Escuchar la palabra “expropiar’ de boca de un presidente argentino fue casi orgásmico para aquellos que pensamos que la propiedad privada no es el derecho más importante concedido por nuestra constitución. Si, además, el presidente menciona la idea de ‘soberanía alimentaria’, empezamos a revolcarnos en una orgía argumentativa revolucionaria. Jamás hubiéramos soñado tanto.
Las redes estallaron. De un lado y del otro creyeron que se venía algo así como un socialismo nacional peronista. Unos festejaron y los de enfrente se pusieron en pie de guerra. Sin embargo, no daba ni para una cosa ni la otra.
Después del impacto provocado por el enunciado, cabe preguntarse ¿expropiar a quién y para qué?. ¿Para rescatar una industria en crisis? ¿Salvaguardar puestos de trabajo? Bien ¿quién puede estar en desacuerdo? Aplauso, medalla y beso para el presidente.
Ahora bien, porqué está en crisis una cerealera exportadora, es un misterio. El Banco Nación de la era Macri le dió millonadas de crédito y aún así no consiguió pagar a los proveedores. ¿Quién se hará cargo de la multimillonaria deuda si realmente se expropia? Cric, cric, cric. Están estudiándolo. Obviemos, pues el asunto de la expropiación que está más verde de la soja verde.
¿De qué hablamos cuando hablamos de soberanía alimentaria?
La primera vez que escuché hablar de Soberanía Alimentaria fue a mediados de los 90, gracias al Grupo de Reflexión Rural que fundó Jorge Rulli, un adelantado en el país que empezaba a estudiar qué pasaría luego de que el Ing. Felipe Solá, Ministro de Agricultura y Pesca de Menem, le abriera las puertas a las semillas transgénicas en 1996. Que Rulli, ex militante de la tendencia peronista, se preocupara por un tema de plantas era demasiado estrafalalrio. Por esa época era visto como un especie de demente que andaba plantando zapallitos. Pues no, no lo era. Tan es así, que muchas organizaciones sociales, sobre todo campesinas, tomaron bastantes ideas del Grupo de Reflexión Rural.
Fue en el Foro de Roma de 1996, justo en el año en que Argentina le abría las puertas a los transgénicos, cuando Via Campesina planteó por primera vez la idea de Soberanía Alimentaria en un encuentro internacional. La Soberanía Alimentaria exige que cada pueblo pueda definir sus propias políticas agrarias y alimentarias de acuerdo a normas de desarrollo no depredadoras.
En definitiva, la propuesta es revolucionaria: todo pueblo tiene derecho a elegir su modo de producción agraria, para garantizar la alimentación de sus habitantes, en principio, y respetando la armonía ambiental. El campo para los campesinos. Basta de transgénicos, biodiesel, fracking, bioetanol. Basta de glifosato y demases. Basta de agraviar a la naturaleza y echar a los campesinos de sus tierras. Basta de desmontes. Todo eso debería ocurrir para fomentar la soberanía alimentaria.
¿Alguien cree, seriamente, que eso estaba proponiendo el presidente? Aunque en el fondo del corazón fuera su idea, no están dadas las condiciones para una revolución de esa magnitud. Más bien suena a desconocimiento del término, o a un guiño hacia todas las organizaciones sociales que llevan años levantando la consigna de Soberanía Alimentaria. Guiño que fue bien recibido y festejado.
Sin embargo, designar como interventor a alguien que dice preferir la idea de industria agrícola en lugar de producción agropecuaria -así lo sostuvo en su primer encuentro con la prensa como interventor designado- no da la impresión de dar con el perfil de un luchador por la soberanía alimentaria tal como la entienden quienes acuñaron el término. Es decir: producir alimentos, no dólares.
Con Vicentín, el Estado podrá obtener muchos millones de dólares (si es que la deuda que le queda no supera los beneficios), pero la idea de soberanía alimentaria, como se dijo, es exactamente lo contrario: no plantamos dólares, plantamos alimentos. Ustedes dirán, pues bien, si tenemos muchos dólares podremos comprar alimentos. No, Porque para tener esos millones de dólares, las cerealeras y los empresarios agrícolas tienen, necesariamente, que desmontar, tirar venenos, echar a los campesinos de sus tierras, descomponer totalmente un tejido social y cultural. Ganan plata pero empobrecen al país desde todo punto de vista. Qué haríamos con esa plata? Dárselas a las organizaciones para la economía popular. Ese sector es, justamente, el que sufrió la debacle, los expulsados del campo.
En fin, ruidos, gritos desafinados, chillidos. De un lado y del otro. Aquí, el Estado se está haciendo cargo de una empresa especuladora, no a una industria. Bienvenida sea la medida. Pero mantengamos la calma. De uno y otro lado. Todavía falta mucho, mucho, para que estas cosas se definan. No se pongan los rulos todavía.
La Confederación General del Trabajo anunció una movilización a la Plaza de Mayo para el jueves 18 de diciembre en rechazo a la reforma laboral que impulsa el gobierno nacional que busca precarizar aún más el trabajo argentino.
El proyecto del presidente Milei pretende instalar un banco de horas que permitiría jornadas de trabajo de 12 horas, habilita el cobro de salarios mediante mercancías y elimina, entre otros, el estatuto del periodista.
Expo Cooperativa 2025: producción, soberanía alimentaria y desarrollo local, por Hernán Rachid
En exclusiva con La Columna Vertebral, e ldirector de Capacitación y Formación del Instituto Provincial de Asociativismo y Cooperativismo (IPAC), Hernán Rachid, detalla cómo avanza la organización de la Expo Cooperativa 2025, profundiza en el rol de las cooperativas en la producción de alimentos y explica por qué la soberanía alimentaria es clave para el desarrollo de las comunidades bonaerenses. También analiza la situación actual del sector agropecuario y la urgencia de fortalecer redes productivas en todo el territorio.
LCV — ¿Cómo va la preparación de la Expo Cooperativa 2025 que tendrá lugar este viernes?
Hernán Rachid: “Este viernes 12 estaremos en el Teatro Argentino, en calle 51, realizando la segunda Expo Cooperativa desde que se jerarquizó nuevamente el órgano de control y fomento de cooperativas en la provincia. La primera edición fue el año pasado y esta segunda llega con gran participación y una amplia oferta de actividades.”
LCV — Dentro de la Expo habrá una feria de alimentación. ¿Quiénes participan y qué ofrecerán?
Hernán Rachid: “Decidimos concentrar la muestra en las cadenas de producción más fuertes de la provincia y por eso montamos una feria de alimentos en el exterior del Teatro Argentino con unas diez cooperativas y federaciones agropecuarias. Participarán Federación Rural, FECOFE, Federación AGROPA y cooperativas de la región y del interior que ofrecerán harinas, lácteos, kiwi y otros productos. Buscamos visibilizar al sector cooperativo y permitir que vecinos y vecinas accedan a alimentos a precios accesibles.”
LCV — Se menciona mucho el concepto de soberanía alimentaria. ¿Cómo lo definirías y cuál es el aporte de las cooperativas?
Hernán Rachid: “La soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a producir sus alimentos, especialmente aquellos vinculados a su cultura y consumo habitual, y a acceder a ellos. En las cooperativas de pequeños y medianos productores es un eje central porque involucra el vínculo con el territorio, la comunidad, los consumidores y las formas de producción. Por eso el sector cooperativo lo adopta como un principio fundamental.”
LCV — No todos los productores trabajan bajo el concepto de soberanía alimentaria. ¿Cómo unifican estos esfuerzos en un contexto donde el discurso oficial lo desvaloriza?
Hernán Rachid: “Nuestro enfoque consiste en abordar la crisis del sector agropecuario, donde solo entre el 7% y el 8% de la población vive en el campo y la mayoría está en ciudades. Muchos pueblos del interior no producen sus propios alimentos y dependen de mercados centrales ubicados a cientos de kilómetros. Lo mismo ocurre con la leche, la carne o los huevos. Entendemos la soberanía alimentaria no solo como acceso a alimentos, sino como una estrategia de desarrollo local, trabajo, prestación de servicios, fortalecimiento del comercio interno e impulso para cooperativas y pymes del interior.”
LCV — La soberanía alimentaria implica una cadena productiva compleja. ¿Cómo se integra el sector cooperativo en ese proceso?
Hernán Rachid: “La soberanía alimentaria involucra a toda la cadena de producción. Las cooperativas conviven con productores independientes y empresas en una provincia con una diversidad enorme: fruticultura, horticultura, granos, carnes, olivos e incluso vitivinicultura. En el Congreso de Cooperativas Agropecuarias que organizamos con la Universidad de La Plata y el Ministerio de Desarrollo Agrario, cooperativas grandes, medianas y pequeños productores coincidieron en que la situación es muy preocupante y en que es urgente generar trabajo, fortalecer los pueblos del interior y garantizar el acceso a alimentos.”
Hernán Rachid: “Esperamos que se acerque mucha gente. Además de la feria de alimentos, habrá espectáculos de cooperativas culturales; cooperativas tecnológicas con realidad virtual e inteligencia artificial; cooperativas textiles y gastronómicas para comer en el lugar. Será una exposición diversa, completa y muy rica.”
Crónicas de la vida Moderna, parte II, “Publicidad, marketing y capital”, por Marcelo Cosín
Una canción para acompañar la lectura:
Coca cola refresca mejor, de y por Jorge Schussheim
“Coca Cola refresca mejor, Coca Cola elimina el dolor, Coca Cola querida señora, es el símbolo perfecto del amor”. Esta letra (y la música) la escribió el genial Jorge Schussheim a comienzos de la década del 60.
La publicidad es un género de comunicación dependiente de otra disciplina que la abarca: el marketing. Para no entrar en detalles, la publicidad, que es tan antigua como la Edad Media, tiene su inicio como herramienta fundamental del capitalismo en los años 50, después de la Segunda Guerra Mundial.
Esta crónica se refiere a la publicidad comercial, no a la comunicación política. El marketing comercial es mucho más que una técnica para vender productos: es el sistema que organiza la producción y el consumo dentro del capitalismo. Su función no es sólo conectar empresas con clientes, sino crear necesidades, moldear deseos y transformar la vida cotidiana en mercancía. A través de la publicidad, el marketing convierte objetos comunes en símbolos de felicidad, estatus o amor, instalando la idea de que consumir es la forma natural de existir.
Un ejemplo: un comercial de televisión de aceite Cocinero (Molinos Río de la Plata). En el envase del producto hay una imagen de un cocinero con gorro y una gran sonrisa. En ese comercial, el ama de casa, la señora, tiene la fantasía de que ese cocinero del envase toma vida y la enamora. Algo así como que el cocinero es su amante secreto. ¿Qué tiene que ver esta imagen con un aceite de girasol que sirve para freír papas fritas? Nada. Es cierto: nada que ver.
Si uno se deja guiar por las definiciones, podría suponer que la publicidad sirve para informar las características del producto y, sobre todo, especificar las ventajas sobre productos de la competencia. Pero no es así. La publicidad usa técnicas de persuasión. Autores como Vance Packard y Ernest Dichter abundaron en construcciones teóricas para explicar que la publicidad somete a la sociedad a una especie de esclavitud a normas que predeterminan qué es lo bueno, lo correcto, lo aceptable y, sobre todo, dictaminan acerca del deber ser de la persona.Los slogans muchas veces marcan el sentido de producir estados de ánimo, emociones que tienen que ver con la manipulación del deseo: Coca-Cola – “Destapa la felicidad”.
Nike – “Just Do It”- apela a la motivación personal y la superación. El deseo de ser activo y exitoso se proyecta sobre la marca.
L’Oréal – “Porque tú lo vales”- refuerza la autoestima y el deseo de sentirse valioso. El producto se convierte en un símbolo de reconocimiento personal.
Apple – “Think Different”- no describe tecnología, sino identidad y creatividad. Manipula el deseo de ser único y especial.
Durante más de una década, Cerveza Quilmes tuvo una campaña de publicidad que cambió su imagen y devolvió el liderazgo a la cerveza, que estaba opacada por el vino común de mesa. En los años 70, Quilmes tenía una campaña que intentaba convertir a la cerveza en una bebida familiar, veraniega, para ser consumida en el almuerzo o la cena. Competía con el vino común de mesa y, especialmente, con una marca que se había impuesto gracias a su publicidad. El vino Crespi, cuya campaña se basaba en relatos de una familia joven. El comercial más exitoso de la serie fue uno en el que la mujer le dice al hombre que está embarazada y lo simboliza con una imagen en la que le muestra un par de escarpines. El actor era Hugo Arana y esa campaña lo hizo famoso. La feliz familia de Crespi acompañó a los televidentes por años.
El éxito fue tan rotundo que la familia de Crespi acompaño durante varios años a los argentinos. Allá por 1977/78 el joven matrimonio festejaba un aniversario. El bebé de los escarpines ya tenía 6 años. “Pasan cosas lindas en una familia. Muchas se viven con Crespi seco.”
Lo curioso era la época política en que se desarrolló esa campaña llena de amor, ternura y paternidad: la dictadura militar, en la que se arrojaban seres humanos vivos al Río de la Plata y los dulces bebes eran secuestrados junto a sus escarpines.
Varias marcas de vino competían por ser la bebida preferida de la familia en el almuerzo y la cena. Mientras la cerveza no lograba hacer pie.
Quilmes intentaba, al menos, que en el verano se cambiara el vino por la cerveza con la campaña “A las 9, Quilmes también”, con escenas familiares llenas de amor y ternura. Pero no pudo. La guerra por la bebida en la mesa familiar la ganó el vino, que aumentaba el consumo de varias marcas y, sobre todo, incentivaba la inversión publicitaria.
Una agencia publicitaria llamada Solanas (del hermano de Pino Solanas, Héctor) encontró la fórmula para que la cerveza destituyera al vino. Lo primero que hizo fue una investigación de mercado. ¿Qué descubrió esa investigación? Que los jóvenes estaban ausentes de esas escenas familiares románticas en las que el vino prevalecía. Entonces la agencia encontró dos cosas para hacer que la “birra” se convirtiera en la preferida de la juventud. La primera: descubrir que el alcohol era un paso inicial en la desinhibición del acercamiento sexual. Y después, que los jóvenes ya no estaban en la casa, sino en “los boliches”. Por lo tanto, surgió el slogan “El sabor del encuentro”. Los comerciales contaban cómo una pareja se conocía en un boliche, haciendo que la cerveza fuera el imán que producía el acercamiento.
Estos ejemplos iniciales llaman a la reflexión acerca de la importancia del marketing y la publicidad como factores determinantes en el comportamiento de la sociedad. La publicidad comercial no es un mero instrumento de ventas. La publicidad es la mano armada del capitalismo, que genera consecuencias políticas de mayor importancia.