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El excandidato, por Carlos Liscano
Voy a contar uno de los asuntos que más me aquejan o me aquejaron. Omito todo el camino intermedio, como ya quedó establecido, o queda establecido a partir de ahora. Norma uno: se omitirán de modo estricto los trayectos intermedios. Norma dos: queda desterrado todo lo que obligue a demorar la llegada al objeto. Norma tres: se harán las excepciones que se consideren necesarias. Ahora pasemos a los hechos. Durante muchos años creí que yo era un impostor, juicio sobre mí mismo que la mayor parte del tiempo me dejaba indiferente. Tenía días, en cambio, en que caminaba dándome vuelta cada pocos metros para mirarme la sombra. Porque, como es sabido desde épocas inmemoriales, al impostor se lo reconoce porque su sombra no se le parece. Yo creía que mi impostura consistía en hacer creer que yo era real cuando en verdad yo era fingido; es decir, como individuo real nunca había sido.
Muchos fingen ser otros para sentir que existen. Suponen que, siendo quienes son, no son nada. Entonces, convencido de que si fuera otro existiría, el sujeto se hace pasar por quien no es. El resultado para el Gran Teatro del Mundo es igual a cero; y por muchas razones. Una: porque en general a nadie le importa nada de nada lo que uno hace. Dos: porque, tal como están las cosas, nadie se da cuenta si el sujeto finge, está loco o se hace. Tres: porque probablemente el que observa también finja ser quien no es y entonces no hay nada que se pueda tomar como referencia al estar los dos en movimiento perpetuo. Hay más razones; éstas bastan por ahora. Yo, para ser breves, no estaba loco ni me hacía: fingía que yo era yo. Así conseguía ser de a ratos yo mismo. El resto del tiempo no sé qué pasaba. Era yo, pero como no fingía ser yo, probablemente fuera cualquier cosa.
Desarrollemos lo anterior, es decir la filosofía de la impostura. Hay quien se hace pasar por el que no es y vive como un impostor. Es lo más común. En ese sentido, lo mío no era original, uno más perdido en las urbes del mundo. Lo grave era que yo me hacía pasar por mí mismo. Porque el impostor clásico finge ser otro. De ese modo, aunque no consiga alivio, por lo menos consigue ser dos. Él sabe bien quién es todo el tiempo. Hace como que se olvida del original, pero no se olvida nunca. Juega a “como si”. Se dice: “Si yo no fuera yo, entonces, etcétera”. No voy a explicar lo que todo el mundo conoce. El impostor tiene un papel oficial y otro privado, tarea exigente como pocas. Así pasa la vida ocupado buscando materiales para alimentar a los dos. A veces se olvida de en qué papel está y la personalidad se le desfleca. Lo mío era una impostura que no me solucionaba nada y tampoco me daba variación. Además era una impostura en colaboración. Yo hacía lo mío para hacer creer que yo existía; los demás se daban cuenta de la debilidad de mi impostura y no decían nada. Para mí estaba clarísimo que los demás se daban cuenta. Entonces yo me empeñaba en subrayar los rasgos más sobresalientes de mi modo de ser yo mismo; no el impostor, sino quien yo creía ser, con lo que acababa distanciándome un poco del original, es decir de mí mismo en los momentos en que no fingía. Seguía siendo yo, pero un yo exagerado, con lo cual conseguía un pequeño cambio respecto al original. Era como una caricatura de mí mismo. Entonces me odiaba porque yo no quería ser así. Lo único que se me ocurría era un fingimiento dentro del fingimiento y así me perdía en caminos sin salida. ¿Quién era yo? ¿Qué partes de mí quería que el impostor ocultara? ¿Qué aspecto bueno tendría el impostor que yo no tenía?
Dadas esas premisas, esas condiciones materiales, es muy difícil sacar algo en claro. Por más esfuerzos que yo hiciera para demostrar mi no existencia real y la existencia abrumadora del impostor, los demás no me permitían avanzar. Los demás, para decirlo tal como ocurría, se daban cuenta de que yo hacía de mí mismo, pero me dejaban ser. Tal vez por lástima, o por desidia. Se dirían algo así: “Si le aclaro que él no es quien cree ser, ¿qué gano?” Porque todo el mundo quiere ganar algo, lo que sea, por cualquier cosa que hace, aunque para ganar deba reventarse la cabeza contra la pared. Como impostor casi siempre me dominaron las buenas intenciones. Es decir, yo le atribuía al que yo quería ser cantidad de cosas buenas que él haría el día en que me dejaran ser quien yo ansiaba ser.
Otra característica del impostor es que pasa la vida preguntando. Hay gente así, que pregunta todo el tiempo. Eso no está bien. No se debe preguntar tanto. Preguntar es buscar. Para buscar hay que saber qué se busca. Si se pregunta es porque se sabe todo respecto a lo que se busca. Entonces ¿para qué preguntar? El preguntón es generalmente un impostor. Yo era muy preguntón, lo reconozco. El colmo fue el día en que me pregunté: “¿Qué cosa me impide a mí ser presidente de algún país, del mío o de cualquier otro?” En principio no encontré argumentos para oponerme y estuve trabajando cinco o seis días en el asunto. Salía de noche a pintar carteles con mi nombre y al lado la palabra “presidente”. Después de un tiempo me aburrió la perspectiva de tener que gobernar y me puse a buscar otra cosa para ser. Eso me ha dejado a la deriva en medio del vacío. Porque es muy difícil encontrar algo satisfactorio después que uno ha pasado momentos tan intensos como yo viví mientras estaba en campaña. La etapa presidencial fue de lo mejor. Últimamente he dado en pensar en postularme a la reelección.
* Carlos Liscano, escritor, dramaturgo y periodista uruguayo. Fue director de la Biblioteca Nacional de Uruguay entre marzo de 2010 y abril de 2015. Fue preso político durante 13 años (1972-1985), período en el cual comenzó a escribir.
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CGT: “MARCHAMOS CONTRA LA REFORMA LABORAL”
La Confederación General del Trabajo anunció una movilización a la Plaza de Mayo para el jueves 18 de diciembre en rechazo a la reforma laboral que impulsa el gobierno nacional que busca precarizar aún más el trabajo argentino.
El proyecto del presidente Milei pretende instalar un banco de horas que permitiría jornadas de trabajo de 12 horas, habilita el cobro de salarios mediante mercancías y elimina, entre otros, el estatuto del periodista.
*nota en desarrollo
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Expo Cooperativa 2025: producción, soberanía alimentaria y desarrollo local, por Hernán Rachid
En exclusiva con La Columna Vertebral, e ldirector de Capacitación y Formación del Instituto Provincial de Asociativismo y Cooperativismo (IPAC), Hernán Rachid, detalla cómo avanza la organización de la Expo Cooperativa 2025, profundiza en el rol de las cooperativas en la producción de alimentos y explica por qué la soberanía alimentaria es clave para el desarrollo de las comunidades bonaerenses. También analiza la situación actual del sector agropecuario y la urgencia de fortalecer redes productivas en todo el territorio.
LCV — ¿Cómo va la preparación de la Expo Cooperativa 2025 que tendrá lugar este viernes?
Hernán Rachid: “Este viernes 12 estaremos en el Teatro Argentino, en calle 51, realizando la segunda Expo Cooperativa desde que se jerarquizó nuevamente el órgano de control y fomento de cooperativas en la provincia. La primera edición fue el año pasado y esta segunda llega con gran participación y una amplia oferta de actividades.”
LCV — Dentro de la Expo habrá una feria de alimentación. ¿Quiénes participan y qué ofrecerán?
Hernán Rachid: “Decidimos concentrar la muestra en las cadenas de producción más fuertes de la provincia y por eso montamos una feria de alimentos en el exterior del Teatro Argentino con unas diez cooperativas y federaciones agropecuarias. Participarán Federación Rural, FECOFE, Federación AGROPA y cooperativas de la región y del interior que ofrecerán harinas, lácteos, kiwi y otros productos. Buscamos visibilizar al sector cooperativo y permitir que vecinos y vecinas accedan a alimentos a precios accesibles.”
LCV — Se menciona mucho el concepto de soberanía alimentaria. ¿Cómo lo definirías y cuál es el aporte de las cooperativas?
Hernán Rachid: “La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a producir sus alimentos, especialmente aquellos vinculados a su cultura y consumo habitual, y a acceder a ellos. En las cooperativas de pequeños y medianos productores es un eje central porque involucra el vínculo con el territorio, la comunidad, los consumidores y las formas de producción. Por eso el sector cooperativo lo adopta como un principio fundamental.”
LCV — No todos los productores trabajan bajo el concepto de soberanía alimentaria. ¿Cómo unifican estos esfuerzos en un contexto donde el discurso oficial lo desvaloriza?
Hernán Rachid: “Nuestro enfoque consiste en abordar la crisis del sector agropecuario, donde solo entre el 7% y el 8% de la población vive en el campo y la mayoría está en ciudades. Muchos pueblos del interior no producen sus propios alimentos y dependen de mercados centrales ubicados a cientos de kilómetros. Lo mismo ocurre con la leche, la carne o los huevos. Entendemos la soberanía alimentaria no solo como acceso a alimentos, sino como una estrategia de desarrollo local, trabajo, prestación de servicios, fortalecimiento del comercio interno e impulso para cooperativas y pymes del interior.”
LCV — La soberanía alimentaria implica una cadena productiva compleja. ¿Cómo se integra el sector cooperativo en ese proceso?
Hernán Rachid: “La soberanía alimentaria involucra a toda la cadena de producción. Las cooperativas conviven con productores independientes y empresas en una provincia con una diversidad enorme: fruticultura, horticultura, granos, carnes, olivos e incluso vitivinicultura. En el Congreso de Cooperativas Agropecuarias que organizamos con la Universidad de La Plata y el Ministerio de Desarrollo Agrario, cooperativas grandes, medianas y pequeños productores coincidieron en que la situación es muy preocupante y en que es urgente generar trabajo, fortalecer los pueblos del interior y garantizar el acceso a alimentos.”
LCV — ¿Qué podrán encontrar quienes visiten la Expo Cooperativa 2025?
Hernán Rachid: “Esperamos que se acerque mucha gente. Además de la feria de alimentos, habrá espectáculos de cooperativas culturales; cooperativas tecnológicas con realidad virtual e inteligencia artificial; cooperativas textiles y gastronómicas para comer en el lugar. Será una exposición diversa, completa y muy rica.”
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Crónicas de la vida Moderna, parte II, “Publicidad, marketing y capital”, por Marcelo Cosín
Una canción para acompañar la lectura:
“Coca Cola refresca mejor, Coca Cola elimina el dolor, Coca Cola querida señora, es el símbolo perfecto del amor”. Esta letra (y la música) la escribió el genial Jorge Schussheim a comienzos de la década del 60.
La publicidad es un género de comunicación dependiente de otra disciplina que la abarca: el marketing. Para no entrar en detalles, la publicidad, que es tan antigua como la Edad Media, tiene su inicio como herramienta fundamental del capitalismo en los años 50, después de la Segunda Guerra Mundial.
Esta crónica se refiere a la publicidad comercial, no a la comunicación política. El marketing comercial es mucho más que una técnica para vender productos: es el sistema que organiza la producción y el consumo dentro del capitalismo. Su función no es sólo conectar empresas con clientes, sino crear necesidades, moldear deseos y transformar la vida cotidiana en mercancía. A través de la publicidad, el marketing convierte objetos comunes en símbolos de felicidad, estatus o amor, instalando la idea de que consumir es la forma natural de existir.

Un ejemplo: un comercial de televisión de aceite Cocinero (Molinos Río de la Plata). En el envase del producto hay una imagen de un cocinero con gorro y una gran sonrisa. En ese comercial, el ama de casa, la señora, tiene la fantasía de que ese cocinero del envase toma vida y la enamora. Algo así como que el cocinero es su amante secreto. ¿Qué tiene que ver esta imagen con un aceite de girasol que sirve para freír papas fritas? Nada. Es cierto: nada que ver.
Si uno se deja guiar por las definiciones, podría suponer que la publicidad sirve para informar las características del producto y, sobre todo, especificar las ventajas sobre productos de la competencia. Pero no es así. La publicidad usa técnicas de persuasión. Autores como Vance Packard y Ernest Dichter abundaron en construcciones teóricas para explicar que la publicidad somete a la sociedad a una especie de esclavitud a normas que predeterminan qué es lo bueno, lo correcto, lo aceptable y, sobre todo, dictaminan acerca del deber ser de la persona.Los slogans muchas veces marcan el sentido de producir estados de ánimo, emociones que tienen que ver con la manipulación del deseo: Coca-Cola – “Destapa la felicidad”.

Nike – “Just Do It”- apela a la motivación personal y la superación. El deseo de ser activo y exitoso se proyecta sobre la marca.
L’Oréal – “Porque tú lo vales”- refuerza la autoestima y el deseo de sentirse valioso. El producto se convierte en un símbolo de reconocimiento personal.
Apple – “Think Different”- no describe tecnología, sino identidad y creatividad. Manipula el deseo de ser único y especial.
Durante más de una década, Cerveza Quilmes tuvo una campaña de publicidad que cambió su imagen y devolvió el liderazgo a la cerveza, que estaba opacada por el vino común de mesa. En los años 70, Quilmes tenía una campaña que intentaba convertir a la cerveza en una bebida familiar, veraniega, para ser consumida en el almuerzo o la cena. Competía con el vino común de mesa y, especialmente, con una marca que se había impuesto gracias a su publicidad. El vino Crespi, cuya campaña se basaba en relatos de una familia joven. El comercial más exitoso de la serie fue uno en el que la mujer le dice al hombre que está embarazada y lo simboliza con una imagen en la que le muestra un par de escarpines. El actor era Hugo Arana y esa campaña lo hizo famoso. La feliz familia de Crespi acompañó a los televidentes por años.

El éxito fue tan rotundo que la familia de Crespi acompaño durante varios años a los argentinos. Allá por 1977/78 el joven matrimonio festejaba un aniversario. El bebé de los escarpines ya tenía 6 años. “Pasan cosas lindas en una familia. Muchas se viven con Crespi seco.”
Ver publicidad 1977:
https://www.youtube.com/shorts/PtLX2Q2_Fhg
Lo curioso era la época política en que se desarrolló esa campaña llena de amor, ternura y paternidad: la dictadura militar, en la que se arrojaban seres humanos vivos al Río de la Plata y los dulces bebes eran secuestrados junto a sus escarpines.
Varias marcas de vino competían por ser la bebida preferida de la familia en el almuerzo y la cena. Mientras la cerveza no lograba hacer pie.
Quilmes intentaba, al menos, que en el verano se cambiara el vino por la cerveza con la campaña “A las 9, Quilmes también”, con escenas familiares llenas de amor y ternura. Pero no pudo. La guerra por la bebida en la mesa familiar la ganó el vino, que aumentaba el consumo de varias marcas y, sobre todo, incentivaba la inversión publicitaria.
Una agencia publicitaria llamada Solanas (del hermano de Pino Solanas, Héctor) encontró la fórmula para que la cerveza destituyera al vino. Lo primero que hizo fue una investigación de mercado. ¿Qué descubrió esa investigación? Que los jóvenes estaban ausentes de esas escenas familiares románticas en las que el vino prevalecía. Entonces la agencia encontró dos cosas para hacer que la “birra” se convirtiera en la preferida de la juventud. La primera: descubrir que el alcohol era un paso inicial en la desinhibición del acercamiento sexual. Y después, que los jóvenes ya no estaban en la casa, sino en “los boliches”. Por lo tanto, surgió el slogan “El sabor del encuentro”. Los comerciales contaban cómo una pareja se conocía en un boliche, haciendo que la cerveza fuera el imán que producía el acercamiento.

Estos ejemplos iniciales llaman a la reflexión acerca de la importancia del marketing y la publicidad como factores determinantes en el comportamiento de la sociedad. La publicidad comercial no es un mero instrumento de ventas. La publicidad es la mano armada del capitalismo, que genera consecuencias políticas de mayor importancia.
Continuará…

