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Exclusivo: Jornada laboral, de las 8 a las 6 hs/Parte I
La historia es más o menos conocida: el 1° de mayo de 1886, los obreros de Chicago, en su mayoría inmigrantes anarquistas, iniciaron una huelga que se convirtió en una protesta de tres días en reclamo de las 8 horas de trabajo. ‘ Tres 8’ fue la consigna: ocho de descanso, ocho de trabajo, ocho de ocio. A pesar de no haber sido convocada por el único sindicato existente en Estados Unidos en esa época, que llevaba el curioso nombre ‘Noble Orden de los Caballeros del Trabajo’, 200.000 obreros de la empresa de maquinaria agrícola McCormick adhirieron al paro. Fueron tres días de revuelta en las calles de la ciudad de Haymarke de la participaron alrededor de 50.000 personas y fue desbaratada por una feroz represión: miles de despedidos, detenidos, heridos de bala, torturados y procesados. Ocho trabajadores, luego de un juicio inventado, recibieron la pena de muerte y terminaron en la horca. Tres años después, en un Congreso Obrero Socialista Internacional celebrado en París en 1889, se estableció el 1° de mayo como Día Internacional del Trabajador.
En pleno siglo XXI el tema de la jornada laboral vuelve a estar en el candelero. El mismo Carlos Marx advirtió en su principal obra -‘El capital. Crítica de la economía política’- que “la jornada laboral será el producto de una guerra civil prolongada y más o menos encubierta entre la clase capitalista y la clase obrera”.

Revolución industrial mediante, la maquinaria había aumentado en forma estrepitosa la producción y la ganancia de los patrones, pero ningún trabajador podía gozar de ese avance tecnológico. La tensión entre el desarrollo científico tecnológico y la producción vino de la mano del progreso.
En el mundo entero se plantea hoy el debate sobre la jornada laboral. Ya son varios los empresarios y estudiosos que aseguran que trabajar menos aumenta la producción, desde el viejo Ford hasta la moderna Toyota. Muchos países han empezado países a experimentar la reducción horaria con igual sueldo, entre ellos México, Chile, España, Colombia, Suecia, con diversas variantes y balances.
En esta primera parte, nos centraremos en un recorrido histórico del progreso y la reivindicación de una jornada laboral digna.La segunda entrega abordará las primeras experiencias contemporáneas por las seis horas de trabajo diario.
Revolución industrial, Marx y el gran conflicto
Hace más de un millón de años, la humanidad lograba su primer invento: el fuego. Luego pasaron centenares de miles de años más cuando allá por el 4.000 a.c otro gran hallazgo que cambiaría nuestras vidas: la rueda. Despacito, despacito, íbamos caminando, conociendo el mundo.
Fue recién en el mil setecientos y pico, el s. XVIII, cuando descubrieron el potencial del carbón y aparecieron las primeras fábricas textiles, con maquinarias inventadas gracias a esas milenarias revelaciónes: el fuego y la rueda. Fuego, carbón, calor, agua, vapor, rueda, engranajes y toda la inteligencia de la que éramos capaces. Parecía magia. Era la primera revolución industrial.

En efecto, fue en 1769 cuando James Watt patentaba la primera máquina a vapor. El invento de Watt cambió la historia y los descubrimientos se fueron sucediendo de manera estrepitosa. Vinieron los trenes, las carreteras, el aumento del comercio, hasta llegar al motor de combustión interna y la energía eléctrica. Ya nada sería igual.
La revolución industrial modificó para siempre la forma de trabajo y las relaciones laborales. Basta recordar que en el año 1593 el rey Felipe II de España estableció por un edicto real la jornada de ocho horas por estas razones: «Todos los obreros de las fortificaciones y las fábricas trabajarán ocho horas al día, cuatro por la mañana y cuatro por la tarde; las horas serán distribuidas por los ingenieros según el tiempo más conveniente, para evitar a los obreros el ardor del sol y permitirles el cuidar de su salud y su conservación, sin que falten a sus deberes» (Ley VI de la Ordenanza de Instrucción de 1593).
Tres siglos después y al calor del progreso, los trabajadores debieron luchar y morir para lograr las ocho horas.
En los inicios de la revolución industrial los obreros trabajaban más de diez horas. Cuando Thomas Alva Edison inventó la lamparita eléctrica, en 1879, ya no hubo límites horarios, según le contó el científico Diego Golombek a LCV. Las fábricas ya podían producir de día y de noche con igual efectividad.
Como ya dijimos, Carlos Marx había escrito sobre el conflicto entre la producción industrial y el trabajo obrero, allá por 1867. También opinó sobre el derecho al “ocio productivo” algo así como decir ¿por qué un trabajador no puede tener acceso a la cultura, la ciencia, el arte y de todas aquellas actividades que constituyen “la esencia humana como tal”?

Las empresas textiles y mecánicas eran las más despiadadas a la hora de explotar a sus trabajadores. Padecían el encierro frente a las máquinas tanto hombres como mujeres y niños, entre 10 y 16 horas. Fue en Inglaterra, a finales de mil setecientos, donde aparecieron las primeras organizaciones obreras para reclamar una jornada laboral de 10 horas.
Un siglo después, será Estados Unidos el centro de la lucha obrera por la reducción de la jornada laboral. Chicago marcó el rumbo, con la huelga del 1° de mayo, sus perseguidos y mártires. Las Tres 8 se convirtió en la principal consigna de dignidad obrera. En todo el mundo, el mismo reclamo. Algunas patronales aceptaron las ocho horas, pero pasó un tiempo hasta que los políticos lo convirtieran en ley.
¿Quiénes legislaron por primera vez la jornada laboral?
Según la bibliografía que se consulte, son varios quienes se adjudican el mérito de legislar por primera vez en favor de que los obreros trabajen solo ocho horas. Más de un documento afirma que esto ocurrió en España en 1919. Sin embargo, otros dicen que fue en la Unión Soviética revolucionaria de 1917 donde se estableció la jornada de ocho horas para todas las profesiones. Ese mismo año, 1917, México establece en el artículo 123 de su Constitución las 8 horas de trabajo, derivada de una costumbre que llegó con la Revolución Industrial para maximizar la producción, pues las fábricas necesitaban fijar horarios a sus trabajadores.

Si damos un salto a 1919, Perú llevó la delantera frente a España gracias a la lucha de los sindicatos de panaderos, estibadores y textiles, que obligaron al presidente José Pardo y Barreda, establecer la 8 horas de trabajo mediante un Decreto Supremo del 15 de enero de 1919.
Un mes después, en febrero de 1919, se inició en Barcelona la conocida huelga de “La Canadiense” contra la eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro, manejada por laCanadian Bank of Commerce of Toronto. El motivo de la protesta fue el despido de ocho trabajadores que intentaban fundar un sindicato independiente. El 23 de febrero se unieron a la huelga los trabajadores de la compañía Energía Eléctrica de Cataluña paralizando por completo la actividad de las compañías eléctricas durante 44 días. Una huelga general que logró detener el 70% de la industria catalana. Finalmente, el Gobierno fijó por un Decreto del 3 de abril de 1919, la jornada máxima de ocho horas diarias.

Ese mismo año, también Francia reglamentó las 8 horas y entramos al siglo XX al fragor de esta conquista. En Argentina fue el gobierno de Hipólito Yrigoyen que en 1929 estableció por ley la jornada laboral de ocho horas en Argentina.
¿Hubo algún país que lograra esa conquista antes de la Revolución Rusa?
Es aquí cuando alzan su voz los uruguayos y recuerdan que fue en esa pequeña república del sur donde se legisló por primera vez a favor de las 8 horas (pero con 6 días laborables). Cuenta el portal uruguayeduca.anep.edu.uy:
“Al iniciarse el siglo XX, acompañando el crecimiento de la actividad industrial, comenzó a plantearse la “cuestión obrera” en el Uruguay. Hacia 1911 hubo alrededor de 20.000 obreros en huelga en una población obrera de 40.000 integrantes en Montevideo. La más importante fue la de los tranviarios que trabajaban de 15 a 16 horas por día; esta huelga motivó la acción solidaria de otros gremios y derivó en enfrentamientos con la policía.
Los obreros reclamaban en general, la reducción de la jornada laboral, mejoras en las condiciones de trabajo y aumento de salarios. Batlle y Ordoñez, que percibió el alcance de la problemática obrera al entrar en contacto con la realidad europea, trató de evitar el agravamiento de los conflictos con una abundante legislación. Entre estas medidas se destaca: La ley de 8 horas de trabajo, que el primer proyecto sobre la reducción del horario de trabajo fue presentado en 1905 por los legisladores Luis Alberto de Herrera y Carlos Roxlo, en el que se establecía la jornada de 9 horas.
En 1906 y 1911 envió Batlle y Ordoñez dos nuevos proyectos. Por último, se establecía la jornada de 8 horas para todas las actividades, se prohibía el trabajo a los menores de 13 años y se implantaba un día de descanso cada seis.
En el año 1915 -dos años antes de la revolución bolchevique de Lenin- se aprueba en nuestro país la Ley 5.350, denominada Trabajo Obrero, que en su Art. 1º establece: “El trabajo efectivo de los obreros de fábricas, talleres, astilleros, canteras, empresas de construcción de tierra o en los puertos, … no durará más de ocho horas”.”

En nuestra segunda entrega analizaremos el origen y las razones del nuevo horizonte de las seis horas que se viene gestando desde el siglo pasado.
Investigación especial de Laura Giussani Constenla para LCV-Historias de Trabajadores
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Después del domingo, a redoblar la apuesta, por Alberto Nadra
Un aporte desde mi militancia
Lejos estoy de la soberbia pretensión de explicar a tan pocas horas los resultados de este domingo sombrío. Eludo cifras, porcentajes y bancas, e intento compartir una actualización de las afirmaciones y categorías que vengo planteando hace muchos años, mi forma de militancia con la palabra, así como con la acción que me permiten los años.
Las concibo como un simple aporte al intercambio que debemos darnos quienes nos consideramos parte del movimiento nacional y popular, tanto los que entienden que su misión es mejorar las condiciones de vida del pueblo dentro de este capitalismo senil –pero en pleno reacomodamiento– como quienes siempre consideramos que solo lo lograremos plenamente mediante un transformación revolucionaria en las estructuras económico-sociales, un cambio de mando en el poder y no meramente en la administración temporal de la cosa pública.
La situación es lo suficientemente grave, hemos retrocedido tanto, que aún falta mucho para dirimir esa cuestión.
Ganar batallas, perder la guerra
A lo largo de los años, el peronismo, fuerza mayoritaria entre lo mejor de nuestro pueblo, demuestra que puede lograr la mayoría electoral por períodos, hegemónico en un principio, ligeramente frentista con el tiempo y las dificultades. Sobre todo cuando convoca a otros sectores del campo popular, puede conquistar o reconquistar derechos, mejorar transitoriamente las condiciones para producir y crear trabajo, recuperar el salario o afirmar la soberanía.
Sin embargo, no puede retener esa mayoría electoral, pues el poder real reacciona al ver cualquier amenaza a sus privilegios. Ante esto y hasta ahora, en lugar de redoblar la apuesta, cede ante el poder real y vacila ante la necesidad de producir cambios de fondo en la estructura y la relación de fuerzas social que la determina. Por eso fue y es desplazado, antes por golpes de Estado y ahora también por las urnas.
¿Qué significa redoblar la apuesta?
Para cambiar en serio y ampliar las posibilidades de sostenerlo en el tiempo, no alcanza con las buenas intenciones ni con avances parciales; se exige redoblar la apuesta: confrontar a fondo con el privilegio y enfrentar el “sentido común”, la ideología dominante en toda la sociedad, que es precisamente la del bloque dominante.
¿Qué significa redoblar la apuesta, sea en la gestión para defender conquistas y profundizar el rumbo, sea en el llano para resistir y reunir fuerzas para dar vuelta la taba en favor de las mayorías?
Desde ya no es una convocatoria el exitismo, ni a las chicanas de la interna chica. Significa algo muy distinto a lo que practica la rama partidocrática del heterogéneo movimiento popular, que no solo la hay, sino que es predominante en su dirigencia.
Necesitamos que se reencuentren con el pueblo, que pongan el cuerpo en las luchas que crecen, pero aisladas, sin coordinación ni dirección política.
Es necesario convocar y lograr la unidad, pero la unidad de los luchadores, no un mero rejunte vacío de contenido, que no solo duele, sino que conduce al fracaso, antes o después de un desafío electoral.
Es necesario que esa unidad sea amplia pero a la vez institucionalizada, con protagonismo de las distintas fuerzas, con toda la amplitud que permita un acuerdo programático claro y acompañado por un plan de acción concreto, para gobernantes y gobernados, para dirigentes y militantes.
Preguntas, tan incómodas como necesarias
En ese camino hay que plantearse problemas de fondo como, a título de ejemplo: ¿es posible reconstruir el país y abrir un futuro de progreso y bienestar sin plantear una moratoria unilateral de la deuda externa, por el tiempo que reclame esclarecer su legitimidad y determinar las formas de pagos que permitan crecer a la nuestro país? ¿Es posible sin replantear una estrategia de independencia internacional que incluye acuerdos regionales y apelar a la cooperación e integración con los BRICS? ¿Seguiremos escuchando condenas a la bronca y el combate cuando negar la legitimidad de responder a la violencia es sellar un pacto con la crueldad?
La disyuntiva final
Unidad institucionalizada, programa y plan de acción. Cultivar la bronca, empujar la lucha organizada y transformarla en combate legítimo.
No son frases hechas, ni un recurso más melancólico que práctico.
¿Es difícil? ¡Claro que lo es! Llevamos años y acumulando dolores sin lograrlo. Pero, mientras no se logre, mientras no lo logremos, seguiremos ganando o perdiendo elecciones, conquistando y reconquistando derechos una y otra vez, pero retrocediendo a mediano y largo plazo.
Sé que no digo nada nuevo para tantos luchadores, pero es hora de empezar a decirle a la dirigencia y militancia, principalmente a la peronista, que es eso o seguir profundizando la decadencia, repetir fugaces triunfos y domingos aún más sombríos que el de este 26 de octubre.
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“Un mi padre de ron”, por Oscar Taffetani
Un amigo cubano -cuyo nombre me reservo- me contó una vez que en sus últimos años Ismaelillo (el hijo de José Martí bautizado José Francisco Martí Zayas Bazán), quien a lo largo de su vida mantuvo una relación particular con los EEUU (creció en Brooklyn, intervino en la guerra de Independencia cubana, apoyó las intervenciones y el protectorado norteamericano y ya convertido en alto jefe militar se apartó de todo al fin de la conspiración de los ABC), solía rondar por hoteles y tabernas esgrimiendo un billete con la cara de su padre y pidiendo en voz alta “un mi padre de ron”. Deliciosa anécdota.
Me acordé de esto cuando ciertos dirigentes nuestros cuestionan -“por principios”- el inesperado salvavidas que Scott Bessent -amigo de Soros- le tiró al ministro Toto C. al comprar pesos argentinos la pasada semana (pesos que muy pronto estará recomprando, con ganancias).
Ay, si eso fuera todo! Esta dirigencia vernácula sigue sin entender que una buena parte del voto favorable al Advenedizo, ayer domingo, se debe a la perspectiva cierta de que al gobierno se le fuera todo de las manos -como a otros- por un “golpe de mercado”.
Fue un voto defensista y conservador, pero no un voto “colonialista”. Nuestros asuntos pendientes (deuda, recursos naturales, Estado, producción) siguen estando pendientes, y mi deseo es que puedan abordarse y resolverse sin perder las instituciones democráticas ni la Independencia argentina.
Nada, eso.
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“Represión y abandono en el Chaco: la comunidad Qom bajo ataque”
Introducción
En la provincia del Chaco, las comunidades originarias vuelven a ser blanco de la represión estatal. La semana pasada, un violento operativo policial atacó una manifestación pacífica de la comunidad Qom en la localidad de Villa Río Bermejito, dejando decenas de heridos y varios detenidos. Detrás de los palos y las balas de goma, se esconde una crisis humanitaria marcada por el hambre, la falta de agua y la eliminación de pensiones no contributivas.
Para comprender la magnitud de lo que ocurre y el rol del Estado en este conflicto, La Columna Vertebral – Historias de Trabajadores dialogó con Johana Duarte, secretaria gremial de la UTEP.
LCV: “¿Cómo nace el conflicto que derivó en la represión a la comunidad Qom del Chaco?”
Johana Duarte: “La semana pasada, en la provincia del Chaco, se graficó una situación que venimos denunciando en todo el país, pero que en algunos lugares, como las provincias del norte, se profundiza más: la crisis alimentaria y la que viven las comunidades originarias producto del brutal ajuste que lleva adelante el gobierno nacional. En este caso, también en complicidad con el gobierno provincial, encabezado por Leandro Zdero, alumno perfecto de Milei. Digo ‘alumno perfecto’ porque no solo es cómplice del ajuste nacional, sino que implementa en la provincia más pobre de la Argentina las mismas políticas: ajuste, persecución, estigmatización de los trabajadores y represión. Es un modelo calcado del nacional.”
LCV: “¿Qué situación concreta están atravesando las comunidades en el territorio?”
Johana Duarte: “En la zona del Impenetrable chaqueño, hace varios meses que no llegan alimentos ni asistencia en agua. Son derechos básicos contemplados incluso por un fallo de la Corte Suprema en 2016, que intimó a la provincia a garantizar el cumplimiento de esos derechos. Desde la asunción de Milei en la Nación y de Zdero en el Chaco, esa asistencia se cortó. Las comunidades reclaman hace meses la restitución de esos derechos básicos. A eso se suma la baja masiva de pensiones no contributivas, que eran el único ingreso de muchas familias. La situación es de una gravedad absoluta.”
LCV: “¿Cómo se produjo la represión?”
Johana Duarte: “La semana pasada, en Villa Río Bermejito, las comunidades se habían congregado pacíficamente en la plaza central para movilizarse y exigirle al intendente que reclamara por los derechos que se están vulnerando. Pero el reclamo fue respondido con una represión feroz: más de 300 efectivos de la policía provincial atacaron a manifestantes indefensos, en su mayoría adultos mayores, mujeres y niños. Hubo casi 50 heridos y cinco detenidos. Lo más grave es que el operativo fue encabezado por el propio jefe de la policía del Chaco, mientras las mafias y el narcotráfico avanzan impunes en la capital. Es el modelo de seguridad impuesto por Patricia Bullrich: reprimir a los pobres en lugar de enfrentar el delito real.”
LCV: “¿En qué estado está hoy el conflicto?”
Johana Duarte: “Luego de la represión, las comunidades siguen en asamblea permanente. Reclaman tres cosas urgentes: alimento, acceso al agua y la restitución de las casi 10.000 pensiones dadas de baja arbitrariamente. Además, el Estado Nacional cerró oficinas como ANSES o el Ministerio de Capital Humano, y en esa zona la delegación más cercana está a 80 kilómetros, en Castelli. Es decir, no solo les quitan lo que necesitan, sino que también les niegan dónde reclamarlo.”
LCV: “¿Qué pasos se están dando frente a esta situación?”
Johana Duarte: “Las comunidades continúan en estado de asamblea y han iniciado acampes a la vera de distintas rutas del Chaco. Se exige al Poder Ejecutivo provincial que dé respuesta inmediata. La lucha va a continuar, porque las pensiones son un derecho adquirido y no vamos a permitir que se las arrebaten.”

