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Succesion II, por Juan José Salinas

Investigación realizada por el autor a lo largo del año 2005. Publicada completa por primera vez en su portal pajarorojo.com.ar en el 2011, con el título: Ernestina, la apropiadora. De cómo heredó Clarín con un testamento trucho
La versión original de este artículo estaba dividida en ocho partes. LCV ofrece su lectura completa en dos entregas. Si te perdiste la primera, en donde se plantea el inicio de una trama digna de un thriller podés leerla en esta misma sección de Archivos. https://www.lacolumnavertebral.com.ar/2023/03/27/succession-de-como-ernestina-trucho-un-testamento-por-juan-jose-salinas/
La denuncia
El juicio se desarrollaba en la misma sala de Audiencias del Palacio Tribunales dónde una década atrás se había juzgado a las Juntas Militares. Ese 24 de agosto de 1995 y en ese augusto escenario, un hombre calvo y erguido de 74 años fue condenado a 15 meses de prisión en suspenso por “tentativa de estafa procesal”.
La trascendencia del acto surge de que de esa condena, la de Emilio Jaján, surgió automáticamente, como respuesta, la denuncia de la apropiación ilegal, por parte de Ernestina Herrera de Noble, de los dos hijos que había “adoptado” en 1976, Marcela y Felipe.
Un secreto a voces
Por increíble que parezca, hasta entonces nadie había denunciado a la Justicia lo que era un secreto a voces, cuando menos entre muchos periodistas: que los hijos de Ernestina habían sido paridos por detenidas-desaparecidas. Y puesto que no los habían reclamado, que también sus padres parecían haber sufrido el mismo horrible destino.
Jaján había sido condenado a instancias de Ernestina, que lo acusó de adulterar evidencias para sustentar la querella que, por el cobro de importantes honorarios, le había iniciado. A ella y a los directivos de Clarín.
El 6 por ciento
Aseguraba Jaján que los directivos de Clarín le habían prometido el 6 % del paquete accionario de AGEA (Arte Gráfico Editorial Argentina SA, la sociedad que publicaba el diario) en pago por una tarea que había cumplido a la perfección.
Tarea tan importante había sido, recordó, que había impedido que la única hija de Roberto Noble, Guadalupe, heredara el matutino, dejando a aquellos directivos en la puta calle.
Un ex amigo federal
Así, a la demanda de Jaján, Ernestina, Magnetto & Cía. habían respondido con otra demanda. Sin poner en duda la importancia del hallazgo (Al que nos referiremos más adelante.) argumentaron que no había sido Jaján quién lo había hecho, sino un ex amigo suyo, a la sazón abogado de la Policía Federal, Raúl Bernardz.
De ahí lo de “tentativa de estafa procesal”.
Jaján, un optimista inveterado, escuchó la sentencia con expresión desolada. Cuando terminó de leerse, cerca de las 20, hacía rato que había caído la noche. Los jueces se estaban levantando cuando una mujer que estaba en medio de la sala se puso de pie y se dirigió a ellos de viva voz:
“¡Un momento señores camaristas: Quiero presentar una denuncia!”, gritó Ana Elisa Feldman, la esposa del condenado.
Sorprendidos
Estupefacto, el presidente del Tribunal Oral en lo Criminal nº 1, Luis María Ragucci, cruzó en voz baja algunas palabras con los vocales, Martín E. Vázquez Acuña y Ricardo Giúdice Bravo. Después invitó a la mujer a pasar a la contigua Sala de Acuerdos.
Allí, y en presencia de los miembros del tribunal y del fiscal Luis Jorge Cevasco, Ana Elisa comenzó a declarar en voz alta y pausada, de modo que la secretaria Erica Susana Manigot pudiera transcribir sus palabras. La intempestiva denuncia los había sorprendido sin una mísera máquina de escribir.
“La compareciente expresa que presenta dos fotocopias de actas de adopción (se trataba, en realidad, de sus partidas de nacimiento) presentadas por doña Ernestina Laura Herrera de Noble de los niños adoptados respectivamente con los nombres de Marcela y Felipe Noble Herrera, en las cuales no figura ni nombre de padre ni nombre de madre…”, manuscribió trabajosamente la secretaria Manigot.
Progenitores borrados

Tras algún titubeo, el hablar de Ana fue cada vez más firme. Destacó que “la dependencia aparentemente responsable” de las adopciones había dejado constancia de que “no había antecedentes en el libro” acerca de la procedencia de ambas criaturas. Por lo que a continuación Ana pidió expresamente que copias de ambas partidas de nacimiento (nº 674 la de Marcela, nº 921 la de Felipe) le fueran entregadas a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo “y a toda otra institución dedicada a la defensa de los derechos humanos”.
En el entendimiento de que esas actas de nacimiento habían sido fraguadas, Ana pidió también que se investigara el origen de los niños, supuestamente nacidos el 23 de marzo (Marcela) y el 17 de abril (Felipe) de aquel aciago año 1976. Y particularmente si los mismos eran hijos de “padres desaparecidos” durante los primeros meses de la dictadura militar.
La hora referí
A esta altura de los acontecimientos, recordaría Ana, el fiscal Cevasco la interrumpía continuamente, tratando de que se contradijera. En cuanto a los jueces y la secretaria, parecían urgidos por acabar con el trámite. A causa de ese apuro fie, dijo Ana, que la secretaria escribió: “Que es todo cuanto desea declarar. Firma para constancia previa lectura que se dio en voz alta…”.
Pero no: Ana Jaján insistió con firmeza en que quería continuar con su declaración.
El fiscal Cevasco pidió entonces que se abriera un cuarto intermedio de unos pocos minutos, como si fuera para satisfacer una urgencia física o comprar un sandwich. Según la denunciante, resultaba obvio que quería poner en conocimiento de las infaustas novedades a los abogados de Ernestina.
Parte 4
Clarín, un diario de Liechstenstein
El acto se reanudó pasados unos diez minutos, recordó Ana Jaján. Luego de haber denunciado que los hijos “adoptados” por Ernestina Herrera de Noble eran con toda probabilidad hijos de detenidos-desaparecidos, recordó, pasó a otro tema. Aportó un “Acta de de designación de beneficiarios” de una empresa llamada Scripto Etablissment con domicilio en Vaduz, Liechtenstein.
Dicha acta estaba firmada por la viuda de Noble en su carácter de “beneficiaria única del establecimiento Scripto” y, créase o no, la viuda, al fin y al cabo bastante cándida, designaba “como beneficiarios en caso de fallecimiento”, entre otros, a Héctor Horacio Magnetto y José Aranda.
Como en un juego de cajas chinas, Scripto Etablissment controlaba a Agea SA editora de Clarín- y era a su vez controlada por otra sociedad llamada Fides y constituida en Ginebra, agregó Ana.
Para fundamentar su denuncia, Ana aportó un escrito titulado “Inicia demanda”. Se trataba de una presentación de la abogada Silvia Patricia del Carmen Bandini en representación de su padre, Reynaldo Bandini.
El nexo
Bandini, un experimentado periodista en temas económicos y prominente afiliado al Movimiento de Integración y Desarrollo, había sido primero hombre de confianza de Roberto Noble primero, y después, en la dictadura, prosecretario general de Clarín y al mismo tiempo el principal contacto entre los jerarcas militares y el núcleo desarrollista que, liderado por Rogelio Frigerio, controlaba el diario.
Bandini recibió ambos niños de un teniente coronel entrerriano llamado Marco Antonio Cúneo
A fines de noviembre pasado, Bandini declaró en la causa abierta por la apropiación ilegal de Marcela y Felipe, proceso en que distintas fuentes le asignan importante protagonismo, al menos tanto como el que tuvo en la apropiación de Papel Prensa por sus patrones.
Según periodistas que integraban la redacción de Clarín en las primeras épocas de la dictadura, Bandini recibió ambos niños de un teniente coronel entrerriano llamado Marco Antonio Cúneo que falleció en 1978.
Como un padre
A pesar de ello, Bandini negó saber quiénes fueron los progenitores de Marcela y Felipe, pero sí aceptó haberlos cuidado en su infancia como si hubiera sido su padre (“tuve a mi cargo su custodia, administración de bienes y educación”, declaró) y agregó que la adopción fue un plan ideado por Frigerio, fallecido en 2006.
Con estas “adopciones”, los desarrollistas, que detentaban la dirección política, periodística y comercial del diario buscaron contrarrestar “el avance de Lupe, la ex mujer de Noble”en el juicio sucesorio, explicó.
Lupe era Guadalupe Zapata Timberlake, madre de la única hija que tuvo el fundador de Clarín, también llamada Guadalupe pero más conocida como “Lupita”.
Sin interferencias
Según otras fuentes, los Frigerio y sus acólitos, asociados con quién a la postre habría de ser el efímero sucesor de Videla, el general Roberto Eduardo Viola, querían encauzar, o si se quiere distraer, a Ernestina. Veían con beneplácito que se consagrara a las absorbentes tareas propias de la maternidad responsable, de modo que les dejara las manos libres para gestionar el diario.

“Fue un juicio terrorífico”, enfatizó Bandini. Un proceso en el cual Ernestina “estuvo a punto de perder el diario”. Y fue a causa de este juicio tan peliagudo que, para consolidar sus derechos puestos en peligro, Frigerio, apodado El Tapir, y el abogado de Clarín, Bernardo Sofovich, habían ideado el plan de adopción.
En el escrito redactado por su hija abogada, Bandini afirmó que la viuda de Noble había transferido a Scripto “la propiedad de la totalidad de las acciones que componían el capital accionario de AGEA S.A”, acciones que se hallaban depositadas en una caja fuerte de la Union de Banques Suisses (UBS), en Ginebra.
Reproches
En una carta que le escribió a Ernestina en 1987, Bandini, despechado, le recordó con perceptible amargura que él había sido “el número uno” del Consejo de Administración de la ginebrina Fides cuando esta firma era “la única dueña” de Clarín. Y que tiempo después, y pedido de ella, le había traspasado, “otorgado mandato al señor H. Magnetto para que asumiera mi representación en dicho Consejo de Administración Societaria”.
Magnetto había sucedido a Bandini como lugarteniente de Ernestina
Así, Magnetto había sucedido a Bandini como lugarteniente de Ernestina, quién además –en un gesto de extrema generosidad que no habría de repetirse– lo había nombrado heredero.
La secretaria Manigot buscó como cerrar la denuncia de Ana acerca de que AGEA –es decir, Clarín– había sido vaciado. Era un papa hirviendo. “Como se presume que estos hechos configuran un vaciamiento total de la empresa, se pide su exhaustiva investigación”, transcribió apretadamente sus dichos.
Otra denuncia, y por escrito
Pero, para gran desazón de Manigot, Ana fijo entonces que tenía una tercera denuncia para hacer. Acto seguido aportó un escrito suyo, titulado “Intervención de Herrera de Noble y su grupo en el juicio de USA Vs. Emilio Jaján”, compuesto de 39 fojas y un índice de dos páginas.
Según Manigot, en dicho escrito Ana denunció “diversos delitos presuntamente cometidos en perjuicio de un imputado (por su marido) y que surgen en su gran parte del juicio seguido” contra él “por el delito de tentativa de estafa procesal, más otros que figuran en el expediente civil que el Sr. Emilio Jaján tiene entablado contra la Sra. Ernestina Herrera de Noble”.
La historia a la que se refería Ana era de película. Su marido, dijo, había caído en una trampa tendida por Dardo Irurburu, un antiguo capitán de ultramar, ex miembro del Partido Comunista uruguayo devenido agente especial del Tesoro norteamericano. Jaján habría sido tentado a depositar una suma de dinero de otros a cambio de una comisión, y así, tras ser sorprendido en una infracción tributaria, se lo había acusado, sin más, de lavar dinero proveniente del narcotráfico.
Entrapament
Jaján, que no sabía bien inglés, quería vender un terreno en Misiones o buscar asociados para poner allí una sucursal de Disneyworld. Como buen vendedor, elogiaba las rojas tierras misioneras, su feracidad. Allí crecía de todo, solía decir. “¿Hay pericos?” le preguntaba el agente encubierto, mientras lo grababa.
“Hay muchos pericos. Y papagayos, loros y cotorras” decía Jaján. “Hay mucho perico”, le hizo escuchar el sérpico uruguayo al fiscal y a la jueza, explicándoles que en muchos países hispano-hablantes se le dice “perico” a la cocaína.
Con una serie de emboscadas de este tipo, explicaba Ana, habían detenido a Emilio. Y como no se avenía a declararse culpable, habían conseguido que viajara a Miami un yerno para asistirlo, y una vez que estuvo allí, también lo habían detenido.
Destrozado
Clarín y sus aliados destrozaron la reputación de Jaján en densos artículos que aseguraban sin pruebas que estaba preso por lavar dinero procedente del narcotráfico. Ana había averiguado que uno de los abogados de Ernestina, Eduardo Padilla Fox, le había alcanzado a la jueza norteamericana una carpeta con los antecedentes penales de Jaján fotocopiados ad infinitum, a fin de que la carpeta fuera bien gruesa y la impresionara, cosa de que no le concediera la libertad ambulatoria y estaba convencida de que la trampa que le habían tendido a Emilio había sido financiado e inducida por Ernestina, Magnetto & Co.
Luego de que la denuncia fuera firmada por la señora de Jaján, los tres jueces, el fiscal y la secretaria, se dio por concluido el acto aquella noche de invierno en el lúgubre Palacio de Tribunales.
“Era cerca de las 22.30 y los jueces, el fiscal y la secretaria me despidieron de manera descortés. Ni siquiera amagaron con darme la mano, tal como es de práctica. Y al bajar por la escalera me topé con los abogados de Ernestina, José Ignacio Garona y Bernardo Rodríguez Palma, quienes muy agitados, como poseídos, subían los escalones de a dos en dos”, recordó Ana.
Abogados de dictadores
Ambos abogados habían sido en 1985 y en ese mismo escenario los defensores de uno de los miembros de la primera junta militar de la dictadura, el brigadier Ramón Orlando Agosti (quien, justo es reconocer, la había sacado muy barata).
Las tres denuncias de Ana sólo habían sido el acto inicial de una larga década de tesonera lucha por restablecer el buen nombre de su familia y poner en evidencia las maniobras ilegales del Grupo Clarín.
Una década larga de recopilar con obsesiva porfía muchas informaciones y de redactar su investigación bajo las formas de una biografía no autorizada de Ernestina. Libro que registró con el título “Del cabaret al imperio de las comunicaciones”, al que pensaba titular “La Apropiadora” y que permanece inédito.
Parte 5
Un reclamo laboral abre la caja de Pandora
La denuncia penal sobre el vaciamiento de AGEA –sociedad editora del diario Clarín–- que Ana Elisa Feldman de Jaján presentó ante los azorados miembros del Tribunal Oral en lo Criminal nº 1 había sido presentada originalmente dos años antes ante la justicia laboral por Reynaldo Bandini.
Bandini había sido sucesivamente editorialista, jefe de su sección Economía y prosecretario de Economía durante casi dos décadas. En muchos aspectos, había sido el predecesor de Héctor Magnetto. Pero el diario lo había despedido sin pagarle. Lo había largado duro.
El despedido había sido el principal nexo entre las juntas militares y el núcleo desarrollista liderado por Rogelio Frigerio que controlaba el diario, y había sido echado cuando Héctor Magnetto capitaneó un golpe interno (que describió Jorge Así en su Diario de la Argentina) que expulsó a los menguantes desarrollistas del diario.
Tras haber sido despedido sin explicaciones, Bandini reclamaba el pago de los haberes e indemnizaciones legales.
Only you
Representado por su hija abogada, Silvia Patricia, Bandini había decidido demandar a AGEA y a la viuda de Noble en su carácter de “propietaria de la totalidad, es decir, del ciento por ciento de las acciones de dicha SA”.
Bandini afirmó en que le constaba que la viuda era propietaria de todas las acciones de AGEA, y que “si en los libros de accionistas alguna vez figuraron otras personas o figuran en la actualidad, estas personas son prestanombres”.
“La totalidad de los beneficios que arroja la actividad periodística de la empresas y de otras empresas cuyos paquetes accionarios le pertenecen, son de ella y para ella”, insistió.
Bandini había ingresado a Clarín a fines de 1962. A mediados del año siguiente, narró, Roberto Noble, le propuso que conociera a su “amigo entrañable”, el ideólogo Frigerio, quien, le había confiado, era “el verdadero cerebro conductor de este diario”.
De resultas de aquel encuentro y por indicación de Noble, Bandini secundó a Frigerio -a quien sus íntimos llamaban “El Tapir”- tanto en la conducción de la sección Editoriales como en la tarea de imprimirle “un rumbo totalmente desarrollista a la sección Económica”, de la que fue nombrado jefe.
Marineritas
Tras recordar que más tarde fue ascendido a secretario de redacción y que durante sus casi dos décadas de labor en el diario viajó unas treinta veces al exterior por cuenta del diario, Bandini recordó que su familia tenía relaciones con la entonces joven Ernestina Herrera “mucho antes de su casamiento con el doctor Noble”. El escrito puntualiza que por entonces “ella y su hermana Carmencita trabajan en la Dirección Municipal de Parques y Paseos como inspectoras” donde eran conocidas como “las marineritas”.
Ernestina y su hermana Carmencita trabajaban en la Dirección Municipal de Parques y Paseos como inspectoras donde eran conocidas como Las Marineritas
Esto se contradice con lo afirmado por otras fuentes que sostienen que la joven Ernestina conoció a Noble cuando con su hermana bailaba danzas españolas en “El Tronío” de la Avenida de Mayo, y que trabajó primero en una receptoría de avisos clasificados de Clarín en el microcentro porteño, y que luego fue Noble quien le consiguió a ella y a su hermana conchabos en aquella repartición comunal.
En cualquier caso, no parece que los modales de Ernestina fueran demasiado pulidos, puesto que Bandini recordó que fue su familia la que se encargó de su adiestramiento en “elementales comportamientos de la vida social, maneras de vestirse y demás”.
Amores conflictuados
La relación entre Noble y su amante eran un tanto tormentosas. Bandini recordó que “mi abuela Teresa y mi tía Neve (…) intervinieron en alguno de los avatares que la rodearon y (que) terminaron en el casamiento” de ambos.
“Cuatro días antes de la fecha fijada para el matrimonio”, recordó, Ernestina, que había viajado con Noble a la estancia que éste tenía en Córdoba , luego de “mantener con éste una violenta discusión” regresó a la Capital Federal. Pero luego de que la Tía Neve llamara por teléfono a Noble, la abuela de Bandini, Teresa Maximino, logró “suavizar la situación” y conseguir que Ernestina pudiera regresar a Córdoba.
Tras la muerte de Noble, siguió diciendo Bandini, comenzaron los problemas “en la conflictuada sucesión del doctor Noble. Vencidos estos problemas y los que para entonces tenía la empresa editora, se la reorganizó y por espacio de casi tres años fui asesor permanente de la directora”.
Pum, para arriba
En 1972 –continuó recordando Bandini- fue “secretario adjunto de la dirección” con la función específica de atender a la “información político-militar” e internacional y asesorar en lo que hacia a “la ponderación global del manejo periodístico” de la empresa.
Bandini fue un “comisario político” del desarrollismo que como él mismo apunta, siempre cumplió sus funciones “dentro de aquella orientación político-económica (…) que le impuso el Dr. Noble y que la señora de Noble ratificó y respetó durante más de una década en términos absolutos”.
Bandini reivindicó que fueron precisamente esos diez años -la década de los ’70- los que “convirtieron a Clarín en una gran empresa” y “a la señora de Noble en poderosa propietaria de inmuebles en Punta del Este, París, Nueva York y otros lugares. “Basta decir que la construcción de una propiedad en Luján le costó más de 15 millones de dólares”, remató.
No se piense que el demandante había sobrevivido a los reacomodamientos que preludiaron el golpe militar de marzo de 1976. Por el contrario, y al igual que el resto del staff desarrollista, el pustch significó un renovado impulso a su carrera.
El propio Bandini narró que en abril de 1976 la viuda de Noble lo citó en su casa ( el piso 24 del edificio de la Avenida Libertador 3752) donde le informó de que había decidido que él, Bandini, junto a otros altos funcionarios de AGEA integrara el directorio o consejo de administración “de una sociedad fundada por ella en Ginebra”, sociedad que, le explicó, “se había hecho cargo de sus intereses”.
Ernestina, dijo, le pidió entonces la más “absoluta discreción” sobre el asunto. Y, también, que recibiera más instrucciones de Bernardo Sofovich, apoderado y asesor legal tanto del diario como de ella misma.
Scripto
Sofovich –que había sido secuestrado en 1973 por la guerrilla del Ejército Revolucionario del Pueblo-22 de Agosto (ERP-22) que consiguió así la publicación en Clarín de una solicitada que publicitó su apoyo al gobierno del presidente Héctor Pedro Cámpora- le pidió a Bandini que fuese a Ginebra tomando la precaución de no hacerlo en un vuelo directo.
Sofovich también le indicó que una vez en Ginebra debía presentarse en las oficinas de la empresa Fides situadas en la avenida de Campel, invocando a la sociedad Scripto Etablissment, de la que tendría que firmar documentación.
Bandini dijo que así fue que a principios de mayo voló a París con pasajes que le proporcionó el propio Sofovich y luego a Ginebra, y que una vez atendido en las oficinas de Fides por una persona que hablaba español se enteró “no sin cierto asombro, por la documentación que tuvo a la vista, que alguien había viajado con escasa anterioridad” para llevar una orden “firmada por la señora de Noble”.
Ernestina había ordenado que se lo incluyera en el consejo de administración de Scripto, del que también formaban parte el ya mencionado Sofovich, Octavio Oscar Frigerio –hijo del Tapir-, Héctor Horacio Magnetto y José Aranda.
Indistinta
Lo más importante –destacó Bandini- era que “la señora de Noble había transferido” a la sociedad ginebrina “la propiedad de la totalidad de las acciones que componían el capital accionario de AGEA”, las que “estaban depositadas en una caja fuerte” de la UBS “a la orden conjunta o indistinta de la señora de Noble y los señores Sofovich y Magnetto”.
Bandini dijo haber visto en dicha oportunidad “presentaciones firmadas” por Magnetto, Sofovich y Horacio Rioja en la que declaraban ante Scripto Ettablissment que aunque aparecieran como accionistas de AGEA, en realidad sólo eran “prestanombres” y que la totalidad del paquete accionario de la sociedad editora de Clarín le pertenecía a la viuda de Noble.
Liechtestein
“En realidad la empresa Fides, de Suiza, administraba la sociedad referida (Scripto), que legalmente estaba constituida en Vaduz, capital del principado de Liechtestein”, puntualizó.
Como prueba de sus dichos, presentó una copia en francés del “Acta de designación de beneficiarios” en la que la viuda de Noble, domiciliada en 15 rue Leroux, París, designó como herederos a Sofovich, Frigerio, Magnetto y Aranda.
Bandini puso su firma para puntualizar: “Este documento me fue entregado como constancia por los señores Rogelio Frigerio y Bernardo Sofovich en presencia de mi hija Silvia Patricia Bandini en septiembre de 1985”.
Parte 6
De cómo se iniciaron las maniobras de encubrimiento
A partir de que Ana Jaján denunció que los hijos supuestamente adoptados legalmente lo habían sido fraudulentamente, que según todo indicaba eran hijos de detenidos-desaparecidos, y que el diario Clarín había sido vaciado, comenzó un vasto y profuso encubrimiento judicial. Que en ambos casos continúa hasta hoy.
La primera denuncia fue elevada el 25 de agosto, a través de la Policía Federal, al presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín, Alberto Mansur. En una nota adjunta rubricada por el presidente Ragucci y la secretaria Manigot, se le pidió a Mansur que la Cámara “desinsacule (sorteé) el Juzgado que deberá intervenir ante la comisión de un delito con relación a la adopción de los menores Marcela y Felipe Noble Herrera”.
“Asimismo se acompañan fotocopias de las actas respectivas, que fueran aportadas por la denunciante en relación a la adopción de los menores Marcela y Felipe Noble Herrera”, concluyó la nota, sin siquiera mencionar los sendos escritos presentados sobre el vaciamiento del diario Clarín y la “Intervención de Herrera de Noble y su grupo en el juicio de USA Vs. Emilio Jaján”.
Mezclas 1
“Porque luego de entrevistarse con los abogados de la viuda de Noble y sin informármelo, el tribunal había decidido no remitir a la Cámara copia de esos escritos”, destacó Ana once años después, en una larga conversación con Pablo Llonto y quien escribe.
Lo cierto es que la nota que el camarista Ragucci elevó a la Cámara sobre la única denuncia hecha por la apropiación de dos bebés por Ernestina, la enturbió al mezclarla arbitrariamente con la condena de Emilio Jaján.
La nota de Ragucci y Manigot le informó a Mansur que le remitían testimonios adjuntos de la (primera) denuncia hecha por Ana Elisa Feldmann de Jaján“ y fotocopias de las partidas de nacimiento “aportadas por la denunciante”.
El presidente y la secretaria del tribunal destacaron que dicha denuncia había sido presentada por Ana “luego de que se realizara la lectura de la parte dispositiva de la sentencia dictada en la causa 172 seguida contra (su esposo) Emilio Jaján por el delito de estafa procesal”.
De ese modo establecieron -sin que viniera a cuento y sin fundamentos jurídicos- una ligazón entre dos causas totalmente independientes.
Mezclas 2
Seguidamente, y con el obvio propósito de fortalecer esta forzada ligazón, la secretaria Manigot dirigió de inmediato, en nombre de Ragucci, un teletipograma al jefe de la Dirección General de Delegaciones de la Policía Federal:
“Tengo el agrado de dirigirme a Ud. ern la causa nº 172 seguida contra Emilio Jaján en el delito de tentativa de estafa procesal a fin de que personal de esa dependencia remita en el día de la fecha a la Cámara Federal de San Martín las actuaciones que se acompañan, referidas a una denuncia formulada en la causa de referencia”.
Ana Jaján sospechó que estaban durmiendo sus denuncias y le pidió al tribunal información acerca de qué había hecho con ellas. Ragucci y Manigot le contestaron por escrito el viernes 28 de agosto que “por no ser parte de esta causa -en referencia a la causa nº 172- no ha lugar a lo peticionado”.
Tal como lo leen.
Parte 7
“Funciones sustitutivas”
A la noche del mismo día que el presidente del tribunal que condenó a su marido le negó a Ana Jaján información sobre qué había hecho con sus tres denuncias (por la apropiación de dos bebés por parte de Ernestina; por vaciamiento del diario Clarín y por los supuestos delitos cometidos contra Emilio Jaján) con mezquino argumento de que no era parte de la causa, Clarín celebró su medio siglo de existencia.
Fue una fiesta por todo lo alto, y en su curso Ernestina puntualizó que Clarín no sólo se había convertido en “el diario de todos” y en “el maestro de quienes no pueden pagar maestros”. También se jactó de que la sociedad le estaría “otorgando funciones casi sustitutivas de otros poderes”.
El “cuarto poder” había dejado de ser una metáfora. En este contexto, la celebración del quincuagésimo cumpleaños de Clarín fue suntuosa, por todo lo alto.
Casi cinco mil personas, “miembros del gabinete y de la Corte Suprema, autoridades religiosas, políticos, empresarios, diplomáticos, figuras de la cultura, artistas, deportistas” (sería más fácil hacer una lista de los pocos famosos que no fueron) se reunieron en los 5.000 m2 cubiertos de la planta impresora que el diario tiene en Barracas.
La planta estaba iluminada a giorno por “más de trescientas luminarias, 60 metros cuadrados de estructura lumínica colgante, 10 máquinas robotizadas de luces, 3 proyectores de logos y 8 pantallas gigantes”, describió la crónica de aquél fasto.
Aunque no se encuentra a más de 5 kilómetros de la Casa Rosada, los embotellamientos hicieron que el trayecto en automóvil demorara casi una hora.
La Iglesia
Sabiéndolo, el presidente Carlos Menem lo cubrió en helicóptero y descendió junto al jefe de Gabinete, Eduardo Bauza –quien se encargaba de las relaciones con el grupo– a escasos doscientos metros de allí, en la playa de verificación de automotores de la Policía Federal.

“Juntos caminaron por la misma puerta y al mismo tiempo el vicepresidente Carlos Ruckauf y uno de sus más cercanos colaboradores, Esteban Cacho Caselli, un hombre de fluídos contactos con el Vaticano. Detrás de ellos ingresó el cardenal Antonio Quarraccino”, describiría el propio diario.
Todo estaba milimétricamente calculado. Los invitados ingresaban con una tarjeta magnética que les indicaba a que parte del enorme salón debían dirigirse.
Miracolo
Curiosamente, dos enconados enemigos como el ministro de Economía, Domingo Cavallo, y el líder radical Raúl Alfonsín fueron dirigidos hacia el mismo sector y se dieron un rápido apretón de manos -el último que se conozca- frente a Eduardo Van der Kooy -secretario de redacción y editorialista de Clarín- quien entrecerró sus manos como en una plegaria y sonrío ante ese módico milagro.
La viuda de Noble, teñida de rubio, se encontraba flanqueada por Marcela y Felipe. Recibía las felicitaciones de los visitantes más ilustres mientras los invitados, atendidos por 210 mozos, engullían canapés y entrechocaban las copas de champagne Möet Chandon.
El diario de todos
Terminado el besamanos, Ernestina se dirigió al estrado y, flaqueada por Carlos Menem, inició un discurso exultante. Dijo que Clarín se había transformado en el diario “de todos, en la compañía que, en las buenas y en las malas, no abandonó nunca a nadie (…) un foro cotidiano para todos los argentinos”, gracias a la libre elección de los lectores “frente a una oferta amplia y diversa”.
Ernestina le cedió al presidente Menem el honor de poner en marcha la rotativa
Los grupos de medios, dijo, “son un anticipo del mundo del mañana” y Clarín había pasado de ser un simple diario para ser el emblema de “el primer grupo de comunicaciones del país”.
Funciones sustitutivas
Ante la virtual desaparición de la enseñanza pública y la retracción de las demás funciones del Estado, Ernestina dijo que no se trataba tanto de que la prensa tuviera un excesivo poder como que “las expectativas de la sociedad le están otorgando funciones casi sustitutivas de otros poderes”.
Por este motivo, continuó, además de ser el “control de los poderes en beneficio de los ciudadanos”, en la práctica se había convertido en “el maestro de los que no pueden pagar maestros”.
En lo que quiso pasar por autocrítica, Ernestina recordó que “durante largos años, el país vivió a merced de un péndulo institucional que oscilaba entre los golpes de Estado y la emergencia de la protesta que marcaba el retorno transitorio a la democracia “lo que había hecho que “la prensa independiente muchas veces no pudo, no la dejaron o no supo cumplir cabalmente su papel”.
Un pacto con la verdad
“Nuestro doloroso pasado –insistió más adelante- debe servirnos para aprender, para no repetir errores. Porque creo que en nuestro país nunca más deben violarse los derechos humanos…”.
“La prensa libre necesita cultivar la ética periodística de la responsabilidad, un pacto con la verdad que le permita fijarse sus propios límites profesionales y controles éticos. Este es hoy nuestro compromiso, cuando vemos realizados los sueños más audaces de Roberto Noble”, añadió.
“Hoy puedo decir con orgullo que los objetivos que me trasmitiera Noble y que yo recogí cuando asumí la dirección de Clarín hace más de 26 años se han cumplido”, concluyó, invitando a alzar las copas y brindar “por el futuro que ya estamos viviendo”.
Aspectos positivos
El presidente y cuatro de los ocho miembros de la Corte Suprema así lo hicieron: Julio Nazareno, Antonio Boggiano, Augusto Belluscio, Gustavo Bossert y Guillermo López. Tras el brindis, Ernestina pidió un minuto de silencio en memoria de Roberto Noble, tiempo que fue aprovechado por la mayoría para vaciar sus copas.
Seguidamente, la viuda le pidió a Menem que lo acompañara a la sala de rotativas. Allí, el cardenal primado de Buenos Aires, Antonio Quarracino, bendijo la sexta y última rotativa Metro Goss de la planta. El monseñor elevó una súplica para que se mantuviera vivo el deseo de Noble de que Clarín destacase siempre “los aspectos positivos de las noticias”.
Luego, Ernestina le cedió al presidente Menem el honor de poner en marcha la rotativa, tras lo cual esperaron unos breves minutos a que la máquina comenzara a escupir un nuevo suplemento del diario llamado, precisamente, “Lo Nuevo”.
Frente a este presente venturoso, ¿Quién querría mirar hacia el pasado?
Parte 8
Elubraciones, conjeturas, apellidos
Al mismo tiempo que se celebraban los fastos de los cincuenta años de Clarín, el presidente de la Cámara Federal de San Martín, Juan Mansur, trasladó las actuaciones relativas a las sospechosas adopciones hechas por Ernestina al juez Roberto Marquevich, titular del Juzgado Federal nº 1 de San Isidro.
Tan diligente fue Mansur que terminó y fechó su escrito el sábado 29 de agosto. Tan pronto recibió semejante brasa, el lunes, Marquevich requirió la opinión del procurador fiscal federal, Carlos Villafuerte Ruzo, quien en el plazo de una semana, el 7 de septiembre, se expidió negándole cualquier asidero a la documentada denuncia de Ana Jaján.
Una simple elucubración
Villafuerte Ruzo (que escasos días después de esta faena fue nombrado juez federal, el mismo juez que está a punto de ser sometido a juicio político por su pésimo desempeño al frente de la causa que investiga el asesinato del obispo de San Nicolás, Carlos Ponce de León por la dictadura) destacó en su escrito que siendo la denunciante esposa de Emilio Jaján –quien como era público y notorio tenía “notoria enemistad” con la viuda de Noble– su denuncia carecía “de la aptitud suficiente como para instar a la acción penal”… porque “la verosimilitud y estabilidad de todo proceso de adopción” tramitado por un juez “con asistencia del Asesor de Menores no puede ser conmovido por una simple elucubración”.
Como si en las adjuntadas partidas de nacimiento no estuviera claro ya a primera vista la supresión de cualquier rastro de los progenitores.
Quizá no le hubieran llegado ambas, puesto que Villafuerte Ruzo escribió que de la lectura de “la propia acta aportada (sic) surge que la inscripción ante el registro Provincial de las Personas se formula por mandato del Tribunal de Menores nº 1, y que la anotación marginal en las actas referidas corresponderían a las sentencias de adopción plenas dictadas por un juzgado civil del mismo departamento judicial”.
A partir de lo cual, el juez se permitía “suponer la intervención de más de un tribunal de justicia y por ende descartar toda connivencia dolosa en la adopción de los menores”.
Meras conjeturas
Haciendo propios y acrecentado aquellas suposiciones, Marquevich desestimó in limine la gravísima denuncia, negándole “cierta entidad, o mejor dicho, virtualidad suficiente como para instar a la acción penal”. Argumentó para ello que carecía “de datos objetivos que permitan tenerla como un anoticiamiento de un delito” y que más aún, se trataban de “meras conjeturas (…) que no dejan de desarrollarse en un plano puramente hipotético” sin encontrarse “siquiera mínimamente reforzadas por datos objetivos”.
Todavía más: de las fotocopias de las actas de nacimiento presentadas por Ana Jaján, dijo Marquevich que se desprendía ”que la inscripción efectuada ante el Registro de las Personas” obedecía a sendos mandatos del Tribunal de Menores nº 1 de San Isidro y que de las anotaciones marginales que podían leerse surgía “que la adopción plena ha sido ordenada por sentencia del señor Juez a cargo de un juzgado de Primera Instancia en lo Civil del mismo departamento judicial, lo que evidencia con toda claridad la existencia de un proceso de adopción y el consiguiente cumplimiento de las formalidades previstas por la ley…”.
En síntesis: Villafuerte Ruzo y Marquevich sostenían que era sencillamente inimaginable que dos jueces hubieran podido delinquir de consuno en ambos trámites de adopción.
El apellido del muerto
Sin embargo, de la mera lectura de las inscripciones de nacimiento de los niños bautizados como Marcela y Felipe – tal como explicaría Ana Jaján al denunciar en octubre a Ragucci y Manigot ante el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires- surgía con meridiana claridad “la presunción vehemente de que los mencionados menores podían ser hijos de padres desaparecidos (cuatro personas, dos padres y dos madres) y sustraídos a sus respectivos familiares por quien aparecía dándoles su apellido y el de su esposo muerto en 1969, desde el momento mismo de los nacimientos”.
En cuanto a Villafuerte Ruzo, Ana Jaján recordó que este juez había pedido que se desestimara la denuncia a causa de la “notoria enemistad” de ella y su marido con la viuda de Noble sin condescender siquiera a una certificación de la veracidad de las fotocopias de las partidas de nacimiento que había presentado, por lo que había groseramente su obligación de investigar los posibles delitos denunciados.
“Tal vez el ex fiscal y actual juez federal creyó que Ernestina Herrera a los 51 años podía haber dado a luz con diferencia de tres meses a dos niños”, ironizó. Esa era, recordó, la “única razón” que podría justificar que ambos niños “desde el momento mismo del nacimiento llevaran su apellido a continuación del de su esposo muerto en 1969: Noble Herrera”.
Porque Ernestina no le había puesto a los chicos su apellido sino detrás del de su marido, fallecido siete años antes.
Tampoco el juez Marquevich se salvó de la indignada crítica de Ana. Tras señalar que “la necesidad de justificar la antijuricidad de su resolución” lo había llevado “al límite de pretender confundir las dos ‘Actas de inscripción de nacimientos (del año 1976, emanadas del registro Provincial de las Personas) con actas de adopción”, lo acusó de incurrir en “encubrimiento de los delitos de supresión de dos menores”.
Respecto a las responsabilidades del Tribunal Oral Federal nº 1 en el mencionado encubrimiento, habían continuado luego del traslado de las actuaciones a Marquevich.
Garona, el infiltrado
Para hacerse con la resolución de Marquevich, el abogado Garona le pidió al secretario interino del tribunal, Santiago Cafferata, que le diera un certificado de que era el letrado de Ernestina en “la causa 172 seguida a Emilio Jaján por el delito de estafa en grado de tentativa” a fin de presentarlo ante el Juzgado Federal nº 1 de San Isidro.
Cafferata así lo hizo así el 19 de noviembre. Al día siguiente, valiéndose de este certificado y aprovechando la confusión intencionalmente creada desde un comienzo por Raggucci y Manigot, Garona pudo introducirse fraudulentamente en la causa, de la que pidió fotocopias con el alegado propósito de añadirlas a la causa 172. Obtuvo las fotocopias. Pero, como era de prever, no las incorporó a la causa 172 con la que aquellas nada tenían que ver. El Grupo quería evitar por todos los medios que informaciones tan comprometidas se hicieran públicas.
(Nota LCV: En el año 2011, finalmente, fueron realizados los análisis genéticos para comprobar la filicación de Marcela y Felipe Noble en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) que reveló que no eran hijos de las dos familias querellantes, Miranda-Lanoscou y García-Gualdero. Luego se los comparó con las muestras que aportaron familias de desaparecidos al Banco Genético y no hubo coincidencias con ninguna de ellas. Su origen continúa siendo una incógnita)

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Todos tenemos hollín en los pulmones, por Hernán López Echagüe

El 25 de enero de 1997, la sociedad argentina se veía sacudida por un crimen atroz: un reportero gráfico de la revista Noticias, aparecía muerto, calcinado, con las manos y pies atados y dos disparos en la cabeza después de haber ido a cubrir de una fiesta de renombrados empresarios de Pinamar. La autopsia demostró que Cabezas tenía hollín en los pulmones, lo que indicaba que aún respiraba cuando el auto con él en su interior era invadido por las llamas. Las investigaciones recorrieron muchas pistas, varias de ellas fraguadas por la Policía Bonaerense que demostraba una y otra vez intentar desviar la investigación y resolver rápidamente el caso. El diario La Nación, le solicitó una nota al periodista Hernán López Echagüe quien se había convertido en emblema del ‘periodista agredido” luego de sufrir dos agresiones -un navajazo de advertencia en la puerta de su casa y un intento de secuestro en los alrededores del Bingo de Avellaneda, abortado por la aparición de un patrullero-. La persecución López Echagüe provenía de sectores del Mercado Central ligados a patotas Duhaldista. Desde Uruguay, en donde intentaba recuperar la tranquilidad y finalizar un nuevo libro sobre la Triple Frontera, escribió de un tirón este artículo.
Hoy lo recuperamos para el Archivo de LCV, tomado del libro ‘Postales Menemistas’ editado por editorial Perfil, quien publicó una compilación de artículos de este joven periodista que luego de recibir más amenazas y una catarata de juicios por la publicación de su libro “El Otro” dedicado al entonce gobernador Duhalde quien se disputaba la conducción del peronismo con el president Menem, buscaría refugio con su familia del otro lado del río.

Todos tenemos hollín en los pulmones, por Hernán López Echagüe
Febrero de 1977, diario La Nación
El asesinato de José Luis Cabezas es un hecho obsceno, cometido en una sociedad habituada a cerrar los ojos ante la obscenidad, o, en el mejor de los casos, a tomarla como un avatar, como un mal pasajero. Es dable preguntarse si en este caso la sociedad cobrará vida o, como ha sucedido en otras ocasiones, pronto olvidará el mazazo, se abrazará a los electrodomésticos, al fetiche de la estabilidad, y por fin añadirá el episodio a la extensa lista de obscenidades que han ocurrido a partir de mediados de 1989: los sopapos, navajazos y amenazas a periodistas; el asesinato del obrero Víctor Choque en Tierra del Fuego; las agresiones sufridas por el fiscal fiscal Pablo Lanusse; el assinato de María Soledad Morales, las decenas de atropellos cometidos por la Policía de la Provincia de Buenos Aires; los disparos contra Fernando ‘Pino’ Solanas; los feroces atentados contra la comunidad judía; la continua represión a manifestaciones; las enigmáticas muertes en torno a la Aduana; etc, etc, etc.
Obscenidades que parecen lejanas en el espacio y en el tiempo.
Presumir, como buena parte de la sociedad presume, que el asesinato de Cabezas no ha sido más que un brutal ataque a la libertad de expresión, comporta un grave desatino cuyas consecuencias habrán de aflorar tarde o temprano. El asesinato de Cabezas ha sido la lógica culminación de una serie de obscenidades frente a las cuales, continua e ingenuamente el gobierno ha pretendido permanecer ajeno.
Desde luego, en el interior de la gente que ha cometido este crimen impera el fuego. Pero es menester avivarlo.
Basta echar un vistazo a la historia del país para comprender que hechos de esta naturaleza suceden cuando los gobiernos crean y promueven las condiciones políticas, sociales y morales y éticas que tornan posible su comisión. Cuando los gobiernos hacen de la obscenidad uno de sus rasgos más distintivo.
Obsceno es que los actos de un gobierno procuren satisfacer, pura y exclusivamente, la ley del libre mercado y los antojos de un puñado de empresarios sin escrúpulos. Obsceno es que un presidente, a viva voz, celebre el ingreso de capitales sin importarle su procedencia. Obsceno es que los funcionarios de un gobierno aparezcan enlazados, una y otra vez, a personajes como Al Kassar, Gaith Pharaom, Ibrahim Al Ibrahim, Yabrán o Ghadaffi, es decir, al narcotráfico, al matonaje, a los negocios turbios. Obsceno en extremo es ignorar la independencia del Poder Judicial y llamar ‘delincuentes’ a periodistas y opositores.
Pero más obsceno que todo es la inercia. Cuando el virus de la quietud y de la indiferencia se instala en una sociedad, no hay medicina que logre aplacar sus terribles efectos. Al igual que en épcas de muerte y oscurantismo, con el correr del tiempo la solidaridad se difumina, la identidad lanquidece, y crímenes como el de Cabezas, por tanto, adquieren el caracter de cosa común y ordinaria.
Cuando una bomba destruyó el edificio de la embajada de Israel, todos repletamos las calles de Buenos Aires y en silencio, con los párpados apretados, todos fuimos judíos. Pero no fue otra cosa que un relumbre de solidaridad, un compromiso tan duradero como un estornudo; algo más parecido a una fugaz visita de pésame que a un acto fundado en hondas convicciones. Porque tiempo más tarde, y una vez más a lo largo de contadas horas, estimamos sensato colocarnos nuevamente el disfraz judío, como en un multitudinario baile de máscaras.
Todos estamos entrelazados por un lugar común que va más allá de fortuitas diferencias religiosas, filosóficas, políticas o profesionales: la vida. Y sin embargo estamos habituados a que nos reúna la muerte.
Una sociedad adormilada, que no emerge de su insultante letargo, no puede exigirnos a los periodistas que frente a hechos de esta índole inflemos el pecho y sin rodeos continuemos hurgando en esas enormes cloacas que nosotros no hemos inventado. No somos corresponsales de guerra, aunque a menudo plumas y lentes deban desplazarse entre escombros y cenizas, entre bandas violentas que han convertido al país en un inabarcable campo de batalla donde la vida es ingrávida.
Desde la madrugada del sábado último, y de modo ya irremisible, todos los argentinos somos José Luis Cabezas. Todos tenemos hollín en los pulmones. Todos estamos encerrados en el interior de un vehículo en llamas, en un camino de tierra, a contados metros de opulentas mansiones en cuyos jardines la fiesta continúa.
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ARCHIVO/La corrupción sigue estando de moda, por Oscar Taffetani

Esta semana, el maestro Oscar Taffetani comparte una nota de su archivo personal escrita el 16 de mayo de 1993 –hace 31 años-. Eran los noventa, tiempos de “menemato” cuando estallaba el boom de los escándalos de corrupción. Nunca, hasta ese momento, se habían visto tantos funcionarios procesados por malversación de fondos, coimas, contrabando, venta ilegal de armas o enriquecimiento ilícito. La lista es larga. Algunos han pasado rápidamente al olvido, como el ex concejal justicialista José Manuel Pico condenado por la justicia porteña a cinco de años de prisión y diez años de inhabilitación para ocupar cargos públicos, por el delito de enriquecimiento ilícito. “Me quieren convertir en un monstruo”, se lamentaba, conciente de que él no hacía nada diferente a lo que hacían todos. Fue el primer político de cierta relevancia condenado por corrupción a quince días de las elecciones presidenciales.
Con mejor o peor suerte, tuvieron que sentarse en el banquillo de los acusados altos funcionarios, entre otros: Carlos Grosso; María Julia Alsogaray; Víctor Alderete; José Luis Manzano, Antonio Erman González; Carlos Corach; Amira y Emir Yoma; Ángel Eduardo Maza; Domingo Cavallo; Gostanian y el propio presidente Carlos Menem quien fue condenado por peculado, contrabando de armas y sobresueldos, pero gracias a los fueros nunca debió cumplir su pena. En 1994, el presidente del Banco Nación, junto a ex directores y cinco empresarios fueron procesado por el supuesto pago de 21 millones de coimas a IBM por la renovación de su sistema informático. El hermano y secretario de uno de los imputados, Marcelo Cattáneo, apareció suicidado. Las muertes dudosas de personajes vinculados al gobierno iban en aumento.
Distintos negociados fueron tapa de diarios y revistas. Los libros de investigación eran Best Sellers (Robo para la Corona, de Horacio Verbitsky; El Otro, de Hernán López Echagüe; El Jefe, de Gabriela Cerruti; o Pizza con Champagne de Silvina Walger, se vendían por cientos de miles). Con buen tino, Oscar Taffetani titulaba una nota publicada en la revista Nueva: “La corrupción está de moda”. Una moda que llegó para quedarse.
¿Cuáles son las razones y la solución de semejante descalabro? O.T. recorre los principales hechos de corrupción en Argentina y el mundo. ¿Cómo salir de esta telaraña? Un debate más vigente que nunca.

Corrupción está de moda
Un fantasma viscoso recorre el planeta. Los diarios lo llaman corrupción. Los políticos y los periodistas lo llaman corrupción. La gente lo llama corrupción. ¿De qué se trata?
El barón de Montesquieu escribió en alguno de los treintaiún volúmenes que componen Del espíritu de las leyes (1748), que “el principio de democracia se corrompe cuando una nación pierde el espíritu de igualdad y lo interpreta arbitrariamente”.
Según el ilustre barón (a quien solemos citar de oído), una neta separación entre los poderes del Estado produce la mutua limitación que salvaguarda las libertades.
Claro que el sistema que Montesquieu tomaba por modelo de democracia era el inglés, donde el Poder Ejecutivo reposaba en el Príncipe (consorte o sinsorte), el Legislativo en la Cámara de los Lores (reclutados en la nobleza) y el Judicial en esas convulsionadas cortes provincianas que supieron describir Shakespeare y Marlowe.
En cuanto a los “países cálidos” (así llamaba a las colonias africanas, asiáticas y americanas), el tratadista observaba que “están más dispuestos que los fríos a la servidumbre”… Hasta allí Montesquieu.
Montes… ¿quién?
En América latina, lo mismo que en los jóvenes países africanos y asiáticos, la democracia política padece aún hoy el vicio del caudillismo. Los tres poderes suelen estar sujetos a la voluntad de uno solo: el Ejecutivo.
Cuando se habla de corrupción, entonces, por lo general, se habla de un juez o un legislador sobornado, de un amigo o un pariente del “Número 1” que se acomoda en un puesto público, que resulta beneficiario de una dudosa licitación o que impunemente viola las leyes al amparo de su protector.
De esta clase de corrupción sabemos mucho en América latina. La historia del continente –sin necesidad de hacer revisionismo– está plagada de caudillos, militares y civiles, que convirtieron su antojo en ley severa, que se enriquecieron en la función pública, que entraron al gobierno por la puerta grande, “para acabar con la corrupción” y salieron por la puerta de servicio, entre gallos y medianoche, con los bolsillos llenos.
En los países anglosajones (algo de razón tenía Montesquieu) la vigilancia civil sobre los poderes es mayor. Los ciudadanos que sangrientamente conquistaron sus derechos poniendo fin, o por lo menos un límite, a la monarquía, saben defenderlos mejor.
No están libres del azote de la corrupción (que prefieren llamar inmoralidad), pero tienen aceitados los mecanismos democráticos para combatirla.
El affaire Watergate en los Estados Unidos (espionaje republicano en la sede del Partido Demócrata) le costó la presidencia a Richard Nixon. El affaire Irán-contras (llamado por la prensa Irangate) llevó a un juicio público a altos jefes militares y determinó el cambio de política hacia Centroamérica.
Curiosamente, los hechos inmorales de más gravitación en la política norteamericana fueron descubiertos por la prensa. Dos periodistas del Washington Post, amparándose en la Quinta Enmienda de su Constitución, desataron el escándalo que acabó con Nixon.
El cuarto poder entra en escena
¿Son posibles los Watergates en América latina? Ardua pregunta. La regla –salvo raras excepciones– es que todo concluye con la denuncia. Los efectos jurídicos no van más allá de la renuncia al cargo por parte del funcionarios involucrado o de un “fusible” de éste.
No obstante, debe reconocerse que haber hecho públicos los ilícitos y haber conseguido la renuncia o alejamiento de funcionarios corruptos, no es poco mérito, habida cuenta de la ostensible lentitud del Poder Legislativo y la mora del Poder Judicial para intervenir en esas cuestiones.
Otra pregunta que puede escucharse en la calle es: ¿Hay más corrupción ahora que antes? ¿O es que ahora se sabe más?
Las respuestas invariablemente estarán teñidas de un color político. A pesar de ello, habrá coincidencia general en observar que, gracias a la existencia de una prensa independiente y diversa, hoy puede saberse más de lo que pasa “en palacio”. La ciudadanía dispone de un instrumento tan poderoso como aquéllos –devaluados– que le brindó la bicentenaria Revolución Francesa.
No todas son rosas en la Galaxia Gutenberg, por supuesto: un medio de prensa puede ser sobornado, como puede serlo un policía, un juez, un legislador. Pero corre también el riesgo de quedar en evidencia y sufrir un terrible castigo: que los lectores dejen de comprarlo.
En ocasiones, los diarios, radios o canales televisivos son instrumento de una singular batalla. Es cuando los acusados de corrupción se defienden denunciando algún fraude o ilícito cometido por sus acusadores.
La batalla –aquí reaparece Montesquieu– no es mala en sí misma, puesto que ayuda a que se conozca toda la verdad. El libre juego de los poderes, incluido el Cuarto, es el mejor certificado de buena salud del orden democrático.
Mal olor en el planeta
Una mirada a la política internacional, poco antes del fin de siglo, podría acabar con las más recónditas esperanzas de justicia. En todas partes se cuecen habas. En todas partes había –o hay– corrupción política.
EN EL PRIMER MUNDO
No hace tanto desde que se conocieron las coimas que pagó la Lockheed Aircraft para colocar sus aviones en países “intachables” como Suecia, Francia, la ex República Federal de Alemania y el Japón. Desde el Príncipe Bernardo de Holanda (quien provocó la abdicación de la reina Juliana) hasta el primer ministro japonés Kakuel Tanaka (quien prefirió que el harakiri se lo hicieran algunos ofuscados kamikazes), todos recibieron su sobre o su giro reservado a un banco suizo.
Recientemente –para no abundar en ejemplos– estallaron escándalos en Inglaterra (por comisiones de los ministros en la privatización de servicios); Francia –por “donaciones” y blanqueo de dinero negro a través de partidos de centro-derecha y centro-izquierda–; España (por comisiones en las obras de Expo-Sevilla, finanzas negras y sobornos en el PSOE); Italia –por relaciones de los principales dirigentes políticos y del gobierno con la mafia– y hasta en el lejano, insospechable y poderoso Imperio del Sol Naciente (por declaraciones del político sobornador Shin Kanemaru, quien destapó una olla que no contenía precisamente arroz).
EN EL EX-SEGUNDO MUNDO
El advenimiento de la era Gorbachov puso al descubierto las prebendas y turbios manjeos de los dirigentes soviéticos de la era Brezhnev. No terminó allí la danza: los dirigentes del ex PCUS vaciaron las empresas estatales y fugaron divisas hacia los bancos suizos poco antes de la caída de Gorbachov y el ascenso de Yeltsin.
Uno de los países que aún se declara regido por los principios del socialismo, Cuba, conjuró hace tres años un escándalo por narcotráfico que amenazó acabar con el gobierno de Fidel y Raúl Castro. El chivo emisario fue el fusilado general Ochoa, Nº 3 de la nomenclatura cubana.
EN EL TERCER MUNDO
En la Argentina, el reelecto presidente Carlos Menem ostenta el récord de tener la mayor cantidad de funcionarios procesados en la historia de su país y la región.
La caída de Ferdinando Marcos, en las Filipinas, ocurrida hace unos años, puso al descubierto el enorme grado de corrupción que puede generar un gobierno cuando aspira a perpetuarse.
El affaire Collor, en Brasil, fue un caso reciente de corrupción política (enriquecimiento ilícito) con desenlace ejemplar: el juicio político y destitución del Presidente por el Parlamento.
EN LAS NACIONES UNIDAS
El jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de origen japonés, fue acusado de comprar su reelección. La denuncia extiende las sospechas a casos anteriores (como el del ex SS Kurt Waldheim).
EN LAS ORGANIZACIONES ECOLOGISTAS
Generation Ecologie, un partido verde francés cuyo dirigente Brice Lalonde fue designado ministro de Medio Ambiente, aceptó importantes contribuciones financieras de empresas a las que decía combatir (como la Sandoz suiza, principal contaminadora del Rhin).
Mal de muchos ¿consuelo de tontos?
Martin Woollacott, del periódico londinense The Guardian, se refirió en un artículo a las distintas formas de corrupción política existentes en el mundo. Desde lo que en Francia llaman “tremper le pain dans le sauce” (mojar el pan en la salsa) hasta lo que los japoneses llaman sin pudor “política del dinero”, pasando por la Tangente italiana, todopoderosa antes de la llegada de los mani pulite. Al hablar Woollacott del mundo anglosajón, desliza irónico: “…tenemos formas menos obvias de corrupción, además de la justa cuota de soborno y de coima…”
He allí una de las probables causas del gran destape de fin de siglo: lo que los Estados y el mismo sistema mundial no toleran no es la corrupción habitual (el “punto” o “punto y medio” de comisión que lubrica el comercio internacional). Lo que el sistema mundial no tolera –porque vuelve imprevisible el futuro de la humanidad– es el exceso de corrupción, esa masa viscosa que entorpece el desarrollo de la economía y las relaciones internacionales.
Desde un punto de vista pragmático, entonces, –dejando el idealismo para mejor momento–, de lo que se trata es de llevar los niveles de corrupción administrativa y política al mínimo posible.
¿Quién puede hacerlo?
Allí regresamos a Montesquieu, aquel pensador francés que fue bautizado en brazos de un pordiosero (porque sus padres querían que aprendiera de niño que todos los hombres son iguales ante Dios). Regresamos a Montesquieu y hallamos que la mejor manera de combatir la corrupción, en casa y en el mundo, es garantizar la independencia de los tres poderes (incluido el cuarto) y luchar por un ejercicio moral de la política.
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ARCHIVO / Nunca te bañes con tus primas, por Ricardo Ragendorfer

Este artículo fue publicado por la revista El Porteño en la sección Serie Negra de junio 1989. Por entonces, conceptos cómo “violencia de género” y “femicidio” eran catalogados bajo la inexacta nomenclatura de “crimen pasional”. Pero en las extrañas muertes de Irma Gijón y Gloria Fernández ni siquiera fue considerada esta hipótesis. Y por una razón de peso: su carácter sobrenatural hizo que rebasara las fronteras del hecho policíaco para convertirse en una pieza única de la literatura gótica, pero del mundo real. RR

Bajó de la ambulancia, verificó la altura de la calle y tocó el timbre. Media hora antes, la telefonista del Hospital Municipal de Vicente López expidió una orden de visita en favor de Gloria Fernández, especificando como motivo una simple descompostura. Cuando el médico cruzó el hall y fue llevado al living, encontró a la paciente recostada en un sofá.
La mujer que lo hizo pasar sólo le dijo:
–Se empezó a sentir mal a la tarde, después de comer.
El recién llegado se calzó el estetoscopio y auscultó el pecho de la enferma. Luego extrajo una linterna de bolsillo y pasó a escudriñar el color de la garganta. Acto seguido, se puso a redactar una receta. Y mirando a sus interlocutoras, recitó el diagnóstico:
—No es una descompostura. Aunque puede ser que el almuerzo haya caído mal. Para mí, es un estado gripal. Tiene la presión baja y unas líneas de fiebre. Tómese un Multín cada seis horas. Por lo del estómago, no coma nada pesado; es más, si aguanta, trate de no cenar.
Dicho esto, guardó sus instrumentos y se perdió por la puerta, saludando con un imperceptible movimiento de cabeza. Y ya en la ambulancia, le comentó al chofer:
–Vinimos por una gripe. Nada más que una gripe.
En ese momento no sabía que el caso no tardaría de complicarse, precisamente por una descompostura, pero no de tipo estomacal.
Tres días después, es decir el domingo 16 de abril, el departamento de la calle Melo 3300, de Florida, se convirtió en centro de atención de investigadores policiales, médicos forenses e, incluso, técnicos de Obras Sanitarias. Sin embargo, los primeros que tomaron intervención fueron simples integrantes de una cuadrilla de Gas del Estado.
A la mañana del día anterior, el propietario del departamento, que moraba en el segundo piso del edificio, percibió la fragancia —según él— inequívoca de un escape gaseoso. No sólo cerró la llave de paso, sino que convocó al personal especializado para que constatara la pérdida del fluido. Los de Gas del Estado no la encontraron.
Recién al día siguiente salió a la luz que semejante aroma correspondía, en realidad, a la descomposición de los cuerpos de Irma Gijón, de 21 años, y Gloria Fernández, de 15, que se estaban pudriendo en la bañera.
El propietario no daba crédito a sus ojos (ni a su olfato).
Ya entonces, ese departamento se encontraba invadido por uniformados y peritos.
En la bañera aún permanecían los cadáveres, flotando en un líquido que no parecía agua, ya que mostraba una tonalidad color ladrillo. El de la más joven apuntaba hacia el este. Frente a ella estaba los despojos de la que, en vida, había sido su prima.
A simple vista, daba la impresión de que la muerte le había llegado justo al sacarse la bombacha, dado que esa prenda estaba muy cerca de su mano, cuyo brazo quedó rígido fuera del receptáculo.
Pero no se puede decir que esas muertes “súbitas y simultáneas”, como fueron caratuladas a falta de más datos, les hayan conferido a sus protagonistas el don de parecer dormidas. Por el contrario, además de la pestilencia propia de la carne al corromperse, la piel de ambas mutó su color natural a un azulado cadmino, correspondiente a la descomposición cadavérica de alguien que dejó el mundo de los vivos hace más de 30 días. Pero el problema era que sólo llevaban en la bañera no más de tres.
A partir de entonces, casi una veintena de peritos, entre los que se encontraban efectivos del SEIT (Servicio Especial de Investigaciones Técnicas), junto a forenses, además de personal policial numerario, pulularon semanas enteras, tanto por el departamento como sobre los cuerpos de las primas Gijón-Fernández, tratando de determinar la causa de tan extraño fin y la razón del desacostumbrado deterioro.
Lo cierto era que los manuales de medicina legal establecen etapas y lapsos, según sea invierno o verano. Así como en un ahogado deben transcurrir entre 3 y 5 días o 5 y 6 horas —depende de la estación— para que se consume la rigidez cadavérica, el enfriamiento del cuerpo y blanqueo de la epidermis, en este caso, sobre la base de partes extremadamente oscuras e hinchadas, más el detalle de brazos y piernas blandas y arrugadas, se determinó que, en teoría, tales cuerpos corresponderían a 30 días de descomposición, si se trataba del invierno, o 2 semanas en temporada estival.
Pero había un hecho cierto: una vecina de las malogradas mujeres echó por tierra los conceptos de la medicina forense, afirmando en su declaración testimonial: “Antenoche (por el 13 de abril) Irma me pidió permiso para hablar por teléfono con el Hospital de Vicente López y llamó a una ambulancia porque su prima sufría una leve indisposición”.
Eso coincidió con la receta hallada en el living, donde se recomendaba la ingestión de Multín, un antipirético. De allí en más, sobre hipótesis tan poco felices como la muerte por electrocución, ahogo, intoxicación e, incluso, la formación de un arco voltaico, pero ante la certeza de que esos decesos sólo pudieron haber sobrevenido a través del trámite propiciador de un homicida, los encargados de esclarecerlos se dieron a la caza del facultativo que había atendido a una de las víctimas poco antes de la muerte.
A decir verdad, la policía tropezó con grandes inconvenientes para dar con el médico. Claro que a la declaración que efectuaría se le asignaba gran importancia. Y luego de una fatigosa búsqueda, el profesional fue hallado: Se trata del doctor Arnoldo Bresciani, médico cirujano, director de una clínica y auditor de un prepago, que además pertenece al plantel del Hospital de Vicente López.
Cuando estuvo frente a los policías que lo interrogaban sobre los detalles de aquella visita, Bresciani comprendió que, a fin de cuentas, el caso tratado tuvo al final que ver con una descomposición.
—No puede ser que el cuerpo de las chicas presente la descomposición de un mes —farfulló, ante un policía de civil que anotaba todo en una libretita.
El médico después declararía: “No fui el último en verlas con vida”. Pormenorizando tal afirmación, Bresciani exhibió los argumentos propios de un experto en novela policiales inglesas: “El domingo por la mañana, cuando entró la policía, encontraron mi receta y un frasco de Multín nuevo, es decir, recién comprado. Estaba abierto y faltaban dos comprimidos. Yo le había recetado a la paciente tomar uno cada 6 horas. Si cumplió con tal indicación, no habría muerto a la medianoche del jueves, sino a la mañana del viernes (…) Si una de ellas fue ese día a la farmacia yo no fui el último en verlas con vida; ni tampoco lo soy si ellas mandaron a alguien a comprar el remedio”.
En síntesis, la investigación policial estaba nuevamente en cero, salvo, lógicamente, las dispares hipótesis irradiadas desde varios medios, que no excluyeron la presunta complicidad de las temibles mambas, una de las más peligrosas especies de serpiente, originaria de Nueva Guinea, cuyo veneno no suele ser proclive a aparecer en los resultados de una autopsia.
Pero hasta ese punto, aunque sin visos de esclarecimiento, el caso de las muertas de la bañera fue una simple investigación policial. A partir de un nuevo episodio, el hecho pasó al rango de la novela gótica. Eso se encarga de declarar el juez Raúl Adolfo Casal, que entiende en la causa:
“Yo, personalmente, hice retirar aquel domingo los cuerpos de la bañera, llevarlos a la morgue y luego ordené higienizar aquella vivienda, donde los olores eran realmente pestilentes. También verifiqué personalmente la limpieza de aquella bañera, su saneamiento y demás trabajos de higiene. Pues bien, dos semanas después decidí regresar al escenario del suceso. El departamento había quedado cerrado con llave y la llave se encontraba en la seccional 1a de Vicente López. Pasé a buscarla y me fui hacia esa casa. Cuando entré, imaginen mi sorpresa al ver que la bañera estaba nuevamente llena de agua y, para mayor asombro, repleta de fauna cadavérica”.
Sobre los contornos de un misterio insondable solo quedan las huellas de los deudos desolados, próximos o involuntarios de un deceso sin explicación aparente.
El médico Bresciani sigue haciendo lo de siempre. Pero su vecina, cuando lo saluda, ya no le mira los ojos y, quizá, piense que en ese hombre flaco y bigotudo está el eslabón perdido de aquel caso que persiste en salir entre los diarios. Al juez Casal, desde el día en que regresó al lugar del crimen, se le pone la piel de gallina cada vez que alguien le menciona el expediente. El propietario de la vivienda, por último, convencido de que ningún necesitado de arrendar un domicilio accedería a asearse en la bañera donde aparecieron las dos primas, no sabe si resignarse a no alquilar más su propiedad, clausurarla, o directamente llamar a un piquete de demolición.
