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Maia Volcovinsky: Desde el guardapolvo hasta la CGT, una historia de vida y militancia

Maia Volcovinsky, secretaria adjunta de la Unión de Empleados Judiciales de la Nación y secretaria de Derechos Humanos de la CGT, repasa su historia desde sus primeros años como trabajadora meritoria en la Justicia hasta su rol actual como articuladora entre distintas corrientes del sindicalismo argentino. Con tono directo y mirada política, Maia habla de desigualdad, militancia estudiantil, feminismo, el rol de las mujeres en el poder y la necesidad de volver a pensar la política como herramienta transformadora. A lo largo de esta conversación íntima y potente, comparte experiencias personales, ideológicas y gremiales con una sinceridad poco habitual en el ámbito sindical.
LCV: “Nosotros, normalmente, cuando tenemos invitados que por primera vez vienen acá, hacemos una breve síntesis de su historia de vida. Entonces contame, ¿cómo es que llegaste al sindicalismo?”
Maia Volcovinsky: “Yo arranqué como meritoria a trabajar en la Justicia cuando tenía 19 años. Había trabajado a los 18, cuando recién había terminado la escuela secundaria, en un estudio… hiperexplotada. Y dije: ‘A mí solamente me va a explotar el Estado. Solamente. Nadie, nadie del sector privado me va a explotar de esta manera.’ Así que ahí me arrojé de brazos abiertos a la explotación como esclava moderna en la Justicia, porque bueno, no tenía posibilidad de ingresar a ningún poder del Estado. No tenía vínculos con nadie. Estamos hablando del año 2001. Pero la Justicia siempre recibía bien a la gente que quería trabajar gratis. Claro. Y bueno, ingresé como meritoria en el año 2001, el 21 de septiembre de 2001. Estuve de meritoria…”
LCV: “Meritoria, ¿eh? Digo, contale a la gente qué es exactamente.”
Maia Volcovinsky: “Era una forma en la que los que no teníamos ningún padrino en la Justicia podíamos acercarnos, aproximarnos a ser parte de la Justicia. Y después de mucho tiempo, por ahí quedabas, y por ahí no. Por ahí se cometía el acto de justicia de que aquel que había hecho méritos fuera designado en la vacante que se generara. Y por ahí no. Por ahí nombraban al hijo pródigo…”
LCV: “Claro. En los grandes medios, la figura se llama ‘pasantía’.”
Maia Volcovinsky: “La pasantía es una figura… para nosotros ahí te pagan dos pesos con cincuenta, no sabés si vas a quedar, y escribís como loco. Una figura por ahí hasta regulada, en el derecho, legislada. El meritorio no. No era algo que estaba prohibido, pero se permitía. Y bueno, fue para mí la posibilidad de ingresar, pero en realidad era absolutamente injusto. Y ahí, lo primero que hice cuando ingresé fue afiliarme, aunque no podía contribuir porque no cobraba un sueldo. El meritorio no cobra nada. Nada, nada, nada. Si tenían buena onda, te juntaban plata para pagarte el viaje, pero nada. Ahí donde estaba yo, era nada. Éramos siete meritorios. O sea, una parte importante de la planta de trabajadores se sostenía con trabajadores que íbamos de manera gratuita a contribuir con la tarea judicial. Y bueno, así como inicié mi camino de esa manera, también inicié mi lucha desde ese lugar en el gremio. Empezamos a organizarnos. No era la primera, pero me incorporé al grupo que había de meritorios. Éramos el ‘antiño’. Preparábamos jornadas en Plaza Lavalle para protestar contra esa forma de ingreso y exigiendo un ingreso democrático a la Justicia.”
LCV: “¿20 años tenías?”
Maia Volcovinsky: “Eh, 19, 20. Más o menos.”
LCV: “Me hace acordar un poco la historia a la nueva generación. Hay una nueva generación que está haciendo esos reclamos en democracia, de inexactitudes en el sistema.”
Maia Volcovinsky: “Claro, era un error de la Matrix.”
LCV: “Pablo Flores, la gente de AEFIP también. Esta generación que está ahora en la conducción, la mayoría de ellas nacieron para pelear contra… no sé cómo se llamaba.”
Maia Volcovinsky: “Sí, también era meritorio. O era pasantía. Parece que era pasantía, pero también la misma situación de injusticia entre gente joven, muy formada y demás.”
LCV: “¿Siempre tuviste esta vocación por la pelea colectiva?”
Maia Volcovinsky: “Desde chiquita. Del secundario. Sí, sí, fui presidenta del centro en el Lenguas Vivas.”
LCV: “Bueno, vamos delineando el perfil… Cuando eras chiquita, ¿qué querías ser?”
Maia Volcovinsky: “Chiquita, chiquita, quería ser médica, como mi mamá. Y nada, nos tocó vivir como familia las crisis económicas. Mi familia hizo un esfuerzo enorme. Yo pude ir a un colegio privado, pero ya mis hermanos no pudieron sostenerlo. Y bueno, era muy difícil, no teníamos ni para el uniforme… Ibas en bicicleta porque no había para el colectivo… toda una serie de situaciones que en el intento de mantenerse en una posición social que no podíamos sostener, yo sufrí muchas situaciones de desigualdad. Cuando llegó el tiempo de iniciar la secundaria, dije con mucha decisión que quería ir a un colegio público. Porque quería algo más igualador. Fue un momento muy liberador ingresar a la escuela pública, liberarme de la presión del estatus que no se podía sostener. Quería ponerme el guardapolvo, ¿entendés? No quería sufrir más lo que sufría de no poder tener la pilcha que tenían otros. Y cuando llegué al colegio, me puse el guardapolvo, y resultó que ese era el primer año que el colegio habilitaba guardapolvo o vestimenta azul. Y yo era la única con guardapolvo. ¡Me encantó! Fue mortal. Dije: ‘No me importa nada. Yo voy a sostener esto.’ Estaba reorgullosa, refeliz. Lo había planchado yo. Cada mañana. Y un día, alguien tocó la puerta del aula y pidió permiso para hablar con los compañeros del curso. Era una chica, una alumna con guardapolvo. Se presentó: ‘Soy Micaela, del centro de estudiantes.’ Y dije: ‘¡Wow! Hay alguien más de mi especie. Es por ahí.’ Y nos invitó a los que estábamos ahí a sumarnos a una reunión. Y bueno, a los 13 años arranqué ahí.”
LCV: “¿En tu familia había formación política? ¿Se salteó una generación?”
Maia Volcovinsky: “Mis padres, como que no. Muy lectores y estudiosos, pero no se hablaba de política en casa. Pero sí, después indagando, viste que yo tengo un apellido ruso, y son todos rusos, polacos y ucranianos. Y que el abuelo comunista, que el bisabuelo menchevique, que era el delegado del pueblo… que bueno, se rastreaba, había participación. Que la tía que te leía a Mariana Walsh… y bueno, sí, había algo.”
LCV: “¿Y cómo arribás al peronismo?”
Maia Volcovinsky: “Miento si digo que sólo en el sindicalismo. Porque, ¿sabés qué? La educación pública, por lo menos acá, no tiene ninguna invitación a conocer el peronismo. De hecho, lo evita. Lo digo en la secundaria, y en la universidad también. Estudié Derecho y no se menciona la Constitución del ’49 para nada. Pero promediando la secundaria, yo estaba cerca del Centro Cultural Enrique Santos Discépolo, donde Galasso daba talleres de historia argentina. Le pedí a mi papá que me acompañara, porque había pasado por la puerta y había visto que había toda gente muy grande, y me daba cosa. Y bueno, me empezó a acompañar a unas charlas. Fue mi primer acercamiento. Después, ya en la universidad, me acerqué a una agrupación que tenía la cara de Evita y el Che a la vez. Se llamaba Patria Libre. Ahí empezó mi hijo también su derrotero, porque no había otra cara peronista en la facultad, por lo menos en Derecho. Y después, bueno, por supuesto, en el gremio fue… ya está, un mar. Ya era eso.”
LCV: “Vamos a escuchar un poquito de música, ¿te parece? Y después seguimos con cómo te llevás… Dice esa nota, la que dice ‘Volcovinsky, la flamante cara del poder de la CGT’ —que era del año pasado—, dice que te llevás muy bien y que sabés manejar muy bien las relaciones con los gordos, con todos los estamentos del sindicalismo argentino, de derecha a izquierda. Vamos a ver eso cómo se descula, después de escuchar un poco de música.”
[Fragmento musical]
LCV: “Bueno, va cortita esta, porque tenemos poco tiempo. Lamentablemente, nos quedan ocho o diez minutos nada más. Así que… ¿cómo construye poder una mujer dentro de la CGT, dentro del sindicalismo? Yo te he visto en acción, y es cierto que tenés un buen trato, y es cierto que te consideran mucho distintos sectores, distintas tribus —por decirlo de alguna manera— del sindicalismo. Y ni contar la confianza que te tiene Piumato y lo que es la relación entre ustedes. ¿Cómo se congenia todo eso con una rubita —porque ustedes no la están viendo… Ah, sí, la están viendo, es cierto que estamos en pantalla— una rubita, mamá de dos niñas, un nene, mamá de un niño, que además se corre para todos lados para llegar a tiempo con las cosas del pibe también. ¿Cómo hacés?”
Maia Volcovinsky: “Yo creo que las mujeres tenemos algo que hay que aprovechar en cualquier ámbito de organización. Más en estos tiempos que estamos viviendo, de tantas divisiones, grietas, libanización, confederación del peronismo… Tenemos una disposición mayor a unir, a reunir, a buscar conciliar posiciones, a limar tensiones y asperezas. Me parece que cualquier organización que pondere el rol de la mujer, sale ganando en eso. Totalmente. Y la verdad que la CGT es un lugar donde hay todo por hacer. Donde hay un montón de cosas para hacer, y un montón de herramientas dormidas. Uno, si tiene ganas de hacer cosas, las puede ir a hacer. A mí me tocó mucho tiempo aportar al área de la Juventud Sindical. Y uno por ahí puede decir: ‘bueno, una cuestión generacional’. Pero no. En realidad es una forma más horizontal de construir las decisiones, que te permite realizar cosas más grandes, que consolidan vínculos en el tiempo. Y a la larga, se trata de eso: de cuidar vínculos, de establecer acuerdos, de hablar del país, digamos. Porque no nos reuníamos a tomar el té y a hablar de… No. Claramente.”
LCV: “¿Cómo hacés para… o mejor dicho, no cómo hacés: ¿cuál es la lectura, desde tu mirada —que tenés, peronista, sindical—, no sé si decirte feminista, pero sí seguramente una mirada de mujer, al respecto de una cultura con este sistema de crueldad permanente y de denostación que hoy lo… Te digo, te pregunto esto como para ir cerrando, porque ha sido el tema de hoy del programa. Todos hemos salido a hablar un poco absolutamente sorprendidos que nos tiene el apogeo de la crueldad. Y las mujeres ahí tienen todo para poner una barrera. Porque si hay alguien que no puede soportar el avance cruel sobre la persona humana —sean niños, sean ancianos, sean hombres o mujeres del trabajo— me parece que las que más ponen la voz en alto, o más autoridad… porque aparte te sale de las vísceras… para enfrentar un modelo cruel.”
Maia Volcovinsky: “A las mujeres, a nosotras. Pero te hago de abogado del diablo y te digo: también tenés a Margaret Thatcher, tenés a Lilia Lemoine, tenés a la ministra de Capital Inhumano… Tenés todo eso, que también son mujeres y también están aplicando la regla dura en este sistema. La aplicaron y la aplicarán.”
Maia Volcovinsky: “Pero bueno, yo creo que tiene que ver, sí, con el aporte de la mujer, pero además con una mirada social, una mirada política en lo social. O sea, en tu caso, una mirada peronista. Si vos me preguntás específicamente qué puede traer la mujer, te digo eso. En general, me parece que nosotros somos tributarios de una doctrina que no resiste lo que estamos viendo. No solo como peronistas lo digo. Me parece que el argentino es así. El argentino, exactamente, no es algo que le agrade: la política de la crueldad. Lo mismo, vos podés encontrar una excepción que confirme la regla en mujeres dirigentes que sean como Thatcher, o como Pettovello, o como Bullrich… Vas a encontrar esas mujeres. Podés hacer una lista larga. Pero me parece que igual que vas a encontrar argentinos que te confirmen esa regla de ser crueles, también vas a encontrar argentinos que confirmen la regla de la justicia social. A mí me parece que los argentinos tenemos un estándar de valores que no son fáciles de penetrar. De todas maneras, hay que trabajarlo. No es algo que sea para siempre. Un día te levantás y hay muchachos jóvenes que parece que nacieron de un repollo, pero también nacieron acá. Que te dicen: ‘Bueno, y si no tengo dónde caerme muerto porque no tengo jubilación, no tendré dónde caerme muerto. Ya está.’ Bueno… hay cosas que por ahí dábamos por ganadas, y un día te levantás y no tenés el día del trabajador estatal. Y te das cuenta que tenemos que volver a luchar, porque nada está ganado para siempre.”
LCV: “Vivimos buenos gobiernos, o no tan buenos, pero mejores que este. Y de repente te das cuenta que está todo puesto en juego.”
Maia Volcovinsky: “Sí. Además de mejores o peores en tanto economía —es un problema que no nos queda tiempo para analizar—, pero seguramente mejores. Y los incluyo a todos los anteriores de estos 40 años. Cuando digo ‘todos’, soy sumamente amplia, porque voy de Alfonsín hasta el kirchnerismo. Había valores inamovibles, había situaciones no discutidas. Después hubo cosas que se sumaron —la diversidad, bla, bla— pero había cosas que nadie discutía: la escuela pública, la salud pública, la universidad pública. Hoy estamos discutiendo todo aquello que parecía permanente.”
LCV: “Bueno… ¿cómo vamos a salir de esta? Y con esto cerramos.”
Maia Volcovinsky: “Con política. Con política, sí. Lo digo como gremialista, porque hay una… y porque siento la presión de decir: ‘Bueno, ¿qué hace la CGT?’ Y la CGT es una herramienta gremial que, por supuesto, puede contribuir a la política. Pero no es privativo nuestro. Es algo que tenemos que hacer todos juntos. Creo que los trabajadores tienen que ser parte, que los trabajadores organizados tienen que ser parte de la solución política. Pero si no somos conscientes de que la solución es política, vamos a seguir atravesando situaciones como esta —y peores— porque la degradación social es cada vez mayor, la entrega es cada vez mayor, y si no tomamos cartas en el asunto desde la política, nos vamos a encontrar con un país muy difícil de levantar. Y la comprensión de textos es cada vez menor. Aunque mi fletero favorito del día de la fecha diga: ‘¿A quién le vas a creer? ¿A la tele o a la heladera?'”

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Ajuste con gusto amargo. Crisis en golosinas, dulces y alimentos

Según la consultora Scentia, el consumo masivo cayó un 13,9% en 2024 y un 8,6% adicional en el primer trimestre de 2025. A la cabeza de esa disminución de venta se encuentran las golosinas, snacks y confites, que registraron una contracción aún más pronunciada: un 14,6% en el mismo período. Aunque el gobierno festeja que los números ‘le cierran’ por la baja de la inflación, decenas de pequeñas empresas alimenticias están en proceso de quiebra, poniendo en riesgo miles de puestos de trabajo y kioscos vacíos. La crisis avanza en toda la industria alimentaria incluyendo gigantes como Mondelez y Molinos. Desde el STIA, su secretario general, Rodolfo Daer, advirtió que “la apertura de importaciones y la flexibilización laboral son los pilares para destruir la industria nacional, la producción y la actividad gremial”, y no descartó una movilización en defensa de los puestos de trabajo, a la que podrían sumarse empleados de toda la industria alimenticia. Realizamos una breve panorámica de los principales conflictos del sector.
Georgalos

No es la primera vez que LCV informa sobre la lucha de los trabajadores para mantener sus puestos de trabajo en Georgalos. Acampes, marchas, cortes de rutas. El conflicto lleva un mes y la tensión sigue acrecentándose. A pesar de los reclamos del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación de Buenos Aires (STIA), la empresa mantuvo la decisión de no reincorporar a cinco trabajadores acusados de presunto sabotaje. La respuesta gremial no se hizo esperar, y este martes 6 de julio hubo una nueva movilización gremial en la autopista Panamericana, que terminó en una cruda represión a cargo de la gendarmería quien desalojó a la fuerza la marcha dejando al menos 8 heridos entre los manifestantes
La tradicional empresa familiar Georgalos, cuya golosina más emblemática para los argentinos fue el Mantecol, sufre los embates de la economía del país. En el 2001 se vio obligada a vender la marca Mantecol al grupo Cadbury Stani, y pudo recuperarlo, con bombos y platillos en el 2020, festejado por el nuevo director, nieto de aquel griego emprendedor. “Mantecol es parte de nuestra identidad, es la marca fundacional de la compañía y volver a tenerla en nuestro portfolio es una alegría enorme”, comentó Guillermo Rimoldi, CEO de Georgalos en ese entonces. La alegría duró 15 años. Sin consumo, no hay empresas, por más icónicas que puedan resultar.
El preciado Mantecol, centro de mesa de las navidades de las familias argentina, fue creado por Miguel Nomikos Georgalos, un inmigrante oriundo de la isla griega Chios, quien mientras estudiaba pastelería en Polonia, logró escapar, un mes antes de la invasión nazi, y huyó hacia Argentina, donde desembarcó en septiembre de 1939. Ese turrón de pasta de maní, tan argentino, se inspiró en una receta griega. Además del Mantecol, otras populares como Toddy, Palitos de la Selva, Nucrem, Flynn Paff, Bazooka, Pequeños Placeres, Lengüetazo y Full Maní, entre otras.
Fueron 85 años brindando dulzura a niños y adultos. Llegaron a poseer siete plantas productivas distribuidas en La Rioja, San Luis, Córdoba y Buenos Aires, la compañía emplea a 2.000 trabajadores. Cuenta con dos centros de distribución, uno en Córdoba y otro en Villa Martelli, donde se encuentran sus oficinas centrales. Aún se desconoce el futuro de las dos mil familias que dependen de ese trabajo para sobrevivir.
Marengo

La reconocida empresa de golosinas santafesina, Marengo, también lleva más de ochenta años produciendo chupetines y caramelos (Chupaleta, Doblete, Mr. Floky, entre otros). Fue fundada en la misma década de Georgalos, el 28 de abril de 1944, tiempos de auge de la industria nacional, en la ciudad de Rafaela. Esta semana se conoció la noticia de la suspensión de 60 trabajadores de esa ciudad debido a la debacle del consumo. Los trabajadores de las áreas de producción y mantenimiento recibieron por mensaje de Whatsapp la notificación de la suspensión sin goce de sueldos desde el 14 al 27 de julio próximos.
En su página web puede leerse el optimismo con el que Marengo se presentaba en sociedad: “Hoy en día nos posicionamos como una de las empresas con más trayectoria de Argentina en la fabricación de golosinas. Decidimos proyectar a futuro una empresa renovada, mediante un modelo de gestión que impulsa y prioriza los valores compartidos, la capacitación y el desarrollo de las habilidades personales…”.
La asunción del presidente Milei fue considerada por Marengo como un golpe de fortuna y lanzaron una iniciativa bizarra, Caramelos “No hay plata“, con la que tuvieron inmediata repercusión mediática bajo el lema “ajuste dulce”.
Sin embargo, la amargura llegó de la mano de la caída brutal del consumo tal como lo reconoce la misma empresa: una “situación económico-financiera particularmente adversa” a raíz de la caída en las ventas.
Aunque aseguran que las suspensiones son “una medida preventiva para evitar despidos masivos” la empresa no da garantías de reincorporación. Por otro lado, ya están reuniendo la documentación para iniciar un Procedimiento Preventivo de Crisis.
Mondelez: Oreo, Pepitos, Terrabusi

La crisis afecta no solo a empresas familiares de argentina sino a grandes multinacionales como Mondelez quien compró las marcas más conocidas en galletitas, como Oreo, Pepitos y Terrabusi.
Desde su planta de Pacheco la compañía anunció que aplicará “ajustes en la planta de personal”, un eufemismo que significa retiros voluntarios, suspensiones y despidos. El Sindicato de Trabajadores de la Industria Alimenticia (STIA) declaró el estado de alerta y movilización y comenzó asambleas informativas en los tres turnos de producción. La tensión fue en aumento a comienzos de julio, a pesar de que tanto trabajadores como empresarios acordaron “mantener la paz social” mientras buscan un acuerdo de estabilidad que permita sostener la actividad. Sin embargo, desde el gremio temen que la multinacional aproveche la ocasión para justificar despidos y denuncia que no asumen lo riesgos empresariales.
Molinos Río de la Plata

La empresa líder en productos alimenticios en América Latina, Molinos Río de la Plata, también entró en conflicto con sus trabajadores por la reducción de la planta de empleados y el anuncio de rebajas salariales.
En mayo de 2025 se inició un conflicto por despidos y precarización laboral que provocó un paro en su planta de Esteban Echeverría. El sindicato denunció que la empresa, además de reducir el personal no cumple con los convenios colectivos de trabajo, establece salarios de forma unilateral y pone en riesgo la seguridad laboral.
El 18 de junio el sindicato STIA inició un paro por tiempo indeterminado por nuevos despidos. “La crisis se desatócuando cuatro compañeros estaban entrando a cumplir el turno noche y dos se preparaban para volver a su casa luego de terminar su jornada en el turno de la tarde y los seis fueron citados a la oficina de Recursos Humanos y allí, frente a una escribana, les notificaron que estaban despedidos”, relató un trabajador. Se dictó una conciliación obligatoria que no logró acuerdo alguno y el conflicto continúa. Mientras el gremio sigue oponiéndose a los despidos y la precarización laboral, la empresa justifica su accionar por la “caída de las ventas”.
Fundada en 1902, Bunge & Born instaló su primer molino harinero en el Dique III de Puerto Madero. Fue durante la última dictadura militar cuando llegó a su mayor auge. Un éxito manchado de sangre ya que la justicia determinó que la dirección de la empresa participó de la persecusión sindical promovida por el terrorismo de Estado. Se comprobó que Molinos facilitó vehículos y galpones, para secuestrar a los trabajadores de la empresa sindicalizados.

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Son muchas las empresas alimenticias en crisis. Podemos agregar a Granja Tres Arroyos, Tía Maruca, Verónica, Sancor, entre otras.
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La crisis de los clubes de barrio: voces desde la cancha y la comunidad por Pedro Villarreal

Los clubes de barrio han sido históricamente mucho más que espacios deportivos: son núcleos sociales, culturales y educativos que sostienen comunidades enteras. En un contexto de aumentos tarifarios y crisis económica, estas organizaciones populares atraviesan momentos difíciles. Desde La Columna Vertebral dialogamos con Pedro Villarreal, referente y activista de los clubes de barrio, para conocer de primera mano cuál es la situación actual, los desafíos que enfrentan y las redes de solidaridad que los mantienen en pie.
LCV: ¿Cómo está en este momento la situación de los clubes de barrio?
Pedro Villarreal: “Bueno, la verdad que hoy estamos muy preocupados por el tema que sacó Adorni con el Gobierno Nacional la semana pasada, del recorte de tarifas, la tarifa diferenciada que veníamos teniendo con la parte eléctrica y el gas, ¿no?”
LCV: Bueno, contame más. Contame cuál es la situación hoy. ¿Cuánto están pagando? ¿Cómo es un promedio? ¿Cómo se manejan? Yo me acuerdo que en algún momento había graves problemas cuando recién empezó este gobierno. Había problemas como muy, muy serios cuando se liberaron las tarifas. ¿Y ahora qué pasa?
Pedro Villarreal: “Bueno, hoy yo creo que vamos a tener los mismos problemas, aún peor todavía, porque vienen a ponernos a foja cero. Hoy están alcanzando a 2.375 clubes, teniendo una totalidad de 20.000 a nivel país, ¿no? Pero bueno, para obtener este beneficio tenés que tener el certificado de vigencia, tenés que tener los papeles en orden, que también se nos está poniendo muy, muy difícil por lo caro que es hacer los balances. Pero bueno, tenemos boletas de gas de 900.000 pesos y de luz de 700.000 pesos. Un club social no lo puede pagar.”
LCV: Decime, ¿cuánto es, por ejemplo, el aporte que hace cada familia? Primero, estos 2.700 clubes, ¿a cuántas familias estarían asistiendo? ¿Cuántas serían las familias usuarias?
Pedro Villarreal: “Y lo que pasa es que ahí hay clubes que tienen 400 socios, y hay clubes que tienen 1.900 socios.”
LCV: Claro, pero un promedio así… no sé, ¿10.000 familias, 20.000 familias? ¿Qué zonas? ¿Zonas de Buenos Aires? ¿Zonas del AMBA?
Pedro Villarreal: “Las zonas son variadas. Sí, las zonas son variadas porque es a nivel país. Ahora, después, las personas que pasan por un club… Estaban diciendo, por un censo de cinco universidades, que pasan 17 millones de personas.”
LCV: Claro, a eso me refería. Eso quería mensurar: en el país, la cantidad de gente que encuentra una salida, un entretenimiento por muy poco dinero. Que es el de la cooperadora, alguna cuota fija… no sé cómo se manejan ustedes. Contame vos cuáles son los ingresos que tiene un club de barrio.
Pedro Villarreal: “Un club de barrio, el único ingreso que hoy está teniendo es una cuota social que va —depende de cada club— de 6.000 a 8.000 o 9.000 pesos. Y hoy, por el contexto social que estamos viviendo, hay muchos que dejaron de pagar. Y la verdad que no le podés decir al nene, al pibe o piba, que no entre.”
LCV: Claro.
Pedro Villarreal: “Después, bueno, tenemos los salones que se pueden alquilar a un precio muy accesible, porque siguen siendo de los socios, para las fiestas de 15 y todo eso, ¿no?”
LCV: Exacto, exacto. Entonces… a ver si nos… ¿y el famoso buffet? ¿Sigue estando el buffet de cuando yo era chica, que iba a comer al buffet del club?
Pedro Villarreal: “Claro que sí. Sigue estando, y es uno de los caballitos de batalla, que con eso, en las actividades de los fines de semana, se pueden solventar para poder parar algún gasto, ¿no?”
LCV: Oí, Pablo, la gente que usa el club… es decir, los papás de los pibes que van a practicar deporte, las señoras que van a hacer gimnasia, los hombres que hacen papi fútbol y demás… Frente a estas circunstancias, ¿entienden y se manifiestan como una comunidad organizada, tratando de respaldar? ¿Cuál es la integración?
Pedro Villarreal: “Sí, la verdad que nosotros estamos haciendo algunas reuniones. Los clubes hacen reuniones internas y se ponen a disposición, y están muy preocupados por el tema de las tarifas sociales. Porque nosotros tenemos que acortar algunas disciplinas, se acortan… o sea, la disciplina, el día es más corto para un club. ¿Y a dónde llevás a los chicos? Porque un club de barrio no solamente son disciplinas deportivas, ¿no? En muchos lugares son comedores, son merenderos. Nosotros tenemos fines de adultos, primario y secundario. O sea, ahí es donde tenemos que andar eligiendo de dónde prender la luz, de la parte eléctrica, dónde apagarla, y ahí es donde estás dejando algunas actividades afuera.”
LCV: No, y además… yo me remito a mi memoria emotiva, ¿no? El club de barrio era ese lugar donde vos ibas y socializabas casi por primera vez con amigos, con amigas. Era otra extensión del colegio. No eran solamente los amigos del colegio. Era también un lugar cultural. Había… no sé ahora, pero… clubes de barrio donde daban extensión educativa y entonces ahí tenían maestros para los pibes que se llevaban materias. Digo, había toda una situación del club como núcleo del barrio, del corazón del barrio.
Pedro Villarreal: “Claro que sí. Todavía hay maestros particulares. Todavía los hay. Algunas bibliotecas seguimos teniendo, como te decía recién, los pibes que de ahí salen y saltan para hacer una carrera en la universidad, ¿no?”
LCV: Y no hablemos del otro día cuando estos señores bastante incultos dijeron: “Nada importante salió de un club de barrio”, y alguien se tomó la molestia de poner que del campeón del mundo, ¿cuántos de ellos, jugadores de nuestra selección, habían salido de clubes de barrio muy chiquitos y habían salido de ese club al más grande? Pero primero fue un club de barrio.
Pedro Villarreal: “Exacto. La otra vez justamente hicimos un plenario la semana pasada, el miércoles, que nos acompañó el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, Chiqui Tapia.”
LCV: Sí, te iba a preguntar cómo les había ido con Chiqui Tapia.
Pedro Villarreal: “La verdad que nos fue muy bien. Muy bien. Fue, la verdad, que sorprendente, porque fue un mensaje que habíamos tenido por teléfono, que iba a ser una reunión interna, y él quiso venir a una reunión donde se transformó en plenario. Y la verdad que él mismo lo estaba diciendo: que nosotros somos los semilleros y los campeones del mundo.”
LCV: Claro, claro, claro.
Pedro Villarreal: “Él mismo lo dijo.”
LCV: Absolutamente. Porque ese lugar… yo recuerdo los videos de los jugadores de la selección, cuando uno recién los empezaba a conocer, y algunos eran en algunas ciudades chiquitas del interior de nuestro país, de las provincias, y cómo a deshora entrenaban en el club chiquitito de barrio para seguir entrenando y seguir entrenando… Y ese club era después el que los recibía, y a mí… y el que los empujaba a seguir a instituciones más grandes. ¿Las instituciones grandes se conectan con ustedes?
Pedro Villarreal: “La verdad que hoy nos estamos sintiendo muy acompañados por ellos, por las instituciones. Estamos hablando con los clubes de AFA, a partir de que tenemos una conexión totalmente cercana con el conductor, con Chiqui Tapia.”
LCV: Claro. Ah, están acompañados. Perfecto.
Pedro Villarreal: “Claro. Estamos acompañados por él. Entonces, hoy los presidentes de los clubes de barrio estamos teniendo contacto y estamos trabajando en conjunto con los clubes más grandes.”
LCV: Parece que estamos en un loop permanente del eterno retorno, porque no puedo dejar de acordarme de Luna de Avellaneda cuando estamos hablando de esto, ¿no? Y la lucha de toda una comunidad por sostener su club… y así muchas otras películas. ¿Te acordás? Bueno, hace muchos años, en la época de nuestros padres, seguramente, que era Pelota de trapo y tantos otros, donde se demostraba la importancia de esa célula primaria de la comunidad, que es el club. El club de barrio, el club donde además tantas parejas se han formado, ¿no?
Pedro Villarreal: “Claro que sí. Muchos fueron… a ver, todavía cuando a veces nos encontramos en algún club añejo, encontramos personas que nos vienen y nos dicen: ‘Yo conocí a mi primer novia, hoy sigue siendo mi esposa, y la conocí acá en un baile, un baile de un club.'”
LCV: A ver, ahí tocaste mucho la película Luna de Avellaneda.
Pedro Villarreal: “Nosotros, la primer filial que iniciamos con este sueño, lo hicimos en el año 2007. Se llama Unión Nacional Club de Barrio. En su momento fue Unión de Clubes de Barrio. La primer filial se hizo en Avellaneda, con el espíritu de esa película. Y así fuimos creando filiales, filiales por distrito, y hoy tenemos 73 filiales a nivel país.”
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Fusión del ENRE y el ENARGAS: “Es profundamente negativo”, advierte Pablo Blanco, secretario general del STIGAS

En una entrevista exclusiva con La Columna Vertebral – Historia de Trabajadores, Pablo Blanco, representante del sector gasífero y referente sindical, analiza con preocupación el reciente decreto del gobierno que fusiona el ENARGAS (ente regulador del gas) con el ENRE (ente regulador de la electricidad). Esta decisión —que plantea la creación de un único ente para todo el sector energético— despierta interrogantes sobre la seguridad, el rol del Estado y la protección de los usuarios. “No es lo mismo gas que electricidad”, remarca Blanco, y denuncia una política de vaciamiento institucional que podría dejar a los consumidores librados a su suerte y sin controles efectivos. En un extenso diálogo, el dirigente también señala los peligros de la desregulación, la fragilidad del sistema actual y la necesidad de mantener organismos técnicos e independientes que garanticen servicios seguros y de calidad.
LCV:“El gobierno aprobó hoy un decreto mediante el cual se fusiona el Ente Regulador del Gas, ENARGAS, con el ENRE, que es el Ente Nacional Regulador de la Electricidad, para crear una única empresa responsable del sector energético nacional. ¿Cuál es tu opinión al respecto?”
Pablo Blanco:“No… yo… a ver, hace poquito nos desayunamos con esta noticia. Yo creo que tiene que ver con su mirada del Estado y de los organismos de control, y del rol que deben tener, digamos, algunas estructuras del Estado. Como se asocia a la cuestión del INTI, si bien no la terminan de disolver —porque no pueden, les gustaría—, hay normativas vigentes respecto del funcionamiento y de las reglas y normas a las que deben estar sometidas las empresas para cumplir con un servicio de calidad, pero además con un tema más importante que tiene que ver todavía con la seguridad. Me parece que el funcionamiento se enmarca en esto. Yo, si usted me pide una calificación, yo digo que es profundamente negativo, ¿no?”
LCV:“Por eso yo quiero saber… a ver… esto que parece de superestructura, yo quiero que usted, desde la cuestión sindical, me pueda explicar: ¿en qué me voy a perjudicar yo como usuario? Porque, además, en el mismo momento se conoce este tema de la desregulación para la competitividad de las empresas eléctricas —no sé si las del gas también, creo que sí—, y además de saber que el 46% de nuestro país no tiene tendido de gas, sigue teniendo el sistema de garrafas. Entonces, en este panorama me gustaría saber: ustedes, como trabajadores, ¿cuál es el aporte?, ¿cómo se ubican en este tema?, ¿qué acciones van a tomar?, ¿se van a perjudicar en el marco laboral?, ¿cómo es?”
Pablo Blanco:“No… digamos… a ver, nosotros ya siempre hemos hecho algunos cuestionamientos a algunas normativas que han ido surgiendo a lo largo del tiempo desde el Ente Regulador del Gas, el ENARGAS, en este caso, producto de que entendíamos que se liberaba a las empresas de ciertas inspecciones que traían un perjuicio. Por ejemplo, para ser pragmático: llega Metrogas porque usted siente olor en su casa. Entonces Metrogas viene y le corta el gas y le deja un formulario en el que usted tiene que dar intervención a un gasista matriculado. Originalmente, después que el gasista hacía el trabajo, tenía que presentar en Metrogas un formulario —el formulario 35, o 34A si hacía cambio de recorrido—, y ahí aparecía Metrogas y constataba que la cañería no perdiera, que estuviera hecho bajo las normas de seguridad, para que el cliente esté resguardado. Después, en un momento determinado, dejaron que esa responsabilidad recayera solo sobre el matriculado, y que aleatoriamente ellos podían tomar una reparación e investigarla. Así es como edificios completos han quedado 6, 8 meses, hasta un año sin gas. En un momento, el ente regulador dejó librado al azar el control de los matriculados, y eventualmente, las distribuidoras podían verificar dentro de 90 días. Eso significaba un riesgo enorme. Luego, logramos que volviera a recaer la responsabilidad sobre las distribuidoras, Metrogas, Naturgy, Camuzzi, la que fuera, para verificar que el trabajo esté bien hecho y no haya fugas.”
LCV:“¿Y ahora cómo va a ser? Porque a mí me importa, digo… ¿ahora qué va a pasar?”
Pablo Blanco:“Ahora vamos otra vez a no tener controles, y lo preocupante es eso. Vamos a ver qué va a pasar, porque esto es muy incipiente. Pero yo, viendo los antecedentes de cómo se están dando las reestructuraciones del Estado —en algunos casos con la desaparición directa de organismos y entes controladores— tengo serias sospechas de que esto sea a favor de los clientes. Es cierto que la gente se queja muchas veces: ‘viene Metrogas, me corta’, ‘Naturgy me corta’, y después hay que hacer un montón de obras que son económicamente complejas, además del hecho de quedarse sin suministro.”
LCV:“Mire, yo le voy a ser sincera, Pablo. Uno, cuando recibe en su casa al gasista, al plomero o al electricista, nunca está completamente segura de que no le estén mintiendo un poquitito. Y en el caso de las obras de gas —donde edificios completos quedan sin servicio, y después alguien de la empresa se hace el vivo con algún pedido de coima— más se amplía la sospecha. Ahora, entre ese curro habilitado que parecía existir en algunas situaciones y el tema de no tener ningún control, y yo quedar en manos de creerle o no al gasista, hay un desamparo del usuario muy grande. Por confianza, por desconfianza, por ausencia de control, o porque no hay cultura del cuidado de las casas —como pasó con el tema de la casa esta de Devoto—…”
Pablo Blanco:“Lo de Devoto fue que taparon una rejilla de ventilación. Pero eso es porque evidentemente las personas que estaban ahí no tienen por qué saber. No son gasistas. Tampoco hay costumbre de que, una vez al año, antes de prender las estufas, alguien las revise. Lo que digo es que, a esa falta de confianza histórica que se tenía en la empresa —Metrogas, por ejemplo, que es la de Capital— ahora se suma esto. Insisto: el 46% de nuestra población todavía se alimenta con garrafa.”
LCV:“Pero mire, yo estoy totalmente de acuerdo. Lo de la garrafa, si quiere, después me da un minutito…”
Pablo Blanco:“Bueno, yo lo que le quiero contar es que yo he visto cosas que hicieron gasistas matriculados donde murió gente. Nosotros hicimos pericias respecto de un matriculado que sacaba un calefón, ponía otro, no cumplía con la normativa de ventilación y los gases se metían para adentro. Tremendo.”
LCV:“Pero, ¿cómo lo solucionamos, Pablo? Porque la gran duda que tenemos los usuarios…”
Pablo Blanco:“Habrá que ver. Habrá que hacer ahora, a partir de esto —que es muy prematuro—, un seguimiento de qué resoluciones se van tomando.”
LCV:“Y Pablo, si todo lo que usted me está contando —y lo que yo le cuento, con la experiencia que puedo tener como usuaria—, si a todo eso le sumamos que hoy el Estado se corre de ese control… Yo pregunto: ¿el sindicato tiene algún peso? ¿Su opinión respecto de que es necesario seguir con los controles?”
Pablo Blanco:“Podremos tener algún recurso jurídico en caso de que… pero ya están trabajando…”
LCV:“Yo le sugiero que empiecen a trabajar porque los despelotes se van a venir en manada.”
Pablo Blanco:“Esto pasó ahora, no lo teníamos de antes. Nosotros tenemos que analizar qué normativas se modifican. Si no se modifica ninguna, si esta fusión de entes no cambia las normas, pues bien.”
LCV:“De hecho, se ha modificado la normativa que tiene que ver con la competitividad. Hoy cualquier empresa puede presentarse a suministrar domiciliario cuando esto entre en vigencia. Se puede competir por la tarifa.”
Pablo Blanco:“Yo voy a poder decir: ‘No, yo quiero la luz de acá’. Todavía no, porque hay contratos firmados. Además, el sistema de gas es muy difícil porque hay redes, y no es que usted decida quién pasa por delante de su casa.”
LCV:“Sí, yo entiendo. Pero el que no entiende parece que es el gobierno que escribe.”
Pablo Blanco:“Puede ser, pero no creo que eso se pueda implementar. Porque la red que pasa por delante de su casa no es algo que usted elija. No puede decir: ‘Quiero que por mi casa pase la empresa Excelente’.”
LCV:“Claro, yo entiendo que había monopolios…”
Pablo Blanco:“Eso no se puede. Había prácticamente monopolios de distintas empresas en distintas regiones. Lo que no entiendo es cómo lo van a instrumentar. Y me preocupa que el sindicato —ustedes— se van a tener que poner al frente de esta cuestión, porque si no, los trabajadores de esas empresas…”
Pablo Blanco:“Tenemos que ver. Las empresas tienen contratos firmados por muchos años. Nosotros cuestionamos eso, pero hoy hay contratos firmados a futuro. Las empresas van a accionar legalmente si hay incumplimiento del gobierno. No creo que sea tan sencillo.”
Pablo Blanco:“Miren, allá por 2008 o 2009 también se desreguló —incluso con el gobierno de Néstor y Cristina— el valor del gas en boca de pozo. Y la verdad es que no se pudo romper el monopolio. Se creó el mercado electrónico del gas. Pero las empresas se cartelizaron y se siguió pagando el mismo precio. Era un buen concepto al principio, pero después se fue diluyendo.”
LCV:“Bueno, vamos a ver, Pablo. Usted está bastante confiado en que las cosas pueden llegar a salir moderadamente bien. Yo lo espero por acá, cuando veamos cómo marcha…”
Pablo Blanco:“No, no, perdóneme. Yo no estoy confiado ni nada. Yo estoy diciendo que hay que tener conocimiento para actuar. Sobre la nada no se puede actuar.”
LCV:“Claro.”
Pablo Blanco:“Sobre el decreto, sobre el texto del decreto…”
LCV:“Lo que dice abajo, la letra chica…”
Pablo Blanco:“No, ni siquiera eso. Habrá que ver cómo van a ir actuando en cada situación. Nosotros tenemos un montón de normativas. Si las modifican, habrá que actuar. Si no se modifica, habrá que ver. Por eso digo: es prematuro. Para nosotros es malo, porque no es bueno que haya una fusión entre gas y electricidad, porque no son lo mismo. Pero bueno, primero hay que conocer qué normativas se van a modificar. Si las que se modifican son malas, actuaremos en consecuencia.”
LCV:“Sí.”
Pablo Blanco:“No tenemos otra herramienta nosotros. No podemos cortar el suministro, porque es un servicio esencial.”


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