Entrevistas
Leo Santillán: “Lamentablemente, hoy hay consenso para reprimir”

Entrevista exclusiva de Paulo Giacobbe para La Columna Vertebral.
Hace poco más de dos meses, en octubre de 2024, el cabo Alejandro Acosta, condenado a perpetua junto al comisario Alfredo Fanchiotti, pudo dejar su celda luego de un largo juicio que los encontró responsable de los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en la estación Avellaneda. En esta entrevistasobrevuela la responsabilidad política de la represión. Con revelaciones impactantes: El comisario Fanchiotti quiso hablar con la familia Santillán para revelar quiénes fueron los responsables políticos. El Juez Lijo lo impidió, prometió citarlo a declarar, y nunca lo hizo.
Aquel 26 de junio de 2002 la sociedad asistió impotente a un fusilamiento a mansalva transmitido en vivo por la televisión. Las imágenes causaron conmoción, bronca, y lágrimas. Convencido de la necesidad de mantener viva la memoria histórica, las luchas de los trabajadores y todos los asesinados, tanto en dictadura como en democracia, La Columna Vertebral conversó con Leandro Santillán, hermano de Darío e integrante del Espacio de Familiares y compañeros de Darío y Maxi, con la intención de reconstruir cómo se fueron dando las cosas y cómo vivió su familia la libertad condicional que se le otorgó a Acosta. También quisimos escuchar la voz de uno de aquellos piqueteros del 2001, fundadores de una nueva forma de hacer política en el territorio, frente a un nuevo escenario de estigmatización y criminalización de los movimientos sociales.

“La verdad que fue un golpazo”, empezó diciendo Leonardo Santillán sobre el momento en el que se enteró de la decisión judicial el 10 de octubre del año pasado. Le había llegado una notificación a su abogada, Paula Alvarado Mamami. “Nos enteramos ahí con mi viejo (Alberto Santillán); justo daba la casualidad que estaba esa mañana en la casa de mi viejo y la verdad que fue un golpazo. Sabíamos igual que se acercaba un poco con el cumplimiento de la fecha, de los 25 años, y que se la iban a dar. Pero no a tres años de que se cumpla o que se efectivice esa condena”.
“En el 2024, unos meses de la liberación de Acosta, Fanchiotti intentó comunicarse con nuestra abogada, diciendo que tenía pruebas de las responsabilidades políticas” en los asesinatos. Si bien los condenados a perpetua pertenecían a la Polícía Bonaerense, hubo otras condenas por el operativo que no sólo asesinó a dos jóvenes sino que hirió a decenas de personas en una cacería brutal luego de una manifestación en el Puente Pueyrredón pidiendo acceso a planes sociales en una de las peores crisis económicas del país. También fueron condenados
Los policías Osvaldo Félix Vega, Carlos Jesús Quevedo y Mario Héctor de la Fuente que recibieron penas de 4 años; Antonio Gastón Sierra, 3 años; Lorenzo Colman, 2 años; y Francisco Celestino Robledo, 10 meses. Carlos Néstor Leiva, que estuvo prófugo 24 meses, recibió una pena de seis años y seis meses. Leiva reprimió sin uniforme, de civil, y cuando recuperó la libertad, reincidió. En 2013, fue condenado a 11 años y medio por integrar “la banda de la autopista”, que se dedicaba al secuestro extorsivo.
Las otras fuerzas represivas que actuaron en Avellaneda fueron Gendarmería, Prefectura y Policía Federal. La represión se prolongó por horas y cuadras, incluso hasta la siguiente estación de tren, y existió una coordinación entre fuerzas federales y provinciales. El resultado fue una incontable cantidad de detenidos, heridos y varios manifestantes en terapia intensiva. Por eso, las familias siempre denunciaron como responsables políticos a: Eduardo Duhalde, Felipe Solá, Carlos Ruckauf, Juan José Álvarez, Jorge Vanossi, Alfredo Atanasoff, Luis Genoud, Carlos Soria (fallecido), Jorge Matzkin, Oscar Rodríguez y Aníbal Fernández.
Fanchiotti quería hablar de los responsables políticos de la Masacre de Avellaneda pero Lijo nunca lo citó
“Fanchiotti decía que quería hablar, acercar pruebas, ponía una serie de condicionamientos a nuestra abogada para que se acerque”, continúa Leonardo Santillán, “hablaba de responsabilidades políticas, había varios de los que señalamos nosotros”. Quería que Paula Alvarado Mamami, representante de nuestra familia, fuera a Baradero. “Que venga sola, con un pendrive”, advirtió Fanchiotti.
El Juez Federal Ariel Lijo lleva una de las causas por las responsabilidades políticas y se enteró del pedido del comisario. Desalentó a la familia de que cayera en sus condiciones y aseguró “que iba a llamar a Fanchiotti para declarar en Comodoro Py”. Nunca lo hizo.
En el 2005, durante el juicio, Fanchiotti se declaró inocente. Ese día casi lo meten preso a Leonardo. Junto a integrantes de diferentes organizaciones llevaba meses acampando frente a los Tribunales de Lomas de Zamora, siguiendo el juicio desde adentro de una lona. “Recuerdo el acompañamiento constante que hubo desde personalidades, militantes, organismos de Derechos Humanos; una militancia activa velando para que se haga justicia”.
“También me acuerdo cuando tuve que declarar yo, me hicieron cruzar con Fanchiotti y Acosta mientras esperaba para declarar. Primero, me llevaban para declarar como del brazo, yo tenía 23 años, me llevaban agarrado como si fuera el acusado. Y mientras esperaba para declarar, primero lo subieron a Acosta”. Los de traje azul camuflado venían charlando amigablemente en un ascensor con el futuro condenado por asesinato. Leo escuchó el diálogo.
—¿Y, Negro, todo bien?
—Sí, todo amor y paz.
“Cuando sube y lo veo al chabón ahí, empecé a las puteadas”. Al testigo casi lo detienen ahí mismo. “Esta cuestión de esta presión psicológica que intentaron hacer debe ser para quebrarlo a uno. La verdad que fue una situación muy de mierda”. Y cuando declaró Fanchiotti lo mismo, casi preso. “Decidimos señalarlo como lo que era, como asesino. Esa vuelta que después nos rodearon gendarmes y me han intentado llevar a mí, porque bueno, era el que había gritado, pero estaba con otros compañeros”. Esa audiencia se vio demorada.

Leonardo resalta la victimización que sufrió Alberto Santillán durante el juicio. Resulta que Darío y Maxi fueron asesinados frente a las cámaras de televisión. “Mi viejo también estuvo en la audiencia y como algunas veces lo hemos hablado, una y otra vez viendo las imágenes, debe ser algo tortuoso”. Darío y Maxi agonizaron en la estación de tren de Avellaneda, que hoy lleva sus nombres. El tren ya no para en Avellaneda, para en Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. En el hall de esa estación de tren es donde Maxi muere de la mano de Darío, que estaba socorriéndolo. Ellos no se conocían pero tenían casi la misma edad, un poco más de veinte años. La imagen es mural en la estación: la palma de la mano de Darío en alto, pidiendo un cese del fuego, al tiempo que no soltaba a Maxi. Por eso, Darío y Maxi. A esa imagen se le sumó, atrás de Darío, sosteniéndolos a los dos, una madre de Plaza de Mayo, con su pañuelo en la cabeza. Nora Cortiñas está presente en murales y afiches en todas partes de la estación, como Vicente Zito Lema y tantos otros compañeros y compañeras que sostuvieron la lucha junto a los piqueteros.
Hoy como ayer, los medios bajan la idea de que los movimientos de desocupados son planeros, vagos…los estigmatizan y criminalizan
“Lo que también por ahí es una reflexión personal tiene que ver con el tema de lo que siempre fueron Darío y Maxi socialmente”, sostiene Leo. “Es como esto que pasa hoy por hoy con el movimiento piquetero, la estigmatización que viene sufriendo, aparte de la persecución judicial y política. El enojo. Esta cuestión que hay a veces con el enojo social que tiene que ver con la estigmatización y los discursos que bajan los medios. El asesinato de Darío y Maxi siempre fue como un punto y aparte. Desde un primer momento. Ha pasado el tiempo y por ahí como que no está asociado (al movimiento piquetero). Aunque sabemos que está entrelazado. Nosotros sabemos que Darío es parte del movimiento piquetero. Responde a las luchas que se dan en los territorios por las demandas sociales: las cooperativas, los planes, los comedores… todas las cosas que las caracterizaron desde los comienzos, aparte de otras que se fueron sumando. Pero yo creo que no se lo asocia en general. Lo asocia la militancia. Eso por un lado está bueno. Pero está mal que no se entienda lo que son los movimientos sociales, que se piense que son planeros, que son vagos. El discurso que se baja, muchas veces como culpabilizando. Hasta porque se obstaculiza o se corta una calle y no por las políticas de gobierno, que tiene que ver con el ajuste, con la inflación y con leyes que terminan perjudicando al pueblo. Mucho más después de la asunción de Milei”.
“Nosotros siempre hemos tenido un acompañamiento. Desde el primer momento, cuando pasó el 26 de junio, a mí hubo algo que por ahí me sorprendió mucho. Era la gente como se acercaba. Que por ahí no militaba”.
Después del asesinato de Darío y Maxi realizaron muchas acciones antes del juicio exigiendo justicia. “Tuvimos una marcha el 3 de julio. Esa vez había llovido mucho. Éramos 20.000 personas (algunos medios consignaron más manifestantes, entre las adhesiones había alrededor de 100 organizaciones de amplios sectores) marchando bajo la lluvia desde la estación Avellaneda, en aquel entonces todavía se llamaba así, hasta la Plaza de Mayo. Y se acercaba gente a solidarizarse. Militantes, pero también otra gente, señoras, vecinos. Por ahí hasta llorando muchas veces”.
Y abrazando:
—Yo vi lo que le pasó a tu hermano.
—Lo siento mucho.
“Y bueno, eso que pasó, por la brutalidad en que lo asesinan, la forma despiadada, como casi televisado en vivo y en directo, termina interpelando. Ni hablar a los que militaban, pero a quienes no militaban fue como un shock de ver. También entendiendo qué es lo que se construía desde acá y entendiendo la particularidad que tenía Darío como militante. Con sus pocos años, pero con una militancia muy intensa”.

“Tuvimos que estar vigilando de cerca, controlando de cerca”, sintetiza Leo sobre el juicio, al tiempo que describe la actitud de Fanchiotti como muy fría y la de Acosta indiferente. Pero ahora, 22 años después, lo que dice Fanchiotti era lo que las familias de Darío y Maxi vienen sosteniendo desde el primer momento: existió una planificación y una premeditación en la Masacre de Avellaneda. “Lijo se había comprometido a llamarlo, unos días antes del 26 de junio, y después de eso no hizo nada, no se comunicó más con nosotros, no nos dijo nada y nosotros lo estuvimos llamando. Nos habían pedido prueba y fuimos acercando testimonios, diferentes testigos, inclusive fuimos con esto, que lo estaba diciendo el principal responsable material del asesinato de Darío y Maxi”.
El 14 de diciembre de 2024, desde Familiares y Compañeros de Darío y Maxi, organizaron un escrache a la casa de Acosta. Leo Santillán contó la importancia de esa actividad: “Fuimos pegando carteles, avisando con megáfonos, contando quiénes eran Darío y Maxi, qué pasó el 26 de junio y qué fue lo que hizo Acosta. La verdad que hubo una muy buena recepción y los vecinos bastante sorprendidos. Una de las vecinas lo que nos contaba es que decían que Acosta había muerto, que tenía cáncer porque hace unos meses había estado por acá y estaba rapado. Y pudimos conversar con los vecinos y se sorprendían y también se indignaban”. Lograron que la vuelta de Acosta no pase desapercibida en el barrio.
No se puede pensar la masacre del Puente Pueyrredón sin el 19 y 20 de diciembre de 2001, sin esa “efervescencia”. Y entonces, al pensar el contexto, volvemos a “las responsabilidades políticas que respondían a cortar con la protesta social. El gobierno de Duhalde debilitado ante el FMI, pidiendo plata. Desesperado. El FMI negándosela. Porque, bueno, había una lucha que se iba dando en las calles que por ahí la encabezaba principalmente el movimiento piquetero. No se lograba el control social”.
Por eso, cuenta Leonardo Santillán, es que después de los asesinatos se trató de instalar que fue un enfrentamiento entre piqueteros. Una interna. “No lo pudieron mantener. No prosperó el plan ante la aparición de las fotos. (Una secuencia donde se veía como actuó la policía). Y ante el enorme repudio popular. Porque la gente no se bancó lo que pasó. Se demostró lo que pretendían hacer. Y también por lo que denunciaron los movimientos. Y lo que denunciamos nosotros como familia, tanto nosotros, la familia de Darío, como la familia de Maxi”.
Se los acusó de tener nexos con la guerrilla y de formar parte de un plan desestabilizador contra el gobierno de Duhalde. “Cuando lo que nosotros estábamos haciendo era entendiendo la situación en la que estábamos después de la crisis del 2001. Las demandas, que eran en aquel entonces los comedores, la salud… Pero que nada que ver tenía con eso”.
La previa del 26 de junio de 2002 y el año 2024, que Javier Milei define en documentos oficiales como “Año de la defensa de la vida, la libertad y la propiedad”, tienen un discurso parecido desde algunos medios de comunicación y en el propio discurso presidencial. Con el comunismo en primera plana como enemigo número uno. Con la fogosidad púber de considerar comunistas a todo aquel que no sea La Libertad Avanza.
“Lo que pasó el 26 de junio del 2002 después se fue repitiendo de otra manera, lo que han notado es que antes no había un consenso. Hoy se ha generado un consenso para reprimir, para allanamientos, para persecución, Por lo menos antes no había un consenso. Pero hay una similitud en cuanto a la necesidad de exterminar a las organizaciones piqueteras. Hoy por hoy es diferente el panorama del 2001 porque hay varios sectores que están en la calle. Pero a los que siguen buscando es al movimiento piquetero”.
“Por eso los allanamientos que se han dado en los comedores, en los comedores encima, esta denuncia de que los movimientos piqueteros son los que extorsionan a la gente. Porque lo que ven ellos es que tienen que salir para poder avanzar descaradamente con todas las políticas de saqueo y de ajuste que vienen contra el pueblo”.
Cuando Milei habla de ‘Libertad’ quiere decir ‘libertad de mercado’ pero se hace llamar ‘libertario’. Es un bajón para nosotros no poder salir a luchar contra eso.
—¿Y te jode que Javier Milei diga que es libertario, que ponga la palabra anarco en sus definiciones de sí mismo? —le pregunto a Leo y al toque noto en su gesto el disgusto, la molestia. No hace falta la respuesta.
—”Sí, sí, sí, totalmente, totalmente —contesta Leo-Porque libertarios eran los anarquistas. Los que luchaban por la libertad verdadera. Este lo que habla es de la libertad del mercado y refiere a eso y encima un montón de imbéciles o de pibes que pueden tener título o el acceso a la educación privada, pero que no tienen el entendimiento de la historia, quieren ser los verdaderos libertarios. Me parece que es un bajón para nosotros, que no podamos salir a luchar eso, más allá de lo que se defina cada uno, porque yo por ahí no me defino ni como comunista, socialista, anarquista, abrazo todas las luchas y respeto y me parece muy bueno, pero me indigna que sí, que se apropie de una palabra con la que se representa mucho la historia de nuestro país, de lucha, y que tiene que ver justamente con los compañeros anarquistas”.

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“El kiosco de barrio está en peligro de extinción”, advirtió Ernesto Acuña, referente del sector kiosquero y representante de UKRA

El kiosco de barrio es mucho más que un punto de venta: es parte del tejido cotidiano de la comunidad. Está en la esquina, frente a la escuela, al lado del club o del colectivo. Allí se compra lo mínimo indispensable, pero también se conversa, se fía, se acompaña. Sin embargo, este símbolo del comercio de cercanía está en riesgo. En los últimos años, miles de kioscos han bajado sus persianas empujados por una competencia feroz: grandes cadenas, supermercados, farmacias, la informalidad creciente y la falta de políticas que protejan al pequeño comerciante.
En esta charla con La Columna Vertebral – Historias de Trabajadores, Ernesto Acuña, referente nacional de los kiosqueros y voz firme del sector, nos cuenta con crudeza y claridad cómo se vive esta transformación desde adentro. Con más de dos décadas detrás del mostrador, su testimonio retrata una realidad que avanza en silencio, pero amenaza con borrar una parte esencial de nuestra identidad barrial.
LCV: “¿Cuál es la situación actual de los kioscos?”
Ernesto Acuña: “Esa es la data: 16.000 kioscos cerraron en un año. Estos datos nos los pasaron desde ARCA, la ex AFIP, cuando con UCRA nos reunimos con ellos y preguntamos cuántos kioscos activos quedaban. Por primera vez después de décadas, nos dijeron que somos 96.000, es decir, por debajo de los 100.000.”
LCV: “¿A qué se debe este cierre masivo?”
Ernesto Acuña: “Principalmente, al surgimiento de las cadenas de kioscos. Viene una persona y te instala 40 o 50 en un barrio. Además, productos que antes vendíamos en exclusiva, como golosinas y cigarrillos, ahora se comercializan por otros canales. Hoy cualquiera vende esos productos: farmacias, supermercados, verdulerías. Este es el resultado.”
LCV: “¿Las farmacias también son competencia directa?”
Ernesto Acuña: “Sí. Son de los principales vendedores de golosinas. Las ves en shoppings, supermercados grandes, y hasta en la línea de cajas, donde ofrecen golosinas sueltas. Los supermercados chinos también venden cigarrillos, muchas veces sacándolos de debajo del mostrador, aunque no estén habilitados para eso.”
LCV: “¿Estás diciendo que la competencia es tanto formal como informal?”
Ernesto Acuña: “Exactamente. Por un lado, están las cadenas formales, como las farmacias, que generan una competencia feroz a rubros como perfumerías y kioscos. Y por otro lado, está la competencia informal, producto de la crisis: verdulerías que agregan heladeras, chinos que venden cigarrillos, todo en un intento por sobrevivir.”
LCV: “¿Hay una intención deliberada de reemplazar al kiosco de barrio?”
Ernesto Acuña: “Sí. Hay dos fenómenos: uno es el sálvese quien pueda, por la situación económica. El otro es el pez grande que se quiere comer al chico. Las cadenas quieren vender de todo, incluidas nuestras exclusividades, y eliminar al kiosco de barrio. Son dos amenazas distintas.”
LCV: “¿Esto pasa más en las grandes ciudades?”
Ernesto Acuña: “Totalmente. En el interior profundo o en lugares como La Matanza, no llegan ni Farmacity ni las grandes cadenas. Pero sí llega el supermercado chino o el kiosco informal. El kiosco de cercanía, ese donde uno compraba la golosina mientras el padre compraba el diario, ya no tiene reemplazo.”
LCV: “¿Qué pasa en contextos económicos tan complicados como el actual?”
Ernesto Acuña: “Ahí aparece otro fenómeno: la gente que no llega a fin de mes abre un kiosco en el garage o en una ventana. Kioscos sin habilitación que empiezan a competir con los formales. Así se va formando un universo paralelo, que no está contemplado en los 96.000 registrados.”
LCV: “¿Es una especie de subproducto de la crisis económica?”
Ernesto Acuña: “Sí. Muchos de estos kioscos surgen de personas despedidas, jubiladas anticipadamente o que necesitan un segundo ingreso. Con la indemnización montan un kiosco-almacén en el conurbano. Es una respuesta a la falta de oportunidades.”
LCV: “En algún momento los kioscos vendían medicamentos de venta libre, ¿no?”
Ernesto Acuña: “Sí, se vendían aspirinas, Alikal, algún Actron. Hoy, muy poco. Algún domingo puede aparecer alguien pidiendo un Uvasal, pero ya no es habitual. Además, la normativa cambia todo el tiempo: hoy se puede, mañana no. En 26 años de kiosquero, cambiaron esa norma al menos diez veces.”
LCV: “¿Te pasó que te vendieran una pastilla suelta?”
Ernesto Acuña: “Sí. Un día fui a pedir un blister y me dijeron: ‘Te vendo de una o de dos’, porque con eso hacen más negocio. Es parte de cómo nos adaptamos a sobrevivir.”
LCV: “¿Sos kiosquero de familia o el primero?”
Ernesto Acuña: “Soy el primero. Tengo 52 años y empecé a los 25. Tengo un hijo de 16, pero no quiere saber nada con el kiosco. No le gustan las cosas dulces, siempre va por lo salado.”
LCV: “¿Están siendo escuchados por algún organismo o autoridad?”
Ernesto Acuña: “Pedimos dos leyes fundamentales. Una es la Ley de Proximidad, para que no se pueda abrir un kiosco a menos de 100 metros de otro ya instalado. La otra es una ley de Venta Exclusiva, para que los productos que vendemos no se comercialicen por otros canales. Sin estas leyes, el kiosco de barrio va a desaparecer, como pasó con los almacenes en los años 90.”
LCV: “¿Cómo debería avanzar ese proyecto?”
Ernesto Acuña: “Necesitamos que las legislaturas de cada ciudad aprueben estas leyes y que el gobierno nacional lo tenga en cuenta. Ojalá haya una ley de protección general. Porque no solo se trata de trabajo, se trata de preservar una empresa privada. Este gobierno dice defender lo privado. Veremos si nos incluye.”
LCV: “Lo que pedís se parece a lo que existía para los canillitas, con áreas de exclusividad, ¿no?”
Ernesto Acuña: “Exactamente. Queremos recuperar ese principio de proximidad. Especialmente cerca de escuelas, donde debería haber una regulación que priorice al kiosco tradicional por sobre otras opciones más informales o ajenas a la comunidad.”
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“La trampa del lenguaje y la confusión política: Sztulwark lee a Kafka en clave argentina”

La política argentina atraviesa una etapa de confusión profunda, marcada por el desencanto, la fragmentación y un lenguaje que ya no logra conectar con la experiencia cotidiana. En diálogo con La Columna Vertebral – Historias de Trabajadores, el escritor Diego Sztulwark reflexiona sobre la distancia entre la retórica institucional y la vida real en los territorios, a partir de una asamblea barrial tras el intento de asesinato a Cristina Fernández de Kirchner. En esta nota, recurre a Kafka como herramienta para pensar las trampas del lenguaje político, la perplejidad colectiva y el avance de un proyecto de ultraderecha que busca anular la capacidad de imaginar otros mundos posibles.
LCV: “¿Cómo se te ocurrió escribir un libro para buscar algunas interpretaciones a nuestra vida, en lo que tiene que ver con la vida política argentina y este devenir en el que estamos transitando, empujando a Kafka a esas ideas?”
Diego Sztulwark: “Se me ocurrió en un viaje. Unos meses después del intento de asesinato a la entonces vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, participé en una asamblea con amigas y amigos en el conurbano sur, junto a personas de distintas organizaciones sociales. Me impactó cómo no se percibía conexión entre ese hecho de violencia y la violencia cotidiana del territorio. Hubo una conversación difícil sobre una ruptura entre la conversación política de los medios y la desesperación territorial. No era un problema de percepción, sino una realidad fracturada. En la lógica de esa asamblea, se percibía una distancia entre la retórica institucional y la vida práctica del territorio. Esa fractura dio inicio a una pregunta sobre el potencial del lenguaje, y sobre Kafka como autor de la trampa, cuando el lenguaje queda atrapado.”
LCV: “Vos lo debés observar en forma cotidiana, porque además sos un filósofo que no está encerrado en una burbuja, sino que busca inspiración en una asamblea. Supongo que la cotidianidad te devuelve permanentemente situaciones kafkianas que alimentan estas ideas, ¿o me equivoco?”
Diego Sztulwark: “No soy un especialista en Kafka. A partir de ese episodio me sumergí en su lectura y en bibliografía relacionada, porque sentí que la situación anticipaba lo que nos estaba ocurriendo como país. Mi inmersión fue intensa. Lo kafkiano no es solo una burocracia que enloquece, encontré en Kafka un estratega, un escritor que con sus estrategias literarias puede ofrecer imágenes útiles para pensar nuestra política actual. Fue una forma de abordar problemas propios leyendo a Kafka.”
LCV: “En una de las reseñas que hicieron sobre tu material, leo en la revista Crisis: ‘No es inteligente esperar que la oscuridad del presente se disipe un buen día como por arte de magia. La ultraderecha es un proyecto organizado de demolición de las capacidades perceptivas de la sociedad que busca esterilizar la imaginación política.’ ¿Cuál sería el aporte del libro a esa circunstancia?”
Diego Sztulwark: “Eso que estás leyendo no es una reseña, sino el prólogo del libro-entrevista, que fue un anticipo y efectivamente forma parte del libro. La primera cuestión que planteo es cómo asumir un fenómeno de perplejidad en el que creo que aún estamos. Muchas personas sentimos que no entendemos qué pasa, por qué la gente vota como vota, por qué nuestras verdades ya no repercuten, por qué no estamos en la calle. Hay una impotencia con la propia lucidez. Ese oscurecimiento de la percepción colectiva no es casual: es parte de una estrategia política para que dejemos de generar sentidos nuevos. Es una política de desactivación que le es funcional a un neoliberalismo en crisis, que sigue extrayendo recursos de la naturaleza y la sociedad. La confusión es funcional a ese objetivo, y experiencias como la pandemia, las tecnologías de la distancia y el balance de gobiernos previos lo facilitan.”
LCV: “Hablás de puntos ciegos del orden político previo. ¿Cuáles son esos puntos ciegos?”
Diego Sztulwark: “Por un lado, la falta de balance político sobre el gobierno del peronismo de Alberto y Cristina Fernández. Por otro lado, la pandemia. Y también la introducción de tecnologías de la distancia que median las relaciones con la economía, la producción y la comunicación política. Esa suma de factores genera condiciones para una confusión social y política funcional a implementar ajustes y transferencias de riqueza muy brutales. Si no generamos mecanismos para volver a confiar en nuestras percepciones, en crear sentidos estratégicos, quedamos como un pueblo disperso, fragmentado y desarmado.”
LCV: “A medida que hablás, se me vienen imágenes de películas distópicas. La perplejidad cobra forma en nosotros mismos yendo por la calle, viéndonos sin ver. Estamos cerca de un proceso electoral complejo y determinante. ¿Cómo se vincula esto que decís con la relación de la ciudadanía con el voto, más allá de los resultados?”
Diego Sztulwark: “Una de las primeras consecuencias de esta situación es que una de cada dos personas no se presenta a votar. Ya ocurrió en elecciones recientes. No sé qué pasará en las próximas, pero el ausentismo debería preocuparnos. Hay estudios que muestran que no se trata de desinterés, sino de una actitud crítica: muchas personas, porque les importa la política, no quieren votar. Hacen un balance realista de lo que significa hoy la democracia. Ese desinterés es frustrado, informado y real. No sé si no usan el instrumento o si consideran que ya no sirve. Lo que sí sé es que se subestima a la gente cuando se dice que no vota porque no entiende. Incluso la oferta electoral está devaluada, con candidatos salidos del espectáculo o del escándalo. Si tenés conciencia del voto, hay un prurito en malusarlo. Es una situación compleja, y la perplejidad, sin duda, nos va a dominar en estas elecciones.”
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Enrique Hohl de la cooperativa Madre Tierra: ‘La alimentación no puede quedar librada al mercado’

Enrique Hohl tiene 35 años, vive en una chacra en Olavarría junto a su familia y es uno de los fundadores de la cooperativa de trabajo Madre Tierra, un espacio que reúne a más de un centenar de pequeños productores dedicados a la agricultura familiar. En diálogo con La Columna Vertebral, Enrique comparte cómo surgió esta organización, los desafíos de producir alimentos sanos en tiempos de crisis y el valor de la agroecología como alternativa posible.
LCV: “Contale un poco a nuestros oyentes de qué se trata la cooperativa de trabajo Madre Tierra.”
Enrique Hohl: “Somos una cooperativa de trabajo de la ciudad de Olavarría, conformada en 2019. Nos dedicamos a la producción de agricultura familiar, principalmente con pequeños productores del sector hortícola, en lo que es la producción en las quintas.”
LCV: “¿Cuánta gente agrupa la cooperativa? ¿Cuántas chacras, huertas, cuántas personas están involucradas?”
Enrique Hohl: “Somos 26 emprendimientos, con dos o tres personas por unidad productiva, dedicadas a la producción de verduras. Mayoritariamente, las chacras tienen entre tres y cuatro hectáreas, con aproximadamente media hectárea de invernadero.”
LCV: “Tengo un dato que indica que son más de 100 productores. ¿Es correcto?”
Enrique Hohl: “Sí. Cada emprendimiento agrupa a más de una familia, así que en total somos más de cien productores. Además del sector hortícola, también hay familias que se dedican a la producción de huevos, miel y algunos tambos pequeños. En conjunto, somos muchas familias organizadas.”
LCV: “¿Cómo comenzaron con Madre Tierra? ¿Cómo se fueron conociendo y sumando al proyecto?”
Enrique Hohl: “Arrancamos frente a una problemática común en la agricultura familiar: la dificultad para vender nuestros productos, llegar al consumidor, ofrecer buenos precios y visibilizar nuestro trabajo. Empezamos a reunirnos para buscar alternativas como ferias, bolsones, entregas por pedido. Entendimos que organizándonos podíamos resolver esos problemas.”
LCV: “Desde 2018 hasta ahora pasaron por distintos gobiernos. ¿Cómo fue ese recorrido? ¿Cuál fue el mejor momento de la cooperativa y cómo están hoy?”
Enrique Hohl: “Al principio no sabíamos bien cómo organizarnos. En 2019 descubrimos la herramienta de la cooperativa y empezamos a trabajar con organismos nacionales para conformarla. Obtuvimos nuestra matrícula y comenzamos a participar de ferias, capacitaciones, cursos de manipulación de alimentos. En ese momento, aprovechamos políticas nacionales que fortalecieron a las cooperativas. Desarrollamos una feria importante y abrimos un local que funcionó por dos años. Pero en los últimos tiempos, vimos una gran caída del consumo que nos afectó mucho, junto con condiciones climáticas adversas que retrasaron los procesos productivos.”
LCV: “¿La caída del consumo se percibe tanto en el vínculo con los comercios como con los consumidores individuales?”
Enrique Hohl: “Sí, es generalizada. Bajaron las ventas en ferias, en almacenes de cercanía, incluso en supermercados como Cooperativa Obrera y en compras del Estado. Desde 2021 somos proveedores del municipio y también ahí notamos la baja. Esto afecta directamente el acceso a alimentos básicos: frutas, verduras, huevos, miel. No estamos hablando de lujos, sino de lo mínimo para una alimentación saludable.”
LCV: “¿Creés que esta caída está relacionada con la pérdida de empleos?”
Enrique Hohl: “Sí. El desempleo se siente tanto en el sector privado como en el público. Olavarría es una ciudad minera, y se estima que este año hubo alrededor de 4.000 despidos. Eso impacta en toda la economía: si cada trabajador tiene una familia, estamos hablando de 12.000 personas afectadas. Se cierran fábricas, se suspenden actividades, y eso también golpea al transporte, los servicios y el comercio.”
LCV: “¿Cómo les afecta el aumento en los costos logísticos y de servicios?”
Enrique Hohl: “Muchísimo. La mayoría de los productores alquila la tierra. Además del alquiler, subieron la electricidad, las semillas —muchas con precio dolarizado—, y otros insumos como el nylon. Todo eso, sumado a la caída del consumo y, en algunos casos, a la baja de precios, hace muy difícil sostener la producción.”
LCV: “¿Cuántos años tenés? ¿Venís de una familia productora?”
Enrique Hohl: “Tengo 35 años. No vengo de una familia agropecuaria, soy de ciudad. Hace 12 años me mudé a una chacra con mi pareja, y ahí también nacieron mis hijos.”
LCV: “¿Qué te motivó a tomar esa decisión de cambiar de vida?”
Enrique Hohl: “La alimentación fue un factor clave. Primero por nuestra propia familia, y luego por una conciencia más amplia sobre el consumo. Alimentarse debería ser un derecho básico, como la salud o la educación. Sin embargo, mientras estas dos últimas están medianamente garantizadas por el Estado, la alimentación queda librada al mercado y a la capacidad económica de cada persona.”
LCV: “¿Los productos de Madre Tierra son orgánicos o agroecológicos?”
Enrique Hohl: “Apuntamos a un modelo agroecológico. Aunque también trabajamos con productores convencionales, buscamos proponer otro modo de producción. La idea es acompañar a quienes ya producen para que puedan cambiar sus prácticas, y eso requiere capacitación y organización.”
LCV: “¿Eso implica revertir prácticas impuestas por el modelo productivo tradicional?”
Enrique Hohl: “Exactamente. Muchas veces el uso excesivo de agroquímicos está muy arraigado. Por eso es importante el acompañamiento técnico, la formación, y construir alternativas viables que respeten el ambiente y la salud.”
LCV: “¿Te mudaste solo a la chacra o con tu familia?”
Enrique Hohl: “Con mi pareja. Y en la chacra nacieron mis dos hijos, que ahora tienen 9 y 7 años.”
LCV: “Me imagino que deben estar correteando por la huerta y participando de la vida rural…”
Enrique Hohl: “Sí, claro. Viven muy conectados con la naturaleza, y eso es algo muy lindo para su infancia.”
LCV: “Ustedes participaron del quinto Congreso de Cooperativas Agropecuarias y Agroalimentarias de la Provincia de Buenos Aires. ¿Qué balance hacés?”
Enrique Hohl: “Participamos como parte de la Federación Rural para la Producción y el Arraigo. Fuimos cooperativas de Olavarría y Azul. Estuvimos presentes el martes en la jornada sobre cooperativismo, y miércoles y jueves en las de agricultura. Estos encuentros son muy valiosos para intercambiar experiencias, debatir políticas públicas y seguir fortaleciendo el desarrollo agropecuario, tanto en la provincia como en el país. Siempre uno se lleva algo positivo y alguna reflexión para seguir trabajando.”


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