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Bordando Luchas: memoria y lucha a 50 años de la Masacre de Trelew

María Claro, integrante del colectivo Bordando Luchas, charló con Laura Giussani Constenla sobre cómo nació el proyecto, qué las unió en plena pandemia y cuál es el objetivo de la agrupación.

LCV: ¿Qué es Bordando Luchas?

-Esto surgió en pandemia. Fue una iniciativa de compañeritas que trabajan en la imprenta recuperada de Córdoba.

LCV: Leí que es una imprenta que era del Ejército Revolucionario que había estado durante la dictadura clandestina y que ahora se ha recuperado como un espacio, ¿para hacer qué?

-Es una imprenta que, en los años 70, específicamente 74, en una casa de un barrio donde vivían unos compañeros, se hizo una imprenta clandestinamente. Se hizo una construcción a ocho metros de profundidad. Se hizo una bóveda. Se fue haciendo de a poquito. Se iba sacando la tierra de noche o no sé exactamente qué obras, pero bueno, demoraron como un año para hacerla y vinieron compañeros del Uruguay, ingenieros varios, que fueron los que diagramación para hacer esa imprenta. Ahí se hacían libros de marxismo y además se imprimía la Estrella Roja y el Combatiente y volantes. Todo esto en Córdoba. Esa imprenta cayó en la época del 76 y ahí los militares llevaron algunos compañeros y fue por un tiempito muy corto, digamos, un espacio donde fueron torturados. Después esa casa se la dieron a uno de sus amigos y durante muchos años en esa casa estuvo viviendo gente que no era la dueña. Fue apropiada la casa. La cuestión es que se hizo un juicio y los dueños de la casa, que eran unos compañeros, la recuperaron. Los que hicieron juicio, los que la recuperaron, fueron los hijos, porque los padres están desaparecidos y los hijos donaron la casa. Entonces la imprenta esa se está restaurando. Ha habido colaboraciones de ingenieros, arquitectos. De gente que hace restauraciones, museos, porque la idea era recuperarla sin tocar lo que está ahí desde la época. Por ejemplo, hubo infiltraciones de agua y hubo que, con mucha delicadeza, por eso hay restauradores, conservar, por ejemplo, las pintadas de esa época que están todavía en la pared. Hay que tratar de que en la restauración eso no se borre porque bueno es la parte de la historia justamente.

LCV: Y ahí es donde consiguieron un grupo de compañeras para reunirse para bordar.

-En pandemia un grupo de compañeritas de ahí plantearon “¿qué es lo que hacemos?”. Y decidimos bordar porque cada una estaba en su casa haciendo algo, pero encerrada respetando que no había que salir por la pandemia. Algunas trabajaban de la casa, otras están jubiladas, no salían. Bueno, la cuestión es que así surgió la idea y se hicieron triángulos bordando distintas luchas. Después se hizo una manta. Cuando se pudo abrir un poco se cosió la manta y esa manta quedó en la imprenta. Nosotros la trajimos acá para mostrar nomás, pero esa manta es de la imprenta. Después surgió la idea de continuar por otro proyecto que sea continuador de ese, es decir, que se sumara, extenderlo a todo el país, y no sólo se extendió al país, sino que se extendió a gente del exterior. Es decir, compañeros por ejemplo de Chile, del Salvador y de México. Bueno, la idea es extender más, pero la idea es bordar lucha, es decir, yo voy con este tanto individual para colectivizarlo. Es decir, todo lo que podemos hacer lo hacemos más bien colectivamente. Lo que pasa es que por ahí el bordado alguien lo hace en su casa y fuimos haciendo bordado sobre Trelew y después nos juntamos a armar una manta.

LCV: Los bordados son lindísimos y sobre Trelew justamente hay uno donde bordaron la fila de la foto, esa típica de Trelew, que es impresionante. Me imagino que habrá impactado bastante cuando lo llevaron para allá.

-Claro, porque la idea fue homenajear a los compañeros. Nosotros nos planteamos bordar lucha con un sentido anticapitalista. Es decir, la idea es bordar en contra del capital porque estamos en contra del capitalismo, del imperialismo. No somos amigas que nos juntamos a bordar porque estamos aburridas ni jubiladas porque estamos aburridas, sino porque este queremos transmitir algo con eso. Y además el hecho de juntarnos nos permitió politizarlo. Además, colectivizamos los trabajos. La idea es justamente contar y contar la lucha de cada una desde su territorio.

LCV: Vi que hay muchos bordados de ahora que tienen como como eje la cuestión ambiental.

-Claro, porque de todos esos ejes tomamos el ambiental, el tema de la mujer, el tema de la soberanía, el tema de los 30.000. Es decir, las luchas de ayer y de hoy, la lucha por el agua. Por ejemplo, en la manta grande, no sé si vos la viste en Facebook que ayer la publicamos, esta manta que va a quedar acá tiene cuatro etapas. Es decir, la idea es confluir la lucha de ayer con la de hoy y la primera parte es los 50 años conmemorando con los compañeros que se entregaron en ese momento y pidieron garantías y que no se las dieron. Después de ese bordado está la asamblea grande que hubo en el teatro, porque fue muy importante la lucha del pueblo de Chubut. El pueblo de acá de Trelew, después de la masacre, hubo una asamblea muy grande y además había abogados, creo que un abogado que fue detenido, y bueno, eso está bordado. Eso lo hicieron las compañeras de Córdoba. Después La Rioja hizo todo el tema de la mujer, porque la idea también en esto era homenajear por sobre todo a la mujer, porque ahí hay compañeras que mataron. No solo hombres sino mujeres. Pero queríamos acentuar que el tema de la mujer. La última parte de la manta, no es la última parte, es cómo fuimos uniendo los pedazos; la última parte, la parte de abajo, es el río, es en las aguas. Por lo tanto, un recurso natural que nosotros queremos proteger. Estamos en contra de que lo dañen.

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Archivo

Los Doblados, el Batallón 601 y una historia de amor, traición y muerte, por Ricardo Ragendorfer

Publicado por Revista Zoom, el 31 de julio de 2017

Siempre sentí que la obra –como concepto editorial– es en realidad la caja mortuoria de la creación. Ahora descreo de tal idea. Hace justo un año fue publicado mi libro Los Doblados, sobre las infiltraciones del Batallón 601 en la guerrilla argentina. El hecho es que una parte de su trama ha vuelto a latir, aunque ello –por su tenor argumental– no es en esta oportunidad precisamente un canto a la vida.

La historia en cuestión está desarrollada en el capítulo titulado “Alicia a través del espejo”. Y se refiere al caso del chileno Jean Claudet Fernández, un cuadro del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) capturado el 1 de de noviembre de 1975 en Buenos Aires por una patota del Ejército y agentes pinochetistas de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA). Fue el debut del Plan Cóndor en Argentina.

La primera información que obtuve acerca del asunto no superaba los datos arriba mencionados, y sin ser más que una pieza complementaria de otra intriga. Pero allí había algo oculto, una suerte de tragedia griega que me tomó casi un año reconstruir. Su protagonista: el coronel José Osvaldo Riveiro, alias “Balita”, un engranaje clave en la aplicación del terrorismo de Estado durante la última dictadura y –como subjefe del Batallón 601– el factótum local de la alianza represiva entre los regímenes castrenses de Cono Sur. Debo confesar que ese tipo obeso, alcohólico, por momentos ridículo y profundamente cruel fue para mí lo que para un entomólogo un escorpión. Su figura atraviesa las páginas de Los Doblados como un fantasma apenas disimulado. Un fantasma ahora empeñado en resurgir.

Amores perros

Jean Claudet Fernández

Por alguna razón que excede el marco estrictamente operativo, Riveiro sentía hacia Claudet una particular inquina. Un rencor que ni siquiera sus más estrechos colaboradores comprendían.

El chileno, un ingeniero de 36 años, había sobrevivido a las mazmorras de la DINA por tener también la ciudadanía francesa y residía con su familia en Sarcelles, una pequeña ciudad al norte de París. Con frecuencia solía viajar a Buenos Aires como correo de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), formada por las guerrillas de Uruguay, Bolivia, Chile y Argentina.

En eso estaba en la mañana del 25 de octubre cuando abordó un vuelo en el aeropuerto de Roissy. Aquella vez su periplo incluía una escala previa de cinco días en México y otra de 24 horas en Panamá.

Desde allí llamó por última vez antes de partir hacia Buenos Aires a su control en París. Sus compañeros en esa ciudad ignoraban que asimismo había enviado un mensaje a la arquitecta porteña Alicia Carbonell –mediante una amiga en común también llamada Alicia– para anunciar su llegada y pedir que lo esperara en un departamento de la calle Montevideo, a metros de la avenida Santa Fe, donde él acostumbraba alojarse durante sus estadías en esta urbe. Claudet mantenía con ella un vínculo sentimental. Con la excepción de las dos Alicias nadie más en Argentina sabía de su arribo.

Pero mientras Claudet se encontraba en pleno vuelo, la base parisina del MIR quedó envuelta en la zozobra: un agente de la DINA que reportaba a dicha organización acababa de informar que el domicilio en cuestión estaba rodeado por un dispositivo de vigilancia del Batallón 601. Y se temía que el viajero fuera atrapado ni bien pusiera un pie en el aeropuerto de Ezeiza,

Eso no sucedió. Claudet llamó a Paris desde un teléfono público de la terminal aérea. Así supo la mala nueva además de recibir la indicación de que regresara en el primer vuelo a la Ciudad Luz.

Sin embargo no había ninguno hasta la mañana siguiente. Su próximo paso fue llamar a la arquitecta para ponerla con pocas palabras al tanto de la situación y decirle que se alojará en el Hotel Liberty, de la avenida Corrientes al 600. Alicia quedó en encontrarse con él allí.

Orden de captura de José Osvaldo Riveiro

Los agentes la vieron salir del edificio de la calle Montevideo. Y así se inició un discreto seguimiento sobre ella, quien –dicho sea de paso– no fue al Liberty sino a su casa familiar de Barrio Norte. Balita había impartido la orden de no tocarle un pelo. Lo cierto que la presencia de esa mujer en medio de la operación lo ponía sumamente nervioso.

Al filo de la medianoche Claudet fue secuestrado en su habitación del hotel. Balita encabezaba la patota. También fue de la partida el encargado de la estación local de la DINA, Enrique Arancibia Clavel.

Éste, dos semanas después, consignó en un télex enviado desde Buenos Aires a la sede del Servicio Exterior de la DINA que al cautivo “le requisaron 97 microfilms con instrucciones de París”. El remate concluía con una frase sombría: “Claudet ahora ya no existe”.

Su desaparición causó una sacudida extrema entre los exiliados chilenos en Argentina. Recién a fines de noviembre la otra Alicia –muy acongojada por lo ocurrido– blanqueó la existencia de la arquitecta ante un militante del MIR. Desde entonces esta última fue depositaria de todas las sospechas. Eso se vio robustecido por el hecho de haberse mudado, además de renunciar a su trabajo y no ver más a sus amistades; o sea, se hizo humo.

Mientras tanto Balita enfrentaba problemas políticos y privados. Entre los primeros, una interna con el jefe de la SIDE, Otto Paladino, por el control en el país del Plan Cóndor; entre los segundos, el derrumbe de su matrimonio con la señora Susana Purcaro, algo muy mal visto en círculos castrenses.

Con el paso de los años aquella historia se fue desdibujando.

En 1987 –ya bajo el gobierno de Raúl Alfonsín– la evanecente figura de la Carbonell reapareció al no poder eludir su presentación como testigo de la causa Claudet en el juzgado de instrucción a cargo del doctor Emilio García Méndez. Allí dijo que al hombre del MIR lo había visto una sola vez por pura casualidad, y que el nexo fue la otra Alicia por ser amiga de los dos. Después, agregó: “Ni me acuerdo de su cara”.

En esa audiencia estuvo presente el abogado Horacio Méndez Carrera, quien representaba a familiares de los franceses desaparecidos en Argentina. Entonces se propuso querellar a esa mujer por falso testimonio.

No pudo ser: las leyes de Punto Final y Obediencia Debida sepultaron dicho expediente en el ostracismo.

Tres lustros más tarde Méndez Carrera encontró en su estudio una copia amarillenta de ese testimonio. Y algo concitó su interés: la dirección –Güemes 920, de Acassuso– en la cual ella fijaba su domicilio. Ese sitio no estaba lejos de su propia casa; de modo que decidió efectuar una visita de cortesía.

Alicia Carbonell -primera desde la izquierda- jurando como arquitecta

Era el mediodía del primer sábado de 2003 cuando él llegó a un chalet cercado con chapas verdes y rejas. Por el portero eléctrico preguntó por Alicia Carbonell y, sin rodeos, explicó la razón de su presencia.

Por toda respuesta, una voz femenina gritó:

–¡Yo no tengo nada que decirle!

También se oían los alaridos de un hombre.

Méndez Carrera volvió a tocar el botón del aparato.

Entonces vio que la mujer salía de la casa fuera de sí. Quien parecía ser su marido corrió tras ella y la atajó por la cintura. Éste –un individuo bastante mayor que ella– intentaba calmarla. Tras darse por vencido, le gritó al intruso:

–¡Mándese a mudar, carajo!

Y forzó una postura pendenciera.

No era otro que el coronel José Osvaldo Riveiro.

El gran secreto de aquellos dos seres acababa de quebrarse. Poco después la casa fue vendida. Y ellos pusieron los pies en polvorosa.

La segunda oportunidad

José Osvaldo Riveiro

Este fue apenas un resumen del relato que volqué en Los Doblados a lo largo de 47 páginas. Lo que se llama, una historia con “final abierto”. Porque más allá de la incógnita fáctica sobre el paradero del viejo militar y la ahora veterana arquitecta, también flotaban en el aire otros misterios.

Nunca dejé de preguntarme cómo nació el vínculo amoroso entre ellos. Ni cuáles fueron los motivos personales y las condiciones anímicas de Alicia Carbonell durante los acontecimientos que impulsaron tan espantosa relación. Es difícil saber si –antes o inmediatamente después del secuestro de Claudet– ella fue consciente de haber trazado el camino de su desaparición definitiva. De no ser así, ¿por qué diablos se prestó a ese juego? Y de ser así, ¿qué grave encono la habría lanzado a un crimen semejante? Pero de lo que no hay dudas es de que ella y Balita edificaron su pareja sobre ese delito de lesa humanidad. Y que su vida matrimonial debió ser notable. Esos y otros enigmas perduraban congelados por sus ausencias.

Aunque no para siempre. La prolongada huida de Riveiro se desplomó a principios de mayo en la recepción del Hospital Militar de un modo por demás insólito: el coronel apareció allí para sacar un turno médico; cuando dio sus datos, el sistema lo detectó como prófugo y se llamó a la policía.

Sobre él pesa un trámite de extradición a Francia, donde un tribunal lo condenó in absentia a 25 años de cárcel debido al crimen de Claudet.

También lo requiere un tribunal federal de Mendoza por 43 homicidios ordenados por él en 1978 desde el Destacamento 144 de Inteligencia. En razón a esta causa el Ministerio de Justicia había ofrecido en 2014 una recompensa de cien mil pesos por datos acerca de su paradero.

La cuestión es que Balita quedó en el Hospital Militar bajo arresto y con diagnóstico de “demencia senil”.

Ahora todo indica que el destino fue benévolo con él. Tanto es así que no tardó en obtener el beneficio del arresto domiciliario. ¿Acaso su increíble ida a tal centro de salud –quizás ideada por su familia– haya tenido justamente ese propósito para así acabar con la pesadilla de la clandestinidad?

Días pasados me escribió una amiga para comentar mi libro, y como al pasar, soltó: “Encontré a esa Alicia Carbonell por Facebook y me impresionó mucho. Supongo que vos también la viste”.

Yo no había visto nada. Y me apresuré en buscar su muro.

Lo primero que encontré fue una imagen de la feliz pareja colgada el 23 de junio. Y alguien comenta: “Al fin terminó todo. Qué lindo es poder ver una foto de ustedes juntos. ¡Los quiero muchísimo!”.

También hay otro comentario: “Un amor eterno, en las buenas y en las malas”. Su autor: el ex diputado de la UCD, Alberto Albamonte, nada menos que pareja de una hija del coronel. Ella, Alejandra Riveiro, a su vez aclara que no se trata de una fotografía actual, y completa: “Papá está en otra situación de salud, lamentablemente. ¡Pero por suerte está!”.

En el propio muro de aquella mujer hay un álbum con cinco imágenes subidas el 20 de julio. La primera es añeja, tomada en algún momento de los ‘80, y lo muestra a Balita con Alicia y un bebé en brazos en lo que parece ser un bautismo. Las otras cuatro son actuales. Y exhiben al genocida sin ocultar una leve expresión de chochera, pero muy contento de posar con las hijas y un bisnieto. Tal posteo está encabezado por la siguiente frase: “La vida nos dio una segunda oportunidad, papá. ¡Agarrémosla con las manos!”. Un himno a la esperanza.

(Título original: “Un Facebook para el Batallón 601”)

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