En el contexto de la reforma laborale presentada por el gobierno nacional bajo la idea de “modernización”, distintos sectores del periodismo advierten sobre el impacto profundo que estas iniciativas tendrían no solo sobre las condiciones de trabajo, sino sobre la democracia misma. En diálogo con La Columna Vertebral, Luis Lázaro analiza el sentido histórico, político y democrático del Estatuto del Periodista, su vigencia frente a la precarización laboral y los riesgos que implica su derogación en un escenario atravesado por la concentración mediática, el avance de las plataformas digitales y la crisis del oficio.
LCV: Para empezar desde cero, ¿por qué fue necesario un estatuto especial para el periodismo y no simplemente las leyes generales de protección del trabajo?
Luis Lázaro: “Todas las normas existen para tutelar determinados derechos o intereses. Si me preguntás cuál es el bien jurídico principal que protege el Estatuto del Periodista, no te diría solamente el trabajo profesional, aunque también lo hace, sino fundamentalmente el derecho a la información de la sociedad. El periodista es el instrumento que tiene la sociedad para conocer la información. Lo que producimos con nuestro trabajo son noticias, datos, miradas sobre la realidad, y por eso esta cuestión afecta de manera directa a la democracia y a los valores democráticos, al punto de que no pueden separarse una cosa de la otra.”
LCV: ¿Por qué hablás de un ataque que va más allá del periodismo?
Luis Lázaro: “Coincido en que estamos frente a un ataque frontal no solo contra el periodismo, sino contra la cultura y la comunicación en general, que aparece de contrabando en una ley mal llamada de modernización. Es un intento de retroceder en el tiempo respecto de conquistas históricas de los trabajadores. Cuando se plantea la derogación de una ley como el Estatuto del Periodista mediante una fórmula técnica e incomprensible para el ciudadano común, también se está atacando a la democracia, porque se debilita uno de los pilares que garantizan el derecho social a la información.”
LCV: ¿Cuál es el origen histórico del Estatuto y qué contexto lo explica?
Luis Lázaro: “El Estatuto del Periodista es de 1946, es decir, del inicio del primer gobierno peronista. El propio Perón, al enviar el proyecto al Congreso, plantea que había empresarios de la información muy ricos y trabajadores que producían esa riqueza muy pobres. El estatuto surge para equilibrar esa relación y para proteger una actividad estratégica para la vida democrática.”
LCV: Durante años se entendió al estatuto como una defensa frente a la inestabilidad laboral. ¿Eso sigue vigente?
Luis Lázaro: “El trabajo periodístico es un trabajo lábil, con mucha rotación. Salvo en algunas grandes empresas, la norma era estar hoy y mañana no. Una de las primeras grandes violaciones al estatuto fue la figura de las ‘colaboraciones’, que convirtió al periodista de planta en alguien que iba a ofrecer notas como si vendiera medialunas, sin nunca llegar a la estabilidad. La violación del estatuto viene desde hace mucho tiempo, y distintos gobiernos intentaron avanzar contra él sin lograrlo.”
LCV: En términos concretos, ¿qué pierde un periodista sin estatuto?
Luis Lázaro: “Primero, la acreditación de la condición profesional. El estatuto permite demostrar que sos trabajador de prensa y, a partir de eso, acceder al derecho constitucional a la información pública. También garantiza el acceso a las fuentes, el secreto profesional, la estabilidad laboral necesaria para investigar y la protección contra el despido arbitrario, especialmente el despido ideológico. La indemnización agravada no es un privilegio, es un mecanismo para que la patronal sepa que despedir a un periodista por su trabajo tiene un costo.”
LCV: ¿Cómo impacta esto en el contexto actual de precarización y plataformas digitales?
Luis Lázaro: “Hoy el estatuto sigue funcionando como un dique de contención frente al avance de las patronales, incluso en un escenario más complejo atravesado por internet. Hay abundante jurisprudencia que reconoce derechos a periodistas que trabajan de forma remota o en medios digitales. Sin el estatuto, las empresas tendrían vía libre para la rotación, el mal pago, el desconocimiento de paritarias y la eliminación de cualquier organización interna.”
LCV: ¿Por qué insistís en que el ataque es también al sistema democrático?
Luis Lázaro: “Porque el producto del periodista abona al sistema democrático. Si sacás de la ecuación el trabajo profesional orientado a informar, dejás a la sociedad desprotegida frente al discurso del odio, la desinformación y la violencia simbólica. Hoy vemos empresarios que no informan, sino que construyen propaladoras de insultos y odio. No es casual que la justicia empiece a reconocer el rol político del discurso de odio en hechos gravísimos de nuestra historia reciente.”
LCV: ¿Cómo evaluás el deterioro actual de la profesión?
Luis Lázaro: “Hay un bastardeo del periodismo. A la precariedad se suma la pérdida de prestigio y de sentido social del oficio. Ver a periodistas de enorme trayectoria vendiendo tortas para sostener un fondo de huelga es una muestra brutal de esa degradación. Esto no empezó ahora, pero hoy se busca arrasar con todo: el estatuto, la ley de medios y las protecciones penales frente a injurias y calumnias.”
LCV: ¿Qué rol juega la formación y la conciencia de las nuevas generaciones?
Luis Lázaro: “Muchos jóvenes no saben qué están defendiendo cuando se habla del estatuto. Ahí hay un trabajo importante de los sindicatos y de la FATPren, pero es cierto que cuesta más comprender estos alcances en una época donde las grandes investigaciones parecen quedar atrás. Sin estabilidad, con sueldos de hambre, es muy difícil sostener un periodismo que repregunte, investigue y confronte al poder.”
LCV: Para cerrar, ¿qué cosas no son negociables en este debate?
Luis Lázaro: “Podemos discutir cambios en los modos de producción, en las tecnologías y en las formas de transmisión, pero hay cuestiones que no son negociables: la estabilidad laboral, la protección frente al despido injustificado, la acreditación profesional, el secreto de las fuentes y el acceso a la información. Eso es la base del periodismo. Quitar esas garantías no perjudica solo a los periodistas, perjudica a toda la sociedad.”