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Opinión

La plata o la vida, por Alvaro Hilario, desde Portugalete, País Vasco.

Me cuesta saber cuánto tiempo llevamos bajo arresto domiciliario sin
mirar el calendario, sumergido como estoy en una rutina de compras, ollas
y lavarropas que se hace más rutina y más difusa por la acumulación de
feriados católicos y la suspensión –a veces- de las actividades económicas no esenciales que, en el País Vasco, para mi desgracia, parece reducirse solo al rubro de bares y borracherías. De hecho, ayer, martes, 14 de abril, se reanudó la actividad económica en el País Vasco y en siete comunidades autónomas más que tuvieron feriado este lunes de Pascua. Para consuelo de los trabajadores, se reparten barbijos en subtes y terminales de bondis y colectivos, no vayamos a pensar que entre plata y salud nuestras autoridades han optado, cediendo a las presiones del empresariado, por la primera.

Los que peor la pasan
Niñas y niños, mientras tanto, llevan más de un mes encerrados. Su
pequeña gran imaginación parece suplir cualquier falencia. Más difícil es,
sin embargo, la situación de la adolescencia, franja poblacional consciente
y sin derechos que la está pasando mal. Muy mal.
Milicos y cana sin barbijo, cámaras de TV entrando en los hospitales,
perros paseando, pero nuestra pequeña gente, a diferencia de lo que
sucede en los estados vecinos de este nuestro occidente libre, no goza ni
de una hora de paseo.
Amén de víctimas de un arresto inhumano, infancia y juventud están
siendo estigmatizadas como vector de contagio y demás paparruchas que
nadie ha probado. El estado también echa mano de los bulos.
Varios presidentes de comunidades autónomas (CCAA), las comunidades
educativas y de psicología piden aflojar la mano para esta gente que está
teniendo serios problemas de ansiedad, estrés, obesidad y somatizaciones
diversas. El mundo de la psicología exige que los menores de 6 años salgan
ya y que toda la infancia sea la primera en pisar la calle cuando empiece a
levantarse el arresto domiciliario.
El Gobierno español, mientras tanto, escurre el bulto. Inquirido al respecto
por la prensa este pasado lunes, 13 de abril, el ministro de Sanidad,

Salvador Illa, respondió: “Vamos a actuar con máxima cautela. Cuando
creamos que se dan las condiciones de seguridad en base a los datos, para
tomar esta decisión, la tomaremos y la daremos a conocer. Por ahora
siendo conscientes del sacrificio, hay que mantener esta medida”.
Al hilo de estas jóvenes generaciones, señalar que el Ministerio de
Educación –otro que lleva dos meses en el terreno de los expedientes X-
anunció hoy que acordó conceder aprobado general: esto es,
salvo excepciones, todos el alumnado pasará de curso, aunque no con las
mismas calificaciones.
El tercer y último trimestre se da por perdido. Impartir materias online es
tarea de titanes cuando no labor imposible: un 20% del alumnado de todo
el Estado español carece de acceso a internet; no se sabe cuántos pibes
están sin realizar las tareas por carecer de computadora propia … Por no
hablar de que pocos hogares gozarán de 4 o 5 compus o tabletas.
La crisis, ya decíamos, es clasista.
Le damos duro al futuro y con un caño a nuestra gente grande que, a
miles, fallece en esos morideros llamados “residencias” de modo
eufemístico, morideros a los que los recortes presupuestarios de la última
década han dejado en banda. Gente grande que sufrió la guerra de 1936, la
dictadura nacional-católica de Franco. Gente grande que lleva más de un
año de lucha en defensa del sistema público de pensiones.
Gran parte de esta gente lleva también más de un mes sin ver la calle, sin
contacto físico y con la TV y el teléfono como únicos vínculos con el
mundo exterior.
Hace pocos días, en la cola del pan, una anciana relataba, amargamente,
que su hijo le deja las viandas en la puerta de la casa, embozado, provisto
de guantes, y desaparece.
Hace un mes que no toco a mi vieja, pero después de manejar 10
kilómetros por rutas con abundancia de camiones entro las compras hasta
la cocina. No se queja, no exige, no pide. Es dura. Escolarizada en un
colegio de monjas donde el cupo de pobres que les correspondía y al que
mi vieja pertenecía era colocada en el coro, en la parte superior e invisible
de la iglesia, durante las misas, a los 10 años ya trabajaba para ayudar a la
familia que se cagaba de hambre en la infame postguerra de los que
siempre pierden. No se queja, pero sus ojos están tristes. ¡Qué pensará!
90 pirulos.
Y qué pasará por la cabeza de la población reclusa española, entre 50.000
y 60.000 personas sometidos de siempre a una política penitenciaria que

César Manzanos, presidente de Salhaketa (Asociación pro derechos de los presos sociales) califica de “carcelicidio”. La pandemia ha acentuado más si cabe el habitual secretismo respecto a la cárcel, la atención médico-sanitaria y las precarias condiciones higiénicas. Es por eso que Salhaketa y otras 65 organizaciones demandan a las autoridades la adopción inmediata de una serie de medidas urgentes: el refuerzo inmediato del personal sanitario en los centros penitenciarios, que en caso de dar positivo en la prueba, la persona afectada cumpla el aislamiento en una instalación médica y no en una celda, y medidas especiales de control para funcionarios y trabajadores. Exigen también que la Administración mantenga informadas a las familias sobre el estado de salud de sus familiares en prisión. Además, han solicitado la excarcelación de las personas presas en situación de riesgo, como mayores de 70 y las enfermas, y la de aquellas que estén preventivas o que tengan condenas de corta duración. “La excarcelación tiene que ver con un tema muy sencillo”, dice César, “las prisiones están por encima de su capacidad, por eso el riesgo de infección es altísimo”. Opina que la respuesta del Estado llegará cuando la situación “se les vaya de las manos”, y probablemente será tarde.


Desinformación y propaganda
Se apacigua la efervescencia insurgente de los primeros días. El sistema se
recompone de sus momentos de zozobra y se vale de la sobreabundancia
de información y de una rígida agenda para adormecer conciencias y
seguir vendiendo el militarizado mensaje de unidad nacional.
La máquina de propaganda y desinformación está en marcha aprovechando este distanciamiento físico impuesto que dificulta lo
colectivo en una sociedad que ya era muy individualista e incapaz de
reconocerse como clase.
Nos saturan de programas sobre el covid 19, inundándonos de datos, de
polémicas sobre barbijos y respiradores, de historias humanas, humanas
hasta lo empalagoso. La patria unida contra el virus. Una patria heroica,
unidad de destino en lo universal, heredera de aquella patria ibérica y
eterna de Numancia y Sagunto que resistió al invasor romano. Ya
imaginan ustedes: esos mitos tan útiles a la hora de construir una
identidad nacional.
Héroes y heroínas de toda clase. Policías en el balcón. Melodía pop,
adoptada de modo espontáneo tanto para una telenovela argenta como
para una película de Almodóvar o para himno de la ciudadanía resistente.

Y esas ruedas de prensa del Comité de Gestión Técnica de la crisis,
plagadas de uniformes, de cana y de milicos.


La plata o la vida
En la pelea entre salud y economía, acá también se impuso la economía.
No sé si el arresto domiciliario y el distanciamiento físico son la solución,
pero si así lo determinan las autoridades debería ser cumplido en toda
circunstancia.
Es difícil no acordarse de la masacre de Bérgamo, donde la industria siguió
funcionando por presiones empresariales y este marzo la zona registra un
400% más de muertes que el mismo mes de 2019.
Es difícil no acordarse de todo el mercado laboral en negro español; de la
mano de obra precaria; de los contratos chatarra; de toda la gente que
vive al día y, en estos momentos, no levanta un mango; de los 6 millones
de personas en desempleo. De esas insuficientes ayudas al desempleo
ahora generado que, además, no se materializan aún.
A pesar del ejemplo italiano y de la oposición sindical, después de los
feriados de semana santa, este lunes y martes se reemprendió la actividad
laboral en todo el Estado. Aunque todas las partes implicadas lo niegan,
parece ser que las organizaciones empresariales han presionado al
gobierno de coalición de PSOE-Unidas Podemos a tomar dicha medida.
Parece que el Partido Nacionalista Vasco (PNV) ha ejercido de correa de
transmisión de la patronal vasca -CONFEBASK, ligada a la producción
industrial- a la hora de transmitir esas presiones a Madrid. No hay que
olvidar que fue el Gobierno vasco, liderado por el PNV (como casi todas las
instituciones vascas), el que de modo más enérgico crítico el parón
económico-laboral. En esta ocasión parece que ha jugado con sus 6
diputados, pocos pero indispensables para un Gobierno de frágil mayoría
parlamentaria y que los necesita para sacar adelante los presupuestos
generales del Estado, amén de toda medida relacionada con la crisis
actual.
En una crisis generada por una emergencia sanitaria mundial es difícil
encontrar responsables y ponerles cara, algo habitual desde que la
globalización se hizo tan implacable, pero, es innegable, hay quienes
empiezan a hacerse notar, a hacerse antipáticos. El presidente vasco, Iñigo
Urkullu y su consejera de Desarrollo Económico e Infraestructuras,
Arantxa Tapia, encendidos defensores del laburo a cualquier precio, son
dos.

Comercio, Turismo, Hostelería, Cultura son algunos de los rubros más
vapuleados y que más negras perspectivas de recuperación tienen al estar
encerrada su clientela nativa y foránea. Son también sectores muy
precarizados que están dejando en la banquina a cientos de miles de
personas que ya venían con una realidad económica muy cascoteada.
Pero, obvio, ya lo dijimos en alguna otra nota, hay otros rubros, otras
empresas que no paran de hacer caja. Para saber cuáles son no hay más
que ver y escuchar las propagandas en radio y TV: aseguradoras, grandes
cadenas de alimentación, eléctricas, seguridad privada, operadores de
telefonía e internet, plataformas de contenidos digitales, empresas de
juego online y bancos.
Todas las propagandas están cortadas por el mismo patrón: ofrecen sus
servicios (a los que debemos recurrir sí o sí) como quien hiciera un favor a
la vez que edulcoran su voracidad aconsejándonos a quedarnos en la casa
(como si hubiera otra opción) y dedicando unos segundos a reconocer la
labor de la nómina de héroes y heroínas que ya incluye hasta a los pibes
haciendo las tareas escolares y a quien al cocinar solo hace lo justo para
una persona. Todo el mundo es mercado, claro.
Dolorosas son, en especial, las propagandas de la banca que, por las
dudas, no hace amago de devolver los 63.000 millones de euros de guita
pública del rescate.
Esa habilidad de parecer que se da en vez de pedir, diríamos.
Para muestra, un botón: el 26 de marzo, el diario “El País” publicó una
nota titulada “BBVA, Iberdrola, Inditex, Santander y Telefónica donan 150
millones a la sanidad pública para material médico”. Decir, en primer
lugar, que Santander y BBVA son, desde 2014, parte del accionariado del
diario madrileño. Por su parte, el BBVA (por traer acá a una de las
empresas de la nota), que tenía en 2012 33 sociedades en paraísos fiscales
e invierte anualmente 2.700 millones de euros en la industria
armamentística, ganó 23.201 millones de euros netos en los años más
jodidos de la crisis (2008-2014).
De Inditex, Zara, y Amancio Ortega ya hablamos. (continuará…)

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Último acto: Frío, sombrío y melancólico, por Hugo Asch*

Crónica del último acto de Milei en Moreno, sin brócoli: mucho frío, público con delay, Nisman, opereta, “no toquen a mi hermana”, ‘políticos corruptos’, ‘me van a matar del disgusto’ y la ilusión del empate técnico.

Por alguna razón, el sombrío cierre de campaña de Javier Milei en el barrio Trujui de Moreno me recordó cosas de mi niñez. Verlo así, tan ajustado y redondito debajo de la campera larga, una chaqueta negra, la remera térmica y el chaleco antibala, me recordó una tarde brava de invierno en la Isla Maciel, al final de un partido entre San Telmo y El Porvenir. Tenía 12 y me había llevado mi amigo Omar con un grupo de hinchas del barrio. La cosa se puso brava al final del partido y hubo gritos, amenazas y el lejano reflejo de un cuchillo en la tribuna local. Los de San Telmo querían robarnos la bandera, así que la solución fui yo. Envolvieron pacientemente el trapo blanco y negro sobre mi cuerpito y así quedé. Relleno y duro como un matambre, bamboleante, inseguro como Milei en el acto de esta noche, con quince vueltas de tela bajo mi sobretodo. Ese día me convertí en héroe. El tono grave de Milei, fallido y forzado como nunca, también me llevó a mis 10 años, cuando contaba mi chiste preferido: el del nene que se queda solito en la casa, escucha ruidos y hace lo que su mamá le había aconsejado. Pone ‘voz de grande’ y grita: “¡Quiéénnn aaabióóó la peta…!”. Más o menos como Milei.

El público, tan muerto de frío como el presidente en campaña y los que lo rodeaban, escaso de reflejos, aplaudía con delay uno o dos segundos más tarde de lo indicado. Cada tanto gritaban melancólicamente: “¡Pre-si-dente, pre-si-dente…!”, como una confirmación, o un anhelo imposible. No se engancharon con la consigna ‘Kirchnerismo nunca más!’, ni festejaron con risotadas cada vez que era citado ‘el enano soviético’. Un público difícil, con más ganas de dormir una siesta tardía que de celebrar a ese líder envasado al vacío.

Milei defendió a la hermana y al mismo tiempo destacó, con detalle exquisito, sus mejores virtudes a la hora de denunciar a los políticos corruptos que se quedan con el dinero de la gente. La asociación era inmediata e inevitable. “¡No proyectes!”, daban ganas de gritarle. Al final era cierto: el tipo efectivamente tiene un inconsciente. El discurso fue errático, tedioso, armado con piezas de diferentes rompecabezas que nunca encajaban. A su habitual obsesión por cantar la del “pingüino y el cajón” esta vez sumó al fiscal Nisman, ten years after. “¡Si se tienen que cargar vidas humanas no les importa nada: se cargaron a Nisman!”, dijo, y provocó un silencio incómodo de respeto y/o perplejidad. El momento más original del acto fue cuando confundió al conurbano bonaerense con California y recordó cuando la gente vivía tranquila, no cerraba con llave la puerta de su casa y los niños jugaban en paz porque no había robos ni comunismo. Milei repitió frases hechas como una ametralladora, habló de una “miserable opereta en su contra” y culpó al kirchernismo hasta del hundimiento del Titanic. Fue todo muy aburrido hasta que su espíritu ganador afloró en todo su esplendor. El que tiene hoy, quiero decir.“¡Los encuestadores coinciden en situarnos en una situación de empate técnico…!”, se entusiasmó ante el desconcierto general. El tenue brillo en sus ojos y la sonrisa congelada de los demás fueron la mejor foto de la noche.

*Hugo Asch, inició su carrera periodística en 1974. Fue redactor de la revista Siete Días, prosecretario y subdirector de Gente, Secretario de Redacción de Clarín, editor general de Perfil y director de Playboy Agentina, entre otros medios de Argentina y España.

En su facebook, hoy, se define como ‘creador digital’.

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Espeluznante, por Hernán López Echagüe

Esa palabra extraña salía a cada rato de la boca de mi tío abuelo, Cango, allá por mil novecientos sesenta y poco, recostado en su mecedora de cañas, en tanto tomaba una copa de vermut, a la que me invitaba a mojarme un dedo y probar. Acá, querido, en Parque Leloir, todo se ha vuelto espeluznante.

¿Espeluznante? Sí, querido. Los ricos están comprándose todas las tierras, y no habrá manera de sacarlos, a menos que agarremos escopetas. Y con la copa en la mano se metía en la casa de campo y regresaba con un diccionario Jackson. Se dejaba caer de nuevo en la mecedora, abría el diccionario y me recitaba, con voz borrachosa: “Espeluznante: sobrecogedor, estremecedor, aterrador, escalofriante, horrible, espantoso, monstruoso, terrorífico, horripilante, pavoroso”. ¿Entendés lo que digo, querido? No, de modo alguno llegaba a entenderlo.

Me llevó muchos años entender, en el sentido más lato, y, digamos, carnal, el significado de esa palabra que durante tiempo había tenido como el arrebato de un viejo que me había hecho conocer el vermut. No resultó difícil caer en la cuenta de que todo lo que ocurre en el mundo estremece y aterra.

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Gaza, ya!!/”Es mi familia, Kay. No soy yo”, por Michael Sfard

Traducción del francés y edición de María Urruzola.

Tribuna de opinión del abogado de Derechos Humanos israelí Michael Sfard, publicada el 28 de agosto en el diario israelí Haaretz. Sfard es un abogado israelí especializado en Derechos Humano y Derecho Internacional Humanitario. Es uno de los juristas más conocidos en Israel por su defensa de los derechos de los palestinos y sus acciones contra la ocupación israelí. Su último libro (2025) se titula: “La ocupación desde el interior: viaje a las fuentes del golpe de régimen”.

“Cuando Michael Corleone (interpretado a la perfección por Al Pacino) lleva a Kay Adams (Diane Keaton) a conocer a su familia en ocasión del casamiento de su hermana, en el primer episodio de la trilogía de El Padrino, ella descubre una historia muy dudosa respecto a la familia a la que está a punto de incorporarse: una familia que arregla sus problemas a través de una mezcla de violencia y corrupción. Cuando Michael se da cuenta que Kay está shockeada, intenta tranquilizarla: “Es mi familia, Kay. No soy yo”.

Uno no elige a la familia, e Israel es mi familia. Y es una familia criminal. Entonces ¿cómo seguir viviendo con semejante familia? Todo está contaminado

Israel está en vías de destruir Gaza. Llámele limpieza étnica, llámele aniquilación, llámele genocidio, llámele como quiera. Yo no tengo ninguna duda de que Raphaél Lemkin, el jurista judeo-polaco que acuñó el término de genocidio (1), declararía, llorando de vergüenza, que el Estado judío comete un genocidio en Gaza. Israel aniquila el sitio y extermina al grupo humano que allí vive. La destrucción física del espacio gazatí es sistemática: casa tras casa, edificio público tras edificio público, infraestructura tras infraestructura. Piense en su barrio: la escuela de sus hijos, la policlínica, el centro comercial, la plaza de juegos, los edificios de casas. Imagínese que todo, absolutamente todo, es borrado de la superficie. Nada de casas, nada de barrio, nada de comundiad. Eso es hoy Gaza. Un lugar que albergaba a más de dos millones de personas se ha transformado en un inmenso terreno baldío, grado cero. Escuelas, clínicas, tiendas, cañerías de agua, electricidad y saneamiento, rutas, veredas -todo se ha transformado en cenizas y polvo. Según datos calculados a partir de imágenes aéreas, 70% de las construcciones de la banda han sido totalmente destruídas o son inhabilitables -y eso antes incluso del « Merkavot Gid’on B » (Ndr: operación Carros de Gedeón, mayo 2025), y la promesa del ministro de Defensa a los rabinos del sionismo religioso de que “Gaza parecerá Beit Hanoun” (Ndr: demolida por completo, buscar en Wikipedia).

Un lugar que albergaba a más de dos millones de personas se ha transformado en un inmenso terreno baldío. Eso es hoy Gaza.

La masacre masiva de habitantes es más caótica todavía que la destrucción del espacio físico. Ella es llevada a cabo por bombardeos desproporcionados, el derrumbe del sistema de salud y, paroxismo del horror, por la hambruna. Al crear deliberadamente una hambruna masiva, al impedir expresamente la entrada de alimentos y de ayuda humanitaria, al desmantelar el sistema internacional que distribuía ayuda en centenares de puntos a lo largo y ancho de la banda y al reemplazarlos por solo cuatro: tres al sur y uno al centro. Al norte, nada. Todo eso para obligar a los Gazatíes a desplazarse. Como se atrae a un perro hacia afuera de una casa, con un plato lleno de comida. Las cifras de quienes mueren de inanición son inimaginables. Las imágenes hielan la sangre. Israel destruye Gaza.

Somos pocos pero tenemos peso. Debemos luchar contra nuestra familia: apoyar a los objetores de conciencia…

Somos pocos, pero tenemos peso. Debemos luchar en conjunto contra nuestra familia: apoyar a los objetores de conciencia, llamar a la aplicación de sanciones contra Israel y a la realización de investigaciones internacionales.

Entonces… ¿cómo seguir viviendo al ser parte de un colectivo que perpetra un exterminio? ¿Cómo levantarse cada mañana y mirar a los ojos al almacenero que vuelve del servicio de reserva militar, al soldado que está sentado en el café, al vecino que sostiene un cartel que dice “Juntos venceremos”? Lo más simple es mirar a Ben Gvir o a Bezalel Smotrich (nota al pie) y decirse que no tenemos nada que ver. Lo más calmante es pensar en esos dos fascistas de zócalo, que al contrario de sus homólogos italianos o alemanes no tienen ni clase ni estética, solo un racismo salvaje y una crueldad sádica, y tranquilizarse uno mismo. Lo más simple es escuchar a Smotrich declamar que es moral matar de hambre a los Gazatíes y no muy grave sacrificar a los rehenes. Lo más simple es menosprecia a Ben Gvir, que se excita ante la idea de limpieza étnica (“aliento a la emigración”, como lo llama) y decirse que eso no somos nostros.

Cuando el tambor de guerra hizo callar a las voces que advertían sobre crímenes de guerra, todos los componentes de la sociedad se encontraron encadenados a la complicidad con el crímen

Pero el proyecto criminal imperdonable de la destrucción de Gaza es un proyecto pan-israelí. No podría haber existido sin la cooperación -activa o silenciosa- de todos los componentes de la sociedad judía de Israel. El gobierno obtuvo la lealtad hacia ese crímen desde los primeros días de la guerra, cuando el ataque israelí sobre Gaza tenía la forma ya de un ataque total contra todo lo que fuera gazatí, un ataque que ni siquiera pretende ser solo sobre objetivos militares.

En ese momento, cuando el tambor de guerra hizo callar a las voces que advertían sobre los crímenes de guerra, todos los componentes de la sociedad se encontraron encadenados a la complicidad con el crímen. Como el nuevo llegado a la mafia, al que se obliga, delante del padrino y sus lugartenientes, a matar a un comerciante que no pagó su protección, sellando así una alianza de sangre con la “familia”. De esa manera, centenares de miles de israelíes respondieron al llamado a bombardear, aplastar, liquidar y hambrear. Centenares de miles que tienen una responsabilidad directa en la exterminación, y millones, indirectamente, ligados al pacto criminal y a su negación, o, cuando la negación ya no es posible, a su justificación.

Ningún colectivo profesional israelí se animó a emitir una protesta moral contra el exterminio

Ya no hay duda hoy y no puede haberla: lo que sucede en Gaza es Israel cometiendo crímenes contra la humanidad a una escala aterrorizante. Destruye todas las infraestructuras vitales y hambrea a su población. Además, declara oficialmente su intención de purificar etnicamente la banda, o de realizar la “visión Trump”, como Netanyahu -el Dark Vador israelí- llama al plan de purificación. E incluso hoy, cuando ya está todo claro y es difícil rechazar la acusación de genocidio, los iraelíes bajan la cortina y siguen con su vida cotidiana. Ningún colectivo profesional israelí se animó a emitir una protesta moral contra el exterminio: ni la asociación de médicos, muda de manera desmoralizante ante la destruccción sistemática del sistema de salud de Gaza y la muerte de más de 1500 miembros de su personal; ni los sindicatos de docentes, cuyo silencio ante la destrucción total del sistema educativo de la banda enseña a sus alumnos israelíes que todos los seres humanos no han sido creados a la imagen de Dios; ni la orden de abogados, cuyo presidente aparece reclamando la detención del ministro de Justicia porque éste cambió la cerradura de su escritorio para humillar al Fiscal General, pero no encuentra motivo para decir una sola palabra sobre los proyectos de transferencia y hambre del gobierno, o los bombardeos sobre los tribunales de Gaza, sobre la desnutrición y el maltrato a los presos palestinos en las carceles israelíes, transformadas en campos de tortura, o sobre la colaboración desesperante de la Corte Suprema con todo eso.

Los medios israelíes son el fogón tribal en el que Gaza se quema

¿Y los Medios israelies de masa? Inútil perder el tiempo con esos que se llaman “periodistas”, que se han puesto de acuerdo para no informar sobre el sufrimiento que infringimos a los habitantes de Gaza -complot que es un crímen profesional-, quienes durante meses azuzaron la guerra y permitieron la incitación a los crímenes, que continuan hoy impidiendo cualquier crítica, que no han dicho una palabra sobre la muerte sistemática de periodistas en Gaza, ni contra la decisión del gobierno de no dejar entrar a periodistas independientes -ni siquiera en los tanques del ejército, ni siquiera para servir al discurso del portavoz oficial. Los medios israelíes son el fogón tribal en el que Gaza se quema.

Uno no elige a la familia, e Israel es mi familia. Y es una familia criminal. Entonces, ¿cómo seguir viviendo con semejante familia? Todo está contaminado. El mismo día en que el diario Haaretz publicó decenas de fotos de niños famélicos creados por nuestras manos, la cadena 13 emitió un programa promocional sobre la alta gastronomía israelí y las estrellas Michelin que nuestros grandes Chefs recibirían en breve.

Michael Corleone pensaba poder seguir en su familia sin llevar una vida criminal. Al final, heredó el lugar de su padre y se volvió el gran padrino de la organización mafiosa de la familia. Hay dos maneras de evitar ese destino: la primera es divorciarse de su familia. Estos dos últimos años, muchos se han ido efectivamente del país. Pero hay otra opción: combatir a la familia. Verdaderamente combatirla. Comprender que en este punto, la familia es el enemigo.

El problema no son, lo repito, Ben Gvir y Smotrich. El mal surge de númerosos lugares del llamado “liberalismo anti-Bibi” propio de nuestra deformada realidad israelí. Pero -y es muy importante esto- hay también miembros de la familia que se rebelan. Docentes, artistas e intelectuales, abogados, periodistas, médicos, trabajadores sociales, universitarios, y numerosos militantes que han tenido el coraje de elevar su voz contra la destrucción en Gaza, con peticiones, videos y manifestaciones.

Somos pocos, pero no sin peso. Juntos, tenemos que luchar contra nuestra familia por todos los medios no violentos. Seguir la vía de Abraham nuestro ancestro quien, según el midrash, quiebra los ídolos a los cuales su padre rendía culto; la vía de Moises, quien se insurge contra su familia adoptiva egipcia para conducir a un pueblo de esclavos hacia la libertad, y la vía de todos los profetas que recriminaron al pueblo pecador y a los reyes criminales. En términos de hoy, eso significa apoyar a los objetores, alentar las investigaciones internacionales y llamar a la imposición de sanciones y al aislamiento político de Israel. Inscribir en el cuerpo lo que no penetra en la cabeza y el corazón, preservar una isla de valores humanos y, sobre todo, parar el exterminio”.

Notas al pie:

Ben Gvir y Bezalel Smotrich: los dos ministros de extrema derecha del gabinete israelí que se enfrentan a sanciones del Reino Unido, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Noruega, y que son fundamentales para la supervivencia política del primer ministro, Benjamin Netanyahu. Este formó en 2022 el gobierno más derechista de la historia de Israel tras negociar una coalición con Bezalel Smotrich, cuyo partido, Sionismo Religioso, tiene 14 de 120 escaños en la Knéset —el parlamento del país— e Itamar Ben Gvir, líder de la formación Poder Judío, que suma seis diputados. Las dos formaciones reúnen únicamente 20 de los 67 escaños de la coalición en el Parlamento, pero su influencia es enorme, ya que si la abandonan —como ambos amenazan repetidamente con hacer— el Gobierno caerá).

artículo archivado en hebreo: https://archive.md/sJqXp

Michaël Sfard (מיכאל ספרד) representa a varias organizaciones de defensa de los derechos humanos, como Yesh Din, B’Tselem, et Breaking the Silence. Tiene en marcha varios procedimientos judiciales contra la construcción de colonias, el muro de la separación, las expulsiones forzadas y otras políticas de ocupación y apartheid. Su último libro se títula “Ocupación desde el interior”, fue publicado este año 2025, y propone un análisis crítico de la larga ocupación de los territorios palestinos y la erosión de la democracia israelí. Muestra cómo el régimen militar en Cisjordania influyó en la política interior de Israel, en particular en la desviación autoritaria y las reformas judiciales recientes.Su anterior libro, “The Wall and the Gate” (2018) -también disponible en inglés-, cuenta sus batallas jurídicas contra la ocupación y se pregunta sobre el papel del derecho: ¿herramienta de protección o instrumento de dominación?Buena pregunta para todas las democracias.

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