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Industria textil: entre la crisis y el medioevo.

Un estudio realizado por el Centro Blum para Economías en Desarrollo de la Universidad de Berkeley sobre las condiciones laborales de la industria textil en el tercer mundo estableció que la mayor parte de los más de 12 millones que se dedican en sus hogares a trabajar por 11 céntimos de euro la hora son mujeres y niñas.

Siddaharh Kara, director del estudio “Prendas Manchadas”, sostuvo que el objetivo de la investigación es el de “revelar las condiciones en las que trabajan estas empleadas con la esperanza de que los gobiernos, las compañías y las ONG puedan coordinar una solución a esta explotación laboral”. El mundo globalizado también es un sistema de esclavizción global. Argentina no está ajena a esta realidad.  

“No hay ninguna marca 100 % limpia”

Más allá de la falta de consumo, la crisis que envuelve a la industria textil en la Argentina coincide con la apertura de importaciones con prendas realizadas en otros países del Tercer Mundo bajo éstas condiciones. Ya son 20.000 los trabajadores y trabajadoras suspendidos o despedidos en el sector de indumentaria. El Indec informó que en diciembre de 2018 hubo una brusca caída de producción textil del 36,3%

Sin embargo, nuestro país también aporta su ejército de explotados clandestinos a esta red macabra del proceso textil. La Cámara de la Industria de la Indumentaria informó que 6 de cada 10 prendas que se venden en la Argentina se confeccionan en talleres ilegales. El volumen de producción es tal que impacta en el mercado interno: las prendas hechas en la clandestinidad se venden hasta un 50% más barato. Las marcas del circuito formal se quejan por no poder competir con esos precios, pero detrás de los números hay una realidad mucho más macabra.

La última investigación seria sobre la fabricación ilegal de indumentaria fue realizada en el 2016 por el fiscal federal Federico Delgado, quien concluyó que prácticamente existía una zona liberada en Flores, Floresta, Villa Mitre, Villa Santa Rita y Parque Avellaneda. Tamara Rosemberg, una de las fundadoras de la cooperativa “20 de diciembre” compuesta por costureros escapados de talleres clandestinos, expresó que hay “3.000 talleres estables en la Ciudad. Muchos se fueron mudando a la Provincia por las denuncias que hicimos, y otros se fueron reconvirtiendo. Algunos han mejorado condiciones de seguridad pero fundamentalmente por temor a los incendios, que significan pérdida de producción”. Claro que no es sólo producción lo que se pierde. En diciembre de 2018, una niña murió por un incendio en un taller clandestino en el barrio de Mataderos. En su momento, la CTEP denunció que de las últimas nueve víctimas en talleres clandestinos, 8 habían sido menores de edad. 

“El estado es responsable por no controlar las condiciones en las que se trabaja”

Rosemberg sostuvo que no hay ninguna marca de indumentaria “100 por ciento limpia”. Una práctica habitual de las firmas es tercerizar en intermediarios que a su vez distribuyen la producción en locales clandestinos. Por otro lado, se contrata una fábrica “en regla”, y de ese modo se desvía la atención de la cadena de explotación que sucede al mismo tiempo. Juan Vázquez, delegado del área textil de la CTEP, expresó que “el Estado es responsable, por no controlar la producción de las fábricas y las condiciones en las que se trabaja”.

El trabajo en la clandestinidad es tanto que, según la Cámara de la Industria de la Indumentaria, la mano de obra no formal duplica a la que tiene vínculos en blanco: 100.000 frente a 50.000 registrados. Rosemberg identifica el cambio en el paradigma del mercado textil en los años 90, cuando comenzó a tercerizarse la producción. “Hoy las grandes marcas tienen solamente el diseño, la logística y la administración. Todo lo que es confecciones y terminaciones está en manos de intermediarios que a su vez subcontratan talleristas”.

Las malas condiciones llegan hasta la esclavitud. Se denuncia que, en muchos casos, las familias son encerradas y no pueden abandonar jamás el lugar. Rosemberg habla sobre el caso de una mujer que dio a luz al lado de una máquina de coser. Situaciones de trabajo esclavo que ocurren prácticamente en las narices del Estado, sin que se tomen medidas correspondientes. Irónicamente, la crisis actúa más que el propio gobierno: por la caída del consumo y el ingreso de ropa importada, cada vez son más los talleres que cierran y las familias que regresan a sus ciudades de origen.

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Último acto: Frío, sombrío y melancólico, por Hugo Asch*

Crónica del último acto de Milei en Moreno, sin brócoli: mucho frío, público con delay, Nisman, opereta, “no toquen a mi hermana”, ‘políticos corruptos’, ‘me van a matar del disgusto’ y la ilusión del empate técnico.

Por alguna razón, el sombrío cierre de campaña de Javier Milei en el barrio Trujui de Moreno me recordó cosas de mi niñez. Verlo así, tan ajustado y redondito debajo de la campera larga, una chaqueta negra, la remera térmica y el chaleco antibala, me recordó una tarde brava de invierno en la Isla Maciel, al final de un partido entre San Telmo y El Porvenir. Tenía 12 y me había llevado mi amigo Omar con un grupo de hinchas del barrio. La cosa se puso brava al final del partido y hubo gritos, amenazas y el lejano reflejo de un cuchillo en la tribuna local. Los de San Telmo querían robarnos la bandera, así que la solución fui yo. Envolvieron pacientemente el trapo blanco y negro sobre mi cuerpito y así quedé. Relleno y duro como un matambre, bamboleante, inseguro como Milei en el acto de esta noche, con quince vueltas de tela bajo mi sobretodo. Ese día me convertí en héroe. El tono grave de Milei, fallido y forzado como nunca, también me llevó a mis 10 años, cuando contaba mi chiste preferido: el del nene que se queda solito en la casa, escucha ruidos y hace lo que su mamá le había aconsejado. Pone ‘voz de grande’ y grita: “¡Quiéénnn aaabióóó la peta…!”. Más o menos como Milei.

El público, tan muerto de frío como el presidente en campaña y los que lo rodeaban, escaso de reflejos, aplaudía con delay uno o dos segundos más tarde de lo indicado. Cada tanto gritaban melancólicamente: “¡Pre-si-dente, pre-si-dente…!”, como una confirmación, o un anhelo imposible. No se engancharon con la consigna ‘Kirchnerismo nunca más!’, ni festejaron con risotadas cada vez que era citado ‘el enano soviético’. Un público difícil, con más ganas de dormir una siesta tardía que de celebrar a ese líder envasado al vacío.

Milei defendió a la hermana y al mismo tiempo destacó, con detalle exquisito, sus mejores virtudes a la hora de denunciar a los políticos corruptos que se quedan con el dinero de la gente. La asociación era inmediata e inevitable. “¡No proyectes!”, daban ganas de gritarle. Al final era cierto: el tipo efectivamente tiene un inconsciente. El discurso fue errático, tedioso, armado con piezas de diferentes rompecabezas que nunca encajaban. A su habitual obsesión por cantar la del “pingüino y el cajón” esta vez sumó al fiscal Nisman, ten years after. “¡Si se tienen que cargar vidas humanas no les importa nada: se cargaron a Nisman!”, dijo, y provocó un silencio incómodo de respeto y/o perplejidad. El momento más original del acto fue cuando confundió al conurbano bonaerense con California y recordó cuando la gente vivía tranquila, no cerraba con llave la puerta de su casa y los niños jugaban en paz porque no había robos ni comunismo. Milei repitió frases hechas como una ametralladora, habló de una “miserable opereta en su contra” y culpó al kirchernismo hasta del hundimiento del Titanic. Fue todo muy aburrido hasta que su espíritu ganador afloró en todo su esplendor. El que tiene hoy, quiero decir.“¡Los encuestadores coinciden en situarnos en una situación de empate técnico…!”, se entusiasmó ante el desconcierto general. El tenue brillo en sus ojos y la sonrisa congelada de los demás fueron la mejor foto de la noche.

*Hugo Asch, inició su carrera periodística en 1974. Fue redactor de la revista Siete Días, prosecretario y subdirector de Gente, Secretario de Redacción de Clarín, editor general de Perfil y director de Playboy Agentina, entre otros medios de Argentina y España.

En su facebook, hoy, se define como ‘creador digital’.

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“Sapos de otro pozo: la memoria y las voces de las infancias en el exilio”

El exilio político marcó no solo a quienes lo vivieron directamente, sino también a sus hijos e hijas, que crecieron atravesados por la distancia, el desarraigo y la búsqueda de identidad en tierras lejanas. En esta entrevista con Violeta Burcart, productora, docente y comunicadora, exploramos esa experiencia desde una mirada profunda y plural, reflejada en el libro Sapos de otro pozo. A través de sus relatos y reflexiones, comprendemos que el exilio no es solo un destino geográfico, sino una condición que atraviesa generaciones y que plantea desafíos únicos en la construcción de la memoria y la pertenencia. La Columna Vertebral – Historias de Trabajadores invita a escuchar esas voces para entender mejor la historia que a veces se queda fuera de los libros.

LCV: “¿Cómo te va, Violeta?”

Violeta: “Bien, mi gran pasión es la radio, y estoy muy contenta de estar acá.”


LCV: “Hace unos años pude ver Argenmex exiliados, la película que fue tu tesis. ¿Cómo fue ese proceso?”

Violeta: “Hice la tesina de comunicación social como trabajo de producción, buscando qué pasaba con quienes nacimos o crecimos afuera, con un recorte geográfico en México. Pero luego me di cuenta de que el recorte era generacional, no geográfico. Los hijos del exilio de padres militantes compartimos mucho, sin importar que hayamos vivido en 27 países diferentes. Por eso el nombre Sapos de otro pozo: siempre nos sentimos raros. El libro rompe dos mitos: uno, que los exiliados la pasaron mal o la pasaron bien sin problemas; y otro, que los niños no sufrían el exilio. También habla de la solidaridad que recibimos en países que nos alojaron, cómo formamos familias y aprendimos nuevas culturas. Por suerte, la mayoría fuimos bien recibidos.”


LCV: “¿Podés contar alguna anécdota que refleje esa adaptación?”

Violeta: “Sí, por ejemplo Julio Fernández Barayar contó que su hijo aprendió a leer en sueco y un día le preguntó: ‘¿Te estás lavando los dientes con la crema de afeitar?’ Son historias graciosas de la adaptación cultural. Además, el exilio muchas veces implicó sobrevivir sin trabajo, vendiendo bijú o haciendo changas. Los hijos atravesamos etapas de enojo con nuestros padres, que a veces no entendíamos.”


LCV: “¿Qué respuestas recibían sobre por qué tuvieron que nacer en ese contexto de exilio?”

Violeta: “La respuesta típica es que nuestros padres militaban y apostaban a la vida sin saber cómo iba a terminar todo. Es cierto que llevamos esa tristeza o bronca, pero también llevamos las banderas, y hoy decimos que el exilio es una violación a los derechos humanos. El exilio no es una elección, no es como ir a buscar una vida mejor, es ser expulsados sin saber cuándo volveremos.”


LCV: “En el libro, hay también un tratamiento sobre el ‘desexilio’. ¿Qué significa para ustedes?”

Violeta: “La mitad del libro se llama Exilios y la otra mitad Desexilios, una palabra tomada de Mario Benedetti. Habla de las vueltas, de lo que trajimos o dejamos. Muchos seguimos viviendo fuera o en países distintos. Algunos eligieron volver, otros no. El desexilio a veces fue tan difícil como el exilio mismo, porque volvíamos a un país devastado después de la dictadura, o que ya no era el nuestro. Hay muchas historias cruzadas entre exiliados de distintos países que nos encontramos y formamos redes.”


LCV: “¿Cómo se cuenta esa experiencia coral en el libro?”

Violeta: “Es un libro coral con más de 100 relatos de 27 países, con cuentos, poesías, grabaciones, y códigos QR para escuchar y ver videos. Se incluye también la dictadura chilena y uruguaya porque las historias se entrecruzan. Hay mezcla de culturas, idiomas, modismos, y relatos de cómo nuestras vidas se cruzaron y mezclaron. Por ejemplo, en un cumpleaños un niño notó que en otras casas cantaban las mañanitas, algo que antes podía llevar a represalias, pero que hoy es parte del reconocimiento cultural.”


LCV: “¿Cuál es la transmisión de estas historias hacia las nuevas generaciones?”

Violeta: “El libro habla a nuestros padres y también a las próximas generaciones. Muchos ya son padres y madres que comienzan a entenderlo mejor. Hoy muchos están partiendo por exilio económico y creemos que es importante cuidar a las infancias que atraviesan estas situaciones, porque hay niños que se quedan sin sus padres en contextos de guerra o crisis. El lugar que nos crió puede ser ahora más amable que nuestra patria original, aunque también vivimos en un contexto difícil y con discursos que nos complican.”


LCV:
“¿Cuáles son los próximos proyectos de la agrupación Hijas e Hijos del Exilio?”

Violeta: “Estamos preparando actividades para el 8 de marzo en distintos puntos del país, como Córdoba. También queremos extender las presentaciones a otros países, México y Chile, en el marco de los aniversarios de los golpes de estado. Queremos hacer algo fuerte para los 50 años y seguir visibilizando la memoria del exilio.”


LCV: “Contá con nosotros para lo que necesiten, Violeta.”

Violeta: “Gracias, los quiero mucho.”

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La Marina Mercante resiste: cómo se frenó el intento de desregulación por decreto

A principios de abril, el Decreto 340/2025 encendió las alarmas en el sector marítimo argentino: la normativa impulsada por el Poder Ejecutivo pretendía desregular la Marina Mercante, afectando gravemente la industria naval, el empleo embarcado y la soberanía nacional. Mariano Moreno, dirigente sindical del sector, relató a La Columna Vertebral cómo fue el proceso de resistencia colectiva que culminó con la derogación del decreto por parte del Congreso de la Nación.

LCV: “Contanos cómo fue el proceso en donde el Congreso deroga el decreto 340/2025 que desregulaba el sector de la Marina Mercante. ¿Y en qué situación estamos hoy?”
Mariano Moreno: “Este decreto fue emitido el 2 de abril, pero nosotros ya veníamos manejando información previa, con versiones de proyectos similares. Ante esos rumores y el vínculo directo con nuestro sector, iniciamos una gestión conjunta entre todos los gremios del personal embarcado y representantes del ámbito sindical marítimo. Recorremos no menos de 80 o 90 reuniones en el Congreso, con senadores y diputados, llevando nuestros fundamentos y explicando lo negativo que sería este decreto para la Marina Mercante Nacional, la industria naval y la soberanía del país. Ese trabajo constante estuvo acompañado por medidas de lucha, movilizaciones y marchas. Todo esto ocurrió frente a la falta de respuesta por parte del Poder Ejecutivo, que no quiso recibirnos ni escuchar nuestra preocupación. Esa ausencia de diálogo nos llevó a profundizar el camino legislativo. En julio, la Cámara de Diputados puso un freno y, finalmente, en agosto, el Senado de la Nación derogó definitivamente el decreto.”

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