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La V Columna | Apagones deslumbrantes

Buenos días, señoras, señores, amigas y amigos, compañeres y oyentes de todo grupo y factor. Les cuento que ando a los tumbos. No yo, sino mi cabeza. Hay quien tiene ojos color de cielo, pues bien, yo tengo mente color de cielo. Mis pensamientos saltan de un lado a otro al ritmo de esta locura planetaria que pasa de los incendios a los diluvios, del granizo a la ola de calor, con nieve y sol casi en simultánea. Dicen que es culpa de la Niña. ¡Qué atrevidos! ¿Cómo pueden culpar a una niña de éste descalabro? ¿Qué niña podría hacer semejantes cosas? Y no estamos hablando de Matilda, que bastante bruja era. Pero bueno, ya empecé a irme por las ramas. Lo cierto es que ando dispersa. 

Creí que ya tenía el tema de esta columna. Un día se me encendió la lamparita. Sí, si, tuve una idea. Dicen que dicen que la luz nos lleva a la razón y la oscuridad es tenebrosa. ¡¡¡¡Pamplinas!!! ¿Hay algo más luminoso que una noche estrellada o una luna panzona y llena que parece tener una sonrisa dibujada? (Siempre detesté esa idea del llamado ‘iluminismo’. Luz igual razón. Razón igual bien. Mirá qué linda herencia que nos dejó la luz del ingenio de Sarmiento) Pero bueno, así se dice cuando tenés una idea: se me encendió la lamparita.

Resulta que estaba leyendo un estudio bien interesante de Sergio Eissal y Bárbara Pardo sobre la formación territorial argentina, titulado “Del tango por el territorio perdido, al Rock por el ganado”. ¿Cómo no zambullirse en la lectura con ese titular tan sugestivo?

Además, me venía al pelo porque el otro día andaba yo divagando sobre ese tema de las fronteras, algo bastante común cuando estás en una frontera y no entendés qué razones reales existen para que de un lado sea un país y del otro, otro. El ensayo en cuestión decía algo así como que lo que suelen repetir muchos manuales sobre la pérdida de territorio argentino es una gran mentira. Y lo demostraba con mapas y muchas explicaciones que no llegué a leer. Apenas pispeé algo bien interesante que había escrito algún sabelotodo muy sabelotodo cuyo nombre no recuerdo: el primer gobernante “argentino” fue boliviano. Chan. Quedé casi tan patidifusa como cuando descubrí que Córdoba fue la primer Universidad Argentina fundada en Perú -lo explicamos en nuestro LCV de Colección dedicado a la educación, si te lo perdiste, alpiste, ¡encolumnate!-. Te lo resumo: cuando se fundó nuestra primera universidad Córdoba pertenecía al Virreinato de Perú. Un poquito más adelante este ensayo  sobre los límites explicaba muy crudamente que las fronteras se hicieron a fuerza de guerras y guerras. Y, de manera bastante atrevida, sostenían que a nuestros próceres de la independencia no se los podía llamar ‘patriotas’ porque no había patria. Es decir, la Patria todavía era una entelequia, luchaban por algo que todavía no tenía forma, ni gobierno, ni nada. Por ahí andaba, leyendo con suma curiosidad cuando se cortó la luz.

Sí, de pronto, se me apagó la lamparita y me quedé pensando en eso de la luz y  la electricidad. Además se cumplían 30 años de la privatización de Segba y todos andaban pataleando porque al final tanta privatización no había servido para nada. Fogatas, vecinos furiosos, bah, todo eso que vieron en la tele, o que no pudieron ver porque no tenían luz, o porque estaban haciendo una fogata en la esquina.

En medio de la oscuridad se me apareció el fantasma de Golombek que me decía, como bien dijo en nuestro programa, que la luz eléctrica no se había inventado para el bien común, para que tuviésemos aire acondicionado, batidoras y todas esas cosas. No señor. Nada de eso. La luz se inventó en medio de la revolución industrial para sumar horas de trabajo y que los obreros pudieran trabajar de noche. Noche y día. Sin parar. Y ahí empezaban nuestros problemas de sueño porque rompimos el ritmo natural de la vida. Increíble. Después de hacer un profundo estudio sobre el sueño Golombek concluye que “el gran ladrón de tiempo es un tal Thomas Edison”.

En estas cosas pensaba mirando las estrellas. Al final, la ciencia y el progreso no inventó para nosotros, sino para ellos. Es decir, está buenísimo conocer e crear cosas, el problema es que los que financian el progreso son los ricos más ricachones del mundo. Habría que cobrarles un superimpuesto por utilizar todo el conocimiento universal en su favor, ¿no? Al final, como todo el mundo sabe, y si no lo sabe mejor que lo sepan, la guerra fue el gran motor de la ciencia, tanto como la codicia. Grandes inventos creados en función de las ganancias (de ellos, no de nosotros, claro).

 Mientras observaba cómo el Carro de la Osa Mayor arrastraba a las Tres Marías y se habían corrido un buen trecho hacia la izquierda se me dio por pensar en cuándo habíamos dejado de lado la utopía y había aparecido una palabra rarísima llamada ‘distopía’. En qué momento dejamos de creer que el futuro sería bello e igualitario, para imaginarlo lleno de máquinas y zombis y muertos vivos y monstruos y pantallas que nos controlan. Un género literario o de ficción que se hizo cada vez más real. Claro que la imposición de ese mundo ya imaginado por Orwell en 1984, o por ese hermoso clásico cinematográfico, Metrópolis, no te invitan mucho a caminar. Mientras la utopía te entusiasma, la distopía te aplasta. Y si la utopía es política, la distopía también.

Todo eso pensé en un rato sin luz, el tiempo que le llevó a una constelación a esconderse detrás de un árbol, ¿media hora? No sé, existen otras medidas de tiempo, como el de cuánto pensás en un minuto. Bueno, vuelvo a irme por las ramas. Retomemos que si empiezo a divagar sobre el tiempo no terminamos más.

 Lo cierto es que la luz se hizo y volví a sentarme frente a la computadora en donde había un mensaje de unos jóvenes uruguayos que tienen un blog bien interesante que se llama BitácoraDodó. Todo inteligente y raro. Muy inteligente y muy raro. Dentro de esas rarezas, un artículo de un licenciado en Letras titulado “Reconstruyendo la Utopía”. El licenciado en cuestión se llama Juan Manuel Sánchez Putigliano y anda en el mismo camino que yo, con la diferencia de que podría ser mi hijo. Y viste cómo son los chicos: tienen cosas raras en la cabeza.

Allí me entero que existe una corriente llamada Solarpunk. “El Solarpunk apunta al optimismo y no tiene vergüenza de definirse como utópico”, dice. Pero, a diferencia de nosotros viejos y viejas vinagre, creen que se puede dar vuelta la taba y que la ciencia sirva para mejorar y no para empeorar. Es decir, no hay que destruir nada, como pensábamos antes: hay que utilizar las herramientas que nos han legado, desde las estéticas, los comics o graffitis, hasta la fusión del átomo. Ahí ya me perdí pero si quieren saber más lo encuentran en nuestra página o en BitácoraDodo.

Después me fui a dormir porque, como dice el buen Golombek, el sueño no es un lujo para darse cuando tenemos tiempo: es un regulador de nuestra vida, que camina al son de la luna y sus matices. Tiemble Edesur: se duerme mejor sin luz.

Hasta la próxima.

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Italia ¿Qué es ‘Progetto Sur’? Frente a la indiferencia de los Estados, la solidaridad de los pueblos

Hace unas semanas nos internamos en la nueva realidad italiana. Esa que no se ve pero existe. La que une pasado, actualidad y futuro. Comenzamos con una entrevista a Enrico Calamai, quien en tiempos de dictadura en Argentina fue uno de los protagonistas invisibles de una epopeya: dar refugio y salvar la vida de unos 300 argentinos a pura convicción y coraje, quien hoy es un referente de los Derechos Humanos con una pequeña organización, “Mani Rosse”, que cada jueves pintan sus manos de rojo sangre para recordar a los muertos de un mundo injusto: migrantes ahogados en el Mediterráneo, víctimas de guerras y hambrunas, aquellos ‘condenados de la tierra’ de la que nos hablaba Frantz Fanon.

Continuamos conversando con los directores de “Resistenza-Historia del exilio argentino en Roma”, quienes nos llevaron a los años de plomo, en los cuales centenares de miles de argentinos debieron huir del país con lo puesto y aún así crearon redes de solidaridad, amor y denuncia internacional en los países donde posaron sus huesos, con culpa, dolor, angustia.

El documental puso el foco en Italia y pudo realizarse gracias a la colaboración de un grupo de jóvenes italo argentinos que forman parte de una organización llamada ‘Progetto Sur’. Tirando de la punta del ovillo, llegamos a ellas, Claudia Gatti y Romina Cozzanti, referentes de la asociación, nacida después del 2001, que contactó con aquella huella creada en los años setenta-ochenta y hoy trabajan por la colaboración de dos pueblos unidos por historia y cultura. Cambian los tiempos, las formas, la política y la tecnología. Llegan las pandemias y otras calamidades desconocidas, pero aún queda la esperanza de un mundo mejor.

Aquí, la última entrevista de lo que podemos considerar una trilogía: revisitando exilios, mirando el mañana.

Este Planeta Giussani hace lo posible para entenderse con ese Planeta Tierra con la Inteligencia Artificial a flor de piel. Aún así, no lo logramos. La comunicación es entrecortada. Cuarenta minutos nos dan. Quién puede hacer algo en sólo cuarenta minutos cuando hay tanto para hablar, conocer, descubrir, pensar. Vaya, entonces, esta segunda parte con Romina, a quien dejamos sin palabras.

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Entrevistas

“El exilio dejó huella en Italia”. Entrevista a los directores de Resistenza

Después de su recorrido por Festivales, Salas y otros espacios de Italia y Argentina, “RESISTENZA (historias del exilio argentino en Roma)” está disponible desde el 13/11/25 en la plataforma OpenDDB: https://openddb.it/film/resistenzaargentina/

Un documental que explora los modos que adquirieron la sobrevivencia y la denuncia internacional durante la última dictadura militar. Más allá de la tristeza, el desarraigo y las dificultades económicas, los exiliados argentinos diseminados por el mundo tendieron redes de solidaridad y realizaron un trabajo tenaz dando a conocer las violaciones a los Derechos Humanos en Argentina. No sabían, en ese entonces, que se estaban convirtiendo en protagonistas de un movimiento que dejaría sus huellas a futuro en los países que los acogieron, gracias a una forma de lucha silenciada por el régimen pero que perduró, con amor y creatividad hasta el día de hoy.

En Italia nació una organización italo-argentina, Progetto Sud. En torno a ellos crecen, desde el pie, nuevas formas de acción en un mundo cada vez más violento y fraccionado. Ahora las murgas argentinas son un símbolo en toda manifestación por la paz y la justicia en Roma

LCV conversó con los directores del documental “Resistenza, historia del exilio argentino en Roma”, Mónica Simoncini y Omar Neri. ¿Por qué Roma? ¿Qué dificultades encontraron? ¿Cómo es trabajar como documentalista hoy? La culpa como trasfondo de estar vivo, la política no cultural de Milei y más.

Exilio revisitado por Laura Giussani constenla. Un planeta de LCV. 11 de octubre de 2025

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Planeta Giussani/ Houston, tenemos un problema

El 13 de abril de 1970, una frase entró a la historia. Creíamos que la humanidad tenía el poder de conquistar el universo todo. Naves intergalágticas surcaban el espacio. Estados Unidos ya había plantado bandera en la luna. Una nueva misión tenía al mundo en ascuas: el Apolo 13. Todo iba bien hasta que una serie de luces desconocidas y una explosión de origen ignoto obligó a la tripulación del Apolo a llamar a la base en tierra. El mensaje fue claro y conciso: “Houston, tenemos un problema”.

Desde entonces, cada vez que ocurre un imprevisto de difícil solución e incierto origen, apelamos a aquellas palabras de desesperación controlada con las que el astronauta del Apolo 13 compartió su alarma. Y sí, hoy, apelamos una vez más a ella: Houston, tenemos un problema.

Este domingo, la política argentina vio los destellos de luces jamás imaginadas y alguna explosión agitó los ánimos. Qué había pasado?

De manera inusitada, los hermanos Milei, en el peor momento de su gobierno arrasaban en casi todas las provincias, incluída la provincia de Buenos Aires, donde había sufrido una derrota aplastante pocas semanas atrás.

El desconcierto invadió a propios y extraños. Quizás pueda decirse que, de una forma u otra, salvo los Milei, perdieron todos. Y cuando digo todos, digo también la derecha. Curioso ¿no?

Desde el mes de agosto, incluso los medios ‘amigos’ del gobierno se dieron vuelta. Por primera vez se los veía a Feinman, Viale, Laje y hasta Trebucq, entrevistando de manera incisiva al presidente de la Nación. El escándalo Sapagnuolo, el 3% de Karina, las relaciones narco de Espert, eran tapa, día tras día.

Las redes estallaban con incomprobables brotes psicóticos de Milei. Hablábamos de un Plan B en marcha, mientras otros directamente mencionaban un operativo destituyente. Las elecciones intermedias parlamentarias se habían convertido en un referendum: Milei sí o no. Todos tensaron la cuerda. Blanco o negro. Milei o Kirchnerismo, representado por Cristina y su hijo.

El desdoblamiento de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires le dieron aire a Kicillof, al no ser una consulta nacional, pudo mostrar el mapa político de el bastión peronista por excelencia. Seguía siendo peronista, es más, kicillofista.

Lejos de retroceder frente a una embestida política, mediática y hasta empresaria, el gobierno fue por más. Más represión, más ajuste, más agresión contra los ejes más sensibles para la población: salud, universidad, discapacitados, jubilados. ‘Ni un paso atrás’ decía Mussolini en pleno liderazco.

Los politólogos y periodistas, encargados de ‘leer’ el mensaje de la ciudadanía, se agarraban la cabeza. La derrota era el número ganador. Hagan sus apuestas señores, quien gana y quien pierde?

Perdimos todos.

Es que había ocurrido un imprevisto, un destello de luces violetas y una explosión: Donald Trump se metía en la campaña. Prometía una salvación económica sí y sólo sí Milei ganaba las elecciones.

Lejos de autoflagelarnos con las responsabilidades de cada uno de los protagonistas, y mucho menos de pensar que de la noche a la mañana el pueblo argentino decidió apoyar la represión a los jubilados, hacer aparte las exigencias del Garraham, reirse de los discapacitados, y escupir sobre la cabeza de centenares de miles de desocupados por un plan económico que detruye la industria junto con el Estado, esta vez, yo prefiero no creer. Prefiero no creer que se fascistizó el electorado de tal modo. Así que busco otras razones.

¿Y si el voto hubiera sido más sensato de lo que pensamos? Qué había enfrente a Milei. Si perdía, caía el gobierno, eso era lo que todos esperábamos con cierta euforia. Y si caía el gobierno ¿qué pasaba?

Posiblemente el electorado pensó: Houston, estamos en problemas.

Y aquí entra el factor Trump. Aceptar el manotazo de ahogado de Trump quizás era lo más pragmático porque si no era eso ¿qué? Sólo se veían dos opciones y ambas significaban ‘volver’. Al peronismo o al macrismo.  Por si no hubiera quedado claro con la victoria de un personaje indefinible, nadie quiere volver a sentir el hastío de los mismos discursos vacíos. Quizás la sociedad está pidiendo a gritos dar vuelta la historia, no volver sino ir.

Una vez más, invito a nuestros lectores y oyentes a pensar que no vivimos en un mundo aparte. Y el mundo, lamentablemente, hoy tiene como protagonista a otro esperpento al que todos hacen reverencia, cruza fronteras, se adjudica paces incomprobables, extorsiona con los impuestos a países de distinta índole. No queremos reyes, pero tenemos un emperador cuyo parecido con American Dad, es preocupante.

Por más que nos dediquemos a analizar de manera pormenorizada los errores de cada partido, partidazo o partiducho, lo que pasa en Argentina no es ajeno a lo que pasa en el mundo. Quizás Milei entendió eso y anda viajando de acá para allá, sembrando su demencial teoría anarcocapitalista en tiempos de tierra fértil.

Parace antiguo, pero la solución quizás no es sólo nacional. Que avance el internacionalismo, pues. Porque más allá de consignas perimidas como “Patria sí, Colonia no” o recordar “Braden o Perón”, el mundo entero está sufriendo un terremoto económico y moral. Las Colonias ahora son ‘países aliados’ y el entramado económico crea fronteras tan volátiles que resulta imposible analizar con la rigidez a la que estábamos acostumbrados.

No somos el peor país del mundo, son tiempos de una humanidad que ya no puede llamarse humana. Bombas, drones, hackers, ataques cibernéticos, enemigos más virtuales que reales.

Por eso, LCV también anda relojeando lo que pasa aquí y allá. Y, por ahora, parece que nadie se salva solo, tampoco a nivel internacional. Ningún país podrá enfrentar las fuerzas de este post capitalismo cínico y voraz.

Si volvemos al chiquitaje interno, y sí, el baile de Cristina en el balcón al conocerse que perdió el peronismo en la provincia de Buenos Aires fue lo más parecido a la quema del cajón de Herminio Iglesias. Pero no son Cristina ni Kiciloff el problema. Ni la izquierda ni los tibios ni los progres nisiquiera la derecha de buena o mala fé. Levantemos la mirada para ver lo que pasa a nuestro alrededor. Dejemos de acusarnos y empecemos a construir, y a coordinar con quienes están sufriendo tanto o más que nosotros.

Son tiemos difíciles, para todos, sobre todo para los que todavía tienen algo que perder. Esa clase media apedreada que se niega a bajar al séptimo círculo del infierno. Pero hay medio país que sabe que es difícil bajar otro peldaño. No son necesariamente gorilas, ni idiotas, ni todos los epítetos que se les ha endilgado en estos días. Muchos desposeídos  apostaron a los hermanitos medio locos. Quizás por empatía. Hartos de ver tantos políticos racionales y nobles que los han llevado a la ruina.

Sigamos pensando y construyendo una sociedad más justa, desde abajo, simplemente como personas, aprendamos a escucharnos, dejemos atrás ese fugaz poder que puede dar una diputación o una secretaría.

Entre tanto, la vieja política tiembla. Cuando pase el temblor ojalá que nos encuentre más fuertes, libres, sinceros. Quizás desorganizados, quizás no unidos, pero dispuestos a llevar adelante las luchas en las que muchos estamos desde hace tiempo y sentimos que son robadas por representantes que no nos representan. La unidad no es todo en la vida. Seamos miles de luces, miles. Miles de fogatas, miles. Ya nos encontraremos de manera natural en un momento histórico en el que valga la pena escucharnos sin insultarnos.

Columna de Laura Giussani Constenla, emitida en La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, el 27 de octubre de 2025.

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