Destacada
Del fascismo futurista al geronto-fascismo, por el filósofo Franco Bifo Berardi
UNO: cien años después
Como en un encantamiento, pronto a cumplirse el centenario de la Marcha sobre Roma, la descendencia directa de Benito Mussolini se prepara para tomar el poder en Italia.
Se da por segura una victoria de la coalición de derecha en las elecciones previstas para el 25 de septiembre, y Fratelli d’Italia podría resultar el partido más votado entre los tres que componen la coalición. Giorgia Meloni, secretaria de Fratelli d’Italia, tiene grandes posibilidades de ser el primer Presidente del Consiglio de género femenino en la historia italiana.
El fascismo está en cada rincón de la escena italiana y europea: está en el retorno de la furia nacionalista, en la exaltación de la guerra como la única higiene del mundo, en la violencia anti-obrera y anti-sindical, en el desprecio por la cultura y la ciencia, en la obsesión demográfico-racista que quiere convencer a las mujeres de tener hijos de piel blanca para evitar la gran sustitución étnica, y porque si las cunas están vacías la nación envejece y decae, como decía El.
Toda esa basura volvió.
Por lo tanto ¿vuelve el fascismo? No exactamente. Aquél, el de Mussolini, era un fascismo futurista, exaltación de la juventud, de la conquista, de la expansión.
Pero cien años después la expansión acabó, el ímpetu conquistador fue sustituido por el miedo a a ser invadidos por migrantes extranjeros. Y en lugar del futuro glorioso ahora tenemos en el horizonte la extinción inminente de la civilización humana.
“Sol que surges libre y fecundo
no verás otra gloria en el mundo
mayor que Roma”[1]
Eso decía la retórica nacionalista del siglo pasado.
Ahora el sol provoca miedo porque los ríos están secos y arden los bosques.
Lo que avanza es el Geronto-Fascismo: un fascismo de la época senil, el fascismo como reacción rabiosa al envejecimiento de la raza blanca.
También sé que muchos jóvenes votarán por la Meloni, pero el espíritu de esta derecha está entrampado en una especie de demencia senil, un olvido de las catástrofes pasadas, como si los hubiera provocado un Alzheimer.
El geronto-fascismo, agonía de la civilización occidental, no durará mucho. Pero en el breve período que esté en el poder podría producir efectos notablemente destructivos. Más de los que podamos imaginar.
¿Qué fue el fascismo histórico?
Se necesita una breve lección de historia italiana.
Italia es un nombre femenino. En el Renacimiento, las cien ciudades de la península vivían su historia sin pensarse como nación, sino, sobre todo, como lugares de paso, de residencia, de intercambio.
La belleza de los lugares, la sensualidad de los cuerpos: la autopercepción de los habitantes de la península de cien comunas era femenina hasta que llegó la austera fanfarria de la nación. En los siglos posteriores al Renacimiento, la península fue tierra de conquista de ejércitos extranjeros, pero el pueblo se las arregla.
“Que sea Francia o España, con tal que se coma”, decía el refrán que en la lengua de la época rimaba con la frase “Francia o Spagna, basta che si magna.”
El país decae, pero algunas ciudades prosperan, y otras hacen lo que pueden.
Luego viene el Ottocento, un siglo retórico que cree en la nación, una palabra misteriosa que no quiere decir nada. ¿Es el lugar de nacimiento, o acaso la identidad fundada sobre el territorio que tenemos en común?
La identidad nacional es una superstición en la cual nunca creyeron los habitantes de la ciudad, pero que les fue impuesta por una minoría influenciada por el Romanticismo más reaccionario.
Los piamonteses, montañeses presuntuosos rehenes de Francia, pretenden que los napolitanos y los venecianos acepten someterse a su comando. Así, el Sur fue conquistado y colonizado por la burguesía del Norte, y comienza su decadencia: entre 1870 y 1915 emigran veinte millones de italianos del sur y del Véneto. En Sicilia se forma la mafia, que al principio era una expresión de las comunidades locales para defenderse de los conquistadores, y luego devino una estructura criminal de control del territorio.
La cuestión del Sur como colonia no terminó nunca, y aún hoy sigue profundizándose, aunque las ciudades como Palermo o Nápoles, viven una vida extra-italiana, cosmopolita.
Durante la guerra por la independencia, un joven de nombre Goffredo Mameli escribió las palabras de Fratelli d’Italia, que terminó siendo el himno nacional[2]. No es un himno bellísimo, no. Es un amontonamiento de frases retóricas, belicistas y esclavistas. Mameli murió muy joven, y no merecía continuar siendo expuesto al ludibrio de quienes escuchan esta musiquita que intenta ser viril, y en cambio provoca risa.
Las posturas guerreristas terminan en un fracaso estrepitoso porque los habitantes de las ciudades italianas fueron siempre demasiado inteligentes como para dejarse tratar como italianos. Son venecianos, napolitanos, sicilianos, romanos, genoveses, boloñeses. ¿Qué más? Solo la burguesía piamontesa, que si se me permite decirlo, nunca fue demasiado brillante, pudo creer en esta ficción blanca, roja y verde.
Y luego llegaron los grandes desafíos del nuevo siglo, el siglo de la industria y de la guerra. Había que ser competitivos, agresivos, no más maricas.
En 1914, mientras Serbia y Austria entran en guerra, arrecia la polémica entre intervencionistas y no intervencionistas. Los Futuristas, intelectuales de poca monta, se agitan: desprecio por la mujer, la guerra es la única higiene del mundo vocifera el pésimo poeta Marinetti en su Manifiesto de 1909. ¡Abajo la Italieta! Gritan los estudiantes intervencionistas para convencer a los sicilianos y napolitanos de que vayan a hacerse asesinar a la frontera con el Imperio Austro-Húngaro…que para napolitanos y sicilianos no significa nada. La historia de la nación italiana es la historia de una sistemática traición.
Cuando en 1914 estalla la guerra en Europa, Italia es aliada de Austria y Alemania, pero el gobierno italiano decide no entrar en guerra, y queda a la espera de ver cómo evoluciona la situación. En 1915 prevalecen los intervencionistas y ahí Italia entra en guerra del lado de Francia e Inglaterra, contra quienes eran sus aliados. El resultado de la guerra es catastrófico. Quince mil muertos en Caporetto[3].
Los veinteañeros mandados a morir cantan:
“Oh Gorizia, maldita seas
por cada alma que tiene conciencia,
dolorosa nos fue la partida
y para muchos no hubo regreso”[4]
Tras la guerra, las potencias vencedoras, Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos, que por primera vez entraron en los asuntos europeos, convocan al Congreso de Versalles para dar un nuevo orden a Europa, y tal vez al mundo.
Los vencedores franceses e ingleses quieren castigar a Alemania, pero en un libro titulado Las consecuencias económicas de la paz, John Maynard Keynes aconseja no exagerar, porque con los alemanes, incluso derrotados, no se juega.
El presidente norteamericano, un tal Woodrow Wilson, ignorante de Historia y de Antropología, piensa poner prolijidad a la cosa y proclama la Autodeterminación de los Pueblos. Pero Wilson olvida explicar qué quiere decir pueblo, aunque de hecho esta palabra no significa nada. Y la otra, Nación, tampoco. Dos palabras privadas de sentido lógico que transforman la historia del Novecento en un infierno de guerras sin fin.
En el Congreso de Versalles, los italianos desean ser tratados como vencedores, y reivindican para sí Dalmacia, Albania y algo de África. Pero los verdaderos vencedores, las potencias imperialistas consolidadas, tratan a los italianos como lacayos y traidores, y no toman en consideración sus petulantes reclamos. Sidney Sonnino, extravagante ministro del Reino de Italia, se retira con el pañuelo mojado por las lágrimas.
La humillación es arrasadora para quienes habían combatido, los veteranos, que habían creído que estar del lado de los vencedores les iba a traer la gloria, riqueza y colonias.
Un romagnolo llamado Benito, que se había ido del partido Socialista en 1914 para entrar en el bando de los intervencionistas, asume la dirección de los veteranos, que se dan cuenta de que han combatido por nada, y gritan ‘vendetta’ contra la Inglaterra plutocrática. Benito tiene una cultura retórica y de provincia, pero una buena memoria, y encarna la virtud del macho latino, arrogancia, fanfarronería, oportunismo. Su voz suena potente con la amplificación eléctrica, y sus poses son perfectas para el cine, el nuevo medio que acompaña la creación de los regímenes de masas en la primera parte del siglo XX.
En 1919 los obreros del norte industrial ocupan las fábricas y los labriegos de la Emilia-Romagna entran en huelga contra los terratenientes por mejores condiciones de trabajo. Benito Mussolini guía el orgullo de la nación contra los intereses mezquinos de los obreros. Es ‘la patria’ contra las organizaciones de la sociedad real. Y así, en octubre de 1922 tras haber conseguido la mayoría relativa en las elecciones, encabeza la Marcha sobre Roma, y nace el fascismo: un hombre solo al comando, violencia contra los sindicatos, persecución a los intelectuales, asesinato de los dirigentes de izquierda. Antonio Gramsci escribe en la cárcel sus Cuadernos donde explica qué era -y sigue siendo-, el núcleo central del fascismo: la violencia patronal contra la clase trabajadora.
Italia se volvió masculina, y la Italia masculina quiere un imperio, pero esto no le gusta ni a los ingleses ni a los franceses, naciones consolidadas que ya tienen un imperio.
Las naciones jóvenes, Italia, Alemania, Japón, reivindican el derecho de tener su lugar bajo el sol, y sellan la alianza. Nace el eje Roma-Berlín-Tokio (RoBerTo)
Mussolini manda tropas a Libia, Etiopía, Abisinia: hacia allá van los jóvenes italianos mandados a combatir en esas tierras, guiados por criminales de guerra como el general Graziani. Masacran pueblos enteros. Lanzan bombas con gas mostaza contra aldeas del Cuerno de África.
Desde su balcón romano Mussolini proclama a una multitud oceánica que ha renacido el Imperio de Roma. Es 1936, y desde España llega el ruido de una nueva guerra. Hitler manda a la Luftwaffe a bombardear Guernica, Mussolini envía 5000 militares para combatir en el bando del fascista Francisco Franco contra los Republicanos[5].
La potencia germana ha aumentado, como lo había previsto Keynes. La humillación genera monstruos, y los monstruos quieren venganza. Y la venganza de los alemanes humillados se desencadena en 1939 con la invasión de los Sudetes (Checoslovaquia), luego Polonia, y finalmente Francia. Millones de judíos que viven en Alemania, Polonia y otros países europeos son sindicados como los enemigos a exterminar. También en Italia, donde habían vivido pacíficamente en ciudades como Roma, Venecia, Livorno, fueron aislados, despedidos de sus trabajos. Las leyes raciales preparan las deportaciones, la entrega de los judíos italianos a su aliado nazi.
En 1939, por mar, escapan de Alemania ciento veinte mil judíos. Quieren llegar a Inglaterra, pero los ingleses los rechazan, como hoy rechazamos a los africanos que quieren desembarcar en nuestras costas.
Mussolini es aliado de Hitler pero no se fía, e incluso teme que quiera invadir la región noreste de Italia donde se habla alemán. Cuando Hitler lanza la invasión a Polonia el 1 de septiembre de 1939 para ir a conquistar su salida al mar Báltico, la guerra se precipita rápidamente, involucrando una tras otra a las potencias mundiales. Pero Mussolini duda.
Al igual que cuando comenzó la Primera Guerra Mundial, el gobierno italiano espera un poco para decidirse a entrar en guerra. “No beligerancia” lo llama Mussolini, a quien le gustaban las palabras difíciles.
Sin embargo, en 1941, estaba claro que Hitler estaba ganando la guerra. Alemania había ocupado casi toda Europa, y entonces Mussolini decide intervenir del lado del nazismo vencedor, tras haber pronunciado la frase que, tal vez, mejor define el alma del fascismo: “Sólo necesito unos pocos miles de muertos para poder sentarme en la mesa de negociación”[6].
Los muertos fueron mucho más que unos pocos miles, y la mesa de negociación Mussolini la encontró cuatro años más tarde, en Piazzale Loreto, en Milán, donde fue colgado con la cabeza para abajo.
En junio de 1941 las tropas italianas entraron en Francia, ¡que ya estaba ocupada por los alemanes!, y alguien comentó, repitiendo las palabras de Francesco Ferrucci pronunciadas en 1530 a su verdugo: ”Vil Maramaldo, asesinas a un hombre muerto”
Mussolini pensaba que la victoria de los nazis estaba garantizada y que el fin de la guerra era inminente. Pero el infame se equivocaba: no había considerado el hecho de que el pueblo soviético había resistido, que había pagado el precio de 20.000.000 de muertos –bastante más que los pocos miles de muertos…y que voló por el aire la mesa de negociaciones a la que el infame hubiera querido sentarse. No había considerado que los Estados Unidos iban a entrar en el conflicto con todo el peso de sus armamentos.
La guerra italiana, una vez más, fue un desastre. Mientras los alemanes ocupaban todo el territorio europeo, Mussolini mandó a los desgraciados militares italianos, mal vestidos y peor equipados, a combatir a África, a Rusia y a Grecia. Había amenazado con quebrar la espalda de Grecia, pero las ofensivas italianas fueron reveses.
Hay un bellísimo filme de Gabriele Salvatores, Mediterráneo[7], que cuenta la historia de un grupo de militares italianos enviados a romperle los riñones a Grecia, y que están en una islita del Egeo donde se quedan por años, sin ningún contacto con el resto del mundo.[8]
Los italianos, que en su gran mayoría habían creído en las fanfarronerías del Duce, inclusive cuando parecía no haber peligro de quedar inmersos en una cosa tan horrible como la guerra, ahora comenzaban a darse cuenta de lo que era el fascismo, del abismo de horror que se ocultaba detrás de palabras sin sentido como Nación, Patria, Honor, Bandera, Fratelli d’Italia y muchas más.
El 25 de julio de 1943 el Gran Consejo del Fascismo, esto es, el parlamento de los infames que lo habían respaldado cuando parecía victorioso, lo destituyeron y metieron preso[9]. Los alemanes lo liberaron al poco tiempo, para que constituyera la República Social de Salò, que controló parcialmente el norte de Italia por casi dos años: los grupos residuales de fascistas que formaban parte de ella ayudaron a los nazis a perpetrar masacres que marcaron los últimos años de la guerra, como la matanza de Marzabotto y la de Santa Anna di Stazzena[10].
El 8 de septiembre de ese año el ejército italiano se disolvió, muchos se convirtieron en partisanos y combatieron en el bando de las tropas anglo-norteamericanos que atravesaron la península de Sur a Norte, y en abril de 1945 liberaron las ciudades del norte de la presencia de residuos nazis y fascistas.
Entre esos partisanos estaba mi padre, que me ha contado esta historia desde cuando era niño. Mi padre tuvo la suerte de morir antes de ver lo que está pasando hoy. Creo que le haría mal.
Pero ¿Qué está aconteciendo hoy en Italia? ¿Qué está aconteciendo en Europa?
Veamos.
Leé el artículo completo en PuroChamuyo
Destacada
Crónicas de la vida moderna (Parte I), por Marcelo Cosin
Tras la Segunda Guerra Mundial, la penetración cultural se desplegó como un arma silenciosa: primero entretenimiento, luego consumo, y finalmente la colonización de la imaginación. En los años cincuenta la televisión norteamericana explotó como un espectáculo doméstico: millones de familias hipnotizadas frente a la pantalla, mientras la publicidad convertía el living en sucursal del supermercado. Ese modelo, exportado como parte del poder blando, llegó a la Argentina en los años cincuenta. Lo que aquí empezó como transmisión patriótica se transformó pronto en concursos, series dobladas y shows musicales calcados de la lógica yanqui. Así, la penetración cultural nos cogió desprevenidos: entretenidos, anestesiados, con la guardia baja, fuimos perdiendo referentes propios hasta quedar zombis, analfabetos culturales, vagando en las tinieblas del televisor encendido.

Yo amo a Lucy
Un ejemplo de “penetración cultural” es el estreno en la televisión argentina de la serie I Love Lucy ofrecida en la televisión en Blanco y Negro del canal 7 (único canal estatal) como Yo amo a Lucy.
Producción innovadora. Emitida entre 1951 y 1957, protagonizada por Lucille Ball y Desi Arnaz. Fue pionera en grabarse en estudio con público en vivo y en 35 mm, lo que permitió su exportación internacional.
Argumento. Lucy Ricardo, ama de casa casada con un músico cubano, sueña con convertirse en estrella. Su ingenuidad y ambición la llevan a situaciones cómicas, siempre dentro del marco de la vida doméstica.
Impacto en EE. UU. Fue la serie más vista durante cuatro temporadas consecutivas, ganó cinco premios Emmy y se convirtió en un texto fundacional de la comedia televisiva.Ideología implícita:Refuerza el modelo de familia nuclear urbana.Naturaliza el rol de la mujer como ama de casa, aunque con aspiraciones frustradas de independencia.Introduce el consumo y el espectáculo como horizontes de deseo.Presenta la diversidad (un marido cubano) en clave de integración al “sueño americano”.
La familia Falcón
La familia Falcón (1962–1969) fue una de las primeras telenovelas argentinas emitida por Canal 13, creada por Hugo Moser y patrocinada por Ford para promocionar su modelo Falcon. Bajo la apariencia de comedia familiar, funcionó como un ejemplo claro de penetración cultural e ideológica, al instalar un modelo de familia de clase media “ejemplar” y asociarlo directamente con un producto de consumo extranjero.
Debut. 5 de febrero de 1962 en Canal 13, dirigido por Hugo Moser.
Duración. Se emitió semanalmente hasta 1969, con capítulos de 25 minutos.
Elenco. Pedro Quartucci (padre), Elina Colomer (madre), Roberto Escalada (tío solterón), Virginia Lago, José Luis Mazza, Alberto Fernández de Rosa, entre otros.Patrocinio: El apellido “Falcón” proviene del automóvil Ford Falcon, recién lanzado en Argentina. La serie fue concebida por una agencia de publicidad para promocionar el auto. Tuvo su versión cinematográfica en 1963.
Tema musical. “Juntitos, juntitos”, interpretado por Los Cinco Latinos, reforzaba la idea de unión familiar.
Contenido ideológico. Representaba a la familia de clase media porteña de los años 60: padre trabajador, madre abnegada, hijos obedientes y un tío solterón. Era presentada como “una familia como la suya, como cualquiera de su barrio”. Unidad familiar con autoridad paterna y sin conflictos profundos. Evitaba temas polémicos como divorcio, sexualidad o tensiones sociales.
Lenguaje “limpio”. Estaba prohibido decir malas palabras en televisión.
La serie funcionó como vehículo publicitario: el auto Falcon se convirtió en símbolo de modernidad y aspiración. Instaló un ideal de familia que invisibilizaba la diversidad social y cultural argentina. Fue parte de la estrategia de las empresas extranjeras (como Ford) para asociar sus productos con valores locales, naturalizando el consumo como parte de la vida cotidiana.

Dijo Heriberto Muraro en 1985: “La penetración cultural norteamericana en la Argentina a través de la televisión no es un fenómeno superficial ni espontáneo. Es el resultado de una estrategia sistemática de exportación de modelos culturales, estilos de vida y valores que acompañan la expansión del capitalismo. Los programas televisivos importados —series, formatos, noticieros— no solo entretienen: moldean imaginarios, naturalizan consumos y desplazan tradiciones locales. La televisión se convierte en un vehículo privilegiado de colonización simbólica, porque actúa en la vida cotidiana, en el ocio, en la familia, en la infancia. Así, la dependencia económica se traduce en dependencia cultural. Y lo más grave es que esta penetración se produce con la anuencia de las élites locales, que prefieren importar enlatados antes que invertir en producción nacional. La consecuencia es una sociedad que se reconoce más en los héroes de Hollywood que en sus propios referentes, y que aprende a mirar el mundo con ojos ajenos.”
Destacada
URUGUAY: “El 1, del 1, para el 1”, por María Urruzola
La consigna es el resumen de una propuesta política impulsada por la central sindical uruguaya PIT-CNT, que plantea aplicar una sobretasa del 1% al patrimonio personal del 1% más rico de la población, parafinanciar el 1% de las políticas públicas, destinadas específicamente a erradicar la pobreza infantil en Uruguay.
Pese a las reticencias de varios sectores, el debate sobre la imposición a la riqueza, los impuestos al capital y más específicamente los impuestos al patrimonio, está en plena efervescencia a nivel internacional.
A modo de ejemplo se puede mencionar la publicación firmada por siete ganadores del Premio Nobel de Economía en defensa de una imposición al patrimonio de los multimillonarios en Francia; la solicitud de más de 500 destacados economistas para la creación de un Panel Internacional sobre la Desigualdad, según lo recomendado por el Comité de Desigualdad del G20 liderado por Joseph Stiglitz; los debates liderados por Brasil en el ámbito del G20 (con el apoyo de países como Sudáfrica, España y Francia, entre otros) para gravar a los multimillonarios; así como también las recomendaciones de organismos internacionales especializados en materia económica y tributaria, y los debates parlamentarios o reformas parciales que están sucediendo en algunos de los principales países del mundo, como Reino Unido o Francia.
Como lo atestiguan numerosos estudios, la pobreza en Uruguay se manifiesta en múltiples dimensiones que van más allá del ingreso, y su concentración en hogares con niños persiste desde hace varias décadas. El crecimiento económico ha resultado insuficiente hasta ahora para lograr reducciones sustanciales y duraderas en su incidencia y severidad en el futuro de las infancias.
En 2024 los ingresos de un 17,3% de las personas en Uruguay se ubicaban por debajo de la línea de pobreza (según el Instituto Nacional de Estadísticas); esa cifra asciende al 18,9% si se toma en cuenta el indicador oficial de pobreza multidimensional. En el caso de los menores de seis años, la incidencia de la pobreza alcanza al 32,2%, de modo que uno de cada tres niños de cero a seis años vive en hogares con ingresos por debajo de la línea de pobreza. A la vez, la vulnerabilidad a la pobreza (tanto monetaria como multidimensional) alcanza casi al 40% de la población.
Por otra parte, el ingreso y la riqueza muestran una fuerte concentración: el 1% de mayores ingresos percibe el 15% del ingreso total del país. Los recursos originados en la aplicación de esta sobretasa propuesta por el PIT-CNT se propone volcarlos a un fondo estatal específico, cuyas características serían definidas a partir de una propuesta del Consejo Nacional de Políticas Sociales, en consulta con el Consejo
Nacional Consultivo Honorario de los Derechos de la Niñez y la Adolescencia.
La idea de la central sindical es que las normas que se propongan tendrán que asegurar de modo claro, preciso y públicamente controlable, que el destino de todo lo recaudado esté destinado estrictamente a solventar políticas de reducción de la pobreza de hogares con niños, niñas y adolescentes. Aunque su implementación no permitiría recaudar la totalidad de los fondos necesarios para desplegar el amplio
conjunto de políticas requeridas para erradicar definitivamente la pobreza en hogares con niñas, niños y adolescentes, constituye un aporte sustancial con respecto a la realidad actual.
Las estimaciones actuales señalan que aproximadamente las 25.000 personas de mayor patrimonio de Uruguay poseen entre 1 millón y algo más de 1.000 millones de dólares. Por supuesto que la Confederación de Cámaras Empresariales no está de acuerdo, con el argumento básico de que lo recaudado sería ínfimo y podría retraer las inversiones, por ejemplo en el ámbito inmobiliario (compras con destino a renta). Incluso argumentan que los dos países que tiene una tasa similar (España y Noruega)
recaudan un monto mínimo en relación al PBI.
Hay que tener presente que el dinero de uruguayos en el exterior alcanza aproximadamente unos 62.000 millones de dólares, en depósitos e inversiones financieras (casi el 50% del PBI del país).
Una de las dificultades actuales en Uruguay es que el nuevo gobierno de izquierda que asumió el 1o de marzo de 2025, presidido por el Presidente Yamandú Orsi, prometió no aumentar los impuestos. Varios legisladores pertenecientes al grupo mayoritario del Frente Amplio (MPP, liderado por el difunto José Pepe Mujica) han intentado minimizar la propuesta argumentando que son “apenas” algunos “pocos” senadores que se han sumado a la iniciativa.
Al mismo tiempo, dos de los referentes públicos del Frente Amplio, el ministro de Economía (Gabriel Oddone) y el Intendente de Montevideo (Mario Bergara), ambos economistas, han tenido posiciones divergentes: para el ministro es “inconveniente” y no hay siquiera que discutirlo, y para el jefe del gobierno de Montevideo es “razonable” y, justamente, lo que hay que hacer es discutirlo, porque es una propuesta “seria”.
Por ahora la propuesta agita sobre todo las aguas del oficialismo, ya que los sectores que la impulsan se han propuesto recorrer todos los organismos de base del Frente Amplio (llamados Comité de Base), para llevar la discusión al seno “de la gente”. Allí, el apoyo es bastante más generalizado que en los ámbitos de la élite.
La oposición (del Partido Nacional y del Partido Colorado) están en contra, y argumentan -claro- que se irán los inversores, corriendo, que buscarán la manera de evadir la fiscalidad, y que nadie garantiza que los fondos recaudados vayan efectivamente a la infancia. Sin embargo, el tema de la extrema desigualdad que reina hoy en el mundo es un trasfondo que nadie puede obviar, y es un telón de fondo que cuestiona la viabilidad de un sistema que agudiza las tensiones sociales y concentra la riqueza. Están quienes argumentan que si el capitalismo quiere sobrevivir, no tiene
otro camino que redistribuir de manera más igualitaria, ya que la desigualdad en realidad debilita la economía y amenaza a la democracia.
El nuevo gobierno del Frente Amplio en Uruguay no se ha caracterizado por su audacia programática y el descontento de votantes tradicionales de la izquierda se hace sentir por ahora en las redes sociales. Los juicios sobre el desempeño del presidente Yamandú Orsi están divididos aproximadamente en tercios, con un moderado saldo positivo. Se agudizan las miradas críticas de los votantes de la oposición, pero también hay leve caída entre los votantes frenteamplistas. En el total, 36% aprueba, 32% desaprueba, y para 28% es indiferente.
En opinión de uno de los politólogos mediáticos del país, Alfonso Garcé, “lo que hizo este gobierno fue tirar hielo hasta dejar congeladas las expectativas de que haya algún cambio”. Para la central sindical entonces, en un marco bastante evidente de inmovilidad, la tarea es gigante.
Destacada
Uruguay/ “A miles de kilómetros de distancia”, por María Urruzola
El Comité Central Israelita denunció ante la policía uruguaya que el 26 de noviembre dos jóvenes judíos liceales “fueron perseguidos, acosados y amenazados por su condición de judíos”. La justicia está investigando, como corresponde. Cualquier acto de hostigamiento, sea contra quien sea -judíos, negros, homosexuales, transexuales, feministas, mujeres jóvenes, personas con discapacidad, gente en situación de calle, pobres, extranjeros, etc- debe ser condenado.
Sorprende el argumento utilizado por el CCI: “Lamentamos corroborar lo que denunciamos tantas veces: los mensajes de odio solamente generan odio y la demonización de la comunidad judía por HECHOS QUE OCURREN A MILES DE QUILÓMETROS DE NUESTRO PAÍS, habilitan a llevar a cabo acciones de este tipo”.
“Hechos que ocurren a miles de kilómetros de nuestro país”, extraña definición del genocidio de Israel en Gaza (y la ocupación de Cisjordania), visto que la inmensa mayoría de los hechos que han determinado la historia oficial (porque siempre hay otra) de la humanidad, de su humanización y de su deshumanización, han ocurrido a miles de kms de nuestro país. Sin ánimo de agotar los hechos y solo a modo de ejemplo:
-Los progroms contra los judíos (Rusia, 13 mil kms, Polonia, 12 mil)-La Shoá (el holocausto), y su solución final (Alemania y la Europa ocupada, entre 11 y 15 mil kms)
-La Segunda Guerra Mundial (Europa y Asia, 19 mil esta última)-El gueto de Varsovia (12 mil kms)
-El golpe de Franco contra la República Española (10 mil kms)-La creación del Estado de Israel en territorio de Palestina (12 mil kms)-La formalización de la Unión Europea (Amsterdam, 11 mil kms)
-La creación de la ONU (San Francisco, 8 mil kms)
-La guerra de Vietnam (17 mil kms)
-La depresión de 1929 en USA (8 mil kms)
-La guerra de Corea (país al que Uruguay envió 70 mil mantas, 19 mil kilómetros)
O sea: la razón de ser del Comité Central Israelita está a 12 mil kms de nuestro país, el fundamento político de su razón de ser (el sionismo) se creó en Basilea, Suiza (11 mil kms), y el fundador de dicho movimiento, Theodor Herzl, nació en Budapest, a 11 mil kms.
La necesidad de usar eufemismos para hablar del Genocidio cometido por Israel en Gaza, no es exclusividad del Comité Central Israelita, el que tiene por misión representar a la comunidad judía sionista (y no a todos los judíos). Esa necesidad de circunloquios para nombrar el Genocidio en Gaza se ha vuelto una especie de seña de identidad de algunas élites de nuestro país.
Para muestra, veamos algunas frases de los senadores que se reunieron en la Comisión Especial de Seguridad Pública y Convivencia, en su sesión del 30 de setiembre pasado.
Javier García: “ Lo que pasa, como pasa, EN LA TRAGEDIA DE MEDIO ORIENTE ES una cosa, y otra es que nosotros admitamos que consecuencias de estas circunstancias se trasladen y se expresen en atentados contra personas, contra instituciones o contra una forma de entender la vida en sociedad o una fe”.
Andres Ojeda: “Una cosa ES UN CONFLICTO INTERNACIONAL, respecto al cual podrá haber posiciones, y otra cosa muy distinta es una discriminación en Uruguay, donde no puede haber dos lecturas. Y esto es bien claro: no puede haber dos lecturas”.
Roby Schindler (Presidente CCI): “El 1.° de mayo yo escuché un discurso muy encendido en una calle con decenas de miles de trabajadores y noté que SE TRAJO UN ÚNICO CONFLICTO INTERNACIONAL a ese discurso, que según entiendo debería ser en favor de los derechos de los trabajadores. Queriendo o sin querer, no sé a qué cabecita puede llegar ese mensaje demonizador”.
Hay que decir que ese mismo día y a esa misma Comisión se presentó la Asociación Cultural Israelita ‘Dr. Jaime Zhitlovsky’ (que no fue invitada sino que solicitó ser recibida), uno de cuyos directivos (David Fryd) llamó a algunas cosas por su nombre: “Me refiero a cuando decimos qué es antisemitismo y qué no es antisemitismo. Si yo discrepo con lo que hace el Gobierno de Israel hoy en el Medio Oriente, eso no es antisemitismo. Si yo discrepo con la ideología sionista, eso para mí no es antisemitismo. Si yo aceptara que el Gobierno israelí pretende que, a través de sus palabras, nos representa a todos los judíos de la diáspora, a todos los judíos del mundo, eso para mí no es cierto. No estoy de acuerdo con eso y no me hace antijudío ni antiisraelí ni mucho menos antisemita”.
¿Qué les pasa a los políticos en Uruguay que no pueden llamar a un genocidio por su nombre?¿Qué condiciona el uso de su lenguaje? Y sobre todo ¿qué le pasa a los de izquierda, en cuya filosofía (porque ya no ideología) se supone que existen valores como el anticolonialismo, el antiapartheid, la defensa de los derechos humanos, la protección de las infancias?
A miles de kilómetro de nuestro país se decide el destino de la humanidad, porque la neutralidad ante un Genocidio de la magnitud del que comete Israel en Gaza es una forma de complicidad con lo que los poderosos, los milmillonarios, los colonialistas y expansionistas se sientan con derecho a hacer en esta nueva era de avasallamiento del derecho internacional. No es solo un tema político; es un tema moral. A miles de kilómetro de nuestro país, como casi todo.


