Opinión
Menem y la metamorfosis, por Américo Schvartzman

“Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto“.
Cuenta por ahí García Márquez que para él todo cambió cuando leyó la “Metamorfosis” de Kafka. Decía el gran escritor que hasta ese momento él era fiel a una escritura apegada a la realidad, lo que había aprendido en su tarea periodística. Quería escribir cuentos y novelas pero no le salía. Y devoraba todo lo que caía en sus manos.
Tras leer la frase inicial de Kafka, el futuro autor de “Cien años de soledad” siguió con la esperanza de que en algún momento se explicara cómo y por qué se había producido esa conversión. Al darse cuenta de que eso no pasaría, reflexionó: “Ah, pero si esto vale yo también puedo escribir”. Allí nació el realismo mágico, aseguraba, un poco en broma y un poco en serio.
En los años 90 Menem no era esa caricatura de la política argentina en la que se convirtió después.
Por el contrario, este peronista provinciano de patillas gigantes y modos seductores era el ídolo mayor de los neoliberales argentinos (acá no hay liberales en el sentido estricto de la palabra; no de ese liberalismo que alguna vez enamoró a Artigas, a Moreno, a los jóvenes del 18. Y eso ocurre hasta hoy. Cualquiera que se identifique como liberal en estas pampas es en verdad neoliberal).
Menem expresa el quiebre definitivo de la relación contractual ética entre representantes y representados en la Argentina. Es el inicio del “vale todo”.
Así, los Milei de esos años, los Cachanosky de los 90, lo veían “alto, rubio, y de ojos azules” –como lo definió Neustadt, periodista emblemático del poder en la Argentina. Era el sueño dorado: un peronista venía a destruir todo lo que los neoliberales odiaban del peronismo.
En los últimos años Nemen (como le decía Charly García en los escasos minutos en que no lo adoraba) se había transformado para mí en un caso de mera utilidad argumentativa. Casi un meme.
Durante años lo usé para mostrar cómo es posible encontrar algo positivo aun en el peor de los gobiernos elegidos democráticamente. Aunque me costó hacerlo, encontré algún aspecto rescatable de sus diez años como mandatario.
Es, quizás, el más señalado: la supresión del servicio militar obligatorio, esa institución nefasta en la que personas con severos problemas psicológicos eran dueños de la vida de jóvenes a los cuales les podían hacer cualquier cosa, como a su vez se las hacían a ellos sus superiores.
“Ustedes no son paridos, son cagados. Cuando yo diga ‘sorete’ ustedes griten ¡presente!”, contaba mi padre, Pablo, que les decía en los primeros minutos de la conscripción el suboficial a cargo, allá en Paso de los Libres donde le tocó la “colimba” en los años 40.
Menem fue el primer Presidente en nuestra historia democrática en admitir que mintió descaradamente a la ciudadanía para que lo votaran. “Si decía lo que iba a hacer, no me votaban”, reconoció públicamente entre risas el ahora difunto.
Bueno. Menem, en la medida quizás más peronista de todos sus larguísimos años (dejo para simposios futuros la discusión de por qué la califico así) decidió suprimir la “colimba”. Fue tras la denuncia de la atroz muerte del soldado Carrasco, en 1994. Y lo hizo por decreto, el 1537. Que, aunque transcurrieron casi 30 años, la democracia argentina nunca convirtió en ley. Cualquier Berni que acceda al poder podría suprimirlo y devolver vigencia a la Ley 4031 de servicio militar obligatorio. Así somos. Y eso también es achacable a Menem, pero no sólo a él.
Algunas personas lúcidas de nuestro país han hecho en estos días revisiones exhaustivas e implacables de lo nefasto que fue para la sociedad argentina este líder peronista (véase, en especial, la de Pablo Alabarces aquí, que me pareció inmejorable).
Lo cierto es que me resulta arduo encontrar alguna otra cosa destacable de este personaje funesto, al que considero el peor Presidente que la Argentina haya tenido en su historia democrática (no vale cotejar con nadie que haya accedido a ese cargo por la fuerza).
Las razones son innumerables, desde el dato tremendo de las sesentaiséis (66) empresas del Estado que Menem disolvió, privatizó, desguazó o concesionó; hasta el hecho que revela la catadura moral de su gobierno y de todos quienes lo acompañaron: Menem y su gente fueron capaces de volar un pueblo entero para ocultar sus negociados inconfesables (esa es la razón por la que la Municipalidad de Rio Tercero no adhiere al duelo nacional).
Nada parecido hay en la historia democrática de la Argentina (por supuesto acepto sugerencias: yo no he hallado nada similar. Para mí es un récord Guiness de hijaputez). A esto se le debe agregar su incomovible vocación de alcahuete de los poderes fácticos de todo tipo. Y por supuesto, todo lo que enumera Alabarces en su eficaz síntesis.
No obstante hay algo que para mucha gente puede ser menor o incluso pasar desapercibido y sin embargo para mí es central. Creo que Menem expresa el quiebre definitivo de la relación contractual ética entre representantes y representados en la Argentina. Es el inicio del “vale todo”.
Menem fue el primer Presidente en nuestra historia democrática en admitir que mintió descaradamente a la ciudadanía para que lo votaran. “Si decía lo que iba a hacer, no me votaban”, reconoció públicamente entre risas el ahora difunto. (De paso: el segundo fue Macri, quien dijo algo bastante parecido: “Si yo les decía a ustedes hace un año lo que iba a hacer y todo esto que está sucediendo, seguramente iban a votar mayoritariamente por encerrarme en el manicomio. Y ahora soy el Presidente”, dijo Macri a la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas en 2016).
Esa frase y esa conducta de Menem inauguraron (o blanquearon) la perversión política como normalidad en la Argentina. Desde entonces todo es justificable. Maquiavelo era un purista al lado de Menem y de quienes llegaron al poder con Menem. Como en el cuento de García Márquez, cientos, miles, quizás millones de personas en nuestro país dijeron, a partir de ese momento, como él al leer a Kafka, “ah, pero si esto vale, entonces yo también puedo hacerlo”.
la esperanza está en otra parte, no en los bichos repugnantes en que se han convertido las principales caras de la política argentina en los últimos treinta años. La esperanza, la que queda, la que conjuga razón y emoción, está en las luchas de las comunidades.
Eso es Menem para mí. Podrán buscarse argumentos legales o éticos para explicar por qué no debería ser velado en ningún ámbito de la democracia. Será pérdida de tiempo, porque quienes encabezan el Poder Ejecutivo en la Argentina (así como quienes conducen en cada provincia y casi en cada ciudad del país al partido oficial, e incluso a los principales partidos opositores) fueron parte de su Gobierno y fueron parte de su entramado de quiebre moral de la Argentina.
Por eso también creo que no hay que tener esperanza ni ilusión en ninguna opción electoral en nuestro país, mucho menos en figuras individuales. Lo cual no quiere decir dejar de votar ni nada de eso. Seguiremos, como hasta ahora, votando lo menos peor, aun sabiendo que es casi casi lo mismo que lo más peor, pero claro que matices hay siempre.
Lo que ocurre es que la esperanza está en otra parte, no en los bichos repugnantes en que se han convertido las principales caras de la política argentina en los últimos treinta años. La esperanza, la que queda, la que conjuga razón y emoción, está en las luchas de las comunidades.
Las comunidades que, a lo largo y a lo ancho del país, pese a esos monstruosos insectos (¡muy a pesar de ellos!) han avanzado y se han organizado para defender sus propios intereses, y han dado (y dan) todo el tiempo todo tipo de luchas en su defensa. Ahí está lo que vale.
- Américo Schvarztman, periodista, licenciado en filosofía, director de El Miércoles Digital de Concepción del Uruguay.

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¿Quiénes le alfombraron el camino?, por Marcelo Daniel Cosín

“Hacelos Concha, Donald Trump” grita en las redes el nuevo líder del neonazismo, el Gordo Dan ¿Cómo llegamos a esta imagen? No fue por culpa de una historia de errores o equivocaciones, sino por debilidad política. Este es el resultado de 80 años de una mezcla de militarismo, reformismo, corrupción y contramarchas. Llegamos al Mileísmo porque nos embarraron con una cultura consumista de falso crecimiento. No pudieron ni el peronismo ni los militares ni los radicales ni los progresistas.
Nos hicieron creer que éramos otra cosa. No somos otra cosa. Somos pequeños. No supimos. No sabemos.
El peronismo fue la reivindicación. Desde el Estatuto del peón rural hasta la conquista de los derechos sociales y la Constitución del 49. La tercera posición fue innovadora. Pero fue reformismo. La revolución quedó en el pasado.
El militarismo -desde 1930, siguiendo en 1955, y sucediéndose alternativamente con breves períodos democráticos hasta el feroz golpe del 76- aportó espanto, persecución y muerte. Pero no sólo eso. Dio el paso inicial a la entrega del patrimonio, de los recursos, de eso que se llama soberanía.
Las dictaduras siempre fueron civiles y clericales y especialmente conservadoras. Inspiradas en el neoliberalismo de Reagan y Tatcher, lanzaron el consumismo disfrazado de felicidad.
El radicalismo, el de Illia, el de Alfonsín, el de De la Rúa, no fueron iguales. Pero siempre acomodando los tantos. Bajando la cabeza. Y en el caso de De la Rúa dejando muertos sembrando las ciudades.
Nos confundieron las luchas armadas. Nos engañaron los montoneros. Nos embaucaron. No es casualidad que gran parte de ellos, como los líderes del mayo francés, hayan terminado en la derecha, en la democracia débil y dirigida por el marketing político.
El reformismo del peronismo kirchnerista con Néstor prendiendo una luz de esperanza. Un líder que crecía desde abajo. Un estratega que suponía 4+4+4+4 con Cristina como continuadora. Reformismo. Ascenso social. Consumo. Capitalismo social. Tener auto.
El capitalismo como el mejor modelo siempre y cuando se lo limite. Estado, pero con mercado. Siempre medias tintas. Preparando el camino, despejando el camino, del neoliberalismo. Primero Scioli, después Alberto Fernández, Massa.
No son equivocaciones. Esos errores conceptuales nos llevaron a Milei.
Milei no vino por casualidad. Le alfombraron el camino.
Hoy, lo peor de lo peor está acá, entre nosotros. La Ultra derecha es poco.
Cuando cayó el muro de Berlín dijimos “algo estaba mal hecho”. Hoy, Trump expresó brevemente la realidad de estos tiempos: “Solo hay dos géneros: masculino y femenino”
Involución.
¿Qué nos espera?
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Lo personal es político. Anticipo de Causa Parcial/10

Anticipo de Causa Parcial 10
A Florencia Lance el comentario de un compañero de la primaria le cambió la vida: “no puedo ir a tu cumpleaños porque donde vos festejás matan gente”. Se trataba de Campo de Mayo donde su ex-padre oficiaba de aviador de vuelos de la muerte. De ahí en adelante tuvo que construir una vida lo más lejos y enfrentada de aquel lugar terrorífico que paradójicamente representaba también las alegrías de la infancia. Le tocó formar parte de la edición del diario de las Madres de Plaza de Mayo y de militar codo a codo junto a Hebe de Bonafini durante toda la década del noventa. Integró desde sus inicios el colectivo de Ex-Hijas que renunciaron a avalar a los padres participes del terrorismo de estado.
Si nos interesa conversar con ella públicamente es porque la desobediencia real puede partir de lo más imprevisto -el comentario de un niño a una niña-; porque la ruptura de un orden no puede hacerse sin quebrar sujeciones profundas; pero tampoco puede hacerse sin tramas paralelas que permitan sostener los enfrentamientos -las amistades, las familias paralelas, las organizaciones políticas, aquellxs que nos cobijan-; porque en la riqueza de esta(s) historias no están delimitadas por modelos de éxito que sobreabunda en la política y en las redes; porque a veces esas anécdotas las escuchamos en la sobremesa y quedan adheridas a la memoria personal, porque se escuchan como se escuchan secretos que nos pertenecen y debemos cuidar; pero también porque mientras no sabemos bien qué hacer vale la pena contar y escuchar hasta cansarse, hasta que aparezcan las nuevas cosas sobre la marcha de una conversación atropellada; para que algunos nombres e historias nos queden titilando -por ejemplo, la de Manuel Molina, sindicalista y militante peronista, cuya historia también se cuenta aquí; porque sentimos ineficaz el discurso de los derechos humanos y para reconstruirlo hay que volver a contar, pieza por pieza, las capas que lo constituyen; porque Hebe de Bonafini hizo de la rebeldía un programa vital; porque nos gusta conversar para saber que es posible actuar de otro modo. Y también porque sí.
La escucha, el relato, la anécdota son aquellos que implican complicidad y la máxima confianza. Una confianza política en su total dimensión. Creer en lo que uno oye sin importar el conocimiento sobre el sujeto, sino la potencia del relato y la confianza del secreto que implica hacerte parte de la divulgación de esas anécdotas.
Lo personal e íntimo como política primigenia. A partir de aquí, construimos o destruimos. A partir de aquello que fue constitutivo en la historia íntima de la persona que decidimos escuchar y prestar atención. Nos da, sobre todo, una gran posibilidad: escapar de la trampa constante que estamos atravesando. La trampa de la coyuntura. Tener que estar todo el tiempo explicando hacia otros y nunca decir nada. El relato como única posibilidad de expresión de la época. Sobre todo, porque nos obliga a escapar de esta.
Cuando Hebe dice: “Agarren sus baldes y usen los confesionarios de la Catedral como baños”, nos sumerge en la música de una declaración de guerra, en una postura política que no supimos vivir, pero que nos fuerza a desdibujar una figura política que intentaron caricaturizar. El esfuerzo, placentero, está en sentir en nuestro cuerpo y con toda tensión esa frase, y decidir qué historia queremos adoptar.
Foto de portada: Florencia Lance de niña. Publicada por el Lobo Suelto
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Diego Sztulwark: “La subestimación a Milei es su propio combustible”

Junto a Diego Sztulwark recorremos las preguntas que nos agobian a un año de gobierno de Milei: ¿Cómo fué posible? ¿Por qué dura? ¿Qué hacer para enfrentarlo? Reflexiones sobre el nuevo capitalismo mundial, la aceleración como estrategia para la parálisis social. El grotesco reinado de la improvisación política y el desencanto sin fin. La claudicación de la necesidad de un pacto social. “Una sociedad desarmada desde arriba, puesta a pedalear a toda velocidad, con un escepticismo brutal en la política y con un señor que representa, a lo monigote pero con eficacia, estas ansias de que el mundo de las finanzas permita, por lo menos, un mínimo de estabilidad, me parece que componen un cuadro que es irrespirable pero efectivo. Estamos todos tan apurados, corriendo, corriendo, que no nos da tiempo para estallar“.
Diego Stulwartz 9/12/24
Politólogo de la UBA, docente y coordinador de grupos de estudio sobre filosofía y política. Integrante de FLACSO.
LCV: Me gustaría, primero, que analices este año en su conjunto. ¿Qué le pasó a la sociedad argentina?
—Buena pregunta, difícil, los argentinos interesados por estos temas estamos obsesionados preguntándonos lo mismo hace por lo menos un año. La pregunta “¿cómo pudo ser?” que es una pregunta que ya nos habíamos formulado en 2015, ¿no? “¿Cómo pudo suceder esto?”. Es una especie de estado de asombro, perplejidad, sorpresa. Esta vez, aumentado. Esa sorpresa se fue convirtiendo en otra durante el año, que es: “¿Hasta dónde van a llegar? ¿Cómo puede ser que esto dure tanto? ¿Cómo es que no hay límites?”. Entonces, entre todas las hipótesis que se fueron construyendo sobre cómo esto fue posible, o cómo Milei llegó al gobierno, yo creo que hay hipótesis ya muy discutidas que las podemos repasar, aunque sea como títulos.
Una es, efectos subjetivos de la pandemia. Otra, aceleración de una tecnología de la comunicación a distancia, que nos impacta muchísimo, aleja mucho el vínculo corporal entre nosotros y provoca situaciones muy mediadas por la dimensión virtual. Tercer hipótesis: transformación muy grande, muy acelerada e irreversible del mercado de trabajo. Esto hace que las personas hoy tengan una relación con lo colectivo, con lo laboral, con los derechos y con el consumo que, para las generaciones nuevas, ya supone una ruptura y un corte muy grande con memorias políticas y formas de organización tradicionales. Después, hay una cuarta hipótesis, que es política, digamos, que yo creo que habría que atenderla mucho. Es que la derecha falló en su apuesta política fundamental al gobierno de Macri, que no solo fue un fracaso para esa misma derecha, que empezó a buscar alternativas, sino que además dejó al país en una condición de endeudamiento tan brutal que condicionó un segundo y más grave fracaso político, que es el fracaso político del peronismo, la izquierda y el progresismo, para decirlo así, que fue el gobierno de la fórmula Fernández-Fernández. Entonces, esas crisis políticas también auspiciaron que muchísimas personas estuvieran dispuestas a votar cualquier cosa con tal de sacarse a los dos gobiernos anteriores. Entre las transformaciones subjetivas, económicas, laborales y políticas, hay una serie de cosas que ya hemos aprendido que tienen alguna importancia para entender cómo llegó Milei.
La segunda pregunta que aparece es: ¿Cómo fue posible que dure? Todos recordamos “no va a durar un mes, no va a durar tres meses, no va a durar seis meses”. ¿Por qué? Porque la gente va a reaccionar ante el ajuste, o porque se van a quedar sin dólares, o porque el equipo de gobierno es un equipo impresentable. En fin, tuvimos todo tipo de expectativas en que iban a aparecer una clase de límites al gobierno de Milei, que no aparecieron, y que ellos mismos iban a tener inconsistencias propias que no les iban a permitir sortear una situación de debilidad institucional, de inestabilidad monetaria, etcétera. Sin embargo, aquí están, han cumplido un año. Con lo cual, me parece que entre las cosas que podemos hacer ahora es pensar un poco todo esto. Pero también creo que podemos un tercer tipo de preguntas, que son preguntas que yo creo que son muy necesarias y que quedaron muy invalidadas en todo este último año: ¿Cómo lo enfrentamos?
LCV: ¿Enfrentarnos con la realidad de que Milei gobierna? ¿O cómo ser oposición?
—Hay una serie de preguntas que sirven para responder cómo llegó. Hay toda una serie de preguntas que sirven para entender cómo duró. Y hay toda una serie de preguntas que tienen que ver con cómo nosotros limitamos, frenamos, respondemos, enfrentamos a este gobierno de acá en más. Son tres tipos de conversaciones que yo creo que tenemos que tener.
Entonces, la cuestión de la duración de Milei creo que tiene algunas cosas que podemos pensar, que surgen de las consideraciones previas. Una es el desprestigio absoluto de lo que llamaríamos la casta, los políticos, los partidos políticos, el parlamento, buena parte de las instituciones que suponíamos que todavía operaban como autoridad en la sociedad argentina, y que el gobierno de Milei las ha avasallado, las ha maltratado, las ha comprado. Ha hecho todo lo posible para que, con una treintena de diputados, pueda sacar leyes extraordinariamente complejas, extraordinariamente reaccionarias: comprando senadores, comprando diputados, amenazando, devaluando, maltratando, despreciando. Ahí hay una forma de gobierno.
Hay una forma de gobierno de alguien que es débil institucionalmente, pero que acude a un tipo de fuerza que surge del momento político, que surge de la gente que lo votó, que surge del impacto político que supuso que una persona sin partido político le gane a las dos coaliciones políticas de una manera tan abrupta, pero también de una decisión de las élites económicas y financieras de la Argentina, que han tomado nota de que se puede avanzar políticamente sin construir la legitimidad que nosotros habituamos a demandar, que es la legitimidad fundada en la idea del pacto social, de un pacto político, de un pacto democrático que ya no rige mas. No rige, no por Milei, sino porque el capitalismo apuesta a la velocidad. La cuestión de estar todo el tiempo preocupados por pedalear la bicicleta, por ver las finanzas, por actualizarnos en el teléfono, actualizarnos con lo que fuera, esa cuestión de estar todo el tiempo resolviendo problemas en velocidad complementa y desplaza las viejas formas del pacto político, que suponían argumentos y algún mínimo de bienestar material.
LCV: Hay algún concepto por ahí que anda dando vueltas, que a mí me parece interesante, que dicen que Milei representa el aceleracionismo.
—Exactamente. Representa un aceleracionismo de un lado; del otro lado, representa una crisis del sistema político argentino muy notoria.
LCV: Es como el dibujito animado, que hay una parte que va rápido y de tan rápido tiene el movimiento inverso y queda frizado. Y creo que hay una situación en la oposición de gente que no sabe para dónde disparar, que reacciona tarde y mal.
—¿Sabés qué pasa? Si te ponés a pensar en los políticos, tenés razón. Y si te ponés a pensar en la gente que los escucha, da igual. Porque como no les creen nada, que corran o no corran, da igual. Y que digan una cosa u otra, también da igual. Previo a eso tenemos un asunto también muy difícil de pensar, que es el hecho de que una serie de organizaciones sociales, que en el periodo 2001 se constituyeron para intentar forzar una distribución del poder social, quedaron a la espera eterna de algo que no ocurrió y hoy por hoy no son vistas por la población como instrumentos políticos para transformar la realidad. Con lo cual, una sociedad desarmada desde arriba, puesta a pedalear a toda velocidad, con un escepticismo brutal en la política y con un señor que representa, a lo monigote pero efectivamente, estas ansias de que el mundo de las finanzas permita, por lo menos, un mínimo de estabilidad, me parece que componen un cuadro que es irrespirable pero efectivo.
LCV: En una parte de una nota tuya, una nota de opinión muy interesante al año de Milei, decís: “El antifeminismo del mileísmo es orgánicamente constitutivo de la economía neoextractiva”. ¿Qué quiere decir esto?
—Primero, sí. Creo que la subestimación de Milei, como dice un amigo mío, es su combustible. Eso hay que tenerlo muy en cuenta.
LCV: Totalmente. Haciendo un mínimo paréntesis antes de responder la segunda parte, tanto fue subestimado que se alimentó su ascenso, en una inconsciencia absoluta y en una ignorancia absoluta de los partidos políticos tradicionales.
—Te puedo reproponer algo. Mirá, las personas que calcularon que Milei no duraba tenían una razón errada. La razón era, efectivamente, el grupo de Milei es un grupo de inconsistentes, y, por otro lado, la inestabilidad económica y la inconsistencia general del programa económico permiten decir que esto no va a durar. Permiten, una y otra vez, decir esto no es consistente. Sin embargo, esa razón verdadera que todos hemos tenido para decir que esto no va a durar, que no puede durar, que es un veranito, que es especulación, que es una burbuja, que la gente no va a saber tramitar cuando empiece a haber un conflicto social en serio, todas esas cosas que yo creo que son verdaderas tienen que ser matizadas. Y acá está el problema de subestimación, con el hecho de que la gubernamentalidad capitalista actual es una forma de improvisación brutal. Y se combina con una forma de desencanto social continua. Entonces, hay que aprender a pensar que la inconsistencia no es de por sí una condena al colapso. Por ejemplo, no hubo estallido social. Ni durante los K, ni durante Macri, ni durante Alberto Fernández, ni durante el gobierno de Milei. Hay una sociedad implotada. Las personas no tienen tiempo para estallar.
LCV: Cuando vos decís que la explosión es hacia afuera, la implosión es que el edificio colapsa hacia adentro. Eso es lo que me parece que le está pasando a las personas. ¿Cómo salimos de ahí?
—Por empezar, quería marcar que, a pesar de que tenemos argumentos para suponer que todo esto es muy frágil y muy débil, no podemos subestimar la situación. Porque la situación está agarrada de nuestra propia implosión, y ni hablar de las personas que están sumergidas en trabajos ultra precarizados, en barrios ultra precarizados, sometidos a un ajuste social continuo, incluso durante los gobiernos progresistas. Entonces, si somos capaces de recobrar la conciencia real y efectiva de nuestra sociedad actual, vamos a tener menos derecho al exitismo y a la subestimación de los otros.
LCV: Además, es una implosión que no fue de este último año.
—Exacto. ¿Cómo salimos? Mirá, hay cosas que son para pensar. Por ejemplo, hace unos días, no sé si te enteraste, pero en Quilmes Oeste hay un viejo frigorífico, se llama Finscor, ahora creo que tiene otro nombre, que exporta carne de primera a Europa. Pero está al lado de una serie de barrios muy castigados, con casas de chapa, tierras tomadas de la época de los movimientos piqueteros, muy cerquita de Solano. Trescientas familias fueron una vez, fueron dos veces, fueron tres veces y lograron que les den 300 kilos de carne. “El hambre no esperaba” era la consigna. En La Matanza, la semana pasada, también hubo un intento de movilización bastante fuerte, que fue frenado por la policía. Hay comisiones internas que de a poco empiezan a organizarse por el hecho de despidos. Lo que quiero decir con esto es que, así como en los años 90, donde parecía que no pasaba nada, empezó a haber una lenta recomposición desde abajo, de personas que no eran conocidas, que no tenían apellido conocido, que no eran dirigentes políticos, que no eran famosos ni nada, y empezaron a reconstruir desde los desocupados, desde los hijos de desaparecidos, desde los cartoneros, empezaron a construir una contralógica. Pero esas contralógicas generan tiempo, generan un tiempo. Es un tiempo social de aprendizaje, de reconocimiento, de construcción de formas de lucha. Mi impresión es que, de manera lenta, gradual y demasiado dolorosamente, esa es una de las cosas que hay que mirar. Yo no creo que podamos imaginar que vamos a salir de esta situación proyectando la macropolítica actual. Ganando las elecciones en el 2025, no. Así no.
LCV: ¿Por qué vas a hacer algo distinto de lo que hiciste, si lo que hiciste me llevó a mí a querer votar a Milei? Esa es la pregunta que yo me hago actualmente.
—Por supuesto que, por ejemplo, cuando sale en los diarios de hoy que Axel dice “No vamos a dejar que vendan Aerolíneas”, uno se pone contento. Por supuesto que uno querría que todo eso se renueve de la mejor manera posible. Pero si me preguntás a mí si yo creo que con eso solo alcanza para salir de Milei, yo no lo creo.
LCV: A mi me parece que hay que volver a pensar, salir de los eslóganes, romper los esquemas.
—Esto que estás diciendo me parece que conecta con lo que vos decías del feminismo. Porque el feminismo fue descartado como si fuera una especie de máxima estúpida progresista.
LCV: Pero porque también lo metimos en una cajita. Lo metimos en una cajita donde parecía que solo leías desde un determinado prisma.
—A eso voy. Por eso lo quiero recobrar. Porque el feminismo en toda América Latina y en la Argentina fue, es, y será mucho más que eso. Porque si uno se pone a pensar, y estoy pensando mientras hablo, en un referente que para mí es intelectualmente muy importante, que es Rita Segato. Si uno se pone a pensar en la correlación estructural entre una economía neoextractiva y la lógica patriarcal que divide las jerarquías políticas en los géneros, uno se va a encontrar con que es absolutamente el mismo mecanismo de agresión que frente a la renta de la tierra o de los bienes comunes o incluso de la renta que produce la cooperación social, que digámoslo así, es una renta que viene de afuera, extrae y saca. Esa lógica de viene de afuera, percibe dónde está la riqueza, mete la mano, agarra lo que necesita, no importa nada la crueldad que pone en juego y lo retira. Eso no es el hombre, es el patriarcado. O sea, es una lógica que divide a la sociedad en jerarquías para poder desarrollar, a partir de esa jerarquía, formas de explotación.
LCV: Un patriarcado que tiene la “p” adelante de “patriarcado”, pero que en realidad es una conducta que llevan adelante hoy por hoy algunas dirigentes importantes, como Ayuso, como Meloni, y demás. O sea, no es un problema solamente del sexo.
—Ojalá fuera sencillo. La lógica patriarcal está por detrás de lo que se define como hombre y mujer.
