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Si se incendia Medio Oriente, nos quemamos todos, por María Urruzola

Desde que tengo uso de cabeza política el conflicto en Medio Oriente entre judíos y árabes ocupa una parte de mi preocupación. El primer impacto fue en 1967, cuando la guerra de los seis días entre Israel y cuatro países árabes. Me impresionó que jóvenes militantes de la UJC se fueran a Israel a pelear por ese país (yo tenía 13 años) y empecé a ocuparme del tema, para tratar de entender. Mi padre solía darnos libros para leer cuando preocupaciones de esa índole asaltaban nuestras adolescencias. Seguí leyendo en adelante sobre el conflicto entre Israel y Palestina, siempre, tratando de entender algo que en realidad la comunidad internacional ha definido sin ambigüedad: cómo quienes fueron víctimas del nazismo se volvieron con el paso de las generaciones ocupantes violentos de territorios ajenos?

Hay centenares de resoluciones de la ONU respecto al tema específico de la ocupación. Es la comunidad internacional que considera a Israel ocupante ilegal de Palestina desde aquella lejana época de mi adolescencia, 1967.

La ONU ha emitido más de mil resoluciones sobre el conflicto palestino-israelí desde la primera, en 1947, por la que decidió dividir Palestina en dos Estados independientes: uno árabe y otro judío, con Jerusalén bajo control internacional.De esas resoluciones, la inmensa mayoría no ha sido siquiera considerada por Israel. Y el poder mundial (donde sea que esté) también ha hecho oídos sordos y ha continuado apoyando a Israel. Por ejemplo, actualmente hay aproximadamente 500.000 judíos que ven en 140 “asentamientos” construidos desde 1967.

Cuando viví en París logré acceder a libros que acá en Uruguay no existían, y pude profundizar sobre el proceso por el cual los judíos empezaron a asentarse en el territorio de Palestina desde fines del siglo XIX, a veces comprando tierras, a veces expulsando a los miles de árabes que allí vivían por métodos violentos. Cerca de 750 mil árabes fueron así expulsados. Pero no todos. Por eso hoy, 2023, hay casi 2 millones de árabes israelíes, es decir que viven en Israel. Según la BBC, un área de integración entre unos y otros es el sistema nacional de salud, donde pacientes judíos y árabes comparten hospitales, tratamientos y médicos. El 20% de los médicos, el 25% de las enfermeras y el 50% de los farmacéuticos son árabes israelíes.

Quizás por eso, porque es uno de los pocos ámbitos de convivencia entre judíos y palestinos, no solo es una crimen de guerra el bombardeo de un hospital, como sucedió ayer en el centro de Gaza (centenares de muertos y de heridos), sino además un crimen que parece marcar un punto de no retorno en la situación actual.Cuando Hamas (que gana el gobierno de Gaza elección tras elección desde 2006) lanzó el ataque masivo contra Israel el pasado 7 de octubre, por aire, tierra y mar, me horrorizó el terrorismo ciego de un ataque que solo traería más dolor para todos. Sí, ataque terrorista, sin justificación. Pero eso no quiere decir sin explicación. Por desgracia para el mundo entero, la existencia de Hamas sí tiene explicación, y la fuerza de su implantación en Gaza también. Yo trabajaba en la Agencia France Presse en París en el año 1982, cuando miles de refugiados palestinos fueron masacrados en los campos de refugio de Sabra y Shatila, en territorio libanés invadido por Israel, más precisamente en Beirut. La masacre fue cometida por la Falange Libanesa, un movimiento cristiano y maronita. Pero el responsable era Israel. La masacre de Sabra y Shatila recibió la calificación de acto de genocidio por parte de la Asamblea General de Naciones Unidas y según una comisión interna israelí, la Comisión Kahan, las Fuerzas de Defensa de Israel apostadas en el Líbano fueron indirectamente responsables de los hechos por no evitar las matanzas, incluso teniendo conocimiento de las mismas. En 1983, una comisión encabezada por Seán MacBride, asistente del secretario general de la ONU y a la sazón presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, dictaminó que Israel, como la potencia ocupante de los campamentos, era responsable de la violencia acaecida en ellos, violencia genocida.

En algún momento años después, descubrí el movimiento israelí de “los nuevos historiadores”, que llevaron a cabo distintos trabajos de investigación sobre la fundación del estado de Israel y de la guerra de 1948. Investigaciones que pudieron realizar ante la desclasificación masiva de la documentación archivada sobre todo en Israel -y también en Cisjordania y Occidente-, lo que permitió indagar y sacar a la luz nuevos datos desconocidos o tergiversados hasta ese momento. Gracias a esas investigaciones, se pudo saber que el relato que hacían los palestinos de lo realmente ocurrido en la creación de Israel, era básicamente verdad. «Hizo falta un cambio de dirección en la historiografía israelí para que comenzara a emerger la realidad… y el discurso que cuestiona el relato sionista se hiciera creíble… Este discurso se vuelve legítimo porque es objeto de un trabajo de historiadores israelíes; ni los testimonios de miles de víctimas, ni las investigaciones de historiadores árabes, ni la misma realidad empírica habrían podido romper el monopolio del relato sionista, en tanto los propios investigadores israelíes no hicieran coincidir sus investigaciones con el discurso de las víctimas», escribió una doctora en estudios mediterráneos de la universidad autónoma de Madrid, Mar Gijón Mendigutia.

En Uruguay lo sabemos: el relato de las víctimas es lo primero que se pone en duda y se deslegitima.Israel fue creado en base a la violencia, y los primeros terroristas fueron luego hombres de gobierno, como Ariel Sharon. pero también hubo hombres y mujeres israelíes de paz, como Shimon Perez, quien firmó los acuerdos de Oslo en 1993, en lo que pareció el inicio de una nueva era para todos, con la creación de la Autoridad Nacional Palestina, gobierno de los territorios de Gaza y Cisjordania.Hay varias asociaciones de israelíes que trabajan por el fin del conflicto, por la paz, junto a sus coterráneos árabes, y que permanentemente denuncian los atropellos que el gobierno de Israel lleva adelante desde hace años contra los palestinos. Como por ejemplo el bloqueo a Gaza, considerada la cárcel a cielo abierto más grande del mundo, de donde los gazíes no pueden salir ni por aire, ni por tierra, ni por mar. Un poco más de dos millones de personas presas.

Ahora se teme que Israel invada el norte de Gaza con el objetivo de liquidar a Hamas, pero ya lo hizo en 2014, y ya bombardeó Gaza varias veces, pero Hamas no desaparece sino que se fortalece. Como desde el día 1, la solución será política y no militar. Y todo parece ir en sentido contrario. Se podría concluir que estamos ante el mayor fracaso de la comunidad política internacional, ante el mayor fracaso de la ONU, y en el inicio de una nueva época, en la que las invasiones de territorios nos devolverán al pasado, al pasado de las guerras mundiales.Hamas es un grupo político (aún si se lo define como terrorista), pero Israel es un Estado. No tienen la misma responsabilidad ante el mundo. Pero después de 70 años de desconocimiento de la ONU y sus resoluciones, sería ingenuo imaginar que el gobierno de Israel pueda pensar en el mundo.Solo nos resta, como ciudadanos y ciudadanas del mundo, pensar nosotros en la paz y en la forma de crear un movimiento real en aras de la misma. Es hora de involucrarse. Si se incendia Medio Oriente, nos quemamos todos.

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Archivo

Los Doblados, el Batallón 601 y una historia de amor, traición y muerte, por Ricardo Ragendorfer

Publicado por Revista Zoom, el 31 de julio de 2017

Siempre sentí que la obra –como concepto editorial– es en realidad la caja mortuoria de la creación. Ahora descreo de tal idea. Hace justo un año fue publicado mi libro Los Doblados, sobre las infiltraciones del Batallón 601 en la guerrilla argentina. El hecho es que una parte de su trama ha vuelto a latir, aunque ello –por su tenor argumental– no es en esta oportunidad precisamente un canto a la vida.

La historia en cuestión está desarrollada en el capítulo titulado “Alicia a través del espejo”. Y se refiere al caso del chileno Jean Claudet Fernández, un cuadro del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) capturado el 1 de de noviembre de 1975 en Buenos Aires por una patota del Ejército y agentes pinochetistas de la Dirección Nacional de Inteligencia (DINA). Fue el debut del Plan Cóndor en Argentina.

La primera información que obtuve acerca del asunto no superaba los datos arriba mencionados, y sin ser más que una pieza complementaria de otra intriga. Pero allí había algo oculto, una suerte de tragedia griega que me tomó casi un año reconstruir. Su protagonista: el coronel José Osvaldo Riveiro, alias “Balita”, un engranaje clave en la aplicación del terrorismo de Estado durante la última dictadura y –como subjefe del Batallón 601– el factótum local de la alianza represiva entre los regímenes castrenses de Cono Sur. Debo confesar que ese tipo obeso, alcohólico, por momentos ridículo y profundamente cruel fue para mí lo que para un entomólogo un escorpión. Su figura atraviesa las páginas de Los Doblados como un fantasma apenas disimulado. Un fantasma ahora empeñado en resurgir.

Amores perros

Jean Claudet Fernández

Por alguna razón que excede el marco estrictamente operativo, Riveiro sentía hacia Claudet una particular inquina. Un rencor que ni siquiera sus más estrechos colaboradores comprendían.

El chileno, un ingeniero de 36 años, había sobrevivido a las mazmorras de la DINA por tener también la ciudadanía francesa y residía con su familia en Sarcelles, una pequeña ciudad al norte de París. Con frecuencia solía viajar a Buenos Aires como correo de la Junta Coordinadora Revolucionaria (JCR), formada por las guerrillas de Uruguay, Bolivia, Chile y Argentina.

En eso estaba en la mañana del 25 de octubre cuando abordó un vuelo en el aeropuerto de Roissy. Aquella vez su periplo incluía una escala previa de cinco días en México y otra de 24 horas en Panamá.

Desde allí llamó por última vez antes de partir hacia Buenos Aires a su control en París. Sus compañeros en esa ciudad ignoraban que asimismo había enviado un mensaje a la arquitecta porteña Alicia Carbonell –mediante una amiga en común también llamada Alicia– para anunciar su llegada y pedir que lo esperara en un departamento de la calle Montevideo, a metros de la avenida Santa Fe, donde él acostumbraba alojarse durante sus estadías en esta urbe. Claudet mantenía con ella un vínculo sentimental. Con la excepción de las dos Alicias nadie más en Argentina sabía de su arribo.

Pero mientras Claudet se encontraba en pleno vuelo, la base parisina del MIR quedó envuelta en la zozobra: un agente de la DINA que reportaba a dicha organización acababa de informar que el domicilio en cuestión estaba rodeado por un dispositivo de vigilancia del Batallón 601. Y se temía que el viajero fuera atrapado ni bien pusiera un pie en el aeropuerto de Ezeiza,

Eso no sucedió. Claudet llamó a Paris desde un teléfono público de la terminal aérea. Así supo la mala nueva además de recibir la indicación de que regresara en el primer vuelo a la Ciudad Luz.

Sin embargo no había ninguno hasta la mañana siguiente. Su próximo paso fue llamar a la arquitecta para ponerla con pocas palabras al tanto de la situación y decirle que se alojará en el Hotel Liberty, de la avenida Corrientes al 600. Alicia quedó en encontrarse con él allí.

Orden de captura de José Osvaldo Riveiro

Los agentes la vieron salir del edificio de la calle Montevideo. Y así se inició un discreto seguimiento sobre ella, quien –dicho sea de paso– no fue al Liberty sino a su casa familiar de Barrio Norte. Balita había impartido la orden de no tocarle un pelo. Lo cierto que la presencia de esa mujer en medio de la operación lo ponía sumamente nervioso.

Al filo de la medianoche Claudet fue secuestrado en su habitación del hotel. Balita encabezaba la patota. También fue de la partida el encargado de la estación local de la DINA, Enrique Arancibia Clavel.

Éste, dos semanas después, consignó en un télex enviado desde Buenos Aires a la sede del Servicio Exterior de la DINA que al cautivo “le requisaron 97 microfilms con instrucciones de París”. El remate concluía con una frase sombría: “Claudet ahora ya no existe”.

Su desaparición causó una sacudida extrema entre los exiliados chilenos en Argentina. Recién a fines de noviembre la otra Alicia –muy acongojada por lo ocurrido– blanqueó la existencia de la arquitecta ante un militante del MIR. Desde entonces esta última fue depositaria de todas las sospechas. Eso se vio robustecido por el hecho de haberse mudado, además de renunciar a su trabajo y no ver más a sus amistades; o sea, se hizo humo.

Mientras tanto Balita enfrentaba problemas políticos y privados. Entre los primeros, una interna con el jefe de la SIDE, Otto Paladino, por el control en el país del Plan Cóndor; entre los segundos, el derrumbe de su matrimonio con la señora Susana Purcaro, algo muy mal visto en círculos castrenses.

Con el paso de los años aquella historia se fue desdibujando.

En 1987 –ya bajo el gobierno de Raúl Alfonsín– la evanecente figura de la Carbonell reapareció al no poder eludir su presentación como testigo de la causa Claudet en el juzgado de instrucción a cargo del doctor Emilio García Méndez. Allí dijo que al hombre del MIR lo había visto una sola vez por pura casualidad, y que el nexo fue la otra Alicia por ser amiga de los dos. Después, agregó: “Ni me acuerdo de su cara”.

En esa audiencia estuvo presente el abogado Horacio Méndez Carrera, quien representaba a familiares de los franceses desaparecidos en Argentina. Entonces se propuso querellar a esa mujer por falso testimonio.

No pudo ser: las leyes de Punto Final y Obediencia Debida sepultaron dicho expediente en el ostracismo.

Tres lustros más tarde Méndez Carrera encontró en su estudio una copia amarillenta de ese testimonio. Y algo concitó su interés: la dirección –Güemes 920, de Acassuso– en la cual ella fijaba su domicilio. Ese sitio no estaba lejos de su propia casa; de modo que decidió efectuar una visita de cortesía.

Alicia Carbonell -primera desde la izquierda- jurando como arquitecta

Era el mediodía del primer sábado de 2003 cuando él llegó a un chalet cercado con chapas verdes y rejas. Por el portero eléctrico preguntó por Alicia Carbonell y, sin rodeos, explicó la razón de su presencia.

Por toda respuesta, una voz femenina gritó:

–¡Yo no tengo nada que decirle!

También se oían los alaridos de un hombre.

Méndez Carrera volvió a tocar el botón del aparato.

Entonces vio que la mujer salía de la casa fuera de sí. Quien parecía ser su marido corrió tras ella y la atajó por la cintura. Éste –un individuo bastante mayor que ella– intentaba calmarla. Tras darse por vencido, le gritó al intruso:

–¡Mándese a mudar, carajo!

Y forzó una postura pendenciera.

No era otro que el coronel José Osvaldo Riveiro.

El gran secreto de aquellos dos seres acababa de quebrarse. Poco después la casa fue vendida. Y ellos pusieron los pies en polvorosa.

La segunda oportunidad

José Osvaldo Riveiro

Este fue apenas un resumen del relato que volqué en Los Doblados a lo largo de 47 páginas. Lo que se llama, una historia con “final abierto”. Porque más allá de la incógnita fáctica sobre el paradero del viejo militar y la ahora veterana arquitecta, también flotaban en el aire otros misterios.

Nunca dejé de preguntarme cómo nació el vínculo amoroso entre ellos. Ni cuáles fueron los motivos personales y las condiciones anímicas de Alicia Carbonell durante los acontecimientos que impulsaron tan espantosa relación. Es difícil saber si –antes o inmediatamente después del secuestro de Claudet– ella fue consciente de haber trazado el camino de su desaparición definitiva. De no ser así, ¿por qué diablos se prestó a ese juego? Y de ser así, ¿qué grave encono la habría lanzado a un crimen semejante? Pero de lo que no hay dudas es de que ella y Balita edificaron su pareja sobre ese delito de lesa humanidad. Y que su vida matrimonial debió ser notable. Esos y otros enigmas perduraban congelados por sus ausencias.

Aunque no para siempre. La prolongada huida de Riveiro se desplomó a principios de mayo en la recepción del Hospital Militar de un modo por demás insólito: el coronel apareció allí para sacar un turno médico; cuando dio sus datos, el sistema lo detectó como prófugo y se llamó a la policía.

Sobre él pesa un trámite de extradición a Francia, donde un tribunal lo condenó in absentia a 25 años de cárcel debido al crimen de Claudet.

También lo requiere un tribunal federal de Mendoza por 43 homicidios ordenados por él en 1978 desde el Destacamento 144 de Inteligencia. En razón a esta causa el Ministerio de Justicia había ofrecido en 2014 una recompensa de cien mil pesos por datos acerca de su paradero.

La cuestión es que Balita quedó en el Hospital Militar bajo arresto y con diagnóstico de “demencia senil”.

Ahora todo indica que el destino fue benévolo con él. Tanto es así que no tardó en obtener el beneficio del arresto domiciliario. ¿Acaso su increíble ida a tal centro de salud –quizás ideada por su familia– haya tenido justamente ese propósito para así acabar con la pesadilla de la clandestinidad?

Días pasados me escribió una amiga para comentar mi libro, y como al pasar, soltó: “Encontré a esa Alicia Carbonell por Facebook y me impresionó mucho. Supongo que vos también la viste”.

Yo no había visto nada. Y me apresuré en buscar su muro.

Lo primero que encontré fue una imagen de la feliz pareja colgada el 23 de junio. Y alguien comenta: “Al fin terminó todo. Qué lindo es poder ver una foto de ustedes juntos. ¡Los quiero muchísimo!”.

También hay otro comentario: “Un amor eterno, en las buenas y en las malas”. Su autor: el ex diputado de la UCD, Alberto Albamonte, nada menos que pareja de una hija del coronel. Ella, Alejandra Riveiro, a su vez aclara que no se trata de una fotografía actual, y completa: “Papá está en otra situación de salud, lamentablemente. ¡Pero por suerte está!”.

En el propio muro de aquella mujer hay un álbum con cinco imágenes subidas el 20 de julio. La primera es añeja, tomada en algún momento de los ‘80, y lo muestra a Balita con Alicia y un bebé en brazos en lo que parece ser un bautismo. Las otras cuatro son actuales. Y exhiben al genocida sin ocultar una leve expresión de chochera, pero muy contento de posar con las hijas y un bisnieto. Tal posteo está encabezado por la siguiente frase: “La vida nos dio una segunda oportunidad, papá. ¡Agarrémosla con las manos!”. Un himno a la esperanza.

(Título original: “Un Facebook para el Batallón 601”)

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