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Libros/De juegos y platos, por Marquisse

La casa de mi abuela tenía platos colgados en las paredes. Platos playos con distintos diseños (diversos paisajes, figuras orientales) se exhibían en las paredes blancas del departamento en el que vivía Leila. Su casa quedaba a solo unas cuadras de la nuestra. Recuerdo el desconcierto que me generó observar, al notarlos, esos objetos que ahí cumplían otra función. En otros platos, la abuela colocaba galletitas, rodajas de budín, fetas de jamón y queso o facturas, depende la ocasión. En ese departamento pasaba algunas tardes a la semana después del colegio. Además de zampar esos manjares, me encantaba jugar con mi abuela a cualquier juego de cartas o de mesa. Los primeros juegos fueron la casita robada, la generala, la escoba de quince, el chinchón, las damas.

Una noche de aburrimiento, mis hermanos me iniciaron en el noble mundo de la canasta. Lo recuerdo como toda una ceremonia. Para incorporar las reglas, jugamos numerosas partidas esa madrugada. Pero ese conocimiento era heredado de mi abuela, claro. Así que a partir de esa noche, los otros juegos en la casa de los platos fueron reemplazados por la canasta. Mi abuela se caracterizaba por ser parsimoniosa. Cuando se hacía con el pozo gordo que habíamos ido formando con las cartas descartadas durante la partida, extendía tranquilamente sus series de cartas (cuatro 6, tres J, cuatro ases, por ejemplo). Admiraba la paciencia con la que se manejaba en el juego.

Sobre “El Maestro de Go”, de Yasunari Kawabata, y el arte del juego

El Maestro de Go, de Yasunari Kawabata, trata sobre un partido que tuvo lugar en el año 1938 y se extendió por siete meses. El Go es un juego milenario. Según el prólogo de la edición* de Emecé escrito por Anna Kazumi Stahl, los samurai gobernaron Japón durante siete siglos hasta 1868 y le dieron importancia tanto al entrenamiento físico de los guerreros como a las cuestiones relativas a la estética y a la espiritualidad. El Go consiste en abarcar una buena cantidad de terreno en un tablero cuadrado y en rodear al contrincante para capturarlo y, con eso, ganar más puntos. La concentración que tiene que tener el jugador de Go en cada turno, en cada movimiento, se asemeja a juegos de táctica como el ajedrez.

Lo curioso de esta novela es la historia de su origen. Resulta que un diario nacional le encargó a Kawabata -quien treinta años después de la partida de Go que narra en la novela ganaría el Premio Nobel de Literatura- cubrir el campeonato de Go de un respetable Maestro que estaba a punto de retirarse de su carrera. Se trató de 64 entregas que Kawabata escribió para el Tokio Nichinichi Shimbum. Basándose en esta crónica, el autor construyó una novela que narra la partida entre el Maestro Shusai Honnimbo y Otake (que en la vida real se llamó Minoru Kitani). El prólogo de la edición se refiere al partido como un hecho trascendental por tratarse de una tensión entre la tradición y la modernidad. A lo largo de la novela, se puede ver cómo hay ciertas reglas nuevas que se introducen en el campeonato. Un nuevo reglamento asoma y, con esto, una nueva era en el mundo del Go.

El retrato que Kawabata realiza del Maestro contrasta con el de Otake. No solo porque se trata de generaciones distintas (Otake tiene casi la mitad de edad del sexagenario Maestro), sino por sus temples. El narrador de la novela acompaña al Maestro en sus contemplaciones del Lago Ippeki. El Maestro puede pasar las horas o vastos minutos de sus turnos de manera calma y con una economía de movimientos corporales admirable; Otake bebe grandes cantidades de té, por lo que sus visitas al baño son frecuentes, y demuestra una personalidad más ansiosa. En el capítulo 10, Otake expresará, de hecho: “El Maestro es tan tranquilo (…). Los calmos siempre me hacen confundir. Prefiero los ruidosos. Esta calma acaba con mis nervios” (p.59). El combate, sin embargo, es reñido y ambos oponentes demuestran estar a la altura de sus respectivos títulos.

Al principio del libro también se cuenta cómo esta fue la última partida del Maestro. Fallecería un año y meses después de terminarla. En el capítulo 8, en el que habla sobre la foto post mortem que le tomó el narrador por encargo de su esposa, el narrador dice: “Tal vez lo que había fotografiado era la cara de un hombre que representaba desde el principio el martirio por el arte. Era como si la vida de Shusai, Maestro de Go, hubiera llegado a su fin, al igual que su arte, con ese último juego” (p. 50). Me conmueve la idea de una vida que concluye cuando se logra un objetivo, una misión.

Repasando la reseña y lo que me había dejado el libro evoqué un poema que descubrí hace poco en Instagram gracias al algoritmo. De tanto en tanto surgen joyitas que merecen la pena ser descubiertas. Como esta poesía de Mary Oliver, una poeta a la que llegué por una amiga que me la había mencionado en varias ocasiones:

Misterios, sí

En serio, vivimos con misterios demasiado prodigiosos
para ser comprendidos.

Cómo la hierba puede ser alimento en la
boca de corderos.
Como los ríos y las piedras sean para siempre
devotos a la gravedad
mientras nosotros soñamos con elevarnos.
Como dos manos se toquen y los lazos
Nunca se rompan.
Cómo se acercan las personas, por delicia o por
las cicatrices del daño,
al consuelo de un poema.

Déjame distanciarme, siempre, de quién
cree que tiene las respuestas.

Deja que siempre le haga compañía a quien diga
′′Mira!” y se ríe de asombro,
y agacha la cabeza.

Mary Oliver

Pienso en el maestro y sus contemplaciones. Pienso en los platos de mi abuela, en su concentración y su temple en el juego. Pienso en la táctica y en el poder todavía asombrarse, en esos movimientos que pueden sorprendernos al tiempo que los ejecutamos. Pienso en la necesidad de aproximarse a las respuestas, pero también en la imposibilidad de llegar a ellas, tras un tiempo de meditación (y que eso no sea necesariamente malo, claro). Pienso en las partidas que perduran a pesar del tiempo.

*Esta edición es de la del 2005, con prólogo de Anna Kazumi-Stahl y traducción de Amalia Sato

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Conflicto por paritarias de Aceiteros: nueva conciliación obligatoria. Van por un mínimo de 2 millones

Una vez más, el gobierno tuvo que recurrir a la conciliación obligatoria por 15 días. Queda en suspenso el paro nacional de la Federación de Trabajadores del Complejo Industrial Oleaginoso, Desmotadores de Algodón y Afines de la República Argentina (FTCIODyARA) y el Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros (SOEA) San Lorenzo.

El reclamo paritario de ambas organizaciones gremiales está fundamentado en el derecho a un Salario Mínimo, Vital y Móvil (SMVM) según su definición en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional y artículo 116 de la Ley de Contrato de Trabajo, esto es, que asegure a los trabajadores en su jornada legal de trabajo la satisfacción de las 9 necesidades allí contempladas: alimentación adecuada, vivienda digna, educación, vestuario, asistencia sanitaria, transporte, esparcimiento, vacaciones y previsión.

Según los estudios basados en la Encuesta Nacional de Gastos de los Hogares (ENGHo) del Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC), el valor del SMVM según su definición constitucional y legal es de $ 2.344.728 para el mes de septiembre de 2025, que es cuando se abrió la revisión del acuerdo firmado el pasado 9 de abril de 2025.

En un comunicado difundido en el día de hoy, advierten: “Transcurridas más de dos semanas de presentado nuestro reclamo, la pretensión expresada hoy en la audiencia realizada en la Secretaría de Trabajo de la Nación por las cámaras patronales es insuficiente y provocadora, tal como hemos manifestado en el acta. Más cuando se trata del mismo sector que acaba de recibir un beneficio extraordinario de 1.540 millones de dólares tras la medida dispuesta por el Gobierno Nacional sobre las retenciones a las exportaciones. Frente a esa apropiación de renta extraordinaria, la respuesta patronal resulta vergonzosa. Incluso, desde la perspectiva del costo laboral que suelen invocar en su negativa, destacamos que el mismo se redujo en 2024 -alcanzando entre 1,7% a 2,4% de acuerdo a cada empresa- y que aún si aceptaran el aumento que pretendemos, el impacto sobre ese costo sería nulo.”

Luego de considerar que no están dispuesto a acompañar una política salarial que pretende condenar a la pobreza a la clase trabajadora favoreciendo sólo a los grandes grupos económicos, concluyen: “Por ello, reafirmando nuestra defensa del Salario Mínimo Vital y Móvil según su definición en el artículo 14 bis de la Constitución Nacional y artículo 116 de la Ley de Contrato de Trabajo, se ha decidido el inicio de una Huelga Nacional Aceitera de cumplimiento en las plantas aceiteras del país.”

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Bailando sobre las ruinas, por Federico Lorenz

Del bombardeo de agresiones que vivimos desde 2023, el recital de un payaso que no maneja sus facultades no es el menor, y no será el último. Baila sobre la gente que no come, sobre los médicos del Garrahan, sobre los científicos, sobre los jubilados, sobre las escuelas desfinanciadas, baila sobre el futuro de nuestros hijos hipotecado por su política económica.

Baila sobre las ruinas de este país a cuya cabeza llegó por el voto de compatriotas hastiados y esperanzados. Podía entenderlo en 2023, me cuesta mucho más aceptarlo ahora. Porque ese baile alejado de la realidad es el símbolo de miles de personas que no les importan nada más que sí mismos.

Milei es un problema, pero no el principal. Claramente Milei es un enfermo, y da entre vergüenza y pena. Pero hay un montón de personajes calculadores que lo sostienen por distintos motivos. Esos son el auténtico peligro, porque queda a la vista que con tal de mantener sus privilegios y negocios van a seguir a este demente hasta donde vaya.

Más de uno de nosotros le ha seguido la conversación a alguien que ha perdido la memoria, que vive en su propio mundo, y, supongo, es algo humano, y hace a la vida. Pero esas personas a las que acompañamos en su viaje por los reinos de los hilos sueltos de sus mentes no gobiernan. De sus “viajes” no dependen millones de personas.

El que acompaña esta locura, trabaja para la muerte. Y solo los fascistas aman la muerte.

(Tomado del facebook del autor)

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“No canten victoria”, por Oscar Taffetani

Mi amigo Pachi, bautizado en Mar del Plata José Manuel Díaz Rodríguez, en 1952 y asesinado por la triple A en 1975, solía hacer la V con dos dedos mochos de su mano derecha y repetía “¡No canten victoria!”.

Lo decía en medio de la primavera camporista de 1973, cuando el Sheraton de Buenos Aires estaba por convertirse en hospital de niños (sic) y a la Casa Rosada la iban a custodiar no los Granaderos, sino los Montoneros (sic).

Pachi había perdido dos medias falanges de su índice y mayor cuando intentaba avivar la mecha de una bomba de estruendo un 9 de Julio, en un pueblo de provincia. Imprudencia adolescente. Aún tengo nítidos en la memoria sus dedos mochos en V y su advertencia de 1973, con un presagio que poco después comenzó a cumplirse.

Me vino esto a la mente (hagan ustedes las asociaciones que quieran) cuando vi a mucha gente celebrando el derrumbe del candidato Espert (algo que no me conmueve en lo más mínimo) y cantando una victoria anticipada -por 20 puntos o algo así- en las legislativas del 26/10. Ahì se me aparece Pachi, con sus dedos mochos en V.

Deseo profundamente diputados y senadores que a partir del 10/12 comiencen a limitar, a corregir y a revertir las políticas del Advenedizo (de algún modo hay que llamarlo), que son mucho más dañinas para la patria que las algaradas del candidato Espert y la revelación de sus ocasionales socios o padrinos.

No importa si con “pato rengo” o con muletas o con andador. Defendamos la democracia y la institucionalidad. Defendamos el (duro) aprendizaje que hemos hecho del ’83 para acá.

¿Narco Estado? ¿Coimas? ¿Financiamiento espurio de la política? ¡Chocolate por la noticia! Bienvenidos a la realidad mundial.

El tema no es sólo contar o describir lo que pasa (ya los medios hacen su negocio con eso), sino ver qué hacemos nosotros (los argies, los incorregibles) con eso que pasa.

Ya está, lo dije.

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