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Opinión

Flexiseguridad, por Hugo Perosa y Edgardo Llano*

Mientras en el mundo se discute el futuro del trabajo para una humanidad que sufre la doble tragedia de la pandemia de Covid-19 y las peores consecuencias de un capitalismo cada vez más salvaje, los principales grupos económicos argentinos pretenden importar políticas económicas, laborales y sociales que, como otras en el pasado, significarán mayor enriquecimiento de los poderosos a costa de mayor explotación y sufrimiento de los miles de millones de trabajadores y trabajadoras de todo el mundo.
La flexiseguridad, promovida por los gobiernos de Países Bajos y Dinamarca y extendida a gran parte de Europa, consiste en combinar la flexibilización laboral con una supuesta “seguridad” laboral basada en subsidios al desempleo y a la formación de los desempleados que han perdido su trabajo. Es decir: manos libres para los empresarios y los costos sociales a cargo de los Estados.
Llega a la Argentina, bajo el nombre de “Mochila Argentina”, de la mano de la nueva conducción de la UIA -con los mismos dirigentes e ideas arcaicas y fracasadas de otros tiempos- y el apoyo del aparato empresarial, mediático, judicial y político que quiere la vuelta al neoliberalismo, e incluso de algún parlamentario de extracción sindical que parece haber perdido el rumbo y olvidado sus orígenes.
Se propone liquidar aspectos centrales de la Ley de Contrato de Trabajo, como la indemnización por despido, y su reemplazo por un seguro de desempleo, así como una mayor flexibilización de las relaciones laborales.
A esta concepción se le oponen en todo el mundo -incluso en Chile, considerado como el modelo a seguir por las derechas-, múltiples proyectos e iniciativas de reducción de la jornada y los días de trabajo como forma de avanzar hacia un nuevo paradigma económico, social y ambiental en línea con los objetivos universales de la ONU y la OIT.

  • Edgardo Llano, Secretario General de la Asociación de Personal Aeronáutico (APA) en la CTA
  • Hugo Perossa, Secretario de Prensa, difusión y Cultura de APA.

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Variaciones sobre el miedo y los mieditos, por Hernán López Echagüe

Me causa miedo el miedo que le tengo a todos los retóricos y engañosos mieditos que el miedo colosal, ese de mil patas, echa a rodar por todas partes. El miedo ha sido siempre el nervio motor de la historia, ha marcado los pasos de las sociedades. Bien lo saben los católicos apostólicos romanos. Miedo al infierno, a la muerte, a la enfermedad, a la pobreza, al castigo, al dolor. Mete miedo el miedo.

No hay, sin embargo, peor miedo que ese sórdido miedito al miedo que provoca la cosa de disentir, de conversar. De escuchar.

La prudencia, es decir, la templanza, la cautela, suele obrar a la manera de advertencia ante situaciones que, presuntamente, son dignas de temer. Desde el interior, la prudencia nos susurra al oído: “No, mejor permanecer quieto, no abrir la boca, detener la respiración, alejarse …”

Hoy impera una sombría prudencia, fundada en un océano de mieditos fraguados, que conduce a la inercia y a la quietud, al silencio y al encierro, al aislamiento y al desdén. Prudencia triste, y, por sobre todas las cosas, imprudente. La existencia, condenada a mascullar palabras anodinas entre cuatro paredes. Miedito al vozarrón del dueño del miedo. Ese asunto de temerle a la palabra, al desacuerdo.

Y entonces el miedo al miedo, en una trabazón fantasmagórica, alumbra un miedito tras el otro. Del temor al infierno, a la muerte, a la enfermedad, a la vejez, al dolor, a la soledad, a la guerra, empiezan a nacer muchos mieditos que, cuando atacan en tropel, sumergen al hombre en un estado cataléptico. Océano de mieditos en el que navega, a sus anchas, el miedo abismal. El miedo a ser. O sea, la loca rutina de limitarse a estar, a permanecer.

Cambian los nombres de los dueños del miedo. Pero la esencia del miedo, y su propósito, el descalabro de la identidad, el sometimiento al hábito de someterse y vivir como en rebaño taciturno, continúan intactos. Pena que los mieditos jamás se le rebelan al miedo. Quizá lograran despojarlo de un par de patas, y entonces el miedo comenzaría a perder algo de garbo y equilibrio, y, con el correr del tiempo, quizá acabaría desmoronándose.

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Brecht y la solución, por Américo Schwartzman

En 1953, en Alemania Oriental (la Alemania “Comunista” de la posguerra) el gobierno realizó un ajuste bastante brutal (sí, no solo la derecha ajusta). Un grupo de obreros de la construcción decidió hacer huelga, el 17 de junio, y de a poco fueron miles los que se sumaron. Las autoridades soviéticas reprimieron el levantamiento popular de manera bestial.

No se sabe (aún hoy) cuántas personas fueron asesinadas, pero las estimaciones van de 55 a 383, con miles de detenidos e incluso (dato tremendo) con soldados soviéticos fusilados por negarse a matar obreros rebeldes.

Fue en ese contexto en el que el gran Bertolt Brecht (quien había decidido vivir en Berlin Oriental tras su “desexilio”) escribió un breve e irónico poema titulado “La solución”, muchas veces citado, pero pocas veces contextualizado.

Brecht, un genio del teatro y de la filosofía (que desplegó de manera abundante y original en su dramaturgia) era un marxista pero también era un genuino libertario (de verdad, no como los payasos funestos que hoy usurpan esa palabra). Por eso hay incluso quienes creen que murió (en 1956) por decisión de la policía secreta soviética. La Unión de Escritores, para sorpresa y decepción de Brecht, en ese junio tremendo, en lugar de repudiar la represión, repudió el alzamiento popular, y su secretario Kurt Barthel, escribió una ominosa carta a los trabajadores donde les reprochaba haber traicionado al gobierno “comunista” y les decía: “Reconstruir una confianza traicionada es muy, muy difícil”.

Ese es el punto de partida del poema de Brecht. Con el contexto, creo, se disfruta más. Y por supuesto, se aplica a todos los gobiernos prepotentes y elitistas (aunque se crean “de izquierda”, o incluso, en especial a ellos) que se creen que son más importantes que el pueblo. Que puede equivocarse (en democracia, solo el pueblo puede equivocarse) pero no abolirse, como imaginan (según ironiza Brecht) los mandones y dictadores de toda laya, en especial los que se dicen “libertarios” y son… bueno, la peste que conocemos.

LA SOLUCIÓN, Bertolt Brecht

Tras el levantamiento del 17 de junio

el secretario de la Unión de Escritores

ordenó la distribución de folletos en la avenida Stalin.

El pueblo, leemos, ha perdido por su culpa la confianza del gobierno

y sólo redoblando sus esfuerzospodría recuperarla.

¿No sería

entonces más sencillo para el gobierno

disolver al pueblo

y elegir otro?

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Todo está en peligro. Estamos en peligro, por AFPA

Están en peligro el ejercicio efectivo de tus derechos.

Porque están en peligro las instituciones estatales, al estar en peligro la continuidad laboral de aquellos y aquellas que con su labor cotidiana (en algunos casos, de décadas) hacen que los organismos funcionen a favor de quienes más necesitan que el Estado esté presente.

Desde la Asociación de Archivistas en la Función Pública declaramos, denunciamos, gritamos a quién quiera (y deba) oír que con el desmantelamiento de las instituciones públicas, y, en especial de las áreas de gestión Documental y Archivos están en peligro:

– La posibilidad de conocer la Historia a través de documentos debidamente preservados, tratados y puestos al acceso público

– La posibilidad de una continuidad administrativa eficiente protegiendo la memoria institucional reflejada en los documentos producidos por las propias organizaciones del Estado

– La posibilidad del efectivo ejercicio de derechos individuales y colectivos basado en documentos con su debida cadena de custodia (analógica y digital) garantizada

Muchas de las personas de esta Asociación hemos recibido o dado clases introductorias de Archivística con un texto disparador de la novela 1984; aquél en donde Wilson “descubre” que el Partido, manipulando (o destruyendo, es lo mismo) los Archivos puede cambiar la Historia, cambiando el registro del pasado controlan el presente y el futuro…nunca pensamos que podríamos estar en la antesala de esa escena.

Convocamos a cada archivista a pronunciarse en contra de este neo-terrorismo de Estado y defender los Archivos públicos, como decíamos, a favor de toda la ciudadanía y en especial de quienes más lo necesitan.

Asociación de Archivistas de la Función Pública

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