Destacada
Historias del Viejo Pepe, por Teodoro Boot
Su hijo, que lo sobrevivió de pura suerte, lo recordaba así: “Mi viejo tenía veinte años cuando se robó a mi madre”. Y por más que el hijo se esforzara por disimularlo el viejo nunca se casó con Amanda Bello, con quien de inmediato se instalaría en una casita de Castro 947, entre las actuales Estados Unidos y Carlos Calvo, en un rejunte de casas, corralones, forrajerías, talleres y prostíbulos ahora conocido como Boedo.
Audaz y echado pa`lante, convencido de que la diferencia entre un buen y un mal corte de pelo son diez días, se las rebuscaba como peluquero a pocas cuadras de ahí, entre la antigua estación Almagro del Ferrocarril al Oeste, el conventillo de María la Lunga y el circo de Venezuela y Maza, donde poco antes se habían cruzado su cliente José Betinotti y el legendario payador Gabino Ezeiza.
Amigo de Gabino, de Betinotti –a quien además de destrozarle la rubiona melena le corregía los versos–, de Pablo Vázquez, Higinio Cazón, Luis Acosta García, el talentoso Ramón Vieytes y otros payadores, como lo sería de Carlos Gardel, Caruso, Rubén Darío y Errico Malatesta, a los apenas 20 años cargaba con una larga vida atrás en la que había ido forjando sus dos grandes pasiones: el anarquismo y el teatro.
De esto daría cuenta ese mismo año 1905, cuando fue preso con público y actores incluidos –integrantes del cuadro filodramático de la Sociedad de Obreros Panaderos– en el estreno de su obra Los rebeldes en apoyo de una huelga del sindicato ferroviario.
Dos años después, la compañía de Pepe Podestá, el renombrado Pepino el 88, representará en el teatro Apolo la pieza que le daría una modesta fama en el ambiente: Del fango.
De su fe anarquista quedaría como milagroso testigo su hijo, algunos amigos sensatos y un azorado empleado del Registro Civil de la capital. Era en 1906, cuando Betinotti debió recurrir a otro peluquero: Pepe había pegado buena y conseguido un imposible trabajo en Tribunales en el que, por sus ideas y temperamento, no podía durar, y no duró: oficial encargado de los embargos.
Fue para entonces que el 6 de agosto, su amigo Edmundo Montagne, el notable poeta uruguayo autor de La casa de los cinco vecinos, irrumpió en el severo recinto del Poder Judicial al grito de “¡Pepe, nació tu hijo Cátulo!”
Qué Cátulo ni que ocho cuartos, se dijo Pepe. Y trepó al tranvía que lo acercó a la barriada. Llegó a su casa bajo una intensa lluvia y, aterido de frío, separó al recién nacido del cálido pecho de Amanda, lo liberó de la faja y los pañales de rigor y lo sacó al patio. “¡Hijo mío! –exclamó– ¡Que las aguas del cielo te bendigan!”
Dos días después, mientras el infante trataba de sobrevivir a la pulmonía, concurrió al Registro Civil acompañado de dos testigos: Montagne y otro amigo.
–¿El niño cómo se va a llamar? –preguntó el funcionario luego de felicitarlo.
–Descanso Dominical González Castillo –repuso el orgulloso padre.
Se entiende: recién acababa de promulgarse la ley que establecía que los domingos fueran días no laborables, un derecho obrero largamente reclamado por los anarquistas. Al funcionario no le pareció tan razonable y se negó en redondo. Los amigos consiguieron separarlos a las primeras trompadas y Montagne se salió con la suya: el niño fue anotado como Ovidio Cátulo González Castillo.
La primera vida de Pepe había empezado veinte años antes en Rosario, el 25 de enero de 1885, como tercer hijo del español Manuel González y de una criolla de apellido Castillo. Tenía nueve años cuando ya habían muerto todos –padre, madre, hermanos– y quedó a cargo de un pariente que lo despachó al Seminario Consular de Orán, a más de mil kilómetros de Rosario, para hacerlo cura.
Fue en Orán donde, entre las puestas en escena de los cuadros religiosos y las costumbres de los naturales de la región, nació su interés por el teatro, al que veía como padre de todas las expresiones artísticas. Lo explicará así: “Antes que aprender a cantar, a bailar, tocar un instrumento, pintar o esculpir, el hombre debió ‘hacer teatro’, propiamente dicho. He podido observar, en las largas correrías de mi infancia, las costumbres de las tribus matacas, tobas y chirihuanas (…) Alrededor de un tam-tam primitivo (…) uno de los bailarines era el bufón, el cómico de los demás, que los hacía desternillarse de risa, en medio del rito religioso, con sus muecas y contorsiones… Estas eran, sin duda, caricaturas de los gestos del cacique viejo… del curandero de la tribu… del guerrero cojo.”
A los 16 años se rajó del claustro y, de regreso a la ciudad que había dejado involuntariamente, conoció al muy joven Florencio Sánchez, con quien trabó una profunda amistad cimentada en la común pasión por el teatro y la mutua adhesión a las ideas libertarias.
Para escapar de la policía se trasladó a Buenos Aires y se hizo peluquero, de prepo, tal como se había hecho teatrero, ácrata y haría todas las cosas en su ajetreada vida.
Instalado en la modesta casa de la calle Castro con Amanda, con quien convivió en amor libre hasta el fin de sus días y con la que tuvo tres hijos –luego de Descanso Dominical llegarían Gema y Hugo–, inmediatamente después de Del fango escribió Entre bueyes no hay cornadas, El retrato del pibe y, en medio de los tumultos y persecuciones del Centenario, antes de volver a rajar, consiguió estrenar La telaraña.
Exiliado en Chile, se estableció con su familia en Valparaíso, trabajó como comerciante de vinos, aprendió a chapurrear inglés, fue periodista del Mercurio, desde cuyas ilustres páginas encabezó una campaña anticlerical que le valió el despido, hasta que con su sainete La serenata obtuvo el primer premio del concurso organizado por el teatro Nacional. En Buenos Aires habían cesado las persecuciones y decidió volver.
De regreso en ese caserío que iba creciendo a la bartola con viejos criollos y nuevos inmigrantes atraídos por el bajo precio de las casas e inquilinatos de la zona, ahora en una casa de San Juan 3957, José Gonzalez Castillo escribió El mayor prejuicio, Los invertidos y El hijo de Agar. Antes, ya había estrenado más de catorce del centenar de obras que le deberá el teatro argentino.
Mientras trabajaba en la casa Glucksmann traduciendo los carteles de las películas mudas francesas y norteamericanas, encabezó una compañía tradicionalista que representaba Juan Moreira, Santos Vega y Martín Fierro con el concurso de varios “cantores nacionales”, entre ellos el dúo Gardel – Razzano.
Enterado de que Glucksmann buscaba artistas para su sello discográfico, recomendó al dúo en forma tan insistente que un año y medio después, el señor Godard, gerente de la grabadora, se avino a concurrir al teatro. Fue ese el inicio de la carrera de Carlos Gardel, quien siempre mostrará su agradecimiento grabándole varios de sus temas. Es que el Viejo Pepe había descubierto una nueva pasión: la poesía popular.
Cuando el 20 de abril de 1918 Elías Alipi le estrenó el sainete Los dientes del perro, tuvo la idea de presentar en escena un cabaret con la actuación en vivo de la orquesta de Roberto Firpo que ejecutó el tango “Mi noche triste”. De ahí en más, en el estreno de todo sainete sería de rigor que un tango fuera presentado en sociedad.
Cuando al año siguiente Los dientes del perro volvió a ponerse en escena, el tango que se cantó fue “¿Qué has hecho de mi cariño?” del propio González Castillo. Le siguieron una veintena más, como “Griseta”, “Silbando”, “Organito de la tarde”, “El aguacero”, “Acquaforte”, “Sobre el pucho”, varios de ellos con música de su hijo Cátulo.
Autor también de los guiones de las primeras obras del cine nacional, fue cronista de Crítica, participó activamente en la creación de Argentores y en 1928 fundó la Universidad Popular de Boedo, que, ubicada en Boedo 657 en el mismo caserón que hoy ocupa la escuela primaria “Martina Silva de Gurruchaga”, albergaba a más de 1500 alumnos.
Por ese entonces, destino errante del inquilino, se había mudado a Loria 1449.
Y fue ese mismo año 1928 que Cátulo le puso música a su tango “Organito de la tarde”.
“Te vas a anotar en el concurso que organiza Glucksman”, le dijo Pepe, conocedor de la importancia que un premio en un concurso en el que participaban los grandes compositores y poetas populares de la época, podía tener en la carrera de un joven de 17 años.
Indignado por la participación del adolescente, Juan de Dios Filiberto, que cultivaba fama y arrebatos de guapo, se presentó ante el Viejo Pepe:
–¡Usted lo está echando a perder al mocoso ese –bramó–, porque va a entrar a la competencia final conmigo. Y si me gana, sepa señor Castillo, que yo me he criado matando vigilantes.
Pepe se puso de pie y respondió:
–Y yo me crié matando sargentos. Les daba dos puñaladas de ventaja y después los cagaba bien a patadas en el culo.
La sangre no llegó al escenario y Cátulo se alzó con un tercer premio, que además del impulso que supuso a su carrera, provocaría un encuentro de enorme trascendencia para la música popular.
Parado en la puerta de su casa, todas las mañanas Cátulo veía pasar silbando un tango a un pibe gordito, un año menor que él, todavía de pantalones cortos, que vivía casi a la vuelta, en Garay y el pasaje Danel. Un día, el gordito se animó:
–¿Vos sos el que compuso “Organito de la tarde”? Yo tengo una letrita… no sé si la querés mirar…
Cátulo la miró y así nacieron el tango “Viejo Ciego”, una amistad que duraría toda la vida y el casi niño Homero Manzi se sumaría, junto a Pedro Mafia, Juan Francisco Giacobbe, Pedro Láurenz y Sebastián Piana (hijo de otro peluquero y eximio guitarrista de Almagro, con peluquería en la calle Castro Barrios 75, donde luego de construirá la Federación de Box) a la banda de muchachos artistas que alborotaba la casa del Viejo Pepe, ya de por sí alborotada por el incesante ir y venir de payadores, músicos y poetas, los interminables cigarros de Rubén Darío, las visitas de José Razzano y las demostraciones de impostación de voz que Carlos Gardel había aprendido haciendo de claque en el teatro Coliseo, de la ciudad de Roma.
En 1932, en los altos de la confitería Biarritz de Boedo 868, González Castillo fundó la peña Pachac Camac, un centro cultural de enorme trascendencia en su época, que perduró hasta ya avanzada la década del 50 y que, lejos de ser un cenáculo de intelectuales sería, en palabras del museólogo Diego Ruiz “una institución barrial integrada por gente del barrio y su misión estaba centrada en lo que hoy llamaríamos ‘educación permanente’ y que era, con otros términos, uno de los pilares del pensamiento anarco comunista (como lo era González Castillo y muchos de sus seguidores)”.
Por entonces, prácticamente frente a la peña, en Boedo 833/837, en una de las habitaciones del conventillo ubicado detrás de la librería del alemán Munner, junto a un taller en el que Antonio Zamora mandaba imprimir los cuadernos de Los Pensadores y los libros de Claridad, alentados por Munner y González Castillo comenzaron a reunirse jóvenes escritores o aspirantes serlo que, sin que ninguno de ellos viviera en las onmediaciones, serían posteriormente conocidos como Grupo de Boedo.
El Viejo Pepe murió en 1937, en el punto culminante de su carrera, en la casa que finalmente había conseguido comprar, en ¡cuándo no! Boedo 1064, cuando aun no llegaba a cumplir los 52 años.
Alrededor de su incesante actividad y su incansable vitalidad fue cobrando forma, identidad y hasta nombre un barrio de Buenos Aires, continuación de Almagro, rinconada de Pompeya y extensión de Parque Patricios, que había nacido de una broma de Juan Manuel de Rosas a su jefe de policía Ciriaco Cuitiño.
Cuitiño quería tierras y el Restaurador le dio una laguna. Como si de un bañado unitario se tratara, el mazorquero lo segó con saña y sobre esos rellenos y el loteo de la antigua quinta de don Víctor Almagro, a la vera del viejo camino hacia ese vado del Riachuelo donde por entonces ya se alzaba, orgulloso, el Puente Alsina se fue armando el caserío al que José González Castillo más que nadie otorgará identidad y transformará en barrio. La burocracia administrativa municipal dará cuenta del fenómeno recién en 1972, lo que carece de la menor importancia: al barrio lo habían hecho el librero alemán, el peluquero italiano, los viejos payadores y, más que nadie, el teatrero anarquista y los purretes proletarios que a su alrededor encontraron su destino de músicos y poetas.
Destacada
Innovación, tecnología y cooperativismo: Cootech dijo presente en la Expo Cooperativa 2025
La cooperativa tecnológica Cootech participó por primera vez de la Expo Cooperativa 2025, realizada en el Teatro Argentino, donde presentó herramientas digitales orientadas al turismo, la gestión rural y la seguridad. En diálogo con La Columna Vertebral, Tatiana Aime detalló los productos exhibidos, el balance de la experiencia y destacó el fuerte perfil de género de la cooperativa.
LCV: La cooperativa estuvo presente, tuvo stand en la Expo Cooperativa 2025 del viernes pasado.
Tatiana Aime: “Sí, así es. Estuvimos en el Teatro Argentino donde se realizó la Expo Cooperativa 2025, la segunda edición, y esta fue la primera vez que nos presentamos mostrando algunos de nuestros productos.”
LCV: ¿Y cuáles son esos productos?
Tatiana Aime: “Los productos que llevamos al stand fueron tres en particular: uno es un software de digitalización de destinos turísticos que permite recorrer virtualmente zonas turísticas, como por ejemplo Berisso, Tapalqué y Carué, donde al ingresar a la página web de cada municipio se puede encontrar digitalizada toda su oferta turística.”
LCV: ¿Esto puede usarse desde el celular?
Tatiana Aime: “Sí, no es necesario ningún tipo de artefacto especial, con una computadora o un celular se puede visualizar perfectamente, lo que permite que cualquier persona que esté viajando por la provincia de Buenos Aires pueda consultar desde el teléfono qué hay para hacer en un destino determinado.”
LCV: Por ejemplo, si quiero ir un fin de semana largo a Carué, ¿la plataforma me muestra qué hay para hacer?
Tatiana Aime: “Exactamente, la página web te muestra los lugares turísticos y las actividades disponibles en Carué.”
LCV: ¿Cómo lo mostraron en el stand?, ¿era interactivo?
Tatiana Aime: “Sí, teníamos una pantalla donde se podía interactuar y recorrer los distintos lugares, y también presentamos realidad aumentada con visores, que permitían señalar y explorar los espacios de forma virtual.”
LCV: ¿Dijiste que presentaron más herramientas además de esta?
Tatiana Aime: “Sí, además presentamos dos herramientas más: una de gestión interna para campos y otra de seguridad rural que actualmente está siendo aplicada en el municipio de Salliqueló.”
LCV: Es la primera vez que participan en la Expo, ¿qué te pareció la experiencia y la interacción con la gente?
Tatiana Aime: “La experiencia fue muy buena, pudimos contactar a distintas cooperativas, charlar, mostrar lo que hacemos y tejer redes, que es algo fundamental dentro del cooperativismo.”
LCV: ¿Qué saldo dejó la Expo en términos de contactos y vínculos?
Tatiana Aime: “Pasaron muchas personas por el stand, pudimos mostrar nuestro trabajo y nos llevamos contactos con los que seguramente podremos hacer cosas a futuro, tanto con otras cooperativas como con usuarios directos.”
LCV: ¿Ustedes también desarrollan software a medida?
Tatiana Aime: “Sí, no solo hacemos los productos que mostramos en la Expo, sino que también desarrollamos software a medida según las necesidades de cada cliente, y este tipo de eventos permite vincularse directamente con quienes tienen una idea o una problemática concreta.”
LCV: Tatiana, sos muy joven, ¿cuántos años tenés?
Tatiana Aime: “Tengo 34 años.”
LCV: Quiero felicitarte porque es importante ver gente joven trabajando y construyendo estos proyectos colectivos.
Tatiana Aime: “Muchas gracias, y quiero destacar que Cotech está compuesta en un 90% por mujeres, algo que nos llena de orgullo, sobre todo teniendo en cuenta que desde el IPAC se viene planteando la equidad de género como un eje central para las cooperativas del próximo año.”
Destacada
Paro de controladores aéreos por salarios atrasados y despidos sin resolver
En diálogo con La Columna Vertebral, Julián Gaday, integrante de la comisión directiva y vocero de la Asociación Técnicos y Empleados de Protección y Seguridad a la Navegación Aérea (ATEPSA), explicó cuál es la función de los controladores aéreos, el nivel de responsabilidad que implica su trabajo, las condiciones salariales del sector y los motivos del conflicto que derivó en medidas de fuerza anunciadas a partir del 17 de diciembre.
LCV: ¿Qué es un controlador aéreo?
Julián Gaday (ATEPSA):“Los controladores aéreos somos las personas encargadas de guiar y separar a todos los aviones desde que ponen en marcha los motores hasta que aterrizan en destino: despegue, aterrizaje, ascenso y nivel de crucero. Controlamos básicamente todo el espacio aéreo argentino, incluidos aviones del Estado, militares y comerciales; todo lo que vuele tiene que comunicarse con nosotros. Si no trabajamos, no hay tránsito aéreo, por eso somos un servicio público esencial y se nos hace tan difícil llegar a medidas de fuerza.”
LCV: Quiero poner en valor la responsabilidad que tienen: si se equivocan en una ruta, puede haber consecuencias gravísimas.
Julián Gaday:“Por supuesto. En el centro de control de área de Ezeiza, donde trabajo, controlamos en una hora normal entre 25 y 35 vuelos, y en horas pico hasta 50 aviones por hora. Estamos hablando de miles de vidas que pasan por nuestras voces, nuestras decisiones y nuestras instrucciones, no solo en ruta sino desde que el avión empieza a subir. Básicamente tomamos decisiones para evitar, de manera fundamental, que los aviones se choquen.”
LCV: ¿Cómo es el trabajo en equipo para que un avión esté en vuelo?
Julián Gaday:“ATEPSA representa a todos los trabajadores de los servicios de navegación aérea. Todo comienza en las oficinas ARO, donde se recibe la documentación y el plan de vuelo que presentan los pilotos o las aerolíneas, con la ruta y toda la información necesaria. Allí también se brinda información sobre estado de aerovías, aeropuertos y meteorología. Luego el avión llama a la torre de control, que autoriza la puesta en marcha, el rodaje y el despegue. Una vez en vuelo, pasa a los controladores de área, que controlamos todo el espacio aéreo desde cinco centros en el país, y al aproximarse al destino vuelve a pasar a la torre. También intervienen los servicios de búsqueda y salvamento y las oficinas NOTAM, que notifican cuestiones operativas a los pilotos.”
LCV: ¿Se estudia para ser controlador aéreo? ¿Cómo es la formación?
Julián Gaday:“Sí, se estudia. Hay un curso básico de un año y luego, según el destino, entre seis meses y más de un año para obtener la habilitación local. Yo, por ejemplo, trabajo en el centro de control de área y no puedo controlar en la torre de Ezeiza aunque esté a un piso de distancia, porque no tengo habilitación. Lo mismo sucede entre distintos aeropuertos: cada lugar tiene sus particularidades y son trabajos distintos.”
LCV: Con ese nivel de exigencia, ¿cuánto gana un controlador aéreo?
Julián Gaday:“Un controlador en Ezeiza o Aeroparque puede ganar alrededor de dos millones de pesos. En el interior del país, en aeropuertos con menor complejidad, los salarios rondan entre 1.300.000 y 1.800.000 pesos. En algunos de los cinco centros de control hay trabajadores por debajo de la línea de pobreza. Gran parte del colectivo tiene que hacer trabajos extra para mantener un nivel de vida mínimo que le permita realizar esta tarea, que es vocacional y crítica para la seguridad.”
LCV: ¿Cómo es el diálogo con la empresa y en qué consisten las medidas a partir del 17 de diciembre?
Julián Gaday: “El diálogo es prácticamente nulo. Hemos asistido a varias audiencias, pero es hablar contra una pared. No tenemos respuestas ni soluciones, desconocen el conflicto, los motivos y hasta el convenio colectivo de trabajo. En la última audiencia nos pidieron cinco días más para analizar propuestas que presentamos el 9 de septiembre. Pasaron tres meses sin analizarlas. Reclamamos actualización de viáticos con más de un año de atraso, revisión de categorías de aeropuertos —que por convenio debe hacerse anualmente— y la reincorporación de nueve controladores despedidos ilegalmente. Solo reincorporaron a tres; los otros seis siguen esperando, sin ninguna justificación válida.”
LCV: ¿Están informando para que los pasajeros no se vean sorprendidos?
Julián Gaday: “Notificamos a la empresa hace diez días del cronograma de medidas. Como servicio público esencial, debemos garantizar al menos el 45% de las operaciones, y nuestras medidas afectan alrededor del 10%. Informamos por mail a todas las compañías aéreas para que reprogramen vuelos y avisen con anticipación a los pasajeros. Nuestros usuarios directos son las aerolíneas, no los pasajeros.”
LCV: Se cuestiona que las medidas coincidan con fechas sensibles como Navidad.
Julián Gaday: “Durante todo noviembre hicimos medidas de fuerza sin afectar pasajeros, parando solo vuelos de carga. No tuvimos ninguna respuesta. Recién cuando se afecta al pasajero aparece el conflicto en agenda. Por eso es importante decir que no somos los únicos responsables: del otro lado están la empresa y el Estado, que no negocian ni ofrecen lo mínimo indispensable para llegar a un acuerdo.”
Destacada
Acerca del imperio de lo inaudito y la apatía, por Hernán López Echagüe
Todo ocurre a cada instante, de modo cruel, y, en ocasiones, espeluznante. La vida se ha convertido en una suerte de encadenamiento de pasos dominados por la inviabilidad de llevarla a cabo. Un vagabundeo desprovisto de mira. Basta con echarle un poco de ojo a los acontecimientos que nos rodean, y nos sumergen, sin pausa, en un estado de las cosas en el que predominan el oscurantismo, la persecución, la barbarie, y el espíritu de la irracionalidad más abyecta. Sin embargo, lo que más pesadumbre causa es el silencio, y la quietud, y el desmembramiento de las voces y los actos de los que, al parecer, a los gritos y gesticulaciones por momentos dignas de conmiseración, condenan el oscurantismo, la persecución, la ignorancia y la irracionalidad. Y, al final de cuentas, no hacen más que brindarle mayor magnitud al descalabro, y, en ocasiones, fundamento. Triste victoria del vacío. ¿Qué decir? ¿Qué escribir?
Mejor lo ha dicho y escrito Julio Cortázar en su artículo “Policrítica a la hora de los chacales”, en 1971. Medio siglo atrás:
“De qué sirve escribir la buena prosa, de qué vale que exponga razones y argumentos si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo, lo mutilan, le sacan lo que quieren, dejan de lado el resto, vuelven lo blanco negro, el signo más se cambia en signo menos, los chacales son sabios en los teles, son las tijeras de la infamia y del malentendido, manada universal, blancos negros, albinos, lacayos si no firman y todavía más chacales cuando firman, de qué sirve escribir midiendo cada frase, de qué sirve pesar cada acción, cada gesto que expliquen la conducta, si al otro día los periódicos, los consejeros, las agencias, los policías disfrazados, los asesores del gorila, los abogados de los trusts se encargarán de la versión más adecuada para consumo de inocentes o de crápulas, fabricarán una vez más la mentira que corre, la duda que se instala, y tanta buena gente en tanto pueblo y tanto campo de tanta tierra nuestra, que abre su diario y busca su verdad y se encuentra con la mentira maquillada, los bocados a punto, y va tragando baba prefabricada, mierda en pulcras columnas, y hay quien cree y al creer olvida el resto, tantos años de amor y de combate, porque así es, compadre, los chacales lo saben; la memoria es falible y como en los contratos, como en los testamentos, el diario de hoy con sus noticias invalida todo lo precedente, hunde el pasado en la basura de un presente traficado y mentido.Entonces no, mejor ser lo que se es, decir eso que quema la lengua y el estómago, siempre habrá quien entienda este lenguaje que del fondo viene, como del fondo brotan el semen, la leche, las espigas.Y el que espera otra cosa, la defensa o la fina explicación, la reincidencia o el escape, nada más fácil que comprar el diario made in usa, y leer los comentarios a este texto, las versiones de Reuter o de la UPI donde los chacales sabihondos le darán la versión satisfactoria, donde editorialistas mexicanos o brasileños o argentinos traducirán para él, con tanta generosidad, las instrucciones del chacal con sede en Washington, las pondrán en correcto castellano, mezcladas con saliva nacional, con mierda autóctona, fácil de tragar.No me excuso de nada, y sobre todo no excuso este lenguaje, es la hora del chacal, de los chacales y de sus obedientes: los mando a todos a la reputa madre que los parió, y digo lo que vivo y lo que siento y lo que sufro y lo que espero. Sólo así podremos acabar un día con los chacales y las hienas”.
Ilustración: Silvia Flichman (https://silviaflichman.com.ar/ )
Luis Lázaro: “Atacar el Estatuto del Periodista es atacar el derecho de la sociedad a informarse”
Innovación, tecnología y cooperativismo: Cootech dijo presente en la Expo Cooperativa 2025

