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Succesion II, por Juan José Salinas

Investigación realizada por el autor a lo largo del año 2005. Publicada completa por primera vez en su portal pajarorojo.com.ar en el 2011, con el título: Ernestina, la apropiadora. De cómo heredó Clarín con un testamento trucho

La versión original de este artículo estaba dividida en ocho partes. LCV ofrece su lectura completa en dos entregas. Si te perdiste la primera, en donde se plantea el inicio de una trama digna de un thriller podés leerla en esta misma sección de Archivos. https://www.lacolumnavertebral.com.ar/2023/03/27/succession-de-como-ernestina-trucho-un-testamento-por-juan-jose-salinas/

La denuncia

El juicio se desarrollaba en la misma sala de Audiencias del Palacio Tribunales dónde una década atrás se había juzgado a las Juntas Militares. Ese 24 de agosto de 1995 y en ese augusto escenario, un hombre calvo y erguido de 74 años  fue condenado a 15 meses de prisión en suspenso por “tentativa de estafa procesal”.

La trascendencia del acto surge  de que de esa condena, la de Emilio Jaján, surgió automáticamente, como respuesta, la denuncia de la apropiación ilegal, por parte de Ernestina Herrera de Noble, de los dos hijos que había “adoptado” en 1976, Marcela y Felipe.

Un secreto a voces

Por increíble que parezca, hasta entonces nadie había denunciado a la Justicia lo que era un secreto a voces, cuando menos entre muchos periodistas: que los hijos de Ernestina habían sido paridos por detenidas-desaparecidas. Y puesto que no los habían reclamado, que también sus padres parecían haber sufrido el mismo horrible destino.

Jaján había sido condenado a instancias de Ernestina, que lo acusó de adulterar evidencias para sustentar la querella que, por el cobro de importantes honorarios, le había iniciado. A ella y a los directivos de Clarín.

El 6 por ciento

Aseguraba Jaján que los directivos de Clarín le habían prometido el 6 % del paquete accionario de AGEA (Arte Gráfico Editorial Argentina SA, la sociedad que publicaba el  diario) en pago por una tarea que había cumplido a la perfección.

Tarea tan importante había sido, recordó, que había impedido que la única hija de Roberto Noble, Guadalupe, heredara el matutino, dejando a aquellos  directivos en la puta calle.

Un ex amigo federal

Así, a la demanda de Jaján, Ernestina, Magnetto & Cía. habían respondido con otra demanda. Sin poner en duda la importancia del hallazgo (Al que nos referiremos más adelante.) argumentaron que no había sido Jaján quién lo había hecho, sino un ex amigo suyo, a la sazón abogado de la Policía Federal,  Raúl Bernardz.

De ahí lo de “tentativa de estafa procesal”.

Jaján, un optimista inveterado, escuchó la sentencia con expresión desolada. Cuando terminó de leerse, cerca de las 20, hacía rato que había caído la noche. Los jueces  se estaban levantando cuando una mujer que estaba en medio de la sala se puso de pie y se dirigió a ellos de viva voz:

“¡Un momento señores camaristas: Quiero presentar una denuncia!”, gritó Ana Elisa Feldman, la esposa del condenado.

Sorprendidos

Estupefacto, el presidente del Tribunal Oral en lo Criminal nº 1, Luis María Ragucci, cruzó en voz baja algunas palabras con los vocales, Martín E. Vázquez Acuña y Ricardo Giúdice Bravo. Después invitó a la mujer a pasar a la contigua Sala de Acuerdos.

Allí, y en presencia de los miembros del tribunal y del fiscal Luis Jorge Cevasco, Ana Elisa comenzó a declarar en voz alta y pausada,  de modo  que la secretaria Erica Susana Manigot pudiera transcribir sus palabras. La intempestiva denuncia los había sorprendido sin una mísera máquina de escribir.

“La compareciente expresa que presenta dos fotocopias de actas de adopción (se trataba, en realidad, de sus partidas de nacimiento) presentadas por doña Ernestina Laura Herrera de Noble de los niños adoptados respectivamente con los nombres de Marcela y Felipe Noble Herrera, en las cuales no figura ni nombre de padre ni nombre de madre…”, manuscribió trabajosamente la secretaria Manigot.

Progenitores borrados

Tras algún titubeo, el hablar de Ana fue cada vez más firme.  Destacó que “la dependencia aparentemente responsable” de las adopciones había dejado constancia de que “no había antecedentes en el libro” acerca de la procedencia de ambas criaturas. Por lo que a continuación Ana pidió expresamente que copias de ambas partidas de nacimiento (nº 674 la de Marcela, nº 921 la de Felipe) le fueran entregadas a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo “y a toda otra institución dedicada a la defensa de los derechos humanos”.

En el entendimiento de que esas actas de nacimiento habían sido fraguadas, Ana pidió también que se investigara el origen de los niños, supuestamente nacidos el 23 de marzo (Marcela) y el 17 de abril (Felipe) de aquel aciago año 1976. Y particularmente si los mismos eran hijos de “padres desaparecidos” durante los primeros meses de la dictadura militar.

La hora referí 

A esta altura de los acontecimientos, recordaría Ana, el fiscal Cevasco la interrumpía continuamente, tratando de que se contradijera. En cuanto a los  jueces y la secretaria, parecían urgidos por  acabar con el trámite. A causa de ese apuro fie, dijo Ana, que la secretaria escribió: “Que es todo cuanto desea declarar. Firma para constancia previa lectura que se dio en voz alta…”.

Pero no: Ana Jaján insistió con firmeza en que quería continuar con su declaración.

El fiscal Cevasco pidió entonces que se abriera un cuarto intermedio de unos pocos minutos, como si fuera para satisfacer una urgencia física o comprar un sandwich.  Según la denunciante, resultaba obvio que quería poner en conocimiento de las infaustas novedades a los abogados de Ernestina.

Parte 4

Clarín, un diario de Liechstenstein

El acto se reanudó pasados unos diez minutos, recordó Ana Jaján. Luego de haber denunciado que los hijos “adoptados” por Ernestina Herrera de Noble eran con toda probabilidad hijos de detenidos-desaparecidos, recordó, pasó a otro tema. Aportó un “Acta de de designación de beneficiarios” de una empresa llamada Scripto Etablissment con domicilio en Vaduz, Liechtenstein.

Dicha acta estaba firmada por la viuda de Noble en su carácter de “beneficiaria única del establecimiento Scripto” y, créase o no, la viuda, al fin y al cabo bastante cándida, designaba “como beneficiarios en caso de fallecimiento”, entre otros,  a Héctor Horacio Magnetto y José Aranda.

Como en un juego de cajas chinas, Scripto Etablissment controlaba a Agea SA editora de Clarín- y era a su vez controlada por otra sociedad llamada Fides y constituida en Ginebra, agregó Ana.

Para fundamentar su denuncia, Ana aportó un escrito titulado “Inicia demanda”. Se trataba de una presentación de la abogada Silvia Patricia del Carmen Bandini en representación de su padre, Reynaldo Bandini.

El nexo

Bandini, un experimentado periodista en temas económicos y prominente afiliado al Movimiento de Integración y Desarrollo, había sido primero hombre de confianza de Roberto Noble primero, y después, en la dictadura,  prosecretario general de Clarín y al mismo tiempo el principal contacto entre los jerarcas militares y el núcleo desarrollista que, liderado por Rogelio Frigerio, controlaba el diario.

Bandini recibió ambos niños de un teniente coronel entrerriano llamado Marco Antonio Cúneo

A fines de noviembre pasado, Bandini declaró en la causa abierta por la apropiación ilegal de Marcela y Felipe, proceso en que distintas fuentes le asignan importante protagonismo, al menos tanto como el que tuvo en la apropiación de Papel Prensa por sus patrones.

Según periodistas que integraban la redacción de Clarín en las primeras épocas de la dictadura, Bandini recibió ambos niños de un teniente coronel entrerriano llamado Marco Antonio Cúneo que falleció en 1978.

Como un padre

A pesar de ello, Bandini negó saber quiénes fueron los progenitores de Marcela y Felipe, pero sí aceptó haberlos cuidado en su infancia como si hubiera sido su padre (“tuve a mi cargo su custodia, administración de bienes y educación”, declaró) y agregó que la adopción fue un plan ideado por Frigerio, fallecido en 2006.

Con estas “adopciones”, los desarrollistas, que detentaban la dirección política, periodística y comercial del diario buscaron contrarrestar “el avance de Lupe, la ex mujer de Noble”en el juicio sucesorio, explicó.

Lupe era Guadalupe Zapata Timberlake,  madre de la única hija que tuvo el fundador de Clarín, también llamada Guadalupe pero más conocida como “Lupita”.

Sin interferencias

Según otras fuentes, los Frigerio y sus acólitos, asociados con quién a la postre habría de ser el efímero sucesor de Videla,  el general Roberto Eduardo Viola, querían encauzar,  o si se quiere distraer, a Ernestina. Veían con beneplácito que se consagrara a las absorbentes tareas propias de la maternidad responsable, de modo que les dejara las manos libres para gestionar el diario.

“Fue un juicio terrorífico”,  enfatizó Bandini. Un proceso en el cual  Ernestina “estuvo a punto de perder el diario”. Y fue a causa de este juicio tan peliagudo que, para consolidar sus derechos puestos en peligro, Frigerio, apodado El Tapir, y el abogado de Clarín, Bernardo Sofovich, habían ideado el plan de adopción.

En el escrito redactado por su hija abogada,  Bandini afirmó que la viuda de Noble había transferido a Scripto “la propiedad de la totalidad de las acciones que componían el capital accionario de AGEA S.A”, acciones que se hallaban depositadas en una caja fuerte de la Union de Banques Suisses  (UBS), en Ginebra.

Reproches 

En una carta que le escribió a Ernestina en 1987, Bandini, despechado, le recordó con perceptible amargura que él había sido “el número uno” del Consejo de Administración de la ginebrina Fides cuando esta firma era “la única dueña” de Clarín. Y que tiempo después,  y pedido de ella, le había traspasado,  “otorgado mandato al señor H. Magnetto para que asumiera mi representación en dicho Consejo de Administración Societaria”.

Magnetto había sucedido a Bandini como lugarteniente de Ernestina

Así, Magnetto había sucedido a Bandini como lugarteniente de Ernestina, quién además –en un gesto de extrema generosidad que no habría de repetirse– lo había nombrado heredero.

La secretaria Manigot buscó como cerrar la denuncia de Ana acerca de que AGEA –es decir, Clarín– había sido vaciado. Era un papa hirviendo.  “Como se presume que estos hechos configuran un vaciamiento total de la empresa, se pide su exhaustiva investigación”, transcribió apretadamente sus dichos.

Otra denuncia, y por escrito

Pero, para gran desazón de Manigot,  Ana fijo entonces que tenía una tercera denuncia para hacer. Acto seguido aportó un escrito suyo, titulado “Intervención de Herrera de Noble y su grupo en el juicio de USA Vs. Emilio Jaján”, compuesto de 39 fojas y un índice de dos páginas.

Según Manigot, en dicho escrito Ana denunció “diversos delitos presuntamente cometidos en perjuicio de un imputado (por su marido) y que surgen en su gran parte del juicio seguido” contra él  “por el delito de tentativa de estafa procesal, más otros que figuran en el expediente civil que el Sr. Emilio Jaján tiene entablado contra la Sra. Ernestina Herrera de Noble”.

La historia a la que se refería Ana era de película. Su marido, dijo,  había caído en una trampa tendida por Dardo Irurburu, un antiguo capitán de ultramar, ex miembro del Partido Comunista uruguayo devenido agente especial del Tesoro norteamericano. Jaján habría sido tentado a depositar una suma de dinero de otros a cambio de una comisión, y así, tras ser sorprendido en una infracción tributaria,  se lo había acusado, sin más, de lavar dinero proveniente del narcotráfico.

Entrapament

Jaján, que no sabía bien inglés, quería vender un terreno en Misiones o buscar asociados para poner allí una sucursal de Disneyworld. Como buen vendedor, elogiaba las rojas tierras misioneras, su feracidad. Allí crecía de todo, solía decir. “¿Hay pericos?” le preguntaba el agente encubierto, mientras lo grababa.

“Hay muchos pericos. Y papagayos, loros y cotorras” decía Jaján. “Hay mucho perico”, le hizo escuchar el sérpico uruguayo al fiscal y a la jueza, explicándoles que en muchos países hispano-hablantes se le dice “perico” a la cocaína.

Con una serie de emboscadas de este tipo, explicaba Ana, habían detenido a Emilio. Y como no se avenía a declararse culpable, habían conseguido que viajara a Miami un yerno para asistirlo, y una vez que estuvo allí, también lo habían detenido.

Destrozado 

Clarín y sus aliados destrozaron la reputación de Jaján en densos artículos que aseguraban sin pruebas que estaba preso por lavar dinero procedente del narcotráfico. Ana había averiguado que uno de los abogados de Ernestina, Eduardo Padilla Fox, le había alcanzado a la jueza norteamericana una carpeta con los antecedentes penales de Jaján fotocopiados ad infinitum, a fin de que la carpeta fuera bien gruesa y la impresionara, cosa de que no le concediera la libertad ambulatoria y estaba convencida de que la trampa que le habían tendido a Emilio había sido financiado e inducida por Ernestina, Magnetto & Co.

Luego de que la denuncia fuera firmada por la señora de Jaján, los tres jueces, el fiscal y la secretaria, se dio por concluido el acto aquella noche de invierno en el lúgubre Palacio de Tribunales.

“Era cerca de las 22.30 y los jueces, el fiscal y la secretaria me despidieron de manera descortés. Ni siquiera amagaron con  darme la mano, tal como es de práctica. Y al bajar por la escalera me topé con los abogados de Ernestina, José Ignacio Garona y Bernardo Rodríguez Palma, quienes muy agitados, como poseídos, subían los escalones de a dos en dos”, recordó Ana.

Abogados de dictadores 

Ambos abogados habían sido en 1985 y en ese mismo escenario los defensores de uno de los miembros de la primera junta militar de la dictadura, el brigadier Ramón Orlando Agosti (quien, justo es reconocer, la había sacado muy barata).

Las tres denuncias de Ana sólo habían sido el acto inicial de una larga década de tesonera lucha por restablecer el buen nombre de su familia y poner en evidencia las maniobras ilegales del Grupo Clarín.

Una década larga de recopilar con obsesiva porfía muchas informaciones y de redactar su investigación bajo las formas de una biografía no autorizada de Ernestina. Libro que registró con el título “Del cabaret al imperio de las comunicaciones”, al que pensaba titular “La Apropiadora” y que permanece inédito.

Parte 5

Un reclamo laboral abre la caja de Pandora

La denuncia penal sobre el vaciamiento de AGEA –sociedad editora del diario Clarín–- que Ana Elisa Feldman de Jaján presentó ante los azorados miembros del Tribunal Oral en lo Criminal nº 1 había sido presentada originalmente dos años antes ante la justicia laboral por Reynaldo Bandini.

Bandini había sido sucesivamente editorialista, jefe de su sección Economía y prosecretario de Economía durante casi dos décadas. En muchos aspectos, había sido el predecesor de Héctor Magnetto. Pero el diario lo había despedido sin pagarle. Lo había largado duro.

El despedido había sido el principal nexo entre las juntas militares y el núcleo desarrollista liderado por Rogelio Frigerio  que controlaba el diario,  y había sido echado cuando Héctor Magnetto capitaneó un golpe interno (que  describió  Jorge Así en su Diario de la Argentina) que expulsó a los menguantes desarrollistas del diario.

Tras haber sido despedido sin explicaciones, Bandini  reclamaba el pago de los haberes e indemnizaciones legales.

Only you

Representado por su hija abogada, Silvia Patricia, Bandini había decidido demandar a AGEA y a la viuda de Noble en su carácter de “propietaria de la totalidad, es decir, del ciento por ciento de las acciones de dicha SA”.

Bandini afirmó en que le constaba que la viuda era propietaria de todas las acciones de AGEA,  y que “si en los libros de accionistas alguna vez figuraron otras personas o figuran en la actualidad, estas personas son prestanombres”.

“La totalidad de los beneficios que arroja la actividad periodística de la empresas y de otras empresas cuyos paquetes accionarios le pertenecen, son de ella y para ella”, insistió.

Bandini había ingresado a Clarín a fines de 1962. A mediados del año siguiente, narró, Roberto Noble, le propuso que conociera a su “amigo entrañable”, el ideólogo Frigerio, quien, le había confiado, era  “el verdadero cerebro conductor de este diario”.

De resultas de aquel encuentro y por indicación de Noble, Bandini secundó a Frigerio -a quien sus íntimos llamaban “El Tapir”- tanto en la conducción de la sección Editoriales como en la tarea de imprimirle “un rumbo totalmente desarrollista a la sección Económica”, de la que fue nombrado jefe.

Marineritas

Tras recordar que más tarde fue ascendido a secretario de redacción y que durante sus casi dos décadas de labor en el diario viajó unas treinta veces al exterior por cuenta del diario, Bandini recordó que su familia tenía relaciones con la entonces joven Ernestina Herrera “mucho antes de su casamiento con el doctor Noble”. El escrito puntualiza que por entonces “ella y su hermana Carmencita trabajan en la Dirección Municipal de Parques y Paseos como inspectoras” donde eran conocidas como “las marineritas”.

Ernestina y su hermana Carmencita trabajaban en la Dirección Municipal de Parques y Paseos como inspectoras donde eran conocidas como Las Marineritas

Esto se contradice con lo afirmado por otras fuentes que sostienen que la joven Ernestina conoció a Noble cuando con su hermana bailaba danzas españolas en “El Tronío” de la Avenida  de Mayo, y que trabajó primero en una receptoría de avisos clasificados de Clarín en el microcentro porteño, y que luego fue Noble quien le consiguió a ella y a su hermana conchabos en aquella repartición comunal.

En cualquier caso, no parece que los modales de Ernestina fueran demasiado pulidos, puesto que Bandini recordó que fue su familia la que se encargó de su adiestramiento en “elementales comportamientos de la vida social, maneras de vestirse y demás”.

Amores conflictuados 

La relación entre Noble y su amante eran un tanto tormentosas.  Bandini recordó que  “mi abuela Teresa y mi tía Neve (…) intervinieron en alguno de los avatares que la rodearon y (que) terminaron en el casamiento” de ambos.

“Cuatro días antes de la fecha fijada para el matrimonio”, recordó, Ernestina, que había viajado con Noble a la estancia que éste tenía en Córdoba , luego de “mantener con éste una violenta discusión” regresó a la Capital Federal. Pero luego de que la Tía Neve llamara por teléfono a Noble, la abuela de Bandini, Teresa Maximino, logró “suavizar la situación” y conseguir que Ernestina pudiera regresar a Córdoba.

Tras la muerte de Noble, siguió diciendo Bandini, comenzaron los problemas “en la conflictuada sucesión del doctor Noble. Vencidos estos problemas y los  que para entonces tenía la empresa editora, se la reorganizó y por espacio de casi tres años fui asesor permanente de la directora”.

Pum, para arriba

En 1972 –continuó recordando Bandini- fue “secretario adjunto de la dirección” con la función específica de atender  a la “información político-militar” e internacional y asesorar en lo que hacia a “la ponderación global del manejo periodístico” de la empresa.

Bandini fue un “comisario político” del desarrollismo que como él mismo apunta, siempre cumplió sus funciones “dentro de aquella orientación político-económica (…) que le impuso el Dr. Noble y que la señora de Noble ratificó y respetó durante más de una década en términos absolutos”.

Bandini reivindicó que fueron precisamente esos diez años -la década de los ’70- los que “convirtieron a Clarín en una gran empresa” y “a la señora de Noble en poderosa propietaria de inmuebles en Punta del Este, París, Nueva York y otros lugares. “Basta decir que la construcción de una propiedad en Luján le costó más de 15 millones de dólares”, remató.

No se piense que el demandante había sobrevivido a los reacomodamientos que preludiaron el golpe militar de marzo de 1976. Por el contrario, y al igual que el resto del staff desarrollista, el pustch significó un renovado impulso a su carrera.

El propio Bandini narró que en abril de 1976 la viuda de Noble lo citó en su casa ( el piso 24 del edificio de la Avenida Libertador 3752) donde le informó de que había decidido que él, Bandini, junto a otros altos funcionarios de AGEA integrara el directorio o consejo de administración  “de una sociedad fundada por ella en Ginebra”, sociedad que, le explicó, “se había hecho cargo de sus intereses”.

Ernestina, dijo, le pidió entonces la más “absoluta discreción” sobre el asunto. Y, también, que  recibiera más instrucciones de Bernardo Sofovich, apoderado y asesor legal tanto del diario como de ella misma.

Scripto

Sofovich –que había sido secuestrado en 1973 por la guerrilla del Ejército Revolucionario del Pueblo-22 de Agosto (ERP-22) que consiguió así la publicación en Clarín de una solicitada que publicitó su apoyo al gobierno del presidente Héctor Pedro Cámpora-  le pidió a Bandini que fuese a Ginebra tomando la precaución de no hacerlo en un vuelo directo.

Sofovich también le indicó que una vez en Ginebra debía presentarse en las oficinas de la empresa Fides situadas en la avenida de Campel, invocando a la sociedad Scripto Etablissment, de la que tendría que firmar documentación.

Bandini dijo que así fue que a principios de mayo voló a París con pasajes que le proporcionó el propio Sofovich y luego a Ginebra, y que una vez atendido en las oficinas de Fides por una persona que hablaba español se enteró “no sin cierto asombro, por la documentación que tuvo a la vista, que alguien había viajado con escasa anterioridad” para llevar  una orden “firmada por la señora de Noble”.

Ernestina había ordenado que se lo incluyera en el consejo de administración de Scripto, del que también formaban parte el ya mencionado Sofovich, Octavio Oscar Frigerio –hijo del Tapir-, Héctor Horacio Magnetto y José Aranda.

Indistinta

Lo más importante –destacó Bandini- era que “la señora de Noble había transferido” a la sociedad ginebrina “la propiedad de la totalidad de las acciones que componían el capital accionario de AGEA”, las que “estaban depositadas en una caja fuerte” de la UBS “a la orden conjunta o indistinta de la señora de Noble y los señores Sofovich y Magnetto”.

Bandini dijo haber visto en dicha oportunidad “presentaciones firmadas” por Magnetto, Sofovich y Horacio Rioja en la que declaraban ante Scripto Ettablissment que aunque aparecieran como accionistas de AGEA, en realidad sólo eran “prestanombres” y que la totalidad del paquete accionario de la sociedad editora de Clarín le pertenecía a la viuda de Noble.

Liechtestein

“En realidad la empresa Fides, de Suiza, administraba la sociedad referida (Scripto), que legalmente estaba constituida en Vaduz, capital del principado de Liechtestein”, puntualizó.

Como prueba de sus dichos, presentó una copia en francés del “Acta de designación de beneficiarios” en la que la viuda de Noble, domiciliada en 15 rue Leroux, París, designó como herederos a Sofovich, Frigerio, Magnetto y Aranda.

Bandini puso su firma para puntualizar: “Este documento me fue entregado como constancia por los señores Rogelio Frigerio y Bernardo Sofovich en presencia de mi hija Silvia Patricia Bandini en septiembre de 1985”.

Parte 6

De cómo se iniciaron las maniobras de encubrimiento

A partir de que Ana Jaján denunció que los hijos supuestamente adoptados legalmente lo habían sido fraudulentamente, que según todo indicaba eran hijos de detenidos-desaparecidos, y que el diario Clarín había sido vaciado, comenzó un vasto y profuso encubrimiento judicial. Que en ambos casos continúa hasta hoy.

La primera denuncia fue elevada el 25 de  agosto, a través de la Policía Federal,  al presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín, Alberto Mansur. En una nota adjunta rubricada por el presidente Ragucci y la secretaria Manigot, se le pidió a  Mansur que la Cámara “desinsacule (sorteé) el Juzgado que deberá intervenir ante la comisión de un delito con relación a la adopción de los menores Marcela y Felipe Noble Herrera”.

“Asimismo se acompañan fotocopias de las actas respectivas, que fueran aportadas por la denunciante en relación a la adopción de los menores Marcela y Felipe Noble Herrera”, concluyó la nota, sin siquiera mencionar los sendos escritos presentados sobre el vaciamiento del diario Clarín y la “Intervención de Herrera de Noble y su grupo en el juicio de USA Vs. Emilio Jaján”.

Mezclas 1

“Porque luego de entrevistarse con los abogados de la viuda de Noble y sin informármelo, el tribunal había decidido no remitir a la Cámara copia de esos escritos”, destacó  Ana once años después, en una larga conversación con Pablo Llonto y quien escribe.

Lo cierto es que la nota que el camarista Ragucci elevó a la Cámara  sobre la única denuncia hecha por la apropiación de dos bebés por Ernestina, la enturbió al mezclarla arbitrariamente con la condena de Emilio Jaján.

La nota de Ragucci y Manigot le informó a Mansur que le remitían testimonios adjuntos de la (primera) denuncia hecha por Ana Elisa Feldmann de Jaján“ y fotocopias de las partidas de nacimiento “aportadas por la denunciante”.

El presidente y la secretaria del tribunal destacaron que dicha denuncia había sido presentada por Ana “luego de que se realizara la lectura de la parte dispositiva de la sentencia dictada en la causa 172 seguida contra (su esposo) Emilio Jaján por el delito de estafa procesal”.

De ese modo establecieron -sin que viniera a cuento y sin fundamentos jurídicos- una ligazón entre dos causas totalmente independientes.

Mezclas 2

Seguidamente, y con el obvio propósito de fortalecer esta forzada ligazón, la secretaria Manigot  dirigió de inmediato, en nombre de Ragucci, un teletipograma al jefe de la Dirección General de Delegaciones de la Policía Federal:

“Tengo el agrado de dirigirme a Ud. ern la causa nº 172  seguida contra Emilio Jaján en el delito de tentativa de estafa procesal a fin de que personal de esa dependencia remita en el día de la fecha a la Cámara Federal de San Martín las actuaciones que se acompañan, referidas a una denuncia formulada en la causa de referencia”.

Ana Jaján sospechó que estaban durmiendo sus denuncias y le pidió al tribunal información acerca de qué había hecho con ellas. Ragucci y Manigot le contestaron por escrito el viernes 28 de agosto que “por no ser parte de esta causa -en referencia a la causa nº 172- no ha lugar a lo peticionado”.

Tal como lo leen.

Parte 7

Funciones sustitutivas”

A la noche del  mismo día que el presidente del tribunal que condenó a su marido le negó a Ana Jaján información sobre qué había hecho con sus tres denuncias (por la apropiación de dos bebés por parte de Ernestina; por vaciamiento del diario Clarín y por los supuestos delitos cometidos contra Emilio Jaján) con mezquino argumento de que no era parte de la causa, Clarín celebró su medio siglo de existencia.

Fue una fiesta por todo lo alto, y en su curso Ernestina puntualizó que Clarín no sólo se había convertido en “el diario de todos” y en “el maestro de quienes no pueden pagar maestros”. También se jactó de que la sociedad le estaría “otorgando funciones casi sustitutivas de otros poderes”.

El “cuarto poder” había dejado de ser una metáfora. En este contexto, la celebración del quincuagésimo cumpleaños de Clarín fue suntuosa, por todo lo alto.

Casi cinco mil personas, “miembros del gabinete y de la Corte Suprema, autoridades religiosas, políticos, empresarios, diplomáticos, figuras de la cultura, artistas, deportistas” (sería más fácil hacer una lista de los pocos famosos que no fueron) se reunieron en los 5.000 m2 cubiertos de la planta impresora que el diario tiene en Barracas.

La planta estaba iluminada a giorno por “más de trescientas luminarias, 60 metros cuadrados de estructura lumínica colgante, 10 máquinas robotizadas de luces,  3 proyectores de logos y 8 pantallas gigantes”, describió la crónica de aquél fasto.

Aunque no se encuentra a más de 5 kilómetros de la Casa Rosada, los embotellamientos hicieron que el trayecto en automóvil demorara casi una hora.

La Iglesia

Sabiéndolo, el presidente Carlos Menem lo cubrió en helicóptero y descendió junto al jefe de Gabinete, Eduardo Bauza –quien se encargaba de las relaciones con el grupo– a escasos doscientos metros de allí,  en la playa de verificación de automotores de la Policía Federal.

“Juntos caminaron por la misma puerta y al mismo tiempo el vicepresidente Carlos Ruckauf y uno de sus más cercanos colaboradores, Esteban Cacho Caselli, un hombre de fluídos contactos con el Vaticano. Detrás de ellos ingresó el cardenal Antonio Quarraccino”, describiría el propio diario.

Todo estaba milimétricamente calculado. Los invitados ingresaban con una tarjeta magnética que les indicaba a que parte del enorme salón debían dirigirse.

Miracolo

Curiosamente, dos enconados enemigos como el ministro de Economía, Domingo Cavallo, y el líder radical Raúl Alfonsín fueron dirigidos hacia el mismo sector y se dieron un rápido apretón de manos -el último que se conozca- frente a Eduardo Van der Kooy -secretario de redacción y editorialista de Clarín- quien entrecerró sus manos como en una plegaria y sonrío ante ese módico milagro.

La viuda de Noble, teñida de rubio, se encontraba flanqueada por Marcela y Felipe. Recibía las felicitaciones de los visitantes más ilustres mientras los invitados, atendidos por 210 mozos, engullían canapés y entrechocaban las copas de champagne Möet Chandon.

El diario de todos

Terminado el besamanos, Ernestina se dirigió al estrado y, flaqueada por Carlos Menem, inició un discurso exultante. Dijo que Clarín se había transformado en el diario “de todos, en la compañía que, en las buenas y en las malas, no abandonó nunca a nadie (…) un foro cotidiano para todos los argentinos”, gracias a la libre elección de los lectores “frente a una oferta amplia y diversa”.

Ernestina le cedió al presidente Menem el honor de poner en marcha la rotativa

Los grupos de medios, dijo, “son un anticipo del mundo del mañana” y Clarín había pasado de ser un simple diario para ser el emblema de “el primer grupo de comunicaciones del país”.

Funciones sustitutivas

Ante la virtual desaparición de la enseñanza pública y la retracción de las demás funciones del Estado, Ernestina dijo que no se trataba tanto de que la prensa tuviera un excesivo poder como que “las expectativas de la sociedad le están otorgando funciones casi sustitutivas de otros poderes”.

Por este motivo, continuó,  además de ser  el “control de los poderes en beneficio de los ciudadanos”, en la práctica se había convertido en “el maestro de los que no pueden pagar maestros”.

En lo que quiso pasar por autocrítica, Ernestina recordó que “durante largos años, el país vivió a merced de un péndulo institucional que oscilaba entre los golpes de Estado y la emergencia de la protesta que marcaba el retorno transitorio a la democracia “lo que había hecho que “la prensa independiente muchas veces no pudo, no la dejaron o no supo cumplir cabalmente su papel”.

Un pacto con la verdad

“Nuestro doloroso pasado –insistió más adelante- debe servirnos para aprender, para no repetir errores. Porque creo que en nuestro país nunca más deben violarse los derechos humanos…”.

“La prensa libre necesita cultivar la ética periodística de la responsabilidad, un pacto con la verdad que le permita fijarse sus propios límites profesionales y controles éticos. Este es hoy nuestro compromiso, cuando vemos realizados los sueños más audaces de Roberto Noble”, añadió.

“Hoy puedo decir con orgullo que los objetivos que me trasmitiera Noble y que yo recogí cuando asumí la dirección de Clarín hace más de 26 años se han cumplido”, concluyó, invitando a alzar las copas y brindar “por el futuro que ya estamos viviendo”.

Aspectos positivos

El presidente y cuatro de los ocho miembros de la Corte Suprema así lo hicieron: Julio Nazareno, Antonio Boggiano, Augusto Belluscio, Gustavo Bossert y Guillermo López. Tras el brindis, Ernestina pidió un minuto de silencio en memoria de Roberto Noble, tiempo que fue aprovechado por la mayoría para vaciar sus copas.

Seguidamente, la viuda le pidió a Menem que lo acompañara a la sala de rotativas.  Allí, el cardenal primado de Buenos Aires, Antonio Quarracino, bendijo la sexta y última rotativa Metro Goss de la planta. El monseñor elevó una súplica para que se mantuviera vivo el deseo de Noble de que Clarín destacase siempre “los aspectos positivos de las noticias”.

Luego, Ernestina le cedió al presidente Menem el honor de poner en marcha la rotativa, tras lo cual esperaron unos breves minutos a que la máquina comenzara a escupir un nuevo suplemento del diario llamado, precisamente, “Lo Nuevo”.

Frente a este presente venturoso, ¿Quién querría mirar hacia el pasado?

Parte 8

Elubraciones, conjeturas, apellidos

Al mismo tiempo que se celebraban los fastos de los cincuenta años de Clarín, el presidente de la Cámara Federal de San Martín, Juan Mansur,  trasladó las actuaciones relativas a las sospechosas adopciones hechas por Ernestina al juez Roberto Marquevich, titular del Juzgado Federal nº 1 de San Isidro.

Tan diligente fue Mansur que terminó y fechó su escrito el sábado 29 de agosto. Tan pronto recibió semejante brasa, el lunes, Marquevich requirió la opinión del procurador fiscal federal, Carlos Villafuerte Ruzo, quien en el plazo de una  semana, el 7 de septiembre, se expidió negándole cualquier asidero a la documentada denuncia de Ana Jaján.

Una simple elucubración 

Villafuerte Ruzo (que escasos días después de esta faena fue nombrado juez federal, el mismo juez que está a punto de ser sometido a juicio político por su pésimo desempeño al frente de la causa que investiga el asesinato del obispo de San Nicolás, Carlos Ponce de León por la dictadura)  destacó en su escrito que siendo la denunciante esposa de Emilio Jaján –quien como era público y notorio tenía “notoria enemistad” con la viuda de Noble– su denuncia carecía “de la aptitud suficiente como para instar a la acción penal”… porque “la verosimilitud y estabilidad de todo proceso de adopción” tramitado por un juez “con asistencia del Asesor de Menores no puede ser conmovido por una simple elucubración”.

Como si en las adjuntadas partidas de nacimiento no estuviera claro ya a primera vista la supresión de cualquier rastro de los progenitores.

Quizá no le hubieran llegado ambas, puesto que Villafuerte Ruzo escribió que  de  la lectura de “la propia acta aportada (sic) surge que la inscripción ante el registro Provincial de las Personas se formula por mandato del Tribunal de Menores nº 1, y que la anotación marginal en las actas referidas corresponderían a las sentencias de adopción plenas dictadas por un juzgado civil del mismo departamento judicial”.

A partir de lo cual, el juez se permitía “suponer la intervención de más de un tribunal de justicia y por ende descartar toda connivencia dolosa en la adopción de los menores”.

Meras conjeturas 

Haciendo propios y acrecentado aquellas suposiciones, Marquevich desestimó in limine la gravísima denuncia, negándole “cierta entidad, o mejor dicho, virtualidad suficiente como para instar a la acción penal”. Argumentó para ello que carecía “de datos objetivos que permitan tenerla como un anoticiamiento de un delito” y que más aún,  se trataban de “meras conjeturas (…) que no dejan de desarrollarse en un plano puramente hipotético” sin encontrarse “siquiera mínimamente reforzadas por datos objetivos”.

Todavía más: de las fotocopias de las actas de nacimiento presentadas por Ana Jaján, dijo Marquevich que se desprendía ”que la inscripción efectuada ante el Registro de las Personas” obedecía a sendos mandatos del Tribunal de Menores nº 1 de San Isidro y que de las anotaciones marginales que podían leerse surgía “que la adopción plena ha sido ordenada por sentencia del señor Juez a cargo de un juzgado de Primera Instancia en lo Civil del mismo departamento judicial, lo que evidencia con toda claridad la existencia de un proceso de adopción y el consiguiente cumplimiento de las formalidades previstas por la ley…”.

En síntesis: Villafuerte Ruzo y Marquevich sostenían que era sencillamente inimaginable que dos jueces hubieran podido delinquir de consuno en ambos trámites de adopción.

El apellido del muerto

Sin embargo, de la mera lectura de las inscripciones de nacimiento de los niños bautizados como Marcela y Felipe – tal como explicaría Ana Jaján al denunciar en octubre a Ragucci y Manigot ante el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires- surgía con meridiana claridad  “la presunción vehemente de que los mencionados menores podían ser hijos de padres desaparecidos (cuatro personas, dos padres y dos madres) y sustraídos a sus respectivos familiares por quien aparecía dándoles su apellido y el de su esposo muerto en 1969, desde el momento mismo de los nacimientos”.

En cuanto a Villafuerte Ruzo, Ana Jaján recordó que este juez había pedido que se desestimara la denuncia a causa de la “notoria enemistad” de ella y su marido con la viuda de Noble sin condescender siquiera a una certificación de la veracidad de las fotocopias de las partidas de nacimiento que había presentado, por lo que había groseramente su obligación de investigar los posibles delitos denunciados.

“Tal vez el ex fiscal y actual juez federal creyó que Ernestina Herrera a los 51 años  podía haber dado a luz con diferencia de tres meses a dos niños”, ironizó. Esa era, recordó, la “única razón” que podría justificar que ambos niños “desde el momento mismo del nacimiento llevaran su apellido a continuación del de su esposo muerto en 1969: Noble Herrera”.

Porque Ernestina no le había puesto a los chicos su apellido sino detrás del de su marido, fallecido siete años antes.

Tampoco el juez Marquevich se salvó de la indignada crítica de Ana. Tras señalar que “la necesidad de justificar la antijuricidad de su resolución” lo había llevado “al límite de pretender confundir las dos ‘Actas de inscripción de nacimientos (del año 1976, emanadas del registro Provincial de las Personas) con actas de adopción”, lo acusó de incurrir en “encubrimiento de los delitos de supresión de dos menores”.

Respecto a las responsabilidades del Tribunal Oral Federal nº 1 en el mencionado encubrimiento, habían continuado luego del traslado de las actuaciones a Marquevich.

Garona, el infiltrado

Para hacerse con la resolución de Marquevich, el abogado Garona le pidió al secretario interino del tribunal, Santiago Cafferata, que le diera un certificado de que era el letrado de Ernestina en “la causa 172 seguida a Emilio Jaján por el delito de estafa en grado de tentativa”  a fin de presentarlo ante el Juzgado Federal nº 1 de San Isidro.

Cafferata así lo hizo así el 19 de noviembre. Al día siguiente, valiéndose de este certificado y aprovechando la confusión intencionalmente creada desde un comienzo por Raggucci y Manigot, Garona pudo introducirse fraudulentamente en la causa, de la que pidió fotocopias con el alegado propósito de añadirlas a la causa 172. Obtuvo las fotocopias. Pero, como era de prever, no las incorporó a la causa 172 con la que aquellas nada tenían que ver. El Grupo quería evitar por todos los medios que informaciones tan comprometidas se hicieran públicas.

(Nota LCV: En el año 2011, finalmente, fueron realizados los análisis genéticos para comprobar la filicación de Marcela y Felipe Noble en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) que reveló que no eran hijos de las dos familias querellantes, Miranda-Lanoscou y García-Gualdero. Luego se los comparó con las muestras que aportaron familias de desaparecidos al Banco Genético y no hubo coincidencias con ninguna de ellas. Su origen continúa siendo una incógnita) ​

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La culpa la tienen los pibes, por Oscar Taffetani.

En febrero de 2011 un avión proveniente de Argentina era interceptado en Barcelona con 944 kilos de cocaína. La noticia fue un escándalo durante unos días y luego olvidada. Recuperamos para el Archivo de LCV esta nota de Oscar Taffetani publicada en la Agencia Pelota de Trapo en aquel 2011 donde se traza el sistema utilizado por el narcotráfico, un entramado responsabilidades, con idénticas rutas. Cambian los años, cambian los nombres, se mantienen las mañas.

LA CULPA LA TIENEN LOS PIBES, OSCAR TAFFETANI

Una de las rutas más importantes del narcotráfico, en la actualidad, copia el itinerario que hace cuatro siglos seguía el oro de América: se inicia en Perú, Bolivia, Brasil y el Paraguay, baja acompañando los ríos hacia la Argentina y el Uruguay, luego cruza el Atlántico hasta la costa meridional de África y desde ahí llega a los puertos y aeropuertos de Europa, donde la droga es fraccionada y vendida a un público exigente y con alto poder adquisitivo.

Por eso, a muchos nos resultó disparatada la hipótesis del ministro argentino del Interior, Randazzo de que los 944 kilos de cocaína hallados en Barcelona el Día de Reyes, en un avión sanitario procedente de Buenos Aires, habían sido cargados durante una escala de la nave en Cabo Verde.

Y sí resultó razonable la hipótesis de la ministra de Seguridad, Nilda Garré de que la droga fue cargada en una base aérea argentina (con las responsabilidades que implica, a nivel de gobierno y de fuerzas armadas).

El del avión sanitario no fue el único contrabando de drogas descubierto este mes. En Estanislao del Campo, Formosa (el mismo pueblito donde el doctor Esteban Maradona decidió consagrar su vida a los Qom) se encontraron 700 kilos de cocaína junto a una pista de aterrizaje clandestina. El titular del predio y de la pista, apodado Palmita, revistaba como edil del partido de gobierno en la capital formoseña (desconocemos si gozaba de inmunidad parlamentaria).

Siempre en enero y tan sólo cambiando de estupefaciente, mencionemos los 712 kilos de marihuana decomisados a la altura de Las Palmitas, también en la provincia de Formosa. La droga viajaba oculta en los techos de dos transportes de pasajeros procedentes del Paraguay.

La intercepción de grandes cargamentos de droga que se desplazan por rutas aéreas, fluviales y terrestres de nuestro país, habla de una gigantesca red de tráfico que involucra a funcionarios del Estado, organismos policiales y de seguridad, instituciones empresarias, bancos que lavan el dinero y distinta clase de organizaciones civiles. Dicho de otro modo: lo más cínico y perverso de este negocio es su legalidad, todo lo que hace a la luz del día, y no su ilegalidad y lo que hace en las sombras.

GALILEO Y EL CAPITALISMO

“Alrededor del papa -dice Brecht en un poema- giran los cardenales. / Alrededor de los cardenales giran los obispos. / Alrededor de los obispos giran los secretarios. / Alrededor de los secretarios giran los regidores. / Alrededor de los regidores giran los artesanos. / Alrededor de los artesanos giran los sirvientes. / Alrededor de los sirvientes giran los perros, las gallinas y los mendigos…”

La tesis de Galileo Galilei sobre el sistema solar (que la Iglesia se demoró algunos siglos en aprobar) podría aplicarse analógicamente a otro tipo de sistemas que nos rigen. Si ponemos en el centro, a la manera marxista, el Capital, tendremos en la órbita inmediata las grandes empresas trasnacionales; luego, los Estados nacionales que las sirven; después, los gerentes, abogados y administradores; a continuación, los funcionarios de seguridad y el aparato represivo; y finalmente, los trabajadores. Después de los trabajadores habría una masa incalculable de seres humanos sin trabajo ni medios de vida, que no alcanza a orbitar alrededor del Capital, aunque mantenga intacta su capacidad de soñar.

Y si llevamos la doctrina de Galileo al mundo del narcotráfico, colocando la cocaína (como alguna vez fue el opio) en el centro de la escena, tendremos a los distintos actores, consumidores y víctimas del negocio en círculos concéntricos, con diferentes grados de poder, riqueza y degradación moral y material. En una de las últimas órbitas del sistema está la pasta base de cocaína -el paco- que es estirado y aumentado de mil maneras para hacerlo accesible a los consumidores más pobres y desesperados. Así, la droga -uno de los jinetes capitalistas del apocalipsis- cuenta sus doblones de oro, sus euros, sus dólares, sus pesos y sus centavos, hasta la última vida y el último suspiro, cada día.

UN PLAN PARA LOS BABY-SICARIOS

En Colombia, ese hermoso país de selvas y montañas habitadas por gente maravillosa, el narcotráfico y el poder económico trasnacional han hecho estragos, minando la salud del pueblo y comprometiendo el futuro de sus hijos. Hay pibes colombianos que comienzan a trabajar a los 9, haciendo de campaneros, de mensajeros y repositores de armas y munición de los narcos.

A los 13, en lugar del tiple de antaño, les ponen una pistola en la mano y los convierten en sicarios (“baby-sicarios”, tituló cierta prensa), que matarán por encargo. A los 16, si llegan a esa avanzada edad, podrán acceder a otro círculo del negocio, con más responsabilidad y algunos pocos privilegios.

El caso colombiano -cuyas secuelas aún no terminan- viene a cuento del caso argentino, de nuestro caso, donde sin importar las estadísticas y los datos fieles de la realidad los medios masivos compiten por hallar el monstruo de la semana o el crimen más horrendo, para arrojarlos al rostro de funcionarios, de candidatos y de funcionarios-candidatos, señalando o insinuando algún chivo expiatorio para que los dioses, esos dioses perversos que gobiernan nuestro destino, dejen de castigar a la Argentina, a esta pobre Argentina con tanto para dar, con todos los climas, con sus talentos y sus cosechas récord, esta querida Argentina que asesina a miles de niños por hambre, por enfermedad o desprecio, cada año, cada campaña sojera, cada temporada turística, cada ejercicio fiscal.Y así, mientras las llamas (y las balas y las leyes) consumen en la pira mediática a la víctima del día, el verdadero Ogro, el verdadero malo de la película, permanece oculto a los ojos de la sociedad y neutraliza cualquier intento de cambio.

Pedir un plan especial para los niños sicarios de Colombia, sería una manera hipócrita de pedir que todo siga igual. Bajar la edad de imputabilidad de los menores en la Argentina, como receta para combatir el crimen organizado, tendría ese mismo nivel de hipocresía.

Aunque todo puede ocurrir, en este horroroso mundo tan crecido y tan adulto que cada vez que se siente amenazado, de un modo infantil, le echa la culpa a los pibes.

Publicado el 5/2/2011 en APe y en Sur y Sur.

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ARCHIVO/”Balada del intruso y la pequeñez”, por Hernán López Echagüe

Ilustración: Silvia Flichman. (silviaflichman.com.ar)

I
Soy un ácrata de cuatro patas desprovisto de significancia alguna, de modo que tengo toda la autoridad, y todo el derecho, y hasta me atrevo a decir la piadosa necesidad de advertirles: todos vivimos atrapados, aplastados, sumergidos, enlodados, castrados, estupidizados, en un cono de insignificancia absoluta. Sépanlo de una buena vez. Lo que decimos significa nada, menos aún lo que pensamos. Nuestra vida está sometida a los antojos de los pocos que resuelven y delimitan y desnaturalizan hasta por ley el significado de lo que decimos, de lo que pensamos y, por sobre todas las cosas, de lo que hacemos. Los hechos no significan nada.
A los hechos los convierten en fantochada, en pirueta de desesperado. Los hechos, a juicio del imbécil, son puestas en escena. Lo que ocurre de veras no le causa ni pizca de significancia, o de significado, o de lo que fuere. Ni asomo de estremecimiento. Así será por siempre. Porque la nada y el todo son finitos. La paciencia también.

II
Había un viejo en el pasaje Bollini, cincuenta años atrás, cuando Bollini era de veras un pasaje hacia tantas fantasías, con sus zaguanes en penumbras, con sus casas petisas y gastadas y abandonadas, un viejo que te decía, frunciendo la cara, ¿Y esto qué me significa?, cada vez que le hablabas de algo de lo que nunca había oído hablar. A veces te largaba:¿Dónde lo encontraste escrito? Ese es el punto focal del malentendido que está conduciendo hacia un pozo ciego a esta humanidad demasiado humana: ¿Y esto y aquello y lo otro, qué mierda me significan?

¿Qué me puede significar, por caso, que me hablen de un tal intelectual orgánico? Un oxímoron, diría un intelectual. El intelectual, palabra de insinuación burguesa y en cierto modo altiva, se supone que usa su intelecto, su capacidad única de discernimiento, para ir más allá de las cosas. Debe quebrar y eludir límites, buscar la región fronteriza de las cosas, de los sucesos. Debe sentirse libre de escribir, decir y callar lo que le dé en gana. Desde luego, tendrá que pagar un precio por eso. Unos le dirán que es un gran tipo y otros le dirán que es un gran hijo de puta. Es, no se crean, un precio alto. Mejor dicho, un precio tan feo como injusto. El intelectual orgánico, en cambio, no existe. A partir del momento en que se siente orgánico, con ciertas ataduras a un proyecto político, a un gobierno, o, si se quiere, con cierta predisposición a la ceguera, no es más que otra pieza de un organismo. Del sistema. Es un tipo que ha hecho una pausa en su facultad de pensar. No se trata de juzgarlo sino de hacérselo saber. Tarea quizá vana, porque muy probablemente te responda: ¿Y esto qué me significa?

III
En las grandes ciudades del país las personas de buen pasar vagan por las galerías de los centros comerciales examinándose atentamente el ombligo, es decir, venerando la idiosincrasia de su ombligo, del hoyito de carne estriada y con pelusas alrededor del cual gira la Tierra, su Tierra, es decir, su auto, su casa, su seguridad suya, su colegio privado de sus hijos, su asistencia médica privada, su televisión por cable, su temporada de descanso en su Brasil, en su Miami o en su Polinesia, su empleada sumisa, su rotweiller, su infidelidad excusable, su apoliticismo político y partidario del político que le asegure que por el resto de sus días tendrá su auto, su casa, su colegio privado, su asistencia médica privada, su televisión por cable, su temporada de descanso en su Brasil, su empleada sumisa, su perro jodido, su permiso para ser infiel y, vaya, claro, su aire de tipo apolítico.

Van de un lugar a otro, el pecho inflado de arrogancia, con algún electrodoméstico a cuestas y un fajo de desdén en la billetera. Caminan sin mirar hacia atrás porque temen convertirse en estatuas de sal, como le ocurrió a la mujer de Lot, y en la escuela nos han enseñado que a las estatuas de sal les cuesta mucho darse maña en el manejo de un control remoto o de una tarjeta de crédito, y, más trabajoso aún, hablar, hacerse entender a la hora de, pongamos, decirle al pibe limpiaparabrisas de la esquina que no está en tus planes bajar la ventanilla de la puerta de tu auto muy tuyo porque tenés la certeza de que detrás del pibe limpiaparabrisas aflorarán cien pibes limpiaparabrisas que te destriparán, y entonces perderás tu auto tuyo y todo lo muy tuyo que representa esa carrocería espléndida. Que es mucho. Y todo tuyo. Un hato grande de ganado que tiene a la pobreza como pecado mortal y desprecia al pobre por encima de todas las cosas. Que ha echado a dormir la visión y toda percepción de su propio sumidero. Que vive en una civilidad fundada en nubes de betún que nunca jamás habrán de disiparse. “En verdad, la representación de la realidad ha sido dada vuelta. La imagen lisa, televisiva, y la prensa, han destruido el pensamiento, la capacidad de ligar lo inmediato a las causas de su existencia. Sólo una sociedad llevada por el terror hasta el extremo de la estupidez y la chatura, despojada de afectos, de imaginación, de sensibilidad, empavorecida, puede haber despojado de significación a lo que ven y perciben acobardados por sus ojos diariamente, pero que la inteligencia no anima” (León Rozitchner, Página/12, julio de 2004)

IV
¿Qué me significa la democracia como camino único, sagrado e inamovible hacia el bienestar de una sociedad? Usted elige, usted decide quién y quiénes serán los paladines de sus necesidades y sus anhelos. Vamos, eso es tomadura de pelo. El voto es un placebo de libre albedrío. No es otra cosa que una melancólica escenificación de civismo, de un celo por las instituciones que dura lo que un parpadeo. Una diligencia tribal: meter una papeleta en un sobre; luego, el sobre en la ranura de una caja, y de regreso a casa comprar ravioles, una botella de vino tinto; almorzar, dormir la siesta que permite este sistema. El de una ranura. Al día siguiente, a cerrar la boca y a obedecer. En la fábrica, en la oficina, en la escuela, en la calle. Y en momento alguno dudar del fatalismo que rige nuestra vida. Todo en orden. Las instituciones, que nunca sabremos para qué sirven, a buen resguardo. Los cerdos en su chiquero, las gallinas en su gallinero y los timoratos en su pecera. Un año más, como tantos otros, de convalecencia de la nada, de antropocentrismo porteño. A las provincias el porteño les presta un poco de atención no más que tres, cuatro veces al año; cuando el noticiero le dice que en tal provincia asesinaron a una familia, cuando en la otra hay pobres que comen gatos, o que más allá un tipo violó a dos mujeres y veintisiete cabras, y, por sobre todas las
cosas, cuando ya en junio se pone a pensar a qué provincia se irá de vacaciones en enero o febrero del año siguiente. ¿Hará frío en Cafayate? ¡Qué va a hacer, si es en el litoral! Yo prefiero las Termas de Río Hondo, en Ushuaia, o Santa Rosa de Calamuchita, por allá, quizá en Neuquén.

V
Al imbécil la mirada de las personas que caminan por la calle no le excitan ningún significado, ni ganas de buscarlo. Le significan algo espantoso, en cambio, los ojos y la mirada de las personas que están echadas en un colchón en la vereda de una calle, junto a los muebles que pudieron reunir y llevarse el día del desalojo. Significan la vagancia, el destino del que eligió la dejadez, la irresponsabilidad, el placer y la libertad de vivir a la intemperie. Yo me rompo el lomo, laburo diez horas sin parar, y estos tipos se meten en el umbral de una iglesia a dormir y emborracharse mientras sus hijos andan pidiendo limosna en trenes y colectivos y restoranes.

VI
¿Qué me significa lo que le pueda significar a un tipo que no hace más que absorber los significados de un eventual y convincente hacedor de la significación? Yo significo, tú significas, él significa. Nosotros significamos un bledo. Hemos logrado (mejor: ¿por qué hacerme cargo de eso?), álguienes, algunos, han logrado despojar al significado de su significación. Un estado de cosas en el que impera la insignificancia.

VII
¿Cómo, de qué manera original o, al menos, novedosa y pasible de asombro, escribir acerca de lo que uno y muchos otros hemos escrito ya tantas veces? Comienza a resultar fastidioso corroborar que las palabras escritas tiempo atrás, y repetidas hasta el cansancio, bien puede uno reiterarlas y reiterarlas, una y otra vez, pese al correr de los años, con formidable oportunidad, y, desde luego, con su debida insignificancia. Feo y grotesco. Melancólico y aterrador el comportamiento del poder político. Eso de la tenacidad en mantener un error, de perseverar en el cretinismo y la insolencia. El gobierno y sus cosos, la oposición acomodadiza y sus cosos, los grandes medios de comunicación y sus escribas y habladores y sus intelectuales cosos, todos, pero absolutamente todos, han resuelto sitiar el discernimiento. Un asedio a la razón. Un bloqueo al sentido común. Porque, al final de cuentas, es cierto que pensar se ha convertido en un hecho revolucionario. O, por qué no, subversivo.
El país está habitado por millones de personas que de modo alguno pueden caer en la osadía de tornar visible su significación.
Permanezcan en sus barrizales, bestias. No se les ocurra asomar por la gran ciudad esas caras insatisfechas y poco logradas. Porque la ciudad, con el activo sostén de sus vecinos ilustres, ha resuelto suprimirlos con la indiferencia. ¿No han comprendido que consigo sólo traen malestar? Nosotros, el poder, no los reprimiremos más de lo que nos permite la ley: será la sociedad, hastiada y saturada de sus desplazamientos por calles y geografías que no les pertenecen, la que les pondrá límite. La que los pondrá en vereda.
Váyanse, muéranse, olvídense de que han nacido, y, si les cabe, si todavía cabe en sus anhelos locos, rueguen al señor, agradezcan el hecho de haber sido alumbrados. Pero nunca olviden el consejo de Celine: “La gran derrota, en todo, es olvidar, sobre todo lo que te mata, y morir sin llegar a comprender jamás hasta qué punto los hombres son bestias. Cuando estemos al borde del hoyo no nos pasemos de listos, pero tampoco olvidemos; hemos de contarlo todo, sin cambiar ni una palabra de las lacras que hemos visto en los hombres, y entonces liar el petate y bajar. Es suficiente como trabajo para toda una vida”.

Publicado en El Psicoanalítico, septiembre de 2016

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Anticipo de “Papeles Quemados”, último libro de Ricardo Ragendorfer

Para los amantes de nuestra sección de Archivos LCV, llegó el libro que estaban esperando. “Papeles Quemados”, publicado este mes por editorial Planeta, rescata las crónicas que Ricardo Ragendorfer escribió para Télam entre 2021 y 2023 y que sufrieron los efectos destructores que impuso la “batalla cultural” iniciada por Javier Milei en 2024. Algunas de ellas ya fueron ‘resucitadas’ por La Columna Vertebral en esta misma sección. Un material valioso que pretende vencer la censura ocurrida luego del cierre de la Agencia Nacional de Noticias que inhabilitó su plataforma y ya no fue posible acceder a la cablera de fotos y notas y tampoco a su valioso archivo. “Papeles Quemados”, historias escritas con la inconfundible pluma de Ragendorfer que entrelazan datos curiosos sobre protagonistas del dos siglos de historia, ya sean famosos del poder, del mundo artístico y también seres anónimos. Allí se entrelazan crónicas que van de San Martín, a Capablanca pasando por el Che Guevara o Ringo Bonavena.

A modo de anticipo, LCV comparte hoy una de estas joyas: “Romance de la muerte de Juan Lavalle”.

Romance de la muerte de Juan Lavalle

Su nombre completo era Juan Galo de Lavalle. Y en 1814, siendo teniente de las tropas del Directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata combatió al general José Gervasio Artigas durante el segundo Sitio de Montevideo. Ese fue su bautismo de fuego.

A partir de entonces, su carrera militar y política fue ascendente.

En 1828 derrocó al gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, antes de vencerlo en la batalla de Navarro y ordenar su fusilamiento.

En aquel entonces, Juan Bautista Alberdi, un muchacho de de apenas 18 años, seguía con suma atención el desarrollo de los acontecimientos.

Se trataba de un ávido lector de Montesquieu. Y para canalizar su visión del mundo, se identificaba con la causa unitaria.

Una década después, durante una mañana otoñal, marchó al exilio. Y ya en el bote que lo arrimaba al bergantín a punto de zarpar hacia Montevideo, se permitió un gesto cargado de teatralidad: arrojar al agua la divisa punzó que el régimen rosista hacía usar a los ciudadanos.

Entre las múltiples ocupaciones que desplegó en esa ciudad resalta la de secretario del general Juan Lavalle, quien estaba sumido en los preparativos de su ofensiva bélica contra Juan Manuel de Rosas.

Alberdi se sentía un espectador privilegiado de la Historia.

Pero el vínculo entre ellos fue difícil, dado el pésimo talante del militar y su tozudez política. En resumen, la simpatía de Alberdi por el ideario de la Revolución Francesa chocaba con las fantasías napoleónicas de Lavalle. De modo que ese lazo laboral no fue duradero.

Aún así, el 2 de junio del año siguiente Alberdi acudió a la Puerta de la Ciudadela para ver a Lavalle partir hacia la isla Martín García al frente del Ejército Libertador, una fuerza de casi tres mil hombres que batallaría contra los federales. Fue la última imagen del general que él se llevó a los ojos.

Disparos al amanecer

Lo cierto es que Lavalle creía estar bendecido por la Providencia. Semejante pálpito se derrumbó como un castillo de naipes al ser derrotado, dos años más tarde, por el general Manuel Uribe en la batalla de Faimallá, en Tucumán.

A partir de entonces inició una larga marcha hacia la nada. Únicamente conservaba doscientos hombres extenuados. Su propia estampa alta y rubia lucía declinada. Poco quedaba del héroe de Ituzaingó, Riobamba y Maipú. Frágil de salud y remordido por el fusilamiento de Dorrego, el general estaba por cumplir 44 años cuando se acercó con su milicia a San Salvador de Jujuy. Corría el 8 de octubre de 1841.

Esa noche de cielo encapotado la tropa quedó acampada en las afueras de la ciudad al mando del coronel Juan Esteban Pedernera.

Lavalle avanzo hacia el casco urbano para pernoctar bajo algún techo, a sabiendas de que la autoridad unitaria había puesto los pies en polvorosa. Lo acompañaban su edecán, Pedro Lacasa, el secretario civil, Félix Frías, dos oficiales y ocho soldados. Allí también estaba Damasita Boedo, su soldadera, una despampanante pelirroja que encubría sus curvas con ropaje varonil.

San Salvador era la viva imagen de la desolación y el presagio. Lavalle y los suyos encontraron refugio en el viejo caserón de la familia Zerranuza, abandonado unos días antes por el delegado unitario, Elías Bedoya, ahora en desaforada fuga.

El general y Damasita se instalaron en el dormitorio que enfrentaba al segundo patio. Frías y Lacasa, en una habitación pegada al zaguán. Otra fue ocupada por los dos oficiales. Y los soldados se tendieron en el primer patio. Menos el centinela, apostado junto al portón de cedro macizo.

Al clarear se detuvo ante aquella vivienda una partida federal de quince jinetes al mando de Fortunato Blanco. Buscaban a Bedoya sin imaginar quién realmente se alojaba allí.

El centinela atrancó el portón y dio la voz de alarma.

Lacasa y Frías se lanzaron al dormitorio de Lavalle. El edecán exclamó:

– ¡Los enemigos están en el portón, general!

– ¿Qué clase de enemigo son? –quiso saber Lavalle.

– Son paisanos –respondió Frías.

El secretario evitaba mirar a Damasita con poca ropa, casi desnuda.

–No hay cuidado. Manden a ensillar, que nos abriremos paso –fueron las palabras de Lavalle mientras comenzaba a calzarse las botas.

Sobre la mesita de noche estaba su pistolón francés. Y él lo observó de soslayo. Damasita, desde el lecho, también.

Lacasa y Frías fueron hacia el fondo para buscar los caballos.

Frías se apresuró en partir en su cabalgadura por la salida posterior para avisar a Pedernera lo que sucedía. Sin embargo, sufrió una demora por eludir la posición de la patrulla atacante.

Mientras tanto, en el acampe tropero –a medio kilómetro– prevalecía la incertidumbre; hasta allí había llegado el griterío de los federales. Pedernera entonces ordenó a los soldados ponerse en movimiento. De pronto –tal como lo consignaría él en 1886, al dictar sus memorias–, fue audible a lo lejos “tres descargas de tercerola seguida de otra distinta; luego, un silencio espeso”.

Aquellos mismos estruendos hicieron que Lacasa, aún en los palenques, volviera sobre sus pasos. Lo que vio en el siguiente instante quedaría grabado para siempre en sus retinas: Lavalle despatarrado en el zaguán con la garganta destrozada en medio de un charco de sangre, y las convulsiones del final. A centímetros de la mano izquierda yacía su pistolón.

Sólo Damasita estuvo con él en el momento de los disparos. Y seguía ahí, semidesnuda.

Lacasa la cubrió con su capote.

Los federales ya se habían alejado.

La marcha fúnebre

Desde ese preciso momento, el tiempo empezó a transcurrir con una lentitud exasperante. Y el silencio era sepulcral.

Algunos soldados rodearon el cuerpo. Otros estaban ante el portón con los ojos clavados en la cerradura rota que uno de ellos señalaba con un dedo. La escena parecía congelada. Y sin palabras se dio por sentado que un balazo de tercerola la había atravesado para impactar en el cuello del general.

Su cadáver quedó en el caserón, mientras la tropa reiniciaba el repliegue hacia el Alto Perú. Pero, súbitamente, Pedernera detuvo la marcha y mandó a dos soldados y un teniente a rescatarlo. Ellos volvieron con el muerto cargado en su caballo. Un poncho le hacía de mortaja.

Durante la travesía, por la mente de Frías desfilaron postales dispersas sobre su última etapa junto a Lavalle. Una etapa difícil de descifrar, en la que sus actitudes, reacciones y reflejos ya resultaban inquietantes. Entre éstas, su inclinación por desatender las responsabilidades militares para entregarse a los placeres de la carne.

Como cuando –aún muy afectado por la derrota de Quebracho Herrado– se recluyó en una hacienda de Catamarca para compartir con la bella Solana Montemayor –esposa del gobernador riojano, Tomás Brizuela– cuatro días y noches sin salir de la cama, mientras sus oficiales, desesperados, iban y venían de un lado a otro de la puerta a la espera de instrucciones.

En aquella circunstancia, Frías le dijo a Pedernera:

–La causa de la libertad, señor coronel, se pierde por las mujeres.

La respuesta fue:

–Hay algo peor, don Félix: durante la batalla él se colocaba tan cerca de las líneas de tiro, que parecía buscar la muerte.

Es posible que Frías evocara tal diálogo durante esa mezcla de huida lenta y procesión fúnebre. Y quizás entonces haya volteado la vista hacia el caballo cargado con el cuerpo del general bajo una nube de moscas. El sol abrasador no favorecía su conservación.

Damasita cabalgaba a una distancia prudencial.

Frías enfocó su mirada en ella.

Fruto de una aristocrática familia salteña, esa mujer de 23 años era hija del coronel José Boedo y Aguirre, sobrina del diputado Mariano Boedo y hermana de José Félix Boedo, un joven federal fusilado con un tío materno en vísperas al desastre de Famaillá por orden de Lavalle. Y a pesar de la súplica de clemencia llorada por Damasita.

Pero luego se le presentó otra vez, para decir:

–Quiero seguir tus ejércitos. ¡Soy unitaria!

El amor entre ellos tuvo esa penumbra.

Frías –que no comulgaba con la idea del tiro que atravesó la cerradura– seguía observando a la soldadera del general.

Sólo Damasita –pensó él– atesoraba el misterio de su muerte. ¿Acaso lo vio infringirse ese desenlace o fue ella la llave vengadora de su final?

La travesía fue tortuosa. Por su avanzada descomposición, al cuerpo de Lavalle hubo que desencarnarlo en el poblado de Huancalera. Pero los huesos –debidamente lavados–, la cabeza –envuelta en un pañuelo muy ajustado– y el corazón –sumergido en aguardiente– fueron llevados a fines 1r42 a la ciudad trasandina de Valparaíso.

Fue precisamente allí donde Juan Bautista Alberdi supo los detalles del final de Lavalle por boca de Frías.

Ambos por entonces estaban exiliados en Chile.

Damasa jamás volvió a Salta. Y murió con su secreto en 1880.

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