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Colombia. El caso del conscripto Yonny y un debate pendiente, por Pablo Solana
 
																								
												
												
											Yonny Andrés tiene 19 años, el pelo muy corto y la mirada limpia, algo ingenua, quizás. Como la de cualquier muchacho humilde, campesino, que de pronto se ve sorprendido por cámaras y micrófonos. Su imagen ocupó todos los medios de comunicación colombianos y redes sociales hace unos días, cuando fue dejado en libertad por el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Colombia, la guerrilla alzada en armas más antigua del continente. Lo habían retenido, a él y a Jesús Alberto, otro joven soldado conscripto integrado a las filas del Ejército Nacional de Colombia, cuando patrullaban una zona de influencia guerrillera. Pasaron 13 días en manos del ELN y fueron entregados a una comisión de la Defensoría del Pueblo, la Cruz Roja Internacional y la Iglesia Católica.
El hecho no es novedoso en Colombia: cada tanto, los grupos irregulares que ejercen el poder real en los territorios hacen valer su fuerza con acciones de este tipo, para demostrar que el Estado colombiano está ausente o apenas de visita a través de su fuerza militar. En esos casos suele suceder lo que esta vez: tras dar difusión al hecho, el ELN pacta la entrega de las personas retenidas, por lo general en buen estado; cumplir con los protocolos que marca del Derecho Internacional Humanitario para los prisioneros de guerra es parte de la política de esta organización alzada en armas.
“Estoy feliz de estar libre, pero a la vez triste, porque ya me estaba encariñando con ellos”
Sin embargo, esta vez Yonny Andrés quedó en el centro de la atención nacional por su testimonio apenas fue puesto en manos de la comisión negociadora: “Yo me sentía como amañado [a gusto, adaptado] con ellos, la verdad yo no tengo nada que decir o que me hayan dado mal trato. Estoy feliz de estar libre, pero a la vez triste, porque ya me estaba encariñando con ellos”, dijo el joven, y se desató el escándalo.
En seguida quienes defienden al cuestionado Ejército Nacional de Colombia lanzaron una andanada de insultos al muchacho. “Traidor”, “guerrillero infiltrado”, repetían en las redes. Los medios de comunicación afines al poder militar (que en Colombia no son pocos) instalaron la idea del síndrome de Estocolmo, intentando enmarcar la valoración del muchacho hacia la guerrilla como una afectación psicológica por la cual el prisionero se enamora del captor. Incluso la madre de Yonny intentó rescatarlo, esta vez de posibles sanciones que le fuera a aplicar el Ejército: afirmó que su hijo estaba bajo algún tipo de estrés psiquiátrico.
Sin embargo, en el video difundido días atrás por el ELN como prueba de vida, se lo ve a Yonny muy casual conversando con los guerrilleros, compartiendo la comida, incluso intercambiando sonrisas. Cuando días después se encontró con su familia, en el corregimiento campesino de Aguachica, departamento del Cesar, y tras los reclamos que le hicieron por haber hablado bien de sus captores, Yonny se puso firme y respondió a doña Argenis, su madre: “Mamá, usted me enseñó a decir la verdad, y así fue. Recibí buen trato, buena alimentación y buen dormir”.
Sus palabras resonaron en paralelo a que se conocieran nuevas cifras de Falsos Positivos a manos del Ejército de Colombia: la Justicia Especial para la Paz (JEP) estableció que las víctimas del accionar ilegal de las Fuerzas Armadas colombianas triplican a lo informado por la Fiscalía en su momento: ya son más de 6.000 las personas, en su mayoría jóvenes de extracción humilde –como Yonny– ejecutadas sin motivo y pasadas como “bajas en combate” en los tiempos en que el Ejército necesitaba demostrar a sus financiadores norteamericanos efectividad en la guerra interna. Y se espera que nuevas investigaciones incrementen aún más esas escalofriantes cifras de ejecuciones extrajudiciales.
Empieza a comparar el trato que recibía como soldado y el que le están ofreciendo como rehén. Muy probablemente Yonny ahora se cuestiona sobre quién es ´el bueno´ y quién es ´el malo´
Por eso, lejos de la versión complaciente del síndrome de Estocolmo, fueron muchas las voces que interpretaron el caso Yonny como una crítica al Ejército Nacional en general, y a la práctica del reclutamiento forzoso para realizar el Servicio Militar Obligatorio, en particular.
Buenos – malos
El psicólogo colombiano Diego Marín publicó en las redes una reflexión que rápidamente se volvió viral. Allí explica: “es un muchacho pobre de 19 años, que ni siquiera tiene una construcción completa de su personalidad. Durante su formación militar [en el Ejército de Colombia] se le enseñó que el Estado era ´el bueno´ y las guerrillas eran ´los malos´. Pero [al ser capturado por el ELN] el joven se encuentra con un grupo de personas que se parecen a él, incluso físicamente. Que hablan con acento campesino, quizá parecido al de su madre. Que le dan la comida que acostumbra a comer en casa y que le hacen sentir que no tiene de qué preocuparse. (…) Empieza a comparar el trato que recibía como soldado y el que le están ofreciendo como rehén. Muy probablemente Yonny ahora se cuestiona sobre quién es ´el bueno´ y quién es ´el malo´. Hoy este muchacho siente que le mintieron, no sabe en qué creer, no sabe en quién confiar, no sabe por qué ni por quién luchar”.
Pilar Lizcano es defensora de DDHH e integrante de Ciudad en Movimiento, una organización integrada mayoritariamente por jóvenes. En diálogo con La Columna Vertebral, pone en contexto el impacto que generó este hecho: “La noticia de Yonny vuelve a poner en el centro la crítica al reclutamiento para prestar el Servicio Militar que afecta a jóvenes entre 18 y 28 años; pero va más allá, es también una crítica a la doctrina militar, que es una doctrina violenta, que conlleva la prédica del enemigo interno, de que hay otras personas a las que hay que destruir, así perpetúan un estado de guerra interno cueste lo que cueste; pero con lo de Yonny queda claro que esa idea se cae, él se encuentra con sujetos que son como él y se cuestiona esa formación que recibió”.
Pese a reformas parciales y regulaciones hechas durante los últimos años, el Servicio Militar en Colombia nunca dejó de ser obligatorio. “Cientos de miles de jóvenes tienen que ir contra su voluntad a cualquiera de las fuerzas armadas, Ejército, Fuerza Aérea o Naval, o a la Policía Nacional; los jóvenes bachilleres tienen un tiempo menos, pero en el caso de los llamados ´soldados campesinos´, el tiempo que los retienen es mayor”, explica a La Columna Diego Pinto, integrante de la agrupación Jóvenes del Polo Democrático Alternativo. “Nuestro reclamo ha sido que se respete la objeción de consciencia, que está reconocida legalmente aunque a muy pocas personas se les acepta; pero además seguimos reclamando que se elimine el Servicio Militar Obligatorio”, concluye.
En América Latina, Colombia ocupa el segundo lugar en el ranking de poderío militar después de Brasil, según el estudio que publicó el sitio web especializado Global Firepower
En América Latina
En todo el mundo son apenas 66 países los que mantienen algún tipo de Servicio Militar Obligatorio, según el relevamiento hecho en 2020 por la web elordenmundial.com. Si bien la tendencia es a la baja, en los últimos años Suecia volvió a convocar a sus jóvenes a prestar servicio de manera obligatoria, y en Francia el presidente Macron anunció en 2019 que el servicio voluntario se convertirá en obligatorio “en el futuro”.
En América Latina, Colombia ocupa el segundo lugar en el ranking de poderío militar después de Brasil, según el estudio que publicó el sitio web especializado Global Firepower, que comparó ejércitos por categorías como presupuesto, número de miembros activos y equipamiento militar. Siguen en la lista México y Perú. En esos 4 países, al igual que en Guatemala o Bolivia, hay distintas variantes de convocatorias a prestar servicio, aunque con los años se fueron flexibilizando. Similar situación se da en Chile, donde al cumplir 18 años los jóvenes deben inscribirse en un cantón de reclutamiento y esperar a ver si los inscriptos voluntarios son suficientes; de no serlo, serán convocados, ahora sí, de manera obligatoria. En Paraguay existe la objeción de consciencia, que se aplica con más flexibilidad que en Colombia, lo que genera que una mayoría de jóvenes que quiere esquivar la obligación pueda hacerlo.
Uruguay, por su parte, nunca ha tenido Servicio Militar Obligatorio, y en Argentina fue derogado en 1995 tras el escándalo por el asesinato del conscripto Omar Carrasco en una dependencia militar.
Un caso distintivo lo constituye Cuba: allí se denomina Servicio Militar Activo y va de la mano con las variadas y cualificadas opciones educativas universitarias que el Estado pone al alcance de toda la juventud.
Es un juego simple el de ser soldado
Ellos siempre insultan, yo siempre callado
(…) Amar a la patria bien, nos exigieron
Si ellos son la patria yo soy extranjero
Charly García, Botas locas
 
																	
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Después del domingo, a redoblar la apuesta, por Alberto Nadra
 
														Un aporte desde mi militancia
Lejos estoy de la soberbia pretensión de explicar a tan pocas horas los resultados de este domingo sombrío. Eludo cifras, porcentajes y bancas, e intento compartir una actualización de las afirmaciones y categorías que vengo planteando hace muchos años, mi forma de militancia con la palabra, así como con la acción que me permiten los años.
Las concibo como un simple aporte al intercambio que debemos darnos quienes nos consideramos parte del movimiento nacional y popular, tanto los que entienden que su misión es mejorar las condiciones de vida del pueblo dentro de este capitalismo senil –pero en pleno reacomodamiento– como quienes siempre consideramos que solo lo lograremos plenamente mediante un transformación revolucionaria en las estructuras económico-sociales, un cambio de mando en el poder y no meramente en la administración temporal de la cosa pública.
La situación es lo suficientemente grave, hemos retrocedido tanto, que aún falta mucho para dirimir esa cuestión.
Ganar batallas, perder la guerra
A lo largo de los años, el peronismo, fuerza mayoritaria entre lo mejor de nuestro pueblo, demuestra que puede lograr la mayoría electoral por períodos, hegemónico en un principio, ligeramente frentista con el tiempo y las dificultades. Sobre todo cuando convoca a otros sectores del campo popular, puede conquistar o reconquistar derechos, mejorar transitoriamente las condiciones para producir y crear trabajo, recuperar el salario o afirmar la soberanía.
Sin embargo, no puede retener esa mayoría electoral, pues el poder real reacciona al ver cualquier amenaza a sus privilegios. Ante esto y hasta ahora, en lugar de redoblar la apuesta, cede ante el poder real y vacila ante la necesidad de producir cambios de fondo en la estructura y la relación de fuerzas social que la determina. Por eso fue y es desplazado, antes por golpes de Estado y ahora también por las urnas.
¿Qué significa redoblar la apuesta?
Para cambiar en serio y ampliar las posibilidades de sostenerlo en el tiempo, no alcanza con las buenas intenciones ni con avances parciales; se exige redoblar la apuesta: confrontar a fondo con el privilegio y enfrentar el “sentido común”, la ideología dominante en toda la sociedad, que es precisamente la del bloque dominante.
¿Qué significa redoblar la apuesta, sea en la gestión para defender conquistas y profundizar el rumbo, sea en el llano para resistir y reunir fuerzas para dar vuelta la taba en favor de las mayorías?
Desde ya no es una convocatoria el exitismo, ni a las chicanas de la interna chica. Significa algo muy distinto a lo que practica la rama partidocrática del heterogéneo movimiento popular, que no solo la hay, sino que es predominante en su dirigencia.
Necesitamos que se reencuentren con el pueblo, que pongan el cuerpo en las luchas que crecen, pero aisladas, sin coordinación ni dirección política.
Es necesario convocar y lograr la unidad, pero la unidad de los luchadores, no un mero rejunte vacío de contenido, que no solo duele, sino que conduce al fracaso, antes o después de un desafío electoral.
Es necesario que esa unidad sea amplia pero a la vez institucionalizada, con protagonismo de las distintas fuerzas, con toda la amplitud que permita un acuerdo programático claro y acompañado por un plan de acción concreto, para gobernantes y gobernados, para dirigentes y militantes.
Preguntas, tan incómodas como necesarias
En ese camino hay que plantearse problemas de fondo como, a título de ejemplo: ¿es posible reconstruir el país y abrir un futuro de progreso y bienestar sin plantear una moratoria unilateral de la deuda externa, por el tiempo que reclame esclarecer su legitimidad y determinar las formas de pagos que permitan crecer a la nuestro país? ¿Es posible sin replantear una estrategia de independencia internacional que incluye acuerdos regionales y apelar a la cooperación e integración con los BRICS? ¿Seguiremos escuchando condenas a la bronca y el combate cuando negar la legitimidad de responder a la violencia es sellar un pacto con la crueldad?
La disyuntiva final
Unidad institucionalizada, programa y plan de acción. Cultivar la bronca, empujar la lucha organizada y transformarla en combate legítimo.
No son frases hechas, ni un recurso más melancólico que práctico.
¿Es difícil? ¡Claro que lo es! Llevamos años y acumulando dolores sin lograrlo. Pero, mientras no se logre, mientras no lo logremos, seguiremos ganando o perdiendo elecciones, conquistando y reconquistando derechos una y otra vez, pero retrocediendo a mediano y largo plazo.
Sé que no digo nada nuevo para tantos luchadores, pero es hora de empezar a decirle a la dirigencia y militancia, principalmente a la peronista, que es eso o seguir profundizando la decadencia, repetir fugaces triunfos y domingos aún más sombríos que el de este 26 de octubre.
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“Un mi padre de ron”, por Oscar Taffetani
 
														Un amigo cubano -cuyo nombre me reservo- me contó una vez que en sus últimos años Ismaelillo (el hijo de José Martí bautizado José Francisco Martí Zayas Bazán), quien a lo largo de su vida mantuvo una relación particular con los EEUU (creció en Brooklyn, intervino en la guerra de Independencia cubana, apoyó las intervenciones y el protectorado norteamericano y ya convertido en alto jefe militar se apartó de todo al fin de la conspiración de los ABC), solía rondar por hoteles y tabernas esgrimiendo un billete con la cara de su padre y pidiendo en voz alta “un mi padre de ron”. Deliciosa anécdota.
Me acordé de esto cuando ciertos dirigentes nuestros cuestionan -“por principios”- el inesperado salvavidas que Scott Bessent -amigo de Soros- le tiró al ministro Toto C. al comprar pesos argentinos la pasada semana (pesos que muy pronto estará recomprando, con ganancias).
Ay, si eso fuera todo! Esta dirigencia vernácula sigue sin entender que una buena parte del voto favorable al Advenedizo, ayer domingo, se debe a la perspectiva cierta de que al gobierno se le fuera todo de las manos -como a otros- por un “golpe de mercado”.
Fue un voto defensista y conservador, pero no un voto “colonialista”. Nuestros asuntos pendientes (deuda, recursos naturales, Estado, producción) siguen estando pendientes, y mi deseo es que puedan abordarse y resolverse sin perder las instituciones democráticas ni la Independencia argentina.
Nada, eso.
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“Represión y abandono en el Chaco: la comunidad Qom bajo ataque”
 
														Introducción
En la provincia del Chaco, las comunidades originarias vuelven a ser blanco de la represión estatal. La semana pasada, un violento operativo policial atacó una manifestación pacífica de la comunidad Qom en la localidad de Villa Río Bermejito, dejando decenas de heridos y varios detenidos. Detrás de los palos y las balas de goma, se esconde una crisis humanitaria marcada por el hambre, la falta de agua y la eliminación de pensiones no contributivas.
Para comprender la magnitud de lo que ocurre y el rol del Estado en este conflicto, La Columna Vertebral – Historias de Trabajadores dialogó con Johana Duarte, secretaria gremial de la UTEP.
LCV: “¿Cómo nace el conflicto que derivó en la represión a la comunidad Qom del Chaco?”
Johana Duarte: “La semana pasada, en la provincia del Chaco, se graficó una situación que venimos denunciando en todo el país, pero que en algunos lugares, como las provincias del norte, se profundiza más: la crisis alimentaria y la que viven las comunidades originarias producto del brutal ajuste que lleva adelante el gobierno nacional. En este caso, también en complicidad con el gobierno provincial, encabezado por Leandro Zdero, alumno perfecto de Milei. Digo ‘alumno perfecto’ porque no solo es cómplice del ajuste nacional, sino que implementa en la provincia más pobre de la Argentina las mismas políticas: ajuste, persecución, estigmatización de los trabajadores y represión. Es un modelo calcado del nacional.”
LCV: “¿Qué situación concreta están atravesando las comunidades en el territorio?”
Johana Duarte: “En la zona del Impenetrable chaqueño, hace varios meses que no llegan alimentos ni asistencia en agua. Son derechos básicos contemplados incluso por un fallo de la Corte Suprema en 2016, que intimó a la provincia a garantizar el cumplimiento de esos derechos. Desde la asunción de Milei en la Nación y de Zdero en el Chaco, esa asistencia se cortó. Las comunidades reclaman hace meses la restitución de esos derechos básicos. A eso se suma la baja masiva de pensiones no contributivas, que eran el único ingreso de muchas familias. La situación es de una gravedad absoluta.”
LCV: “¿Cómo se produjo la represión?”
Johana Duarte: “La semana pasada, en Villa Río Bermejito, las comunidades se habían congregado pacíficamente en la plaza central para movilizarse y exigirle al intendente que reclamara por los derechos que se están vulnerando. Pero el reclamo fue respondido con una represión feroz: más de 300 efectivos de la policía provincial atacaron a manifestantes indefensos, en su mayoría adultos mayores, mujeres y niños. Hubo casi 50 heridos y cinco detenidos. Lo más grave es que el operativo fue encabezado por el propio jefe de la policía del Chaco, mientras las mafias y el narcotráfico avanzan impunes en la capital. Es el modelo de seguridad impuesto por Patricia Bullrich: reprimir a los pobres en lugar de enfrentar el delito real.”
LCV: “¿En qué estado está hoy el conflicto?”
Johana Duarte: “Luego de la represión, las comunidades siguen en asamblea permanente. Reclaman tres cosas urgentes: alimento, acceso al agua y la restitución de las casi 10.000 pensiones dadas de baja arbitrariamente. Además, el Estado Nacional cerró oficinas como ANSES o el Ministerio de Capital Humano, y en esa zona la delegación más cercana está a 80 kilómetros, en Castelli. Es decir, no solo les quitan lo que necesitan, sino que también les niegan dónde reclamarlo.”
LCV: “¿Qué pasos se están dando frente a esta situación?”
Johana Duarte: “Las comunidades continúan en estado de asamblea y han iniciado acampes a la vera de distintas rutas del Chaco. Se exige al Poder Ejecutivo provincial que dé respuesta inmediata. La lucha va a continuar, porque las pensiones son un derecho adquirido y no vamos a permitir que se las arrebaten.”

 
			 
											 
											 
											 
											 
											 
											 
		
	 
		
	 
		
	 
		
	 
		
	 
		
	 
		
	 
		
	 
		
	 
		
	 
		
	