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Victoria Montenegro: “El PRO allanó el camino que condujo a lo que vivimos hoy”

Luego de las elecciones legislativas de la Ciudad de Buenos Aires llevadas a cabo el domingo 18 de mayo, Victoria Montenegro, legisladora porteña del Unión por la Patria y referente en derechos humanos, habla con La Columna Vertebral Historias de Trabajadores.
En diálogo con LCV, la diputada aborda temas sensibles como la pérdida del valor del voto, la estigmatización de lo público, el avance del negacionismo, el retroceso en derechos conquistados y la necesidad urgente de reconstruir una comunidad política basada en la solidaridad. Sin eufemismos y con una perspectiva histórica, Montenegro advierte: “Estamos definitivamente en una guerra contra la maldad explícita. Ya ni siquiera se esconde”.
LCV: ¿Cómo se metabolizó, eh, la jornada del domingo y los resultados?
Victoria Montenegro:
“Por un lado, eh, creo que hemos hecho una muy buena elección y sumamos dos diputados, que en la pelea nuestra en la Legislatura es más que importante, ¿no? Vamos a ser la fuerza más importante en la Legislatura porteña, y eso es muy bueno en términos de poder llevar adelante los debates que defiendan a la sociedad, ¿no?
Que es algo que, a partir de las mayorías que ha tenido el PRO históricamente en la Legislatura, eh, bueno, fue muy difícil. Yo estoy terminando mi mandato, mi segundo mandato, y cuando ingresé el oficialismo tenía mayoría especial propia. Eh, imaginate lo que es eso, ¿no? Eh, no poder discutir absolutamente nada, querer discutirlo todo pero no tener fuerza. Bueno, eso se modificó a partir de esta elección.
Y después, bueno, una realidad y un tiempo, ¿no? Eh, clima de época complejo, porque si bien perdimos por muy poco, la persona con la que perdimos —el vocero presidencial, quien todos los días se jacta de ejercer sobre la población políticas de mucha crueldad, ¿no?— creo que eso es lo que más impacta.
Nosotros históricamente es un distrito adverso. Por eso pongo en valor que la elección fue buena, pero por un lado, la falta de participación ciudadana, ¿no?, de la responsabilidad de la votación. Y después, lo que viene pasando con La Libertad Avanza, con esta invitación permanente a la crueldad, ¿no?, las políticas de crueldad de este gobierno.”
LCV: ¿En qué lugar creés que ha quedado, en nuestra población de la ciudad, los valores que en otro momento eran tan importantes como, por ejemplo, el derecho a la salud, el derecho a la educación, el derecho a la circulación, etcétera?
Victoria Montenegro:
“Sí, mirá, yo creo que se viene dando, ¿no?, se viene construyendo un nuevo sentido común, o desde hace tiempo que el sentido común está en disputa. Y nuestra ciudad, que supo ser pionera en muchos aspectos, en muchas políticas —todo lo que tiene que ver con los derechos humanos, con las políticas de género, con las políticas de diversidad, con la salud por supuesto como una referencia, con la educación, con las universidades— todo eso, desde que se pone ya ni siquiera en duda —en un primer momento se comenzó a poner en duda el rol del Estado, ¿no?, y la importancia y el valor de lo privado— en eso el PRO también tiene un trabajito previo a esta catástrofe que hoy nos habita.
Digo, el ataque a los trabajadores del Estado, el desguace del sistema de salud, el desfinanciamiento de los hospitales, la falta de jerarquización de los médicos, de las enfermeras y enfermeros, la respuesta violenta frente a los reclamos organizados, la estigmatización del sindicato, la defensa de los trabajadores.
Digo, se fue allanando un camino. La disputa por el espacio público, quién habitaba lo público en la Ciudad de Buenos Aires. La cultura, el ataque a la cultura independiente desde hace varios años ya: ¿para quién iba a ser la cultura en la ciudad?, ¿para quién iban a ser las calles de la ciudad?
También un ataque político muy fuerte desde hace tiempo a nuestra fuerza. Habilitar la instalación de los discursos de odio, todas las puestas en escena que hacían en las calles —desde la guillotina en la puerta del Patria, desde las bolsas, ¿te acordás?, las bolsas mortuorias en Plaza de Mayo—. Digo, se fue allanando el camino que habilitó que Javier Milei sea presidente.”
LCV: ¿En qué lugar no estamos escuchando a la izquierda, a la arriba, a la abajo, como dice Martín Rodríguez, el enorme ruido del vacío que hizo este “no voy a votar”?
Victoria Montenegro:
“Mirá, yo creo que… a ver, uno viene hace tiempo identificando que hay algo que está cambiando y que no supimos identificar, ¿no? En nosotros, por la pandemia, veníamos identificando que había ataques, había cuestiones excepcionales que se convirtieron en cotidianas —las esvásticas, la vandalización de cuestiones relacionadas con las políticas de género, la memoria, en qué comuna se ubicaban—.
Construimos un mapa. De hecho, en su momento llamamos a periodistas para pensar juntos el tema de los discursos de odio. Había una discusión dentro de la política: me acuerdo que había compañeros que planteaban que no teníamos que hablar de los discursos de odio porque era darle legitimidad, ¿no? Y lo que nosotros veíamos es que efectivamente habitaba un mundo que no es el que nosotros conocemos —no es el que conocemos de la calle, de la básica, de los ámbitos de encuentro— pero que estaba generando comunidad, sobre todo entre los más jóvenes, y estaba instalando algo que nos estaba excediendo.
Lamentablemente, bueno, se dio una postura en la que algunos compañeros y compañeras pensaban que el avance en materia de derechos —en un sentido muy amplio: de las políticas sociales, de nuestra historia, de los derechos de las mujeres— era tan importante que realmente iba a ser irreversible. Y no se identificó esto que venía sucediendo, que obviamente no es espontáneo, que cuenta con mucho recurso económico, que habita el mundo de las comunicaciones —como se comunica hoy, ¿no?, las redes sociales—.
Para que los chicos sean parte de la comunidad y tengan más ‘likes’, hay determinadas frases odiantes, horribles, pero que las toman un poco en juego. No es tan horrible si lo compartís con otros y de repente tenés un montón de seguidores.
Bueno, hay toda una ingeniería puesta en instalar el odio y después banalizarlo. Hay una banalización de la crueldad. Y después hay una disociación. Porque si vos no entendés que hay un vacío que en realidad se genera porque hay un sector de la población que no cree que votando algo cambie…
No termina de entender por qué, si estamos afrontando una crisis y la mitad de nuestro pueblo está bajo la línea de pobreza, si hay niños que hoy se van a dormir sin comer, y el responsable, si querés, en Argentina tiene nombre y apellido: Mauricio Macri, que es quien toma la deuda con el Fondo y nos embarga y nos somete, y no rinde cuentas a la Justicia.
Entonces, hay un descreimiento de que efectivamente el voto va a servir para cambiar algo. Y después, la memoria se va corriendo. Porque decís: ‘Bueno, ejercer el voto en una sociedad como la nuestra, que atravesó una dictadura por la que miles de personas dejaron su vida y lucharon para que nosotros podamos vivir en democracia y ejercer ese voto…’
Entonces, si vos te ponés a pensar lo que nos está pasando en cuanto al valor del voto, en cuanto a la responsabilidad y la representación política también, ¿a quién se elige y para qué se lo elige? Después, lo que suele pasar muchas veces —si querés con el radicalismo, con el PRO— eran discusiones que teníamos en el recinto, plantearles que lo que estaban allanando era el camino para generar un vacío, que es el que hoy propone Milei: la antipolítica, la ausencia del Estado.
Y uno se pregunta: ¿cómo es posible que aún aquellas personas que hoy están viviendo en carne propia la ausencia del Estado…? Te lo digo porque uno acompaña muchas situaciones complejas. Yo trabajo mucho el tema discapacidad y las políticas sociales. Sin ir más lejos, ahora hace unos días me llega un caso de un papá, una situación espantosa, tratando de ayudarlo.
Entonces, cuando le explicamos que todo lo que se hacía antes, que eran trámites administrativos pero que rápidamente se encausaban y había una respuesta, hoy esas áreas ya no existen directamente. Y el papá lo primero que dice es: ‘Bueno, pero no me hablés mal del presidente’. Y es muy loco. Es muy loco.”
LCV: Están tan seguros de que no les importa nada… y que después hay un núcleo duro al que le importa y es feliz con las pérdidas de los derechos ajenos, o por lo menos de los propios también, pero no se dan cuenta que los utilizaron como herramienta de campaña, lejos del arrepentimiento.
Victoria Montenegro:
“Quieren volver a poner en valor la crueldad.”
LCV: Es un trabajo, es una gran batalla cultural para volver a poner en valor la crueldad. Entonces, si la perdimos, ¿por qué la perdimos esa batalla cultural? El ‘algo habrás hecho’, el ‘se lo merece’, todos los clichés que sabemos que se utilizan para estos casos volvieron a aparecer por la rendija. ¿Qué puerta no nos dimos cuenta que se estaba abriendo?
Victoria Montenegro:
“Sí, me parece que… yo no sé. Creo que hay que entender que siempre va a ser un escenario de disputa. Siempre va a estar en disputa. Hay momentos donde se puede avanzar más.
Digo, una cosa es —por ejemplo— hace 25 años, cuando a mí me encontraron… Bueno, en Argentina no había un proceso de justicia. Solamente habían quedado afuera, habíamos quedado afuera los bebés, digamos, pero no había un proceso como el que hoy ya existe, donde se comprueba efectivamente el accionar de los genocidas, los secuestros, el tormento, los cuerpos, toda la ingeniería puesta en la desaparición.
Entonces, una cosa era que hace 25, 30 años uno dijera: ‘Bueno, hay que ver…’, una cosa horrible, pero hace 30 años se hablaba de una guerra, de papás del corazón. Después de semejante proceso de justicia, ¿cómo es posible que hoy estemos discutiendo lo que se está discutiendo?
Y ahí me parece que hay que ver lo que está pasando en el mundo también. Lamentablemente, en Europa están creciendo los grupos de ultraderecha, neonazis. Hay una gran política. El dueño de estas empresas de comunicación saluda con el saludo nazi. Para entender a qué nos enfrentamos.
Leandro lo decía muy bien: lamentablemente, por un tiempo al menos, hay una invitación y está de moda la crueldad. Y hay que combatirla. Y para eso hay que generar organización, hay que generar ámbitos donde uno pueda encontrarse con el otro y pensar juntos. Hay que volver a poner en valor la solidaridad. Digo, estamos definitivamente en una guerra contra la maldad explícita. Ya ni siquiera se esconde.”
LCV: ¿Cómo lo encontraste a Leandro?
Victoria Montenegro:
“Y entiendo que… quizás… yo creo que más golpeado por esto mismo que te estoy diciendo. Porque es muy difícil aceptar tanta crueldad.
Uno puede pensar distinto con el PRO. Hemos discutido muchas veces, hay diputados con los que discutimos mucho. Creo que hay que reconstruir mucho. Creo que hay que… primero hay que asumir que esto está sucediendo.
A mí lo que más me preocupa es que a veces hablás con compañeros que no asumen. Es esto que te digo: ‘Che, el odio, no le digamos odio’. Y sí: quitarle los remedios oncológicos a una persona es un ejercicio de odio. Es una política de odio, una política de muerte.
Quitarle el subsidio a los electrodependientes es una política de muerte. Quitarle los tratamientos paliativos a quienes tienen enfermedades terminales o de dolor… es una política de muerte. De muerte con crueldad.”

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Último acto: Frío, sombrío y melancólico, por Hugo Asch*

Crónica del último acto de Milei en Moreno, sin brócoli: mucho frío, público con delay, Nisman, opereta, “no toquen a mi hermana”, ‘políticos corruptos’, ‘me van a matar del disgusto’ y la ilusión del empate técnico.
Por alguna razón, el sombrío cierre de campaña de Javier Milei en el barrio Trujui de Moreno me recordó cosas de mi niñez. Verlo así, tan ajustado y redondito debajo de la campera larga, una chaqueta negra, la remera térmica y el chaleco antibala, me recordó una tarde brava de invierno en la Isla Maciel, al final de un partido entre San Telmo y El Porvenir. Tenía 12 y me había llevado mi amigo Omar con un grupo de hinchas del barrio. La cosa se puso brava al final del partido y hubo gritos, amenazas y el lejano reflejo de un cuchillo en la tribuna local. Los de San Telmo querían robarnos la bandera, así que la solución fui yo. Envolvieron pacientemente el trapo blanco y negro sobre mi cuerpito y así quedé. Relleno y duro como un matambre, bamboleante, inseguro como Milei en el acto de esta noche, con quince vueltas de tela bajo mi sobretodo. Ese día me convertí en héroe. El tono grave de Milei, fallido y forzado como nunca, también me llevó a mis 10 años, cuando contaba mi chiste preferido: el del nene que se queda solito en la casa, escucha ruidos y hace lo que su mamá le había aconsejado. Pone ‘voz de grande’ y grita: “¡Quiéénnn aaabióóó la peta…!”. Más o menos como Milei.
El público, tan muerto de frío como el presidente en campaña y los que lo rodeaban, escaso de reflejos, aplaudía con delay uno o dos segundos más tarde de lo indicado. Cada tanto gritaban melancólicamente: “¡Pre-si-dente, pre-si-dente…!”, como una confirmación, o un anhelo imposible. No se engancharon con la consigna ‘Kirchnerismo nunca más!’, ni festejaron con risotadas cada vez que era citado ‘el enano soviético’. Un público difícil, con más ganas de dormir una siesta tardía que de celebrar a ese líder envasado al vacío.
Milei defendió a la hermana y al mismo tiempo destacó, con detalle exquisito, sus mejores virtudes a la hora de denunciar a los políticos corruptos que se quedan con el dinero de la gente. La asociación era inmediata e inevitable. “¡No proyectes!”, daban ganas de gritarle. Al final era cierto: el tipo efectivamente tiene un inconsciente. El discurso fue errático, tedioso, armado con piezas de diferentes rompecabezas que nunca encajaban. A su habitual obsesión por cantar la del “pingüino y el cajón” esta vez sumó al fiscal Nisman, ten years after. “¡Si se tienen que cargar vidas humanas no les importa nada: se cargaron a Nisman!”, dijo, y provocó un silencio incómodo de respeto y/o perplejidad. El momento más original del acto fue cuando confundió al conurbano bonaerense con California y recordó cuando la gente vivía tranquila, no cerraba con llave la puerta de su casa y los niños jugaban en paz porque no había robos ni comunismo. Milei repitió frases hechas como una ametralladora, habló de una “miserable opereta en su contra” y culpó al kirchernismo hasta del hundimiento del Titanic. Fue todo muy aburrido hasta que su espíritu ganador afloró en todo su esplendor. El que tiene hoy, quiero decir.“¡Los encuestadores coinciden en situarnos en una situación de empate técnico…!”, se entusiasmó ante el desconcierto general. El tenue brillo en sus ojos y la sonrisa congelada de los demás fueron la mejor foto de la noche.

*Hugo Asch, inició su carrera periodística en 1974. Fue redactor de la revista Siete Días, prosecretario y subdirector de Gente, Secretario de Redacción de Clarín, editor general de Perfil y director de Playboy Agentina, entre otros medios de Argentina y España.
En su facebook, hoy, se define como ‘creador digital’.
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“Sapos de otro pozo: la memoria y las voces de las infancias en el exilio”

El exilio político marcó no solo a quienes lo vivieron directamente, sino también a sus hijos e hijas, que crecieron atravesados por la distancia, el desarraigo y la búsqueda de identidad en tierras lejanas. En esta entrevista con Violeta Burcart, productora, docente y comunicadora, exploramos esa experiencia desde una mirada profunda y plural, reflejada en el libro Sapos de otro pozo. A través de sus relatos y reflexiones, comprendemos que el exilio no es solo un destino geográfico, sino una condición que atraviesa generaciones y que plantea desafíos únicos en la construcción de la memoria y la pertenencia. La Columna Vertebral – Historias de Trabajadores invita a escuchar esas voces para entender mejor la historia que a veces se queda fuera de los libros.
LCV: “¿Cómo te va, Violeta?”
Violeta: “Bien, mi gran pasión es la radio, y estoy muy contenta de estar acá.”
LCV: “Hace unos años pude ver Argenmex exiliados, la película que fue tu tesis. ¿Cómo fue ese proceso?”
Violeta: “Hice la tesina de comunicación social como trabajo de producción, buscando qué pasaba con quienes nacimos o crecimos afuera, con un recorte geográfico en México. Pero luego me di cuenta de que el recorte era generacional, no geográfico. Los hijos del exilio de padres militantes compartimos mucho, sin importar que hayamos vivido en 27 países diferentes. Por eso el nombre Sapos de otro pozo: siempre nos sentimos raros. El libro rompe dos mitos: uno, que los exiliados la pasaron mal o la pasaron bien sin problemas; y otro, que los niños no sufrían el exilio. También habla de la solidaridad que recibimos en países que nos alojaron, cómo formamos familias y aprendimos nuevas culturas. Por suerte, la mayoría fuimos bien recibidos.”
LCV: “¿Podés contar alguna anécdota que refleje esa adaptación?”
Violeta: “Sí, por ejemplo Julio Fernández Barayar contó que su hijo aprendió a leer en sueco y un día le preguntó: ‘¿Te estás lavando los dientes con la crema de afeitar?’ Son historias graciosas de la adaptación cultural. Además, el exilio muchas veces implicó sobrevivir sin trabajo, vendiendo bijú o haciendo changas. Los hijos atravesamos etapas de enojo con nuestros padres, que a veces no entendíamos.”
LCV: “¿Qué respuestas recibían sobre por qué tuvieron que nacer en ese contexto de exilio?”
Violeta: “La respuesta típica es que nuestros padres militaban y apostaban a la vida sin saber cómo iba a terminar todo. Es cierto que llevamos esa tristeza o bronca, pero también llevamos las banderas, y hoy decimos que el exilio es una violación a los derechos humanos. El exilio no es una elección, no es como ir a buscar una vida mejor, es ser expulsados sin saber cuándo volveremos.”
LCV: “En el libro, hay también un tratamiento sobre el ‘desexilio’. ¿Qué significa para ustedes?”
Violeta: “La mitad del libro se llama Exilios y la otra mitad Desexilios, una palabra tomada de Mario Benedetti. Habla de las vueltas, de lo que trajimos o dejamos. Muchos seguimos viviendo fuera o en países distintos. Algunos eligieron volver, otros no. El desexilio a veces fue tan difícil como el exilio mismo, porque volvíamos a un país devastado después de la dictadura, o que ya no era el nuestro. Hay muchas historias cruzadas entre exiliados de distintos países que nos encontramos y formamos redes.”
LCV: “¿Cómo se cuenta esa experiencia coral en el libro?”
Violeta: “Es un libro coral con más de 100 relatos de 27 países, con cuentos, poesías, grabaciones, y códigos QR para escuchar y ver videos. Se incluye también la dictadura chilena y uruguaya porque las historias se entrecruzan. Hay mezcla de culturas, idiomas, modismos, y relatos de cómo nuestras vidas se cruzaron y mezclaron. Por ejemplo, en un cumpleaños un niño notó que en otras casas cantaban las mañanitas, algo que antes podía llevar a represalias, pero que hoy es parte del reconocimiento cultural.”
LCV: “¿Cuál es la transmisión de estas historias hacia las nuevas generaciones?”
Violeta: “El libro habla a nuestros padres y también a las próximas generaciones. Muchos ya son padres y madres que comienzan a entenderlo mejor. Hoy muchos están partiendo por exilio económico y creemos que es importante cuidar a las infancias que atraviesan estas situaciones, porque hay niños que se quedan sin sus padres en contextos de guerra o crisis. El lugar que nos crió puede ser ahora más amable que nuestra patria original, aunque también vivimos en un contexto difícil y con discursos que nos complican.”
LCV:
“¿Cuáles son los próximos proyectos de la agrupación Hijas e Hijos del Exilio?”
Violeta: “Estamos preparando actividades para el 8 de marzo en distintos puntos del país, como Córdoba. También queremos extender las presentaciones a otros países, México y Chile, en el marco de los aniversarios de los golpes de estado. Queremos hacer algo fuerte para los 50 años y seguir visibilizando la memoria del exilio.”
LCV: “Contá con nosotros para lo que necesiten, Violeta.”
Violeta: “Gracias, los quiero mucho.”
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La Marina Mercante resiste: cómo se frenó el intento de desregulación por decreto

A principios de abril, el Decreto 340/2025 encendió las alarmas en el sector marítimo argentino: la normativa impulsada por el Poder Ejecutivo pretendía desregular la Marina Mercante, afectando gravemente la industria naval, el empleo embarcado y la soberanía nacional. Mariano Moreno, dirigente sindical del sector, relató a La Columna Vertebral cómo fue el proceso de resistencia colectiva que culminó con la derogación del decreto por parte del Congreso de la Nación.
LCV: “Contanos cómo fue el proceso en donde el Congreso deroga el decreto 340/2025 que desregulaba el sector de la Marina Mercante. ¿Y en qué situación estamos hoy?”
Mariano Moreno: “Este decreto fue emitido el 2 de abril, pero nosotros ya veníamos manejando información previa, con versiones de proyectos similares. Ante esos rumores y el vínculo directo con nuestro sector, iniciamos una gestión conjunta entre todos los gremios del personal embarcado y representantes del ámbito sindical marítimo. Recorremos no menos de 80 o 90 reuniones en el Congreso, con senadores y diputados, llevando nuestros fundamentos y explicando lo negativo que sería este decreto para la Marina Mercante Nacional, la industria naval y la soberanía del país. Ese trabajo constante estuvo acompañado por medidas de lucha, movilizaciones y marchas. Todo esto ocurrió frente a la falta de respuesta por parte del Poder Ejecutivo, que no quiso recibirnos ni escuchar nuestra preocupación. Esa ausencia de diálogo nos llevó a profundizar el camino legislativo. En julio, la Cámara de Diputados puso un freno y, finalmente, en agosto, el Senado de la Nación derogó definitivamente el decreto.”