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Planeta Giussani

La V Columna de Laura Giussani Constenla: El experimento

Julio de 1961. Florida. Estados Unidos. En una parada de colectivo, un desocupado encuentra un cartel que dice: “necesitamos voluntarios para un experimento científico sobre memoria y aprendizaje”.  No había mayores requerimientos, bastaba con tener entre 20 y 50 años y cobrarían el equivalente a unos 28 dólares de hoy. Manos en los bolsillos, el hombre fue a la dirección indicada donde lo atendieron con amabilidad. No solo ganaría un dinero sino que serviría al progreso. ¿quién podría negarse?

La cuestión era sencilla, en caso de una respuesta incorrecta debía presionar un botón que provocaría una descarga eléctrica

Un investigador de la Universidad de Yale, delantal blanco y aire intelectual, le explica en qué consistía la prueba. El voluntario, para ganarse sus dólares, debía decir que era un maestro que haría algunas preguntas para ver hasta qué punto podía estimularse la memoria de un discípulo. Entran a un cuarto, el investigador y el falso maestro, mientras el alumno espera en otra habitación. La cuestión era sencilla, en caso de una respuesta incorrecta debía presionar un botón que provocaría una descarga eléctrica en el discípulo con el fin de despertar su capacidad memotécnica. La primera descarga era de 45 voltios, y a medida que continuaran las equivocaciones se aumentaba. El maestro voluntario había visto al alumno en el momento previo al experimento atado a una silla con electrodos colocados en todo el cuerpo con suma prudencia, una crema le evitaba las quemaduras, sentiría dolor pero no tendría graves consecuencias, le había asegurado el científico.

El desocupado maldijo el cartelito de la parada de colectivo, pensó en lo que estaba viviendo por 28 dólares

La botonera del maestro podía llegar a una descarga de 450 voltios de manera progresiva. A medida que el voltaje aumentaba el dolor del alumno era claramente audible, primero chillidos, luego gritos, finalmente podía intentar romper el vidrio aullando como un perro al borde de la muerte o tener convulsiones previas a un coma. Al escucharlo, el voluntario empezaba a sentirse molesto, preguntaba qué estaba sucediendo, pero el científico, con toda su autoridad lo instaba a continuar para que no fracase el experimento. El desocupado maldijo el cartelito de la parada de colectivo, pensó en lo que estaba viviendo por 28 dólares. Eso era totalmente absurdo, pensó. Pero había un hombre ahí, con delantal y anteojos, que sabía mucho más que él y tenía la situación controlada. ¿Qué culpa tenía él? Solo hacía lo que le decían que debía hacer con un noble fin: el estudio de la memoria y el conocimiento humano. 

Los gritos de dolor ya eran insostenibles, estaba al borde de tocar el botón de 450 voltios, una descarga que podía provocar la muerte del alumno. El desocupado se detuvo, amenazó con irse, y el Dr. le advirtió: “Usted no tiene opción alguna. Debe continuar.” A pesar de que no había ningún hombre que frenara su salida de la situación, ante la orden de “debe continuar”, el falso maestro apretó los 450 voltios sin saber qué ocurriría del otro lado de la pared. 

No sé porqué razón estos días me acordé de don Milgram. Quizás tratando de entender el motivo por el cual Macri todavía tiene posibilidades de ganar

En esto consistió el experimento Milgram. En realidad, lo que el psicólogo social quería estudiar no era nada relacionado con la memoria sino con la obediencia, y el objeto de estudio no era el alumno, un simple actor que no recibía ninguna descarga eléctrica, solo fingía gritos de dolor, sino el mismo voluntario. El resultado fue estremecedor. El 65% de los participantes (26 de 40) aplicaron la descarga de 450 voltios aún con protestas intermedias. Ninguno se negó hasta llegar a los 300 voltios. 

Stanley Milgram, psicólogo social de la Universidad de Yale, realizó el experimento poco tiempo después del juicio por el Holocausto llevado a cabo contra el nazi Eichman. Un experimento controvertido que trajo enormes polémicas. Por el engaño a los participantes. Y los resultados obtenidos. Claro que nadie imaginaba que terminaría comprobando la gran capacidad de manipulación de parte de cualquier autoridad.

Antes de llevar a cabo el experimento, el equipo de Milgram estimó cuáles podían ser los resultados en función de encuestas hechas a estudiantes, adultos de clase media y psicólogos. Consideraron que el promedio de descarga se situaría en 130 voltios. Todos ellos creyeron, unánimemente, que solamente algunos sádicos aplicarían el voltaje máximo. El desconcierto fue grande cuando se comprobó que el 65% de los sujetos que participaron como «maestros» en el experimento administraron el voltaje límite de 450 a sus «alumnos». Aunque fueron muchos los que demostraron cierta incomodidad, ningún participante paró antes de apretar los 300 voltios, límite en el que el alumno dejaba de dar señales de vida. 

Milgram rodó una película documental que demostraba el experimento y sus resultados, titulada Obediencia, cuyas copias originales son difíciles de encontrar hoy en día. Y hay una película francesa, I como Icaro, que se basa reproduce el experimento. En el año 1974, Milgram escribió un libro sobre el tema llamado: “Los peligros de la obediencia”.

No sé porqué razón estos días me acordé de don Milgram. Quizás tratando de entender el motivo por el cual Macri todavía tiene posibilidades de ganar. Que un país hambreado, endeudado, con la mitad de sus habitantes deprimidos, pueda votar a semejante personaje, es incomprensible. Luego de escribir esta ‘columna’, se difundió un curioso tuit de campaña de Macri que instaba a sus votantes a difundir la campaña de Cambiemos que decía: “No se necesitan argumentos, no es necesario dar explicaciones. Es tu autoridad, tu confianza, tu credibilidad, la que tus relaciones valoran para acompañarte en tu decisión. Por eso yo te invito a publicar esta foto en tus redes”. ¿Se habrá acordado también él del experimento de Milgram? 

Imponer tu autoridad, someter al otro a una violencia abyecta, lograr que te obedezcan. 

 

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Italia ¿Qué es ‘Progetto Sur’? Frente a la indiferencia de los Estados, la solidaridad de los pueblos

Hace unas semanas nos internamos en la nueva realidad italiana. Esa que no se ve pero existe. La que une pasado, actualidad y futuro. Comenzamos con una entrevista a Enrico Calamai, quien en tiempos de dictadura en Argentina fue uno de los protagonistas invisibles de una epopeya: dar refugio y salvar la vida de unos 300 argentinos a pura convicción y coraje, quien hoy es un referente de los Derechos Humanos con una pequeña organización, “Mani Rosse”, que cada jueves pintan sus manos de rojo sangre para recordar a los muertos de un mundo injusto: migrantes ahogados en el Mediterráneo, víctimas de guerras y hambrunas, aquellos ‘condenados de la tierra’ de la que nos hablaba Frantz Fanon.

Continuamos conversando con los directores de “Resistenza-Historia del exilio argentino en Roma”, quienes nos llevaron a los años de plomo, en los cuales centenares de miles de argentinos debieron huir del país con lo puesto y aún así crearon redes de solidaridad, amor y denuncia internacional en los países donde posaron sus huesos, con culpa, dolor, angustia.

El documental puso el foco en Italia y pudo realizarse gracias a la colaboración de un grupo de jóvenes italo argentinos que forman parte de una organización llamada ‘Progetto Sur’. Tirando de la punta del ovillo, llegamos a ellas, Claudia Gatti y Romina Cozzanti, referentes de la asociación, nacida después del 2001, que contactó con aquella huella creada en los años setenta-ochenta y hoy trabajan por la colaboración de dos pueblos unidos por historia y cultura. Cambian los tiempos, las formas, la política y la tecnología. Llegan las pandemias y otras calamidades desconocidas, pero aún queda la esperanza de un mundo mejor.

Aquí, la última entrevista de lo que podemos considerar una trilogía: revisitando exilios, mirando el mañana.

Este Planeta Giussani hace lo posible para entenderse con ese Planeta Tierra con la Inteligencia Artificial a flor de piel. Aún así, no lo logramos. La comunicación es entrecortada. Cuarenta minutos nos dan. Quién puede hacer algo en sólo cuarenta minutos cuando hay tanto para hablar, conocer, descubrir, pensar. Vaya, entonces, esta segunda parte con Romina, a quien dejamos sin palabras.

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Entrevistas

“El exilio dejó huella en Italia”. Entrevista a los directores de Resistenza

Después de su recorrido por Festivales, Salas y otros espacios de Italia y Argentina, “RESISTENZA (historias del exilio argentino en Roma)” está disponible desde el 13/11/25 en la plataforma OpenDDB: https://openddb.it/film/resistenzaargentina/

Un documental que explora los modos que adquirieron la sobrevivencia y la denuncia internacional durante la última dictadura militar. Más allá de la tristeza, el desarraigo y las dificultades económicas, los exiliados argentinos diseminados por el mundo tendieron redes de solidaridad y realizaron un trabajo tenaz dando a conocer las violaciones a los Derechos Humanos en Argentina. No sabían, en ese entonces, que se estaban convirtiendo en protagonistas de un movimiento que dejaría sus huellas a futuro en los países que los acogieron, gracias a una forma de lucha silenciada por el régimen pero que perduró, con amor y creatividad hasta el día de hoy.

En Italia nació una organización italo-argentina, Progetto Sud. En torno a ellos crecen, desde el pie, nuevas formas de acción en un mundo cada vez más violento y fraccionado. Ahora las murgas argentinas son un símbolo en toda manifestación por la paz y la justicia en Roma

LCV conversó con los directores del documental “Resistenza, historia del exilio argentino en Roma”, Mónica Simoncini y Omar Neri. ¿Por qué Roma? ¿Qué dificultades encontraron? ¿Cómo es trabajar como documentalista hoy? La culpa como trasfondo de estar vivo, la política no cultural de Milei y más.

Exilio revisitado por Laura Giussani constenla. Un planeta de LCV. 11 de octubre de 2025

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LCV

Planeta Giussani/ Houston, tenemos un problema

El 13 de abril de 1970, una frase entró a la historia. Creíamos que la humanidad tenía el poder de conquistar el universo todo. Naves intergalágticas surcaban el espacio. Estados Unidos ya había plantado bandera en la luna. Una nueva misión tenía al mundo en ascuas: el Apolo 13. Todo iba bien hasta que una serie de luces desconocidas y una explosión de origen ignoto obligó a la tripulación del Apolo a llamar a la base en tierra. El mensaje fue claro y conciso: “Houston, tenemos un problema”.

Desde entonces, cada vez que ocurre un imprevisto de difícil solución e incierto origen, apelamos a aquellas palabras de desesperación controlada con las que el astronauta del Apolo 13 compartió su alarma. Y sí, hoy, apelamos una vez más a ella: Houston, tenemos un problema.

Este domingo, la política argentina vio los destellos de luces jamás imaginadas y alguna explosión agitó los ánimos. Qué había pasado?

De manera inusitada, los hermanos Milei, en el peor momento de su gobierno arrasaban en casi todas las provincias, incluída la provincia de Buenos Aires, donde había sufrido una derrota aplastante pocas semanas atrás.

El desconcierto invadió a propios y extraños. Quizás pueda decirse que, de una forma u otra, salvo los Milei, perdieron todos. Y cuando digo todos, digo también la derecha. Curioso ¿no?

Desde el mes de agosto, incluso los medios ‘amigos’ del gobierno se dieron vuelta. Por primera vez se los veía a Feinman, Viale, Laje y hasta Trebucq, entrevistando de manera incisiva al presidente de la Nación. El escándalo Sapagnuolo, el 3% de Karina, las relaciones narco de Espert, eran tapa, día tras día.

Las redes estallaban con incomprobables brotes psicóticos de Milei. Hablábamos de un Plan B en marcha, mientras otros directamente mencionaban un operativo destituyente. Las elecciones intermedias parlamentarias se habían convertido en un referendum: Milei sí o no. Todos tensaron la cuerda. Blanco o negro. Milei o Kirchnerismo, representado por Cristina y su hijo.

El desdoblamiento de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires le dieron aire a Kicillof, al no ser una consulta nacional, pudo mostrar el mapa político de el bastión peronista por excelencia. Seguía siendo peronista, es más, kicillofista.

Lejos de retroceder frente a una embestida política, mediática y hasta empresaria, el gobierno fue por más. Más represión, más ajuste, más agresión contra los ejes más sensibles para la población: salud, universidad, discapacitados, jubilados. ‘Ni un paso atrás’ decía Mussolini en pleno liderazco.

Los politólogos y periodistas, encargados de ‘leer’ el mensaje de la ciudadanía, se agarraban la cabeza. La derrota era el número ganador. Hagan sus apuestas señores, quien gana y quien pierde?

Perdimos todos.

Es que había ocurrido un imprevisto, un destello de luces violetas y una explosión: Donald Trump se metía en la campaña. Prometía una salvación económica sí y sólo sí Milei ganaba las elecciones.

Lejos de autoflagelarnos con las responsabilidades de cada uno de los protagonistas, y mucho menos de pensar que de la noche a la mañana el pueblo argentino decidió apoyar la represión a los jubilados, hacer aparte las exigencias del Garraham, reirse de los discapacitados, y escupir sobre la cabeza de centenares de miles de desocupados por un plan económico que detruye la industria junto con el Estado, esta vez, yo prefiero no creer. Prefiero no creer que se fascistizó el electorado de tal modo. Así que busco otras razones.

¿Y si el voto hubiera sido más sensato de lo que pensamos? Qué había enfrente a Milei. Si perdía, caía el gobierno, eso era lo que todos esperábamos con cierta euforia. Y si caía el gobierno ¿qué pasaba?

Posiblemente el electorado pensó: Houston, estamos en problemas.

Y aquí entra el factor Trump. Aceptar el manotazo de ahogado de Trump quizás era lo más pragmático porque si no era eso ¿qué? Sólo se veían dos opciones y ambas significaban ‘volver’. Al peronismo o al macrismo.  Por si no hubiera quedado claro con la victoria de un personaje indefinible, nadie quiere volver a sentir el hastío de los mismos discursos vacíos. Quizás la sociedad está pidiendo a gritos dar vuelta la historia, no volver sino ir.

Una vez más, invito a nuestros lectores y oyentes a pensar que no vivimos en un mundo aparte. Y el mundo, lamentablemente, hoy tiene como protagonista a otro esperpento al que todos hacen reverencia, cruza fronteras, se adjudica paces incomprobables, extorsiona con los impuestos a países de distinta índole. No queremos reyes, pero tenemos un emperador cuyo parecido con American Dad, es preocupante.

Por más que nos dediquemos a analizar de manera pormenorizada los errores de cada partido, partidazo o partiducho, lo que pasa en Argentina no es ajeno a lo que pasa en el mundo. Quizás Milei entendió eso y anda viajando de acá para allá, sembrando su demencial teoría anarcocapitalista en tiempos de tierra fértil.

Parace antiguo, pero la solución quizás no es sólo nacional. Que avance el internacionalismo, pues. Porque más allá de consignas perimidas como “Patria sí, Colonia no” o recordar “Braden o Perón”, el mundo entero está sufriendo un terremoto económico y moral. Las Colonias ahora son ‘países aliados’ y el entramado económico crea fronteras tan volátiles que resulta imposible analizar con la rigidez a la que estábamos acostumbrados.

No somos el peor país del mundo, son tiempos de una humanidad que ya no puede llamarse humana. Bombas, drones, hackers, ataques cibernéticos, enemigos más virtuales que reales.

Por eso, LCV también anda relojeando lo que pasa aquí y allá. Y, por ahora, parece que nadie se salva solo, tampoco a nivel internacional. Ningún país podrá enfrentar las fuerzas de este post capitalismo cínico y voraz.

Si volvemos al chiquitaje interno, y sí, el baile de Cristina en el balcón al conocerse que perdió el peronismo en la provincia de Buenos Aires fue lo más parecido a la quema del cajón de Herminio Iglesias. Pero no son Cristina ni Kiciloff el problema. Ni la izquierda ni los tibios ni los progres nisiquiera la derecha de buena o mala fé. Levantemos la mirada para ver lo que pasa a nuestro alrededor. Dejemos de acusarnos y empecemos a construir, y a coordinar con quienes están sufriendo tanto o más que nosotros.

Son tiemos difíciles, para todos, sobre todo para los que todavía tienen algo que perder. Esa clase media apedreada que se niega a bajar al séptimo círculo del infierno. Pero hay medio país que sabe que es difícil bajar otro peldaño. No son necesariamente gorilas, ni idiotas, ni todos los epítetos que se les ha endilgado en estos días. Muchos desposeídos  apostaron a los hermanitos medio locos. Quizás por empatía. Hartos de ver tantos políticos racionales y nobles que los han llevado a la ruina.

Sigamos pensando y construyendo una sociedad más justa, desde abajo, simplemente como personas, aprendamos a escucharnos, dejemos atrás ese fugaz poder que puede dar una diputación o una secretaría.

Entre tanto, la vieja política tiembla. Cuando pase el temblor ojalá que nos encuentre más fuertes, libres, sinceros. Quizás desorganizados, quizás no unidos, pero dispuestos a llevar adelante las luchas en las que muchos estamos desde hace tiempo y sentimos que son robadas por representantes que no nos representan. La unidad no es todo en la vida. Seamos miles de luces, miles. Miles de fogatas, miles. Ya nos encontraremos de manera natural en un momento histórico en el que valga la pena escucharnos sin insultarnos.

Columna de Laura Giussani Constenla, emitida en La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, el 27 de octubre de 2025.

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