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Opinión. “El arte de la boludez o de la hipocresía”, por Hernán López Echagüe

“Por experiencia le digo, hay una directa relación entre la decisión política y la actitud policial. La ‘actitud policial’ no existe, esa idea de que son policías que están en la calle y le pegan a cualquiera no es cierta, se lo digo yo después de seis años de gobernador, la policía, primero, sabe cómo son las órdenes, sabe cuál es el protocolo, firman un protocolo…No disociemos la acción policial de la decisión política. No es una teoría, lo comprobé trabajando.” Felipe Solá, discurso en el Congreso de la Nación el 24 de octubre de 2018. Felipe Solá era gobernador cuando en su provincia asesinaban a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki y herían con balas de plomo a decenas de manifestantes.

El responsable y propietario intelectual de estas líneas es Roberto Arlt. Días atrás, en tanto pasaba la vista por una compilación de sus aguafuertes porteñas, uno de los escritos, titulado El que siempre da la razón, concitó mi atención. “Hay un tipo de hombre que no tiene color definido”, me decía Arlt en el inicio del artículo, “siempre le da a usted la razón, siempre sonríe, siempre está dispuesto a condolerse con su dolor y a sonreír con su alegría, y ni por broma contradice a nadie, ni tampoco habla mal de sus prójimos, y todos son buenos para él, y, aunque se le diga en la propia cara: `¡Usted es un hipócrita!´, es imposible hacerle abandonar su estudiada posición de ecuanimidad”. Y añadía líneas más adelante: “Esta efigie de hombre me produce una sensación de monstruo gelatinoso, enorme, con más profundidades que el mismo mar. No por lo que dice, sino por lo que oculta”.

De inmediato me vino a la memoria Felipe Solá, hombre seductor y dicharachero, afecto a la humorada y a un discurso teñido de inofensiva propensión a la ecuanimidad; presa de un inexplicable deseo de pertenencia al poder; catadura de persona decente y civilizada; aires de peronista melancólico y renovador.

Hace tiempo, interrogado acerca de su talento para permanecer en el poder, el ingeniero agrónomo Solá, entonces secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca del gobierno de Carlos Menem –cargo que ocupó por ocho años–, tornó popular un apotegma que todo político con ansia de perpetuidad ha sabido acuñar y practicar a rajatabla: “Para durar en el gobierno, hay que hacerse el boludo”.

Hacerse el boludo, en la atmósfera rioplatense, resiste, creo, infinidad de frases sinónimas: hacerse el otario; mirar hacia otra parte; hacerse el sota; hacer la vista gorda; silbar bajito; hacerse el tonto; etcétera, etcétera. Un desdén que, conforme las circunstancias, puede resultar digno de un certero sopapo, o, por el contrario, merecedor del aplauso, incluso de una buena carcajada. Hay momentos en que a todas luces es aconsejable hacerse el boludo. El muchacho deambula con su novia por un callejón de una villa del Bajo Flores, medianoche de cielo borrascoso, y de pronto una barra de jóvenes robustos y ávidos de conversación se interpone en su camino: “Che, vo”, le dicen. “Por qué no compartís ese culo con nosotros”. En situaciones de ese tipo, bienvenido será el acometimiento de una repentina sordera.

Existen, claro, casos por completo opuestos. Me refiero a ese hato de boludos de naturaleza irredimible que, con sumo esfuerzo, simulan cordura, sensatez; raza imperecedera que hoy tiene en el presidente Macri a su ejemplar más vivaz y acabado.

En un estado de profunda y letargosa boludez ha tenido que vivir sumergido el ingeniero Solá para permanecer en uno u otro sector del poder a lo largo de trece años, porque a su estada en el gobierno de Carlos Menem debemos sumar su estada en el parlamento, representando, claro está, al oficialismo. En tanto Menem indultaba a militares genocidas y a sombríos fantoches como Aldo Rico; seducía a empresarios foráneos con alma de mercachifles; incorporaba a su gobierno a los sectores más conservadores y reaccionarios; se fundía en un abrazo con el almirante Isaac Rojas, acaso el más emblemático de los enemigos del peronismo histórico; condecoraba a Augusto Pinochet, besaba los cachetes de Lino Oviedo y a boca de jarro reivindicaba la masacre cometida por las Junta Militares en la Argentina, Solá se hacía el boludo. Menem echaba mano de cada una de las grietas que ofrece esta democracia formal para ignorar los preceptos de la Constitución y hacer de la Justicia un poder sumiso y obsecuente, y Solá se hacía el otario.

Menem se abandonaba a la faena de las privatizaciones caprichosas e irregulares, entregaba del manejo de la política económica a los ilustrados hombres del Fondo Monetario Internacional, sorteaba con habilidad su parentesco o familiaridad con personajes enlazados al lavado de dinero proveniente del narcotráfico, y el ecuánime Solá se hacía el tonto. Mientras Menem llamaba delincuentes a periodistas y opositores, y ampliaba el número de miembros de la Corte Suprema con el excluyente objetivo de lograr la aprobación legal de proyectos inauditos y, por lo demás, eludir decorosamente toda denuncia penal en contra de sus parientes, amigos y funcionarios, Solá contaba girasoles y vacas y, desde luego, miraba hacia otra parte. En tanto Menem despojaba a la política de su esencia, es decir, el debate, la confrontación de ideas y proyectos, y la situaba en el único escenario que dominaba a sus anchas, aquel regido por las leyes de la banalidad y el entretenimiento, dejando en pie solamente el estuche, el pellejo, Solá contaba peces de colores y boludeaba.

En fin, entre tanto Menem nos hacía experimentar de manera impía el sentido físico, carnal, de las palabras pesadumbre, hastío e impotencia, Solá se hacía el boludo de manera proverbial y asombrosa.

Llegó el año 1999, su asunción como vicegobernador de Carlos Ruckauf, y entonces la boludez cobró la magnitud de majestuoso arte: “Sí, Ruckauf es un nazi”, admitió. “Pero así es la política. Solamente desde adentro se pueden modificar las cosas”. Un tipo de boludez, a fin de cuentas, que guarda íntima relación con la hipocresía, es decir, con el fingimiento de cualidades o sentimientos contrarios a los que de veras se tienen o experimentan. Ahora bien, transcurrir la vida haciéndose el boludo con el único y excluyente propósito de permanecer en el poder, en tanto ese poder al que se pertenece devora, arruina y descuaderna un país, supera ya los límites de la boludez común y ordinaria, habitualmente inofensiva, y comporta un grado de verdadera complicidad.

Complicidad y encubrimiento de las que Solá, entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, hizo gala horas después de que fueran asesinados Darío Santillán y Maximiliano Kosteki el 26 de junio de 2002 en Avellaneda. Aplaudió la represión que llevaron a cabo las fuerzas de seguridad conjuntas. Atribuyó todo a un enfrentamiento entre grupos piqueteros.

Más allá de toda interpretación, hay algo que sí queda claro: de tanto hacerse el boludo, cualquier persona se convierte en flor de boludo.

Difícil saber qué principios imperan en el interior de Felipe Solá, en el interior de los cientos de Felipes Solás que ya son maleza en la política de esta enflaquecida comarca sureña.“¿Qué es lo que desenvuelve dentro de él? ¿Qué tormentas?”, finaliza Arlt. “No me lo imagino… puede estar usted seguro que en la soledad, en ese semblante que siempre sonríe, debe dibujarse una tal fealdad taciturna, que al mismo diablo se le pondrá la piel fría y mirará con prevención a su esperpento sobre la tierra: el hipócrita”.

 

 

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Bailando sobre las ruinas, por Federico Lorenz

Del bombardeo de agresiones que vivimos desde 2023, el recital de un payaso que no maneja sus facultades no es el menor, y no será el último. Baila sobre la gente que no come, sobre los médicos del Garrahan, sobre los científicos, sobre los jubilados, sobre las escuelas desfinanciadas, baila sobre el futuro de nuestros hijos hipotecado por su política económica.

Baila sobre las ruinas de este país a cuya cabeza llegó por el voto de compatriotas hastiados y esperanzados. Podía entenderlo en 2023, me cuesta mucho más aceptarlo ahora. Porque ese baile alejado de la realidad es el símbolo de miles de personas que no les importan nada más que sí mismos.

Milei es un problema, pero no el principal. Claramente Milei es un enfermo, y da entre vergüenza y pena. Pero hay un montón de personajes calculadores que lo sostienen por distintos motivos. Esos son el auténtico peligro, porque queda a la vista que con tal de mantener sus privilegios y negocios van a seguir a este demente hasta donde vaya.

Más de uno de nosotros le ha seguido la conversación a alguien que ha perdido la memoria, que vive en su propio mundo, y, supongo, es algo humano, y hace a la vida. Pero esas personas a las que acompañamos en su viaje por los reinos de los hilos sueltos de sus mentes no gobiernan. De sus “viajes” no dependen millones de personas.

El que acompaña esta locura, trabaja para la muerte. Y solo los fascistas aman la muerte.

(Tomado del facebook del autor)

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“No canten victoria”, por Oscar Taffetani

Mi amigo Pachi, bautizado en Mar del Plata José Manuel Díaz Rodríguez, en 1952 y asesinado por la triple A en 1975, solía hacer la V con dos dedos mochos de su mano derecha y repetía “¡No canten victoria!”.

Lo decía en medio de la primavera camporista de 1973, cuando el Sheraton de Buenos Aires estaba por convertirse en hospital de niños (sic) y a la Casa Rosada la iban a custodiar no los Granaderos, sino los Montoneros (sic).

Pachi había perdido dos medias falanges de su índice y mayor cuando intentaba avivar la mecha de una bomba de estruendo un 9 de Julio, en un pueblo de provincia. Imprudencia adolescente. Aún tengo nítidos en la memoria sus dedos mochos en V y su advertencia de 1973, con un presagio que poco después comenzó a cumplirse.

Me vino esto a la mente (hagan ustedes las asociaciones que quieran) cuando vi a mucha gente celebrando el derrumbe del candidato Espert (algo que no me conmueve en lo más mínimo) y cantando una victoria anticipada -por 20 puntos o algo así- en las legislativas del 26/10. Ahì se me aparece Pachi, con sus dedos mochos en V.

Deseo profundamente diputados y senadores que a partir del 10/12 comiencen a limitar, a corregir y a revertir las políticas del Advenedizo (de algún modo hay que llamarlo), que son mucho más dañinas para la patria que las algaradas del candidato Espert y la revelación de sus ocasionales socios o padrinos.

No importa si con “pato rengo” o con muletas o con andador. Defendamos la democracia y la institucionalidad. Defendamos el (duro) aprendizaje que hemos hecho del ’83 para acá.

¿Narco Estado? ¿Coimas? ¿Financiamiento espurio de la política? ¡Chocolate por la noticia! Bienvenidos a la realidad mundial.

El tema no es sólo contar o describir lo que pasa (ya los medios hacen su negocio con eso), sino ver qué hacemos nosotros (los argies, los incorregibles) con eso que pasa.

Ya está, lo dije.

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Referendum por la autodeterminación palestina, por María Urruzola

La población palestina en Oriente Medio es una población diversa de aproximadamente siete millones de personas con diferentes estatus legales, que viven en Israel, los Territorios Palestinos Ocupados, Jordania, Líbano, Siria, Egipto y otros países. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) afirmó haber proporcionado asistencia en 2023 a unos 5,9 millones de refugiados palestinos en 58 campos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria, la Franja de Gaza y Cisjordania, incluido Jerusalén Este.

La UNRWA, sin embargo, no está presente en todos los países árabes y no todos los palestinos son refugiados. Según la Naciones Unidas, aquellos cuyo “lugar habitual de residencia fue Palestina del 1 de junio de 1946 hasta el 15 de mayo de 1948, y los que perdieron sus hogares y medios de vida como resultado del conflicto de 1948” están cualificados para registrarse como refugiados, así como sus descendientes.

La Carta Magna de la Descolonización, firmada el 14 de diciembre de 1960, establece:

1. La sujeción de pueblos a una subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una negación de los derechos humanos fundamentales, es contraria a la Carta de las Naciones Unidas y compromete la causa de la paz y de la cooperación mundiales.

2. Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación; en virtud de este derecho, determinan libremente su condición política y persiguen libremente su desarrollo económico, social y cultural.

3. La falta de preparación en el orden político, económico, social o educativo no deberá servir nunca de pretexto para retrasar la independencia.

4. A fin de que los pueblos dependientes puedan ejercer pacíficamente y libre mente su derecho a la independencia completa, deberá cesar toda acción armada o toda medida represiva de cualquier índole dirigida contra ellos, y deberá respetarse la integridad de su territorio nacional.

5. En los territorios en fideicomiso y no autónomos y en todos los demás territorios que no han logrado aún su independencia, deberán tomarse inmediatamente medidas para traspasar todos los poderes a los pueblos de esos territorios, sin condiciones ni reservas, en conformidad con su voluntad y sus deseos libremente expresa dos, y sin distinción de raza, credo ni color, para permitirles gozar de una libertad y una independencia absolutas.

6. Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.

Por lo tanto, un nuevo protectorado en Palestina bajo dirección Trump-Blair y sin retiro de los territorios de las tropas israelíes, contradice, a todas luces estos principios.

La ONU debería organizar un referéndum del pueblo palestino (allí donde se encuentre: Gaza, Cisjordania, Jordania, Líbano, Egipto), para que sea ese pueblo el que decida si acepta lo que ahora algunos se apresuran a tomar como propuesta válida.

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