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La V Columna | ¿Todo empezó en los 70?

Desde hace semana, todo el equipo de La Columna Vertebral está trabajando en una producción especial sobre el Litio, un laburo hermoso, multimediático, que iremos entregando semanalmente a nuestros suscriptores en junio. Tanto estudiar sobre el llamado ‘oro blanco’ y con esa compulsiva obsesión de buscar los orígenes de las cosas que me caracteriza, se me dio por indagar un poco en los otros oros que marcaron la historia de nuestro desarrollo. Y descubro un nuevo setentismo, un tanto olvidado, pero no por ello menos intenso. Eran los setenta pero del ochocientos.
Por ejemplo, en 1870 se funda, en Ohio, la Standard Oil, de Rockefeller, primer holding monopólico e internacional. Nacen las grandes ciudades, rutas, caminos, empresas. No nace de un día para el otro. Fue un hombre casi anónimo, un tal Edwin Dark, quien en 1859, perforó en Pensylvania, el primer pozo de petróleo ‘moderno’ (es decir, por perforación y no cavando a mano, petróleo siempre hubo y se utilizaba desde hace milenios, pero ahora era una explotación industrial a gran escala). Fue así que los americanos, al igual que las termitas, sucumbieron a la “fiebre por perforar”, aquí y allá, para proveer de querosen a las lámparas. Una industria naciente y próspera. El petróleo era, sin dudas, el futuro por aquel entonces y se lo empezó a llamar ‘oro negro’; gracias a ese primer pozo del desconocido, surge en 1890 la industria automotriz.
Ahora bien, ¿por qué lo llaman el ‘oro negro’? Porque la fiebre primera fue la del oro de verdad verdadera. Ese dorado. Tratemos de imaginar el mundo en ese momento. Terminada la guerra de secesión, en febrero del 70, se reconocía el derecho al voto de los negros en Estados Unidos, una guerra civil acababa con la esclavitud. No con la segregación a los negros, ni con su explotación y mucho menos con la aceptación de los indios.

Un excelente documental dirigido por Robert Redford: The West, una historia del lejano Oeste, resulta revelador. Allí aparecen Toro Sentado y Caballo Loco, que para muchos de nosotros no son más que personajes de películas, como los verdaderos líderes Sioux que pelearon como pudieron para defender su lugar.
Para terminar con el conflicto, el Estado decidió otorgarles un territorio. Así fue que les cedieron una montañas casi inhabitables que a nadie le importaban más que a los indios. No imaginaron que les habían regalado el título de propiedad de una verdadera mina de oro. Hermosas pepitas de oro aparecían como flores y centenares de buscadores de fortuna se dirigían al territorio indio.
Las autoridades estaban frente a un grave dilema ¿cómo hacer para echarlos sin violar uno de los principios del ser americano, la propiedad? Pues bien, decidieron matarlos de hambre. ¿Cómo? Vieron que los búfalos eran su principal fuente de subsistencia y decidieron premiar con un buen dinero a cada uno que matara un búfalo.
Al poco tiempo, la comunidad Sioux se vio diezmada por la hambruna. El anciano Cacique Toro Sentado decidió emigrar a Canadá mientras que el joven Caballo Loco se quedó a resistir. Fue una pelea desigual pero bien dura. Los indios ganaron algunas batallas y en una de ellas asesinaron al famoso general Custer.
Fuera de sus casillas, el Gobierno norteamericano decidió aniquilar a ese último foco resistente que sobrevivía con una campaña militar que empezó en 1876. Frente a la masacre, un día Caballo Loco prefirió rendirse para evitar más muertes. Lo confinaron en Fort Robinson. A las pocas semanas, el 5 de septiembre de 1877, murió asesinado a bayonetazos.
Fue también en 1870 cuando se dio por terminada, con el aniquilamiento de un próspero Paraguay de Solano López, la Guerra fraticida de la Triple Alianza. Las razones venían a ser parecidas en todos lados: quedarse con las riquezas naturales de éstos territorios sin que los nativos intentaran sacar provecho de sus propiedades. Hermosa contradicción de capitalismo. La propiedad es intocable, siempre que sea de ellos.

Mientras tanto, en París nacía el primer gobierno obrero del mundo: La Comuna de París. Derrotado el imperio napoleónico, con los prusianos en las puertas de la ciudad, la clase obrera toma el Ayuntamiento y proclama un gobierno socialista autogestivo. Era el 18 de marzo de de 1871. París era una fiesta. Tomaron fábricas abandonadas, declararon la laicicidad, las Iglesias se convertían por decreto en sedes de asambleas entro otras medidas revolucionarias. La experiencia duró 60 días. El 28 de mayo de 1971 caía la Comuna de París en manos de la reacción.
Ah, y ya que estamos en Europa, fue en 1870 se produce la ‘toma de Roma’ luego de décadas de lucha por la unificación de Italia. Es el Risorgimiento, nace Italia como el país que conocemos actualmente. Una victoria por la que habían luchado monárquicos de distintas dinastías hasta brigantes revolucionarios y Garibaldi. Fue la década de los Estados nacientes, al son del capital de la industria.
Ante este panorama mundial, Argentina también quería establecer su Estado y en 1877 iniciaba la conquista del Desierto. Y termina la década cuando el 5 de abril de 1879, Chile declara una guerra contra Bolivia y Perú para quedarse con los puertos y exportar sin impuestos los minerales de aquellos salares.
El progreso y la tecnología iban de la mano. Fue así que a mediados de los 70, el 10 de marzo de 1876, mientras unos encontraban petróleo para fabricar autos, Alexander Graham Bell hacía su primera llamada telefónica: “Watson, ven aquí, te necesito”, dicen que fue lo primero que se escuchó por teléfono de línea. Claro está que para desarrollar todas esas novedades era necesario poder invertir. Y, hete aquí que en esos mismos años, descubrían montañas de oro en el oeste americano. Y petróleo en otros lados, y hasta algo parecido al litio, o litio, en los salares chilenos. Nada podía frenar al llamado ‘progreso’. Un futuro corto, pero muy redituable para pocos.
Y visto que estamos festejando nuestros cinco años, y rescatando algunas de las centenares de entrevistas que realizamos, los dejo con Diego Golombek, el primero en avivarnos que los descubrimientos a veces no son para andar festejando tanto. Con ustedes: por qué Thomas Alva Edison en 1879 inventó la bombita de luz.

Editorial Nora
La Columna Vertebral y los Martin Fierro

Miguel Ángel González, reconocido estilista teatral de MB Salón, fue premiado con el Martín Fierro al mejor trabajo en estilismo, maquillaje y caracterización por su labor en Kinky Boots, una obra que brilló tanto en Buenos Aires como en el exterior. Conversamos con él a pocos minutos de subir al escenario del Teatro Astral, donde se encontraba presentando Personas, lugares y cosas. A través de esta charla con LCV, descubrimos no solo la emoción del reconocimiento, sino también el minucioso proceso de creación detrás del estilismo teatral, una pieza clave en la construcción de personajes y universos escénicos.
LCV: “Ahí estás así como a mil y nosotros acá en el medio estamos tratando de mostrarle a la gente… porque viste que se dan los Martín Fierro a los actores y todo eso está bien, está maravilloso y a todos nos gusta porque es lo visible, pero lo tuyo es el trabajo que todos admiramos pero que no conocemos quiénes son sus autores. Por lo tanto, yo felicito terriblemente que haya este Martín Fierro al estilismo, la creatividad y el maquillaje. Contanos por qué obra fue, eh… y nada, ¿qué sentiste? ¿Qué te pasó cuando dijeron que te ternaban y qué te pasó cuando te dijeron que eras vos?”
Miguel Ángel González: “Mirá, cuando te ternan, ya el hecho de estar ternado y que estén observando tu trabajo es algo hermoso. Y decís: ‘Bueno, me están mirando, están viendo nuestro trabajo’. Creo que todo artista trabaja… no sé si todo artista trabaja para que lo vean, sino que lo hace desde el amor y desde adentro. Entonces me pareció moderna, me pareció generosa de parte de APTRA porque es la primera vez que se hace… los premios Martín Fierro, y sobre todo de teatro, ¿no? Como contabas al principio, de teatro. Entonces es como sentirlo desde el amor y decir: ‘Bueno, a ver, podemos ganarlo, sí. Podemos ser ternados nada más, sí, también’. Entonces bueno, vamos con esto. Fue muy emocionante. Y la familia MB estaba muy expectante, y estaba muy atenta a todo lo que ocurría.”
LCV: “Ay, me imagino… tus chicas del salón, ¿estaban todas juntas mirándolo?”
Miguel Ángel González: “Cada una en su casa, pero cruzando los deditos ahí, estando conectadas en el chat que tenemos del grupo. Estaban todas atentas.”
LCV: “No sabés… yo casi me infarto, te quiero decir, porque lo puse de curiosa, porque soy muy teatrera, vos lo sabés. Y entonces quería ver, a ver… ¿sabés que la mayor parte de las obras que fueron premiadas las vi? Menos, tengo que reconocer, Tootsie y Kinky Boots, pero bueno, no puedo estar en todo. Y entonces de repente te miro y digo: ‘Ese es Miguel Ángel’. Y después… ¡ay, primero es Miguel Ángel y se lo ganó! Porque además puse el Martín Fierro cuando ganaste vos. O sea, fue ahí, en ese momento. Fue en ese preciso momento. Maravilloso. ¿Qué sentiste?”
Miguel Ángel González: “Sentí mucha emoción, sentí mucha gratificación y, sobre todo, por mis colegas y por la gente que trabaja con nosotros, porque teníamos un equipo hermoso en Kinky Boots. El maquillador Nazareno Matías, Noe Viaucci, quien les habla, González Miguel… Estábamos siempre trabajando juntos en todo. Y lo que pasó con esto es que hicimos todos los diseños de… bueno, Buenos Aires, por supuesto, dos temporadas, Mar del Plata, Villa Carlos Paz y España. Así que bueno, nuestros diseños fueron premiados porque esto se utilizó para que Kinky Boots sea y se expanda.”
LCV: “¿Tenés un minuto más para explicarle a nuestra gente? Igual, cuando ya esté esto mejor y vos puedas venir acá al piso, yo quiero que me hables del trabajo del estilista teatral. Pero ahora un poquito, aunque sea, contanos cómo es el proceso de creación. ¿Vos leés la obra, te consustanciás con los personajes, elegís qué personajes hacés vos, o eso lo elige el director? ¿Cómo se diseña el trabajo?”
Miguel Ángel González: “Mirá, al principio se presenta la obra, se aceptan… están todos los creativos. Somos muy importantes dentro del circuito creativo de las obras de teatro. El estilismo tiene que ver con eso. Están todas las áreas, ¿no? Está el vestuarista, está el maquillador, está el iluminador, el guionista. Nos reunimos y cada uno tiene un papel importante dentro del circuito creativo. Nosotros, cuando tomamos la obra —sobre todo la empresa MB Salón— se sienta, diagrama, lee la obra, se especializa en cada personaje y define desde dónde lo queremos encarar. Y en base a eso proponemos nuestros estilos. Y también estamos trabajando en conjunto, mutuamente, con el maquillador. Digo esto para que se entienda: si el estilista hace una peluca rosa, el maquillaje tiene más de rosa, y viceversa.”
LCV: “Claro. Sobre todo en cosas como esto, ¿no? La comedia musical, o cosas tan trabajadas como un Kinky Boots o un Tootsie.”
Miguel Ángel González: “Sí. En este caso tan particular, nosotros hicimos que los hombres parezcan mujeres sobre el escenario. Y eso hay que transformarlo, y tiene que ver con el drag, y tiene que ver con que cada uno saca la mejor faceta de cada actor para que eso sea su personaje.”
LCV: “Además, ¡qué hombres! Porque, ¿quién era el protagónico de Kinky?”
Miguel Ángel González: “El protagónico de Kinky, en las dos temporadas que hicimos en Buenos Aires, fue Martín Bossi.”
LCV: “Claro, y después los otros drags que son bailatines muy reconocidos…”
Miguel Ángel González: “Sí, sí: Ibarra… ahora no se me vienen muchos nombres. Mariano Magnífico, Matías Villa…”
LCV: “¿Villalba, no?”
Miguel Ángel González: “Sí, un elenco impresionante. Muy premiado. Matías…”
LCV: “¿Y después vos hacés una presentación de bosquejo o la presentación ya es sobre tema físico, no?”
Miguel Ángel González: “No, sobre el tema físico. Sobre el tema del bosquejo al principio, para contar lo que nosotros pensamos y entendimos de la obra. Y en base a eso, tenemos al director que nos va guiando y va ayudando: sí o no.”
LCV: “Es maravilloso, te digo, el trabajo. No te quiero tomar más tiempo porque sé que estás contra reloj. Más allá de las y cuarto no te podías, y ya son 16. Ahora le digo a la gente: el placer inmenso que yo tengo en que se haya premiado… toda la gente que estuvo premiada ahí es gente trabajadora. El trabajador del teatro es un circuito de trabajo, es una industria. Digo, todo. Pero cuando vos sos una señora común, periodista, que va y se corta el pelo y le hace el color él, y te lo piensa para vos y toda esta historia que hace él… Y uno, cuando está mientras se está secando el pelo, lo ve a él maniobrar con esas cosas rosas, celestes… todo el tiempo creando todo.”
LCV
La cultura de la crueldad o la infantilización de la política, por Laura Giussani Constenla

Todavía en estado de shock por el discurso de Milei en el encuentro de La libertad Avanza en La Plata. Ojalá que no nos acostumbremos, mantengamos un estado de perplejidad ante cada acto de deshumanización de la política. La semana pasada, dijo el presidente ante una multitud que lo vitoreaba: “¿La crueldad? Sí, soy cruel, ´kukas´ inmundos, sí soy cruel con ustedes, con los gastadores, con los empleados públicos, con los estatistas, con los que les rompen el culo (sic) a los argentinos de bien”.
Más allá de lo increíble que resulta un presidente confesando que odia a sus empleados (que no son Gasalla, son los que mantienen en pie al país con hospitales, escuelas, bibliotecas, organismos dedicados a mejorar la calidad de vida de sus hermanos), al tiempo que considera que hay “argentinos de bien” a quienes le rompieron el culo.
La ambigüedad de la frase provoca una reacción curiosa que quizás explique la popularidad de semejante personaje. Todos o casi todos los argentinos podrían sentirse identificados con “esos a los que le rompieron el culo”. Por motivos totalmente diferentes, a todos nos rompieron un poco el culo: por pobres o pequeños empresarios, por homosexuales o por mujeres, siempre por estatales -porque si a alguien le rompieron el culo en las últimas décadas fue a los profesionales del Estado, incluída la década ganada de Cristina, en la que no pudieron ganar su derecho a un sueldo digno y en blanco, por no meterme en temas más inquietantes-.

Hubo tanta sobreactuación del Bien, que finalmente El Mal está resultando seductor.
Además, ese temita de “los argentinos de bien” me recuerda a la consigna de la dictadura: Los Argentinos somos Derechos y Humanos. Medio país llevaba en su coche o repetía la consigna con orgullo: Somos Derechos y Humanos. Los militares se sentían guardianes del ‘bien’ y la ‘democracia’. Todos los golpes militares se hicieron en nombre de los ‘altos valores democráticos’. Su lucha por la supuesta democracia fue tan feroz que no dudó en matar, torturar, descuartizar, tirar gente viva al río, robar bebés, anular toda expresión popular a través del terror del Estado, y enriquecerse y robar, mientras se arrodillaban frente a poderosos y llevaban adelante un plan económico de endeudamiento y destrucción de los pilares de la industria nacional, entregando un país hambreado en solo siete años de gobierno.
Hubo algo más cruel que la dictadura militar del 76 al 83? Difícil de imaginar.
Sin embargo, Videla murió creyendo en la ingratitud del pueblo: los militares, creyeron que habían triunfado -y habían triunfado, al menos los otros/nosotros habíamos sufrido una derrota que nos quebró el alma- Ya sea por Malvinas o porque el imperio andaba rondando otras playas, los milicos le abrían las puertas a la democracia. Se creyeron impunes, héroes de la Patria: ‘Atrás, comunistas, atrás. Adios subversión trostskysta o peronista. Aquí le devolvemos la bandera argentina planchadita, planchadita, planchadita’.
Cómo hicieron Videla, Massera y Agosti, junto a sus conmilitones, para lograr semejante victoria? Transformaron en fieras feroces a sus tropas. Las cebaron con ideología nazi -se sabe, solo así se recupera la democracia, dirían en sus elegantes reuniones, sembradas de whisky o champaña, y muejeres de todo tipo, señoras elegantes o bataclanas, que admiraban el poder de los hacedores de la ‘paz’-.
(cualquier referencia a Trump que salta de guerra en guerra, tira misiles aquí o allá, para tener un mundo en paz, según sus dichos, es pura casualidad.)
Más allá de haber convertido en monstruos a sus tropas y a buena parte de la sociedad argentina, todavía se escudaban en algo humano: disfrazar su ferocidad en “lucha por un bien común”: La Patria, La Democracia, La Soberanía o Dios. Grandes palabras que sirvieron como cohartada de la masacre. Todavía, a décadas de distancia y juicios y condenas, mantienen un discurso monolítico, hasta los arrepentidos: “Lo hacíamos contra un mal mayor”.
Parecía imposible, pero quizás Milei sea aún peor que los dictadores. Es aún más cruel que cualquier animal, un león que destroza un venado no es cruel porque no tiene conciencia de su acto, se supone que un ser humano sí. Sabe lo que hace y dice, también sus consecuencias. En ese discurso que quedará en los anales del mal, agregó:

“Entonces, mientras las ratas inmundas y sus compañeritos de trabajo, mis excompañeritos de trabajo (los diputados) quieran reventarnos el resultado fiscal con políticas demagógicas, lo que no se dan cuenta es que podrán retrasar un poco el ritmo al que nos expandimos porque nos hace subir el riesgo país, pero la gente los va a castigar en las urnas. La gente entendió que ajustar al fisco es devolver el dinero a la gente, y la gente está mejor.”
He aquí la banalización del bien y del mal. Ya no es un mundo libre, justo, soberano, en un país feliz sin discriminación, en donde todos podamos comer y vivir y gozar y desear con total libertad como soñaban los revolucionarios de antes; y tampoco un país que se arrodille ante un Dios sin humanidad, la Patria o lo que fuera, como decían los militares y derechas de cualquier ralea.
En los setenta todavía no habíamos conocido la cara oculta del neoliberalismo. Hoy lo dicen a boca de jarro, nuestros valores no son la democracia, ni la revolución socialista, ni un país feliz, tampoco Dios, la Patria o el Hogar. Nuestra fe y nuestra vida misma la ponemos para lograr el valor supremo del “equilibrio fiscal”.

Entramos en tiempos de sinceridad al palo. He conocido utopías más tentadoras que el ‘equilibrio fiscal’.
Milei, en suma, piensa algo así como: “Sí, soy cruel, me encantaría matarte como a una cucaracha, lástima que no puedo porque vivimos en una democracia de mierda ¿A quién me gustaría matar como cucarachas? A todos los estatales, que no me rompan las pelotas esos maestros, docentes, cineastas, charlatanes que nada producen. Ni qué hablar de los kukas planeros. Nosotros trabajamos para los argentinos de bien que deben soportar a esos hincha pelotas que no nos dejan vivir. Dicen que son personas esos obreros que protestan, esos zurditos que pretenden distribución del ingreso, pero no, son cucarachas y yo soy un León. ¿dónde estudiaron economía, a vos te hablo Kichi, lo único que debemos venerar son los números, el riesgo país, el valor del dólar, y el equilibrio fiscal ¿qué economista sos? Si para eso deben morir 30 0 300.000 personas es un precio razonable para ser un país en serio, inserto en la comunidad internacional.”

Lamentablemente, vivimos en tiempos en los que la peor cara del mal avanza en todo el planeta. Tan es así que Henry A. Giroux, Teórico fundador de la pedagogía crítica y director del Centro para la Investigación del Interés Público de la Universidad McMaster (Hamilton, Ontario, Canadá), lleva años tratando de entender lo que él llama la “cultura de la crueldad“. Así explicaba la situación en una entrevista brindada a la BBC:
“La cultura de la crueldad es un principio central, una forma de hacer política que se nutre de odio y de intolerancia. Y no es casual ni es un rasgo de la personalidad. Lo que estamos viendo ahora es una fusión de crueldad y política de maneras nunca antes vistas y celebradas, una crueldad que emerge en el día a día.
No puedes tener una democracia, ni siquiera una débil, sin un público informado.
Y lo que la derecha ha aprendido es que, si se controlan los medios de comunicación y de educación, no hacen falta ejércitos. Lo que se necesita son modos potentes de persuasión y el control de los sistemas de información.
Ahora, con las redes sociales, estamos en un periodo muy difícil en lo referente a ser crítico y hacer que el poder rinda cuentas.
Y todos los elementos del fascismo que vemos surgir en Hungría, en Argentina, en Italia no son nuevos, pero se están sucediendo a una escala que me parece casi inédita.”
Así las cosas, la responsabilidad de los periodistas, comunicadores y docentes, es aún más grande: todo empieza con la desinformación y la anticultura.
Con la deshumanización que significa echar cenizas sobre las líneas que dividen el bien y el mal, lo bello de lo horrible, la verdad de la mentira. La historia convertida en fábula, con Leones, perros, ratas y cucarachas. La infantilización de la política.
Ojalá volvamos a tener valores humanos. Aunque a veces el ser humano puede ser terriblemente cruel.
LCV
La dictadura del Cerebro Mágico.

Por Laura Giussani Constenla, 9 junio, 2025
Allá por los años noventa surgió la idea de la Inteligencia Emocional. En apenas dos décadas saltamos un abismo conceptual para caer en la Inteligencia Artificial. Es decir, pasamos de la mente (inteligencia racional) al corazón (inteligencia emocional), y del corazón a la máquina (IA). Curiosa inteligencia. A pesar de ser el ‘don’ que nos diferenciaría de los animales, no terminamos de captar exactamente a qué se refiere y las definiciones varían según los autores. Sin pretender meternos en un laberinto filosófico, tomaremos un significado primario: la inteligencia es esencialmente humana, refiere a nuestra capacidad para observar la realidad y sacar conclusiones que nos permitan actuar evaluando las consecuencias. Ver, pensar, teorizar, actuar. Hay quienes piensan que la inteligencia nos puede servir para adaptarnos al medio y quienes la aplican para todo lo contrario: modificar la realidad. El pensamiento crítico ha sido un factor fundamental en el mundo contemporáneo.
La duda es: ¿puede la inteligencia ser artificial y no humana? ¿hacia dónde nos conduce la IA? A simple vista parecería que nos priva de uno de los entretenimientos más vitales de la humanidad: el arte de pensar. Primera contra, es una inteligencia pasiva, aburrida. Nos habituamos a formular una pregunta y dejamos que la máquina conteste. Como un deportista que abandona los entrenamientos, cabe imaginar que pronto se nos habrá adormecido, endurecido o entumecido el cerebro.
Nadie puede dudar que el avance tecnológico es una acción inteligente. Sin embargo, también lo es preguntarse hacia dónde nos lleva su uso cotidiano.¿Quién o quiénes fueron los inteligentes que crearon este sistema monstruoso que se ha convertido en el arma perfecta para el control social?
Uno de ellos fue Geoffrey Hinton, conocido como el padrino de la IA, ganador del Nobel en informática, luego de abandonar la plataforma, lanzó una mirada apocalíptica sobre el futuro. En el pódcast de Steven Bartlett “The Diary Of A CEO”, Hinton sostuvo que “la humanidad podría haber perdido el control sobre la inteligencia artificial” y llamó a los gobiernos y la sociedad a tomar medidas para evitar una catástrofe: existiría un 20 % de probabilidad de extinción de la humanidad, según los dichos del creador de la bendita inteligencia no inteligente. Otro científico arrepentido por las consecuencias de su invento.
¿Por qué el impacto del chatGpt fue tan grande?
Es fácil caer en la trampa. Todo empieza por aceptar definiciones equivocadas. Por ejemplo, he escuchado aquí y allá, en boca de personas de suma inteligencia, doctorados, licenciados y estudiosos de cien mil raleas, decir sin ruborizarse que vivimos en ‘la Era del Conocimiento’. La primera vez que lo oí pensé que mi interlocutor era medio pavote, que era un invento de él, porqué caracterizar como era del conocimiento al momento histórico que más se empeña en evitar que conozcamos, es decir, observemos, pensemos, saquemos conclusiones. La bendita globalización informática es exactamente lo contrario. Sin embargo, así se estudia esta época: Era del conocimiento.
Algún marketinero informático impuso el oxímoron Inteligencia Artificial a su producto revolucionario generando una expectativa errónea. Más poético y realista hubiera sido llamarla Cerebro mágico, como aquel fantástico juego de nuestra niñez. Claro que le quitaríamos esa pátina de racionalidad que desde hace varios siglos brilla como eje de cualquier ser inteligente. Y si algo no quieren los vendedores de la Inteligencia Artificial es que se lo vincule con un juego, todos prefieren llamarla ‘una herramienta’.
Una herramienta ¿para construir qué? O será una herramienta para destruir. En principio, avanza en la destrucción de todo lo que dieron en llamar ‘analógico’ para llegar al imperio de lo ‘digital’. Una vez más, me sorprendo con la elección de las palabras para definir estas nuevas realidades. Usar papel y lápiz es analógico, un término que remite a una acción del pensamiento (comparar, pensar), mientras ‘digital’ solo hace referencia a un dedo, imagino que es el dedo que usamos para ‘conocer’ el mundo a través de una computadora. El dedo que da ‘enter’, no a la cabeza que piensa que tenés que dar ‘enter’.
Como habrán notado, tengo un problema personal con este mundo en el que nos están obligando a vivir. Detesto los trámites on line. Una solución simple y sencilla para no moverte de tu casa y obtener documentos varios. Sin embargo, perderíamos menos tiempo en caminar o tomar un colectivo, hacer una cola mientras charlamos con el de adelante, y que un empleado nos escuche, que en pasar horas tratando de comunicarnos con un robot o una plataforma que generalmente te ofrece una serie de ‘preguntas frecuentes’ a las que respoderá con rapidez. Ocurre que en general, las preguntas que necesitan respuesta no están entre las opciones. La mía nunca está entre las opciones. Ese es el drama: ellos hacen las preguntas para las que tienen respuestas. Otras, prefieren no responder.
Andaba en uno de mis malhumores diarios frente a una situación que en la era ‘analógica’ (esa de comparar y pensar) me hubiera resultado fácil de resolver mientras en la maldita era ‘digital’, en la que el dedo manda, es una tortura, cuando María Urrutzola, una excelente periodista y amiga uruguaya, reenvía un artículo publicado en la revista Extramuros (cuya bajada es:“la escritura ante el declive del debate público”). El texto es de un filósofo joven y para mí ignoto que se llama Matt Smith y empieza así:
“La red de control digital de Estados Unidos no se construyó de la noche a la mañana. No fue construida en búnkeres subterráneos secretos por figuras sombrías. Se ensambló pieza por pieza, a plena luz del día, promocionada como progreso, conveniencia y, sobre todo, como patriotismo.
La genialidad de este sistema reside en su imagen de marca. La vigilancia se convierte en “eficiencia”. La identificación digital en “soberanía”. El cumplimiento se convierte en “libertad”. Y estamos presenciando cómo esta transformación se acelera ante nuestros ojos.
Según Smith, la primera fase de este experimento fue el COVID. “La prueba de estrés que se superó con éxito”. El mundo entero aceptó confinamientos y trabajo en el hogar. Se impuso rápidamente el uso del zoom y conferencias a distancias. El poder comprobó que podía manipular fácilmente varias sociedades en forma simultánea.
Luego cita una serie de fases para terminar en la etapa en la que estamos ahora:
“Los sistemas de control modernos no se limitan a observar: se anticipan:
– ¿Dona a una organización no autorizada? Se le activa una revisión fiscal.
– ¿Habla usted con alguien de una lista de vigilancia? Vea cómo se reduce su disponibilidad de crédito.
– ¿Asiste a un evento marcado? Su perfil social queda marcado en todas las agencias.
– ¿Suscribirse a determinados boletines? Clasificación silenciosa para una mayor supervisión.
– ¿Compra combinaciones inusuales de artículos? La IA lo marca para que lo revise una persona.
– ¿Viaja fuera de sus pautas establecidas? El acceso a los servicios se ralentiza o se detiene.
Esto crea un sistema de aplicación preventiva de la ley, en el que su huella digital no sólo refleja su comportamiento, sino que lo predice y restringe antes de que se infrinja ninguna ley.
La red de control no se manifiesta como tropas de asalto en su puerta. Aparece como fricción en las actividades cotidianas:No espere disturbios en las calles. Espere retrasos en los vuelos, transacciones denegadas y «dificultades técnicas» que, de alguna manera, sólo afectan a determinadas personas.”
Chan.
Lo cierto es que con cada ‘like’ o ‘suscripción’ o compra on line, junto a verificación de perfiles por datos biométricos, estamos entregando a los dueños de los negocios y el poder datos fundamentales para aplicar un control preventivo.