (sí, mi madre). Maldita la gracia que me hizo, le pedí que me sacara de la secretaría ¿quién podría creer que yo había llegado primero?. Seducida por el joven Dorio, decidió darle la Producción General de la Radio. Y a mí, ser la coordinadora de la flamante oficina de producción.

Por entonces empezó otro programa emblemático de los fines de semana: Historias en Estudio, con la conducción de José María Pasquini Durán y Jorge Dorio. Yo como productora general, y cuatro asistentes periodísticos de lujo: Nora Anchart, David Zanazzi, Claudio Martínez y Rosario Lufrano. Cada programa tenía una apertura especial que era una mini obra de arte. Dorio llegaba quizás a las 10 de la noche con la idea, tenía un texto para que leyera Sierra Castro, cantidad de músicas para enganchar, audios que incorporar. Una verdadera odisea para editar en un mundo no digital. Tenía que salir de una, sin errores del operador ni de Santiago. Pasábamos horas, Dorio estaba feliz oficiando de director de es pequeña puesta en escena que no duraba más de 5 minutos pero consideraba lo más importante del programa. El cansancio de todos era menor que el entusiasmo, podíamos estar hasta la 2 de la mañana hasta que saliera completo. Al día siguente, reunión de producción con Pasquini Durán, la contracara de Jorge. El era el periodista preciso, con datos certeros que iría narrando diversos momentos históricos. Dorio solía llegar tarde, pero su llegada era como la de Peter Pan con la magia de las estrellitas. Pasquini lo llamaba ‘fru fru’. Llegó fru fru, decía, y todos reíamos. Sin fru fru no hubiera sido el mismo programa. Dorio le aportaba brillo. Era burbujeante. Un periodista champagne.

Cuarenta años pasaron de aquella experiencia y muchos, muchos, muchos, la recordamos como el momento más estimulante de nuestras carreras.

Hoy solo podemos decir que el regreso de la democracia estuvo plagado de coraje, creatividad, inteligencia y libertad. El 24 todos a la marcha, para los que olvidaron lo que fue terminar con la dictadura. Desde acá, Nora y yo, volvemos a brindar por La Radio que nos Parió, y por Jorge que fue uno de los locos de aquella radio sin miedo.

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Superhéroes

Por Laura Giussani Constenla, 4 de marzo de 2024

En estos días tan intensos ando medio aturdida. No sé por dónde empezar, así que elijo algo grato y veremos hacia dónde nos lleva.

Gracias a la película The Halls -un homenaje a los grandes cómicos norteamericanos- descubrí a Geoerge Carlin. un gran cómediante de la época de oro de la bohemia neoyorquina.

(paréntesis. Les recomiendo el especial The Hall, y la serie La Maravillosa Mrs Maisson que recrea esa época de finales de los cincuenta, principios de los sesenta en la que los yankys todavía eran adorables y los artistas se jugaban la vida para sortear la censura).

Carlin murió en el 2008 y se mantuvo activo casi hasta el final. Conmueve ver su recorrido. Desde aquel comediante que optó por renunciar a la televisión para sumirse en el submundo de los boliches y pequeños teatros, donde te metían preso por decir una ‘mala palabra’, hasta el hombre maduro que pudo mantenerse en pie respetando su esencia y genialidad escénica ya entrado el tan ponderado Siglo XXI.

La compulsión consumista, la hipocresía de lo políticamente correcto y la religión, lo sacan de quicio. Ya no es ese rebelde contra el poder de los sesenta, ahora denuncia a la sociedad toda. Cómo fue que nos convertimos en lo que somos? O, mejor dicho, cómo se convirtió la humanidad. Un dedo acusador que se atreve a detestar a ‘los que defienden al Planeta’ porque el Planeta se defiende solo. Ácido y provocador, no deja de sumirnos en un estado de reflexión, más allá de la risa.

Si seguimos así no morirá la Tierra, morirá la humanidad, y la tierra nos sacudirá como un perro que se saca unas pulgas de encima, dice Charlin. Y se remonta a todo lo que tuvo que soportar el Planeta a lo largo de milenios y milenios: terremotos, quiebre de glaciares, inundaciones, ruptura de continentes enteros, bombardeos de meteoritos, dinosaurios y bestias improsibles. Nosotros llegamos muy al final de esa resistencia planetaria.

De pronto, uno se siente chiquito y estúpido. Somos algo que no empezó con el capitalismo. Imposible saber cuál fue el principio del principio. Acaso todo empezó con un mono que se quedó observando una piedra durante un largo rato. Siempre andamos buscando el inicio, pero ese inicio es tan incierto como el final.

Claro que cada vez son menos los que siguen preguntándose de dónde venimos o hacia dónde vamos. ¿Para qué estudiar Historia Antigua? O Filosofía? Para qué detenerse frente a una piedra durante tanto tiempo? ¿Qué ganancia da todo eso? Ninguna: “Afuera” grita el coro griego.

Podemos conjeturar que la humanidad toda confundió el camino y resulta imposible saber en qué momento. Aunque la Biblia lo dice: todo se fue al diablo cuando una mujer comió la manzana del árbol de la sabiduría (la historieta de la serpiente y el sexo es de Billiken). Siempre me impactó que el verdadero pecado para la religión hubiera sido el conocimiento, la sabiduría. Quizás era un mensaje: no se vayan de mambo con eso de conocer e inventar.

O quizás, no hay tal pecado original, y fue ese maldito mono que quiso estudiar la piedra. Lo cierto, es que nos estamos yendo al diablo y más allá de las ideologías la culpa es de la humanidad toda. ¿Estaremos a tiempo de desviar las vías de este tren? Lo dudo, pero el juego ya está echado y cada quien sabrá qué hacer.

EL IMPERIO DE LA IMAGEN, LA GUERRA ENTRE EL BIEN Y EL MAL,LOS COMICS

Hace unos días recibo un posteo de alguien indignada, al borde del ataque de nervios. Comparte el hallazgo publicitario de Milei: “Casta a la vista, baby”. Imposible no estar de acuerdo con ella. Cómo se puede votar y admirar a un tipo que quiere ser Terminator? Además se creen que somos estúpidos? Antes la política tenía otra potencia, era racional, abierta al diálogo…

De pronto, antes de ponerle un somnoliento ‘me gusta’ al posteo, recuerdo la impresión que me dió la primera vez que vi el dibujito de ‘Néstornauta’. Digamos que el que inventó el recurso al superhéroe fueron ‘ellos’ (y digo ‘ellos’ porque no sé de quién fue la idea pero fue buenísima y eficaz). Cristina también podría ser parte de un comic, pero eligió ser una barbie, revolucionaria pero barbie al fin. Y también forma parte de una novela de amor, como Perón y Evita, Néstor y Cristina (Paren, no se me enojen, no estoy hablando de ideas sino de formas de comunicación, de imagen -que, finalmente es lo que más consumimos,obvio que todos amamos más a Barbie Cristina y no a una Wonderwooman Villarroel tan asexuada ella.)

No sé muy bien cómo empezó todo esto ni hacia dónde se dirige. En realidad pensaba hablar sobre el relato. El título de la columna iba a ser: “Relato mata relato”. Al final, tan falsa es la mirada histórica de Milei poniendo el paraíso perdido en el inicio del ‘900, como la mística kirchnerista del peronismo impoluto.

Siempre me quedó repiqueteando una frase de Daniel Santoro (el artista plástico) que dijo algo así como que la ‘ideología del peronismo es la felicidad’, razón por la cual no morirá jamás. Cuento de hadas o no, es lo que mancomuna a los peronistas mientras que ellos, ‘los otros’, que por ahora son los muchos, se excitan con el sacrificio, luchan por el Bien en contra de sus intereses solo pensando en las generaciones venideras, generaciones que, al decir de Carlin será expulsadas como pulgas molestas del Planeta en su propia defensa.

Y aquí estamos, viviendo la fantasía de un comic. Que nadie se confunda, no es una lucha entre el Bien y el Mal. Es la tontería en acción. La ficción por delante de la realidad. Quién sabe en que momento ocurrió ese extraño pasaje en que la novela dejó de inspirarse en la realidad, y sea la realidad la que busque ser digna de la mejor novela. O comic. Todos quieren ser superhéroes.

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Editorial Nora

‘Orgullosamente’, INADI. Las voces que van quedando

El lunes 23 de febrero, Nora Anchart rompió el silencio frente a los rumores de cierre del INADI y los agravios del presidente Milei quien afirmó que el organismo era una ‘policía de pensamientos’. Respuesta en primera persona.

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