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Memoria

Historia en Alpargatas.

Fue en 1883 cuando comenzó la aventura de una marca señera en el país gracias a un vasco inmigrante, Juan Echegaray, que se asoció a un escocés recién llegado con experiencia en ingeniería textil, Robert Frazeer. Juntos inventaron un calzado ideal para la Pampa: lona y yute fueron la base de su éxito. Zapatilla artesanal, humilde, ideal para la oleada de inmigrantes que llenaba campos y pueblos y ciudades en busca de oportunidades. Nuevo país, nuevo siglo, nada podía ser más promisorio.

El vasco y el escocés levantaron sus propios telares para hilar la lona y en pocos años trascendieron las fronteras hacia Uruguay y Brasil. Promediaba el siglo veinte y la compañía surgida del ingenio de dos inmigrantes poseía plantas en Barracas, Florencio Varela y diversificaba su producción con otras marcas como Flecha y Pampero. Eran los sesenta y supieron renovarse con la revolución juvenil incorporando los jeans a su producción. Nuevas fábricas se abrían en Tucumán o Catamarca. En el 75, lanzaron las Topper, en homenaje al perro del entonces presidente de la empresa.

Hasta allí habían llegado, los tiempos cambiaron, el neoliberalismo hacía pié en el país de la mano de una sangrienta dictadura y los descendientes de aquellos inmigrantes emprendedores comenzaban su decadencia. Sin embargo, ese negocio cuasi artesanal pegó un salto de época de la mano de otro Vasco. Un tipo testarudo que según cuenta el diario La Nación: “en 1976, dejó de lado un futuro más que promisorio como abogado de Price-Waterhouse & Cooper y asesor de empresas multinacionales para subirse a un viejo Ami 8 y perderse por la ruta 205 vendiendo zapatillas.”

 

Ese vasco medio hippie no era otro que José Ignacio de Mendiguren quien en sus giras por el país conoció en el 76 a Roberto Frazeer, uno de los últimos dueños de Alpargatas con quien se asoció para reconvertir la empresa. Abandonó el clásico yute y las hizo con suela de goma. Ganó millones y en concordancia con los tiempos financieros se abrió camino en el sector bancario. En 1978 compró la mitad de las acciones del Banco Francés. Eran los tiempos de ‘la Patria Financiera’ de Martínez de Hoz.

Finalmente, Alpargatas vendió su participación en las financieras a Eduardo Constantini en 1991. El vasco de Mendiguren continuó con la industria textil, compró campos y en 1998 le vendió una de sus marcas más cotizadas, Coniglio, a Juan Navarro de The Exxel Group.

Así llegamos al 2.000. Junto al nuevo siglo, la fábrica Alpargatas dejaría de ser argentina. En el 2004 el grupo brasilero Camargo Correa, con actividades tan disímiles como la ingeniería, construcción o energía, se quedaba con algunas de nuestras empresas nacionales con mayor raigambre como los delantales Grafa y seguirían por las populares Alpargatas.

A partir de 2016 las noticias que llegan de Alpargatas son desoladoras. En mayo suspenden a 450 trabajadores en La Pampa, despiden a 70 en Tucumán, pasan a retiro voluntario a quien acepte. Un año después, suspenden a 1.300 empleados, empiezan a cerrar plantas en San Luis o Florencio Varela.

El año pasado, el prestigioso sitio de novedades en la industria textil, Modaes Latinoamérica, informa que la fábrica Alpargatas Argentina se encuentra inmersa en una profunda reestructuración en su país de origen que consiste en la reducción de su plantilla, así como de su jornada laboral. De hecho, la compáñía considera poner a la venta las fábricas que tiene en Argentina, donde concentra su producción de textil y confección.”

No se equivocaron. Unos meses después del vaticinio, Alpargatas decidió abandonar el país y trasladar todo lo que sea industria textil a otro lado. 

Capitales que vuelan como las golondrinas en busca de mejores oportunidades. Un buen cambio: dólar, reales, euros. Capitales, en fin.

Laura Giussani Constenla, para La Columna Vertebral, 14 de agosto de 2018

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Memoria

“Los delincuentes de guante blanco son la verdadera casta”, por Carlos del Frade

El ex comisario de la Policía Federal Argentina, Rodolfo Fischietti, denunció que el 20 de marzo de 1975 se desató el Operativo Rocamora, apellido del entonces Ministro del Interior, contra la ciudad de Villa Constitución.

Cuatro mil integrantes de diversas patotas, embrión de los grupos de tareas, coparon la geografía del sur santafesino, secuestraron a 200 delegados y trabajadores de las fábricas Acindar, Metcon, Marathon y Vilber y comenzaron a torturarlos en el edificio del albergue de solteros de Acindar, pagados a razón de 200 dólares por día por los empresarios, entre ellos José Alfredo Martínez de Hoz, por entonces gerente general de Acindar.

Era el ADN del terrorismo de estado: delincuentes de guante blanco ordenaban y pagaban a sus cancerberos para desaparecer a una generación de jóvenes trabajadores con ideas revolucionarias, la mayoría de las 30 mil personas desaparecidas a partir del 24 de marzo de 1976, donde Martínez de Hoz fue el ministro de Economía. La decisión de los jueces federales, medio siglo después, ratifica que la decisión del verdadero poder en Argentina es consolidar la impunidad de los delincuentes de guante blanco, la verdadera y única casta que existe.

Nuestra admiración y nuestro respeto para los y las sobrevivientes, los organismos de derechos humanos y las abogadas que seguirán insistiendo para que alguna vez haya justicia contra el verdadero impulsor del genocidio: el poder económico. La historia no habla del pasado, denuncia el por qué del presente.

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Destacada

Canal 13 cumple 65 años: “Lo más interesante y lo más detestable”, por Claudio Korlemblit

El 1 de octubre de 1960 se inauguró Canal 13, de Buenos Aires, concesionado por un decreto muy cuestionado de 1958 del Gral Aramburu, miembro de la “revolución libertadora”, o más bien, del Golpe del 55 contra Peron. El presidente Illia decidió, poco después de asumir la presidencia, ponerle fecha de vencimiento a la concesión a los 15 años, por lo cual pasó al Estado a fines de 1973.

Durante los siguientes 15 años fue estatal, hasta que la corrupta administración menemista lo entregó al Grupo Clarín, en 1990, bajo cuya tutela lleva 35 años. En total, 65 años de vida, donde se mezcla lo más interesante y lo más detestable de la TV argentina.

A los 20 años, ni bien salí de la colimba, tuve la posibilidad de ingresar al Noticiero del mediodía, que conducía Pinky y luego Perez Loizeau, como “compaginador periodístico”. El canal estaba bajo el control férreo de la Marina, aún con Massera en la cima y sus autoridades eran el triunvirato de Agulleiro, Madariaga y Gavilán, el último a cargo de la gerencia de Noticias. La censura era total, encarnada en los propios noteros y productores que se encargaban de filtrar cualquier desajuste.

La llegada de la democracia fue un remanso, aunque básicamente siguió el mismo plantel de profesionales, mientras que los gerentes fueron elegidos entre los productores más veteranos. No hubo ninguna “razia”, más allá de los directivos que renunciaron.

Al 13 lo dirigieron Yuyo Taboada, Eduardo Metzger y un quinteto de viejos directores de cámaras. La UCR no tenía cuadros para manejar los canales, apenas Miguel Angel Merellano para ATC, cuya gestión terminó en 1985, cuando se cayó el avión que lo transportaba.

A partir de 1990, con la vil entrega de Menem, comenzó el reinado de Clarín, que ya lleva demasiado tiempo y esperamos que termine en breve, ya que la extensión que le otorgó Néstor K. a su licencia expira este año.

Un brindis por su cumpleaños y otro por la esperanza de su recuperacion para el Estado (sin fascistas).

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Internacionales

“La guerra le quita la máscara a los que ya han elegido no ser humanos”, Silvia Salis, alcaldesa de Génova

El 12 de agosto de 1944, el ejército nazi fusiló a 560 habitantes del pequeño pueblo de Sant’ Anna de Stazzema. Familias enteras -hombres, mujeres, niños y ancianos- fueron obligadas a salir de sus casa y colocarse frente al pelotón de fusilamiento. En un nuevo aniversario de esta herida abierta, la alcaldesa de Génova fue la encargada de decir unas palabras mientras la primera ministra, Giorgia Meloni, permanecía en silencio. En su discurso, Silvia Salis, dijo lo que había que decir. “La Resistencia no es un capítulo cerrado… la Resistencia es un músculo. Y todavía lo estamos ejercitando.”

Silvia Salis, Alcaldesa de Génova

“Me llamo Silvia. Soy una ciudadana de la República de Itala. Soy hija de Génova, una ciudad que dio su vida por la Resistencia, que se liberó de la locura del nazifascismo, una ciudad que dio la vida por la Resistencia. Una ciudad medalla de oro de la Resistencia, como lo es Stazzema. Estoy aquí, en este lugar sagrado, NO para recordar. Estoy aquí para no olvidar, que no es lo mismo.

Recordar es una acción que pertenece a la mente. No olvidar también pertenece al corazón. Y hoy, con el corazón, aunque no nos demos cuenta, hacemos ruido. Quiero que este ruido se escuche hasta el valle. Porque estamos aquí para elegir. Para elegir de qué lado estar. Porque cada vez que honramos la masacre de Sant’Anna di Stazzema no hacemos un gesto formal. Tomamos posición. Miramos a la Historia a la cara y decimos: «No olvido. Resisto. Continúo el camino de quienes fueron arrebatados de sus vidas, para defender las nuestras». La memoria de la Resistencia es nuestra memoria, es la memoria de quienes lucharon para derrotar al fascismo y al nazismo. (…)

La Resistencia no es un capítulo cerrado… la Resistencia es un músculo. Y todavía lo estamos ejercitando. Dicen: «La política de hoy ya no es lo que era. Faltan ideologías». En cambio, yo digo que las ideologías sí están ahí. Y añado, afortunadamente, que no me siento como quienes, incluso hoy, minimizan la Historia. No me siento como ellos, ¿es una cuestión de ideología? Quizás, pero sobre todo, es una cuestión de humanidad. Aquí no había un mañana. Porque los ogros cerraron la puerta del tiempo a 560 seres humanos. Algunos dirán: «Pero era tiempo de guerra». Pero la guerra no justifica el horror.

La historia enseña que cuando se pisotean los derechos fundamentales no se trata de un fenómeno aislado. La barbarie se difunde, nuestro mismo ser humanos se pone en discusión.

Hoy como ayer las víctimas son inocentes, y existe todavía quien justifica la violencia contra quien no tiene ninguna culpa. La barbarie de Stazzema es la misma que está devastando otros lugares del planeta. Hoy, Bianca podría ser una mamá de Gaza o de Kiev.

La guerra les quita la máscara a quienes ya han elegido no ser humanos. Cada época tiene su propia forma de difundir la aparente verdad. Érase una vez, había balcones y plazas. Hoy, encuestas, publicaciones, hashtags, frases populistas gritadas en programas de entrevistas, quizás sin siquiera un interrogatorio. El fascismo no le teme a las armas, le teme a la cultura. Le teme a los libros. (…)

¡Viva Santa Ana! ¡Viva la Resistencia!

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