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¿Por qué todavía no somos todos ricos?

Por Timothy Noah para New Republic
En 1930, John Maynard Keynes predijo que dentro de cien años -es decir, ahora mismo- “el problema económico podría estar resuelto, o al menos a punto de solucionarse”. La gente trabajaría quizás tres horas al día. “Por primera vez desde su creación”, escribió Keynes, “el hombre se enfrentará a su verdadero y permanente problema: cómo utilizar su libertad de las apremiantes preocupaciones económicas, cómo ocupar el tiempo libre, que la ciencia y el interés compuesto habrán ganado para él, para vivir sabiamente, agradablemente y bien”.
¡Ojalá! Estamos en 2022, y la mayoría de nosotros seguimos marcando tarjeta. Sin embargo, curiosamente, gran parte del razonamiento de Keynes era correcto. Estimó que, durante el próximo siglo, el crecimiento económico anual sería, en promedio, del 2%. Eso debió parecer increíblemente optimista al comienzo de la Gran Depresión. Pero era demasiado bajo. El economista de Yale Fabrizio Zilibotti ha calculado que, desde 1930, el crecimiento anual se ha aproximado, a largo plazo, al 3%. Keynes predijo que el nivel de vida en las economías más avanzadas se multiplicaría por ocho. De hecho, según Zilibotti, se multiplicó por 17. Keynes incluso tenía razón, hasta cierto punto, en que el número de horas trabajadas disminuiría, y que la gente encontraría otras cosas que hacer. Al observar este fenómeno en los años sesenta, el periodista Tom Wolfe se hizo famoso al relatar la proliferación de actividades de ocio -surf, carreras de coches, consumo de ácido- que iban más allá de lo imaginado por Keynes y su grupo de Bloomsbury. Wolfe lo llamó “la explosión de la felicidad”.
Lo que Keynes no tuvo en cuenta fue lo desigual que sería la distribución de esta Explosión de Felicidad entre las naciones y dentro de ellas. Incluso en Estados Unidos, la nación más rica de la Tierra, todavía se puede encontrar gente que carece de esos dos antiguos elementos básicos, comida y vivienda. Keynes tenía razón al afirmar que el problema económico debería estar ya resuelto, o a punto de estarlo. Pero no lo está, y probablemente no lo estará ni siquiera dentro de un siglo.

El optimismo de Keynes se vio impulsado por el advenimiento de lo que J. Bradford DeLong, en su nueva historia económica, Slouching Towards Utopia, llama “el largo siglo XX”, cuyo inicio DeLong fija en 1870. Este fue el período, escribe DeLong, durante el cual la maduración de la Revolución Industrial, combinada con varios cambios sociales como la llegada de la corporación moderna y el laboratorio de investigación industrial, “abrió la puerta que antes había mantenido a la humanidad en la pobreza extrema”. Quienes vivieron este período vieron una explosión de productividad y prosperidad sin precedentes. Lo entendieron bien en su momento. Keynes lo llamó ” un El Dorado económico”.
Para entender por qué toda esta riqueza no se repartió más ampliamente, DeLong mira más allá del crecimiento por sí solo. El modo en que la explosión de prosperidad que siguió a la Revolución Industrial satisfizo, o no, las necesidades económicas de la humanidad dependió, según muestra, de acontecimientos no económicos, como dos guerras mundiales; de las nociones encontradas sobre lo que los mercados podían lograr por sí solos; de los legados coloniales; y de la diferente competencia de los gobiernos para gestionar las economías con sensatez. DeLong domina estos temas individuales con gran sofisticación, pero es mucho para integrar en lo que él llama conscientemente una “gran narrativa”, que se extiende desde 1870 hasta 2010. Si la historia parece difícil de manejar al final de su relato, puede deberse a que amontona en su plato mucha más historia que ocurre en muchos más lugares de los que uno puede digerir fácilmente.
Es más fácil determinar cuándo comienza la historia de este gran cambio que cuándo termina. Si su interés se centra en la fabricación tradicional o en el trabajo organizado, termina, en Europa y Estados Unidos, en la década de 1970. Si su interés se centra en la revolución informática, termina alrededor del año 2000. Si su interés se centra en el ascenso de China, India y las “economías tigre” del sudeste asiático, la historia no comienza hasta los años 70 y 80 y no tiene un final a la vista. Si su interés se centra en el despertar económico del hemisferio sur, esa historia apenas ha comenzado.
No es difícil entender por qué Keynes era tan optimista en 1930. Apenas 60 años antes, la economía mundial seguía funcionando casi por completo sobre la base de la subsistencia. En 1870, más del 80% de la población mundial vivía de lo que cultivaba y no de lo que compraba. Cuando el filósofo anarquista francés Pierre-Joseph Proudhon declaró, en 1840, que la propiedad era un robo, estaba siendo menos metafórico de lo que hoy podríamos suponer. No se podía enriquecer sin empobrecer a otro, porque el pastel económico apenas se ampliaba. Sólo después de 1870 los cables telegráficos transoceánicos y los barcos de vapor de hélice y los ferrocarriles y los telares eléctricos mejorados y el horno de fabricación de acero de Bessemer, entre otras muchas maravillas, conspiraron para acelerar el crecimiento económico hasta el punto de que la acumulación de riqueza de un hombre podía aumentar la riqueza de otros.

Antes de 1870, la vida económica se regía en gran medida por el principio, expuesto en 1798 por el sombrío clérigo inglés Thomas Robert Malthus, de que el crecimiento de la población (en una parafraseada suelta pero acertada de DeLong) “se comía los beneficios de la invención y la innovación… dejando sólo a la clase alta explotadora notablemente mejor”. Para la gran mayoría, las condiciones materiales nunca cambiaron. El salario de un trabajador de la construcción en Inglaterra era, tras la inflación, exactamente el mismo en 1800 que seis siglos antes. En 1870, habían subido más de la mitad, pero incluso eso daba poca idea de lo que se avecinaba. En el año 2000, se habían multiplicado por más de trece. Gran parte de ese aumento fue impulsado por el comercio internacional. En 1850, el comercio transfronterizo representaba alrededor del 4% de la producción mundial total, apenas más que la proporción de 150 años antes. En 1880, representaba el 11% de la producción mundial. Hoy en día, representa el 30%.
El largo siglo XX refutó la idea maltusiana de que el crecimiento de la población supera la producción de alimentos y hace bajar los salarios. La población mundial actual es seis veces superior a la de 1870; el rendimiento de las cosechas es unas ocho veces mayor; y la renta per cápita es casi nueve veces mayor. El progreso tecnológico y organizativo ha sido mucho más rápido y con mayores beneficios de lo que Malthus podía imaginar. Desde 1870, calcula DeLong, el ritmo de ese progreso ha sido cuatro veces más rápido que de 1770 a 1870, 12 veces más rápido que de 1500 a 1770 y 60 veces más rápido que antes de 1500. Esta aceleración permitió que el largo siglo XX se convirtiera en “el primer siglo en el que la historia fue predominantemente una cuestión de economía”.
Los grandes beneficios de este cambio eludieron lo que hoy llamamos el sur global. La prosperidad se limitó en gran medida a las grandes potencias imperiales de Gran Bretaña, Europa Occidental y Estados Unidos. (A veces se excluye de este grupo a Estados Unidos, que fue una antigua colonia, porque practicó una colonización más limitada, principalmente en Filipinas, Cuba y el Pacífico Sur. Pero su violenta toma del continente norteamericano a los nativos americanos y su esclavización de africanos, mediante la violencia y la amenaza de violencia, para realizar trabajos agrícolas en el Nuevo Mundo, situó a Estados Unidos en la primera fila de las naciones imperialistas, aunque de una forma que requería poco viaje).
La colonización europea había comenzado en torno al siglo XVI, pero a medida que las economías del Atlántico Norte maduraban, su necesidad de materias primas procedentes del extranjero se hacía más urgente. Los árboles son un buen ejemplo. Las naciones europeas se deforestaron, según ha señalado el historiador de la Universidad de Chicago Kenneth Pomeranz, y la madera empezó a escasear aunque aumentara su demanda como material de construcción. A mediados del siglo XVI, el 33% de Francia estaba cubierto de bosques; en 1789, esa cifra se había reducido al 16%, y en 1850, las zonas boscosas de Gran Bretaña, Italia y España se habían reducido al 10% o menos. A mediados del siglo XVIII, Gran Bretaña construía no menos de un tercio de sus barcos mercantes en sus colonias americanas, simplemente porque necesitaba madera americana para sus mástiles.
“No he tenido tranquilidad desde que perdimos América”, dice el rey George III en la obra de Alan Bennett de 1991, La locura de George III. “Bosques antiguos como el mundo mismo, praderas, llanuras, flores extrañas y delicadas, soledades inmensas, y toda la naturaleza nueva para el arte. Todo nuestro. Mía. Desaparecido. Un paraíso perdido”. El rey suena como si estuviera lamentando la pérdida de una naturaleza pastoral. Pero a medida que su discurso continúa (esta parte no aparece en la adaptación cinematográfica de 1994), queda claro que está lamentando la pérdida de la oportunidad de saqueo de Inglaterra. “Pronto perderemos la India, las Indias, incluso Irlanda”, dice, “nuestras plumas desplumadas una a una, esta isla reducida a sí misma, un gran estado derrumbado en la podredumbre y la decadencia”. La riqueza de su reino estaba fuera de él.

¿Por qué los países del sur global no siguieron el ejemplo del Atlántico Norte y se dedicaron a la fabricación? “Cuando me preguntan”, escribe DeLong, “digo que la ventaja inicial de costes de la que gozaba Gran Bretaña (y luego Estados Unidos, y luego Alemania) era tan enorme que habría requerido unos aranceles asombrosamente elevados para poder alimentar “industrias nacientes” en otros lugares. Yo digo que los gobernantes coloniales se negaron a que los colonizados lo intentaran. Digo que el dominio ideológico del libre comercio impidió a muchos otros siquiera considerar la posibilidad”. En resumen, la ventaja que supuso ser los primeros en industrializarse hizo que los países del Atlántico Norte se enriquecieran tan rápido que pudieron establecer las reglas, y las reglas que prefirieron fijaron el precio de entrada demasiado alto para los recién llegados. Hasta la segunda mitad del siglo XX, las naciones del sudeste asiático no fueron capaces de elevar su capacidad manufacturera hasta el nivel de los países del Atlántico Norte, y luego superarlo.
Hoy pensamos que la prosperidad económica es una alternativa estabilizadora a la guerra, pero durante mucho tiempo tuvo el efecto contrario. A medida que el siglo XIX se convertía en el XX, y las naciones europeas occidentales se hacían cada vez más ricas, construían fuerzas militares cada vez más poderosas que acabaron provocando dos guerras mundiales. DeLong sugiere que la Primera Guerra Mundial fue el último hurra de los aristócratas que no encontraban lugar en el nuevo orden económico. Para preservar su posición, azuzaron el fervor nacionalista. Ni las Potencias Centrales ni las naciones aliadas comprendieron del todo, hasta que fue demasiado tarde, que con un armamento más destructivo en varios órdenes de magnitud que el desplegado anteriormente, y con cada bando igualado en riqueza y fuerza, el resultado iba a ser un estancamiento muy largo e inimaginablemente sangriento. Incluso Keynes comprendió esto sólo en retrospectiva.
Después de la Primera Guerra Mundial, las circunstancias económicas de las naciones del Atlántico Norte divergieron. Estados Unidos, donde no se había librado la guerra, experimentó el frenético crecimiento económico de los locos años veinte. Europa, que seguía sacando fuerzas de los escombros, luchaba contra las dificultades económicas y el malestar social. Éstas fueron especialmente desestabilizadoras en Alemania, donde el armisticio había impuesto ruinosas reparaciones económicas. Los caminos de los dos continentes se volvieron a unir en 1929, cuando la bolsa se desplomó y las economías se hundieron en todo el mundo. Después de que Adolf Hitler se convirtiera en canciller alemán en 1933, sacó a Alemania de la depresión más rápido, informa DeLong, que cualquier otra nación, salvo los países escandinavos y Japón. “Con la Gestapo de fondo para reprimir la agitación por salarios más altos, mejores condiciones de trabajo o el derecho a la huelga”, explica DeLong, “y con una fuerte demanda del gobierno de obras públicas y programas militares, el desempleo cayó durante la década de 1930.” El fascismo funcionó, hasta que dejó de hacerlo.
Hitler fue, por supuesto, el dictador más malvado de la historia del mundo, o casi. (Stalin y Mao asesinaron a más gente.) Una de las ventajas de mirar a Hitler a través de un prisma económico es aprender que el Führer también era malthusiano. En Mein Kampf, a Hitler le preocupaba que la creciente población de Alemania “acabara en catástrofe”. De ahí el Anschluss, la anexión nazi de Austria, y el Lebensraum, el programa de expansión de Hitler hacia el Este. Estados Unidos entró en la guerra a finales de 1941. La movilización económica que esto requería devolvió a Estados Unidos la salud económica. La derrota de Hitler y la pérdida de territorios por parte de Alemania fueron la ganancia de Stalin, ya que los países ocupados por los nazis fueron absorbidos por la URSS y el bloque oriental. Los Aliados se movieron en la dirección opuesta, perdiendo colonias en las décadas siguientes. La Europa Occidental, empobrecida por la guerra, vio en muchos casos más costes que beneficios en el proyecto imperial. Con el tiempo, una Unión Soviética que se desmoronaba seguiría un curso similar y dejaría libres a sus satélites. La reciente invasión de Ucrania por parte del presidente ruso Vladimir Putin es un intento brutal e insensato de invertir el rumbo una vez más, sin ningún beneficio económico evidente para nadie.

Lo que DeLong llama conscientemente su “gran narrativa” se tambalea cuando pasa a los años de la posguerra. Introduce una gran cantidad de historia de la Guerra Fría que, aunque fascinante en sí misma, se relaciona indirectamente, en el mejor de los casos, con la historia económica, y busca a tientas una respuesta satisfactoria -quizá no la haya- a por qué los regímenes poscoloniales del sur global han tropezado política y económicamente. El libro de DeLong es, de hecho, bastante indisciplinado en su totalidad. Está cargado de ocurrencias infelices; las variaciones de “bendito sea el mercado” aparecen no menos de 16 veces. Durante muchas páginas, DeLong discute consigo mismo. Durante tramos aún más largos, el hilo económico desaparece por completo. Hay muchos árboles fascinantes -hechos intrigantes y agudas percepciones-, pero no mucho bosque. Esto es especialmente cierto en la segunda mitad del libro.
La historia de la posguerra es bastante sencilla. Durante los siguientes 35 años, las economías del Atlántico Norte crecieron a un ritmo fenomenal y, dentro de esas naciones, los beneficios se distribuyeron más ampliamente que nunca. Los franceses llaman a estos años Les Trente Glorieuses; los alemanes los llaman el Wirtschaftswunder (“milagro económico”); los estadounidenses los llaman la Gran Compresión. El economista francés Thomas Piketty, en su nuevo libro más ordenado y lúcido, Una breve historia de la igualdad, escribe que se caracterizaron por “una inversión masiva y relativamente igualitaria” en toda la sociedad: en educación y sanidad, transporte y otras infraestructuras, pensiones y “reservas, como el seguro de desempleo, para estabilizar la economía y la sociedad en caso de recesión”.
El auge económico fue el cumplimiento de la demanda que se había acumulado en Estados Unidos desde 1929 y en Europa Occidental desde 1914. Pero también fue el resultado lógico de que el gasto público no estuviera, como antes, al servicio de las grandes fortunas privadas (muy mermadas, sobre todo en Europa, por las dos guerras mundiales y la Depresión), sino para fortalecer una nueva y próspera clase media. La raíz de este cambio fue una tendencia democratizadora que, en las naciones que resistieron al fascismo, había ido cobrando fuerza desde alrededor de 1900, con avances como el sufragio femenino, la elección directa de senadores en Estados Unidos, la disminución del poder de la Cámara de los Lores en el Reino Unido y el creciente poder sindical en todas partes.
Parte de esta historia fue la fiscalidad progresiva. Era una idea antigua, pero no arraigó realmente, escribe Piketty, hasta principios del siglo XX. Estados Unidos abrió el camino en 1913 con su impuesto progresivo sobre la renta, seguido por los impuestos progresivos sobre la renta y la herencia en Europa. Las dos guerras mundiales elevaron los impuestos -especialmente la segunda- y después de la Segunda Guerra Mundial, los impuestos sólo disminuyeron un poco. Piketty pregona el beneficio social de la imposición de tipos marginales superiores “confiscatorios” (su término no apologético) del 80 al 90% en Estados Unidos. Estos pusieron fin a “las remuneraciones más astronómicas”. No había razón para que las empresas elevaran los salarios de los altos ejecutivos por encima del umbral del tramo impositivo marginal más alto, porque el gobierno federal recaudaría casi todo ese dinero adicional en impuestos. Eso ayudó a que las empresas gastaran cualquier excedente en las bases. Los conservadores argumentan hoy que cuando los tipos impositivos marginales aumentan demasiado, se ahoga la innovación. Pero en los años 50 y 60, los impuestos “confiscatorios” sólo frenaron el crecimiento excesivo de los salarios en la parte superior. La productividad creció de todos modos a buen ritmo, al igual que la renta per cápita.

Los buenos tiempos de los países del Atlántico Norte terminaron en los años 70, por una combinación de crisis del petróleo, inflación descontrolada, caída de la productividad y desaceleración del crecimiento económico. A finales de esa década, la industria manufacturera se trasladó de forma decisiva al sudeste asiático, creando una competencia para Estados Unidos y Europa. En su influyente libro de 1975, Equality and Efficiency, Arthur Okun, presidente del Consejo de Asesores Económicos del Presidente Lyndon Johnson, sostenía que se podía aumentar la igualdad económica o la eficiencia económica, pero no se podían hacer ambas cosas al mismo tiempo, una opinión que allanó el camino al fundamentalismo de mercado. (El término preferido en la profesión económica es “neoliberalismo”, pero lo rechazo porque muchos críticos del fundamentalismo de mercado con una agenda política más difusa también se llamaron a sí mismos neoliberales, ignorando por completo su otro significado).
DeLong argumenta con fuerza que el giro de los años 80 hacia el fundamentalismo de mercado fue un fracaso económico estrepitoso. Señala que el presidente Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher, al recortar los impuestos y reducir la regulación, no lograron ninguna mejora perceptible para el empleo, los salarios, la inversión o el crecimiento económico. La inflación bajó, estimulando una expansión económica cíclica, pero eso fue obra de Paul Volcker, presidente de la Junta de la Reserva Federal. Mientras tanto, el sector bancario desregulado creó primero una crisis de ahorros y préstamos que provocó la evaporación de 160.000 millones de dólares, la mayor parte de los cuales fueron pagados por los contribuyentes, y, más tarde, una crisis hipotecaria que provocó la evaporación de 3,3 billones de dólares en valor de la vivienda, muy poco reembolsado por el gobierno. El verdadero legado de Reagan y Thatcher, sobre todo a través de los recortes fiscales, fue extender y acelerar el retorno a la desigualdad económica de finales de los años 70, una tendencia que continúa hoy en día y que, en contra de Okun, no produce absolutamente ningún beneficio para la eficiencia económica.
Yo opino, de forma un tanto convencional, que el siglo XX largo terminó alrededor de 1980. Seleccionando a DeLong y Piketty, este es mi resumen del siglo XX largo. Al principio, el rápido crecimiento económico hipertrofió el imperialismo y el militarismo. Este último se descontroló de 1914 a 1945, matando a unos 100 millones de personas. Después de 1945, la democratización de principios de siglo maduró hasta el punto de que las naciones industrializadas avanzaron constantemente hacia una mayor igualdad económica. Pero en 1980, tanto el rápido crecimiento económico como la tendencia igualitaria habían terminado. Aplausos, cortina.
DeLong, sin embargo, extiende su largo siglo XX hasta 2010. Eso le permite incluir el auge económico impulsado por la informática de finales de los 90, que hiperglobalizó la economía y empujó la fabricación, de forma desigual, hacia el sur global. Pero la revolución informática fue, en mi opinión, menos una culminación del largo siglo XX que un eco lejano de sus inicios. A nosotros nos parece algo importante porque fuimos testigos de ello. Pero la convergencia de los teléfonos, la electrificación, los coches, las radios, el cine, los aviones, etc. de finales del siglo XIX y principios del XX alteró la vida económica de forma mucho más dramática. El auge de la informática imitó los efectos de la Revolución Industrial, pero no alcanzó su amplitud y magnitud. La riqueza que creó impulsó los ingresos de la clase media durante algunos años a finales de la década de 1990, pero impulsó mucho más los ingresos de los superricos y, después del año 2000, casi exclusivamente. Esto hizo que fuera un acontecimiento menos transformador que la Revolución Industrial, cuyos beneficios fueron, durante la mayor parte del siglo XX, ampliamente compartidos.
La historia económica del siglo XXI no será, según los pronósticos, una historia feliz. Una escuela de pensamiento afirma que la economía ha entrado en un largo periodo de lo que el economista de Harvard Larry Summers llama “estancamiento secular”, o crecimiento económico lento debido a la reticencia a invertir. Otra escuela, liderada por el economista de Northwestern Robert Gordon, afirma que el crecimiento de la productividad será lento porque las tecnologías futuras no podrán ser tan transformadoras como las del largo siglo XX. Otra escuela de pensamiento dice que la historia económica de los próximos 80 años será China, y que el resto de nosotros sólo estaremos en el camino. Una virtud tanto del libro de DeLong como del de Piketty es que evitan ese tipo de enredo. Piketty es cautelosamente optimista sobre las perspectivas de progreso social en el futuro -una agradable sorpresa después del pesimismo que expresó en su libro de 2014, El capital en el siglo XXI- y DeLong dice que simplemente no podemos saber lo que nos espera. Y tiene razón.
Pero sea cual sea nuestra próxima gran narrativa, el problema económico no se resolverá. ¿Cómo puede ser, cuando la desigualdad sigue aumentando en todo el mundo industrializado, y cuando la mayor parte del sur global ni siquiera ha comenzado a abordar el problema económico? Todos seremos más ricos, pero en grados muy desiguales. Aunque consigamos invertir la tendencia a la creciente desigualdad económica, y aunque nos encontremos hablando, en tono de asombro, de las economías de los tigres de África y América Latina, el problema económico seguirá sin resolverse porque las nociones actuales de suficiencia serán (esperemos) demasiado tacañas para servir a un futuro más próspero. Así que no abandones tu trabajo todavía.

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Santiago Seillant: “No es opción quedarse resignado con los brazos cruzados”.

En un contexto político tenso y atravesado por fuertes cuestionamientos a la clase dirigente tradicional, un nuevo frente político se abre paso en la provincia de Jujuy. Santiago Seillant, dirigente sindical y referente del espacio Siendo Trayectoria, conversó con LCV sobre la construcción de una alternativa que busca romper con el modelo de acumulación feudal que, según denuncia, domina la política local.
El frente, conformado por sindicatos, organizaciones sociales, comunidades originarias, espacios universitarios y sectores del peronismo desencantados, propone un modelo amplio y heterogéneo que desafía tanto al oficialismo provincial como a las lógicas electorales tradicionales. En esta entrevista, Seillant aborda desde las trabas que impone el sistema electoral hasta las estrategias de unidad popular, pasando por el fenómeno del voto bronca y las expectativas de una transformación real en la provincia.
LCV: ¿Cómo lograron crear un frente por un nuevo Jujuy? Que esa es una experiencia compleja siempre, el frentismo. ¿Y quiénes lo componen?
Santiago Seillant: “Estamos compuestos, nuestro partido se llama Siendo Trayectoria, que es producto de lo que fue el rechazo a la reforma constitucional del 2023, porque está conformado por sectores sindicales municipales —que es el nuestro—, docentes de ATE, de CTA, algunos sectores, desprendimientos de organizaciones sociales del Frente Popular Darío Santillán, productores rurales del Movimiento Nacional Campesino Indígena…
O sea, nuestro partido ya de por sí es novedoso, porque hay sectores del peronismo que están fuera del justicialismo, cansados de la estructura justicialista local que es muy feudal y, digamos, que ha participado de todos los gobiernos conservadores. Acá en la provincia de Jujuy ha habido gobiernos justicialistas, pero son todos conservadores, ¿no?
Y después hemos armado un frente con un partido indigenista, el Movimiento Comunitario Pluricultural, que está conformado directamente —es un partido indigenista, uno de los pocos del país—, que tiene comunidades originarias más fundamentalmente en la Quebrada y la Puna. Y con el viejo Partido del Trabajo y del Pueblo, el PTP, que… hay compañeros docentes, organizaciones…
Y después también hay un conglomerado de espacios, desde agrupaciones gauchas hasta docentes universitarios, que conforman nuestro frente. Realmente, bueno, hay sectores que tienen que ver con derechos humanos, con derechos de mujeres, diversidades… o sea, hemos conformado un frente muy amplio que tiene que ver con… o sea, no hay una extracción ideológica doctrinaria única, pero nos alienta, primero, el rechazo a la estructura, a la manera de hacer política y a la vieja estructura política, ¿no?
Sectaria, para los negocios, digamos, ¿no? Esa política que está estructurada en usar al Estado para… prevendario, prevendario, prevendario. Entonces, para nosotros es un gran desafío porque todo el sistema electoral, incluso acá en Jujuy, está hecho a medida de esa política prevendaria. Ya el que puede participar con posibilidades de éxito tiene que disponer de un capital de 1500 millones de pesos, más o menos. Y además hay un piso proscriptivo. Existe acá una limitación.”
LCV: Sí, eso te iba a consultar justamente. El sistema electoral provincial es bastante restrictivo, ¿no? A ver, descríbilo.
Santiago Seillant: “Claro, porque te obliga a tener el 5% de los votos del padrón para repartir los cargos. Si vos no sumás el 5% en cada categoría —concejales, diputados—, no entrás al sistema. Eso es otra trampa. Es el piso proscriptivo, el piso electoral más alto del país. Y está en el podio en el mundo, porque hay dos países en África… en el mundo hay dos países, dos países en África y después está Jujuy.
Lo que estamos haciendo, una campaña… realmente, a ver, a pesar de todas las dificultades, nuestro espacio está generando una expectativa muy grande, muy linda. Estamos ilusionados, contentos, porque realmente no dependemos de… acá, toda la política, acá hay once frentes electorales que muchos son armados por la vieja política para dividir votos.
Acá la estrategia es: cuanto más colectoras y frentes electorales, mejor, porque como dividen voto sirve para que no lleguen al piso, digamos, ¿no? O sea, la estrategia es dividir al máximo el voto para que solamente dos fuerzas se disputen la mayoría de los cargos. Dos o tres fuerzas, a lo sumo, que es donde ellos… les favorece la mecánica política, porque tienen que negociar con menos sectores toda la sumatoria de negocios que tienen.”
LCV: ¿Ustedes creen que pueden llegar a dar un batacazo tipo Vilca?
Santiago Seillant: “Mirá, yo creo que acá lo que siempre… acá en Jujuy, hay… creo que no sé si se da en el resto del país… hay un abstencionismo, un voto en blanco y un voto nulo de cerca del 17%.”
LCV: ¿Cuál es la lectura de ese abstencionismo y del voto blanco?
Santiago Seillant:“Y que hay un hastío de la política tradicional que en su momento se volcó para el FIT, porque llegó a tener hasta 20 y pico por ciento… nunca el FIT sacó un porcentaje tan alto como acá en Jujuy. A Milei, ¿no? Porque parte del castigo con Morales y el castigo a la vieja política se volcó en Milei. El voto a Milei en gran medida lo interpretamos como un voto bronca. No es un voto que tiene que ver con el libre mercado, con el anarcocapitalismo, no es un voto teórico. Claro. Tiene que ver con un voto bronca.
Y Milei está causando una defraudación grande, pero todavía el voto bronca va a seguir. O sea, el voto bronca, como en Milei no encontró una solución, va a buscar otra solución. Va a estar presente. Lo que hay que alentar es que… es la participación, porque como el piso electoral es sobre todo el padrón, cuanto más abstencionismo haya y voto nulo, menos es la cantidad de votos…
O sea, son 600.000 votos los del padrón, 598.000. Sobre eso es el 5%. Si van a votar 450.000, sigue siendo el 5% de 600.000, digamos, 598.000, ¿no? Los votos efectivos. Entonces, cuanto menos voto haya, también más se favorece que no superen al piso los grupos concentrados.
Han hecho una ingeniería para conservar el poder los sectores más poderosos. Pero esto es evidente. Pero a pesar de eso, nosotros dijimos: ‘Bueno, no es opción resignarse y quedarse de brazos cruzados’.”
LCV: Hay una voz de optimismo, ¿sabés? Yo te escucho y también me haces acordar cuando apareció el otro fenómeno en Santa Fe, Monteverde, que ahora también hizo una muy buena elección en Santa Fe… Ciudad Futura. Bueno, me hacés acordar a cuando uno lo empezaba a escuchar a Monteverde y había esa cosa de “vamos, vamos a poder, allá estamos”, y qué sé yo… y nosotros, la utopía puesta en sangre, ¿no?
Santiago Seillant: “La construcción que hacemos… aparte, nosotros sabemos que vamos a gobernar la provincia. Vamos a hacer gobierno. No sé, yo no sé si voy a ser yo el que encabeza, pero vamos a hacer gobierno. Vamos a entrar a la legislatura. Y además, porque, a ver, hay un tema: acá hay una calidad humana y dirigencial enorme en los barrios, en las estructuras sindicales, sociales, en los comedores, en los ámbitos comunitarios, territoriales.
Pero muchos de esos dirigentes cuando llegan las elecciones se guardan. ¿Por qué? Porque la lógica electoral los apabulla. O tienen un descreimiento a lo electoral o… bueno, también irrumpen en ese terreno una cantidad de… animales políticos que son… con todo, bueno, no hay que decir lo que son: buscan el dinero, digamos.
Yo creo que si todos esos dirigentes —una gran parte— se animaría, estarían. Ya se van a animar. Eso es lo que me refiero. Vamos a lograrlo. A romper con lo estructurado.”
LCV: ¿Cuáles son los acuerdos básicos que quieren para Jujuy, que quieren llevar a la legislatura?
Santiago Seillant:“Otro punto es que, bueno, ahora estamos justamente con un planteo de congelamiento tarifario ante la devaluación. Congelamiento de tasas municipales, tarifas. Estamos hoy —ahora yo estoy a punto de llegar a una reunión— en una juntada de firmas para una ley por iniciativa popular para el congelamiento tarifario de servicios públicos y de tasas municipales y de impuestos, hasta tanto se suban los salarios.
Y además, nuestro planteo es de auditoría. Acá los libertarios, fundamentalmente, plantean que hay que achicar, hay que auditar al Estado. Nosotros planteamos que sí hay que auditar al Estado en relación, fundamentalmente, con la licitación de obra pública. Pero también hay que auditar a las empresas. Hay que auditar a las empresas de servicio público. Hay que auditar a las mineras.
O sea, de esa parte los libertarios se olvidan, ¿no? Porque endiosan a las empresas como si fueran que no tienen ningún tipo de responsabilidad pública. Acá los libertarios no dicen nada de las empresas públicas de energía, de las empresas que tienen licitación en obra pública, porque acá todos se conocen y todos son socios: los libertarios, el PJ… tanto con el negocio de la basura, de la salud…
Y después está el negocio de las grandes mineras, que hoy están declarando plata, plomo y zinc en Rinconada, por ejemplo, y sacan oro gratis. Que tenés un régimen de regalías… Nosotros tenemos otra propuesta de régimen de regalías, que esto es aplicable a nivel nacional. Nosotros creemos que hay que volver al régimen dominial, en el cual el Estado podía explotar, en el cual el Estado podía darle a una cooperativa para la explotación minera.
Lógicamente, entendiendo que tiene que haber una evaluación de la consulta previa, libre, informada y una evaluación ambiental y de conveniencia de explotación por el deterioro ambiental. Pero el régimen que hay hoy, que es regalista —que básicamente te deja a las empresas transnacionales hacer lo que quieran— hay que volver al otro régimen.”
LCV: Vino el secretario de Estado que en este momento está dando una conferencia de prensa… está dando… disculpá, creo que grabaron con Milei y es muy impresionante ver la Casa Rosada, la bandera de fondo, el señor, el escudo estadounidense, la banderita estadounidense…
Santiago Seillant: “Bueno, nosotros acá tenemos la bandera nacional como emblema, pero también la wiphala. Nuestro sentir nacional es con los pueblos adentro: con los pueblos criollos y con los pueblos originarios. No hay una… son complementarias esas banderas, porque hablan del territorio.
Acá nosotros tenemos zona de frontera, limitamos con Chile y con Bolivia, son países hermanos, creemos en la Patria Grande, pero entendemos que el sentir nacional hay que recuperarlo y que no se lo apropien los sectores conservadores que son xenófobos, que entienden la patria como un lugar reservado solo para un grupo poblacional de clase media o clase alta y blanco, europeo, sino que no es solo eso. La patria es… la patria son los pueblos criollos. La patria somos todos. La patria somos todos. Todos. Todos.
Pero eso sí lo tenemos en claro nosotros. Acá incluso los pueblos originarios dicen: ‘No, nosotros queremos… entendemos que es pluricultural el país’ y plantean incluso desde un conglomerado de naciones. Hay ahí una discusión pendiente, pero que es apasionante realmente y es parte de nuestro espacio político.”
LCV: ¿Cuándo son las elecciones?
Santiago Seillant: “Son el 11 de mayo. 11 de mayo.”
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Metalúrgicos ayer y hoy. Anuncian plan de lucha y reclaman por la Causa El Villazo

El Congreso Nacional de Delegados, reunido en la ciudad de Mar del Plata, del que participaron 50 seccionales de la UOM de todo el país, anunció un plan de lucha que consiste en diez días de asambleas, un paro nacional seguida de paros progresivos de 48 y 72 horas en caso de no tener respuestas.
En la seccional de San Nicolás este lunes comenzaron las asambleas informativas de las distintas plantas fabriles para debatir con los trabajadores sobre el alcance del plan de lucha y fortalecer el reclamo desde las bases. Más allá del retraso salarial, el secretario general de la UOM, Abel Furlán, advirtió sobre la gravedad de la situación que atraviesa el sector: “Ya perdimos 22.000 puestos de trabajo y están en riesgo entre 30.000 y 50.000 más por la apertura indiscriminada de importaciones. Nos quieren imponer condiciones que no tienen relación con la realidad económica que estamos viviendo”, explicó.
Causa Villazo: “Seguimos reclamando que los alegatos y el veredicto se den en Villa Constitución”
Entre tanto, a 51 años del levantamiento obrero de Villa Constitución, en marzo de 1974, en la etapa final de la investigación de la causa judicial sobre los crímenes cometidos para reprimir el alzamiento obrero aplicando el llamado Operativo Serpiente Roja del Paraná y con la complicidad de Acindar, hubo un reconocimiento del lugar de los sobrevivientes del lugar donde se realizaron las detenciones ilegales y torturas en el predio de esa empresa. Se trata del conocido “Albergue de solteros”, uno de los primeros Centros Clandestinos de Detención que funcionaron en nuestro país, posteriormente destruido por la empresa. Allí mantuvieron cautivas y cautivos bajo tormentos a obreros metalúrgicos de la Lista Marrón y a quienes habían organizado la solidaridad de la lucha por la democracia sindical, por condiciones dignas de trabajo y de salud.
Marcelo Cortés, Secretario General de la CTA Autónoma Villa Constitución, relató que “los compañeros que ingresaron pudieron ubicar bien las instalaciones que ya no existen y además se sumó un señor que vivió en el barrio y pudo clarificar cada lugar”.
Mientras se llevaba adelante esta medida, en el portón del ex ingreso a la planta organizaciones de derechos humanos, sindicales y políticas realizaron un acto para apoyar a los testigos. “Hubo muchos gremios y público general que acompañó. Hay que continuar con fuerza porque seguimos reclamando que los alegatos y el veredicto se den en Villa Constitución”, concluyó.
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Pablo Flores: “Los trabajadores del ARCA no vamos a aceptar mansamente el ajuste de nuestros salarios”

El secretario general nacional de AEFIP, Pablo Flores, expone las razones detrás de las recientes medidas de fuerza llevadas adelante por los empleados estatales, que incluyen apagones y protestas frente a las principales centrales del ARCA. En un contexto de profundos reclamos por la pérdida de poder adquisitivo y el desmantelamiento de los organismos públicos, Flores nos comparte su perspectiva sobre la situación salarial, el impacto de las políticas del gobierno, la movilización de los trabajadores y la inminente realización de un paro general.
A su vez, aborda también las dificultades económicas que atraviesa el país y la creciente tensión social, que se ve reflejada en la falta de respuestas a los derechos laborales y las necesidades de los trabajadores.
LCV: “Ustedes están llevando adelante medidas de fuerza, apagones, protestas en las puertas de las centrales más importantes del ARCA, eh, por lo que están padeciendo ustedes como empleados estatales impositivos. Contanos un poco, porque sé que la última arremetida fuerte fue este 31 con la pérdida de una gran cantidad de trabajadores que tomaron el retiro, ese retiro voluntario casi forzoso, ¿no?”
Pablo Flores: “Sí, la verdad es que venimos con varios temas. Hoy estamos discutiendo la cuestión salarial. Nosotros tenemos congelado el salario desde febrero del año pasado, sabiendo que nosotros tenemos compuesto nuestro sueldo por un porcentaje de la recaudación. Ese porcentaje también fue disminuido dos veces, la alícuota de apropiación, durante el año pasado, una vez en junio, otra en enero. Y nada, estamos pretendiendo discutir una recomposición salarial, porque ya el ajuste es intolerable. Entonces eso hace que los crímenes informáticos generen un conflicto que va a seguir creciendo. Bueno, sumado a este desmantelamiento del organismo, que se da en parte con jubilaciones y retiros voluntarios, que muchos son, digamos, por miedo a perder derechos futuros, ¿no? Entonces, eh, me parece que la política del gobierno es bastante agresiva como para que nos quedemos de brazos cruzados.”
LCV: “Además, está esa agresividad. Por fin está empezando a tomar algún tipo de forma la respuesta, y esto tiene que ver con la movilización del miércoles y con el paro, eh, que está tomando forma para este jueves. ¿Cuál es tu opinión? ¿Cómo ves vos la adhesión? ¿Creés que va a ser importante? ¿Qué va a pasar con el tema de los transportes?”
Pablo Flores: “Yo creo que la movilización, eh, es acompañar a los jubilados después de la brutal represión. Los jubilados vienen organizándose, manifestando su reclamo legítimo a una jubilación digna. Son trabajadores que han aportado años de trabajo, no están haciendo otra cosa que reclamar su salario diferido, por el cual ya aportaron décadas de trabajo. Entonces, acompañarlos después de esa brutal represión y seguir, digamos, y acompañar ese legítimo reclamo es más que una obligación de la Confederación General del Trabajo. Bueno, me parece que la movilización empieza a ser un reclamo que va a ser permanente y, bueno, a esto le sigue el paro general por falta de discusiones paritarias. No se homologan los acuerdos, no hay, eh, no hay, digamos, discusiones salariales que acompañen la inflación, están muy por debajo del nivel de inflación, y un montón de situaciones de pérdida de puestos de trabajo. Bueno, hay infinidad de situaciones que hacen al mundo laboral, que hacen que este paro general empiece a tomar cuerpo. Yo creo que la gran mayoría de los trabajadores va a adherir a esta medida de fuerza.”
LCV: “El paro, o los apagones, o el tema del desmantelamiento de las capacidades operativas de los empleados, y el aporte intelectual que hacen, o sea, empleados preparados que son despedidos, o que, o que son suspendidos, o que tienen el retiro voluntario en el marco de los trabajadores impositivos y de los trabajadores de aduana, ¿cuál es el impacto que tiene en la vida de los ciudadanos?”
Pablo Flores: “Yo creo que en la vida general de los contribuyentes empieza a ralentizarse, eh, la atención en general. Lo que están expresando los trabajadores es una disconformidad total con la política, tanto la salarial como la del conjunto de sus derechos. Y esto va a afectar, sobre todo, en definitiva, a la recaudación nacional. La recaudación nacional sostiene todos los servicios que da el Estado, así que no es un tema menor. No solo quizás es una cosa inmediata, de si no atendemos durante 3 horas, hay un, eh, un contribuyente que no puede hacer un trámite. Me parece que, en la medida en que el gobierno no atienda los reclamos de los trabajadores, esto va a terminar afectando a la recaudación nacional, porque los trabajadores no vamos a aceptar mansamente ni los brutales ajustes ni la crítica de derechos.”
LCV: “En el marco de estas medidas económicas y de este lunes negro que está viviendo el mundo completo, y por supuesto está pegando el coletazo acá, y en tanto las medidas de Milei parecen ir en contramano con las medidas del mundo, ¿esta, esta, este problema recaudatorio se agudiza?”
Pablo Flores: “Yo creo que sí, porque el gobierno, digamos, no define un plan económico serio ni, ni siquiera es un plan económico que se pueda entender y que se pueda analizar como un plan económico. Me parece que son una serie de medidas de ajuste, de regulaciones, de transferencias de plata de un sector a otro, y todo se basa en un ajuste fiscal para sostener, digamos, la baja de la inflación, pero que está fixiando la economía. Y esto se pretende sostener con, primero, con el ajuste fiscal, segundo con un buen aporte que pasó el blanqueo, pero, bueno, la plata que dan estos márgenes se acaba y por eso ahora recurren al endeudamiento. Bueno, los límites que encuentran es que el endeudamiento no es tan fácil. Y bueno, el Fondo pide devaluación, el Fondo pide garantías de repago, con lo cual, digamos, si ellos fixan la economía, el Fondo Monetario es más reticente a que le digan ‘Bueno, no me vas a poder pagar’. Bueno, yo creo que tiene un frente muy complicado el gobierno, porque todo lo que expresó que iba a mejorar la situación de los argentinos la viene empeorando.”
LCV: “Hay un run acerca de que el Fondo Monetario, los acreedores, el mundo financiero, bla, bla, bla, estaría pidiendo en este momento un cambio, que no es que se vaya Caputo. ¿El cambio de collar tendría algún tipo de efecto, o lo que hay que cambiar es el perro?”
Pablo Flores: “Mirá, me parece que los gobiernos suelen, suelen hacer, como, eh, cuando están complicados, suelen hacer como una suerte, digamos, de, de, a ver cómo decirlo, de como darle otra impronta al gobierno, diciendo que viene otra situación mejor. La verdad es que si no cambia la política y cambian la persona, claro, eh, no, como decís vos, no hay que, no hay que dejar de sacarle el collar, hay que dejar de ser perro, pero bueno.”
LCV: “¿Dónde van a concentrarse mañana? ¿Y qué carácter va a tener el paro en tu sector el jueves, no el miércoles?”
Pablo Flores: “Estamos todavía viendo. Nosotros siempre convocamos ahí, a nuestra sede, que es en Alsina 1440, para unirnos después a la columna general de la CGT, porque estamos a dos cuadras del Congreso. Pero, eh, nada, el paro después es un paro de 24 horas, con lo cual, eh, nada, nosotros sencillamente adherimos y esperamos una gran adhesión de los trabajadores.”
LCV: “¿No es paro con concurrencia, o sí?”
Pablo Flores: “No, no, no. Paro, paro total, actividades sin asistencia al trabajo.”
