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La V Columna | Los lápices de la abuela

Desde hace unos días que me persigue una pregunta estúpida: ¿La historia debe escribirse de atrás para adelante o de adelante para atrás? Ya sé que todo tiene un principio, una acción que genera otra, una unión que provoca otra más. Entiendo lo que es un orden cronológico. Pero no estoy diciendo cómo se desarrolla la historia, pregunto cómo se escribe, se cuenta, se trata de entender. Quizás si empezamos por conocer a nuestros abuelos, y pensamos lo que pasaron sus abuelos, y así sucesivamente, es más comprensible. Muertos sobre muertos. Guerras sobre guerras. Victorias y Derrotas. Migrantes. Oasis ocasionales en este derrotero por el desierto rumbo a Itaca. Sobrevivientes.

El famoso relato. La historia es un relato, porque conocemos solo lo que escribimos sobre ella. Si la novela cuenta una historia, quizás la Historia –esa con mayúsculas- sea también una novela. Por qué no una novela negra, de suspenso, donde solo queremos saber quién es el asesino (¿qué asesino? Pues ese que quiere matar a la humanidad toda, pah, tan lejos no estamos). ¿Por dónde empieza una policial? Por lo último: mataron a alguien. Se empieza de allí, (huellas dactilares, llamados telefónicos, ADN de sangre, etc.), para ir tirando de la punta del ovillo hasta descubrir al culpable.

Así pues, para entender cómo llegamos a donde llegamos habría que preguntarle a los abuelos.
Hay un posteo muy simpático y viralizados por los sesentones, que muestra mujeres en minifaldas infartantes, con transparencias, carcajadas desbordantes y un pucho en la mano, que dice: éstas son tus abuelas. Pero no fuimos solo eso. Tus abuelas también fueron niñas militantes.
Esta semana, se conmemoró, una vez más, La Noche de los Lápices, una fecha elegida al azar, entre miles de noches de secuestros y torturas, que se convirtió en emblema de lo que fue la militancia estudiantil. Los que sobrevivimos a los años de plomo llevamos a cuestas los rostros de los carteles que ustedes levantan, pero los recordamos vivos, con gestos, risas, llantos, chistes, miedo. La muerte nos pasó al lado y se constituyó en parte de nuestro ADN social cultural y político. Todos los que tuvimos una militancia en la secundaria, en mi caso en la UES, Unión de Estudiantes Secundarios, agrupación de base que respondía a una organización armada peronista, Montoneros, pero también hubo otros miles -guevaristas, trotskystas, comunistas o simplemente activistas solidarios-, entendemos que el 16 de septiembre están hablando de nosotros. Los que sobrevivimos y estamos aca para contarlo.

Quizás todo empezó como un juego ¿cosa de chicos? No sé, yo nunca me sentí tan adulta como en esos años. Pero icen que los chicos actúan con mucha seriedad cuando juegan. Nada más serio que un juego.
(No sé si la vida es sueño, o si la vida el juego, o ambas cosas a la vez)
El mundo no nos gustaba ¿a quién le gusta el mundo? (Éramos Mafaldas. O Felipitos, Miguel, Libertad, Susanita o guille. Yo era Mafalda).
Saber que sos una sobreviviente te da cierta libertad. Al menos a mí. Vivo de yapa y lo aprovecho: pienso, digo, siento, lo que se me canta. Si para algo sirven 40 años de democracia es para matar al miedo. Bah, ese miedo clasemediero, porque ni quiero pensar en el miedo que puede sentir hoy alguno de los pibes de Ludueña, Rosario, o tantos otros barrios marginales.

Como siempre, empiezo a irme por las ramas y se me acaba al tiempo. Solo quiero agregar: yo, tu abuela, sé lo que es el miedo. Siempre sentí miedo, durante toda mi militancia. Primero era el miedo a que me peguen en una manifestación, me metan presa, y quizás me torturen en la comisaría. Eso fue durante el gobierno peronista de Isabel. Después llegó el terror. Eso es: ver un coche con tres tipos a media cuadra de tu casa y no saber si tenés que salir corriendo o seguir como si nada. Obvio, seguía como si nada, pero había cinco pasos en los que estaba esperando el tiro por la espalda. Por eso la orden era caminar a contramano (cosa que las mujeres ya teníamos incorporado para evitar el coche ése que te seguía diciendo groserías creyendo que con eso te seducía). Y lo que todes les abueles podemos recordar como miedo-terror era escuchar el ascensor y quedarse alerta para ver si paraba en tu piso. En ese caso, ya tenías un plan de fuga, por la ventana, la terraza o lo que fuera. Eso es miedo para mí, y para muchas abuelas.
¡Qué se yo, tendría tanto para contarte! Vayamos por partes.

Nunca creí mucho en la democracia. En Italia (donde terminé exiliada para salvarme de la muerte, con una culpa terrible porque otros no lo hicieron y por eso los llevamos grabados en la piel, altro que tatuajes…), bueno, mi papá solía repetir una frase de no sé quién –quizás era de él- “La democrazia, seppur di merda, va difesa”. O algo así.
Nosotros la descubrimos hace casi 40 años. Y hubo muchos momentos dramáticos: levantamientos militares de carapintadas de la obediencia debida, el asalto a la Tablada, un indulto oprobioso con privatizaciones que nos costaron el futuro. La democracia siempre estuvo en riesgo. Más aún desde que descubrimos que desde la democracia era más fácil juntar fuerzas para cambiar todo. Miles de construcciones en barrios y fábricas. Una pueblada que echó a un presidente. Crisis de todo tipo. Esto es Argentina, y esta es la historia que vamos haciendo al caminar.

No creas que hoy está pasando algo más grave que las muchas cosas que nos pasaron. Compararlo es casi blasfemo. No permitas que te hagan sentir miedo. No pienses que sos traidor si pensás distinto. Ni tonto si no militás. Que no te inventen épicas inverosímiles. Quizás no lo sabés, pero esa primavera camporista de la que tantos están orgullosos duró 20 días. Sí. Héctor J. Cámpora asumió el 25 de mayo del 73, yo tenía 12, recuerdo que me había dormido y mi madre vino a darme un beso: dormí tranquila hijita, ya no hay más presos políticos en Argentina, me dijo. Tarde, a la noche, salían en malón, de las cárceles del país muchos presos por luchar. Fue la gran medida de Cámpora.

Menos de un mes después, volvió Perón, fue la masacre de Ezeiza, y el sueño empezó a irse al diablo. Veinte días duró. A fuerza de voluntad, éramos muy chicos, creíamos que íbamos a poder vencerlos, voluntad y coraje. Pero ellos eran casi todos los partidos políticos, las Fuerzas Armadas, el sindicalismo ortodoxo y la jerarquía de la Iglesia.

Nos destrozaron, obvio. Y fue horrible porque tus muertos no vuelven. Quizás es cierto que siembran una semilla y se multiplican, pero tus ausencias son un agujero en el cuerpo.
Tiempo cumplido. Cierro. Empecé contando la historia de adelante para atrás, y hasta donde da la memoria, hubo más odio que amor. Y si vas para atrás es aún peor. Estaba viendo una película sobre la masacre al pueblo armenio. ¡Mi Dios! Quizás hasta mejor estamos. ¿No hubo paraíso y nunca lo habrá? Yo sé que la vida es sueño, y los sueños, sueños son.

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Entrevistas

“El exilio dejó huella en Italia”. Entrevista a los directores de Resistenza

Después de su recorrido por Festivales, Salas y otros espacios de Italia y Argentina, “RESISTENZA (historias del exilio argentino en Roma)” está disponible desde el 13/11/25 en la plataforma OpenDDB: https://openddb.it/film/resistenzaargentina/

Un documental que explora los modos que adquirieron la sobrevivencia y la denuncia internacional durante la última dictadura militar. Más allá de la tristeza, el desarraigo y las dificultades económicas, los exiliados argentinos diseminados por el mundo tendieron redes de solidaridad y realizaron un trabajo tenaz dando a conocer las violaciones a los Derechos Humanos en Argentina. No sabían, en ese entonces, que se estaban convirtiendo en protagonistas de un movimiento que dejaría sus huellas a futuro en los países que los acogieron, gracias a una forma de lucha silenciada por el régimen pero que perduró, con amor y creatividad hasta el día de hoy.

En Italia nació una organización italo-argentina, Progetto Sud. En torno a ellos crecen, desde el pie, nuevas formas de acción en un mundo cada vez más violento y fraccionado. Ahora las murgas argentinas son un símbolo en toda manifestación por la paz y la justicia en Roma

LCV conversó con los directores del documental “Resistenza, historia del exilio argentino en Roma”, Mónica Simoncini y Omar Neri. ¿Por qué Roma? ¿Qué dificultades encontraron? ¿Cómo es trabajar como documentalista hoy? La culpa como trasfondo de estar vivo, la política no cultural de Milei y más.

Exilio revisitado por Laura Giussani constenla. Un planeta de LCV. 11 de octubre de 2025

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Planeta Giussani/ Houston, tenemos un problema

El 13 de abril de 1970, una frase entró a la historia. Creíamos que la humanidad tenía el poder de conquistar el universo todo. Naves intergalágticas surcaban el espacio. Estados Unidos ya había plantado bandera en la luna. Una nueva misión tenía al mundo en ascuas: el Apolo 13. Todo iba bien hasta que una serie de luces desconocidas y una explosión de origen ignoto obligó a la tripulación del Apolo a llamar a la base en tierra. El mensaje fue claro y conciso: “Houston, tenemos un problema”.

Desde entonces, cada vez que ocurre un imprevisto de difícil solución e incierto origen, apelamos a aquellas palabras de desesperación controlada con las que el astronauta del Apolo 13 compartió su alarma. Y sí, hoy, apelamos una vez más a ella: Houston, tenemos un problema.

Este domingo, la política argentina vio los destellos de luces jamás imaginadas y alguna explosión agitó los ánimos. Qué había pasado?

De manera inusitada, los hermanos Milei, en el peor momento de su gobierno arrasaban en casi todas las provincias, incluída la provincia de Buenos Aires, donde había sufrido una derrota aplastante pocas semanas atrás.

El desconcierto invadió a propios y extraños. Quizás pueda decirse que, de una forma u otra, salvo los Milei, perdieron todos. Y cuando digo todos, digo también la derecha. Curioso ¿no?

Desde el mes de agosto, incluso los medios ‘amigos’ del gobierno se dieron vuelta. Por primera vez se los veía a Feinman, Viale, Laje y hasta Trebucq, entrevistando de manera incisiva al presidente de la Nación. El escándalo Sapagnuolo, el 3% de Karina, las relaciones narco de Espert, eran tapa, día tras día.

Las redes estallaban con incomprobables brotes psicóticos de Milei. Hablábamos de un Plan B en marcha, mientras otros directamente mencionaban un operativo destituyente. Las elecciones intermedias parlamentarias se habían convertido en un referendum: Milei sí o no. Todos tensaron la cuerda. Blanco o negro. Milei o Kirchnerismo, representado por Cristina y su hijo.

El desdoblamiento de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires le dieron aire a Kicillof, al no ser una consulta nacional, pudo mostrar el mapa político de el bastión peronista por excelencia. Seguía siendo peronista, es más, kicillofista.

Lejos de retroceder frente a una embestida política, mediática y hasta empresaria, el gobierno fue por más. Más represión, más ajuste, más agresión contra los ejes más sensibles para la población: salud, universidad, discapacitados, jubilados. ‘Ni un paso atrás’ decía Mussolini en pleno liderazco.

Los politólogos y periodistas, encargados de ‘leer’ el mensaje de la ciudadanía, se agarraban la cabeza. La derrota era el número ganador. Hagan sus apuestas señores, quien gana y quien pierde?

Perdimos todos.

Es que había ocurrido un imprevisto, un destello de luces violetas y una explosión: Donald Trump se metía en la campaña. Prometía una salvación económica sí y sólo sí Milei ganaba las elecciones.

Lejos de autoflagelarnos con las responsabilidades de cada uno de los protagonistas, y mucho menos de pensar que de la noche a la mañana el pueblo argentino decidió apoyar la represión a los jubilados, hacer aparte las exigencias del Garraham, reirse de los discapacitados, y escupir sobre la cabeza de centenares de miles de desocupados por un plan económico que detruye la industria junto con el Estado, esta vez, yo prefiero no creer. Prefiero no creer que se fascistizó el electorado de tal modo. Así que busco otras razones.

¿Y si el voto hubiera sido más sensato de lo que pensamos? Qué había enfrente a Milei. Si perdía, caía el gobierno, eso era lo que todos esperábamos con cierta euforia. Y si caía el gobierno ¿qué pasaba?

Posiblemente el electorado pensó: Houston, estamos en problemas.

Y aquí entra el factor Trump. Aceptar el manotazo de ahogado de Trump quizás era lo más pragmático porque si no era eso ¿qué? Sólo se veían dos opciones y ambas significaban ‘volver’. Al peronismo o al macrismo.  Por si no hubiera quedado claro con la victoria de un personaje indefinible, nadie quiere volver a sentir el hastío de los mismos discursos vacíos. Quizás la sociedad está pidiendo a gritos dar vuelta la historia, no volver sino ir.

Una vez más, invito a nuestros lectores y oyentes a pensar que no vivimos en un mundo aparte. Y el mundo, lamentablemente, hoy tiene como protagonista a otro esperpento al que todos hacen reverencia, cruza fronteras, se adjudica paces incomprobables, extorsiona con los impuestos a países de distinta índole. No queremos reyes, pero tenemos un emperador cuyo parecido con American Dad, es preocupante.

Por más que nos dediquemos a analizar de manera pormenorizada los errores de cada partido, partidazo o partiducho, lo que pasa en Argentina no es ajeno a lo que pasa en el mundo. Quizás Milei entendió eso y anda viajando de acá para allá, sembrando su demencial teoría anarcocapitalista en tiempos de tierra fértil.

Parace antiguo, pero la solución quizás no es sólo nacional. Que avance el internacionalismo, pues. Porque más allá de consignas perimidas como “Patria sí, Colonia no” o recordar “Braden o Perón”, el mundo entero está sufriendo un terremoto económico y moral. Las Colonias ahora son ‘países aliados’ y el entramado económico crea fronteras tan volátiles que resulta imposible analizar con la rigidez a la que estábamos acostumbrados.

No somos el peor país del mundo, son tiempos de una humanidad que ya no puede llamarse humana. Bombas, drones, hackers, ataques cibernéticos, enemigos más virtuales que reales.

Por eso, LCV también anda relojeando lo que pasa aquí y allá. Y, por ahora, parece que nadie se salva solo, tampoco a nivel internacional. Ningún país podrá enfrentar las fuerzas de este post capitalismo cínico y voraz.

Si volvemos al chiquitaje interno, y sí, el baile de Cristina en el balcón al conocerse que perdió el peronismo en la provincia de Buenos Aires fue lo más parecido a la quema del cajón de Herminio Iglesias. Pero no son Cristina ni Kiciloff el problema. Ni la izquierda ni los tibios ni los progres nisiquiera la derecha de buena o mala fé. Levantemos la mirada para ver lo que pasa a nuestro alrededor. Dejemos de acusarnos y empecemos a construir, y a coordinar con quienes están sufriendo tanto o más que nosotros.

Son tiemos difíciles, para todos, sobre todo para los que todavía tienen algo que perder. Esa clase media apedreada que se niega a bajar al séptimo círculo del infierno. Pero hay medio país que sabe que es difícil bajar otro peldaño. No son necesariamente gorilas, ni idiotas, ni todos los epítetos que se les ha endilgado en estos días. Muchos desposeídos  apostaron a los hermanitos medio locos. Quizás por empatía. Hartos de ver tantos políticos racionales y nobles que los han llevado a la ruina.

Sigamos pensando y construyendo una sociedad más justa, desde abajo, simplemente como personas, aprendamos a escucharnos, dejemos atrás ese fugaz poder que puede dar una diputación o una secretaría.

Entre tanto, la vieja política tiembla. Cuando pase el temblor ojalá que nos encuentre más fuertes, libres, sinceros. Quizás desorganizados, quizás no unidos, pero dispuestos a llevar adelante las luchas en las que muchos estamos desde hace tiempo y sentimos que son robadas por representantes que no nos representan. La unidad no es todo en la vida. Seamos miles de luces, miles. Miles de fogatas, miles. Ya nos encontraremos de manera natural en un momento histórico en el que valga la pena escucharnos sin insultarnos.

Columna de Laura Giussani Constenla, emitida en La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, el 27 de octubre de 2025.

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Entrevistas

Roma también tiene su ‘Ronda de los Jueves’

Un placer recibir en este Planeta Giussani a Enrico Calamai, ex diplomático que presenció dos golpes latinoamericanos desde los consulados italianos de Chile y Argentina. Una experiencia que le dejó huella.

En nuestro país fue un vicecónsul que salvó la vida de 300 argentinos comprometiéndose personalmente en darles refugio y llevarlos a Ezeiza a pesar del desacuerdo con la política oficial del gobierno de Italia. Hay quien lo llama el ‘Schlinder’ de argentino.

En el 77, fue retirado del consulado en Argentina. Luego estuvo cumpliendo sus funciones en Nepal y Afganistan, hasta su retiro prematuro. Desde entonces es un activista por los derechos humanos, autor de dos libros “Faremo l’America” y “Niente Asilo Político”, editados por Editori Riuniti y Feltrinelli. Le damos la bienvenida a nuestro Planeta a Enrico Calamai.

Muchos de ustedes lo conocerán por el hermoso documental La Resistenza, que testimonia la labor de los exiliados argentinos en Roma. Si no lo vieron, no se lo pierdan. Conmovedor. Pero hoy queríamos hablar con Calamai sobre la actualidad, su actualidad, como referente y fundador del Colectivo Mani Rosse Antirazziste, creado contra los decretos de Seguridad de Salvini, que cada jueves se reune frente al Viminale -el Ministerio del Interior- para denunciar la responsabilidad Italiana y Europea en diversas masacres, dictaduras, guerras y saqueos de recursos naturales.

Entrevista de laura giussani a Enrico Calamai. roma, 18 de octubre 2025

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