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La V Columna | La familia Ingalls

¿Hola, cómo va todo por ahí? Yo aquí estoy, en la costa oeste del Uruguay, esotérico lugar al que vienen a parar los principales ríos del sur de América (como si la tierra estuviera inclinada y trajera todo el agua hacia un mismo punto). Es el nacimiento del Delta. Unas emotivas vacaciones en el sitio en el que viví una época dorada con mi familia, rodeada de verde, bosques, praderas repletas de flores silvestres, lagunas, y pájaros a granel. En una hermosa casita que alguna vez construimos y donde se criaron nuestros hijos. Tiempos en los que parecíamos algo así como la familia Ingalls.
¿Quién no se emocionaba con la Familia Ingalls? Creo que todos, incluso los jóvenes, tienen a los Ingalls como una referencia infantil, el sueño del mundo perfecto. Con conflictos pueblerinos de los que siempre se salía con valores supremos: el trabajo y el amor. Y en el caso de los Ingalls, la fe en Dios y en un mundo construido a fuerza de voluntad que sería siempre mucho mejor. Más edulcorado, imposible, pero difícil no caer en la tentación de imaginar que la vida puede ser perfecta.
En este símil paraíso, me sacudió una noticia aparecida en el diario: parece que la muerte de Michael Landon, el padre héroe de los Ingalls, pudo estar relacionada justamente con esa serie icónica. Landon murió el 1991 a los 54 años, por un cáncer fulminante de páncreas. ¿Qué relación podría tener con algo que filmó entre 1974 y 1983?
Resulta que allí donde se levantaba la Pequeña Casa de las Praderas, quedaba en un paraje llamado Simi Valley, en California. Los productores de la NBC no dudaron: era el escenario perfecto para su historia. Y lo fue: la serie fue un éxito rotundo en el mundo entero.
Hubo muchos chismes y habladurías acerca de lo que sucedía en el set de la familia ideal, que Landon era un alcoholico irredento, había una promiscuidad que incluía triángulos amorosos, hasta la posible explotación infantil que hizo que el personaje de la niña Carrie tuviera como actrices a dos hermanas gemelas para poder repartir el horario de filmación, y otras cuestiones que desmerecían el objetivo moralizador de sus hacedores.
En fin, cosas que pasan en el mundo del espectáculo. Pero lo realmente increíble es que muchos años después se supo que Simi Valey, es decir, el set de filmación, quedaba a pocos kilómetros del Laboratorio de Campo de Santa Susana, donde se experimentaba con energía nuclear para el lanzamiento de cohetes, misiles o energía comercial, que en 1959 sufrió un accidente que provocó un desastre nuclear con consecuencias imprevisibles.
Campo Santa Susana se llamaba la central nuclear en cuestión. De puro curiosa, se me dio por buscar quién era la tal Santa, y descubro que se trató de una mujer, romana, nacida en el año 280 después de cristo, que fue decapitada por negarse a ofrecer sacrificios al Dios Júpiter. Definitivamente, el laboratorio estaba mal aspectado.
Poco se supo en es ese momento del accidente. Los cierto es que durante 14 días se expulsó material radioactivo al aire libre. La única información disponible es que se liberó plutonio y estroncio. Según el Departamento de Control de Sustancias Tóxicas de California, el 26 de julio de 1959 allí se produjo un “colapso parcial de un reactor nuclear”. En ese tiempo no se usaba cúpula de contención en este tipo de plantas, por lo cual el material radiactivo quedó expuesto directamente al aire libre.
Es decir, durante nueve años respiraron el aire contaminado del laboratorio Santa Susana que quedaba a a solo 15 millas de la Pequeña casa de las Pradera. Pasaron muchos años hasta que los científicos descubrieron que allí había ocurrido el peor desastre radiactivo en la historia de Estados Unidos, que según sus habitantes provocó una epidemia de cáncer en la zona. Y exigieron una investigación. De acuerdo con el patólogo forense doctor Michael Hunter, “los estudios concluyeron que la contaminación ambiental fue responsable de hasta 2.000 muertes relacionadas con el cáncer y condujo a un aumento del 60 por ciento en cánceres como pulmón, vejiga, riñón, hígado, sangre, ganglios linfáticos, vías digestivas superiores, entre otros”.
Con respecto al caso de Landon, Hunter se mostró precavido: “A pesar de los estudios científicos que relacionan la proximidad al sitio con tasas elevadas de cáncer, no hay evidencia científica que sugiera que el cáncer de páncreas de Michael fue causado por trabajar tan cerca del área contaminada. Aunque no puedo descartarlo por completo, podría relacionado con otra causa”.
Michel Landon no fue el único en sufrir la enfermedad. De los participantes de la serie, Victor French falleció debido a un cáncer al pulmón; Kevin Hagen y Merlín Olsen no superaron el cáncer de esófago; Charlotte Stewart -la maestra Miss Beadle- tuvo suerte y consiguió curarse de un cáncer de mama.
El reactor nuclear suspendió por el momento su producción ante una avalancha de protesta. Su dueño actual es la empresa Boeing. No solo estaba cerca de la familia Ingalls: quedaba apenas a 20 kilómetros de Hollywood.
Según la información están en pleno trabajo de ‘limpieza del aire contaminado’; cómo se hará eso, no lo sé. Lo que sí es seguro es que el resultado de la investigación será siempre que no hay evidencia científica que sugiera que los casos de cáncer tengan relación con el accidente nuclear. Porque nunca hay evidencia. Porque nadie sabe o todos se hacen los sotas.
Empecé contándoles que alguna vez vivimos al estilo Ingalls, sin moralina pero con el mismo paisaje, un desafío parecido y nuestra familia hermosa. ¿Por qué lo abandonamos? Porque llegó la soja y el glifosato, la papelera y el azufre, mineras a punto de instalarse. Ríos y lagunas se tiñeron de verde. Los peces empezaron a escasear. Y el cáncer era cosa común en el pueblo. Pero claro, no había evidencia científica entre la relación de una cosa y otra.
De lo único que hay evidencia inapelable es que el cigarrillo provoca cáncer. Te señalan con el dedo cuando estás con un pucho en la boca. Solo el cigarrillo hace mal. Del resto, quién sabe. Puede ser una combinación de factores: al final nunca sabremos si es causado por la energía nuclear, los pesticidas, las mineras, o los deshechos industriales. O todo eso. A nadie se le ocurre prohibirlo. Haría falta un gran cartel, como el de los cigarrillos que diga: vivir en un mundo de consumo capitalista provoca cáncer.
En fin, todo empezó con la familia Ingalls y terminó en un descalabro. Y como de moralina hablábamos, termino con moraleja: nada es lo que parece.

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Anarquistas del mundo, uníos!, por Laura Giussani Constenla

Años atrás, solía recorrer la calle de tierra frente a mi casa un vecino que vendía pan y huevos. Andaba con su bicicleta y un canasto ganándose el peso. Solíamos charlar sobre la vida y el mundo. Sus humores políticos eran cambiantes. Una mañana, se detuvo en la puerta y bufó: “Hoy me desperté con el tal comunismo”, para lanzarse a insultar las políticas del gobierno blanco en Uruguay. La frase quedó grabada en la familia.
Bueno, hoy, yo me levanté ‘con el tal anarquismo’. Cómo podemos permitir que el esperpento que tenemos como presidente apele al anarquismo para definir sus políticas ultraconservadoras. Basa su caracterización en una ferrea voluntad de destruir el Estado por dentro. Con un discurso que rompe toda lógica, nos roba hermosas palabras desarmando un rompecabezas histórico y social que tanto nos costó construir. Patea el tablero con el único fin de descolocarnos y paralizarnos.
Es verdad que el anarquismo era crítico al Estado, pero los motivos de la crítica eran bastante distintos, consideraban que esa forma organizativa de la sociedad nacía con el capitalismo y tenía como único fin perpetuar una situación de injusticias, opresión e inequidad. Intentaremos desmontar una de las principales falacias de Milei y sus acólitos.
La definición de Estado es tener el monopolio de la fuerza dentro de un territorio
¿De qué hablamos cuando hablamos de Estado? Según todos los diccionarios y estudiosos, el Estado es un tipo de organización política que tiene como principal característica, como base fundacional, el monopolio del uso de la fuerza dentro de un territorio. Ese es el pilar sobre el que se construye una estructura rígida administrativa y burocrática para hacer cumplir las leyes autoimpuestas.
Puede tener distintas formas de gobierno: autoritario, democrático, socialista, monarquico, peronista, comunista, etc. Las características de cada Estado dependerá de su Constitución o de lo que se dio en llamar un Contrato Social. ¿Quiénes firmaron ese contrato? Yo señor? No señor. Pues entonces quien firmó? Sin duda los ganadores de alguna guerra, los poderosos de la tierra, que establecieron las condiciones. Puestos por ellos los límites, sólo resta defenderlos con el uso de la violencia de las armas frente a cualquiera que viole los principios sobre los cuales se armó esa arquitectura política.
Sin aburrir con definiciones sociológicas, citaré solo una, la de Max Weber quien en 1919 define al Estado moderno como una «asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio”. Y va más allá, es “el monopolio de la violencia legítima como medio de dominación y que, con este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de sus dirigentes y ha expropiado a todos los seres humanos que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas».
Los anarquistas, es cierto, tenían como punto focal anular esa forma política organizativa a través de diversas propuestas que iban de Proudhon a Bakunin o Kropotkin, quienes con variantes apuntaban a acabar con un sistema de clases sociales en donde el fetiche de la propiedad privada debía ser destruida por ser la causa de las injusticias, tanto sociales como políticas. Los anarquistas abogaban por colectivizar los medios de producción a través de gestinones obreras, con una organización política descentralizada y comunitaria.
Una cosa es dinamitar el Estado para los anarquistas y otra muy diferente hacerlo para los capitalistas
El Estado, como cualquier otro producto de la sociedad, la cultura, es decir, como cualquier otro invento de organización social de la humanidad, es discutible. Pero una cosa es dinamitar el Estado para los anarquistas y otra muy diferente, hacerlo para los capitalistas.
Si, en definitiva, el Estado consiste, fundamentalmente, en “el monopolio de la fuerza”, cualquier libertario lo primero que debería combatir para acabar con él sería aniquilar el sistema de seguridad. Pero no. De todas las burocracias estatales, las únicas que cobra fuerza en el gobierno ‘libertario’ son la policía y los militares, además de los sistemas de inteligencia. La represión avanza. ¿Eso nos hará más libres o más dominados?
Posiblemente este Topo dentro del Estado quiere arrasar con todo, sin embargo, en lugar de dejar a las Fuerzas del Cielo el orden de las cosas, el único presupuesto que aumenta sin problemas es el de las Fuerzas de Seguridad, bien terrenales, ellas.
En lugar de dejar a las Fuerzas del Cielo el orden de las cosas, el único presupuesto que aumenta es el de las fuerzas de seguridad. El pilar del Estado.
La libertad, para estos libertarios del siglo XXI, es la sublimación de la propiedad privada, pagar menos impuestos, poder comprar cosas baratas importadas. Todo lo que una persona supuestamente decente, debe tener. Claro que hay un 50% de la población que carece no sólo de alguna propiedad sino de lo más básico, dinero para alimentarse y vestirse. En su simplismo teórico, Milei considera que los que no tuvieron nada hasta ahora, o lo perdieron, “por algo será”: tontos, inútiles, delincuentes, drogadictos, buenos para nada. Gente que no pudo crecer, siguiendo las claras reglas del capitalismo (entre las principales: pisarle la cabeza al de al lado).
Nos encontramos en una situación curiosa. Así como los anarquistas debieron huir de los regímenes comunistas porque no desbarataron ese monopolio de la fuerza, por el contrario, avalaron la Dictadura del Proletariado, Milei da la sensación de seguir un camino similar, llegar al ‘no Estado’ soñado a través de una dictadura del capitalismo. El topo dentro del Estado elegirá destruirlo cuando no haya oposición alguna.
Claro que el capitalismo también tiene sus matices. En tiempos de antagonismo entre capitalismo y socialismo, allá por los años 40, Perón inventó el término de la Tercera Posición, que consistía en un Estado Capitalista con Justicia Social. Quien debía garantizar esa igualdad de oportunidades, en este caso, era también el Estado. Podemos discutir si esto es posible o si hiere los cimientos mismos del Capitalismo que tiene como ídolo americano al Self made Man. El hombre que se hace solo.
Hacia allí también dispara sus dardos venenosos el supuesto anarcocapitalismo. “Hay algo más aberrante que la justicia social”? Suele preguntarse el presidente. El capitalismo debe presentarse en su versión más pura: nada debe interferir en el destino de los hombres. El Estado menos que menos.
Perón llegó a apagar el incendio de una lucha de clases desatada y comprendió que el Estado debía ser arbitro y garantizar un equilibrio social
Del Estado sólo le gusta mantener el monopolio de la fuerza. Nuestro titán antiestado, el guardián de la Libertad, quiere volver a un momento previo, a nuestros orígenes como país capitalista, cuando nadie podía conquistar derechos sin recibir balas a cambio. Y aún así, los conquistaron. Fueron, sobre todo, los anarquistas y socialistas de principios del novecientos. Luego, Perón llegó a tratar de apagar el incendio provocado por esa guerra de clases y entendió que el Estado debía ser arbitro y garantizar un equilibrio social en el que los trabajadores no perdieran, al menos, la dignidad.
Nuestro autopercibido León, nuestro Rey de la Selva, quiere volver, como es lógico, a la ley de la selva. Sin atenuantes, que sobreviva el mejor, siguiendo cierto darwinismo social. Está claro que el mejor será siempre el dueño de los medios de producción, quien es el que maneja, de manera eficaz, el monopolio de la fuerza del Estado.
Confieso que a mí el Estado, tal como lo conocemos, como una organización armada que apunta contra el pueblo y se apoya en una burocracia política que no nos representa, tampoco me gusta. Pero por motivos totalmente contrarios a los que expone Milei y su supuesto anarquismo libertario.
Y, mientras el Estado exista, prefiero, obvio un Estado arbitral, que garantice al menos la vida, la salud, la educación, la dignidad de los desposeídos de la tierra. Esa parece haber sido la razón de ser de la continuidad del peronismo como movimiento siempre vivo. Siempre atento a dar algunos derechos a ‘los pobres’. No en destruir a los ricos y de ese modo acabar con la pobreza. Entonces sí seríamos libres.
Cansada de los engañapichangas semáticos, pido, al menos, que las palabras recobren su valor. No nos dejemos robar más significados, quedaremos huérfanos de ideas.
A mis queridos libertarios, los verdaderos, les digo: Anarquistas del mundo Uníos. Combatan a este impostor. Si de retroceder dos siglos se trata, me meto en el túnel del tiempo y me uno a ellos, con sus hermosos himnos cargados de fuerza y emoción.
Hasta la próxima, y salú!
Editorial Nora
La Columna Vertebral y los Martin Fierro

Miguel Ángel González, reconocido estilista teatral de MB Salón, fue premiado con el Martín Fierro al mejor trabajo en estilismo, maquillaje y caracterización por su labor en Kinky Boots, una obra que brilló tanto en Buenos Aires como en el exterior. Conversamos con él a pocos minutos de subir al escenario del Teatro Astral, donde se encontraba presentando Personas, lugares y cosas. A través de esta charla con LCV, descubrimos no solo la emoción del reconocimiento, sino también el minucioso proceso de creación detrás del estilismo teatral, una pieza clave en la construcción de personajes y universos escénicos.
LCV: “Ahí estás así como a mil y nosotros acá en el medio estamos tratando de mostrarle a la gente… porque viste que se dan los Martín Fierro a los actores y todo eso está bien, está maravilloso y a todos nos gusta porque es lo visible, pero lo tuyo es el trabajo que todos admiramos pero que no conocemos quiénes son sus autores. Por lo tanto, yo felicito terriblemente que haya este Martín Fierro al estilismo, la creatividad y el maquillaje. Contanos por qué obra fue, eh… y nada, ¿qué sentiste? ¿Qué te pasó cuando dijeron que te ternaban y qué te pasó cuando te dijeron que eras vos?”
Miguel Ángel González: “Mirá, cuando te ternan, ya el hecho de estar ternado y que estén observando tu trabajo es algo hermoso. Y decís: ‘Bueno, me están mirando, están viendo nuestro trabajo’. Creo que todo artista trabaja… no sé si todo artista trabaja para que lo vean, sino que lo hace desde el amor y desde adentro. Entonces me pareció moderna, me pareció generosa de parte de APTRA porque es la primera vez que se hace… los premios Martín Fierro, y sobre todo de teatro, ¿no? Como contabas al principio, de teatro. Entonces es como sentirlo desde el amor y decir: ‘Bueno, a ver, podemos ganarlo, sí. Podemos ser ternados nada más, sí, también’. Entonces bueno, vamos con esto. Fue muy emocionante. Y la familia MB estaba muy expectante, y estaba muy atenta a todo lo que ocurría.”
LCV: “Ay, me imagino… tus chicas del salón, ¿estaban todas juntas mirándolo?”
Miguel Ángel González: “Cada una en su casa, pero cruzando los deditos ahí, estando conectadas en el chat que tenemos del grupo. Estaban todas atentas.”
LCV: “No sabés… yo casi me infarto, te quiero decir, porque lo puse de curiosa, porque soy muy teatrera, vos lo sabés. Y entonces quería ver, a ver… ¿sabés que la mayor parte de las obras que fueron premiadas las vi? Menos, tengo que reconocer, Tootsie y Kinky Boots, pero bueno, no puedo estar en todo. Y entonces de repente te miro y digo: ‘Ese es Miguel Ángel’. Y después… ¡ay, primero es Miguel Ángel y se lo ganó! Porque además puse el Martín Fierro cuando ganaste vos. O sea, fue ahí, en ese momento. Fue en ese preciso momento. Maravilloso. ¿Qué sentiste?”
Miguel Ángel González: “Sentí mucha emoción, sentí mucha gratificación y, sobre todo, por mis colegas y por la gente que trabaja con nosotros, porque teníamos un equipo hermoso en Kinky Boots. El maquillador Nazareno Matías, Noe Viaucci, quien les habla, González Miguel… Estábamos siempre trabajando juntos en todo. Y lo que pasó con esto es que hicimos todos los diseños de… bueno, Buenos Aires, por supuesto, dos temporadas, Mar del Plata, Villa Carlos Paz y España. Así que bueno, nuestros diseños fueron premiados porque esto se utilizó para que Kinky Boots sea y se expanda.”
LCV: “¿Tenés un minuto más para explicarle a nuestra gente? Igual, cuando ya esté esto mejor y vos puedas venir acá al piso, yo quiero que me hables del trabajo del estilista teatral. Pero ahora un poquito, aunque sea, contanos cómo es el proceso de creación. ¿Vos leés la obra, te consustanciás con los personajes, elegís qué personajes hacés vos, o eso lo elige el director? ¿Cómo se diseña el trabajo?”
Miguel Ángel González: “Mirá, al principio se presenta la obra, se aceptan… están todos los creativos. Somos muy importantes dentro del circuito creativo de las obras de teatro. El estilismo tiene que ver con eso. Están todas las áreas, ¿no? Está el vestuarista, está el maquillador, está el iluminador, el guionista. Nos reunimos y cada uno tiene un papel importante dentro del circuito creativo. Nosotros, cuando tomamos la obra —sobre todo la empresa MB Salón— se sienta, diagrama, lee la obra, se especializa en cada personaje y define desde dónde lo queremos encarar. Y en base a eso proponemos nuestros estilos. Y también estamos trabajando en conjunto, mutuamente, con el maquillador. Digo esto para que se entienda: si el estilista hace una peluca rosa, el maquillaje tiene más de rosa, y viceversa.”
LCV: “Claro. Sobre todo en cosas como esto, ¿no? La comedia musical, o cosas tan trabajadas como un Kinky Boots o un Tootsie.”
Miguel Ángel González: “Sí. En este caso tan particular, nosotros hicimos que los hombres parezcan mujeres sobre el escenario. Y eso hay que transformarlo, y tiene que ver con el drag, y tiene que ver con que cada uno saca la mejor faceta de cada actor para que eso sea su personaje.”
LCV: “Además, ¡qué hombres! Porque, ¿quién era el protagónico de Kinky?”
Miguel Ángel González: “El protagónico de Kinky, en las dos temporadas que hicimos en Buenos Aires, fue Martín Bossi.”
LCV: “Claro, y después los otros drags que son bailatines muy reconocidos…”
Miguel Ángel González: “Sí, sí: Ibarra… ahora no se me vienen muchos nombres. Mariano Magnífico, Matías Villa…”
LCV: “¿Villalba, no?”
Miguel Ángel González: “Sí, un elenco impresionante. Muy premiado. Matías…”
LCV: “¿Y después vos hacés una presentación de bosquejo o la presentación ya es sobre tema físico, no?”
Miguel Ángel González: “No, sobre el tema físico. Sobre el tema del bosquejo al principio, para contar lo que nosotros pensamos y entendimos de la obra. Y en base a eso, tenemos al director que nos va guiando y va ayudando: sí o no.”
LCV: “Es maravilloso, te digo, el trabajo. No te quiero tomar más tiempo porque sé que estás contra reloj. Más allá de las y cuarto no te podías, y ya son 16. Ahora le digo a la gente: el placer inmenso que yo tengo en que se haya premiado… toda la gente que estuvo premiada ahí es gente trabajadora. El trabajador del teatro es un circuito de trabajo, es una industria. Digo, todo. Pero cuando vos sos una señora común, periodista, que va y se corta el pelo y le hace el color él, y te lo piensa para vos y toda esta historia que hace él… Y uno, cuando está mientras se está secando el pelo, lo ve a él maniobrar con esas cosas rosas, celestes… todo el tiempo creando todo.”
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La cultura de la crueldad o la infantilización de la política, por Laura Giussani Constenla

Todavía en estado de shock por el discurso de Milei en el encuentro de La libertad Avanza en La Plata. Ojalá que no nos acostumbremos, mantengamos un estado de perplejidad ante cada acto de deshumanización de la política. La semana pasada, dijo el presidente ante una multitud que lo vitoreaba: “¿La crueldad? Sí, soy cruel, ´kukas´ inmundos, sí soy cruel con ustedes, con los gastadores, con los empleados públicos, con los estatistas, con los que les rompen el culo (sic) a los argentinos de bien”.
Más allá de lo increíble que resulta un presidente confesando que odia a sus empleados (que no son Gasalla, son los que mantienen en pie al país con hospitales, escuelas, bibliotecas, organismos dedicados a mejorar la calidad de vida de sus hermanos), al tiempo que considera que hay “argentinos de bien” a quienes le rompieron el culo.
La ambigüedad de la frase provoca una reacción curiosa que quizás explique la popularidad de semejante personaje. Todos o casi todos los argentinos podrían sentirse identificados con “esos a los que le rompieron el culo”. Por motivos totalmente diferentes, a todos nos rompieron un poco el culo: por pobres o pequeños empresarios, por homosexuales o por mujeres, siempre por estatales -porque si a alguien le rompieron el culo en las últimas décadas fue a los profesionales del Estado, incluída la década ganada de Cristina, en la que no pudieron ganar su derecho a un sueldo digno y en blanco, por no meterme en temas más inquietantes-.

Hubo tanta sobreactuación del Bien, que finalmente El Mal está resultando seductor.
Además, ese temita de “los argentinos de bien” me recuerda a la consigna de la dictadura: Los Argentinos somos Derechos y Humanos. Medio país llevaba en su coche o repetía la consigna con orgullo: Somos Derechos y Humanos. Los militares se sentían guardianes del ‘bien’ y la ‘democracia’. Todos los golpes militares se hicieron en nombre de los ‘altos valores democráticos’. Su lucha por la supuesta democracia fue tan feroz que no dudó en matar, torturar, descuartizar, tirar gente viva al río, robar bebés, anular toda expresión popular a través del terror del Estado, y enriquecerse y robar, mientras se arrodillaban frente a poderosos y llevaban adelante un plan económico de endeudamiento y destrucción de los pilares de la industria nacional, entregando un país hambreado en solo siete años de gobierno.
Hubo algo más cruel que la dictadura militar del 76 al 83? Difícil de imaginar.
Sin embargo, Videla murió creyendo en la ingratitud del pueblo: los militares, creyeron que habían triunfado -y habían triunfado, al menos los otros/nosotros habíamos sufrido una derrota que nos quebró el alma- Ya sea por Malvinas o porque el imperio andaba rondando otras playas, los milicos le abrían las puertas a la democracia. Se creyeron impunes, héroes de la Patria: ‘Atrás, comunistas, atrás. Adios subversión trostskysta o peronista. Aquí le devolvemos la bandera argentina planchadita, planchadita, planchadita’.
Cómo hicieron Videla, Massera y Agosti, junto a sus conmilitones, para lograr semejante victoria? Transformaron en fieras feroces a sus tropas. Las cebaron con ideología nazi -se sabe, solo así se recupera la democracia, dirían en sus elegantes reuniones, sembradas de whisky o champaña, y muejeres de todo tipo, señoras elegantes o bataclanas, que admiraban el poder de los hacedores de la ‘paz’-.
(cualquier referencia a Trump que salta de guerra en guerra, tira misiles aquí o allá, para tener un mundo en paz, según sus dichos, es pura casualidad.)
Más allá de haber convertido en monstruos a sus tropas y a buena parte de la sociedad argentina, todavía se escudaban en algo humano: disfrazar su ferocidad en “lucha por un bien común”: La Patria, La Democracia, La Soberanía o Dios. Grandes palabras que sirvieron como cohartada de la masacre. Todavía, a décadas de distancia y juicios y condenas, mantienen un discurso monolítico, hasta los arrepentidos: “Lo hacíamos contra un mal mayor”.
Parecía imposible, pero quizás Milei sea aún peor que los dictadores. Es aún más cruel que cualquier animal, un león que destroza un venado no es cruel porque no tiene conciencia de su acto, se supone que un ser humano sí. Sabe lo que hace y dice, también sus consecuencias. En ese discurso que quedará en los anales del mal, agregó:

“Entonces, mientras las ratas inmundas y sus compañeritos de trabajo, mis excompañeritos de trabajo (los diputados) quieran reventarnos el resultado fiscal con políticas demagógicas, lo que no se dan cuenta es que podrán retrasar un poco el ritmo al que nos expandimos porque nos hace subir el riesgo país, pero la gente los va a castigar en las urnas. La gente entendió que ajustar al fisco es devolver el dinero a la gente, y la gente está mejor.”
He aquí la banalización del bien y del mal. Ya no es un mundo libre, justo, soberano, en un país feliz sin discriminación, en donde todos podamos comer y vivir y gozar y desear con total libertad como soñaban los revolucionarios de antes; y tampoco un país que se arrodille ante un Dios sin humanidad, la Patria o lo que fuera, como decían los militares y derechas de cualquier ralea.
En los setenta todavía no habíamos conocido la cara oculta del neoliberalismo. Hoy lo dicen a boca de jarro, nuestros valores no son la democracia, ni la revolución socialista, ni un país feliz, tampoco Dios, la Patria o el Hogar. Nuestra fe y nuestra vida misma la ponemos para lograr el valor supremo del “equilibrio fiscal”.

Entramos en tiempos de sinceridad al palo. He conocido utopías más tentadoras que el ‘equilibrio fiscal’.
Milei, en suma, piensa algo así como: “Sí, soy cruel, me encantaría matarte como a una cucaracha, lástima que no puedo porque vivimos en una democracia de mierda ¿A quién me gustaría matar como cucarachas? A todos los estatales, que no me rompan las pelotas esos maestros, docentes, cineastas, charlatanes que nada producen. Ni qué hablar de los kukas planeros. Nosotros trabajamos para los argentinos de bien que deben soportar a esos hincha pelotas que no nos dejan vivir. Dicen que son personas esos obreros que protestan, esos zurditos que pretenden distribución del ingreso, pero no, son cucarachas y yo soy un León. ¿dónde estudiaron economía, a vos te hablo Kichi, lo único que debemos venerar son los números, el riesgo país, el valor del dólar, y el equilibrio fiscal ¿qué economista sos? Si para eso deben morir 30 0 300.000 personas es un precio razonable para ser un país en serio, inserto en la comunidad internacional.”

Lamentablemente, vivimos en tiempos en los que la peor cara del mal avanza en todo el planeta. Tan es así que Henry A. Giroux, Teórico fundador de la pedagogía crítica y director del Centro para la Investigación del Interés Público de la Universidad McMaster (Hamilton, Ontario, Canadá), lleva años tratando de entender lo que él llama la “cultura de la crueldad“. Así explicaba la situación en una entrevista brindada a la BBC:
“La cultura de la crueldad es un principio central, una forma de hacer política que se nutre de odio y de intolerancia. Y no es casual ni es un rasgo de la personalidad. Lo que estamos viendo ahora es una fusión de crueldad y política de maneras nunca antes vistas y celebradas, una crueldad que emerge en el día a día.
No puedes tener una democracia, ni siquiera una débil, sin un público informado.
Y lo que la derecha ha aprendido es que, si se controlan los medios de comunicación y de educación, no hacen falta ejércitos. Lo que se necesita son modos potentes de persuasión y el control de los sistemas de información.
Ahora, con las redes sociales, estamos en un periodo muy difícil en lo referente a ser crítico y hacer que el poder rinda cuentas.
Y todos los elementos del fascismo que vemos surgir en Hungría, en Argentina, en Italia no son nuevos, pero se están sucediendo a una escala que me parece casi inédita.”
Así las cosas, la responsabilidad de los periodistas, comunicadores y docentes, es aún más grande: todo empieza con la desinformación y la anticultura.
Con la deshumanización que significa echar cenizas sobre las líneas que dividen el bien y el mal, lo bello de lo horrible, la verdad de la mentira. La historia convertida en fábula, con Leones, perros, ratas y cucarachas. La infantilización de la política.
Ojalá volvamos a tener valores humanos. Aunque a veces el ser humano puede ser terriblemente cruel.


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