Victoria Basualdo, coordinadora de la “Unidad especial de investigación sobre delitos de lesa humanidad cometidos con motivación económica” en la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación e investigadora del CONICET y del Área de Economía y Tecnología de FLACSO, analizó el accionar empresario durante la dictadura y explicó por qué hay que hablar de responsabilidad y no solo complicidad.
LCV: Me gustaría que hicieras una caracterización acerca de la responsabilidad empresaria en la desaparición de los sindicalistas en la pasada Dictadura Militar.
–¿Por qué hablamos de responsabilidad empresarial? Porque la palabra complicidad restringe a un papel secundario a estos empresarios que tienen una participación directa en la represión. No estamos hablando acá de provisión de cuadros por parte del empresariado a la dictadura, no estamos hablando de beneficios económicos, no estamos hablando de relaciones indirectas, estamos hablando de prácticas directas de vinculación de empresarios con el proceso represivo. Hay un estudio que se hizo entre el 2014 y el 2015 que se llama “Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad” que fue hecho por cuatro instituciones que probó el involucramiento empresarial en 25 casos de empresas de distintas regiones del país. En 5 de estas 25 empresas hubo centros clandestinos de detención adentro de las plantas fabriles. Entonces es este tipo de involucramiento del que estamos hablando. En estas 25 empresas hubo provisión de recursos logísticos y materiales para la represión. Es decir, financiamiento, información y vehículos. En el 90% de los casos que nosotros investigamos en el proyecto hubo secuestros en los lugares de trabajo. De esto hablamos cuando hablamos de responsabilidad empresarial. Es muy difícil de hablar de complicidad cuando en verdad sin esa información, sin esas listas de delegados a ser detenidos, sin esos vehículos, sin ese dominio sobre el territorio fabril, ese acceso al territorio de la fabrica era imposible desarrollar el proceso represivo. Entonces cuando hablamos de responsabilidad empresarial hablamos de este involucramiento que vemos como en casos como el de Ford, donde se tuvo una condena histórica en el año 2018. En los casos del Ingenio de Tucumán, como La Fronterita y Concepción, en casos de empresas yerbateras como Las Marías, en casos de empresas cementeras como Loma Negra, en casos de los astilleros y ceramistas de zona norte, justamente estamos aquí con los sobrevivientes de ese proceso; las automotrices como Fiat, Ford, Mercedes Benz. Hablamos de empresas emblemáticas que tuvieron una vinculación directa con el proceso represivo.
LCV: ¿Por qué se elige la parte más baja de la cadena sindical?
-Dos cosas respecto a esto. Efectivamente hay una invisibilización, la dinámica de clase implica muchas dificultades. Gran parte de las familias de estos obreros, obreras, delegados y delegadas quedaron en la miseria y la recuperación central fue tratar de sobrevivir. Entonces es muy difícil sacar a luz toda esta historia y dar una pelea cuando no tenés recursos ni para vivir. Una de las compañeras de Ford nos contaba que tenía un solo jean y entonces se lo tenía que poner mojado en invierno. Iba a buscar a su marido y exigir por su liberación lavándose el jean a la noche y poniéndoselo a la mañana mojado como estaba en pleno invierno. Creo que es una metáfora muy clara para ver las dificultades que todo sector social ha tenido para visibilizarlo. Incluso después cuando tenés las posibilidades para decirlo. ¿Qué beneficio vas a ganar diciendo que sos hijo o hija o mujer o marido de un desaparecido o desaparecida? ¿Cuáles son los niveles de estigmatización que tenés que soportar después de eso? Por otro lado en términos de la importancia de estos delegados y delegadas vos decís el sector más bajo, yo te diría que en el modelo sindical argentino no es el sector más bajo, es el corazón del modelo sindical argentino. La existencia de delegados y comisiones internas en nuestro modelo sindical es una bandera en América Latina. No se puede creer, yo soy especialista en estudios del trabajo, doctora en historia, hace muchos tiempo que trabajo en esto y la sorpresa de ver el nivel de organización y la presencia en los establecimientos laborales que tiene el sindicalismo argentino es impresionante. Entonces en realidad te diría que apuntaron al corazón de nuestro movimiento sindical, al lugar donde se da la verdadera disputa, el lugar donde salen los proyectos de transformación y donde salen las luchas.
“Los delincuentes de guante blanco son la verdadera casta”, por Carlos del Frade
El ex comisario de la Policía Federal Argentina, Rodolfo Fischietti, denunció que el 20 de marzo de 1975 se desató el Operativo Rocamora, apellido del entonces Ministro del Interior, contra la ciudad de Villa Constitución.
Cuatro mil integrantes de diversas patotas, embrión de los grupos de tareas, coparon la geografía del sur santafesino, secuestraron a 200 delegados y trabajadores de las fábricas Acindar, Metcon, Marathon y Vilber y comenzaron a torturarlos en el edificio del albergue de solteros de Acindar, pagados a razón de 200 dólares por día por los empresarios, entre ellos José Alfredo Martínez de Hoz, por entonces gerente general de Acindar.
Era el ADN del terrorismo de estado: delincuentes de guante blanco ordenaban y pagaban a sus cancerberos para desaparecer a una generación de jóvenes trabajadores con ideas revolucionarias, la mayoría de las 30 mil personas desaparecidas a partir del 24 de marzo de 1976, donde Martínez de Hoz fue el ministro de Economía. La decisión de los jueces federales, medio siglo después, ratifica que la decisión del verdadero poder en Argentina es consolidar la impunidad de los delincuentes de guante blanco, la verdadera y única casta que existe.
Nuestra admiración y nuestro respeto para los y las sobrevivientes, los organismos de derechos humanos y las abogadas que seguirán insistiendo para que alguna vez haya justicia contra el verdadero impulsor del genocidio: el poder económico. La historia no habla del pasado, denuncia el por qué del presente.
Canal 13 cumple 65 años: “Lo más interesante y lo más detestable”, por Claudio Korlemblit
El 1 de octubre de 1960 se inauguró Canal 13, de Buenos Aires, concesionado por un decreto muy cuestionado de 1958 del Gral Aramburu, miembro de la “revolución libertadora”, o más bien, del Golpe del 55 contra Peron. El presidente Illia decidió, poco después de asumir la presidencia, ponerle fecha de vencimiento a la concesión a los 15 años, por lo cual pasó al Estado a fines de 1973.
Durante los siguientes 15 años fue estatal, hasta que la corrupta administración menemista lo entregó al Grupo Clarín, en 1990, bajo cuya tutela lleva 35 años. En total, 65 años de vida, donde se mezcla lo más interesante y lo más detestable de la TV argentina.
A los 20 años, ni bien salí de la colimba, tuve la posibilidad de ingresar al Noticiero del mediodía, que conducía Pinky y luego Perez Loizeau, como “compaginador periodístico”. El canal estaba bajo el control férreo de la Marina, aún con Massera en la cima y sus autoridades eran el triunvirato de Agulleiro, Madariaga y Gavilán, el último a cargo de la gerencia de Noticias. La censura era total, encarnada en los propios noteros y productores que se encargaban de filtrar cualquier desajuste.
La llegada de la democracia fue un remanso, aunque básicamente siguió el mismo plantel de profesionales, mientras que los gerentes fueron elegidos entre los productores más veteranos. No hubo ninguna “razia”, más allá de los directivos que renunciaron.
Al 13 lo dirigieron Yuyo Taboada, Eduardo Metzger y un quinteto de viejos directores de cámaras. La UCR no tenía cuadros para manejar los canales, apenas Miguel Angel Merellano para ATC, cuya gestión terminó en 1985, cuando se cayó el avión que lo transportaba.
A partir de 1990, con la vil entrega de Menem, comenzó el reinado de Clarín, que ya lleva demasiado tiempo y esperamos que termine en breve, ya que la extensión que le otorgó Néstor K. a su licencia expira este año.
Un brindis por su cumpleaños y otro por la esperanza de su recuperacion para el Estado (sin fascistas).
“La guerra le quita la máscara a los que ya han elegido no ser humanos”, Silvia Salis, alcaldesa de Génova
El 12 de agosto de 1944, el ejército nazi fusiló a 560 habitantes del pequeño pueblo de Sant’ Anna de Stazzema. Familias enteras -hombres, mujeres, niños y ancianos- fueron obligadas a salir de sus casa y colocarse frente al pelotón de fusilamiento. En un nuevo aniversario de esta herida abierta, la alcaldesa de Génova fue la encargada de decir unas palabras mientras la primera ministra, Giorgia Meloni, permanecía en silencio. En su discurso, Silvia Salis, dijo lo que había que decir. “La Resistencia no es un capítulo cerrado… la Resistencia es un músculo. Y todavía lo estamos ejercitando.”
Silvia Salis, Alcaldesa de Génova
“Me llamo Silvia. Soy una ciudadana de la República de Itala. Soy hija de Génova, una ciudad que dio su vida por la Resistencia, que se liberó de la locura del nazifascismo, una ciudad que dio la vida por la Resistencia. Una ciudad medalla de oro de la Resistencia, como lo es Stazzema. Estoy aquí, en este lugar sagrado, NO para recordar. Estoy aquí para no olvidar, que no es lo mismo.
Recordar es una acción que pertenece a la mente. No olvidar también pertenece al corazón. Y hoy, con el corazón, aunque no nos demos cuenta, hacemos ruido. Quiero que este ruido se escuche hasta el valle. Porque estamos aquí para elegir. Para elegir de qué lado estar. Porque cada vez que honramos la masacre de Sant’Anna di Stazzema no hacemos un gesto formal. Tomamos posición. Miramos a la Historia a la cara y decimos: «No olvido. Resisto. Continúo el camino de quienes fueron arrebatados de sus vidas, para defender las nuestras». La memoria de la Resistencia es nuestra memoria, es la memoria de quienes lucharon para derrotar al fascismo y al nazismo. (…)
La Resistencia no es un capítulo cerrado… la Resistencia es un músculo. Y todavía lo estamos ejercitando. Dicen: «La política de hoy ya no es lo que era. Faltan ideologías». En cambio, yo digo que las ideologías sí están ahí. Y añado, afortunadamente, que no me siento como quienes, incluso hoy, minimizan la Historia. No me siento como ellos, ¿es una cuestión de ideología? Quizás, pero sobre todo, es una cuestión de humanidad. Aquí no había un mañana. Porque los ogros cerraron la puerta del tiempo a 560 seres humanos. Algunos dirán: «Pero era tiempo de guerra». Pero la guerra no justifica el horror.
La historia enseña que cuando se pisotean los derechos fundamentales no se trata de un fenómeno aislado. La barbarie se difunde, nuestro mismo ser humanos se pone en discusión.
Hoy como ayer las víctimas son inocentes, y existe todavía quien justifica la violencia contra quien no tiene ninguna culpa. La barbarie de Stazzema es la misma que está devastando otros lugares del planeta. Hoy, Bianca podría ser una mamá de Gaza o de Kiev.
La guerra les quita la máscara a quienes ya han elegido no ser humanos. Cada época tiene su propia forma de difundir la aparente verdad. Érase una vez, había balcones y plazas. Hoy, encuestas, publicaciones, hashtags, frases populistas gritadas en programas de entrevistas, quizás sin siquiera un interrogatorio. El fascismo no le teme a las armas, le teme a la cultura. Le teme a los libros. (…)