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Opinión

Crónicas de la pandemia: La crisis es clasista, por Alvaro Hilario

Alvaro Hilario (desde Portugalete, País Vasco)

Solo la primavera, llegando de a poco a nuestras calles, parece conservar el ritmo normal que todo acostumbraba a tener hace unos pocos días. Son ya 13 los días de aislamiento, dos menos en Estado de Alarma, y 15 más los que, como mínimo, se vienen por delante.

Los días pasan despacio, monótonos, pero envueltos en una vorágine de acontecimientos que, al ritmo del contagio, se suceden a nuestro alrededor (¿O debiéramos decir a nuestro margen?), haciendo que la situación sea aún más confusa y sorprendente.

El salto que el covid 19 ha dado hasta tierras americanas hace que el espectáculo cobre una nueva dimensión para todas aquellas personas que tenemos el castellano como principal lengua vehicular. Si antes intuíamos que los despropósitos de las clases políticas y las élites económicas se contagiaban al ritmo del virus, tenemos ahora la certeza de que el capital reacciona de una sola forma, rapaz y torticera, que hoy, viernes, 27 de marzo, en entrevista realizada en Hala Bedi, Raúl Zibechi definía como caracterizada por “lo peor de China y lo peor de Occidente”. Esto es, aislamiento y control social de la población, pero, a diferencia de China, “manteniendo la acumulación de capital”, manteniendo las fábricas abiertas.

Un lugar para los abrazos

Nunca antes en estos últimos 20 años había sentidos más cercanos mi País Vasco y mi Río de la plata, sometidos a la misma incertidumbre, devorados por las mismas preguntas que, en estos momentos, se abren paso en un mismo idioma que quizás nos ayude a construir saberes con los que afrontar colectivamente todo esto que se nos viene; idioma este que también nos permite transmitir una infinidad de deseos y mandar todos esos abrazos que hoy, por desgracia, no podemos darnos. Digo esto, antes de otras consideraciones, porque quiero que tengamos un momento para mandar ánimos a quienes sufren y, en concreto, a todas esas personas de nuestra comunidad, del mundo de la comunicación horizontal, que se han visto golpeados por el virus en estas semanas. Como el compañero Juan Ibarrondo (fundador de medios populares como la revista antiautoritaria “Resiste” o la radio libre Hala Bedi, de Vitoria; escritor, guionista, compañero y amigo), que ha sufrido pérdidas familiares. Y como el compañero Pablo Solanas, colaborador de La Columna Vertebral y partícipe de un buen número de experiencias comunicacionales en Colombia y Argentina. Un abrazo, hermanos.

Al capitalismo se le saltan las costuras

A medida que pasan los días, al sistema se le van saltando las costuras. No se paraliza, no colapsa, pero todos los días nos desayunamos con alguna nueva mala noticia que nos desnuda la amoral identidad del capitalismo, de la voracidad y la codicia que nos han conducido a la situación actual.

Caracterizaremos la situación a grandes rasgos: la población aislada físicamente, recluida en sus hogares, bajo la amenaza del virus y de los cuerpos policiales y militares dispuestos por las autoridades que han decretado el aislamiento. Aislamiento que no es total porque, en todo el Occidente libre, desde Turín hasta Santiago de Chile, pasando por Portugalete y La Plata, no se ha detenido la actividad económica, no se ha detenido la actividad industrial ya que las autoridades, esas que han decretado nuestro arresto, laten al compás de las élites económicas y no de la ciudadanía a quien dicen representar.

Sin embargo, los despidos no cesan. No estamos hablando de suspensiones temporales de la actividad laboral, de expedientes reguladores temporales de empleo, ERTE, sino de cese de la relación entre la persona contratada y la empresa. Despidos que, para el caso del Estado español, hay quien ya cifra en un millón. Además, están los ERTE.

“A medida que pasan los días, al sistema se le van saltando las costuras. No se paraliza, no colapsa, pero todos los días nos desayunamos con alguna nueva mala noticia que nos desnuda la amoral identidad del capitalismo, de la voracidad y la codicia que nos han conducido a la situación actual.”

Tan pesada viene la mano que el Gobierno español ha aprobado hoy mismo, en Consejo de Ministros extraordinario, una moratoria en los despidos que tiene como objetivo canalizar los ajustes de plantilla a través de los ERTE. Así, durante la crisis, el Gobierno prohíbe a las empresas realizar despidos. “No se puede utilizar el coronavirus para despedir”, ha manifestado la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.

La crisis, como todas, es clasista. Hay quien pasa la reclusión en un country y quien lo hace en un apartamento de dos ambientes en Capital; quien trabaja desde casa con su computadora y quien debe ir a la fábrica, el super o el hospital.

La ciudadanía que no debe ir a laburar permanece en sus casas amarrada por el miedo y el monopolio de la violencia, por las fuerzas armadas del estado. En este armado, es imprescindible el papel de los medios de formación de masas, máquinas de fabricar miedo y de alabar la inexistente tarea social de las fuerzas armadas, fuerzas armadas que, recordemos, se reservan unas multimillonarias cantidades de los presupuestos de todos los estados que bien podrían destinarse a gasto social y no a defender los intereses económicos del 1% de la población que controla la mayor parte de los recursos económicos mundiales.

“Siendo animales sociales, esta angustia habría de ser enfrentada de modo colectivo.”

Más madera, es el capital

He estado días sin encender la televisión. Lo monotemático de todas las programaciones y las reposiciones de las mismas películas me han ahuyentado del sofá. Como también lo hace esa maldita visión única de los acontecimientos que no se cansan de transmitir: balcones, unidad nacional; unidad nacional, ejército y policía.

No he dejado, sin embargo, de escuchar radio; aunque en esto, como con las redes sociales, hay que poner límites para que la cabeza pueda respirar. Quien más, quien menos sabe lo que es pasar un par de horas atendiendo a dos o tres conversaciones diferentes a la vez por whatsapp.

Ayer, prendí la caja tonta. Al igual que en la radio, la publicidad, esa chispa inherente al capital, no se detiene. Es cierto que ya no pasan propagandas de viajes en crucero ni las muy habituales de comparadores de seguros, autos y compañías que compran autos usados. En estos dichosos días, las propagandas corren de la mano de todas esas compañías que se benefician de mercados cautivos (nunca mejor dicho), como las compañías telefónicas y las eléctricas. A ellas se unen todas las que están haciendo caja con la crisis: todas las empresas de juego online (otra tradicional lacra capitalista aumentada al infinito gracias a las NTI) y de entretenimiento, las grandes cadenas de alimentación, los bancos… Todas incluyen algún mensaje de pretendido ánimo o utilidad social, burdo remedo de disculpa por el fangote de guita acumulado.

Esta misma semana, cambiando impresiones con un amigo y compañero sobre el colapso o no del sistema capitalista, decía yo que el sistema funciona; que unos sectores no producen, pero que lo hacen otros (como alcoholes, barbijos). También, señalaba, hace ya tiempo que la globalización ha convertido todo el sistema en un juguete en manos de los capitales especulativos, capitales que no están relacionados con la producción y que buscan beneficios en plazo inmediato, y que este era un momento muy bueno para estos especuladores –eso que llaman mercado- y para que el proceso de concentración de capital en pocas manos se acelerase; que estos capitales no tienen patria; que, en definitiva, el sistema funcionaba. Y los perjudicados, los de siempre.

 “Habrá que apuntar esta tarea de reconstrucción de identidades de clase, de recuperación de nuestras manos, nuestro trabajo y nuestra vida en la lista de la compra. Y mucho amor.”

El compañero no estaba de acuerdo: con gran parte de la población sin producir ni consumir, estamos fuera de toda lógica capitalista. Y las élites económicas locales y regionales aún tienen algo que decir: ni el mundo está tan globalizado ni se puede prescindir de la producción industrial tan alegremente, menos todavía cuando, como en el caso vasco, el centro de gravedad de la economía se ha ido trasladando, poco a poco, de la industria al sector terciario, al sector servicios, con especial importancia de turismo y hostelería, subsectores en plena debacle en estos tiempos de crisis.

Y sí, las élites económicas están nerviosas. En Gran Bretaña, en Estados Unidos (donde 3 millones de personas pidieron el subsidio de desempleo solo en esta semana), en España, en Italia y en el País Vasco, por ejemplo, las patronales piden que se siga produciendo para que el día después no sea peor. Les importan más los beneficios que la salud de la gente que labura.

Por otro lado, el celo con el que las diferentes policías se emplean para que se mantenga el confinamiento brilla por su ausencia si de comprobar las medidas de seguridad para evitar el contagio en los centros de trabajo se trata.

Los gobiernos respaldan estas directrices a la par que intentan buscar soluciones económicas para paliar el desastre que se viene sobre los hogares más humildes y las empresas familiares y/o más chicas, como pueden ser los quioscos y todos los emprendimientos personales, de autónomos. Esto parece tener difícil solución si la respuesta a la crisis recae sobre papá estado.

Sin consumo la inviabilidad de los diferentes capitalismos estatales está cantada y, por otro lado, unas capas populares ya despojadas y carenciadas podrían optar por el estallido social si las cosas, como parece, empeoran. De ahí propuestas como la realizada por Luis de Guindos, ex ministro de Economía español con Mariano Rajoy y actual vicepresidente del Banco Central Europeo, de crear una “renta mínima de emergencia”. “Tiene que actuar el Estado en este período transitorio para que después de la crisis sanitaria, con un impacto económico intenso y profundo, no se produzca una crisis social”.

Sí, el capital tiene miedo de la revuelta y es por ello que ha sacado los tanques a la calle. Puede que las medidas ante una emergencia médica nunca antes imaginada se tomen a las apuradas, sin previsión alguna, pero no sucede lo mismo si de controlar a la población se refiere.

Esto lo estamos viendo en Italia, en las calles del País Vasco (donde pareciera que el virus puede combatirse poniendo, una y otra vez, el himno español desde los vehículos blindados del Ejército) y. con especial virulencia, en las villas y barrios carenciados de Sudamérica. Mucho trabajo para la gendarmería argenta o para las fuerzas armadas uruguayas que lo suyo han aprendido de prácticas antimotines en el Congo y Haití.

El rostro de la crisis

No sabemos quién va a pagar la factura. Mientras el sector privado se borra de la escena, parece ser que va a ser el Estado quien pague los platos rotos, como en 2008. De ser así, llovería sobre mojado. Podemos imaginarnos una etapa de ajustes y recortes en el gasto social más severos que los sufridos durante la década anterior. En un lugar como el Reino de España, donde el estado del bienestar se desmanteló antes de estar construido, con una estructura económica endeble y un desempleo estructural grande, el futuro no es nada halagüeño.

Zibechi, en la radio, sugería que deben ser las empresas que tanto capital han acumulado en estos últimos 30 años, como la Banca, quienes se hagan cargo de pagar los platos rotos de esta situación a la que nos han conducido y que esta emergencia sanitaria no ha hecho más que resaltar, poner negro sobre blanco.

Hemos oído, en estos tiempos, en infinidad de veces, decir que la crisis tiene rostro de mujer y los tiempos del coronavirus no hacen más que subrayar tal afirmación. En nuestro pequeño país vasco, ese que nuestra derecha quiere vender como el “oasis vasco”, un país con mayoría de gente grande, de población envejecida y crecimiento natural inexistente, el mercado laboral reposa en gran parte en los servicios, sector precarizado hasta la saciedad. 

En este tenemos algunas actividades fundamentales en estos días y precarizadas hasta la saciedad: el negocio de la alimentación, la limpieza y los cuidados a mayores, a la gente grande. Empleos desempeñados mayoritariamente por mujeres. Lo mismo podríamos decir de hostelería y comercio, unidos al turismo, que se encuentran cerrados y cuentan con una mano de obra femenina en gran proporción.

“En ambas márgenes del Atlántico existe una angustia provocada por lo desconocido, por la virulencia del capital y por lo complicado del momento actual, de la coyuntura. Siendo animales sociales, esta angustia habría de ser enfrentada de modo colectivo.”

Si miramos hacia el cuidado a la gente grande nos encontraremos con que la gente empleada en ello suele ser mujer e inmigrante, que en rara ocasión (como las empleadas de limpieza doméstica) tienen contrato y que al ser los ancianos grupo de riesgo se han quedado sin laburo y sin sueldo.

Más allá de quién pague la factura, estas trabajadoras ya están sufriendo los efectos de la emergencia sanitaria y no tienen ninguna cobertura.

Si el estado y sus soluciones militares no funcionan para las clases populares, habrá que responder desde lo colectivo. Al capitalismo se le saltan las costuras.

En este mundo caracterizado por unas cada día más y mayores carencias en nuestras condiciones de vida y trabajo, agudizadas por este fenómeno del covid 19, la familia tradicional, fuente reproductora de mano de obra, está siendo golpeada. El cambio en las costumbres, en las mentalidades, en la cultura y la aparición de otras realidades, otro tipo de familia más allá de la clásica heteroparental, no ha hecho tanto daño a la familia clásica como el producido por su tutor, el capitalismo. La precarización de trabajo y sueldo, la desaparición del trabajo genuino, la desigualdad entre ingresos y gastos, el costo de la vivienda, la usura, han ido provocando que en las familias trabajen las dos personas que componen la pareja; han provocado que la natalidad disminuya y que se tenga descendencia a edad más avanzada. Esto ha ido dejando desamparada a nuestra gente grande, a nuestros mayores: de la tradicional atención familiar hemos pasado a que esta sea ejercida por el Estado.

En estos días, vemos la cruda realidad que encierra la atención a la tercera edad. El coronavirus está desnudando lo inhumano de esta atención, de este trato que si ya era malo, ha llegado a ser lo peor después de los recortes de los últimos años.

A fecha de hoy, en el Estado español, se registran 64.095 casos confirmados de contagio por coronavirus y 4.934 muertes. En las últimas 24 horas, han fallecido 769 personas. 9.500 profesionales de la Sanidad, contagiados. Dos de cada tres muertos son mayores de 80 años; un tercio del total de decesos corresponde a ancianos ingresados en residencias.

Nuestros mayores, muchos de los cuales padecieron la guerra de 1936-1939, desatada por el golpe de estado fascista, y la posguerra; nuestros mayores, que con sus pequeñas pensiones de jubilación mantuvieron a flote a no pocas familias durante la última crisis, esos que llevan más de un año de lucha por un sistema de pensiones digno, mueren a cientos en morideros de viejos. Al capitalismo se le saltan las costuras.

Responder desde lo colectivo

El democratacristiano Partido Nacionalista Vasco (PNV), creador de la institucionalidad vasca que lleva dirigiendo desde hace tres décadas, acostumbra a referirse a la comunidad autónoma que gobierna como el “oasis vasco”. Los males que aquejan a España no se dan acá.

Sí es cierto que una buena parte de la población –toda la que vota al PNV y al socialismo, al menos- vive satisfecha con el estado de las cosas y confía en sus autoridades. No se puede generalizar ni estigmatizar a grupos de población, pero me atrevería a decir que la aceptación del actual autoritarismo y de los eslóganes que el poder lanza es mayor en los barrios de clases burguesas -baja, media y alta- que en los barrios menesterosos. Cuando se es el último en el reparto, suele pasar.

Teniendo como referente lo que compañeras, amigos y familiares me cuentan respecto al tema de aplausos y otros espectáculos de balcón, estos son más fervorosos en el centro burgués de las ciudades, incluyendo en sus aplausos a las fuerzas policiales, algo que en los barrios populares yo, al menos, no vi aún.

Como en otras ocasiones, tenemos una parte de la población satisfecha y que espera que el sistema representativo de solución a sus necesidades y demandas.

Tenemos otro grupo poblacional, más disperso, menos homogéneo, que desconfía y pone en marcha su capacidad de crítica, de análisis, de trabajo y colaboración para, siquiera, entender qué está sucediendo. En ambas márgenes del Atlántico existe una angustia provocada por lo desconocido, por la virulencia del capital y por lo complicado del momento actual, de la coyuntura. Siendo animales sociales, esta angustia habría de ser enfrentada de modo colectivo.

Así se está haciendo en relación a otro tipo de necesidades y carencias (que varían dependiendo de las regiones y su situación económica), como las redes solidarias para atender a gente grande y demás; como todas las redes de afecto, amor y política que tanto bien nos hacen a la hora de contenernos.

Hemos de decir, en este sentido, que en plena acrítica aceptación de lo que sucede y de las medidas que nuestras autoridades toman, nos encontramos con el hecho de que tanto como individualidades como colectivo no tenemos herramientas, no tenemos saberes, para poder comprobar si es cierto lo que nos dicen, si las medidas que se toman son las acertadas. No tenemos información y sin información, no hay poder.

Hasta tal punto estamos alienados que hemos perdido los saberes colectivos, los tejidos sociales que nos han hecho sobrevivir como raza y como clase. 

Habrá que apuntar esta tarea de reconstrucción de identidades de clase, de recuperación de nuestras manos, nuestro trabajo y nuestra vida en la lista de la compra. Y mucho amor.

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¿Quiénes le alfombraron el camino?, por Marcelo Daniel Cosín

“Hacelos Concha, Donald Trump” grita en las redes el nuevo líder del neonazismo, el Gordo Dan ¿Cómo llegamos a esta imagen? No fue por culpa de una historia de errores o equivocaciones, sino por debilidad política. Este es el resultado de 80 años de una mezcla de militarismo, reformismo, corrupción y contramarchas. Llegamos al Mileísmo porque nos embarraron con una cultura consumista de falso crecimiento. No pudieron ni el peronismo ni los militares ni los radicales ni los progresistas.

Nos hicieron creer que éramos otra cosa. No somos otra cosa. Somos pequeños. No supimos. No sabemos.

El peronismo fue la reivindicación. Desde el Estatuto del peón rural hasta la conquista de los derechos sociales y la Constitución del 49. La tercera posición fue innovadora. Pero fue reformismo. La revolución quedó en el pasado.

El militarismo -desde 1930, siguiendo en 1955, y sucediéndose alternativamente con breves períodos democráticos hasta el feroz golpe del 76- aportó espanto, persecución y muerte. Pero no sólo eso. Dio el paso inicial a la entrega del patrimonio, de los recursos, de eso que se llama soberanía.

Las dictaduras siempre fueron civiles y clericales y especialmente conservadoras. Inspiradas en el neoliberalismo de Reagan y Tatcher, lanzaron el consumismo disfrazado de felicidad.

El radicalismo, el de Illia, el de Alfonsín, el de De la Rúa, no fueron iguales. Pero siempre acomodando los tantos. Bajando la cabeza. Y en el caso de De la Rúa dejando muertos sembrando las ciudades.

Nos confundieron las luchas armadas. Nos engañaron los montoneros. Nos embaucaron. No es casualidad que gran parte de ellos, como los líderes del mayo francés, hayan terminado en la derecha, en la democracia débil y dirigida por el marketing político.

El reformismo del peronismo kirchnerista con Néstor prendiendo una luz de esperanza. Un líder que crecía desde abajo. Un estratega que suponía 4+4+4+4 con Cristina como continuadora. Reformismo. Ascenso social. Consumo. Capitalismo social. Tener auto.

El capitalismo como el mejor modelo siempre y cuando se lo limite. Estado, pero con mercado. Siempre medias tintas. Preparando el camino, despejando el camino, del neoliberalismo. Primero Scioli, después Alberto Fernández, Massa.

No son equivocaciones. Esos errores conceptuales nos llevaron a Milei.

Milei no vino por casualidad. Le alfombraron el camino.

Hoy, lo peor de lo peor está acá, entre nosotros. La Ultra derecha es poco.

Cuando cayó el muro de Berlín dijimos “algo estaba mal hecho”. Hoy, Trump expresó brevemente la realidad de estos tiempos: “Solo hay dos géneros: masculino y femenino”

Involución.

¿Qué nos espera?

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Lo personal es político. Anticipo de Causa Parcial/10

Anticipo de Causa Parcial 10

A Florencia Lance el comentario de un compañero de la primaria le cambió la vida: “no puedo ir a tu cumpleaños porque donde vos festejás matan gente”. Se trataba de Campo de Mayo donde su ex-padre oficiaba de aviador de vuelos de la muerte. De ahí en adelante tuvo que construir una vida lo más lejos y enfrentada de aquel lugar terrorífico que paradójicamente representaba también las alegrías de la infancia. Le tocó formar parte de la edición del diario de las Madres de Plaza de Mayo y de militar codo a codo junto a Hebe de Bonafini durante toda la década del noventa. Integró desde sus inicios el colectivo de Ex-Hijas que renunciaron a avalar a los padres participes del terrorismo de estado.
Si nos interesa conversar con ella públicamente es porque la desobediencia real puede partir de lo más imprevisto -el comentario de un niño a una niña-; porque la ruptura de un orden no puede hacerse sin quebrar sujeciones profundas; pero tampoco puede hacerse sin tramas paralelas que permitan sostener los enfrentamientos -las amistades, las familias paralelas, las organizaciones políticas, aquellxs que nos cobijan-; porque en la riqueza de esta(s) historias no están delimitadas por modelos de éxito que sobreabunda en la política y en las redes; porque a veces esas anécdotas las escuchamos en la sobremesa y quedan adheridas a la memoria personal, porque se escuchan como se escuchan secretos que nos pertenecen y debemos cuidar; pero también porque mientras no sabemos bien qué hacer vale la pena contar y escuchar hasta cansarse, hasta que aparezcan las nuevas cosas sobre la marcha de una conversación atropellada; para que algunos nombres e historias nos queden titilando -por ejemplo, la de Manuel Molina, sindicalista y militante peronista, cuya historia también se cuenta aquí; porque sentimos ineficaz el discurso de los derechos humanos y para reconstruirlo hay que volver a contar, pieza por pieza, las capas que lo constituyen; porque Hebe de Bonafini hizo de la rebeldía un programa vital; porque nos gusta conversar para saber que es posible actuar de otro modo. Y también porque sí.
La escucha, el relato, la anécdota son aquellos que implican complicidad y la máxima confianza. Una confianza política en su total dimensión. Creer en lo que uno oye sin importar el conocimiento sobre el sujeto, sino la potencia del relato y la confianza del secreto que implica hacerte parte de la divulgación de esas anécdotas.
Lo personal e íntimo como política primigenia. A partir de aquí, construimos o destruimos. A partir de aquello que fue constitutivo en la historia íntima de la persona que decidimos escuchar y prestar atención. Nos da, sobre todo, una gran posibilidad: escapar de la trampa constante que estamos atravesando. La trampa de la coyuntura. Tener que estar todo el tiempo explicando hacia otros y nunca decir nada. El relato como única posibilidad de expresión de la época. Sobre todo, porque nos obliga a escapar de esta.
Cuando Hebe dice: “Agarren sus baldes y usen los confesionarios de la Catedral como baños”, nos sumerge en la música de una declaración de guerra, en una postura política que no supimos vivir, pero que nos fuerza a desdibujar una figura política que intentaron caricaturizar. El esfuerzo, placentero, está en sentir en nuestro cuerpo y con toda tensión esa frase, y decidir qué historia queremos adoptar.

Foto de portada: Florencia Lance de niña. Publicada por el Lobo Suelto

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Diego Sztulwark: “La subestimación a Milei es su propio combustible”

Junto a Diego Sztulwark recorremos las preguntas que nos agobian a un año de gobierno de Milei: ¿Cómo fué posible? ¿Por qué dura? ¿Qué hacer para enfrentarlo? Reflexiones sobre el nuevo capitalismo mundial, la aceleración como estrategia para la parálisis social. El grotesco reinado de la improvisación política y el desencanto sin fin. La claudicación de la necesidad de un pacto social. “Una sociedad desarmada desde arriba, puesta a pedalear a toda velocidad, con un escepticismo brutal en la política y con un señor que representa, a lo monigote pero con eficacia, estas ansias de que el mundo de las finanzas permita, por lo menos, un mínimo de estabilidad, me parece que componen un cuadro que es irrespirable pero efectivo. Estamos todos tan apurados, corriendo, corriendo, que no nos da tiempo para estallar“.

Diego Stulwartz 9/12/24

Politólogo de la UBA, docente y coordinador de grupos de estudio sobre filosofía y política. Integrante de FLACSO.


LCV: Me gustaría, primero, que analices este año en su conjunto. ¿Qué le pasó a la sociedad argentina?

—Buena pregunta, difícil, los argentinos interesados por estos temas estamos obsesionados preguntándonos lo mismo hace por lo menos un año. La pregunta “¿cómo pudo ser?” que es una pregunta que ya nos habíamos formulado en 2015, ¿no? “¿Cómo pudo suceder esto?”. Es una especie de estado de asombro, perplejidad, sorpresa. Esta vez, aumentado. Esa sorpresa se fue convirtiendo en otra durante el año, que es: “¿Hasta dónde van a llegar? ¿Cómo puede ser que esto dure tanto? ¿Cómo es que no hay límites?”. Entonces, entre todas las hipótesis que se fueron construyendo sobre cómo esto fue posible, o cómo Milei llegó al gobierno, yo creo que hay hipótesis ya muy discutidas que las podemos repasar, aunque sea como títulos.

Una es, efectos subjetivos de la pandemia. Otra, aceleración de una tecnología de la comunicación a distancia, que nos impacta muchísimo, aleja mucho el vínculo corporal entre nosotros y provoca situaciones muy mediadas por la dimensión virtual. Tercer hipótesis: transformación muy grande, muy acelerada e irreversible del mercado de trabajo. Esto hace que las personas hoy tengan una relación con lo colectivo, con lo laboral, con los derechos y con el consumo que, para las generaciones nuevas, ya supone una ruptura y un corte muy grande con memorias políticas y formas de organización tradicionales. Después, hay una cuarta hipótesis, que es política, digamos, que yo creo que habría que atenderla mucho. Es que la derecha falló en su apuesta política fundamental al gobierno de Macri, que no solo fue un fracaso para esa misma derecha, que empezó a buscar alternativas, sino que además dejó al país en una condición de endeudamiento tan brutal que condicionó un segundo y más grave fracaso político, que es el fracaso político del peronismo, la izquierda y el progresismo, para decirlo así, que fue el gobierno de la fórmula Fernández-Fernández. Entonces, esas crisis políticas también auspiciaron que muchísimas personas estuvieran dispuestas a votar cualquier cosa con tal de sacarse a los dos gobiernos anteriores. Entre las transformaciones subjetivas, económicas, laborales y políticas, hay una serie de cosas que ya hemos aprendido que tienen alguna importancia para entender cómo llegó Milei.

La segunda pregunta que aparece es: ¿Cómo fue posible que dure? Todos recordamos “no va a durar un mes, no va a durar tres meses, no va a durar seis meses”. ¿Por qué? Porque la gente va a reaccionar ante el ajuste, o porque se van a quedar sin dólares, o porque el equipo de gobierno es un equipo impresentable. En fin, tuvimos todo tipo de expectativas en que iban a aparecer una clase de límites al gobierno de Milei, que no aparecieron, y que ellos mismos iban a tener inconsistencias propias que no les iban a permitir sortear una situación de debilidad institucional, de inestabilidad monetaria, etcétera. Sin embargo, aquí están, han cumplido un año. Con lo cual, me parece que entre las cosas que podemos hacer ahora es pensar un poco todo esto. Pero también creo que podemos un tercer tipo de preguntas, que son preguntas que yo creo que son muy necesarias y que quedaron muy invalidadas en todo este último año: ¿Cómo lo enfrentamos?

LCV: ¿Enfrentarnos con la realidad de que Milei gobierna? ¿O cómo ser oposición?

—Hay una serie de preguntas que sirven para responder cómo llegó. Hay toda una serie de preguntas que sirven para entender cómo duró. Y hay toda una serie de preguntas que tienen que ver con cómo nosotros limitamos, frenamos, respondemos, enfrentamos a este gobierno de acá en más. Son tres tipos de conversaciones que yo creo que tenemos que tener.

Entonces, la cuestión de la duración de Milei creo que tiene algunas cosas que podemos pensar, que surgen de las consideraciones previas. Una es el desprestigio absoluto de lo que llamaríamos la casta, los políticos, los partidos políticos, el parlamento, buena parte de las instituciones que suponíamos que todavía operaban como autoridad en la sociedad argentina, y que el gobierno de Milei las ha avasallado, las ha maltratado, las ha comprado. Ha hecho todo lo posible para que, con una treintena de diputados, pueda sacar leyes extraordinariamente complejas, extraordinariamente reaccionarias: comprando senadores, comprando diputados, amenazando, devaluando, maltratando, despreciando. Ahí hay una forma de gobierno.

Hay una forma de gobierno de alguien que es débil institucionalmente, pero que acude a un tipo de fuerza que surge del momento político, que surge de la gente que lo votó, que surge del impacto político que supuso que una persona sin partido político le gane a las dos coaliciones políticas de una manera tan abrupta, pero también de una decisión de las élites económicas y financieras de la Argentina, que han tomado nota de que se puede avanzar políticamente sin construir la legitimidad que nosotros habituamos a demandar, que es la legitimidad fundada en la idea del pacto social, de un pacto político, de un pacto democrático que ya no rige mas. No rige, no por Milei, sino porque el capitalismo apuesta a la velocidad. La cuestión de estar todo el tiempo preocupados por pedalear la bicicleta, por ver las finanzas, por actualizarnos en el teléfono, actualizarnos con lo que fuera, esa cuestión de estar todo el tiempo resolviendo problemas en velocidad complementa y desplaza las viejas formas del pacto político, que suponían argumentos y algún mínimo de bienestar material.

LCV: Hay algún concepto por ahí que anda dando vueltas, que a mí me parece interesante, que dicen que Milei representa el aceleracionismo.

—Exactamente. Representa un aceleracionismo de un lado; del otro lado, representa una crisis del sistema político argentino muy notoria.

LCV: Es como el dibujito animado, que hay una parte que va rápido y de tan rápido tiene el movimiento inverso y queda frizado. Y creo que hay una situación en la oposición de gente que no sabe para dónde disparar, que reacciona tarde y mal.

—¿Sabés qué pasa? Si te ponés a pensar en los políticos, tenés razón. Y si te ponés a pensar en la gente que los escucha, da igual. Porque como no les creen nada, que corran o no corran, da igual. Y que digan una cosa u otra, también da igual. Previo a eso tenemos un asunto también muy difícil de pensar, que es el hecho de que una serie de organizaciones sociales, que en el periodo 2001 se constituyeron para intentar forzar una distribución del poder social, quedaron a la espera eterna de algo que no ocurrió y hoy por hoy no son vistas por la población como instrumentos políticos para transformar la realidad. Con lo cual, una sociedad desarmada desde arriba, puesta a pedalear a toda velocidad, con un escepticismo brutal en la política y con un señor que representa, a lo monigote pero efectivamente, estas ansias de que el mundo de las finanzas permita, por lo menos, un mínimo de estabilidad, me parece que componen un cuadro que es irrespirable pero efectivo.

LCV: En una parte de una nota tuya, una nota de opinión muy interesante al año de Milei, decís: “El antifeminismo del mileísmo es orgánicamente constitutivo de la economía neoextractiva”. ¿Qué quiere decir esto?

—Primero, sí. Creo que la subestimación de Milei, como dice un amigo mío, es su combustible. Eso hay que tenerlo muy en cuenta.

LCV: Totalmente. Haciendo un mínimo paréntesis antes de responder la segunda parte, tanto fue subestimado que se alimentó su ascenso, en una inconsciencia absoluta y en una ignorancia absoluta de los partidos políticos tradicionales.

—Te puedo reproponer algo. Mirá, las personas que calcularon que Milei no duraba tenían una razón errada. La razón era, efectivamente, el grupo de Milei es un grupo de inconsistentes, y, por otro lado, la inestabilidad económica y la inconsistencia general del programa económico permiten decir que esto no va a durar. Permiten, una y otra vez, decir esto no es consistente. Sin embargo, esa razón verdadera que todos hemos tenido para decir que esto no va a durar, que no puede durar, que es un veranito, que es especulación, que es una burbuja, que la gente no va a saber tramitar cuando empiece a haber un conflicto social en serio, todas esas cosas que yo creo que son verdaderas tienen que ser matizadas. Y acá está el problema de subestimación, con el hecho de que la gubernamentalidad capitalista actual es una forma de improvisación brutal. Y se combina con una forma de desencanto social continua. Entonces, hay que aprender a pensar que la inconsistencia no es de por sí una condena al colapso. Por ejemplo, no hubo estallido social. Ni durante los K, ni durante Macri, ni durante Alberto Fernández, ni durante el gobierno de Milei. Hay una sociedad implotada. Las personas no tienen tiempo para estallar.

LCV: Cuando vos decís que la explosión es hacia afuera, la implosión es que el edificio colapsa hacia adentro. Eso es lo que me parece que le está pasando a las personas. ¿Cómo salimos de ahí?

—Por empezar, quería marcar que, a pesar de que tenemos argumentos para suponer que todo esto es muy frágil y muy débil, no podemos subestimar la situación. Porque la situación está agarrada de nuestra propia implosión, y ni hablar de las personas que están sumergidas en trabajos ultra precarizados, en barrios ultra precarizados, sometidos a un ajuste social continuo, incluso durante los gobiernos progresistas. Entonces, si somos capaces de recobrar la conciencia real y efectiva de nuestra sociedad actual, vamos a tener menos derecho al exitismo y a la subestimación de los otros.


LCV: Además, es una implosión que no fue de este último año.

—Exacto. ¿Cómo salimos? Mirá, hay cosas que son para pensar. Por ejemplo, hace unos días, no sé si te enteraste, pero en Quilmes Oeste hay un viejo frigorífico, se llama Finscor, ahora creo que tiene otro nombre, que exporta carne de primera a Europa. Pero está al lado de una serie de barrios muy castigados, con casas de chapa, tierras tomadas de la época de los movimientos piqueteros, muy cerquita de Solano. Trescientas familias fueron una vez, fueron dos veces, fueron tres veces y lograron que les den 300 kilos de carne. “El hambre no esperaba” era la consigna. En La Matanza, la semana pasada, también hubo un intento de movilización bastante fuerte, que fue frenado por la policía. Hay comisiones internas que de a poco empiezan a organizarse por el hecho de despidos. Lo que quiero decir con esto es que, así como en los años 90, donde parecía que no pasaba nada, empezó a haber una lenta recomposición desde abajo, de personas que no eran conocidas, que no tenían apellido conocido, que no eran dirigentes políticos, que no eran famosos ni nada, y empezaron a reconstruir desde los desocupados, desde los hijos de desaparecidos, desde los cartoneros, empezaron a construir una contralógica. Pero esas contralógicas generan tiempo, generan un tiempo. Es un tiempo social de aprendizaje, de reconocimiento, de construcción de formas de lucha. Mi impresión es que, de manera lenta, gradual y demasiado dolorosamente, esa es una de las cosas que hay que mirar. Yo no creo que podamos imaginar que vamos a salir de esta situación proyectando la macropolítica actual. Ganando las elecciones en el 2025, no. Así no.

LCV: ¿Por qué vas a hacer algo distinto de lo que hiciste, si lo que hiciste me llevó a mí a querer votar a Milei? Esa es la pregunta que yo me hago actualmente.

—Por supuesto que, por ejemplo, cuando sale en los diarios de hoy que Axel dice “No vamos a dejar que vendan Aerolíneas”, uno se pone contento. Por supuesto que uno querría que todo eso se renueve de la mejor manera posible. Pero si me preguntás a mí si yo creo que con eso solo alcanza para salir de Milei, yo no lo creo.

LCV: A mi me parece que hay que volver a pensar, salir de los eslóganes, romper los esquemas.

—Esto que estás diciendo me parece que conecta con lo que vos decías del feminismo. Porque el feminismo fue descartado como si fuera una especie de máxima estúpida progresista.

LCV: Pero porque también lo metimos en una cajita. Lo metimos en una cajita donde parecía que solo leías desde un determinado prisma.

A eso voy. Por eso lo quiero recobrar. Porque el feminismo en toda América Latina y en la Argentina fue, es, y será mucho más que eso. Porque si uno se pone a pensar, y estoy pensando mientras hablo, en un referente que para mí es intelectualmente muy importante, que es Rita Segato. Si uno se pone a pensar en la correlación estructural entre una economía neoextractiva y la lógica patriarcal que divide las jerarquías políticas en los géneros, uno se va a encontrar con que es absolutamente el mismo mecanismo de agresión que frente a la renta de la tierra o de los bienes comunes o incluso de la renta que produce la cooperación social, que digámoslo así, es una renta que viene de afuera, extrae y saca. Esa lógica de viene de afuera, percibe dónde está la riqueza, mete la mano, agarra lo que necesita, no importa nada la crueldad que pone en juego y lo retira. Eso no es el hombre, es el patriarcado. O sea, es una lógica que divide a la sociedad en jerarquías para poder desarrollar, a partir de esa jerarquía, formas de explotación.

LCV: Un patriarcado que tiene la “p” adelante de “patriarcado”, pero que en realidad es una conducta que llevan adelante hoy por hoy algunas dirigentes importantes, como Ayuso, como Meloni, y demás. O sea, no es un problema solamente del sexo.

—Ojalá fuera sencillo. La lógica patriarcal está por detrás de lo que se define como hombre y mujer.

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