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Succesion II, por Juan José Salinas

Investigación realizada por el autor a lo largo del año 2005. Publicada completa por primera vez en su portal pajarorojo.com.ar en el 2011, con el título: Ernestina, la apropiadora. De cómo heredó Clarín con un testamento trucho

La versión original de este artículo estaba dividida en ocho partes. LCV ofrece su lectura completa en dos entregas. Si te perdiste la primera, en donde se plantea el inicio de una trama digna de un thriller podés leerla en esta misma sección de Archivos. https://www.lacolumnavertebral.com.ar/2023/03/27/succession-de-como-ernestina-trucho-un-testamento-por-juan-jose-salinas/

La denuncia

El juicio se desarrollaba en la misma sala de Audiencias del Palacio Tribunales dónde una década atrás se había juzgado a las Juntas Militares. Ese 24 de agosto de 1995 y en ese augusto escenario, un hombre calvo y erguido de 74 años  fue condenado a 15 meses de prisión en suspenso por “tentativa de estafa procesal”.

La trascendencia del acto surge  de que de esa condena, la de Emilio Jaján, surgió automáticamente, como respuesta, la denuncia de la apropiación ilegal, por parte de Ernestina Herrera de Noble, de los dos hijos que había “adoptado” en 1976, Marcela y Felipe.

Un secreto a voces

Por increíble que parezca, hasta entonces nadie había denunciado a la Justicia lo que era un secreto a voces, cuando menos entre muchos periodistas: que los hijos de Ernestina habían sido paridos por detenidas-desaparecidas. Y puesto que no los habían reclamado, que también sus padres parecían haber sufrido el mismo horrible destino.

Jaján había sido condenado a instancias de Ernestina, que lo acusó de adulterar evidencias para sustentar la querella que, por el cobro de importantes honorarios, le había iniciado. A ella y a los directivos de Clarín.

El 6 por ciento

Aseguraba Jaján que los directivos de Clarín le habían prometido el 6 % del paquete accionario de AGEA (Arte Gráfico Editorial Argentina SA, la sociedad que publicaba el  diario) en pago por una tarea que había cumplido a la perfección.

Tarea tan importante había sido, recordó, que había impedido que la única hija de Roberto Noble, Guadalupe, heredara el matutino, dejando a aquellos  directivos en la puta calle.

Un ex amigo federal

Así, a la demanda de Jaján, Ernestina, Magnetto & Cía. habían respondido con otra demanda. Sin poner en duda la importancia del hallazgo (Al que nos referiremos más adelante.) argumentaron que no había sido Jaján quién lo había hecho, sino un ex amigo suyo, a la sazón abogado de la Policía Federal,  Raúl Bernardz.

De ahí lo de “tentativa de estafa procesal”.

Jaján, un optimista inveterado, escuchó la sentencia con expresión desolada. Cuando terminó de leerse, cerca de las 20, hacía rato que había caído la noche. Los jueces  se estaban levantando cuando una mujer que estaba en medio de la sala se puso de pie y se dirigió a ellos de viva voz:

“¡Un momento señores camaristas: Quiero presentar una denuncia!”, gritó Ana Elisa Feldman, la esposa del condenado.

Sorprendidos

Estupefacto, el presidente del Tribunal Oral en lo Criminal nº 1, Luis María Ragucci, cruzó en voz baja algunas palabras con los vocales, Martín E. Vázquez Acuña y Ricardo Giúdice Bravo. Después invitó a la mujer a pasar a la contigua Sala de Acuerdos.

Allí, y en presencia de los miembros del tribunal y del fiscal Luis Jorge Cevasco, Ana Elisa comenzó a declarar en voz alta y pausada,  de modo  que la secretaria Erica Susana Manigot pudiera transcribir sus palabras. La intempestiva denuncia los había sorprendido sin una mísera máquina de escribir.

“La compareciente expresa que presenta dos fotocopias de actas de adopción (se trataba, en realidad, de sus partidas de nacimiento) presentadas por doña Ernestina Laura Herrera de Noble de los niños adoptados respectivamente con los nombres de Marcela y Felipe Noble Herrera, en las cuales no figura ni nombre de padre ni nombre de madre…”, manuscribió trabajosamente la secretaria Manigot.

Progenitores borrados

Tras algún titubeo, el hablar de Ana fue cada vez más firme.  Destacó que “la dependencia aparentemente responsable” de las adopciones había dejado constancia de que “no había antecedentes en el libro” acerca de la procedencia de ambas criaturas. Por lo que a continuación Ana pidió expresamente que copias de ambas partidas de nacimiento (nº 674 la de Marcela, nº 921 la de Felipe) le fueran entregadas a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo “y a toda otra institución dedicada a la defensa de los derechos humanos”.

En el entendimiento de que esas actas de nacimiento habían sido fraguadas, Ana pidió también que se investigara el origen de los niños, supuestamente nacidos el 23 de marzo (Marcela) y el 17 de abril (Felipe) de aquel aciago año 1976. Y particularmente si los mismos eran hijos de “padres desaparecidos” durante los primeros meses de la dictadura militar.

La hora referí 

A esta altura de los acontecimientos, recordaría Ana, el fiscal Cevasco la interrumpía continuamente, tratando de que se contradijera. En cuanto a los  jueces y la secretaria, parecían urgidos por  acabar con el trámite. A causa de ese apuro fie, dijo Ana, que la secretaria escribió: “Que es todo cuanto desea declarar. Firma para constancia previa lectura que se dio en voz alta…”.

Pero no: Ana Jaján insistió con firmeza en que quería continuar con su declaración.

El fiscal Cevasco pidió entonces que se abriera un cuarto intermedio de unos pocos minutos, como si fuera para satisfacer una urgencia física o comprar un sandwich.  Según la denunciante, resultaba obvio que quería poner en conocimiento de las infaustas novedades a los abogados de Ernestina.

Parte 4

Clarín, un diario de Liechstenstein

El acto se reanudó pasados unos diez minutos, recordó Ana Jaján. Luego de haber denunciado que los hijos “adoptados” por Ernestina Herrera de Noble eran con toda probabilidad hijos de detenidos-desaparecidos, recordó, pasó a otro tema. Aportó un “Acta de de designación de beneficiarios” de una empresa llamada Scripto Etablissment con domicilio en Vaduz, Liechtenstein.

Dicha acta estaba firmada por la viuda de Noble en su carácter de “beneficiaria única del establecimiento Scripto” y, créase o no, la viuda, al fin y al cabo bastante cándida, designaba “como beneficiarios en caso de fallecimiento”, entre otros,  a Héctor Horacio Magnetto y José Aranda.

Como en un juego de cajas chinas, Scripto Etablissment controlaba a Agea SA editora de Clarín- y era a su vez controlada por otra sociedad llamada Fides y constituida en Ginebra, agregó Ana.

Para fundamentar su denuncia, Ana aportó un escrito titulado “Inicia demanda”. Se trataba de una presentación de la abogada Silvia Patricia del Carmen Bandini en representación de su padre, Reynaldo Bandini.

El nexo

Bandini, un experimentado periodista en temas económicos y prominente afiliado al Movimiento de Integración y Desarrollo, había sido primero hombre de confianza de Roberto Noble primero, y después, en la dictadura,  prosecretario general de Clarín y al mismo tiempo el principal contacto entre los jerarcas militares y el núcleo desarrollista que, liderado por Rogelio Frigerio, controlaba el diario.

Bandini recibió ambos niños de un teniente coronel entrerriano llamado Marco Antonio Cúneo

A fines de noviembre pasado, Bandini declaró en la causa abierta por la apropiación ilegal de Marcela y Felipe, proceso en que distintas fuentes le asignan importante protagonismo, al menos tanto como el que tuvo en la apropiación de Papel Prensa por sus patrones.

Según periodistas que integraban la redacción de Clarín en las primeras épocas de la dictadura, Bandini recibió ambos niños de un teniente coronel entrerriano llamado Marco Antonio Cúneo que falleció en 1978.

Como un padre

A pesar de ello, Bandini negó saber quiénes fueron los progenitores de Marcela y Felipe, pero sí aceptó haberlos cuidado en su infancia como si hubiera sido su padre (“tuve a mi cargo su custodia, administración de bienes y educación”, declaró) y agregó que la adopción fue un plan ideado por Frigerio, fallecido en 2006.

Con estas “adopciones”, los desarrollistas, que detentaban la dirección política, periodística y comercial del diario buscaron contrarrestar “el avance de Lupe, la ex mujer de Noble”en el juicio sucesorio, explicó.

Lupe era Guadalupe Zapata Timberlake,  madre de la única hija que tuvo el fundador de Clarín, también llamada Guadalupe pero más conocida como “Lupita”.

Sin interferencias

Según otras fuentes, los Frigerio y sus acólitos, asociados con quién a la postre habría de ser el efímero sucesor de Videla,  el general Roberto Eduardo Viola, querían encauzar,  o si se quiere distraer, a Ernestina. Veían con beneplácito que se consagrara a las absorbentes tareas propias de la maternidad responsable, de modo que les dejara las manos libres para gestionar el diario.

“Fue un juicio terrorífico”,  enfatizó Bandini. Un proceso en el cual  Ernestina “estuvo a punto de perder el diario”. Y fue a causa de este juicio tan peliagudo que, para consolidar sus derechos puestos en peligro, Frigerio, apodado El Tapir, y el abogado de Clarín, Bernardo Sofovich, habían ideado el plan de adopción.

En el escrito redactado por su hija abogada,  Bandini afirmó que la viuda de Noble había transferido a Scripto “la propiedad de la totalidad de las acciones que componían el capital accionario de AGEA S.A”, acciones que se hallaban depositadas en una caja fuerte de la Union de Banques Suisses  (UBS), en Ginebra.

Reproches 

En una carta que le escribió a Ernestina en 1987, Bandini, despechado, le recordó con perceptible amargura que él había sido “el número uno” del Consejo de Administración de la ginebrina Fides cuando esta firma era “la única dueña” de Clarín. Y que tiempo después,  y pedido de ella, le había traspasado,  “otorgado mandato al señor H. Magnetto para que asumiera mi representación en dicho Consejo de Administración Societaria”.

Magnetto había sucedido a Bandini como lugarteniente de Ernestina

Así, Magnetto había sucedido a Bandini como lugarteniente de Ernestina, quién además –en un gesto de extrema generosidad que no habría de repetirse– lo había nombrado heredero.

La secretaria Manigot buscó como cerrar la denuncia de Ana acerca de que AGEA –es decir, Clarín– había sido vaciado. Era un papa hirviendo.  “Como se presume que estos hechos configuran un vaciamiento total de la empresa, se pide su exhaustiva investigación”, transcribió apretadamente sus dichos.

Otra denuncia, y por escrito

Pero, para gran desazón de Manigot,  Ana fijo entonces que tenía una tercera denuncia para hacer. Acto seguido aportó un escrito suyo, titulado “Intervención de Herrera de Noble y su grupo en el juicio de USA Vs. Emilio Jaján”, compuesto de 39 fojas y un índice de dos páginas.

Según Manigot, en dicho escrito Ana denunció “diversos delitos presuntamente cometidos en perjuicio de un imputado (por su marido) y que surgen en su gran parte del juicio seguido” contra él  “por el delito de tentativa de estafa procesal, más otros que figuran en el expediente civil que el Sr. Emilio Jaján tiene entablado contra la Sra. Ernestina Herrera de Noble”.

La historia a la que se refería Ana era de película. Su marido, dijo,  había caído en una trampa tendida por Dardo Irurburu, un antiguo capitán de ultramar, ex miembro del Partido Comunista uruguayo devenido agente especial del Tesoro norteamericano. Jaján habría sido tentado a depositar una suma de dinero de otros a cambio de una comisión, y así, tras ser sorprendido en una infracción tributaria,  se lo había acusado, sin más, de lavar dinero proveniente del narcotráfico.

Entrapament

Jaján, que no sabía bien inglés, quería vender un terreno en Misiones o buscar asociados para poner allí una sucursal de Disneyworld. Como buen vendedor, elogiaba las rojas tierras misioneras, su feracidad. Allí crecía de todo, solía decir. “¿Hay pericos?” le preguntaba el agente encubierto, mientras lo grababa.

“Hay muchos pericos. Y papagayos, loros y cotorras” decía Jaján. “Hay mucho perico”, le hizo escuchar el sérpico uruguayo al fiscal y a la jueza, explicándoles que en muchos países hispano-hablantes se le dice “perico” a la cocaína.

Con una serie de emboscadas de este tipo, explicaba Ana, habían detenido a Emilio. Y como no se avenía a declararse culpable, habían conseguido que viajara a Miami un yerno para asistirlo, y una vez que estuvo allí, también lo habían detenido.

Destrozado 

Clarín y sus aliados destrozaron la reputación de Jaján en densos artículos que aseguraban sin pruebas que estaba preso por lavar dinero procedente del narcotráfico. Ana había averiguado que uno de los abogados de Ernestina, Eduardo Padilla Fox, le había alcanzado a la jueza norteamericana una carpeta con los antecedentes penales de Jaján fotocopiados ad infinitum, a fin de que la carpeta fuera bien gruesa y la impresionara, cosa de que no le concediera la libertad ambulatoria y estaba convencida de que la trampa que le habían tendido a Emilio había sido financiado e inducida por Ernestina, Magnetto & Co.

Luego de que la denuncia fuera firmada por la señora de Jaján, los tres jueces, el fiscal y la secretaria, se dio por concluido el acto aquella noche de invierno en el lúgubre Palacio de Tribunales.

“Era cerca de las 22.30 y los jueces, el fiscal y la secretaria me despidieron de manera descortés. Ni siquiera amagaron con  darme la mano, tal como es de práctica. Y al bajar por la escalera me topé con los abogados de Ernestina, José Ignacio Garona y Bernardo Rodríguez Palma, quienes muy agitados, como poseídos, subían los escalones de a dos en dos”, recordó Ana.

Abogados de dictadores 

Ambos abogados habían sido en 1985 y en ese mismo escenario los defensores de uno de los miembros de la primera junta militar de la dictadura, el brigadier Ramón Orlando Agosti (quien, justo es reconocer, la había sacado muy barata).

Las tres denuncias de Ana sólo habían sido el acto inicial de una larga década de tesonera lucha por restablecer el buen nombre de su familia y poner en evidencia las maniobras ilegales del Grupo Clarín.

Una década larga de recopilar con obsesiva porfía muchas informaciones y de redactar su investigación bajo las formas de una biografía no autorizada de Ernestina. Libro que registró con el título “Del cabaret al imperio de las comunicaciones”, al que pensaba titular “La Apropiadora” y que permanece inédito.

Parte 5

Un reclamo laboral abre la caja de Pandora

La denuncia penal sobre el vaciamiento de AGEA –sociedad editora del diario Clarín–- que Ana Elisa Feldman de Jaján presentó ante los azorados miembros del Tribunal Oral en lo Criminal nº 1 había sido presentada originalmente dos años antes ante la justicia laboral por Reynaldo Bandini.

Bandini había sido sucesivamente editorialista, jefe de su sección Economía y prosecretario de Economía durante casi dos décadas. En muchos aspectos, había sido el predecesor de Héctor Magnetto. Pero el diario lo había despedido sin pagarle. Lo había largado duro.

El despedido había sido el principal nexo entre las juntas militares y el núcleo desarrollista liderado por Rogelio Frigerio  que controlaba el diario,  y había sido echado cuando Héctor Magnetto capitaneó un golpe interno (que  describió  Jorge Así en su Diario de la Argentina) que expulsó a los menguantes desarrollistas del diario.

Tras haber sido despedido sin explicaciones, Bandini  reclamaba el pago de los haberes e indemnizaciones legales.

Only you

Representado por su hija abogada, Silvia Patricia, Bandini había decidido demandar a AGEA y a la viuda de Noble en su carácter de “propietaria de la totalidad, es decir, del ciento por ciento de las acciones de dicha SA”.

Bandini afirmó en que le constaba que la viuda era propietaria de todas las acciones de AGEA,  y que “si en los libros de accionistas alguna vez figuraron otras personas o figuran en la actualidad, estas personas son prestanombres”.

“La totalidad de los beneficios que arroja la actividad periodística de la empresas y de otras empresas cuyos paquetes accionarios le pertenecen, son de ella y para ella”, insistió.

Bandini había ingresado a Clarín a fines de 1962. A mediados del año siguiente, narró, Roberto Noble, le propuso que conociera a su “amigo entrañable”, el ideólogo Frigerio, quien, le había confiado, era  “el verdadero cerebro conductor de este diario”.

De resultas de aquel encuentro y por indicación de Noble, Bandini secundó a Frigerio -a quien sus íntimos llamaban “El Tapir”- tanto en la conducción de la sección Editoriales como en la tarea de imprimirle “un rumbo totalmente desarrollista a la sección Económica”, de la que fue nombrado jefe.

Marineritas

Tras recordar que más tarde fue ascendido a secretario de redacción y que durante sus casi dos décadas de labor en el diario viajó unas treinta veces al exterior por cuenta del diario, Bandini recordó que su familia tenía relaciones con la entonces joven Ernestina Herrera “mucho antes de su casamiento con el doctor Noble”. El escrito puntualiza que por entonces “ella y su hermana Carmencita trabajan en la Dirección Municipal de Parques y Paseos como inspectoras” donde eran conocidas como “las marineritas”.

Ernestina y su hermana Carmencita trabajaban en la Dirección Municipal de Parques y Paseos como inspectoras donde eran conocidas como Las Marineritas

Esto se contradice con lo afirmado por otras fuentes que sostienen que la joven Ernestina conoció a Noble cuando con su hermana bailaba danzas españolas en “El Tronío” de la Avenida  de Mayo, y que trabajó primero en una receptoría de avisos clasificados de Clarín en el microcentro porteño, y que luego fue Noble quien le consiguió a ella y a su hermana conchabos en aquella repartición comunal.

En cualquier caso, no parece que los modales de Ernestina fueran demasiado pulidos, puesto que Bandini recordó que fue su familia la que se encargó de su adiestramiento en “elementales comportamientos de la vida social, maneras de vestirse y demás”.

Amores conflictuados 

La relación entre Noble y su amante eran un tanto tormentosas.  Bandini recordó que  “mi abuela Teresa y mi tía Neve (…) intervinieron en alguno de los avatares que la rodearon y (que) terminaron en el casamiento” de ambos.

“Cuatro días antes de la fecha fijada para el matrimonio”, recordó, Ernestina, que había viajado con Noble a la estancia que éste tenía en Córdoba , luego de “mantener con éste una violenta discusión” regresó a la Capital Federal. Pero luego de que la Tía Neve llamara por teléfono a Noble, la abuela de Bandini, Teresa Maximino, logró “suavizar la situación” y conseguir que Ernestina pudiera regresar a Córdoba.

Tras la muerte de Noble, siguió diciendo Bandini, comenzaron los problemas “en la conflictuada sucesión del doctor Noble. Vencidos estos problemas y los  que para entonces tenía la empresa editora, se la reorganizó y por espacio de casi tres años fui asesor permanente de la directora”.

Pum, para arriba

En 1972 –continuó recordando Bandini- fue “secretario adjunto de la dirección” con la función específica de atender  a la “información político-militar” e internacional y asesorar en lo que hacia a “la ponderación global del manejo periodístico” de la empresa.

Bandini fue un “comisario político” del desarrollismo que como él mismo apunta, siempre cumplió sus funciones “dentro de aquella orientación político-económica (…) que le impuso el Dr. Noble y que la señora de Noble ratificó y respetó durante más de una década en términos absolutos”.

Bandini reivindicó que fueron precisamente esos diez años -la década de los ’70- los que “convirtieron a Clarín en una gran empresa” y “a la señora de Noble en poderosa propietaria de inmuebles en Punta del Este, París, Nueva York y otros lugares. “Basta decir que la construcción de una propiedad en Luján le costó más de 15 millones de dólares”, remató.

No se piense que el demandante había sobrevivido a los reacomodamientos que preludiaron el golpe militar de marzo de 1976. Por el contrario, y al igual que el resto del staff desarrollista, el pustch significó un renovado impulso a su carrera.

El propio Bandini narró que en abril de 1976 la viuda de Noble lo citó en su casa ( el piso 24 del edificio de la Avenida Libertador 3752) donde le informó de que había decidido que él, Bandini, junto a otros altos funcionarios de AGEA integrara el directorio o consejo de administración  “de una sociedad fundada por ella en Ginebra”, sociedad que, le explicó, “se había hecho cargo de sus intereses”.

Ernestina, dijo, le pidió entonces la más “absoluta discreción” sobre el asunto. Y, también, que  recibiera más instrucciones de Bernardo Sofovich, apoderado y asesor legal tanto del diario como de ella misma.

Scripto

Sofovich –que había sido secuestrado en 1973 por la guerrilla del Ejército Revolucionario del Pueblo-22 de Agosto (ERP-22) que consiguió así la publicación en Clarín de una solicitada que publicitó su apoyo al gobierno del presidente Héctor Pedro Cámpora-  le pidió a Bandini que fuese a Ginebra tomando la precaución de no hacerlo en un vuelo directo.

Sofovich también le indicó que una vez en Ginebra debía presentarse en las oficinas de la empresa Fides situadas en la avenida de Campel, invocando a la sociedad Scripto Etablissment, de la que tendría que firmar documentación.

Bandini dijo que así fue que a principios de mayo voló a París con pasajes que le proporcionó el propio Sofovich y luego a Ginebra, y que una vez atendido en las oficinas de Fides por una persona que hablaba español se enteró “no sin cierto asombro, por la documentación que tuvo a la vista, que alguien había viajado con escasa anterioridad” para llevar  una orden “firmada por la señora de Noble”.

Ernestina había ordenado que se lo incluyera en el consejo de administración de Scripto, del que también formaban parte el ya mencionado Sofovich, Octavio Oscar Frigerio –hijo del Tapir-, Héctor Horacio Magnetto y José Aranda.

Indistinta

Lo más importante –destacó Bandini- era que “la señora de Noble había transferido” a la sociedad ginebrina “la propiedad de la totalidad de las acciones que componían el capital accionario de AGEA”, las que “estaban depositadas en una caja fuerte” de la UBS “a la orden conjunta o indistinta de la señora de Noble y los señores Sofovich y Magnetto”.

Bandini dijo haber visto en dicha oportunidad “presentaciones firmadas” por Magnetto, Sofovich y Horacio Rioja en la que declaraban ante Scripto Ettablissment que aunque aparecieran como accionistas de AGEA, en realidad sólo eran “prestanombres” y que la totalidad del paquete accionario de la sociedad editora de Clarín le pertenecía a la viuda de Noble.

Liechtestein

“En realidad la empresa Fides, de Suiza, administraba la sociedad referida (Scripto), que legalmente estaba constituida en Vaduz, capital del principado de Liechtestein”, puntualizó.

Como prueba de sus dichos, presentó una copia en francés del “Acta de designación de beneficiarios” en la que la viuda de Noble, domiciliada en 15 rue Leroux, París, designó como herederos a Sofovich, Frigerio, Magnetto y Aranda.

Bandini puso su firma para puntualizar: “Este documento me fue entregado como constancia por los señores Rogelio Frigerio y Bernardo Sofovich en presencia de mi hija Silvia Patricia Bandini en septiembre de 1985”.

Parte 6

De cómo se iniciaron las maniobras de encubrimiento

A partir de que Ana Jaján denunció que los hijos supuestamente adoptados legalmente lo habían sido fraudulentamente, que según todo indicaba eran hijos de detenidos-desaparecidos, y que el diario Clarín había sido vaciado, comenzó un vasto y profuso encubrimiento judicial. Que en ambos casos continúa hasta hoy.

La primera denuncia fue elevada el 25 de  agosto, a través de la Policía Federal,  al presidente de la Cámara Federal de Apelaciones de San Martín, Alberto Mansur. En una nota adjunta rubricada por el presidente Ragucci y la secretaria Manigot, se le pidió a  Mansur que la Cámara “desinsacule (sorteé) el Juzgado que deberá intervenir ante la comisión de un delito con relación a la adopción de los menores Marcela y Felipe Noble Herrera”.

“Asimismo se acompañan fotocopias de las actas respectivas, que fueran aportadas por la denunciante en relación a la adopción de los menores Marcela y Felipe Noble Herrera”, concluyó la nota, sin siquiera mencionar los sendos escritos presentados sobre el vaciamiento del diario Clarín y la “Intervención de Herrera de Noble y su grupo en el juicio de USA Vs. Emilio Jaján”.

Mezclas 1

“Porque luego de entrevistarse con los abogados de la viuda de Noble y sin informármelo, el tribunal había decidido no remitir a la Cámara copia de esos escritos”, destacó  Ana once años después, en una larga conversación con Pablo Llonto y quien escribe.

Lo cierto es que la nota que el camarista Ragucci elevó a la Cámara  sobre la única denuncia hecha por la apropiación de dos bebés por Ernestina, la enturbió al mezclarla arbitrariamente con la condena de Emilio Jaján.

La nota de Ragucci y Manigot le informó a Mansur que le remitían testimonios adjuntos de la (primera) denuncia hecha por Ana Elisa Feldmann de Jaján“ y fotocopias de las partidas de nacimiento “aportadas por la denunciante”.

El presidente y la secretaria del tribunal destacaron que dicha denuncia había sido presentada por Ana “luego de que se realizara la lectura de la parte dispositiva de la sentencia dictada en la causa 172 seguida contra (su esposo) Emilio Jaján por el delito de estafa procesal”.

De ese modo establecieron -sin que viniera a cuento y sin fundamentos jurídicos- una ligazón entre dos causas totalmente independientes.

Mezclas 2

Seguidamente, y con el obvio propósito de fortalecer esta forzada ligazón, la secretaria Manigot  dirigió de inmediato, en nombre de Ragucci, un teletipograma al jefe de la Dirección General de Delegaciones de la Policía Federal:

“Tengo el agrado de dirigirme a Ud. ern la causa nº 172  seguida contra Emilio Jaján en el delito de tentativa de estafa procesal a fin de que personal de esa dependencia remita en el día de la fecha a la Cámara Federal de San Martín las actuaciones que se acompañan, referidas a una denuncia formulada en la causa de referencia”.

Ana Jaján sospechó que estaban durmiendo sus denuncias y le pidió al tribunal información acerca de qué había hecho con ellas. Ragucci y Manigot le contestaron por escrito el viernes 28 de agosto que “por no ser parte de esta causa -en referencia a la causa nº 172- no ha lugar a lo peticionado”.

Tal como lo leen.

Parte 7

Funciones sustitutivas”

A la noche del  mismo día que el presidente del tribunal que condenó a su marido le negó a Ana Jaján información sobre qué había hecho con sus tres denuncias (por la apropiación de dos bebés por parte de Ernestina; por vaciamiento del diario Clarín y por los supuestos delitos cometidos contra Emilio Jaján) con mezquino argumento de que no era parte de la causa, Clarín celebró su medio siglo de existencia.

Fue una fiesta por todo lo alto, y en su curso Ernestina puntualizó que Clarín no sólo se había convertido en “el diario de todos” y en “el maestro de quienes no pueden pagar maestros”. También se jactó de que la sociedad le estaría “otorgando funciones casi sustitutivas de otros poderes”.

El “cuarto poder” había dejado de ser una metáfora. En este contexto, la celebración del quincuagésimo cumpleaños de Clarín fue suntuosa, por todo lo alto.

Casi cinco mil personas, “miembros del gabinete y de la Corte Suprema, autoridades religiosas, políticos, empresarios, diplomáticos, figuras de la cultura, artistas, deportistas” (sería más fácil hacer una lista de los pocos famosos que no fueron) se reunieron en los 5.000 m2 cubiertos de la planta impresora que el diario tiene en Barracas.

La planta estaba iluminada a giorno por “más de trescientas luminarias, 60 metros cuadrados de estructura lumínica colgante, 10 máquinas robotizadas de luces,  3 proyectores de logos y 8 pantallas gigantes”, describió la crónica de aquél fasto.

Aunque no se encuentra a más de 5 kilómetros de la Casa Rosada, los embotellamientos hicieron que el trayecto en automóvil demorara casi una hora.

La Iglesia

Sabiéndolo, el presidente Carlos Menem lo cubrió en helicóptero y descendió junto al jefe de Gabinete, Eduardo Bauza –quien se encargaba de las relaciones con el grupo– a escasos doscientos metros de allí,  en la playa de verificación de automotores de la Policía Federal.

“Juntos caminaron por la misma puerta y al mismo tiempo el vicepresidente Carlos Ruckauf y uno de sus más cercanos colaboradores, Esteban Cacho Caselli, un hombre de fluídos contactos con el Vaticano. Detrás de ellos ingresó el cardenal Antonio Quarraccino”, describiría el propio diario.

Todo estaba milimétricamente calculado. Los invitados ingresaban con una tarjeta magnética que les indicaba a que parte del enorme salón debían dirigirse.

Miracolo

Curiosamente, dos enconados enemigos como el ministro de Economía, Domingo Cavallo, y el líder radical Raúl Alfonsín fueron dirigidos hacia el mismo sector y se dieron un rápido apretón de manos -el último que se conozca- frente a Eduardo Van der Kooy -secretario de redacción y editorialista de Clarín- quien entrecerró sus manos como en una plegaria y sonrío ante ese módico milagro.

La viuda de Noble, teñida de rubio, se encontraba flanqueada por Marcela y Felipe. Recibía las felicitaciones de los visitantes más ilustres mientras los invitados, atendidos por 210 mozos, engullían canapés y entrechocaban las copas de champagne Möet Chandon.

El diario de todos

Terminado el besamanos, Ernestina se dirigió al estrado y, flaqueada por Carlos Menem, inició un discurso exultante. Dijo que Clarín se había transformado en el diario “de todos, en la compañía que, en las buenas y en las malas, no abandonó nunca a nadie (…) un foro cotidiano para todos los argentinos”, gracias a la libre elección de los lectores “frente a una oferta amplia y diversa”.

Ernestina le cedió al presidente Menem el honor de poner en marcha la rotativa

Los grupos de medios, dijo, “son un anticipo del mundo del mañana” y Clarín había pasado de ser un simple diario para ser el emblema de “el primer grupo de comunicaciones del país”.

Funciones sustitutivas

Ante la virtual desaparición de la enseñanza pública y la retracción de las demás funciones del Estado, Ernestina dijo que no se trataba tanto de que la prensa tuviera un excesivo poder como que “las expectativas de la sociedad le están otorgando funciones casi sustitutivas de otros poderes”.

Por este motivo, continuó,  además de ser  el “control de los poderes en beneficio de los ciudadanos”, en la práctica se había convertido en “el maestro de los que no pueden pagar maestros”.

En lo que quiso pasar por autocrítica, Ernestina recordó que “durante largos años, el país vivió a merced de un péndulo institucional que oscilaba entre los golpes de Estado y la emergencia de la protesta que marcaba el retorno transitorio a la democracia “lo que había hecho que “la prensa independiente muchas veces no pudo, no la dejaron o no supo cumplir cabalmente su papel”.

Un pacto con la verdad

“Nuestro doloroso pasado –insistió más adelante- debe servirnos para aprender, para no repetir errores. Porque creo que en nuestro país nunca más deben violarse los derechos humanos…”.

“La prensa libre necesita cultivar la ética periodística de la responsabilidad, un pacto con la verdad que le permita fijarse sus propios límites profesionales y controles éticos. Este es hoy nuestro compromiso, cuando vemos realizados los sueños más audaces de Roberto Noble”, añadió.

“Hoy puedo decir con orgullo que los objetivos que me trasmitiera Noble y que yo recogí cuando asumí la dirección de Clarín hace más de 26 años se han cumplido”, concluyó, invitando a alzar las copas y brindar “por el futuro que ya estamos viviendo”.

Aspectos positivos

El presidente y cuatro de los ocho miembros de la Corte Suprema así lo hicieron: Julio Nazareno, Antonio Boggiano, Augusto Belluscio, Gustavo Bossert y Guillermo López. Tras el brindis, Ernestina pidió un minuto de silencio en memoria de Roberto Noble, tiempo que fue aprovechado por la mayoría para vaciar sus copas.

Seguidamente, la viuda le pidió a Menem que lo acompañara a la sala de rotativas.  Allí, el cardenal primado de Buenos Aires, Antonio Quarracino, bendijo la sexta y última rotativa Metro Goss de la planta. El monseñor elevó una súplica para que se mantuviera vivo el deseo de Noble de que Clarín destacase siempre “los aspectos positivos de las noticias”.

Luego, Ernestina le cedió al presidente Menem el honor de poner en marcha la rotativa, tras lo cual esperaron unos breves minutos a que la máquina comenzara a escupir un nuevo suplemento del diario llamado, precisamente, “Lo Nuevo”.

Frente a este presente venturoso, ¿Quién querría mirar hacia el pasado?

Parte 8

Elubraciones, conjeturas, apellidos

Al mismo tiempo que se celebraban los fastos de los cincuenta años de Clarín, el presidente de la Cámara Federal de San Martín, Juan Mansur,  trasladó las actuaciones relativas a las sospechosas adopciones hechas por Ernestina al juez Roberto Marquevich, titular del Juzgado Federal nº 1 de San Isidro.

Tan diligente fue Mansur que terminó y fechó su escrito el sábado 29 de agosto. Tan pronto recibió semejante brasa, el lunes, Marquevich requirió la opinión del procurador fiscal federal, Carlos Villafuerte Ruzo, quien en el plazo de una  semana, el 7 de septiembre, se expidió negándole cualquier asidero a la documentada denuncia de Ana Jaján.

Una simple elucubración 

Villafuerte Ruzo (que escasos días después de esta faena fue nombrado juez federal, el mismo juez que está a punto de ser sometido a juicio político por su pésimo desempeño al frente de la causa que investiga el asesinato del obispo de San Nicolás, Carlos Ponce de León por la dictadura)  destacó en su escrito que siendo la denunciante esposa de Emilio Jaján –quien como era público y notorio tenía “notoria enemistad” con la viuda de Noble– su denuncia carecía “de la aptitud suficiente como para instar a la acción penal”… porque “la verosimilitud y estabilidad de todo proceso de adopción” tramitado por un juez “con asistencia del Asesor de Menores no puede ser conmovido por una simple elucubración”.

Como si en las adjuntadas partidas de nacimiento no estuviera claro ya a primera vista la supresión de cualquier rastro de los progenitores.

Quizá no le hubieran llegado ambas, puesto que Villafuerte Ruzo escribió que  de  la lectura de “la propia acta aportada (sic) surge que la inscripción ante el registro Provincial de las Personas se formula por mandato del Tribunal de Menores nº 1, y que la anotación marginal en las actas referidas corresponderían a las sentencias de adopción plenas dictadas por un juzgado civil del mismo departamento judicial”.

A partir de lo cual, el juez se permitía “suponer la intervención de más de un tribunal de justicia y por ende descartar toda connivencia dolosa en la adopción de los menores”.

Meras conjeturas 

Haciendo propios y acrecentado aquellas suposiciones, Marquevich desestimó in limine la gravísima denuncia, negándole “cierta entidad, o mejor dicho, virtualidad suficiente como para instar a la acción penal”. Argumentó para ello que carecía “de datos objetivos que permitan tenerla como un anoticiamiento de un delito” y que más aún,  se trataban de “meras conjeturas (…) que no dejan de desarrollarse en un plano puramente hipotético” sin encontrarse “siquiera mínimamente reforzadas por datos objetivos”.

Todavía más: de las fotocopias de las actas de nacimiento presentadas por Ana Jaján, dijo Marquevich que se desprendía ”que la inscripción efectuada ante el Registro de las Personas” obedecía a sendos mandatos del Tribunal de Menores nº 1 de San Isidro y que de las anotaciones marginales que podían leerse surgía “que la adopción plena ha sido ordenada por sentencia del señor Juez a cargo de un juzgado de Primera Instancia en lo Civil del mismo departamento judicial, lo que evidencia con toda claridad la existencia de un proceso de adopción y el consiguiente cumplimiento de las formalidades previstas por la ley…”.

En síntesis: Villafuerte Ruzo y Marquevich sostenían que era sencillamente inimaginable que dos jueces hubieran podido delinquir de consuno en ambos trámites de adopción.

El apellido del muerto

Sin embargo, de la mera lectura de las inscripciones de nacimiento de los niños bautizados como Marcela y Felipe – tal como explicaría Ana Jaján al denunciar en octubre a Ragucci y Manigot ante el Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires- surgía con meridiana claridad  “la presunción vehemente de que los mencionados menores podían ser hijos de padres desaparecidos (cuatro personas, dos padres y dos madres) y sustraídos a sus respectivos familiares por quien aparecía dándoles su apellido y el de su esposo muerto en 1969, desde el momento mismo de los nacimientos”.

En cuanto a Villafuerte Ruzo, Ana Jaján recordó que este juez había pedido que se desestimara la denuncia a causa de la “notoria enemistad” de ella y su marido con la viuda de Noble sin condescender siquiera a una certificación de la veracidad de las fotocopias de las partidas de nacimiento que había presentado, por lo que había groseramente su obligación de investigar los posibles delitos denunciados.

“Tal vez el ex fiscal y actual juez federal creyó que Ernestina Herrera a los 51 años  podía haber dado a luz con diferencia de tres meses a dos niños”, ironizó. Esa era, recordó, la “única razón” que podría justificar que ambos niños “desde el momento mismo del nacimiento llevaran su apellido a continuación del de su esposo muerto en 1969: Noble Herrera”.

Porque Ernestina no le había puesto a los chicos su apellido sino detrás del de su marido, fallecido siete años antes.

Tampoco el juez Marquevich se salvó de la indignada crítica de Ana. Tras señalar que “la necesidad de justificar la antijuricidad de su resolución” lo había llevado “al límite de pretender confundir las dos ‘Actas de inscripción de nacimientos (del año 1976, emanadas del registro Provincial de las Personas) con actas de adopción”, lo acusó de incurrir en “encubrimiento de los delitos de supresión de dos menores”.

Respecto a las responsabilidades del Tribunal Oral Federal nº 1 en el mencionado encubrimiento, habían continuado luego del traslado de las actuaciones a Marquevich.

Garona, el infiltrado

Para hacerse con la resolución de Marquevich, el abogado Garona le pidió al secretario interino del tribunal, Santiago Cafferata, que le diera un certificado de que era el letrado de Ernestina en “la causa 172 seguida a Emilio Jaján por el delito de estafa en grado de tentativa”  a fin de presentarlo ante el Juzgado Federal nº 1 de San Isidro.

Cafferata así lo hizo así el 19 de noviembre. Al día siguiente, valiéndose de este certificado y aprovechando la confusión intencionalmente creada desde un comienzo por Raggucci y Manigot, Garona pudo introducirse fraudulentamente en la causa, de la que pidió fotocopias con el alegado propósito de añadirlas a la causa 172. Obtuvo las fotocopias. Pero, como era de prever, no las incorporó a la causa 172 con la que aquellas nada tenían que ver. El Grupo quería evitar por todos los medios que informaciones tan comprometidas se hicieran públicas.

(Nota LCV: En el año 2011, finalmente, fueron realizados los análisis genéticos para comprobar la filicación de Marcela y Felipe Noble en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) que reveló que no eran hijos de las dos familias querellantes, Miranda-Lanoscou y García-Gualdero. Luego se los comparó con las muestras que aportaron familias de desaparecidos al Banco Genético y no hubo coincidencias con ninguna de ellas. Su origen continúa siendo una incógnita) ​

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La bestia pop, por Ricardo Ragendorfer

Era un atardecer primaveral de 2015 cuando subí a un taxi en la esquina de Callao y Paraguay. A las dos cuadras, un semáforo en rojo detuvo su marcha. Entonces advertí que el chofer me observaba a través del espejito. Luego, dijo:

–Disculpe el atrevimiento, usted es…

Y remató la frase con mi apellido mal pronunciado.

Ocurre que el tipo me había reconocido por la foto con mi rostro que aparecía en las crónicas policiales que por esos días yo publicaba en un diario.

Pero, sin darme tiempo a contestar, giró la cabeza hacia mí, y soltó:

–Yo estuve en la banda de “La Bestia” Romero.

No dijo más, como dándome tiempo para asimilar el dato antes de que iniciáramos una conversación al respecto.

En ese lapso de silencio me vino a la mente una añeja historia.

El ángel de la guarda

El 7 de julio de 1983 hubo razzia en el Café Einstein. De modo que la avenida Córdoba, casi llegando a Pueyrredón, estaba cortada por dos patrulleros; otros tres acechaban a metros del mítico tugurio con los parachoques mordiendo el cordón de la vereda. También había un colectivo requisado para trasladar a los detenidos hacia la comisaría 19ª; en su interior ya no cabía ni un alfiler.

Ese jueves acababa de lucirse la Hurlingham Reggae Band, conformada por los integrantes de Sumo. Ahora, Luca Prodan, algo belicoso por la ingesta de ginebra, increpaba en la calle a un sargento obeso, con gesto impávido, que ni siquiera le devolvía la mirada; el tipo simplemente contaba hasta diez antes de prodigarle un cachiporrazo en la cabeza. Pero no llegó a esa cifra porque, de pronto, una oportuna mano se atenazó al cuello de Luca para arrancarlo de la escena. Era una mano inmensa, velluda, con dedos como morcillas de acero. Pertenecía a un sujeto morocho que de casualidad pasaba por allí. Lo cierto es que su tamaño atemorizaba. Sin embargo, exhibía una cara amigable. Un sexto sentido hizo que Luca caminara con él sin chistar.

Ambos terminaron en un piringundín de la calle Anchorena, a metros de la avenida Santa Fe. Allí el gigante era tratado por los mozos con deferencia. Uno de ellos llevó su campera de cuero al perchero. Recién entonces, Luca vio que por detrás de la camisa le asomaba, en el extremo superior del esternón, la cabeza tatuada de un águila, y que en su antebrazo derecho había tres palabras: “Madre, nunca más”. Luca quiso saber qué significaban. La respuesta: “Que a la cárcel no vuelvo”.

Fue la única vez en sus vidas que ellos se encontraron. Luca tardaría 12 meses y una semana en saber quien realmente era su extraño salvador.

Entre las sogas

Durante la tarde del 14 de julio de 1984, el cantante de Sumo ocupaba una mesa de El Británico con el poeta y periodista Tom Lupo. Las otras mesas estaban plagadas por parroquianos muy atentos en el televisor instalado sobre la entrada. La pantalla mostraba un ring con un individuo de smoking rojizo anunciando en el casino de Montecarlo la gran pelea de ese día: el venezolano Fulgencio Obelmejías versus el crédito criollo, César “La Bestia” Romero. El presentador exageró las vocales al declamar ese apellido. Luca observaba a los parroquianos con desprecio, ya que el boxeo no era su deporte favorito. Pero, súbitamente, su mirada se clavó en el televisor. Y se puso de pie, sacudido por un detalle: el púgil argentino tenía un enorme águila tatuado en el tórax.

Al sonar en Montecarlo la campana, Romero avanzó con pasos firmes al centro del ring. Allí lo esperaba Obelmejías, un nombre prestigioso entre los medio pesados. La Bestia, dueño del séptimo puesto en el ranking mundial, lo madrugó con un golpe feroz en el pómulo derecho. Su público en El Británico lo vitoreaba. Luca se había plegado con todo el alma a tal fervor. Y Lupo, al verlo así, no salía de su asombro.

Al concluir el primer round, Luca le contó los detalles de su breve pero inolvidable cruce con semejante personaje.

César Romero había nacido a comienzos de 1955 en una localidad del partido bonaerense de Merlo llamada Libertad. Casi un chiste para alguien que estaría preso desde los 17 hasta los 23 años. Ese fue el destino del primogénito de don Servano, un trabajador ferroviario que con su esposa, Antonia, tuvo otros siete vástagos. La familia se hacinaba en una vieja casa próxima a la estación y la plata no era suficiente para comer a diario.

En tal contexto, el pequeño César saltó de mandadero por unas monedas y repartidor de soda a malviviente precoz antes de cumplir los 12. Tanto es así que armó una bandita con pibes de su edad abocada al robo de cobre en los talleres del ferrocarril y mármoles en tumbas del cementerio de Santa Mónica. Después, ya adolescente, pasó al asalto a mano armada de comercios; también levantaba coches y hasta tuvo una fugaz incursión en el arte del “escruche”. El “frenteo” a una distribuidora de quesos en Liniers fue su perdición. Aquella aventura le deparó una penosa travesía por los penales de Olmos, Mercedes y Devoto. En tales infiernos, su envoltura corpórea –casi dos metros de altura y 84 kilos– lo convirtió en un convicto respetable. Un prestigio que, por cierto, supo consolidar a las trompadas.

En la cárcel empezó a ser llamado La Bestia. Y allí se hizo boxeador. Su obsesión era dejar la reja con esa salida laboral. Pasaba horas entrenándose. Aporreaba una ojota sostenida por un muchacho del pabellón, practicaba con otros presos, saltaba la soga, hacía abdominales y corría por el patio. Así era su rutina diaria. Y la mantuvo hasta obtener libertad condicional

Último round

La Bestia salió de Devoto en otoño de 1978 con el águila en el pecho y otros 32 tatuajes, incluso uno en el pene. Entonces se hizo estampar el último; o sea, aquella promesa a doña Antonia por escrito.

Se trataba de un juramento con dobleces. Y que en esa velada con Luca, La Bestia completó con una aclaración: “Si se me mete otra vez el diablo en el cuerpo y me toca perder, prefiero que la yuta me haga boleta, o me boleteo yo, pero a la cárcel no vuelvo nunca más”.

Por aquella época, su redención parecía una profecía consumada. Tras prepararse en Pergamino con el “Canga” Bonet se abrió camino en el mundillo amateur. Y debutó como profesional en 1981, ganándole en aquella ciudad por puntos a Víctor Robledo. Otras victorias en Junín, Bahía Blanca y Moreno lo llevaron a peleas de semifondo en el Luna Park con resultados desparejos. Su carrera parecía condenada a combates de cabotaje. Pero la gran oportunidad le llegó al voltear en el segundo round a José María Flores Burlón, un uruguayo que tenía todo arreglado para enfrentar a Michael Spinks por el máximo cetro de la categoría. Seis triunfos más fueron el pasaporte de La Bestia para viajar a Montecarlo. Obelmejías era el paso previo a disputar el título mundial de los medio pesados en Miami por una bolsa de un millón de dólares.

En eso estaba en la noche del 14 de julio.

Sin embargo, el júbilo en El Británico se desinflaba como un globo con pérdida de helio, al igual que el ímpetu inicial de Romero en Mónaco. “Obel” –tal como le decían al venezolano– lo bailó, jugaba con él y al final del quinto round hasta le toco los glúteos para provocarlo. A duras penas La Bestia llegó en píe al último segundo del combate. Su gran sueño había terminado.

En ese mismo instante, Luca se despidió de Lupo con una sonrisa triste y salió del bar en silencio.

Casi una semana y media después, Lupo lo fue a buscar a una sala de ensayo del centro con un ejemplar de Crónica en la mano. Luca palideció al ver una fotografía de La Bestia en la tapa. El boxeador yacía sobre la vereda, boca arriba, con los ojos bien abiertos y los brazos en cruz. Esta vez lo había nockeado la metralla policial. Fue luego de asaltar con otros siete hampones una terminal de colectivos en la localidad de Isidro Casanova. Junto al cadáver resaltaba su FAL

Luca entonces comprendió que La Bestia había cumplido su promesa.

La elección de las armas

–Cuarenta y cinco minutos duró el tiroteo, macho –precisó el taxista, durante ese atardecer de 2015, cuando ya atravesábamos la avenida Las Heras.

También dijo que la “gorra” los había emboscado, ya que ese “achaco” estaba batido”, y que, junto a La Bestia, cayó su hermano mayor y otros dos cómplices, además de tres policías. Y que el resto de la banda logró huir con el botín: dos millones y medio de pesos (30 mil dólares de entonces).

Desde aquel fatídico hecho ya habían transcurrido más de tres décadas, pero aún persistía un enigma: ¿qué extraño resorte del destino habría incidido en que, a solo nueve días de pelear en Montecarlo, César Romero optara por salir “de caño”? Porque alguna poderosa circunstancia debió ocurrir para que –parafraseándolo– “el diablo se le metiera otra vez en el cuerpo”.

Al respecto corría un rumor, alentado por algunos periodistas deportivos de la época: su representante –y dueño del Luna Park–, Juan Carlos Lecture, le retaceaba el pago de su bolsa por el combate con Obelmejías: unos ocho mil dólares (de haber vencido, hubiese cobrado doce veces más). ¿Aquella habría sido la razón de su regreso al cuadrilátero del delito?

Antes de bajar del taxi, me permití saciar dicha curiosidad.

Entonces, el conductor giró la cabeza y, enarcando las cejas, dijo:

–Aquello fue un verso. Lecture le pagó hasta el último peso. Y con esa guita, ¿sabés qué? compramos las armas.

Publicada originalmente el 6 de junio de 2023 por la Agencia Télam

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“Monocracia y democidio”, por Oscar Taffetani

La nota que sigue fue publicada en la agencia Pelota de Trapo (PPe) y replicada el 26/9/2007 en el sitio de la CTA (Central de los Trabajadores Argentinos). Habida cuenta de lo acontecido en el país, de 2007 a esta parte, merece una relectura. El Archivo LCV sigue sumando notas de selección para tratar de entender porqué estamos como estamos.

MONOCRACIA Y DEMOCIDIO

En los manuales escolares de otras épocas se traducía el aristotélico término democracia como “el gobierno del pueblo por el pueblo y para el pueblo”.

Al bueno de Aristóteles ya le faltaban, reconozcamos, algunas páginas en su libro (por ejemplo, una que dijera que los seres humanos esclavizados también eran -y son- sujetos de derecho).

Y de Aristóteles a esta parte, mucha agua (y sangre) ha corrido bajo los puentes, hasta llegar al presente, cuando oscuros poderes se han adueñado de territorios y países, usando el prestigio, cada vez más devaluado, de la palabra democracia.

Un término que acuñaron los constructores de autopistas -colectoras- le sirve al nuevo Establishment argentino para justificar su modo pragmático de juntar votos. Por derecha o por izquierda, por arriba o por abajo, juntar votos. Sólo votos, sin otro contenido que un par de nombres en una boleta. Y sin programa. Y sin compromiso de nada. Como un cheque en blanco firmado a un representante que será -si gana- “el representante de todos” (o sea: el representante de nadie).

Un complemento para las colectoras (especie de ley de lemas que ni siquiera respeta las formas de la ley de lemas), son otros notables inventos argentinos: la borocotización (comprar a un diputado y darlo vuelta, cuando ya ha sido elegido) y la doble candidatura (una mezcla de ensoñación y realismo, expresada en la consigna: “vóteme para presidente, que quiero ser diputado”).

Los no representados


A partir de la crisis política incubada en los últimos años del menemismo -crisis que estalló y se manifestó en toda su magnitud durante el gobierno de la Alianza- hemos podido ver colectivos (es decir, conjuntos humanos) muy diversos, con dolores y demandas y aspiraciones que no habían sido recibidas ni escuchadas ni satisfechas por la política tradicional, ni por las instituciones tradicionales.

Obreros y empleados, por ejemplo, a los que un decretazo, una ley amañada o un per saltum de la Corte Suprema los había dejado, de la nochea la mañana, sin “su” empresa, sin “su” fábrica, sin trabajo ni casa ni lugar en el mundo.

O jóvenes argentinos del color de la tierra -otro ejemplo- legítimos habitantes de las selvas y los bosques del Noroeste, súbitamente arrojados al otro lado de una alambrada, empujados por perros guardianes (y por guardianes perros) lejos de su hábitat, obligados a mendigar, a hurtar naranjas y a caminar por los márgenes de una ciudad siempre hostil.

¿Quién representa a esos argentinos de Cutral-Có, de Tartagal, de Villa Diamante y Ciudad Oculta, a los de “Fuerte Apache” y “Los Hornos”?

(¡Hasta los nombres nos hablan de su orfandad!).

Nadie los representa, nos respondemos. Se representan a sí mismos, cuando pueden. Y como pueden.

Un ex presidente se jacta, en su libro de Memorias, de haber “apagado el incendio”, es decir, no de haber ayudado a los pobres a salir de su pobreza, sino, simplemente, de haber neutralizado su protesta.

Una candidata a presidente sale de gira por el mundo a decirle a los mismos lobos y buitres de siempre que la Argentina es un país “con grandes oportunidades de negocios”.

Ninguno de los candidatos con chance de ser gobierno, en este baile de las colectoras, se anima a prometer (¡siquiera a prometer!) que va a terminar con el hambre en el granero del mundo, o que recorrerá las calles y caminos en persona, para dar techo a los sin techo y trabajo a los que no lo tienen.

No. En estas elecciones, los candidatos con chance, los favoritos de las encuestas, ya ni siquiera se molestan en hacer promesas. Ellos sólo esperan el cheque en blanco que venga de las colectoras. Como si fuera un trámite administrativo. Como obtener una licencia para gobernar.

El gobierno emergido en esas condiciones, ya no será del pueblo por el pueblo y para el pueblo, como pide la antigua fórmula aristotélica. Es decir: ya no será, cabalmente, democrático.

¿Y qué será, entonces? No lo sabemos. Se nos ocurren variantes extrañas. Formas aún no conocidas. Nuevas argentinadas. Monocracia y democidio, por ejemplo.

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Carta desde el País del Nomeacuerdo, por Hernán López Echagüe

Esta semana, el Archivo LCV incorpora una nota publicada en la revista Humor, publicación que funcionó como un faro en tiempos de dictadura, y fue crítica con el menemismo. Conviene recordar el marco dentro del cual HLE escribía una serie de cartas a un amigo imaginario

En 1989 , Carlos Menem indultó a todos los jefes militares procesados que no habían sido beneficiados por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida; a líderes y miembros de organizaciones armadas revolucionarias (algunos de ellos ya desaparecidos); a los ‘carapintadas’ que se rebelaron contra la democracia en la Semana Santa de 1987 y en 1988; y, finalmente, a los integrantes de la Junta de Comandantes condenados por los delitos cometidos durante la guerra de Malvinas.

Seis decretos firmados en diciembre de 1990 indultaron, finalmente, a todos los miembros de las Juntas Militares condenados en tiempos de Alfonsín (1985) y otros genocidas con proceso abierto. Quedaron afuera: Videla, Massera, Agosti, Viola, Lambruschini, Camps, Suárez Mason, Ovidio Richieri, Martínez de Hoz. También indultó en ese diciembre a Firmenich y Norma Kennedy.

Hoy recuperamos para el Archivo LCV, una nota publicada en la revista Humor de Hernán López Echagüe. Por entonces, un joven apenas retornado del exilio que iniciaba sus primeros pasos en periodismo. Llevábamos siete años de democracia y los indultos de Menem eran una marcha atrás de todas las conquistas en Derechos Humanos. Hoy Carlos Menem es el único presidente del siglo XX que tiene su retrato en el Salón de los Próceres de la Casa Rosada.

Carlos Menem, presidente 1989-1999

Carta desde el País del Nomeacuerdo

Publicado en la revista Humor, diciembre de 1990.

Che, me olvidaba de algo. Hubo una época en que las personas se pusieron a desaparecer, de pronto, de la noche a la mañana. Sin pausa. Cientos y cientos de personas de toda edad que se ponían a no estar nunca más. Y los ojos de los vecinos no percibían nada. Y las bocas de los vecinos parecían bocas sin fundamento, o quizá con fundamento no más que para abrirlas y tragar fideos italianos, galletas alemanas, quesos franceses. ¡Vinos de Portugal por dos mangos! Había mazapán en las venas. ¿Te acordás? ¿Te acordás del general Acdel Edgardo Vilas? Decía el tipo: “Los mayores éxitos los conseguimos entre las dos y las cinco de la mañana, la hora en que el subversivo duerme (…) Yo respaldo incluso los excesos de mis hombres si el resultado es importante para nuestro objetivo”. ¿Te acordás? ¿No? Pero quizá te acuerdes del general Ibérico Saint-Jean que, entre otras cosas, se hizo famoso por su frase: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a aquellos que permanecen indiferentes y, finalmente, mataremos a los tímidos”. O del general Jorge Rafael Videla: “En la Argentina morirán todos los que sean necesarios para acabar con la subversión”. Años más tarde, ya en democracia, al amparo del indulto que le había obsequiado Menem y en tanto se mojaba el garguero con whisky importado durante una cena de camaradería, Videla celebró la matanza, y, con aires de asesino ocurrente, soltó: “La sociedad argentina tendría que habernos pagado por los servicios prestados”.

Luego, a partir de diciembre de 1983, la historia incontrastable del exterminio selectivo que habían tramado los militares con toda meticulosidad cobró vida a partir de relatos de toda naturaleza: jurídico, periodístico, novelesco, televisivo, cinematográfico. Supongo que te acordarás de La historia oficial, también del Nunca más, y, desde luego, del histórico juicio a las Juntas. Fueron años de dolorosas e interminables reconstrucciones. Que a Esteban se lo llevaron de su lugar de trabajo una tarde, a los golpes; que a Cristina, que estaba embarazada, la sorprendieron en la calle, la ocultaron en alguna catacumba, la asistieron en el parto, le robaron el hijo y después la asesinaron; en la casa de Jon, que de la vida no esperaba más que recibirse de ingeniero, casarse y tener un par de hijos, el grupo de Tareas se instaló a lo largo de una semana… Y ya no están, nunca más volverán a estar.

A partir de diciembre de 1983 el dolor se transformó en cifras: más de cuatro mil desaparecidos en 1976; trescientos cuarenta y dos por mes; once cada día. Más de tres mil en 1977; doscientos treinta y ocho por día… Cifras y más cifras. Contados cuerpos. Personas que nunca jamás volvieron a aparecer. Y ahora los ojos han vuelto a cerrarse, los oídos a enlodarse, las bocas a callar.

En fin, no era mi propósito amargarte. Pero el País del Nomeacuerdo es hoy una realidad ineluctable.

Otro abrazo.

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