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A 21 años de la Masacre de Avellaneda

(Fragmentos del libro La política está en otra parte, de Hernán López Echagüe, Grupo Editorial Norma, diciembre de 2002)

Hay violentos enfrentamientos entre policías y grupos de piqueteros en el Puente Pueyrredón, dice la radio. Sin embargo, las imágenes que podemos observar en el televisor son muy otras: cientos de bestias cebadas y metidas en un uniforme persiguen por toda parte a cientos de personas que, aterrorizadas, corren como liebres con el único y excluyente objetivo de poner a buen resguardo el pellejo; les disparan con armas largas y pistolas lanzagases; de pronto, tres, cuatro especímenes de esos bárbaros de uniforme derriban a un joven sobre el asfalto y se ponen a patearlo con furia inaudita. Guillermo Andino, hombre por lo visto iluminado, dice en tono de admonición que habría piqueteros armados peleando entre sí; alguien le acerca un papel que él se pone a leer con rostro abúlico:“Parece que hay un policía muerto”, larga, muy confiado, sin ocultar la indignación. Desde la zona de Puente Pueyrredón, un periodista del programa de Georgina Barbarossa asegura tener el nombre del policía muerto; no puede revelarlo, se trata de una información todavía oficiosa; en los estudios del canal, otro periodista, uno de apellido Fernández Llorente, dice con circunspección:“Esto confirmaría que hubo gente armada del lado de los piqueteros”. El gobernador Felipe Solá, entre tanto, aplaude el operativo policial. Los móviles de buena parte de los canales de televisión ya se han instalado en la calleja de ingreso al hospital Fiorito, donde han comenzado a atender a los manifestantes heridos; por allí erran los diputados nacionales Luis Zamora y Vilma Ripoll a la caza de información; Andino vuelve a la carga: familiares de un piquetero herido, que habían entrado violentamente al hospital para rescatarlo, han sido detenidos(…)

Más tarde llamo a la casa de Pablo Solana, referente del MTD-Lanús. Me atiende Flor, lo que resta de ella. Su voz suena distante, ajena. Está hecha añicos. Su relato, quedo y entrecortado, es demoledor y me trae a la memoria las luctuosas conversaciones que a mediados de 1976, en plena dictadura, solía mantener con amigos que ya no están: Pablo y otros compañeros han ido a buscar refugio en sitios ignorados, me dice; a Darío lo persiguieron hasta la estación y lo fusilaron, le dieron a quemarropa, por la espalda, no estaba haciendo otra cosa que tratar de reanimar a Maxi, hay testigos. Flor se hunde en el llanto; es que corría a metros de Darío, escapando de las balas, y lo vio enfilar hacia la estación Avellaneda. Juan Arredondo recibió un nuevo balazo, ahora en el culo, una posta de plomo, lo dejaron cuatro horas sangrando en el piso de la comisaría, mientras le pegaban con un palo en la herida y le decían, haciendo referencia al pantalón empapado en sangre: “¿No te da vergüenza a vos? Te cagaste encima, boludo”; Carlos tiene dos postas de plomo incrustadas en la espalda, pero no ha ido al hospital, ninguno de los heridos quiere hacerlo, temen que allí los detenga la policía y los lleven hacia cualquier parte, a seguir con su rutina de torturas y, por qué no, asesinatos al amparo de la protección que les brinda el Estado; a otro compañero le quebraron los dedos de las manos a mazazos. Flor quiere saber qué andan diciendo los medios porque se ha quedado sin fuerzas y ya no tolera ver televisión y escuchar radio; las mentiras, la tontera que al parecer se ha apoderado de todos, le provocan náusea y un dolor terrible e intenso que no sabe cómo mierda sacudirse de encima. ¿Viste lo que andan diciendo sobre el colectivo, que nosotros lo quemamos? Son unos guachos, hay más de un testigo que vio al grupo que lo incendió, eran cuatro, cinco tipos de pelo corto con itakas, armas largas, ¿a quién mierda se le puede llegar a ocurrir que fuimos nosotros? Tenemos más de ciento cincuenta detenidos, dice, y de los heridos ni hablar, tiraban a matar los hijos de puta, y todavía hay muchos compañeros que no regresaron al barrio, mañana lo sabremos mejor … mañana, repite su voz ahogada en lágrimas, mañana vamos a velar a Darío, en la guardería, la que él construyó.

(…) Con extraordinaria virulencia, como un implacable torrente de lava, afloró toda la malicia e ignorancia de ciertos periodistas y medios de comunicación, y, claro está, la grosera desfachatez de no pocos funcionarios del gobierno. El secretario de Seguridad Interior, el democrático y progresista Juan José Álvarez, declaraba: “Las fuerzas policiales fueron agredidas. A partir de ahí, las policías que actuaron continuaron despejando la zona, siendo víctimas de una fuerte violencia. Se han visto agresiones con una honda, con armas de fuego, como ha denunciado un chofer de colectivos, escopetas, armas y bombas molotov”. Los titulares de los diarios movían a una indignación rayana con la ira. Clarín: “La crisis causó 2 nuevas muertes”. La Nación: “Dos muertos al enfrentarse piqueteros con la Policía”, y un subtítulo pestilente: “Grupos radicalizados de izquierda destrozaron negocios y quemaron autos y colectivos”. La Prensa: “Batalla campal”. La página de internet del diario Buenos Aires Económico, propiedad de Daniel Hadad, informaba: “Dos muertos, 90 heridos y 160 detenidos es el saldo de la jornada piquetera (…) Los policías utilizaron gases lacrimógenos y balas de goma para despejar las avenidas Mitre, H. Irigoyen y Perón, adonde se habían apostado los manifestantes y luego se produjo otro enfrentamiento en la estación Avellaneda”. La Voz del Interior, de Córdoba: “Dos muertos en la protesta piquetera de Buenos Aires”. El Río Negro: “Enfrentamientos entre piqueteros y policías dejaron 2 muertos (…) Quemaron colectivos y atacaron autos y comercios”.

La hipocresía, en fin, se había adueñado del lenguaje. ¿Dónde estaban las temibles armas de fuego que con gran desparpajo habían llevado entre sus ropas los piqueteros para exigir comida y trabajo digno? De veras raro ese gentío que, encontrándose pertrechado con itakas, bombas molotov y armas cortas, huía cobardemente por las calles cuando muy bien podrían haberse parapetado tras un auto, un árbol, y desde allí lanzar sus mortales municiones contra los hazañosos policías. Enfrentamientos, batalla campal, crisis, lamentables eufemismos para denominar una operación cuyos rasgos más distintivos habían sido la saña y la impunidad más abyectas. Dos muertos, represión con balas goma. Morir, que yo sepa, se puede morir de infinidad de maneras: dolencias graves, accidentes, vejez. Asesinar, al decir de mi viejo diccionario, significa matar alevosamente. Kosteki y Santillán gozaban de muy buena salud, eran muchachos capaces de resistir decenas de balas de goma, pero nunca jamás, claro está, el artero disparo de una escopeta por la espalda.

(…) En el mediodía del jueves 27, mientras una multitud vela los cuerpos de Santillán y Kosteki, el ciudadano Santo Biassati habla de vándalos y delincuentes y conversa, presa de un enojo sustantivo, con una comerciante de Avellaneda; la mujer lagrimea, los escaparates de su comercio han sido destrozados, está en la ruina, pero intenta explicar, en vano, pues el ciudadano Santo no le deja espacio para meter un bocadillo, que a su juicio no han actuado piqueteros, ella los conoce, de los cortes, de verlos siempre, y los responsables del ataque eran hombres extraños. ¿Para qué gastar el tiempo escuchando disparates de ese tenor? “Señora”, dice Santo en tono germánico, “debe quedar claro que la propiedad es un derecho y usted es una trabajadora”. De su boca no saldrá siquiera una palabra acerca del derecho a la vida, a la dignidad, a privilegios de índole tan extravagante que, en el programa Zap, Mariana Nannis nos hace saber que goza a carretadas: “Yo vivo acá en un hotel que me cuesta 4.650 dólares por noche”. En otro canal, Mónica Gutiérrez interroga a la madre de Kosteki. “Señora, ¿usted no sabe si su hijo fue obligado a ir al corte?”. La madre ignora de qué diablos le están hablando. Gutiérrez dirige la mirada hacia la cámara y con impostada suficiencia aclara: “La señora por lo visto no está informada, pero le pregunté eso porque en este tipo de corte los chicos que aspiran al plan trabajar deben ir como contraprestación”.

Pero Gutiérrez no estaba sola en la enjundiosa campaña de desinformación. Horas más tarde, en una emisión especial de su escatológico programa, Chiche Gelblung se pondrá a trazar un infamante y embrollado paralelo entre brasileños y argentinos; estamos viviendo un proceso similar al que padece Brasil, dirá, país donde los narcotraficantes emplean las “favelas” como base de operaciones para consumar sus delitos, y sí, sí, señores, como aquí lo están haciendo alegre e impunemente los piqueteros. Y el bueno de Chiche habrá de arribar a una lúcida conclusión:“Los pobres, los que son pobres están tratando de zafar. El tema está en que los pobres no son los que piensan, son otros los que piensan y ésos no son pobres”. Simultáneamente, desde los estudios de TN, uno de los conductores del programa “A dos voces”, Gustavo Sylvestre, no lograba ocultar su vehemente ojeriza hacia los violentos y radicalizados miembros de la Coordinadora Aníbal Verón, suerte de novedoso demonio nacional, digno de ser temido y apaleado sin misericordia. Palabras de igual carácter, aunque en esta oportunidad signadas por un revulsivo y temerario macartismo, había de formular días después el dirigente (¿piquetero?) Luis D`Elía. Hubo “infiltración ideológica por izquierda”, dijo; un tal “comandante Nicolás” ha mandado “gente armada con palos” con el fin de crear un escenario “funcional a intereses dolarizadores” (…)

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Después del domingo, a redoblar la apuesta, por Alberto Nadra

Un aporte desde mi militancia

Lejos estoy de la soberbia pretensión de explicar a tan pocas horas los resultados de este domingo sombrío. Eludo cifras, porcentajes y bancas, e intento compartir una actualización de las afirmaciones y categorías que vengo planteando hace muchos años, mi forma de militancia con la palabra, así como con la acción que me permiten los años.

Las concibo como un simple aporte al intercambio que debemos darnos quienes nos consideramos parte del movimiento nacional y popular, tanto los que entienden que su misión es mejorar las condiciones de vida del pueblo dentro de este capitalismo senil –pero en pleno reacomodamiento–  como quienes siempre consideramos que solo lo lograremos plenamente mediante un transformación revolucionaria en las estructuras económico-sociales, un cambio de mando en el poder y no meramente en la administración temporal de la cosa pública.

La situación es lo suficientemente grave, hemos retrocedido tanto, que aún falta mucho  para dirimir esa cuestión.

Ganar batallas, perder la guerra

A lo largo de los años,  el peronismo, fuerza mayoritaria entre lo mejor de nuestro pueblo, demuestra que puede lograr la mayoría electoral por períodos, hegemónico en un principio, ligeramente frentista con el tiempo y las dificultades. Sobre todo cuando convoca a otros sectores del campo popular, puede conquistar o reconquistar derechos, mejorar transitoriamente las condiciones para producir y crear trabajo, recuperar el salario o afirmar la soberanía.

Sin embargo, no puede retener esa mayoría electoral, pues el poder real  reacciona al ver cualquier amenaza a sus privilegios. Ante esto y hasta ahora, en lugar de redoblar la apuesta,  cede ante el poder real y vacila ante la necesidad de producir cambios de fondo en la estructura y la relación de fuerzas social que la determina. Por eso fue y es desplazado, antes por golpes de Estado y ahora también por las urnas.

¿Qué significa redoblar la apuesta?

Para cambiar en serio y ampliar las posibilidades de sostenerlo en el tiempo,  no alcanza con las buenas intenciones  ni con  avances parciales; se exige redoblar la apuesta: confrontar a fondo con el privilegio y  enfrentar el “sentido común”, la ideología dominante en toda la sociedad, que es precisamente la del bloque dominante.

¿Qué significa redoblar la apuesta, sea en la gestión para defender conquistas y profundizar el rumbo,  sea en el llano para resistir y reunir fuerzas para dar vuelta la taba en favor de las mayorías?

Desde ya no es una convocatoria el exitismo, ni a las chicanas de la interna chica. Significa algo muy distinto a lo que practica la rama partidocrática del heterogéneo movimiento popular, que no solo la hay, sino que es  predominante en su dirigencia.

Necesitamos que se reencuentren con el pueblo, que pongan el cuerpo en las luchas que crecen, pero aisladas, sin coordinación ni dirección política.

Es necesario convocar y lograr la unidad, pero la unidad de los luchadores, no un mero rejunte vacío de contenido, que no solo duele, sino que conduce al fracaso, antes o después de un desafío electoral.

Es necesario que esa unidad sea amplia pero a la vez institucionalizada, con protagonismo de las distintas fuerzas, con toda la amplitud que permita un acuerdo programático claro y acompañado por un plan de acción concreto, para gobernantes y gobernados, para dirigentes y militantes.

Preguntas, tan incómodas como necesarias

En ese camino hay que plantearse problemas de fondo como, a título de ejemplo: ¿es posible reconstruir el país y abrir un futuro de progreso y bienestar sin plantear una moratoria unilateral de la deuda externa, por el tiempo que reclame esclarecer su legitimidad y determinar las formas de pagos que permitan crecer a la nuestro país? ¿Es posible sin replantear una estrategia de independencia internacional que incluye acuerdos regionales y apelar a la cooperación e integración con los BRICS? ¿Seguiremos escuchando condenas a la bronca y el combate cuando negar la legitimidad de responder a la violencia es sellar un pacto con la crueldad?

La disyuntiva final

Unidad institucionalizada, programa y plan de acción. Cultivar la bronca, empujar la lucha  organizada y transformarla en combate legítimo.

No son frases hechas, ni un recurso más melancólico que práctico.

¿Es difícil?  ¡Claro que lo es! Llevamos años y acumulando dolores sin lograrlo. Pero, mientras no se logre, mientras no lo logremos, seguiremos ganando o perdiendo elecciones, conquistando y reconquistando derechos una y otra vez, pero retrocediendo a mediano y largo plazo.

Sé que no digo nada nuevo para tantos luchadores, pero es hora de empezar a decirle a la dirigencia y militancia, principalmente a la peronista, que es eso o seguir profundizando la decadencia, repetir fugaces triunfos y domingos aún más sombríos que el de este 26 de octubre.

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“Un mi padre de ron”, por Oscar Taffetani

Un amigo cubano -cuyo nombre me reservo- me contó una vez que en sus últimos años Ismaelillo (el hijo de José Martí bautizado José Francisco Martí Zayas Bazán), quien a lo largo de su vida mantuvo una relación particular con los EEUU (creció en Brooklyn, intervino en la guerra de Independencia cubana, apoyó las intervenciones y el protectorado norteamericano y ya convertido en alto jefe militar se apartó de todo al fin de la conspiración de los ABC), solía rondar por hoteles y tabernas esgrimiendo un billete con la cara de su padre y pidiendo en voz alta “un mi padre de ron”. Deliciosa anécdota.

Me acordé de esto cuando ciertos dirigentes nuestros cuestionan -“por principios”- el inesperado salvavidas que Scott Bessent -amigo de Soros- le tiró al ministro Toto C. al comprar pesos argentinos la pasada semana (pesos que muy pronto estará recomprando, con ganancias).

Ay, si eso fuera todo! Esta dirigencia vernácula sigue sin entender que una buena parte del voto favorable al Advenedizo, ayer domingo, se debe a la perspectiva cierta de que al gobierno se le fuera todo de las manos -como a otros- por un “golpe de mercado”.

Fue un voto defensista y conservador, pero no un voto “colonialista”. Nuestros asuntos pendientes (deuda, recursos naturales, Estado, producción) siguen estando pendientes, y mi deseo es que puedan abordarse y resolverse sin perder las instituciones democráticas ni la Independencia argentina.

Nada, eso.

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“Represión y abandono en el Chaco: la comunidad Qom bajo ataque”

Introducción
En la provincia del Chaco, las comunidades originarias vuelven a ser blanco de la represión estatal. La semana pasada, un violento operativo policial atacó una manifestación pacífica de la comunidad Qom en la localidad de Villa Río Bermejito, dejando decenas de heridos y varios detenidos. Detrás de los palos y las balas de goma, se esconde una crisis humanitaria marcada por el hambre, la falta de agua y la eliminación de pensiones no contributivas.
Para comprender la magnitud de lo que ocurre y el rol del Estado en este conflicto, La Columna Vertebral – Historias de Trabajadores dialogó con Johana Duarte, secretaria gremial de la UTEP.

LCV: “¿Cómo nace el conflicto que derivó en la represión a la comunidad Qom del Chaco?”
Johana Duarte: “La semana pasada, en la provincia del Chaco, se graficó una situación que venimos denunciando en todo el país, pero que en algunos lugares, como las provincias del norte, se profundiza más: la crisis alimentaria y la que viven las comunidades originarias producto del brutal ajuste que lleva adelante el gobierno nacional. En este caso, también en complicidad con el gobierno provincial, encabezado por Leandro Zdero, alumno perfecto de Milei. Digo ‘alumno perfecto’ porque no solo es cómplice del ajuste nacional, sino que implementa en la provincia más pobre de la Argentina las mismas políticas: ajuste, persecución, estigmatización de los trabajadores y represión. Es un modelo calcado del nacional.”

LCV: “¿Qué situación concreta están atravesando las comunidades en el territorio?”
Johana Duarte: “En la zona del Impenetrable chaqueño, hace varios meses que no llegan alimentos ni asistencia en agua. Son derechos básicos contemplados incluso por un fallo de la Corte Suprema en 2016, que intimó a la provincia a garantizar el cumplimiento de esos derechos. Desde la asunción de Milei en la Nación y de Zdero en el Chaco, esa asistencia se cortó. Las comunidades reclaman hace meses la restitución de esos derechos básicos. A eso se suma la baja masiva de pensiones no contributivas, que eran el único ingreso de muchas familias. La situación es de una gravedad absoluta.”

LCV: “¿Cómo se produjo la represión?”
Johana Duarte: “La semana pasada, en Villa Río Bermejito, las comunidades se habían congregado pacíficamente en la plaza central para movilizarse y exigirle al intendente que reclamara por los derechos que se están vulnerando. Pero el reclamo fue respondido con una represión feroz: más de 300 efectivos de la policía provincial atacaron a manifestantes indefensos, en su mayoría adultos mayores, mujeres y niños. Hubo casi 50 heridos y cinco detenidos. Lo más grave es que el operativo fue encabezado por el propio jefe de la policía del Chaco, mientras las mafias y el narcotráfico avanzan impunes en la capital. Es el modelo de seguridad impuesto por Patricia Bullrich: reprimir a los pobres en lugar de enfrentar el delito real.”

LCV: “¿En qué estado está hoy el conflicto?”
Johana Duarte: “Luego de la represión, las comunidades siguen en asamblea permanente. Reclaman tres cosas urgentes: alimento, acceso al agua y la restitución de las casi 10.000 pensiones dadas de baja arbitrariamente. Además, el Estado Nacional cerró oficinas como ANSES o el Ministerio de Capital Humano, y en esa zona la delegación más cercana está a 80 kilómetros, en Castelli. Es decir, no solo les quitan lo que necesitan, sino que también les niegan dónde reclamarlo.”

LCV: “¿Qué pasos se están dando frente a esta situación?”
Johana Duarte: “Las comunidades continúan en estado de asamblea y han iniciado acampes a la vera de distintas rutas del Chaco. Se exige al Poder Ejecutivo provincial que dé respuesta inmediata. La lucha va a continuar, porque las pensiones son un derecho adquirido y no vamos a permitir que se las arrebaten.”

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