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La hora de los millenials

Señoras y señores, damas y caballeros, oyentes y oyentas de cualquier grupo y factor: llegó la hora de los millenials en el poder. No canten las hurras, todavía.

Quienes son esos famosos Millenials, o generación Y? No hay conseso absoluto. Para unos son los nacidos entre 1982 y 1994, mientras otros consideran el comienzo de la generación de los millenials desde 1980 y termina en el el año 2000. Es decir, todos aquellos que Iniciaron su vida activa con el nuevo milenio, de ahí su nombre. Crecieron a la luz de la tecnología, una pantalla y un ordenador fueron sus mejores aliados. Juegos digitales en los que fueron maestros en derrotar a los superpoderosos pueden haberles dado una sensación de ser los dueños del mundo. Fue la primera promoción del planeta, digital.

Cualquiera que haya nacido 10 años antes que ellos ya se siente un hombre o una mujer de Cromagnon, una fuera de sistema, cuasi analfabeta: apenas sabe para qué sirven las aplicaciones. Deben apelar a hijos, compañeros de trabajo, vecinos o nietos para hacer cualquier trámite on line. De nada sirve saber física cuántica, no conseguir configurar una plataforma te pone a nivel ‘abuelo’. Los que se pasaron la vida estudiando historia o filosofía, parecen curiosidades sociales. Para qué? A quién se le ocurre vivir formulando preguntas si ya están dadas todas las respuestas? A la basura con viejos conceptos. Vamos a destruir las ideologías. Al menos, las conocidas hasta hoy, uno de aquellos viejos filósofos podría explicarles que esa cosmovisión tecnológica del mundo es tan ideológica como cualquier otra, pero seguramente su interlocutor se aburrirá en la tercera frase y ya estará repasando fotos de instagram.

Así pues, los analfabetos pre millenials nos vemos enfrascados en un mundo incomprensible. Los catalogadores generacionales de la historia (antes hablábamos de Eras, ahora de generaciones) explican que los millenials se encuentran entre la generación Z o centenials (los que nacieron después del 95), que todavía son jóvenes, y la que los precede, esos que nacieron antes de los 80, es decir los de los años 60/70 Pues bien, a esa, nuestra generación le pusieron de nombre la letra X y es también llamada la generación Peter Pan.

Me resulta simpático pertenecer a la cofradía de los Peter Pan, pero se me hace que es una tomada de pelo. Pasamos por todo tipo de revoluciones, políticas, sociales, sexuales, educativas, culturales, etc; sufrimos represiones de todo tipo, torturas, secuestros, cárcel, exilio, y una de las peores: el silencio y la complicidad del entorno. Pero nos identifican con un simpático duende inocente que no quiso crecer, con su campanita adosada, volando por una nube de fantasía.

Ayer fue elegido presidente de un país un millenials de pura cepa: Nayib Bukele. Nació en 1981. Poco tiene que ver con su padre, Armando Bukele, químico industrial y representante de la comunidad palestina en El Salvador, quien después trabajó en prensa del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Allí, el joven Nayib aprendió lo que luego sería su oficio: publicista y político

Inició su carrera política en 2012 y bajo la bandera del FMLN. Fue alcalde del poblado de Nuevo Cuscatlán y de la capital salvadoreña de 2015 a 2018. Tras un incidente con una concejal, fue expulsado del FMLN en 2017. “No me considero ni de derecha ni izquierda”, dice ahora Bukele. Escaló a la cumbre del poder en 2019 al conectar con los jóvenes y los decepcionados de los dos partidos que se alternaban en el gobierno tras la guerra civil (1980-1992).

El papá de Bukele murió en el 2015, cuando su hijo llegaba a la intendencia de la capital, por suerte o por desgracia no pudo verlo asumir la presidencia de su país cuatro años después, en junio de 2019 obtenía su primer mandato.

Su carrera fue meteórica, como corresponde a un líder millenial, desde antes de ser presidente catapultó su imagen a través de las redes sociales, en las que suele escribir en inglés. Ya en su cargo, hace importantes anuncios vía X, en la que se autodenomina “Philosopher king” (rey filósofo) y se burla de sus críticos. “Un fenómeno de culto que se instaló en el país”, gracias a su maquinaria mediática en redes sociales, resume el director de Investigaciones de la Universidad Francisco Gavidia, Óscar Picardo. El mismo Oscar Picardo que fue su profesor en la secundaria y la recuerda como un estudiante mediocre, aunque tan sarcástico como ahora. Jamás olvidó el profe Picardo aquel anuario escolar en el que un adolescente Bukele se describió como “Class terrorist” (terrorista de clase). Parece que para el presidente de El Salvador tener clase es lo que importa. Hoy Bukele se ríe de las críticas por su permanente violación de los derechos humanos y se autoproclama Dictador Cool así como antes quería ser un Terrorista con clase.

Hoy, Nayhib no puede con su alegría, casi tan megalómana como la de su colega argentino: ganó por el 85% de los votos, y dice que es la primera vez en la historia mundial de la democracia que un presidente llega al poder con el apoyo de todo el pueblo.

(Milei se había vanagloriado de ser el primer presidente anarco-libertario de la historia de la humanidad). No hay dudas en que ambos están en sintonía, se simpatizan. Los dos patearon el tablero y se apoyaron en el mundo virtual para conquistar el real.

La victoria la logró, según dicen, por haber terminado con la violencia callejera, 75.000 pandilleros, o pseudo pandilleros o familiares de pandilleros, terminaron en cárceles bajo extremas medidas que incluyen vejámenes de diverso tipo. La población notó la diferencia, ‘ahora se puede salir de noche’. Y es cierto. Pero tienen otros problemitas.

Como buen millenial, Bukele no sólo dolarizó la economía, también adoptó el bitcoin como moneda de curso legal. Muy bien no le fue. France Press consigna que la deuda pública durante su gobierno casi se triplicó. Pasó de 8.896.8 millones de dólares a 25.709 millones. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha advertido de la insostenibilidad de la misma.

Un informe de las Naciones Unidas dice que en El Salvador hay inseguridad alimentaria, ya que la mitad de la población no logra satisfacer sus necesidades básicas. Hay inseguridades de muchos tipos.

Y aquí estamos, preguntándonos cómo estos hombres criados en la virtualidad lograron desmoronar la realidad. Aunque, ya sé, no debe ser solo cuestión de generaciones. Muchos, demasiados viejos vinagres apoyan a estos pseudojóvenes porque son más obedientes que muchos Peter Panes.

(Laura Giussani Constenla, 5 de enero de 2024, para La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores)

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Los Dedos de Punta del Este ¿un monumento a la muerte?, por Laura Giussani Constenla

Créase o no, esta semana fue comentario en casi todos los medios uruguayos y tapa de los diarios, la pintada que una muchacha hizo en los famosos Dedos del Playa Grande. El intendente de Maldonado, Enrique Antía, declaró que la autora del ‘acto vandálico’ era “una naba” y que “no la va a pasar bien” porque tendría que pagar los costos de reparación de la escultura cotizada en 10 millones de dólares. “Le salió cara la macana”, advirtió y de inmediato se puso en marcha el mecanismo por el cual la joven que incurrió en semejante desatino -escribir la iniciales de Cristiano Ronaldo en cada uno de los dedos, para ‘llamar la atención’ del futbolista, tuvo que presentarse ante la Justicia local y fue intimada a pagar 170.000 pesos uruguayos, una suma difícil de abonar para una muchacha de Tacuarembó que fue a trabajar en temporada a Punta del Este.

Se abrió la brecha social. En Tambores, su pueblo de 1500 habitantes, entienden esta persecución como “una bofetada de los pitucos esteños”, los periodistas corrieron tras la historia de Milagros, nacida en un hogar de extrema pobreza que, como tantos jóvenes, aprovechan la temporada para ganar unos pesos. En su defensa, Milagros declaró: “No sabía que era una obra de arte”. Algo que suena bastante sensato con solo ver el ‘Monumento al ahogado”.

Historia de una escultura polémica

Durante el verano de 1981 se celebraba la Primera Reunión Internacional de Escultura Moderna al Aire Libre en Punta del Este, y a pesar de que se adjudicó una plaza para que nueve escultores colocaran sus obras, Mario Irarrázabal, con sus 41 años era el más joven de los artistas y escogió la playa grande al no ponerse de acuerdo los distintos artistas sobre dónde colocar sus obras.

En apenas seis días y apesar del fuerte viento del suroeste, logró colocar una mano de la que sobresalían sus dedos creando la estremecedora imagen de alguien que intenta sobrevivir al entierro. La escultura fue la única de las realizadas en aquel concurso que perduró en el tiempo a pesar de las inclemencias del viento y las olas. Los cinco dedos hechos en plástico fueron reforzados con barras de hierro, enrejado de metal, y un solvente resistente a la degradación.

La curiosa obra, conocida como Los Dedos o la Mano de Punta del Este, Hombre emergiendo a la vida o El Monumento al ahogado, fue inaugurada en febrero de 1982 y se convirtió en el emblema del balneario elegido por hombres de negocios, millonarios, políticos o faranduleros de todo tinte y color, que tuvo su apogeo en la Argentina de los años 90, durante el gobierno de Carlos Menem.

Cuenta la leyenda que su autor quiso hacer una advertencia para que bañistas y surfistas tuvieran cuidado frente a ese mar bravío que se había llevado más de una vida. Más allá de su grotesca estética, esa mano de plástico, se convirtió en la imagen del Balneario en la que miles de turistas se toman fotografías sonrientes.

El escultor chileno Mario Irrazabal, hoy es un artista multipremiado que ha sembrado el mundo con otras manos y otros dedos emergiendo de la tierra, una de ellas en el desierto de Atacama.

Como toda obra de arte, si de eso se trata, las interpretaciones de su buen gusto y mensaje quedan a criterio del observador quien bien puede acudir al contexto histórico, cultural y social de su origen.

¿Quién es el muerto?

La escultura fue montada por un artista chileno en el año 1981. En su país había una dictadura denunciada internacionalmente por su violación a los Derechos Humanos. Pinochet se había convertido a los ojos del mundo como el Gran Dictador de latinoamérica. Claro que no era el único. El lugar en donde se erigieron los Dedos del Hombre emergiendo a la vida, o del ahogado, según el nombre que se elija, también transitaba un momento de oscurantismo represivo comandado por otro militar no tan conocido pero igual de feroz: Aparicio Méndez. Como si esto fuera poco, del otro lado del río, Jorge Rafael Videla le cedía el poder a Roberto Eduardo Viola.

La represión del país vecino, Argentina, fue una de las más feroces del continente. La justicia ya ha comprobado no solo la matanza de miles de opositores, también el secuestro, la tortura, el robo de bebés y decenas de campos de concentración.

Argentina tuvo otra particularidad. Tantos eran los asesinados ilegales que optaron por deshacerse de muchos de ellos en los conocidos como “vuelos de la muerte”. Es decir, llevaban a los secuestrados en aviones, los drogaban y los tiraban al río. Muchos de esos cadáveres aparecían a lo largo de las costas del Uruguay.

Todo esto ocurría, mientras escultor chileno, hijo de un reconocido político del Partido Conservador de su país, montaba su obra en el grandioso balneario esteño. Posiblemente el artista desconocía la existencia de los vuelos de la muerte. Lo que seguro sabía es que esa región del continente estaba sembrada de cadáveres.

Por esta razón, la presencia de ese Monumento al Ahogado, o al Hombre Emergiendo a la Vida, resulta estremecedora. Acaso el escultor, como todo artista, absorvió el clima de una época en la que sin duda los ahogados de las dictaduras se contaban de a miles en comparación con las aisladas muertes por surfear.

Una lectura, claro, que hacemos desde acá pero que nadie parece haber advertido. Entre tanto, los turistas, esos ‘pitucos’ de los que hablan en Tacuarembó, siguen sonriendo para la foto frente a este monumento a la muerte. Aún si fuera por causa simplemente de las olas y el viento, esos dedos no son otra cosa que eso.

“No sabía que era una obra de arte”, dijo con sencillez Milagros. Como los insultos están de moda en boca de políticos, el Intendente la tildó de ‘naba’ ¿Qué se puede decir de él, entonces? Quien jamás se habrá preguntado sobre el valor artístico de esa mano de plástico. Seguramente si recibiera un insulto de esa calaña se consideraría desacato a la autoridad. Razón por la cual, nos reservamos calificarlo.

Igual, tranquilos, festejen, uruguayos festejen, la mano del ahogado ya ha sido ‘restaurada’ para beneplácito de los turistas que seguirán llegando al Este y pondrán cara de selfie frente al ahogado. Lástima que el ahogado sigue muerto.

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¿Quién es Juan Raimundo Streiff?, por Laura Giussani Constenla

Pocos conocen la historia de este francés petitero que marcó a fuego nuestra cultura popular. Bah, era hijo de franceses inmigrantes en Argentina huyendo de la guerra (en ese momento la Franco- Prusiana). Nació en Buenos Aires en 1896, en su casa se hablaba francés, pero pronto se convirtió en un porteño de ley. Su primer trabajo fue en la sede central de Correo Argentino, en donde se destacó por su eficiencia y también su rebeldía al cuestionar las órdenes que consideraba inútiles razón por la cuál no le sirvió de mucho haber aportado avances tecnológicos a la empresa, y quedó en sin empleo antes de los previsto.

Vivía en la calle Río Cuarto, el corazón de Barracas, en un departamentito ubicado en un conventillo que era propiedad de sus suegros. Mientras su mujer, María Luisa Antola, trabajaba como costurera especializada en hacer los vestidos de novia de las chicas del barrio, y cuidaba de los tres hijos frutos del matrimonio con el francés, Juan Raimundo Streiff se convertiría rápidamente en el alma del carnaval. Al dejar las oficinas del Correo descubrió su vocación artística.

Siempre vestido de blanco, impecable, como correspondía al marido de la modista, llevaba la risa siempre a flor de labios. Bromista, jodón, fue una compañía entrañable para sus vecinos, que en carnaval lo veían recorrer las calles del barrio sur, a orillas del riachuelo, tocando el bandoneón, y seguido por sus tres hijos disfrazados. Como el flautista de Hamelín, música y carisma provocaban un efecto hipnótico, al rato se armaba una comparsa espontánea con grandes y chicos que lo seguían haciendo sonar lo que tuvieran a mano, panderetas, cucharones o palitos, en un baile improvisado. Aprendió a tocar el bandoneón solo y fundó una orquesta típica que iluminó las fiestas del Club Barracas Juniors en aquellos años 30, la “Streiff-Garaventa” no podía faltar para que la alegría fuera completa. Era socio destacado del Club, cuya sede quedaba frente a su casa. El Barracas Juniors había sido fundado en una pieza de conventillo de la caller Patricios y Cerri, el 31 de Julio de 1912, fútbol todavía amateur y un club pequeño que fue creciendo con los años hasta llegar a la tapa del Gráfico.

Entre mates y bromas, una imprecisa tarde de la década del 30, nació el himno oficial del club. El Turco Mufarri, fanático del Barracas, tiró una letra a la que el francés Streiff le puso música. Y quedó algo así:

Vamos muchachos unidos / todos juntos cantaremos / y al mismo tiempo daremos / un hurra de corazón. / Por esos bravos muchachos / que lucharon con fervor / por defender los colores / de esta gran institución”.

Sí, la música era la que después se conocería como la marcha peronista.Su autor, un francés tan pobre como seductor, el hombre de blanco de Barracas al sur. El himno fue un éxito, su música pegadiza fue entonada con pasión en cada reunión del Club.

Juan Streiff, el francés de barracas

Los primeros hacerla propia fueron los muchachos del Sindicato Gráfico que en 1948 le cambiaron la letra pero mantuvieron sin modificaciones la música. Nacía, entonces, la marcha de los gráficos peronistas que decía:

Los gráficos peronistas / todos unidos triunfaremos / y al mismo tiempo daremos / un hurra de corazón / ¡Viva Perón! ¡Viva Perón! / Por ese gran argentino / que supo conquistar a la gran masa del pueblo / combatiendo el capital / ¡Perón, Perón, qué grande sos! ¡Mi general, cuánto valés! ¡Perón, Perón, gran conductor! / Sos el primer trabajador”.

El pianistaNorberto Ramos, integrante de la orquesta de Florindo Sassone y del Trío Yumba, contó haber participado de esa primera grabación de la canción de los obreros gráficos. “En 1948 mi padre trabajaba como gráfico en la editorial Atlántida. Yo tenía 15 años, y un día se apareció con unos compañeros suyos: Rafael Lauría, Enrique Odera y Guillermo de Prisco. Querían hacer una marcha para los obreros gráficos peronistas y necesitaban de mí para ponerle música. Me cantaron el “Perón, Perón, qué grande sos”, una melodía que, me dijeron, era usada por una comparsa”, recordó el músico en un reportaje para la desaparecida revista cultural “La Maga”.

Su testimonio coincide con la investigación llevada adelante por Néstor Pinsón y Ricardo García Blaya, historiadores de la música popular argentina, quienes explicaron en un artículo titulado “El origen deportivo y murguero de la marcha peronista”, que las las primera estrofas provenían del himno del Club de Barracas, que compuso Streiff, pero que su estribillo salió de otra formación barrial, una murga de otro barrio obrero, pegado a Barracas, bien del sur, bien portuario, bien conventillero. Una murga de La Boca hizo popular esta simpática canción:

¿Pa’ qué bebés si no sabés?/¿Pa’ qué tomás/ si te hace mal?/¡Tomá tomate/te hace bien!

En sus memorias, el entonces ministro de Educación Oscar Ivanissevich, cuenta que fue en 1949, en plena campaña electoral para la asamblea constituyente, tomó la marcha de los gráficos, modificó algunos detalles, y nació la Marcha Peronista tal como la conocemos ahora.

En la primera grabación participó el cuarteto folklórico de la Fábrica Argentina de Alpargatas. También en ese momento, la música de Streiff pegó de inmediato. El peronismo consiguió su reforma constitucional y el mismo General Perón, presidente de la Nación, pidió que la grabara Hugo del Carril, quien la cantó por primera vez, en vivo, en los balcones de la Casa Rosada, el 17 de octubre de 1949, con la orquesta de Domingo Marafiotti.

El francés de Barracas, el rubio Streiff, no cabía en sí de la emoción cuando escuchó su música tocada en la casa de gobierno. Todavía hoy, se considera La Marcha Peronista como de autor anónimo.

La música estaba ya en el corazón del barrio. Las letras fueron modificándose. Cuenta la leyenda que la referencia al “primer trabajador” tuvo su origen en un socialista, José Domenech,secretario general del sindicato de trabajadores ferroviarios, la Unión Ferroviaria,que en una asamblea sindical realizada en Rosario presentó al entonces coronel Juan D. Perón diciendo “Perón es el primer trabajador argentino”.

Así nacen los grandes himnos populares. Desde abajo, en las bases.

Basta recordar que La Internacional se tocó por primera vez el 23 de junio de 1888 en un acto del sindicato de vendedores de periódicos. Su autor, otro francés, Eugène Pottier, era obrero y escritor, fundador de la Asociación Sindical de Talleres de Dibujantes y murió un año antes de su estreno. Nunca supo que su obra se convertiría en el himno indiscutido de los trabajadores del mundo.

Me acordé de todo esto luego de ver a Cristina abrir su acto de asunción con una canción de Lali Espósito. Todos amamos a Lali, pero me dejó cierto gusto a fin de época, el mismo que sentí cuando el Partido Comunista Italiano, que todos los años hacía hermosas fiestas populares en donde sonaba la Internacional, Bella Ciao o Fischi il vento Infuria la Buffera, un día decidió que era algo perimido. Cambió el nombre y las canciones, y perdimos esa música que nos conmovía a todos.

Creo que se malinterpretaron las palabras de Axel cuando dijo que había que dejar de cantar “una que sepamos todos”, se me hace que hablaba más de contenidos políticos, dejar de repetir consignas, y no necesariamente perder esa identidad que te dan las grandes obras de la cultura popular. Lo entendieron de forma literal.

Luego, vi el Tik Tok de Cristina entrando a la sede del Partido Justicialista que hoy preside y a la que parece que no había ido nunca y sentí la misma desolación. No sé ustedes, a mí me provocó una nostalgia de la que no logro todavía recuperarme como si de un plumazo quisiéramos borrar aquellos carnavales populares, la creatividad y la alegría de los conventillos de barracas al sur, la murgas de la Boca o los obreros socialistas de Rosario.

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Editorial Nora

Los Nadies, por Nora Anchart

Esta semana el editorial de Nora Anchart se vio sacudido por una triste noticia: la muerte de Héctor Recalde. Abogado laboralista y militante a quien lloran todas las centrales obreras. Un homenaje a él, y a los Nadies. La voz de Eduardo Galeano alumbra a aquellos que nadie quiere ver y que ya son multitud. Para ellos, van estas palabras.

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