fbpx
Connect with us

Destacada

“Ciudadanas, Mafalda y la radio libre: el legado de Divinski” por Annamaria Muchnik

En exclusiva con La Columna Vertebral – Historias de Trabajadores, Annamaria Muchnik rememora con profundidad y emoción su primer encuentro con Daniel Divinski, el nacimiento del programa feminista Ciudadanas, y el contexto histórico y político en el que se gestó. Muchnik no solo traza un retrato del legendario editor y director de Radio Belgrano, sino que también reconstruye un momento clave para el feminismo argentino en los medios de comunicación. A lo largo de la charla, la periodista reflexiona sobre el impacto de Divinski, la libertad creativa que promovía y las luchas compartidas en la construcción de una radio que hizo historia.

LCV: ¿Qué recuerdo tenés, Daniel Divinski?
Annamaria Muchnik: “El recuerdo que tengo de Daniel Divinski, que es para mí el más preciado y el que me llevó a hacer Ciudadanas, es del comienzo del 84. En enero de ese año me llamó, me invitó a Radio Belgrano a tener una entrevista con él, me contó lo que estaba haciendo en la radio y me preguntó: ‘¿Te gustaría trabajar acá?’. Y yo, sin dudar, le dije que sí. Me explicó que había muchas voces masculinas en la mañana y que necesitaba una voz femenina inteligente. Le dije: ‘Bueno, acá estoy’. Me ofreció el horario de 11 a 12 y me preguntó qué quería hacer. Le respondí que quería hacer un programa feminista. Me miró y me dijo: ‘¿Estás segura?’. Le dije que sí. Me preguntó cómo se llamaría y le dije: ‘Ciudadanas’. Me respondió que era un título fantástico. Ahí empezamos a planear el programa. Crucé a Bambi, tomé un café para calmar la emoción y me fui a casa a escribir. Empecé a inventar qué quería realmente decir. Yo venía de vivir varios años en Barcelona, donde me empapé del pensamiento y la acción de las feministas francesas, inglesas, alemanas, italianas. Había leído y vivido el feminismo muy de cerca, así que no era una ocurrencia nueva, era algo profundamente incorporado.”

LCV: ¿Y cómo llega Marta al programa?
Annamaria Muchnik: “Marta, en ese momento, no hacía micrófono; producía. Daniel me dijo: ‘Te voy a presentar a alguien que te va a caer muy bien y puede ser tu productora’. Me enteré que era la mujer de Carlitos Zulanovski, a quien conocía hacía años. Nos encontramos con Marta, empezamos a hablar y fue como si nos conociéramos de toda la vida. Nos compenetramos tanto que a partir de ahí fue mi productora. Al poco tiempo, cada vez que entraba al estudio para darme algún mensaje, un día le dije: ‘Marta, sentate y hablemos’. Se quedó en el estudio charlando conmigo, y desde ese momento empezamos a conducir juntas. Ciudadanas estuvo al aire hasta 1988, cuando vino Frega y levantó el programa de la noche a la mañana. Graciela Russo, mi amiga del alma, se quedó sin trabajo. Y muchas más también, porque Frega fue la motosierra del momento.”

LCV: ¿Cómo hacía Daniel para convivir con los sectores reaccionarios que quedaban en la radio?
Annamaria Muchnik: “Era un hombre muy inteligente. Daniel era un lujo en el diálogo, en la manera de relacionarse. Todos sabíamos quiénes estaban alrededor y cómo debíamos conducirnos. Pero en Belgrano éramos muchos, estábamos unidos, y eso nos hacía difíciles de tocar. Aunque nos miraran raro, no nos importaba. Daniel la peleó hasta que se fue. Después vino Chiquita, que también era una joya, feminista, amiga, y entendía perfectamente lo que significaba un programa como Ciudadanas en la radio. No hubo un cambio brusco; eran cabezas parecidas. Daniel y Chiquita compartían un discurso, eran amigos, y el espíritu de la radio se mantuvo.”

LCV: ¿Qué sentís cuando en estos tiempos parece que el feminismo se descubrió recién?
Annamaria Muchnik: “Siento muchas cosas. Por un lado, hay efervescencia. Pero también hay mucho pisoteo a todo lo que hemos conseguido con años de lucha: organismos, asociaciones, reglamentaciones. A veces me deprimo, otras digo: ‘Vamos, sigamos’. Dirijo un festival de cine hecho por mujeres. Este año recibimos 190 cortometrajes dirigidos por mujeres. Que no me digan que no hay cine o que es malo. Las mujeres quieren filmar, contar, decir, expresar. Eso me da aliento para seguir. Pero también siento que, en el auge reciente del feminismo, se olvidaron de las sufragistas, de Alicia Moreau de Justo, de Susana María Mounier, de todas esas mujeres que hicieron feminismo antes. Ciudadanas fue el primer programa de corte declaradamente feminista en la radio argentina. Nos animamos a decirlo en voz alta cuando el feminismo era mala palabra. Venía del éxito de un programa televisivo completamente distinto, y mucha gente no entendía cómo podía pasar de eso a hacer Ciudadanas. Les costaba aceptar que una pudiera hacer una torta de chocolate y también tener militancia.”

LCV: ¿Qué te deja la figura de Daniel Divinski?
Annamaria Muchnik: “Me deja lo que siempre tuve: respeto y entrega al trabajo. Empecé a trabajar a los 17 años, y lo que me dejó Daniel, como también Chiquita, es ese valor por hacer las cosas con seriedad, nobleza y verdad. Eso me lo enseñó mi papá y me lo recordaron ellos. La entrega respetuosa al trabajo, al esfuerzo cotidiano, artesanal, con lo mejor de uno, sin rendirse ante quienes preferiríamos no tener cerca. Cuando supe que había fallecido Daniel, me quedé helada. Pero dentro mío sigue estando. Fue la nobleza hecha persona, un tipo que tomaba el trabajo con rigor, pero con las alas abiertas. Nunca me voy a olvidar de eso. Y trato de aplicarlo todos los días de mi vida.”

LCV: ¿Te parece escuchar un poco de cómo nació Ediciones de la Flor, que fue donde conociste a Daniel en ese rol?
Annamaria Muchnik: “Sí, claro. Daniel era el editor de Mafalda, pero también fue mucho más que eso. En dictadura, editar era una actividad subversiva. Daniel no solo pensaba los libros, los hacía. Fue un acto de resistencia. Ediciones de la Flor nació en 1966 con tres socios: Daniel, Óscar Finkelberg y Jorge Álvarez. Fue una editorial valiente. El primer libro fue una antología llamada Buenos Aires, de la fundación a la angustia. Incluía textos desde Rico Schmidel hasta David Viñas, pasando por estadísticas delirantes como el número de cretinos según el censo de 1904. Era una mezcla de cultura, política y humor. La editorial fue una locura hermosa, tan audaz que terminó en el exilio. Daniel tuvo que irse a Venezuela. Era una época en que se quemaban libros en la Argentina. Él publicaba Operación Masacre y Mafalda. No hay mucho más que decir. Fue un editor fundamental.”

LCV: ¿Qué significa para vos que haya sido el editor de Mafalda?
Annamaria Muchnik: “Significa que fue el padre cultural de una conciencia colectiva. Mafalda no es solo un personaje de historieta. Es una voz crítica, lúcida, política. Y Daniel supo ver eso. Supo que ese personaje tenía que ser un libro. Y gracias a él, Mafalda llegó a miles. Fue un acto de lectura del momento histórico. Daniel entendía lo que pasaba en el país y lo que necesitábamos leer. Tenía ese don. No solo editó libros importantes, sino que los hizo circular cuando era peligroso hacerlo.”

LCV: ¿Qué reflexión final te deja su figura?
Annamaria Muchnik: “Lo que me deja Daniel es el valor de hacer las cosas con rigor, con pasión y con responsabilidad. Era un tipo que no te ponía límites absurdos. Todo lo contrario: te decía ‘andá y jugá’. Como un padre que confía en vos, que te empuja a hacer, a probar. Yo creo que por eso fue una radio tan potente la que hizo en Belgrano, una editorial tan vital. Porque creía en las personas, en las ideas, en la cultura como herramienta de transformación. Y eso no es poco. Para mí, Divinski fue un faro. Un ejemplo de ética y de creatividad. Un editor, un gestor cultural, un militante silencioso. Alguien que no se dejó domesticar por los tiempos oscuros. Un grande.”

Seguir leyendo
Comentá

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Destacada

Contra el hambre y la crueldad: Hugo Godoy llama a movilizar En San Cayetano por tierra, techo y trabajo

En diálogo con La Columna Vertebral – Historias de Trabajadores, Hugo “Cachorro” Godoy, secretario general de la CTA Autónoma, reflexiona sobre el contexto social, económico y político que atraviesa la Argentina bajo el gobierno de Javier Milei. Con duras críticas al veto presidencial de la ley de movilidad jubilatoria y a las políticas de ajuste que afectan a sectores vulnerables, Godoy denuncia un modelo de gestión que, según él, profundiza la crueldad y el desprecio por la condición humana. En ese sentido, convoca a la movilización del 7 de agosto en San Cayetano, donde organizaciones gremiales, sociales y territoriales reclamarán por paz, pan, tierra, techo y trabajo: derechos que considera inalienables, hoy bajo amenaza.

LCV: ¿Qué se está preparando para el 7 de agosto?
Hugo Godoy: “Primero, hay que indignarse mucho con este veto. Tiene que darnos mucha indignación, mucha bronca. Hay que salir a repudiar tanta crueldad e inmundicia de este gobierno de Milei, porque son una inmundicia humana. Escondido detrás del supuesto ‘reducción del déficit de cuentas fiscales’ expresan un profundo desprecio por la condición humana. Por eso agreden a los jubilados, a los discapacitados, convalidan el genocidio en Gaza. Son pequeñas y grandes y brutales expresiones de desprecio humano las que manifiesta cotidianamente Milei. Hay que decirlo, repetirlo una y otra vez.”

LCV: ¿Por qué creés que con cosas tan evidentes como esta la gente no reacciona? Tener una persona con discapacidad, de cualquier tipo, es una realidad cercana a cualquiera. La variedad de discapacidades es tan grande que es imposible pensar que atañe solo a un sector ideológico. Esto atraviesa todo. A nadie le importa lo que pensás, le importa lo que hacés con eso. Y cuando hay que superar una discapacidad, se la supera. ¿Por qué creés que la gente tarda en reaccionar frente a una circunstancia que puede pasarle a cualquiera, en cualquier momento?
Hugo Godoy: “Creo que es porque se atienden otras prioridades y pareciera que eso no los atañe. Pero también porque los problemas de discapacidad están profundamente vinculados a la pobreza, a la alimentación. Y también hay otra discapacidad que tiene que ver con un accidente, con cómo cruzás un semáforo, con un embarazo. Es un infortunio que no reconoce patria, clase social, dinero ni bandera. No entiendo cómo no se dan cuenta de que estas medidas afectan a todos, no solo a quienes tienen menos. Los accidentes son eso, accidentes. Se le atribuye a la discapacidad un carácter circunstancial y personal, y entra en la lógica del desprecio hacia quien padece una situación así. En los sectores más afectados por la discapacidad, muchas veces hay otras urgencias, otras angustias, y entonces esto no aparece como prioritario. Hay una construcción de sentido común que considera la discapacidad como algo accidental e individual, no estructural. Sobre esa idea se justifica la falta de respuesta social. Y entonces, estas actitudes inhumanas y crueles no se colocan en el lugar que deberían ocupar.”

LCV: Te pregunté al principio por el 7 de agosto, San Cayetano, el día de la marcha.
Hugo Godoy: “Vamos en búsqueda de otra espiritualidad. Una espiritualidad donde la solidaridad, la humildad y la preocupación por el otro predominen en lo cotidiano. Donde los problemas del otro no sean infortunios individuales, sino cuestiones que nos involucran a todos. Por eso decimos ‘paz’, porque la mayor violencia es la pobreza y el hambre, y eso no es accidental, lo generan quienes quieren que existan. Decimos ‘pan’ porque es el derecho a la soberanía alimentaria, pero también lo entendemos como un bien a compartir, una comunión espiritual, no en sentido religioso, sino como acto de hermandad, de transitar juntos. Decimos ‘tierra, techo y trabajo’ porque son derechos inalienables de todo ser humano, como el derecho al agua, que también hoy está en riesgo. Estos son valores espirituales, pero también de convivencia. Son la base para construir una sociedad distinta. Si no ponemos otros valores, lo que predomina es la crueldad y lo inhumano, que es lo que representa Milei.”

LCV: ¿De dónde se sale? ¿Cuántos gremios van? ¿Dónde puede unirse la gente a la marcha de San Cayetano? ¿De dónde a dónde va la marcha?
Hugo Godoy: “La marcha comienza a las 8 de la mañana desde la parroquia de San Cayetano, donde distintas religiones bendecirán las herramientas de trabajo. Desde ahí se marcha. El grueso de los participantes se suma a la 1 de la tarde en distintos puntos. Las organizaciones que forman parte de Territorios en Lucha nos concentraremos a la 1 en Diagonal Norte y Florida. Los gremios de la CGT se encolumnarán por Diagonal Sur. A esa misma hora, dirigentes de las 12 TA y de los gremios de la CGT que integramos el Frente por Soberanía, Trabajo y Salario Digno, nos reuniremos en el Congreso para acompañar la columna que viene desde Liniers.”

Continue Reading

Destacada

Nicaragua: Gioconda Belli y los sinsabores del exilio.

Publicamos completo el post que la escritora nicaragüense Gioconda Belli compartió en su facebook ayer: 4 de agosto de 2025. Lleva casi tres años de exilio luego de haber luchado por la revolución sandinista, hoy traicionada por Ortega.

Sabía lo que era el exilio, pero nada me preparó para vivirlo otra vez después de cumplir los 70.Tenía 26 años la primera vez que tuve que exiliarme. Era 1975, y salí de Nicaragua por ser parte de la resistencia al régimen de Anastasio Somoza Debayle, el último dictador de una dinastía que había gobernado el país durante casi medio siglo. En ese entonces, era una revolucionaria comprometida, dispuesta a morir por mi país en la lucha contra la tiranía.

El exilio en el que me encuentro ahora, obligada a empezar una nueva vida en Madrid, es un exilio que nunca habría imaginado, un exilio que me impuso quien ayudó a derrocar a Somoza con la promesa de que Nicaragua nunca volvería a estar bajo el yugo de un dictador.

En 2023, junto con otros cientos de intelectuales y disidentes nicaragüenses, fui despojada de mi ciudadanía por el presidente Daniel Ortega, quien ha gobernado Nicaragua durante casi dos décadas. Aun quienes encontramos refugio en el extranjero ya no nos sentimos seguros. Roberto Samcam Ruiz, mayor retirado del ejército y crítico declarado de Ortega, fue asesinado en su casa en San José, Costa Rica, el 19 de junio. Nadie ha sido detenido, a pesar de que se trata de al menos el sexto disidente nicaragüense atacado, secuestrado o asesinado en Costa Rica desde 2018.

Este hecho revela que nada queda del Ortega que luchó por la libertad y del que fue compañero en la batalla contra la tiranía. Él ha demostrado ser, sin duda, un dictador. Igual que otros autócratas en el pasado ha usado el despojo de la ciudadanía y la inmovilidad como armas para castigar a sus oponentes políticos. Para colmo, ahora, parece que Nicaragua está entre los Estados que van más allá de sus fronteras para silenciar las voces que perciben como amenazas a su poder.Ha sido muy doloroso ver caer a mi país de nuevo en la violencia y la represión. La primera vez que salí de Nicaragua para eludir la represión de los Somozas, también viví en Costa Rica. Cuatro años más tarde, después de que los sandinistas, el movimiento de izquierda del que Ortega y yo éramos parte, derrocó a la dictadura en 1979, pude regresar. Fue un momento de grandes esperanzas, y yo me dispuse a trabajar para construir el sueño de un país libre y democrático.La guerra de guerrillas de la Contra, milicias de derecha respaldadas por Estados Unidos para deponer a los sandinistas, dejó claro muy pronto que ese sueño era una fantasía. El conflicto, que Ortega presidió durante su primer gobierno, de 1985 a 1990, dejó a los nicaragüenses exhaustos por la muerte y la escasez, y por las tendencias cada vez más autoritarias de Ortega, que vi de primera mano como parte de su gobierno.

Cuando Violeta Barrios de Chamorro, la candidata de la oposición, lo derrotó de manera contundente en las elecciones de 1990, muchos sintieron alivio. Para sorpresa de sus críticos, Chamorro se empeñó en lograr una transición pacífica del poder y promovió la reconciliación de una sociedad profundamente polarizada. Pero Ortega nunca superó su derrota, y sus ataques al nuevo gobierno alejaron a muchos sandinistas del movimiento, yo incluida.Ortega regresó al poder en 2007, en apariencia más moderado. Pero al poco tiempo puso manos a la obra para desmantelar la democracia que con tanto esfuerzo habíamos construido. Él y su esposa, Rosario Murillo, quien fue nombrada vicepresidenta en 2017, centralizaron el poder, eliminaron los límites a los mandatos presidenciales y llenaron el gabinete, los tribunales y el ejército de personas leales mientras mantenían una fachada democrática. Los acuerdos beneficiosos con la Venezuela de Hugo Chávez sirvieron para sostener la frágil economía.

El espejismo de una Nicaragua próspera y democrática se hizo trizas en la primavera de 2018. Cuando el régimen intentó modificar el sistema de seguridad social, hubo protestas pacíficas que fueron reprimidas por la fuerza y manifestantes recibieron disparos. Hubo muertos. Lo que siguió fue un estallido nacional y espontáneo impulsado por la represión y por el descontento acumulado en silencio por largo tiempo. Miles de nicaragüenses salieron a las calles para exigir la renuncia de Ortega y Murillo. La pareja respondió con sangre y fuego. Las protestas, declararon, eran un intento de golpe de Estado orquestado por el imperialismo y los cómplices traidores, de la oposición.

Grupos de paramilitares sembraron el miedo en los barrios, dispararon a civiles desarmados y derribaron barricadas que la gente había construido para protegerse. Médicos y otros trabajadores de la salud en los hospitales públicos que habían atendido manifestantes heridos fueron despedidos. La imagen de hombres armados y encapuchados en camionetas y de cuerpos sin vida tendidos en las calles evocó recuerdos del terror de la dictadura de los Somoza. Para julio, la bandera nicaragüense se había convertido en un símbolo de la resistencia. El miedo invadió los hogares. Miles de personas, entre ellas Samcam, se exiliaron en Costa Rica, como habían hecho antes generaciones de nicaragüenses.

Yo permanecí en Nicaragua. Aunque había roto con el sandinismo desde 1993, nunca pensé que Ortega sería un peor tirano que Somoza.Cuando en mayo de 2021 dejé mi casa en Managua para visitar a mis hijas en Oregón, Estados Unidos, no sabía que me marchaba para siempre. Mi marido y yo empacamos poca ropa porque esperábamos regresar en julio. Pero conforme se acercaban las elecciones previstas para noviembre de ese año, Ortega y Murillo empezaron una redada y encarcelaron a posibles candidatos de la oposición, además de a periodistas independientes, empresarios y defensores de los derechos humanos.

Mis amigos me alertaron del peligro y aconsejaron que no regresara, así que no lo hicimos. Darme cuenta de que no tenía donde vivir me sacudió. No olvido cuan desorientada me sentí. Casi un año después, nos trasladamos a Madrid con una oferta de trabajo. Alquilamos nuestra casa en Managua. Mis amigos y lectores españoles me hicieron sentir bienvenida. No estaba exiliada de mi lengua, y eso era una bendición. Durante un tiempo, me sentí segura.

Pero, en febrero de 2023, recibí la llamada de un amigo de Nicaragua. Lo que me dijo me dejó anonadada: el régimen de Ortega nos despojaba de nuestra ciudadanía a mí y a decenas de nicaragüenses, entre ellos mi hijo. Sin derecho a la defensa nos declararon traidores. Además, confiscaron nuestros bienes, anularon nuestras pensiones y más tarde borraron también nuestros nombres de muchos registros públicos.

Al día de hoy, el nicaragüense que viaja corre el riesgo de que se le prohíba regresar a su país sin ninguna explicación. En el aeropuerto para retornar a Managua, las compañías aéreas les impiden abordar y les informan que “no están autorizados” para volver. Los funcionarios de migración están legalmente facultados para denegar la entrada a cualquiera que se considere una amenaza para la paz y la seguridad. Incluso una publicación crítica en las redes sociales puede desencadenar una prohibición.

Temerosos de su propio pueblo, Ortega y Murillo han dado rienda suelta a su paranoia. Agentes de policía patrullan las calles. Las reuniones públicas, incluso las procesiones religiosas, están sujetas a restricciones. Una reforma constitucional reciente convirtió a la pareja en copresidentes y oficializó la existencia de una fuerza paramilitar. En medio de rumores sobre el deterioro de la salud de Ortega, Murillo parece tener prisa para asegurarse de que nadie desafíe su sucesión. La semana pasada, se dio a conocer que el excomandante sandinista Bayardo Arce, un rico y poderoso aliado de Ortega, había sido detenido, una medida que muchos entienden como una purga de la élite dirigente del país.

Para impedir la resistencia de la sociedad civil, el régimen ha cerrado miles de organizaciones no gubernamentales. Decenas de sacerdotes y misioneros católicos han sido detenidos o expulsados del país. Las universidades han sido tomadas. La Prensa, el periódico nicaragüense que tiene casi una centena de años y ha sido un faro de la libertad de expresión, se vio obligado a trasladarse al extranjero después de que sus oficinas fueran allanadas y gran parte de su personal tuviera que salir del país.Ahora, el régimen de Ortega está extendiendo su largo brazo más allá. Lo que le pasó a Samcam se lee como una advertencia de que hasta quienes vivimos en el exilio estamos vigilados. Es el mismo mensaje de los más sangrientos dictadores del mundo de que nadie está fuera de su alcance.

Continue Reading

Archivo

Archivo LCV/Patotic Park, por Hernán López Echagüe

El 22 de agosto de 1993, Página 12 publicaba en tapa una investigación exclusiva sobre cómo había sido la formación de patotas que fueron a agredir a los asistentes a la apertura de la Rural. Un entramado de internas del peronismo, cuando Menem era presidente y Duhalde su vice opositor. Hernán López Echagüe siguió la ruta de esa trama hasta llegar al Mercado Central en donde se reclutaban los grupos de choque. Su vida ya no fue la misma. Luego de participar del programa de Mariano Grondona en donde denunció el descalabro del Mercado y la posible relación con el narcotráfico, fue agredido en la puerta de su casa con un navajazo. Se convirtió en uno de los casos más emblemáticos de violencia contra el periodismo en tiempos de Menem y Duhalde. Luego tuvo un intento de secuestro en el Bingo de Avellaneda. Se venían las elecciones y esto parecía parte de la campaña. Salió por unos días del país con su familia. A su regreso ya nada era igual en Página 12. No tenía escritorio ni funciones. Años después supo que en ese interín el diario había sido vendido a Eduardo Duhalde. Un suplemento especial de la Provincia de Buenos Aires parecía afirmarlo, fue Lanata quien confirmó la venta. Frente al rechazo de una nota que implicaba a Rousselot, intendente de Morón, presentó su renuncia. Esta nota fue un antes y un después en su carrera periodística.

Patotic Park, por Hernán López Echagüe


Al ingresar en el Mercado Central se tiene la impresión de haber puesto los pies en otro planeta. Es un predio inabarcable, repleto de naves, frutas, verduras, pescados y cientos de hombres robustos que van y vienen cargando y descargando bultos de todo tipo. Son los changarines, la nervadura que le confiere vida y movimiento a un sitio al que habitualmente se lo suele emparentar apenas con comida. Sin embargo, este lugar que de veras parece un mundo aparte, lleno de códigos, costumbres, complicidades inextricables, se ha convertido con el correr del tiempo en un verdadero centro de reclutamiento de patotas y manifestantes. Todas las corrientes del justicialismo de La Matanza, en particular el Comando de Organización y la Liga Federal que lideran Alberto Pierri y el gobernador Eduardo Duhalde, recurren a los servicios de los changarines para conformar los célebres grupos de choque. La organización funciona de modo aceitado y las cooperativas que reúnen a esos hombres que se la pasan trasladando mercaderías de una a otra parte actúan como comités políticos de este reclutamiento. “Acá siempre hubo patotas, y son de uno u otro sector. Todos son peronistas y, entonces, claro, los dirigentes saben que acá consiguen mano de obra de inmediato”, dijo a Página/12 Aníbal Stella, uno de los directores del Mercado Central.

La Corporación del Mercado Central de Buenos Aires está situada en el cruce de la autopista Riccheri y Boulogne Sur Mer, en Tapiales, partido de La Matanza. Son seis los directores que de manera rotativa asumen la presidencia, y se trata de funcionarios cuyos nombramientos están teñidos de intereses políticos: dos son designados por la Secretaría de Comercio de la Nación; dos por la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, y los restantes por el gobierno de la provincia. Sumando changarines, vendedores y empleados administrativos, el Mercado emplea a más de cuatro mil personas. Los changarines, no obstante, constituyen la mayor parte del personal y están agrupados en cooperativas que, como los directores, poseen claras y abiertas inclinaciones políticas.

Simplemente Batata

Los hombres del Mercado que llevan a cabo la mayor y más visible actividad de reclutamiento de changarines para componer los grupos de choque del justicialismo bonaerense son tres: Raúl Leguiza, que es uno de los directores; Alberto Olmos, que ocupa una de las tantas gerencias que funcionan en la corporación, y Batata, simplemente Batata porque su pellejo es del color de la batata y contadas son las personas que en el Mercado conocen su verdadero nombre.

Leguiza fue nombrado por Duhalde y está sumamente vinculado a las cooperativas; suele definirse como un “pierrista a muerte”. A través de su excelente relación con las cooperativas -particularmente Centralmarket S.A. y Servicios y Mandatos, que funcionan en el piso tercero del Mercado–, Leguiza logra convencer a los changarines de las ventajas que acarrea formar parte de los grupos que él denomina “de seguridad”. Es que de la buena disposición de los hombres que dirigen las cooperativas depende la buena o mala fortuna de los changarines: son ellas las que contratan, pagan y, cuando se les antoja, desisten de sus servicios.

En la tarde del jueves último, cerca de una de las naves dedicadas a la venta de frutas, un changarín llamado Ramón narró a Página/12 la metodología que usualmente utilizan las cooperativas para invitar a los hombres de carga y descarga a participar en los “grupos de seguridad” del justicialismo. “Cuando empiezan las campañas siempre pasa lo mismo. Vienen los tipos de la cooperativa, te pagan por el laburo y te dicen que tal día hay acto de Pierri, de Duhalde, del Comando de Organización, y que hay que ir para garantizar la seguridad. Si no vas estás medio jodido porque después no te dan laburo. ¿La Rural? No, para ir a la Rural no me dijeron nada, pero sí me contrataron para la caravana, y fui y me saqué unos mangos. Por suerte no pasó nada. Tuve que hacer cordón, nada más, sacar a la gente del medio. Claro, si hay quilombo tenés que dar, si no ¿para qué te contratan?”


Alberto Brito Lima (izquierda), dirigente supremo del C. de O. Alberto Pierri (arriba), dirigente supremo de La Matanza y tercero en la sucesión después de los hermanos Menem.

Trabajo seguro

El cuerpo de Ramón tiene la consistencia de una piedra; mientras habla, con las manos metidas en los bolsillos del vaquero ajado, no deja de mirar hacia el piso de cemento. A su lado, algo temeroso y con el mismo tono árido de Ramón, un changarín, que dice que le dicen “Pardo”, explicó que la mayor parte de los “convocados” para formar los grupos de choque aceptan de inmediato. “Acá el trabajo lo tenemos seguro por las cooperativas, y si vos a los tipos te les negás, vas mal, te tienen después entre los ojos y cagaste. ¿Cuántos? Yo no sé. Pero te puedo decir que en esos días que vos decís, antes de la caravana y de la Rural, anduvieron por acá tipos de la Municipalidad hablando con la gente de las cooperativas, y después, mirá vos, vino el Batata a pedirnos una manito para esos actos. No, loco, yo no fui. Dije que me sentía mal.”

El misterioso Batata tiene una oficina en el primer piso del Mercado; todos lo señalan como el hombre que organiza y dirige a los changarines cuando se trata de reclutarlos; una suerte de intermediario entre la dirigencia política que tiene sus influencias en las cooperativas y “la mano de obra”, en este caso ocupada. En el Mercado se habla de Pierri, Duhalde y Brito Lima con naturalidad, como si estuvieran refiriéndose a cualquier mercancía. Sin embargo, para Aníbal Stella -uno de los directores de la Central, que se define como fiel partidario de Carlos Brown- hubo épocas peores. “Antes, durante las campañas, se cruzaban tiros de todas partes. Ahora no, ahora, como mucho, hay piñas y palos.”

Continue Reading
Advertisement

Facebook

Copyright © 2017 Zox News Theme. Theme by MVP Themes, powered by WordPress.