En Bahía Blanca, tres mujeres que se conocieron como “las madres del cole” convirtieron su vínculo en una historia de organización, esfuerzo y solidaridad. Natalia Aguilar, fundadora de la cooperativa Manos a la Obra, cuenta cómo pasaron de coser en casa con máquinas a pedal a ganar licitaciones públicas, superar una inundación y sostener un espacio de trabajo cooperativo basado en la confianza y el compañerismo.
LCV: “¿Cómo nace la cooperativa Manos a la Obra?”
Natalia Aguilar: “Mirá, la verdad, te soy sincera, por un capricho. Estábamos en una organización social haciendo actividades comunitarias y trabajábamos juntas con Patricia —‘Patito’ para mí— y Flavia —‘Fa’ para mí—. Nuestros hijos fueron al mismo colegio en distintas épocas, éramos las ‘madres del cole’, nos encontrábamos en los actos y las salidas. Dio la casualidad de que pudimos trabajar las tres en la organización. En ese momento me llega un comentario sobre una cooperativa. Yo era instructora de un taller textil en mi casa, con máquinas que habíamos conseguido por bingos y sorteos. Eran máquinas a pedal, porque éramos 25 mujeres, y mi esposo se las ingenió para volverlas eléctricas. Un día alguien me habló de una cooperativa. Propuse la idea en la organización, pero el dirigente no me dio bola. Como nunca me quedo quieta, empecé a investigar y buscar gente que me guiara. No es fácil formar una cooperativa, pero sabía que F y Patito tenían que venir conmigo sí o sí. Somos tres mujeres, tres madres que primero fueron amigas por los hijos y después transformaron esa amistad en una cooperativa. Siempre digo que la base de Manos a la Obra es la amistad y la lealtad. Prefiero mil veces decirte que no antes de quedar mal. Las tres nos cortamos por la misma tijera, y eso nos enorgullece.”
LCV: “¿A qué se dedica exactamente la cooperativa?”
Natalia Aguilar: “Hacemos indumentaria laboral liviana: ambos para médicos, chaquetas para secretarias, delantales para maestranza y gastronomía, conjuntos de chef. Ahora estamos con una licitación muy grande del Hospital Municipal de Bahía Blanca. Es una entidad más chica que el Penna, que es nacional, pero igual muy importante. Ganamos la licitación siendo una cooperativa nueva, y eso nos llena de orgullo.”
LCV: “¿Y cuál es la zona de influencia?”
Natalia Aguilar: “Bahía Blanca y alrededores. Donde nos digan, vamos. También ganamos una licitación con la Municipalidad de Villa Blanca para hacer mantelería. Mientras esté dentro de nuestros conocimientos, no le decimos que no a nada. Yo soy la que estudió y se capacitó, y sigo haciéndolo. Ahora participo en el programa Impulsarse 2025, donde nos enseñan a armar un plan de negocios. Con 45 años jamás pensé que iba a aprender tanto. Todo lo que aprendo lo comparto con ellas, para que entiendan hacia dónde quiero que vaya la cooperativa. Nosotras no hacemos nada sin estar las tres de acuerdo.”
LCV: “¿Tienen un taller propio o trabajan desde sus casas?”
Natalia Aguilar: “Tenemos un taller con diez máquinas industriales nuevas. No es un espacio enorme, pero está muy bien equipado. Se sumaron cuatro asociadas nuevas, aunque tres se dieron de baja. La cooperativa no es una pyme: primero se pone y después se saca. Ya tenemos toda la materia prima para la producción del Hospital Municipal, más de 500 prendas. Sé manejarme con la plata, pero no siempre es fácil cumplir los tiempos de pago. Cada una sabe su necesidad, y si alguna dice ‘hasta acá llego’, no hay problema. Ahora estamos buscando nuevas asociadas que quieran sumarse. Trabajo hay, gracias a Dios. Queremos que más mujeres puedan tener un trabajo estable en un ambiente laboral sano. Acá se trabaja tranquilas, pueden tomar mate, ir al baño sin que nadie las controle. No hay esclavitud.”
LCV: “En este contexto tan difícil para la industria textil, ¿cómo manejan la relación con los proveedores?”
Natalia Aguilar: “Pienso que tenemos un Dios aparte. Cuando quisimos conformar la cooperativa, todo era por trámite a distancia y fue complicado. Pero en menos de un mes logramos la matrícula. El año pasado recibimos un subsidio de 8 millones de pesos con el que compramos cuatro máquinas nuevas. Ya teníamos la licitación del Hospital Municipal, pero el 7 de marzo se nos inundó todo. El taller está en mi casa y entró un metro y medio de agua. Se arruinó gran parte de la producción. Gracias al IPAC y al intendente, recibimos un segundo subsidio por la inundación, de 10 millones. Con eso compramos seis máquinas más y arreglamos las que se habían dañado. Estuvimos más de 12 horas con el agua a la cintura. Fue durísimo, pero salimos adelante.”
LCV: “¿Cómo se comportaron las autoridades ante la emergencia?”
Natalia Aguilar: “Excelente. Patricia Suazo y Patricia Breel, coordinadoras del IPAC en Bahía Blanca, se portaron increíble. Nos llamaban todos los días, estaban en el barrio. La asistencia fue constante, para todos por igual. Bahía Blanca quedó muy afectada, y la reconstrucción sigue siendo día a día. No hay magia, es trabajo constante. Hoy mismo recibimos una donación de cerámicos porque a mí se me levantaron todos los pisos de casa. El barrio Villa Talleres fue muy castigado.”
LCV: “Escucharte con tanto entusiasmo y esperanza es alentador. Te hago una pregunta final: ¿cómo ves la situación política y qué expectativas tenés para el futuro?”
Natalia Aguilar: “No me gusta hablar de política. Tengo entendido que el presidente Milei quiere eliminar la Zona Fría en Bahía Blanca, pero hablar de política me parece como hablar de religión. No me siento preparada para opinar. Lo que sí puedo decirte es que con el IPAC trabajamos muy bien. Gracias al programa Impulsarse estamos en contacto con empresarios de Bahía Blanca y seguimos sumando reuniones. Trabajo hay, oportunidades hay.”
LCV: “Entonces, ¿qué esperás para lo que queda del año?”
Natalia Aguilar: “Que siga yendo viento en popa. Creo que el movimiento cooperativista puede todo. Hay trabajo, y si no lo hay, lo generamos.”