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El pintoresco fascismo de Trump, por Carmen Valdivieso Hulbert
Después de una cuarentena de más de dos meses a raíz de la pandemia del coronavirus, los estadounidenses despertaron de su encierro forzado en medio del horror del asesinato de George Floyd un hombre de raza que murió maltratado por la policía en Minneapolis, una ciudad centro occidental de Estados Unidos.
Las protestas en Minneapolis comenzaron el 26 de mayo, al día siguiente de que el video de la muerte de Floyd diera la vuelta al mundo en las redes sociales. Vimos con horror cómo el policía presionaba la rodilla izquierda sobre el cuello de George Floyd durante casi nueve minutos en plena vía pública.
El miércoles 27, la cifra de muertes por coronavirus superó los 100,000 pero la noticia no tuvo el efecto que hubiéramos pensado iba a causar, en días previos. Inspirados por el movimiento Black Lives Matter y repitiendo las últimas palabras de Floyd: “I can’t breath” (No puedo respirar) los manifestantes en su mayoría jóvenes han llenado las calles con un nuevo sonido de rebeldía, después del marcado silencio de la pandemia. No es la primera vez que una persona de raza negra muere por maltratos de los policías o a balazos, y estos siempre son absueltos.
Muchas de estas muertes han provocado violentas protestas, sin embargo la reacción pública por la muerte de George Floyd solo se asemeja a la desatada por el asesinato del líder negro Martin Luther King en abril de 1968, conocidas como el Levantamiento de Semana Santa, con protestas y saqueos que se extendieron por 200 ciudades estadounidense durante diez días, muriendo 43 personas.
Las protestas de fines de mayo del 2020 han tenido lugar en 584 ciudades de EE.UU. incluyendo Guam y Puerto Rico. Empero existe una marcada diferencia. En éstas, participa un gran número de jóvenes de raza blanca y de ascendencia hispanoamericana. Se trata de la nueva generación de jóvenes, muchos de ellos egresados de universidades con una gran deuda de miles de dólares y sin esperanza de conseguir trabajo. Gran mayoría de ellos, vivían con sus padres o en departamentos comunitarios, mientras trabajaban en bares y restaurantes en las grandes ciudades que fueron obligados a cerrar a causa del coronavirus y han pasado a integrar los más de 40 millones de desempleados en los últimos dos meses.
El desempleo que se supone ascendería a más del 20% afecta a los jóvenes y a millones de familias que no pueden pagar sus alquileres por la pandemia y que se prevé serán desalojadas de sus viviendas si el gobierno no aplica un plan económico amplio que incluya la aplicación del llamado UBI (Ingreso Básico Universal), un seguro nacional de salud y un programa nacional de empleos, además de la condonación de la deuda a los universitarios.
El gobierno del presidente Donald Trump no ha estado a la altura de la circunstancias desde que comenzó la pandemia del coronavirus y su relación con los medios de comunicación, en su mayoría de oposición, ha sido muy problemática. Asimismo, el Congreso que aprobó dos paquetes de estímulo económico por la pandemia benefició ampliamente con miles de millones de dólares a las corporaciones multinacionales que no pagan impuestos y dio escasa ayuda a los pequeños negocios y a la población mayormente desempleada. Además de su trato perverso con los inmigrantes indocumentados, a quienes no les ha llegado ni un centavo de ayuda económica.
La actitud de Trump se tornó mucho más negativa a raíz de las protestas por la muerte de Floyd, que en muchas ciudades derivaron en saqueos y destrucción pública. Dentro de este marco el presidente ordenó el envío del ejército a las ciudades donde hubo desórdenes, en su mayoría en estados con gobernadores del Partido Demócrata.
Su popularidad ha declinado y ha buscado desesperadamente recuperarla recurriendo a posturas de corte fascista y pintorescas, pero de poco significado.
Solo así se explica que Trump haya ordenado dispersar con gas lacrimógeno y fuerza bruta de los soldados de la Guardia Nacional a grupos de manifestantes apostados frente a la iglesia episcopal St John, conocida como la iglesia de los presidentes, a fin de que él posara con miembros de su gabinete y para tomarse fotos empuñando una Biblia. Esa actitud le ha valido la crítica general incluso su secretario de Defensa, Mark Esper, y de ministros religiosos allegados a la Casa Blanca. Su actitud no tiene precedente.
La iglesia episcopal de St. John, que fue construida en 1815, era frecuentada por el presidente Franklin Roosevelt y George Bush, padre. Aunque con menor frecuencia, el presidente Abraham Lincoln iba a la misa matutina durante la guerra de secesión.
Es probable que las protestas continúen durante el verano ahora que la gente está desempleada y desesperada por la situación socioeconómica reinante que solo empeorará si el Congreso y el Ejecutivo siguen sin hacer nada por la población.
La policía estadounidense, que fue militarizada durante los gobiernos de George W Bush y Barack Obama, ahora responde a un patrón de conducta mucho más despiadado y deshumanizado, y ya no se hace necesario que Trump llame a la Guardia Nacional, ni al Ejército.
No es la primera vez que un presidente estadounidense ordena el despliegue del ejército para aplacar desórdenes, ya lo hizo el presidente Lyndon Johnson en 1967 después de varios días de disturbios en Detroit.
Esta protesta generalizada es el corolario de los problemas subyacentes debido a la desigualdad de ingreso que ha empeorado en los último 30 años, con la exportación de empleos en el sector manufacturero y tecnología a países con salarios más bajos y sin regulaciones a raíz de los tratados de libre comercio. La escasez de vivienda asequible ya venía siendo un grave problema y ya había medio millón de gente desamparada, pero lo que se avecina es gravísimo por los 40 millones de desempleados, además de una generación de jóvenes profesionales sin empleos adecuados, que podrían quedar en la calle.
Tal como destacaba Martin Luther King en su mensaje de cambio, no sólo se trataba de ganar derechos civiles y electorales, sino un cambio de estructuras, acabando con el racismo, la pobreza y el militarismo, que siguen asolando a la población estadounidense en la actualidad como clase trabajadora. Ese es el mosaico racial que hemos visto protestando en las calles de cientos de ciudades norteamericanas.
Antecedentes
La lista de afroestadounidenses víctimas de la policía es larguísima. Los estados con más muertes de la población negra a manos de la policía son California, Texas y Florida.
Los casos más sonados de violencia policial provocaron disturbios.
En Los Angeles en 1992 más de 60 personas murieron cuando la población reaccionó violentamente a raíz de que cuatro policías fueron absueltos por una golpiza que le propinaron a un conductor negro, Rodney King. Las imágenes fueron filmadas por un vecino y fueron filtradas a la prensa.
En 1999 un inmigrante guineano fue acribillado por cuatro policías en Nueva York, que le dispararon 41 balazos y fueron absueltos. Hubo protestas en la comunidad.
En 2012, Trayvon Martin de 17 años fue asesinado por un vigilante racista de una comunidad de Florida.
En 2014, Michael Brown, de 19 años, fue asesinado a balazos por la policía en plena vía pública en el pueblo de Ferguson, en Missouri. Su muerte provocó serias protesta y una represión a mansalva que expuso crudamente la militarización policial.
En los años que siguieron la policía ha matado a muchas mujeres y hombres de raza negra, en gran número, hasta la muerte de George Floyd, en video ante el mundo entero.
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CGT: “MARCHAMOS CONTRA LA REFORMA LABORAL”
La Confederación General del Trabajo anunció una movilización a la Plaza de Mayo para el jueves 18 de diciembre en rechazo a la reforma laboral que impulsa el gobierno nacional que busca precarizar aún más el trabajo argentino.
El proyecto del presidente Milei pretende instalar un banco de horas que permitiría jornadas de trabajo de 12 horas, habilita el cobro de salarios mediante mercancías y elimina, entre otros, el estatuto del periodista.
*nota en desarrollo
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Expo Cooperativa 2025: producción, soberanía alimentaria y desarrollo local, por Hernán Rachid
En exclusiva con La Columna Vertebral, e ldirector de Capacitación y Formación del Instituto Provincial de Asociativismo y Cooperativismo (IPAC), Hernán Rachid, detalla cómo avanza la organización de la Expo Cooperativa 2025, profundiza en el rol de las cooperativas en la producción de alimentos y explica por qué la soberanía alimentaria es clave para el desarrollo de las comunidades bonaerenses. También analiza la situación actual del sector agropecuario y la urgencia de fortalecer redes productivas en todo el territorio.
LCV — ¿Cómo va la preparación de la Expo Cooperativa 2025 que tendrá lugar este viernes?
Hernán Rachid: “Este viernes 12 estaremos en el Teatro Argentino, en calle 51, realizando la segunda Expo Cooperativa desde que se jerarquizó nuevamente el órgano de control y fomento de cooperativas en la provincia. La primera edición fue el año pasado y esta segunda llega con gran participación y una amplia oferta de actividades.”
LCV — Dentro de la Expo habrá una feria de alimentación. ¿Quiénes participan y qué ofrecerán?
Hernán Rachid: “Decidimos concentrar la muestra en las cadenas de producción más fuertes de la provincia y por eso montamos una feria de alimentos en el exterior del Teatro Argentino con unas diez cooperativas y federaciones agropecuarias. Participarán Federación Rural, FECOFE, Federación AGROPA y cooperativas de la región y del interior que ofrecerán harinas, lácteos, kiwi y otros productos. Buscamos visibilizar al sector cooperativo y permitir que vecinos y vecinas accedan a alimentos a precios accesibles.”
LCV — Se menciona mucho el concepto de soberanía alimentaria. ¿Cómo lo definirías y cuál es el aporte de las cooperativas?
Hernán Rachid: “La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a producir sus alimentos, especialmente aquellos vinculados a su cultura y consumo habitual, y a acceder a ellos. En las cooperativas de pequeños y medianos productores es un eje central porque involucra el vínculo con el territorio, la comunidad, los consumidores y las formas de producción. Por eso el sector cooperativo lo adopta como un principio fundamental.”
LCV — No todos los productores trabajan bajo el concepto de soberanía alimentaria. ¿Cómo unifican estos esfuerzos en un contexto donde el discurso oficial lo desvaloriza?
Hernán Rachid: “Nuestro enfoque consiste en abordar la crisis del sector agropecuario, donde solo entre el 7% y el 8% de la población vive en el campo y la mayoría está en ciudades. Muchos pueblos del interior no producen sus propios alimentos y dependen de mercados centrales ubicados a cientos de kilómetros. Lo mismo ocurre con la leche, la carne o los huevos. Entendemos la soberanía alimentaria no solo como acceso a alimentos, sino como una estrategia de desarrollo local, trabajo, prestación de servicios, fortalecimiento del comercio interno e impulso para cooperativas y pymes del interior.”
LCV — La soberanía alimentaria implica una cadena productiva compleja. ¿Cómo se integra el sector cooperativo en ese proceso?
Hernán Rachid: “La soberanía alimentaria involucra a toda la cadena de producción. Las cooperativas conviven con productores independientes y empresas en una provincia con una diversidad enorme: fruticultura, horticultura, granos, carnes, olivos e incluso vitivinicultura. En el Congreso de Cooperativas Agropecuarias que organizamos con la Universidad de La Plata y el Ministerio de Desarrollo Agrario, cooperativas grandes, medianas y pequeños productores coincidieron en que la situación es muy preocupante y en que es urgente generar trabajo, fortalecer los pueblos del interior y garantizar el acceso a alimentos.”
LCV — ¿Qué podrán encontrar quienes visiten la Expo Cooperativa 2025?
Hernán Rachid: “Esperamos que se acerque mucha gente. Además de la feria de alimentos, habrá espectáculos de cooperativas culturales; cooperativas tecnológicas con realidad virtual e inteligencia artificial; cooperativas textiles y gastronómicas para comer en el lugar. Será una exposición diversa, completa y muy rica.”
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Crónicas de la vida Moderna, parte II, “Publicidad, marketing y capital”, por Marcelo Cosín
Una canción para acompañar la lectura:
“Coca Cola refresca mejor, Coca Cola elimina el dolor, Coca Cola querida señora, es el símbolo perfecto del amor”. Esta letra (y la música) la escribió el genial Jorge Schussheim a comienzos de la década del 60.
La publicidad es un género de comunicación dependiente de otra disciplina que la abarca: el marketing. Para no entrar en detalles, la publicidad, que es tan antigua como la Edad Media, tiene su inicio como herramienta fundamental del capitalismo en los años 50, después de la Segunda Guerra Mundial.
Esta crónica se refiere a la publicidad comercial, no a la comunicación política. El marketing comercial es mucho más que una técnica para vender productos: es el sistema que organiza la producción y el consumo dentro del capitalismo. Su función no es sólo conectar empresas con clientes, sino crear necesidades, moldear deseos y transformar la vida cotidiana en mercancía. A través de la publicidad, el marketing convierte objetos comunes en símbolos de felicidad, estatus o amor, instalando la idea de que consumir es la forma natural de existir.

Un ejemplo: un comercial de televisión de aceite Cocinero (Molinos Río de la Plata). En el envase del producto hay una imagen de un cocinero con gorro y una gran sonrisa. En ese comercial, el ama de casa, la señora, tiene la fantasía de que ese cocinero del envase toma vida y la enamora. Algo así como que el cocinero es su amante secreto. ¿Qué tiene que ver esta imagen con un aceite de girasol que sirve para freír papas fritas? Nada. Es cierto: nada que ver.
Si uno se deja guiar por las definiciones, podría suponer que la publicidad sirve para informar las características del producto y, sobre todo, especificar las ventajas sobre productos de la competencia. Pero no es así. La publicidad usa técnicas de persuasión. Autores como Vance Packard y Ernest Dichter abundaron en construcciones teóricas para explicar que la publicidad somete a la sociedad a una especie de esclavitud a normas que predeterminan qué es lo bueno, lo correcto, lo aceptable y, sobre todo, dictaminan acerca del deber ser de la persona.Los slogans muchas veces marcan el sentido de producir estados de ánimo, emociones que tienen que ver con la manipulación del deseo: Coca-Cola – “Destapa la felicidad”.

Nike – “Just Do It”- apela a la motivación personal y la superación. El deseo de ser activo y exitoso se proyecta sobre la marca.
L’Oréal – “Porque tú lo vales”- refuerza la autoestima y el deseo de sentirse valioso. El producto se convierte en un símbolo de reconocimiento personal.
Apple – “Think Different”- no describe tecnología, sino identidad y creatividad. Manipula el deseo de ser único y especial.
Durante más de una década, Cerveza Quilmes tuvo una campaña de publicidad que cambió su imagen y devolvió el liderazgo a la cerveza, que estaba opacada por el vino común de mesa. En los años 70, Quilmes tenía una campaña que intentaba convertir a la cerveza en una bebida familiar, veraniega, para ser consumida en el almuerzo o la cena. Competía con el vino común de mesa y, especialmente, con una marca que se había impuesto gracias a su publicidad. El vino Crespi, cuya campaña se basaba en relatos de una familia joven. El comercial más exitoso de la serie fue uno en el que la mujer le dice al hombre que está embarazada y lo simboliza con una imagen en la que le muestra un par de escarpines. El actor era Hugo Arana y esa campaña lo hizo famoso. La feliz familia de Crespi acompañó a los televidentes por años.

El éxito fue tan rotundo que la familia de Crespi acompaño durante varios años a los argentinos. Allá por 1977/78 el joven matrimonio festejaba un aniversario. El bebé de los escarpines ya tenía 6 años. “Pasan cosas lindas en una familia. Muchas se viven con Crespi seco.”
Ver publicidad 1977:
https://www.youtube.com/shorts/PtLX2Q2_Fhg
Lo curioso era la época política en que se desarrolló esa campaña llena de amor, ternura y paternidad: la dictadura militar, en la que se arrojaban seres humanos vivos al Río de la Plata y los dulces bebes eran secuestrados junto a sus escarpines.
Varias marcas de vino competían por ser la bebida preferida de la familia en el almuerzo y la cena. Mientras la cerveza no lograba hacer pie.
Quilmes intentaba, al menos, que en el verano se cambiara el vino por la cerveza con la campaña “A las 9, Quilmes también”, con escenas familiares llenas de amor y ternura. Pero no pudo. La guerra por la bebida en la mesa familiar la ganó el vino, que aumentaba el consumo de varias marcas y, sobre todo, incentivaba la inversión publicitaria.
Una agencia publicitaria llamada Solanas (del hermano de Pino Solanas, Héctor) encontró la fórmula para que la cerveza destituyera al vino. Lo primero que hizo fue una investigación de mercado. ¿Qué descubrió esa investigación? Que los jóvenes estaban ausentes de esas escenas familiares románticas en las que el vino prevalecía. Entonces la agencia encontró dos cosas para hacer que la “birra” se convirtiera en la preferida de la juventud. La primera: descubrir que el alcohol era un paso inicial en la desinhibición del acercamiento sexual. Y después, que los jóvenes ya no estaban en la casa, sino en “los boliches”. Por lo tanto, surgió el slogan “El sabor del encuentro”. Los comerciales contaban cómo una pareja se conocía en un boliche, haciendo que la cerveza fuera el imán que producía el acercamiento.

Estos ejemplos iniciales llaman a la reflexión acerca de la importancia del marketing y la publicidad como factores determinantes en el comportamiento de la sociedad. La publicidad comercial no es un mero instrumento de ventas. La publicidad es la mano armada del capitalismo, que genera consecuencias políticas de mayor importancia.
Continuará…

