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La V Columna | ¿Todo empezó en los 70?

Desde hace semana, todo el equipo de La Columna Vertebral está trabajando en una producción especial sobre el Litio, un laburo hermoso, multimediático, que iremos entregando semanalmente a nuestros suscriptores en junio. Tanto estudiar sobre el llamado ‘oro blanco’ y con esa compulsiva obsesión de buscar los orígenes de las cosas que me caracteriza, se me dio por indagar un poco en los otros oros que marcaron la historia de nuestro desarrollo. Y descubro un nuevo setentismo, un tanto olvidado, pero no por ello menos intenso. Eran los setenta pero del ochocientos.

Por ejemplo, en 1870 se funda, en Ohio, la Standard Oil, de Rockefeller, primer holding monopólico e internacional. Nacen las grandes ciudades, rutas, caminos, empresas. No nace de un día para el otro. Fue un hombre casi anónimo, un tal Edwin Dark, quien en 1859, perforó en Pensylvania, el primer pozo de petróleo ‘moderno’ (es decir, por perforación y no cavando a mano, petróleo siempre hubo y se utilizaba desde hace milenios, pero ahora era una explotación industrial a gran escala). Fue así que los americanos, al igual que las termitas, sucumbieron a la “fiebre por perforar”, aquí y allá, para proveer de querosen a las lámparas. Una industria naciente y próspera. El petróleo era, sin dudas, el futuro por aquel entonces y se lo empezó a llamar ‘oro negro’; gracias a ese primer pozo del desconocido, surge en 1890 la industria automotriz. 

Ahora bien, ¿por qué lo llaman el ‘oro negro’? Porque la fiebre primera fue la del oro de verdad verdadera. Ese dorado. Tratemos de imaginar el mundo en ese momento. Terminada la guerra de secesión, en febrero del 70, se reconocía el derecho al voto de los negros en Estados Unidos, una guerra civil acababa con la esclavitud. No con la segregación a los negros, ni con su explotación y mucho menos con la aceptación de los indios. 

Un excelente documental dirigido por Robert Redford: The West, una historia del lejano Oeste, resulta revelador. Allí aparecen Toro Sentado y Caballo Loco, que para muchos de nosotros no son más que personajes de películas, como los verdaderos líderes Sioux que pelearon como pudieron para defender su lugar. 

Para terminar con el conflicto, el Estado decidió otorgarles un territorio. Así fue que les cedieron una montañas casi inhabitables que a nadie le importaban más que a los indios. No imaginaron que les habían regalado el título de propiedad de una verdadera mina de oro. Hermosas pepitas de oro aparecían como flores y centenares de buscadores de fortuna se dirigían al territorio indio. 

Las autoridades estaban frente a un grave dilema ¿cómo hacer para echarlos sin violar uno de los principios del ser americano, la propiedad? Pues bien, decidieron matarlos de hambre. ¿Cómo? Vieron que los búfalos eran su principal fuente de subsistencia y decidieron premiar con un buen dinero a cada uno que matara un búfalo. 

Al poco tiempo, la comunidad Sioux se vio diezmada por la hambruna. El anciano Cacique Toro Sentado decidió emigrar a Canadá mientras que el joven Caballo Loco se quedó a resistir. Fue una pelea desigual pero bien dura. Los indios ganaron algunas batallas y en una de ellas asesinaron al famoso general Custer.

Fuera de sus casillas, el Gobierno norteamericano decidió aniquilar a ese último foco resistente que sobrevivía con una campaña militar que empezó en 1876.  Frente a la masacre, un día Caballo Loco prefirió rendirse para evitar más muertes. Lo confinaron en Fort Robinson. A las pocas semanas, el 5 de septiembre de 1877, murió asesinado a bayonetazos. 

Fue también en 1870 cuando se dio por terminada, con el aniquilamiento de un próspero Paraguay de Solano López, la Guerra fraticida de la Triple Alianza. Las razones venían a ser parecidas en todos lados: quedarse con las riquezas naturales de éstos territorios sin que los nativos intentaran sacar provecho de sus propiedades. Hermosa contradicción de capitalismo. La propiedad es intocable, siempre que sea de ellos. 

Mientras tanto, en París nacía el primer gobierno obrero del mundo: La Comuna de París. Derrotado el imperio napoleónico, con los prusianos en las puertas de la ciudad, la clase obrera toma el Ayuntamiento  y proclama un gobierno socialista autogestivo. Era el 18 de marzo de de 1871. París era una fiesta. Tomaron fábricas abandonadas, declararon la laicicidad, las Iglesias se convertían por decreto en sedes de asambleas entro otras medidas revolucionarias. La experiencia duró 60 días. El 28 de mayo de 1971 caía la Comuna de París en manos de la reacción. 

Ah, y ya que estamos en Europa, fue en 1870 se produce la ‘toma de Roma’ luego de décadas de lucha por la unificación de Italia. Es el Risorgimiento, nace Italia como el país que conocemos actualmente. Una victoria por la que habían luchado monárquicos de distintas dinastías hasta brigantes revolucionarios y Garibaldi. Fue la década de los Estados nacientes, al son del capital de la industria.

Ante este panorama mundial,  Argentina también quería establecer su Estado y en 1877 iniciaba la conquista del Desierto. Y termina la década cuando el 5 de abril de 1879, Chile declara una guerra contra Bolivia y Perú para quedarse con los puertos y exportar sin impuestos los minerales de aquellos salares.   

El progreso y la tecnología iban de la mano. Fue así que a mediados de los 70, el 10 de marzo de 1876, mientras unos encontraban petróleo para fabricar autos, Alexander Graham Bell hacía su primera llamada telefónica: “Watson, ven aquí, te necesito”, dicen que fue lo primero que se escuchó por teléfono de línea. Claro está que para desarrollar todas esas novedades era necesario poder invertir. Y, hete aquí que en esos mismos años, descubrían montañas de oro en el oeste americano. Y petróleo en otros lados, y hasta algo parecido al litio, o litio, en los salares chilenos. Nada podía frenar al llamado ‘progreso’. Un futuro corto, pero muy redituable para pocos. 

Y visto que estamos festejando nuestros cinco años, y rescatando algunas de las centenares de entrevistas que realizamos, los dejo con Diego Golombek, el primero en avivarnos que los descubrimientos a veces no son para andar festejando tanto. Con ustedes: por qué Thomas Alva Edison en 1879 inventó la bombita de luz.

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Italia ¿Qué es ‘Progetto Sur’? Frente a la indiferencia de los Estados, la solidaridad de los pueblos

Hace unas semanas nos internamos en la nueva realidad italiana. Esa que no se ve pero existe. La que une pasado, actualidad y futuro. Comenzamos con una entrevista a Enrico Calamai, quien en tiempos de dictadura en Argentina fue uno de los protagonistas invisibles de una epopeya: dar refugio y salvar la vida de unos 300 argentinos a pura convicción y coraje, quien hoy es un referente de los Derechos Humanos con una pequeña organización, “Mani Rosse”, que cada jueves pintan sus manos de rojo sangre para recordar a los muertos de un mundo injusto: migrantes ahogados en el Mediterráneo, víctimas de guerras y hambrunas, aquellos ‘condenados de la tierra’ de la que nos hablaba Frantz Fanon.

Continuamos conversando con los directores de “Resistenza-Historia del exilio argentino en Roma”, quienes nos llevaron a los años de plomo, en los cuales centenares de miles de argentinos debieron huir del país con lo puesto y aún así crearon redes de solidaridad, amor y denuncia internacional en los países donde posaron sus huesos, con culpa, dolor, angustia.

El documental puso el foco en Italia y pudo realizarse gracias a la colaboración de un grupo de jóvenes italo argentinos que forman parte de una organización llamada ‘Progetto Sur’. Tirando de la punta del ovillo, llegamos a ellas, Claudia Gatti y Romina Cozzanti, referentes de la asociación, nacida después del 2001, que contactó con aquella huella creada en los años setenta-ochenta y hoy trabajan por la colaboración de dos pueblos unidos por historia y cultura. Cambian los tiempos, las formas, la política y la tecnología. Llegan las pandemias y otras calamidades desconocidas, pero aún queda la esperanza de un mundo mejor.

Aquí, la última entrevista de lo que podemos considerar una trilogía: revisitando exilios, mirando el mañana.

Este Planeta Giussani hace lo posible para entenderse con ese Planeta Tierra con la Inteligencia Artificial a flor de piel. Aún así, no lo logramos. La comunicación es entrecortada. Cuarenta minutos nos dan. Quién puede hacer algo en sólo cuarenta minutos cuando hay tanto para hablar, conocer, descubrir, pensar. Vaya, entonces, esta segunda parte con Romina, a quien dejamos sin palabras.

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Entrevistas

“El exilio dejó huella en Italia”. Entrevista a los directores de Resistenza

Después de su recorrido por Festivales, Salas y otros espacios de Italia y Argentina, “RESISTENZA (historias del exilio argentino en Roma)” está disponible desde el 13/11/25 en la plataforma OpenDDB: https://openddb.it/film/resistenzaargentina/

Un documental que explora los modos que adquirieron la sobrevivencia y la denuncia internacional durante la última dictadura militar. Más allá de la tristeza, el desarraigo y las dificultades económicas, los exiliados argentinos diseminados por el mundo tendieron redes de solidaridad y realizaron un trabajo tenaz dando a conocer las violaciones a los Derechos Humanos en Argentina. No sabían, en ese entonces, que se estaban convirtiendo en protagonistas de un movimiento que dejaría sus huellas a futuro en los países que los acogieron, gracias a una forma de lucha silenciada por el régimen pero que perduró, con amor y creatividad hasta el día de hoy.

En Italia nació una organización italo-argentina, Progetto Sud. En torno a ellos crecen, desde el pie, nuevas formas de acción en un mundo cada vez más violento y fraccionado. Ahora las murgas argentinas son un símbolo en toda manifestación por la paz y la justicia en Roma

LCV conversó con los directores del documental “Resistenza, historia del exilio argentino en Roma”, Mónica Simoncini y Omar Neri. ¿Por qué Roma? ¿Qué dificultades encontraron? ¿Cómo es trabajar como documentalista hoy? La culpa como trasfondo de estar vivo, la política no cultural de Milei y más.

Exilio revisitado por Laura Giussani constenla. Un planeta de LCV. 11 de octubre de 2025

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Planeta Giussani/ Houston, tenemos un problema

El 13 de abril de 1970, una frase entró a la historia. Creíamos que la humanidad tenía el poder de conquistar el universo todo. Naves intergalágticas surcaban el espacio. Estados Unidos ya había plantado bandera en la luna. Una nueva misión tenía al mundo en ascuas: el Apolo 13. Todo iba bien hasta que una serie de luces desconocidas y una explosión de origen ignoto obligó a la tripulación del Apolo a llamar a la base en tierra. El mensaje fue claro y conciso: “Houston, tenemos un problema”.

Desde entonces, cada vez que ocurre un imprevisto de difícil solución e incierto origen, apelamos a aquellas palabras de desesperación controlada con las que el astronauta del Apolo 13 compartió su alarma. Y sí, hoy, apelamos una vez más a ella: Houston, tenemos un problema.

Este domingo, la política argentina vio los destellos de luces jamás imaginadas y alguna explosión agitó los ánimos. Qué había pasado?

De manera inusitada, los hermanos Milei, en el peor momento de su gobierno arrasaban en casi todas las provincias, incluída la provincia de Buenos Aires, donde había sufrido una derrota aplastante pocas semanas atrás.

El desconcierto invadió a propios y extraños. Quizás pueda decirse que, de una forma u otra, salvo los Milei, perdieron todos. Y cuando digo todos, digo también la derecha. Curioso ¿no?

Desde el mes de agosto, incluso los medios ‘amigos’ del gobierno se dieron vuelta. Por primera vez se los veía a Feinman, Viale, Laje y hasta Trebucq, entrevistando de manera incisiva al presidente de la Nación. El escándalo Sapagnuolo, el 3% de Karina, las relaciones narco de Espert, eran tapa, día tras día.

Las redes estallaban con incomprobables brotes psicóticos de Milei. Hablábamos de un Plan B en marcha, mientras otros directamente mencionaban un operativo destituyente. Las elecciones intermedias parlamentarias se habían convertido en un referendum: Milei sí o no. Todos tensaron la cuerda. Blanco o negro. Milei o Kirchnerismo, representado por Cristina y su hijo.

El desdoblamiento de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires le dieron aire a Kicillof, al no ser una consulta nacional, pudo mostrar el mapa político de el bastión peronista por excelencia. Seguía siendo peronista, es más, kicillofista.

Lejos de retroceder frente a una embestida política, mediática y hasta empresaria, el gobierno fue por más. Más represión, más ajuste, más agresión contra los ejes más sensibles para la población: salud, universidad, discapacitados, jubilados. ‘Ni un paso atrás’ decía Mussolini en pleno liderazco.

Los politólogos y periodistas, encargados de ‘leer’ el mensaje de la ciudadanía, se agarraban la cabeza. La derrota era el número ganador. Hagan sus apuestas señores, quien gana y quien pierde?

Perdimos todos.

Es que había ocurrido un imprevisto, un destello de luces violetas y una explosión: Donald Trump se metía en la campaña. Prometía una salvación económica sí y sólo sí Milei ganaba las elecciones.

Lejos de autoflagelarnos con las responsabilidades de cada uno de los protagonistas, y mucho menos de pensar que de la noche a la mañana el pueblo argentino decidió apoyar la represión a los jubilados, hacer aparte las exigencias del Garraham, reirse de los discapacitados, y escupir sobre la cabeza de centenares de miles de desocupados por un plan económico que detruye la industria junto con el Estado, esta vez, yo prefiero no creer. Prefiero no creer que se fascistizó el electorado de tal modo. Así que busco otras razones.

¿Y si el voto hubiera sido más sensato de lo que pensamos? Qué había enfrente a Milei. Si perdía, caía el gobierno, eso era lo que todos esperábamos con cierta euforia. Y si caía el gobierno ¿qué pasaba?

Posiblemente el electorado pensó: Houston, estamos en problemas.

Y aquí entra el factor Trump. Aceptar el manotazo de ahogado de Trump quizás era lo más pragmático porque si no era eso ¿qué? Sólo se veían dos opciones y ambas significaban ‘volver’. Al peronismo o al macrismo.  Por si no hubiera quedado claro con la victoria de un personaje indefinible, nadie quiere volver a sentir el hastío de los mismos discursos vacíos. Quizás la sociedad está pidiendo a gritos dar vuelta la historia, no volver sino ir.

Una vez más, invito a nuestros lectores y oyentes a pensar que no vivimos en un mundo aparte. Y el mundo, lamentablemente, hoy tiene como protagonista a otro esperpento al que todos hacen reverencia, cruza fronteras, se adjudica paces incomprobables, extorsiona con los impuestos a países de distinta índole. No queremos reyes, pero tenemos un emperador cuyo parecido con American Dad, es preocupante.

Por más que nos dediquemos a analizar de manera pormenorizada los errores de cada partido, partidazo o partiducho, lo que pasa en Argentina no es ajeno a lo que pasa en el mundo. Quizás Milei entendió eso y anda viajando de acá para allá, sembrando su demencial teoría anarcocapitalista en tiempos de tierra fértil.

Parace antiguo, pero la solución quizás no es sólo nacional. Que avance el internacionalismo, pues. Porque más allá de consignas perimidas como “Patria sí, Colonia no” o recordar “Braden o Perón”, el mundo entero está sufriendo un terremoto económico y moral. Las Colonias ahora son ‘países aliados’ y el entramado económico crea fronteras tan volátiles que resulta imposible analizar con la rigidez a la que estábamos acostumbrados.

No somos el peor país del mundo, son tiempos de una humanidad que ya no puede llamarse humana. Bombas, drones, hackers, ataques cibernéticos, enemigos más virtuales que reales.

Por eso, LCV también anda relojeando lo que pasa aquí y allá. Y, por ahora, parece que nadie se salva solo, tampoco a nivel internacional. Ningún país podrá enfrentar las fuerzas de este post capitalismo cínico y voraz.

Si volvemos al chiquitaje interno, y sí, el baile de Cristina en el balcón al conocerse que perdió el peronismo en la provincia de Buenos Aires fue lo más parecido a la quema del cajón de Herminio Iglesias. Pero no son Cristina ni Kiciloff el problema. Ni la izquierda ni los tibios ni los progres nisiquiera la derecha de buena o mala fé. Levantemos la mirada para ver lo que pasa a nuestro alrededor. Dejemos de acusarnos y empecemos a construir, y a coordinar con quienes están sufriendo tanto o más que nosotros.

Son tiemos difíciles, para todos, sobre todo para los que todavía tienen algo que perder. Esa clase media apedreada que se niega a bajar al séptimo círculo del infierno. Pero hay medio país que sabe que es difícil bajar otro peldaño. No son necesariamente gorilas, ni idiotas, ni todos los epítetos que se les ha endilgado en estos días. Muchos desposeídos  apostaron a los hermanitos medio locos. Quizás por empatía. Hartos de ver tantos políticos racionales y nobles que los han llevado a la ruina.

Sigamos pensando y construyendo una sociedad más justa, desde abajo, simplemente como personas, aprendamos a escucharnos, dejemos atrás ese fugaz poder que puede dar una diputación o una secretaría.

Entre tanto, la vieja política tiembla. Cuando pase el temblor ojalá que nos encuentre más fuertes, libres, sinceros. Quizás desorganizados, quizás no unidos, pero dispuestos a llevar adelante las luchas en las que muchos estamos desde hace tiempo y sentimos que son robadas por representantes que no nos representan. La unidad no es todo en la vida. Seamos miles de luces, miles. Miles de fogatas, miles. Ya nos encontraremos de manera natural en un momento histórico en el que valga la pena escucharnos sin insultarnos.

Columna de Laura Giussani Constenla, emitida en La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, el 27 de octubre de 2025.

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