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Planeta Giussani | La hora del orgullo

Laura Giussani Constenla anotó tres palabras clave para dar pie a su columna: tigre, guerra y resiliencia. Además, se refirió a la llegada de un nuevo 24 de marzo y reflexionó sobre la culpa y el orgullo. “Todos los que sobrevivimos a la dictadura nos hemos llevado un poco de culpa en la mochila. Pero ha llegado el momento del orgullo. Nos sacamos la culpa de encima y comenzamos a sentirnos orgullosas de haber realizado todo este recorrido”.

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Jorge Dorio y la Radio que nos parió

Por Laura Giussani Constenla, emitida el 18 de marzo de 2024 en La Columna Vertebral-Historias de trabajadores, por larz.com.ar, lunes de 18 a 20hs

Un infarto masivo se nos llevó la semana pasada a Jorge Dorio y todavía estamos golpeados, perplejos, consternados por la noticia. ¿Quién era ese morocho de ojos negros y grandes bigotes, con la sonrisa siempre a flor de labios? ¿Por qué todos lamentamos tanto su partida?

Dorio bebía la vida a borbotones, y hablaba al ritmo de sus pensamientos, incesantes, eruditos, seductores, desprejuiciados, creativos, inteligentes. Perdimos a uno de los grandes del periodismo que se zambullía con igual pasión en el espacio que se le ofrecía. Desde la revista Babel a Badía, o el Monitor Argentino, Dolina, 678 y sin empacho también panelista del Gran Hermano. En todos y cada uno de los lugares dónde lo invitaban a hablar siempre daba una pincelada de genialidad. También fue escritor, poeta, divulgador de las letras. Jorge era imparable e inimputable, sólo a él se le permitía evadir todo límite y clasificación.

Su muerte, tan imprevista como su propia vida, sacudió a todos los que alguna vez tuvimos la suerte de trabajar con él, y a sus oyentes y lectores. Tenía un estilo inconfundible que desbordaba al mundo periodístico. Hubo quienes eligieron recortar su memoria a sus últimos años. Quizás no lo conocían e ignoraban que ser inclasificable era parte de su esencia y encanto.

La última vez que hablé con él fue el año pasado. Junto con Nora Anchart preparamos un festejo especial para el séptimo cumpleaños de La Columna Vertebral: un homenaje a La Radio que nos Parió, radio Belgrano. Jorge, junto a Divinsky, Carlos Ulanovsky, y Taty Almeyda (madrina de éste, nuestro programa que ya está al borde de los ocho años) iban a ser los maestros de ceremonia. Todos los que alguna vez formamos parte de ese experimento mediático que fue LR3 Radio Belgrano, la radio insignia del regreso a la democracia, estábamos felices por el reencuentro que iba a realizarse en la Biblioteca Nacional. Como suele ocurrir en este país, una nube oscureció el día, llegaban noticias de una brutal represión en Jujuy contra docentes y municipales, las marchas se esparcían por todo el país y el ánimo festivo se nos fue al diablo. Aprovecharé éste espacio para contarles porqué haber iniciado en este oficio en aquella radio fue algo que nos marcó a todos.

Presentando la programación 1986. Jorge Dorio, Matilde Rios, Laura Giussani Constenla, Claudio Merelas, Estela Maris Campos, María Elvira Areces, David Zanazzi, Graciela Russo y Adriana Ramos. Parte del equipo de producción

Fuimos muchos, muchos, los que llevamos esa cuna periodística con orgullo. Eramos una variopinta comunidad que llevó participó con entusiasmo en el ambicioso proyecto de una radio donde la libertad, la seriedad de la información, el pluralismo y el pensamiento crítico eran lo más importante.

Imaginen ustedes, octubre de 1983. Alfonsín arrasaba en las urnas. La democracia traía un aire de esperanzas que entraba como un vendabal. Los exiliados comenzaban a regresar del exterior, y los que se mantenían en las sombras en tiempos de militares salían a la luz. Radio Belgrano era una emisora estatal, dirigida hasta ese momento por el Teniente Coronel Stornelli. Le ofrecen el cargo a Daniel Divinsky que acababa de regresar de Venezuela, editor responsable de Ediciones de La Flor. Un personaje que por su erudición y velocidad mental y oral se le parecía bastante a ese pibe que por entonces era Jorge Dorio. Eligió tener a los mejores y los tuvo, jóvenes y viejos talentos: Enrique Vazquez, Silvia Puente, Sandra Russo, Arturo Cavallo, Eduardo Aliverti, Julia Bowland, José María Pasquini Durán, Anna María Muchnick, Horacio Salas, Ricardo Horvath, jorge Guinzbur, Carlos Abrevaya, Julia Constenla, Rogelio García Lupo, acompañados por colaboradores como Gregorio Klimovsky, Gregorio Selser, Beatriz Sarlo, entre tantos, tantos otros.

Por ese entonces yo había vuelto del exilio en un viaje que pensaba efímero pero la explosión de vital alegría del país me impidió volver. ‘Si consigo trabajo me quedo’, le anuncié a mis padres. Y conseguí, primero en Lugar de Mujer, uno de los sitios icónicos del feminismo de los ochenta. Hasta que una llamada de Daniel Divinsky cambió el rumbo de mi vida: “Laura, voy a asumir como director de Radio Belgrano, necesito una secretaria de confianza”. Fue así que entré a formar parte de la comitiva, primero como secretaria, escoltada por un amor de mujer como Matilde Ríos.

Sin anestesia, horario central de la mañana

Divinsky asumió y no hubo una razzia ni despidos, una de mis misiones fue consultar las fichas del departamento de personal para ver quién era quién. Conversar con el sector de discos en donde pude ver los cartelitos de ‘prohibidos’ en decenas de long plays. Nada indicaba que los trabajadores hubieran sido cómplices o colaboradores del Teniente Coronel que mantuvo las cuentas en orden. Así que convivimos los ‘viejos’ y los ‘nuevos’. Entre los ‘viejos’ varias figuras inolvidables de la radiofonía, como Ernestro Frith, operadores de lujo como Eduardo Blanco, Luisito Sprovieri, el Tano Siciliano o Tatín Pérez entre tanto otros. Locutores como Santiago Sierra Castro. Personas que nos enseñaban a los más jóvenes la historia de la radio, los radioteatros con Evita en el Auditorio, cintas de pasta que intentamos recuperar con versiones de mordisquito de Discepolo y tantas joyas más. Aprendimos un montón de ellos.

Muchos miraban con recelo esa invasión de periodistas que venían en su mayoría de medios gráficos o eran desconocidos. Llegaba, además, para colaborar en la producción, un pelotón de pibes de la Universidad de Lomas de Zamora y otras instituciones felices de que su primera pasantía fuera en esa radio. Ellos eran: Rosario Lufrano, Graciela Russo, Claudio Martínez, Eduardo Cura, Estela Campos, María Elvira Areces, Adriana Ramos, Claudio Merelas, David Zanazzi, y tantos otros.

Jorge Dorio y Martín Caparrós nos llevaban pocos años pero tenían una cultura que Divinsky no pudo obviar: les dió el horario de medianoche para hacer “Sueños de una noche de Belgrano”. El programa fue una bomba. Entre tanta chatura previa, dos jovencitos que por entonces rondaban los 25 y 27 años, revolucionaban el aire.

El regreso de la democracia fue tiempo de reencuentros. Recuerdo una vez que nos juntamos con algunos compañeros de la secundaria en la casa de Guillermo Freund. A las 12 de la noche encendió la radio, no podíamos perdernos escuchar a Dorio y Caparrós. Guillermo fue quien dijo: “qué impresionante cómo estamos atentos a la radio, parece como cuando se escuchaba radio Londres en la guerra”.

Entre tanto, las amenazas de bomba arreciaban, los estudios podías ser invadidos por ex militares indignados por lo que se decía, Rousselott hacía una huelga de hambre en la puerta de la emisora por vaya a saber uno qué ofensa, y las antenas de la radio estallaban por un atentado. Lo increíble es que todo ese acoso no nos daba miedo, en realidad nos causaba un poco de gracia. Teníamos la convicción de que nadie nos sacaría de allí a pesar de que habían pasado pocos meses de dejar atrás la noche más oscura que provocó 30.000 desaparecidos, miles de presos, miles de muertos y millones de exiliados. Alfonsín anunciaba el juicio a los militares y la sociedad toda se levantaba y salía a la calle ante el primer intento de motín militar.

Divinsky había cumplido su tarea. La editorial lo esperaba y eso de andar negociando con propios y ajenos por financiación era un desgaste extra. Renunció y asumió Julia Constenla (sí, mi madre). Maldita la gracia que me hizo, le pedí que me sacara de la secretaría ¿quién podría creer que yo había llegado primero?. Seducida por el joven Dorio, decidió darle la Producción General de la Radio. Y a mí, ser la coordinadora de la flamante oficina de producción.

Por entonces empezó otro programa emblemático de los fines de semana: Historias en Estudio, con la conducción de José María Pasquini Durán y Jorge Dorio. Yo como productora general, y cuatro asistentes periodísticos de lujo: Nora Anchart, David Zanazzi, Claudio Martínez y Rosario Lufrano. Cada programa tenía una apertura especial que era una mini obra de arte. Dorio llegaba quizás a las 10 de la noche con la idea, tenía un texto para que leyera Sierra Castro, cantidad de músicas para enganchar, audios que incorporar. Una verdadera odisea para editar en un mundo no digital. Tenía que salir de una, sin errores del operador ni de Santiago. Pasábamos horas, Dorio estaba feliz oficiando de director de es pequeña puesta en escena que no duraba más de 5 minutos pero consideraba lo más importante del programa. El cansancio de todos era menor que el entusiasmo, podíamos estar hasta la 2 de la mañana hasta que saliera completo. Al día siguente, reunión de producción con Pasquini Durán, la contracara de Jorge. El era el periodista preciso, con datos certeros que iría narrando diversos momentos históricos. Dorio solía llegar tarde, pero su llegada era como la de Peter Pan con la magia de las estrellitas. Pasquini lo llamaba ‘fru fru’. Llegó fru fru, decía, y todos reíamos. Sin fru fru no hubiera sido el mismo programa. Dorio le aportaba brillo. Era burbujeante. Un periodista champagne.

Cuarenta años pasaron de aquella experiencia y muchos, muchos, muchos, la recordamos como el momento más estimulante de nuestras carreras.

Hoy solo podemos decir que el regreso de la democracia estuvo plagado de coraje, creatividad, inteligencia y libertad. El 24 todos a la marcha, para los que olvidaron lo que fue terminar con la dictadura. Desde acá, Nora y yo, volvemos a brindar por La Radio que nos Parió, y por Jorge que fue uno de los locos de aquella radio sin miedo.

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Superhéroes

Por Laura Giussani Constenla, 4 de marzo de 2024

En estos días tan intensos ando medio aturdida. No sé por dónde empezar, así que elijo algo grato y veremos hacia dónde nos lleva.

Gracias a la película The Halls -un homenaje a los grandes cómicos norteamericanos- descubrí a Geoerge Carlin. un gran cómediante de la época de oro de la bohemia neoyorquina.

(paréntesis. Les recomiendo el especial The Hall, y la serie La Maravillosa Mrs Maisson que recrea esa época de finales de los cincuenta, principios de los sesenta en la que los yankys todavía eran adorables y los artistas se jugaban la vida para sortear la censura).

Carlin murió en el 2008 y se mantuvo activo casi hasta el final. Conmueve ver su recorrido. Desde aquel comediante que optó por renunciar a la televisión para sumirse en el submundo de los boliches y pequeños teatros, donde te metían preso por decir una ‘mala palabra’, hasta el hombre maduro que pudo mantenerse en pie respetando su esencia y genialidad escénica ya entrado el tan ponderado Siglo XXI.

La compulsión consumista, la hipocresía de lo políticamente correcto y la religión, lo sacan de quicio. Ya no es ese rebelde contra el poder de los sesenta, ahora denuncia a la sociedad toda. Cómo fue que nos convertimos en lo que somos? O, mejor dicho, cómo se convirtió la humanidad. Un dedo acusador que se atreve a detestar a ‘los que defienden al Planeta’ porque el Planeta se defiende solo. Ácido y provocador, no deja de sumirnos en un estado de reflexión, más allá de la risa.

Si seguimos así no morirá la Tierra, morirá la humanidad, y la tierra nos sacudirá como un perro que se saca unas pulgas de encima, dice Charlin. Y se remonta a todo lo que tuvo que soportar el Planeta a lo largo de milenios y milenios: terremotos, quiebre de glaciares, inundaciones, ruptura de continentes enteros, bombardeos de meteoritos, dinosaurios y bestias improsibles. Nosotros llegamos muy al final de esa resistencia planetaria.

De pronto, uno se siente chiquito y estúpido. Somos algo que no empezó con el capitalismo. Imposible saber cuál fue el principio del principio. Acaso todo empezó con un mono que se quedó observando una piedra durante un largo rato. Siempre andamos buscando el inicio, pero ese inicio es tan incierto como el final.

Claro que cada vez son menos los que siguen preguntándose de dónde venimos o hacia dónde vamos. ¿Para qué estudiar Historia Antigua? O Filosofía? Para qué detenerse frente a una piedra durante tanto tiempo? ¿Qué ganancia da todo eso? Ninguna: “Afuera” grita el coro griego.

Podemos conjeturar que la humanidad toda confundió el camino y resulta imposible saber en qué momento. Aunque la Biblia lo dice: todo se fue al diablo cuando una mujer comió la manzana del árbol de la sabiduría (la historieta de la serpiente y el sexo es de Billiken). Siempre me impactó que el verdadero pecado para la religión hubiera sido el conocimiento, la sabiduría. Quizás era un mensaje: no se vayan de mambo con eso de conocer e inventar.

O quizás, no hay tal pecado original, y fue ese maldito mono que quiso estudiar la piedra. Lo cierto, es que nos estamos yendo al diablo y más allá de las ideologías la culpa es de la humanidad toda. ¿Estaremos a tiempo de desviar las vías de este tren? Lo dudo, pero el juego ya está echado y cada quien sabrá qué hacer.

EL IMPERIO DE LA IMAGEN, LA GUERRA ENTRE EL BIEN Y EL MAL,LOS COMICS

Hace unos días recibo un posteo de alguien indignada, al borde del ataque de nervios. Comparte el hallazgo publicitario de Milei: “Casta a la vista, baby”. Imposible no estar de acuerdo con ella. Cómo se puede votar y admirar a un tipo que quiere ser Terminator? Además se creen que somos estúpidos? Antes la política tenía otra potencia, era racional, abierta al diálogo…

De pronto, antes de ponerle un somnoliento ‘me gusta’ al posteo, recuerdo la impresión que me dió la primera vez que vi el dibujito de ‘Néstornauta’. Digamos que el que inventó el recurso al superhéroe fueron ‘ellos’ (y digo ‘ellos’ porque no sé de quién fue la idea pero fue buenísima y eficaz). Cristina también podría ser parte de un comic, pero eligió ser una barbie, revolucionaria pero barbie al fin. Y también forma parte de una novela de amor, como Perón y Evita, Néstor y Cristina (Paren, no se me enojen, no estoy hablando de ideas sino de formas de comunicación, de imagen -que, finalmente es lo que más consumimos,obvio que todos amamos más a Barbie Cristina y no a una Wonderwooman Villarroel tan asexuada ella.)

No sé muy bien cómo empezó todo esto ni hacia dónde se dirige. En realidad pensaba hablar sobre el relato. El título de la columna iba a ser: “Relato mata relato”. Al final, tan falsa es la mirada histórica de Milei poniendo el paraíso perdido en el inicio del ‘900, como la mística kirchnerista del peronismo impoluto.

Siempre me quedó repiqueteando una frase de Daniel Santoro (el artista plástico) que dijo algo así como que la ‘ideología del peronismo es la felicidad’, razón por la cual no morirá jamás. Cuento de hadas o no, es lo que mancomuna a los peronistas mientras que ellos, ‘los otros’, que por ahora son los muchos, se excitan con el sacrificio, luchan por el Bien en contra de sus intereses solo pensando en las generaciones venideras, generaciones que, al decir de Carlin será expulsadas como pulgas molestas del Planeta en su propia defensa.

Y aquí estamos, viviendo la fantasía de un comic. Que nadie se confunda, no es una lucha entre el Bien y el Mal. Es la tontería en acción. La ficción por delante de la realidad. Quién sabe en que momento ocurrió ese extraño pasaje en que la novela dejó de inspirarse en la realidad, y sea la realidad la que busque ser digna de la mejor novela. O comic. Todos quieren ser superhéroes.

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Editorial Nora

‘Orgullosamente’, INADI. Las voces que van quedando

El lunes 23 de febrero, Nora Anchart rompió el silencio frente a los rumores de cierre del INADI y los agravios del presidente Milei quien afirmó que el organismo era una ‘policía de pensamientos’. Respuesta en primera persona.

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