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Porta Hermanos, fabricante del fernet 1882, pidió concurso de acreedores

La empresa cordobesa Porta Hermanos, fabricante del famoso fernet 1882, solicitó este lunes el concurso de acreedores pero aseguró que no habrá recorte de empleados.
En un comunicado, la firma informó que se tomó la medida por dificultades financieras pero aseguraron que “esta herramienta nos permitirá realizar un proceso transparente y organizado de reestructuración de las finanzas y así evitar que se erosione el capital de trabajo, la estructura de costos y se dificulte la operatoria empresaria”.
Además, aseguraron que el nivel de producción y las diferentes líneas de productos que allí se fabrican, como el vinagre Casalta el vodka Nikov entre otros, no se verán afectados. La empresa emplea a más de 500 trabajadores y tiene más de 130 años de historia, siendo fundada en 1882 por la familia de inmigrantes italianos Porta, quienes de esa manera crearon la primera fábrica de licores del interior del país.

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Anticipo de “Papeles Quemados”, último libro de Ricardo Ragendorfer

Para los amantes de nuestra sección de Archivos LCV, llegó el libro que estaban esperando. “Papeles Quemados”, publicado este mes por editorial Planeta, rescata las crónicas que Ricardo Ragendorfer escribió para Télam entre 2021 y 2023 y que sufrieron los efectos destructores que impuso la “batalla cultural” iniciada por Javier Milei en 2024. Algunas de ellas ya fueron ‘resucitadas’ por La Columna Vertebral en esta misma sección. Un material valioso que pretende vencer la censura ocurrida luego del cierre de la Agencia Nacional de Noticias que inhabilitó su plataforma y ya no fue posible acceder a la cablera de fotos y notas y tampoco a su valioso archivo. “Papeles Quemados”, historias escritas con la inconfundible pluma de Ragendorfer que entrelazan datos curiosos sobre protagonistas del dos siglos de historia, ya sean famosos del poder, del mundo artístico y también seres anónimos. Allí se entrelazan crónicas que van de San Martín, a Capablanca pasando por el Che Guevara o Ringo Bonavena.
A modo de anticipo, LCV comparte hoy una de estas joyas: “Romance de la muerte de Juan Lavalle”.

Romance de la muerte de Juan Lavalle
Su nombre completo era Juan Galo de Lavalle. Y en 1814, siendo teniente de las tropas del Directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata combatió al general José Gervasio Artigas durante el segundo Sitio de Montevideo. Ese fue su bautismo de fuego.
A partir de entonces, su carrera militar y política fue ascendente.
En 1828 derrocó al gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, antes de vencerlo en la batalla de Navarro y ordenar su fusilamiento.
En aquel entonces, Juan Bautista Alberdi, un muchacho de de apenas 18 años, seguía con suma atención el desarrollo de los acontecimientos.
Se trataba de un ávido lector de Montesquieu. Y para canalizar su visión del mundo, se identificaba con la causa unitaria.
Una década después, durante una mañana otoñal, marchó al exilio. Y ya en el bote que lo arrimaba al bergantín a punto de zarpar hacia Montevideo, se permitió un gesto cargado de teatralidad: arrojar al agua la divisa punzó que el régimen rosista hacía usar a los ciudadanos.
Entre las múltiples ocupaciones que desplegó en esa ciudad resalta la de secretario del general Juan Lavalle, quien estaba sumido en los preparativos de su ofensiva bélica contra Juan Manuel de Rosas.
Alberdi se sentía un espectador privilegiado de la Historia.
Pero el vínculo entre ellos fue difícil, dado el pésimo talante del militar y su tozudez política. En resumen, la simpatía de Alberdi por el ideario de la Revolución Francesa chocaba con las fantasías napoleónicas de Lavalle. De modo que ese lazo laboral no fue duradero.
Aún así, el 2 de junio del año siguiente Alberdi acudió a la Puerta de la Ciudadela para ver a Lavalle partir hacia la isla Martín García al frente del Ejército Libertador, una fuerza de casi tres mil hombres que batallaría contra los federales. Fue la última imagen del general que él se llevó a los ojos.
Disparos al amanecer
Lo cierto es que Lavalle creía estar bendecido por la Providencia. Semejante pálpito se derrumbó como un castillo de naipes al ser derrotado, dos años más tarde, por el general Manuel Uribe en la batalla de Faimallá, en Tucumán.
A partir de entonces inició una larga marcha hacia la nada. Únicamente conservaba doscientos hombres extenuados. Su propia estampa alta y rubia lucía declinada. Poco quedaba del héroe de Ituzaingó, Riobamba y Maipú. Frágil de salud y remordido por el fusilamiento de Dorrego, el general estaba por cumplir 44 años cuando se acercó con su milicia a San Salvador de Jujuy. Corría el 8 de octubre de 1841.
Esa noche de cielo encapotado la tropa quedó acampada en las afueras de la ciudad al mando del coronel Juan Esteban Pedernera.
Lavalle avanzo hacia el casco urbano para pernoctar bajo algún techo, a sabiendas de que la autoridad unitaria había puesto los pies en polvorosa. Lo acompañaban su edecán, Pedro Lacasa, el secretario civil, Félix Frías, dos oficiales y ocho soldados. Allí también estaba Damasita Boedo, su soldadera, una despampanante pelirroja que encubría sus curvas con ropaje varonil.
San Salvador era la viva imagen de la desolación y el presagio. Lavalle y los suyos encontraron refugio en el viejo caserón de la familia Zerranuza, abandonado unos días antes por el delegado unitario, Elías Bedoya, ahora en desaforada fuga.
El general y Damasita se instalaron en el dormitorio que enfrentaba al segundo patio. Frías y Lacasa, en una habitación pegada al zaguán. Otra fue ocupada por los dos oficiales. Y los soldados se tendieron en el primer patio. Menos el centinela, apostado junto al portón de cedro macizo.
Al clarear se detuvo ante aquella vivienda una partida federal de quince jinetes al mando de Fortunato Blanco. Buscaban a Bedoya sin imaginar quién realmente se alojaba allí.
El centinela atrancó el portón y dio la voz de alarma.
Lacasa y Frías se lanzaron al dormitorio de Lavalle. El edecán exclamó:
– ¡Los enemigos están en el portón, general!
– ¿Qué clase de enemigo son? –quiso saber Lavalle.
– Son paisanos –respondió Frías.
El secretario evitaba mirar a Damasita con poca ropa, casi desnuda.
–No hay cuidado. Manden a ensillar, que nos abriremos paso –fueron las palabras de Lavalle mientras comenzaba a calzarse las botas.
Sobre la mesita de noche estaba su pistolón francés. Y él lo observó de soslayo. Damasita, desde el lecho, también.
Lacasa y Frías fueron hacia el fondo para buscar los caballos.
Frías se apresuró en partir en su cabalgadura por la salida posterior para avisar a Pedernera lo que sucedía. Sin embargo, sufrió una demora por eludir la posición de la patrulla atacante.
Mientras tanto, en el acampe tropero –a medio kilómetro– prevalecía la incertidumbre; hasta allí había llegado el griterío de los federales. Pedernera entonces ordenó a los soldados ponerse en movimiento. De pronto –tal como lo consignaría él en 1886, al dictar sus memorias–, fue audible a lo lejos “tres descargas de tercerola seguida de otra distinta; luego, un silencio espeso”.
Aquellos mismos estruendos hicieron que Lacasa, aún en los palenques, volviera sobre sus pasos. Lo que vio en el siguiente instante quedaría grabado para siempre en sus retinas: Lavalle despatarrado en el zaguán con la garganta destrozada en medio de un charco de sangre, y las convulsiones del final. A centímetros de la mano izquierda yacía su pistolón.
Sólo Damasita estuvo con él en el momento de los disparos. Y seguía ahí, semidesnuda.
Lacasa la cubrió con su capote.
Los federales ya se habían alejado.
La marcha fúnebre
Desde ese preciso momento, el tiempo empezó a transcurrir con una lentitud exasperante. Y el silencio era sepulcral.
Algunos soldados rodearon el cuerpo. Otros estaban ante el portón con los ojos clavados en la cerradura rota que uno de ellos señalaba con un dedo. La escena parecía congelada. Y sin palabras se dio por sentado que un balazo de tercerola la había atravesado para impactar en el cuello del general.
Su cadáver quedó en el caserón, mientras la tropa reiniciaba el repliegue hacia el Alto Perú. Pero, súbitamente, Pedernera detuvo la marcha y mandó a dos soldados y un teniente a rescatarlo. Ellos volvieron con el muerto cargado en su caballo. Un poncho le hacía de mortaja.
Durante la travesía, por la mente de Frías desfilaron postales dispersas sobre su última etapa junto a Lavalle. Una etapa difícil de descifrar, en la que sus actitudes, reacciones y reflejos ya resultaban inquietantes. Entre éstas, su inclinación por desatender las responsabilidades militares para entregarse a los placeres de la carne.
Como cuando –aún muy afectado por la derrota de Quebracho Herrado– se recluyó en una hacienda de Catamarca para compartir con la bella Solana Montemayor –esposa del gobernador riojano, Tomás Brizuela– cuatro días y noches sin salir de la cama, mientras sus oficiales, desesperados, iban y venían de un lado a otro de la puerta a la espera de instrucciones.
En aquella circunstancia, Frías le dijo a Pedernera:
–La causa de la libertad, señor coronel, se pierde por las mujeres.
La respuesta fue:
–Hay algo peor, don Félix: durante la batalla él se colocaba tan cerca de las líneas de tiro, que parecía buscar la muerte.
Es posible que Frías evocara tal diálogo durante esa mezcla de huida lenta y procesión fúnebre. Y quizás entonces haya volteado la vista hacia el caballo cargado con el cuerpo del general bajo una nube de moscas. El sol abrasador no favorecía su conservación.
Damasita cabalgaba a una distancia prudencial.
Frías enfocó su mirada en ella.
Fruto de una aristocrática familia salteña, esa mujer de 23 años era hija del coronel José Boedo y Aguirre, sobrina del diputado Mariano Boedo y hermana de José Félix Boedo, un joven federal fusilado con un tío materno en vísperas al desastre de Famaillá por orden de Lavalle. Y a pesar de la súplica de clemencia llorada por Damasita.
Pero luego se le presentó otra vez, para decir:
–Quiero seguir tus ejércitos. ¡Soy unitaria!
El amor entre ellos tuvo esa penumbra.
Frías –que no comulgaba con la idea del tiro que atravesó la cerradura– seguía observando a la soldadera del general.
Sólo Damasita –pensó él– atesoraba el misterio de su muerte. ¿Acaso lo vio infringirse ese desenlace o fue ella la llave vengadora de su final?
La travesía fue tortuosa. Por su avanzada descomposición, al cuerpo de Lavalle hubo que desencarnarlo en el poblado de Huancalera. Pero los huesos –debidamente lavados–, la cabeza –envuelta en un pañuelo muy ajustado– y el corazón –sumergido en aguardiente– fueron llevados a fines 1r42 a la ciudad trasandina de Valparaíso.
Fue precisamente allí donde Juan Bautista Alberdi supo los detalles del final de Lavalle por boca de Frías.
Ambos por entonces estaban exiliados en Chile.
Damasa jamás volvió a Salta. Y murió con su secreto en 1880.
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Gaza: La resistencia en barco y bicicleta, por Hilario Alvaro, desde el país Vasco

Este verano boreal, aún por finalizar, está teñido por una inusitada actividad de marchas y protestas en calles y plazas europeas, más acostumbradas en estas fechas a las fiestas y al desfile de turistas. En la medida que la Unión Europea y los diferentes gobiernos nacionales muestran su inacción o su abierta complicidad con el genocidio de Gaza, la sociedad civil está tomando el espacio público en demanda del fin de la masacre y de un boicot a Israel. Dos iniciativas coparon la atención en estos primeros días de setiembre: las diarias protestas que exigen la expulsión del equipo israelí de la Vuelta Ciclista a España y la flotilla que, cargada de ayuda humanitaria, está surcando el Mediterráneo con la intención de establecer un corredor humanitario con Gaza.
A la hora de escribir estas líneas (viernes 5 por la noche), 130 caceroladas retumbaban frente a otras tantas municipalidades vascas. El jueves 4 sonaban por séptima semana consecutiva en el centro de Zaragoza. El viernes lo hicieron en Cabezón de la Sal (Cantabria), entre decenas de banderas palestinas, en la salida de la etapa de La Vuelta, en la que participa la escuadra Israel-Premier Tech, propiedad del magnate sionista Sylvan Adams, que se autodefine como «embajador global de Israel». Su objetivo: limpiar la cara de Israel a través del deporte, un Israel que, a diferencia de Rusia, no ha sido expulsado de competición internacional alguna.
Desde que la carrera, comenzada en Italia, pisó la península ibérica se ha convertido en una protesta diaria, continua. En la contrarreloj por equipos, disputada en Figueras (Cataluña), el equipo israelí fue bloqueado en una ruta, a mitad de su participación. Al día siguiente, a pocos quilómetros, en Olot, los manifestantes bloquearon al pelotón entero. Por Navarra, los ciclistas cruzaron pueblos y ciudades repletos de banderas palestinas y pasacalles llamando al boicot a Israel. Los esfuerzos de la organización por retirar las banderas, como en Aragón, o los de la realización de Televisión Española (todas las etapas se retransmiten en directo) por ocultar una dinámica que crece con cada etapa se ven inútiles: son entre 150 y 200 quilómetros por etapa y una población deseosa de hacer pública su repulsa al genocidio.
En Bilbao se situaron a la salida y en la meta de la etapa 11. Si la carrera fue interrumpida ya a los pocos quilómetros de salir, la llegada lo fue más. Instalada en el centro de Bilbao, la meta hervía de manifestantes por Palestina que, desbordando el cordón policial, tomaron el centro de la calzada. La etapa se dio por terminada a 3 quilómetros de la meta. No hubo vencedor. El eco de la protesta fue enorme. El Israel-Premier Tech fue invitado a abandonar la competición, a lo que se negó. El ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, en entrevista radiofónica, se reclamó «partidario» de expulsar al Israel-Premier Tech de La Vuelta. No es posible actuar «como si nada ocurriera» en el deporte mientras hay un genocidio en curso, dijo. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, envió en cambio su apoyo a los ciclistas: «No ceder ante el odio y la intimidación», les dijo por redes sociales.

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Las protestas que rodean La Vuelta (pasacalles, banderas, caceroleos, cortes de ruta) son acciones de manual de no violencia. Sin embargo, Javier Guillén, director de La Vuelta, no dudó en calificar de «acción violenta» el bloqueo del equipo de Israel en la contrarreloj. Lo mismo hicieron las autoridades vascas, todas del Partido Nacionalista Vasco. Preocupado por la imagen que la ciudad –posicionada como destino turístico– pudiera dar, el alcalde de Bilbao, Juan María Aburto, añadió que a los manifestantes «no les importó poner en riesgo la seguridad y la vida de los ciclistas profesionales». Pero quien más lejos llegó fue la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que durante un acto partidario del Partido Popular acusó a los manifestantes de Cabezón de la Sal de ser «terroristas de la ETA», «etarras».
Como señalaba en las redes sociales el dibujante y escritor Mauro Entrialgo, estas protestas son efectivas porque tienen consecuencias económicas, uno de los objetivos de las asociaciones convocantes, ligadas a la campaña BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones). Los municipios pagan a la organizadora de La Vuelta, una empresa privada francesa que también se encarga del Tour de France, para que la carrera pase por sus calles.
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En Reino Unido y Alemania la criminalización de las acciones por Palestina es, de todas maneras, bastante mayor que en España. Para muestra, un botón. Hace días, durante un acto a favor de Palestina en Edimburgo, el guionista Paul Laverty, que forma equipo con el director Ken Loach, fue detenido por llevar una remera que condenaba el genocidio. Lo acusaron de un delito de «terrorismo», porque el lema «Genocide in Palestine, time to take action» («Genocidio en Palestina, tiempo de pasar a la acción») representaría un apoyo a la asociación Palestine Action, que el gobierno laborista califica de terrorista. Similares son los argumentos que la Policía y la Justicia alemanas están empleando para castigar a quienes usan la frase «From the River to the Sea, Palestine Will Be Free» («Desde el río hasta el mar, Palestina vencerá»). En noviembre de 2023, el Ministerio del Interior alemán consideró que se trata de un eslogan de Hamás y, cada vez que se oye esta consigna, la Policía se emplea con violencia contra quien lo profiera, así como contra quienes están en los alrededores, acusándolos, después, de resistencia a la autoridad o desacato, crímenes relativamente graves en la autoritaria sociedad germana. Solo en Berlín, hay hoy unos 9 mil manifestantes pro-Palestina cuyos casos acabarán judicializados.

Mientras crecen en el mundo las voces y las acciones reclamando el fin de la destrucción y el genocidio de Gaza, Israel desoye toda crítica y acelera la ofensiva. Cientos de miles protestaron en las calles de París, Tokio, New York, Buenos Aires, Yemen, Bagdad, Brasil o en la misma Tel Aviv; la ONU exigió un fin de bloqueo que condena al hambre a todo un pueblo, y una flota internacionalista se dirige a Gaza con ayuda humanitara para romper el aislamiento al que están siendo sometido el pueblo Palestino. Los estibadores de Génova advirtieron en una emotiva marcha de antorchas previa a la partida de naves hacia la franja de Gaza: “Deben volver todos sanos y salvos, o bloqueamos los puertos de Europa”. En Nápoles fueron los estudiantes universitarios quienes alzaron la voz: “Si continúa el bloqueo, bloquearemos las puertas de todas las universidades”. En España, una tradicional carrera ciclista que atraviesa distintos pueblos se ha convertido en bandera por la liberación de Palestina. Nada de eso parece estremecer a los gobiernos de Occidente ni detener la ofensiva de Netanyahu. Por el contrario.
Este lunes, una de las barcazas de la flota Global Sumud Flotilla compuesta por una veintena de embarcaciones en las que viajan activistas propalestinos de 44 países, sufrió el primer atentado. Se trata del barco de bandera portuguesa, que transporta al comité de dirección de la flotilla, con la militante sueca Greta Thunberg a la cabeza, que fue atacada por un drón que provocó un incendio en la cubierta principal y en los almacenes situados bajo cubierta, mientras estaba en el puerto de Túnez. No hubo víctimas pero la preocupación crece. El capitan de ese barco es uno de los ocho argentinos que forman parte de la comitiva. Carlos ‘Cascote’ Bértola, militante de HIJOS de La Plata, partió hace diez días a Barcelona para sumarse a esta gesta visto que necesitaban personas con conocimiento en navegación: “Ante un genocidio, quedarse callado no es opción”, declaró. Hoy se encuentra reparando la nave que sufrió graves daños en donde viajan los promotores de la iniciativa. A pesar de todos los inconvenientes la Global Sumud Flotilla se encuentra a escasos 7 km de cumplir con su objetivo.
En tanto, la cadena ‘Al Jazeera’ informó sobre fuertes explosiones en Doha, Qatar. El Ejército israelí ya confirmó el bombardeo que tendría como objetivo liquidar una célula de Hamás en ese país pero no precisó su ubicación mientras ni detalles lo ocurrido. Sin noticias oficiales, versiones indican que habría al menos dos muertos productos del ataque. (LCV)
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Último acto: Frío, sombrío y melancólico, por Hugo Asch*

Crónica del último acto de Milei en Moreno, sin brócoli: mucho frío, público con delay, Nisman, opereta, “no toquen a mi hermana”, ‘políticos corruptos’, ‘me van a matar del disgusto’ y la ilusión del empate técnico.
Por alguna razón, el sombrío cierre de campaña de Javier Milei en el barrio Trujui de Moreno me recordó cosas de mi niñez. Verlo así, tan ajustado y redondito debajo de la campera larga, una chaqueta negra, la remera térmica y el chaleco antibala, me recordó una tarde brava de invierno en la Isla Maciel, al final de un partido entre San Telmo y El Porvenir. Tenía 12 y me había llevado mi amigo Omar con un grupo de hinchas del barrio. La cosa se puso brava al final del partido y hubo gritos, amenazas y el lejano reflejo de un cuchillo en la tribuna local. Los de San Telmo querían robarnos la bandera, así que la solución fui yo. Envolvieron pacientemente el trapo blanco y negro sobre mi cuerpito y así quedé. Relleno y duro como un matambre, bamboleante, inseguro como Milei en el acto de esta noche, con quince vueltas de tela bajo mi sobretodo. Ese día me convertí en héroe. El tono grave de Milei, fallido y forzado como nunca, también me llevó a mis 10 años, cuando contaba mi chiste preferido: el del nene que se queda solito en la casa, escucha ruidos y hace lo que su mamá le había aconsejado. Pone ‘voz de grande’ y grita: “¡Quiéénnn aaabióóó la peta…!”. Más o menos como Milei.
El público, tan muerto de frío como el presidente en campaña y los que lo rodeaban, escaso de reflejos, aplaudía con delay uno o dos segundos más tarde de lo indicado. Cada tanto gritaban melancólicamente: “¡Pre-si-dente, pre-si-dente…!”, como una confirmación, o un anhelo imposible. No se engancharon con la consigna ‘Kirchnerismo nunca más!’, ni festejaron con risotadas cada vez que era citado ‘el enano soviético’. Un público difícil, con más ganas de dormir una siesta tardía que de celebrar a ese líder envasado al vacío.
Milei defendió a la hermana y al mismo tiempo destacó, con detalle exquisito, sus mejores virtudes a la hora de denunciar a los políticos corruptos que se quedan con el dinero de la gente. La asociación era inmediata e inevitable. “¡No proyectes!”, daban ganas de gritarle. Al final era cierto: el tipo efectivamente tiene un inconsciente. El discurso fue errático, tedioso, armado con piezas de diferentes rompecabezas que nunca encajaban. A su habitual obsesión por cantar la del “pingüino y el cajón” esta vez sumó al fiscal Nisman, ten years after. “¡Si se tienen que cargar vidas humanas no les importa nada: se cargaron a Nisman!”, dijo, y provocó un silencio incómodo de respeto y/o perplejidad. El momento más original del acto fue cuando confundió al conurbano bonaerense con California y recordó cuando la gente vivía tranquila, no cerraba con llave la puerta de su casa y los niños jugaban en paz porque no había robos ni comunismo. Milei repitió frases hechas como una ametralladora, habló de una “miserable opereta en su contra” y culpó al kirchernismo hasta del hundimiento del Titanic. Fue todo muy aburrido hasta que su espíritu ganador afloró en todo su esplendor. El que tiene hoy, quiero decir.“¡Los encuestadores coinciden en situarnos en una situación de empate técnico…!”, se entusiasmó ante el desconcierto general. El tenue brillo en sus ojos y la sonrisa congelada de los demás fueron la mejor foto de la noche.

*Hugo Asch, inició su carrera periodística en 1974. Fue redactor de la revista Siete Días, prosecretario y subdirector de Gente, Secretario de Redacción de Clarín, editor general de Perfil y director de Playboy Agentina, entre otros medios de Argentina y España.
En su facebook, hoy, se define como ‘creador digital’.
