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Planeta Giussani

Acerca de Horacio González y un debate tabú, por Laura Giussani Constenla

Hace unos días, cuando fui a inaugurar la muestra Cartas de la Dictadura de la Biblioteca Nacional a Mar del Plata, me entrevistaron unos chicos de 6º año del Nacional Illia que hacían un taller de periodismo. Querían saber sobre la militancia estudiantil de los setenta. Es interesante que te pregunten cosas para las cuales no tenés una respuesta ya hecha.

Les conté un poco el clima, hablamos de las tres A, alguna anécdota de ‘operativos’ en clave cómica, de los amigos desaparecidos -veo sus caras y comprendo que no es común tener más de cien cien amigos secuestrados, o muertos, o quién sabe dónde, a los quince años-. De pronto me encontré diciendo algo así: “Hay que tener en cuenta que nosotros crecimos de golpe en golpe, con pocas primaveras democráticas, veníamos de masacres, fusilamientos, bombardeos y la revolución estaba al alcance de la mano. Estaban Cuba y Vietnam. Dos epopeyas revolucionarias. Y cuando los revolucionarios argentinos salíamos a la calle éramos cientos de miles. No éramos locos. El problema no fue la lucha armada, fue el verticalismo. Los dirigentes que mandan desde arriba terminan perdiendo el contacto con el abajo. Por eso no me gustan los líderes, los personalismos. Hubiéramos cometido muchos menos errores si nos dejaban hablar a los que no teníamos voz.” Obviamente no lo pensé mucho, salió de sopetón.

Una de las cartas que había en la muestra, al alcance de esos mismos chicos que me estaban prenguntando era una carta de mi papá, su primera carta desde Nueva York, a dónde se había ido durante el exilio porque su sueldo italiano no le alcanzaba para mantener una familia de seis personas, la carta decía:

Nueva York, 17 de octubre de 1977

Laurita:

Cuando estábamos en Roma la única cosa que me parecía estimulante de mi proyectado viaje a Nueva York, era la idea de que por carta me iba a resultar más fácil, y de efectos más persuasivos, intentar las discusiones políticas que allí en Roma siempre se demoraban, o fracasaban o dejaban cosas importantes en el tintero. Partí de Roma con cualquier cantidad de cartas ya redactas en la cabeza y divididas por temas, casi como si conjunto pudiera convertirse alguna vez en un libro. Y sin embargo, me encuentro ahora, con que llevarlas al papel también resulta difícil, en parte porque me siento pedante cada vez que me dispongo a escribirlas, en parte porque la distancia altera prioridades y perspectivas. Creo que a la Argentina ya ha llegado la temida paz de los cementerios, en la que sería un triste anacronismo entrar en acaloradas polémicas de esas que solo se justifican en medio de procesos vivos y palpitantes”.

Ocho años después de esa desoladora carta, publicó “La Soberbia Armada”, quizás pensó que volvíamos a vivir en medio de procesos vivos y palpitantes y bienvenido sería el debate. Toda la izquierda peronista cayó sobre él. La génesis de ese libro está en esa cartita colgada en este momento en la Biblioteca de la Universidad Nacional de Mar del Plata.

Reconozco que mi papá era un tipo dulce y se tomó buen trabajo para discutir con sus hijas. Páginas y páginas, años y años. El libro, esos capítulos que había pensado en el 77, se publicaron en el 85 ¿Fue inoportuno? Sí. Mejor no hablar de ciertas cosas.

No sé si a ustedes les pasa pero mi vida está plagada de casualidades tan significativas que parecen parábolas literarias. O fichas de rompecabezas que en algún momento encuentran su lugar. Momentos que pasaron de largo y, de pronto, cobran sentido.

Esta semana se armó mucha alharaca con los dichos de Horacio González y la lucha armada y los setenta y la necesidad de algún día pensarlo en serio porque esos militantes no nacieron de un repollo. González lo dijo en una entrevista a la Agencia Paco Urondo, seguramente hablando con un muchacho que se parecía a él cuando era joven. Charló, dijo lo que pensaba, cosa que suele hacer la gente de buena fe cuando le formulan una pregunta. Escándalo. Por primera vez todos los medios levantan a la Agencia Paco Urondo, ojalá lo hicieran más seguido. Los setenta siguen siendo un tema tabú. Y la derecha se hace un festín cada vez que algún intelectual los menciona, sea cual fuera la postura en cuestión.

No sé si alguna vez leí completo el libro de mi papá, pero estoy segura de que sé lo que pensaba. Años estuvimos discutiendo. No estaba contra la ‘lucha armada’, así, como un principio absoluto fuera de contexto. Simplemente se sentía responsable de haber difundido una idea equivocada: la posibilidad de una revolución a la Cubana. Pensó que el Che no estaba en lo cierto y que mucho menos lo que por entonces se llamaba la ‘guerrilla urbana”. Lograba destruir de un plumazo todo lo que oliera a pensamiento absoluto. “Yo no estoy en contra del uso de las armas, pero no en este momento, de éste modo, nos lleva a la ruina. Si hubiera una situación insurreccional, está claro, pero eso no pasa”. No estará escrita pero yo escuché esa frase de Giussani montones de veces. Esto tampoco quiere decir que estuviera a favor, en definitiva, detestaba todo dogma, toda verdad absoluta.

Y ahí está la ficha del rompecabezas que les quería mostrar.

Esa carta, la de mi papá discutiendo con gesto enjuto con una adolescente de 17 años fue leída por Horacio González para un informe de Infojús en el año 2014. Se me ocurrió que, dado que mi pensamiento rondaba en lo que dijo Horacio González y lo que pensaba mi padre, hubiera sido perfecto iniciar esta columna con ese audio. Una ficha que encajaba de maravillas. González leyendo a Giussani.

Mi viejo era un tipo inteligente y hubiera sido bien interesante escucharlo hablar con Horacio González. Ambos se hubieran sentido felices del encuentro.

Pero no se puede. Vaya a saber uno porqué, pero la carta que grabó infojús y que escuché hace unas semanas en Mar del Plata, ahora es solo la imagen de Horacio González leyendo y el sonido de una flauta. A él, a ellos, no se los escucha. Pueden buscarlo en google. Por suerte, los chicos de mar del plata, cuando todavía se escuchaba el archivo, recogieron una partecita de esa carta.

No era fácil ubicar la ficha en este rompecabezas, creí que iba en un lado, pero va para otro. En ese que tiene la frase: no se escucha.

 

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LCV

Planeta Giussani/ Houston, tenemos un problema

El 13 de abril de 1970, una frase entró a la historia. Creíamos que la humanidad tenía el poder de conquistar el universo todo. Naves intergalágticas surcaban el espacio. Estados Unidos ya había plantado bandera en la luna. Una nueva misión tenía al mundo en ascuas: el Apolo 13. Todo iba bien hasta que una serie de luces desconocidas y una explosión de origen ignoto obligó a la tripulación del Apolo a llamar a la base en tierra. El mensaje fue claro y conciso: “Houston, tenemos un problema”.

Desde entonces, cada vez que ocurre un imprevisto de difícil solución e incierto origen, apelamos a aquellas palabras de desesperación controlada con las que el astronauta del Apolo 13 compartió su alarma. Y sí, hoy, apelamos una vez más a ella: Houston, tenemos un problema.

Este domingo, la política argentina vio los destellos de luces jamás imaginadas y alguna explosión agitó los ánimos. Qué había pasado?

De manera inusitada, los hermanos Milei, en el peor momento de su gobierno arrasaban en casi todas las provincias, incluída la provincia de Buenos Aires, donde había sufrido una derrota aplastante pocas semanas atrás.

El desconcierto invadió a propios y extraños. Quizás pueda decirse que, de una forma u otra, salvo los Milei, perdieron todos. Y cuando digo todos, digo también la derecha. Curioso ¿no?

Desde el mes de agosto, incluso los medios ‘amigos’ del gobierno se dieron vuelta. Por primera vez se los veía a Feinman, Viale, Laje y hasta Trebucq, entrevistando de manera incisiva al presidente de la Nación. El escándalo Sapagnuolo, el 3% de Karina, las relaciones narco de Espert, eran tapa, día tras día.

Las redes estallaban con incomprobables brotes psicóticos de Milei. Hablábamos de un Plan B en marcha, mientras otros directamente mencionaban un operativo destituyente. Las elecciones intermedias parlamentarias se habían convertido en un referendum: Milei sí o no. Todos tensaron la cuerda. Blanco o negro. Milei o Kirchnerismo, representado por Cristina y su hijo.

El desdoblamiento de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires le dieron aire a Kicillof, al no ser una consulta nacional, pudo mostrar el mapa político de el bastión peronista por excelencia. Seguía siendo peronista, es más, kicillofista.

Lejos de retroceder frente a una embestida política, mediática y hasta empresaria, el gobierno fue por más. Más represión, más ajuste, más agresión contra los ejes más sensibles para la población: salud, universidad, discapacitados, jubilados. ‘Ni un paso atrás’ decía Mussolini en pleno liderazco.

Los politólogos y periodistas, encargados de ‘leer’ el mensaje de la ciudadanía, se agarraban la cabeza. La derrota era el número ganador. Hagan sus apuestas señores, quien gana y quien pierde?

Perdimos todos.

Es que había ocurrido un imprevisto, un destello de luces violetas y una explosión: Donald Trump se metía en la campaña. Prometía una salvación económica sí y sólo sí Milei ganaba las elecciones.

Lejos de autoflagelarnos con las responsabilidades de cada uno de los protagonistas, y mucho menos de pensar que de la noche a la mañana el pueblo argentino decidió apoyar la represión a los jubilados, hacer aparte las exigencias del Garraham, reirse de los discapacitados, y escupir sobre la cabeza de centenares de miles de desocupados por un plan económico que detruye la industria junto con el Estado, esta vez, yo prefiero no creer. Prefiero no creer que se fascistizó el electorado de tal modo. Así que busco otras razones.

¿Y si el voto hubiera sido más sensato de lo que pensamos? Qué había enfrente a Milei. Si perdía, caía el gobierno, eso era lo que todos esperábamos con cierta euforia. Y si caía el gobierno ¿qué pasaba?

Posiblemente el electorado pensó: Houston, estamos en problemas.

Y aquí entra el factor Trump. Aceptar el manotazo de ahogado de Trump quizás era lo más pragmático porque si no era eso ¿qué? Sólo se veían dos opciones y ambas significaban ‘volver’. Al peronismo o al macrismo.  Por si no hubiera quedado claro con la victoria de un personaje indefinible, nadie quiere volver a sentir el hastío de los mismos discursos vacíos. Quizás la sociedad está pidiendo a gritos dar vuelta la historia, no volver sino ir.

Una vez más, invito a nuestros lectores y oyentes a pensar que no vivimos en un mundo aparte. Y el mundo, lamentablemente, hoy tiene como protagonista a otro esperpento al que todos hacen reverencia, cruza fronteras, se adjudica paces incomprobables, extorsiona con los impuestos a países de distinta índole. No queremos reyes, pero tenemos un emperador cuyo parecido con American Dad, es preocupante.

Por más que nos dediquemos a analizar de manera pormenorizada los errores de cada partido, partidazo o partiducho, lo que pasa en Argentina no es ajeno a lo que pasa en el mundo. Quizás Milei entendió eso y anda viajando de acá para allá, sembrando su demencial teoría anarcocapitalista en tiempos de tierra fértil.

Parace antiguo, pero la solución quizás no es sólo nacional. Que avance el internacionalismo, pues. Porque más allá de consignas perimidas como “Patria sí, Colonia no” o recordar “Braden o Perón”, el mundo entero está sufriendo un terremoto económico y moral. Las Colonias ahora son ‘países aliados’ y el entramado económico crea fronteras tan volátiles que resulta imposible analizar con la rigidez a la que estábamos acostumbrados.

No somos el peor país del mundo, son tiempos de una humanidad que ya no puede llamarse humana. Bombas, drones, hackers, ataques cibernéticos, enemigos más virtuales que reales.

Por eso, LCV también anda relojeando lo que pasa aquí y allá. Y, por ahora, parece que nadie se salva solo, tampoco a nivel internacional. Ningún país podrá enfrentar las fuerzas de este post capitalismo cínico y voraz.

Si volvemos al chiquitaje interno, y sí, el baile de Cristina en el balcón al conocerse que perdió el peronismo en la provincia de Buenos Aires fue lo más parecido a la quema del cajón de Herminio Iglesias. Pero no son Cristina ni Kiciloff el problema. Ni la izquierda ni los tibios ni los progres nisiquiera la derecha de buena o mala fé. Levantemos la mirada para ver lo que pasa a nuestro alrededor. Dejemos de acusarnos y empecemos a construir, y a coordinar con quienes están sufriendo tanto o más que nosotros.

Son tiemos difíciles, para todos, sobre todo para los que todavía tienen algo que perder. Esa clase media apedreada que se niega a bajar al séptimo círculo del infierno. Pero hay medio país que sabe que es difícil bajar otro peldaño. No son necesariamente gorilas, ni idiotas, ni todos los epítetos que se les ha endilgado en estos días. Muchos desposeídos  apostaron a los hermanitos medio locos. Quizás por empatía. Hartos de ver tantos políticos racionales y nobles que los han llevado a la ruina.

Sigamos pensando y construyendo una sociedad más justa, desde abajo, simplemente como personas, aprendamos a escucharnos, dejemos atrás ese fugaz poder que puede dar una diputación o una secretaría.

Entre tanto, la vieja política tiembla. Cuando pase el temblor ojalá que nos encuentre más fuertes, libres, sinceros. Quizás desorganizados, quizás no unidos, pero dispuestos a llevar adelante las luchas en las que muchos estamos desde hace tiempo y sentimos que son robadas por representantes que no nos representan. La unidad no es todo en la vida. Seamos miles de luces, miles. Miles de fogatas, miles. Ya nos encontraremos de manera natural en un momento histórico en el que valga la pena escucharnos sin insultarnos.

Columna de Laura Giussani Constenla, emitida en La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, el 27 de octubre de 2025.

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Entrevistas

Roma también tiene su ‘Ronda de los Jueves’

Un placer recibir en este Planeta Giussani a Enrico Calamai, ex diplomático que presenció dos golpes latinoamericanos desde los consulados italianos de Chile y Argentina. Una experiencia que le dejó huella.

En nuestro país fue un vicecónsul que salvó la vida de 300 argentinos comprometiéndose personalmente en darles refugio y llevarlos a Ezeiza a pesar del desacuerdo con la política oficial del gobierno de Italia. Hay quien lo llama el ‘Schlinder’ de argentino.

En el 77, fue retirado del consulado en Argentina. Luego estuvo cumpliendo sus funciones en Nepal y Afganistan, hasta su retiro prematuro. Desde entonces es un activista por los derechos humanos, autor de dos libros “Faremo l’America” y “Niente Asilo Político”, editados por Editori Riuniti y Feltrinelli. Le damos la bienvenida a nuestro Planeta a Enrico Calamai.

Muchos de ustedes lo conocerán por el hermoso documental La Resistenza, que testimonia la labor de los exiliados argentinos en Roma. Si no lo vieron, no se lo pierdan. Conmovedor. Pero hoy queríamos hablar con Calamai sobre la actualidad, su actualidad, como referente y fundador del Colectivo Mani Rosse Antirazziste, creado contra los decretos de Seguridad de Salvini, que cada jueves se reune frente al Viminale -el Ministerio del Interior- para denunciar la responsabilidad Italiana y Europea en diversas masacres, dictaduras, guerras y saqueos de recursos naturales.

Entrevista de laura giussani a Enrico Calamai. roma, 18 de octubre 2025

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LCV

Never More, por Laura Giussani Constenla

Aquí estoy, en la cima de una colina italiana, leyendo y pensando, rodeada por un paisaje medieval. Desde mi ventana puedo ver con claridad capas geológicas de montañas rotas y casas que acumulan milenios de historia: piedras sobre piedras, guerras sobre guerras, muertes sobre muertes, resistencias sobre resistencias.

Tensa espera a pocos días del Yom Kippur mientras una flota armada sólo de ayuda humanitaria, en barcazas conseguidas a pura militancia, con 400 soldados civiles, provenientes de más de 40 países, ha decidido hacer los que los gobiernos occidentales no hicieron.

Sobre el Mediterraneo no solo flotan las naves de la paz, también la sensación de que está en juego el concepto mismo de humanidad. Habrá un antes y después de Gaza, un antes y un después moral que caerá como un manto negro en nuestra memoria si no logramos frenar esta locura.

La Flotilla internacionalista Global Sumud es una hazaña épica. Termine como termine. Finalmente logró poner en el centro de la escena la vida humana como tal. Porque si a nadie le importa demasiado qué les pasa a los Palestinos, o a los miles de africanos ahogados en sus aguas, podría desatarse una guerra si muere un solo italiano, o español o inglés sólo por llevar ayuda humanitaria a un país desastrado, jaqueado por las bombas y la hambruna.

Cuando los gobiernos no escuchan a sus pueblos y la justicia y el derecho internacional desaparecen, cualquier cosa puede pasar. ¿Para qué votar representantes si los representantes no piensan representarte?

Así pués, empiezan a aparecer sabotajes cibernéticos, drones espías o francotiradores locos que nadie sabe a quién o a quiénes responden. Si es que responden a alguien o son meras reacciones individuales a un mundo que ha perdido la brújula.

Durante varios días los aeropuertos de Bruselas, Berlín y Londres funcionaron a medias por un supuesto ciberataque. Nadie murió, lo que sucedió es que no funcionaban las computadoras, así que los empleados debían llenar la facturación a mano, como en tiempos analógicos. Decenas de vuelos suspendidos o retrasados. También en italia hubo caos con los aviones, debido a una huelga de aeronavegantes por mayor salario y condiciones laborales. Sí, Milei, no vaya usted a creer que sólo en Ezeiza o Aeroparque cada tanto hay lío.

 No, quizás no llegamos al fin de la historia. Acaso desde su mismo comienzo el hombre vivió en el peor mundo posible y aún así no cejó en su instinto de preservación construyendo culturas, inventando tecnologías, amando y pariendo. Una fuerza vital persistente, como las plantas que crecen en las grietas de algunas piedras.

Pensamos que vivimos en el peor momento de la historia, pero tratemos de recordar ¿cuándo hubo un momento histórico realmente feliz para los pobres de la tierra? Quizás sólo entre una guerra y otra.

En Argentina, por ejemplo, todavía somos muchos los que añoramos aquellos maravillosos tiempos de Cámpora. Es más, hasta una agrupación eligió su nombre. Bueno, esa primavera en la que parecía todo posible, terminaba una dictadura y salían los presos políticos de las cárceles, duró menos de un mes. Un mes de felicidad plena en sentido histórico.

Después cada cuál habrá logrado sus ráfagas de amor, alegría o tranquilidad personal pero estoy hablando de lo colectivo. Sí, ya sé, hubo otros momentos en los que creímos que habíamos logrado torcer el rumbo de la muerte. Entre los recientes, recuerdo la felicidad de la llegada de Alfonsín y el juicio a las juntas. Tampoco duró demasiado. Apenas un par de años hasta la llegada de la hiperinflación de la mano de los especuladores de siempre.

Tiempo de canallas

De pura casualidad cayó en mis manos un libro de Lillian Hellman, la compañera de Dashiel Hamett, llamado ‘Tiempo de Canallas’. En él relata su experiencia durante el Macartismo en los años 50 en Estados Unidos. Incluye una brillante introducción de Garry Wills que ubica el inicio de la persecusión política a todos aquellos que tuvieran ideas ‘antinorteamericanas’ en el año 47, bajo la presidencia de Truman. Estremece pensar que se dieron sólo dos años de paz después de tanto dolor. Todo empeoró en los cincuenta, cuando la idea de Truman de frenar a los ‘antiamericanos’ fuera ‘mejicaneada’ y ‘perfeccionada’ por un joven Nixon y el Senador McCarthy.

Por lo visto, en frío o caliente, necesitaban seguir guerreando. No había ninguna razón militar para instaurar un régimen de vigilancia más duro que el de cualquier guerra. La Unión Soviética estaba diezmada luego de la victoria contra el nazismo, que hizo como aliada del mismísimo Estados Unidos. Sólo podían tener diferencias ideológicas pero de ningún modo era imaginable una invasión comunista en oriente en esos primeros años.

Aún así, el fantasma comunista fue construído con esmero por los gobiernos de la época. La censura y la manipulación en Hollywood, con cantidad de intelectuales y artistas presos –como el mismo Hamett– o exiliados, fue brutal desde fines de los 40 a principios de los setenta. Muchos delataban a sus compañeros, inventaban conspiraciones para no quedar sin trabajo. Un verdadero tiempo de canallas. Estrellas de Hollywood, escritores, intelectuales, fueron perseguidos como ejemplo en el llamado País de la Libertad. Siempre es conveniente un buen enemigo para mantener la cohesión social. La paz no rinde a los dueños de la tierra.

En eso estaba cuando leo que Trump, más allá de dedicarse a bombardear barcazas en aguas internacionales cercanas a Venezuela, una locura de derecho internacional que nadie parece estar tomando en serio, y asumir el rol de emperador mundial metiendo sus narices en cuanto conflicto se insinúe en el horizonte, ahora ha decidido mandar todas las Fuerzas de Seguridad necesarias para luchar contra los terroristas del Antifas que andan protestanto en Portland, Oregon ¿Quiénes son esos Antifas? Ninguna organización en particular, así le dicen a todos aquellos que se identifiquen con el antifascismo. Poco falta para que invente un Comité de Actividades Anti-Norteamericanas, tal el nombre que llevaban aquellos que perseguían, interrogaban, detenían o, simplemente, dejaban sin la posibilidad de trabajar por formar parte de una lista negra durante el nefasto macartismo.

Cría Cuervos

Volvamos a este hermoso lugar de la Umbria cuyo nombre prefiero evitar. A veces la realidad nos regala metáforas insospechadas. Me sorprendió descubrir que sólo dos aves habitan este pueblo: los cuervos y las palomas. Dicen que alguna vez trajeron a los cuervos para auyentar tanto palomar. Se equivocaron. Ambas conviven en paz formando nidos en los huecos pedregosos de los antiguos edificios. Eso sí, es raro ver otros pájaros. Acá reinan los cuervos y las palomas, sin más. Parece cuento pero es verdad

Las veo revolotear a mi alrededor mientras las fotos de Trump, Netanyahu y Milei, satisfechos en la ONU, dan vueltas por el mundo. Tres cuervos que no aprendieron a convivir con paloma alguna.

Y como una idea trae la otra, recuerdo el famoso dicho: “Cría cuervos y te sacarán los ojos”.

No sé cómo ocurrió, peros los cuervos se apoderaron de esta columna. Y pienso en Edgard Allan Poe con su cuervo que repetía sin cesar Never More. Suena, entonces, la canción de Allan Parson Project y su repetido Never More.

Quizás sea tiempo de recuperar nuestro Nunca Más, cantarlo, gritarlo, lucharlo como jamás antes.

Nunca Más guerras.

Nunca Más genocidios.

Nunca Más hambre.

Nunca más femicidios.

Never More.

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