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La irrupción del Malón de la Paz de 1946, por Marcelo Valko *

En 1946 un grupo de 174 indios koyas de comunidades ubicadas en Salta y Jujuy, que padecían condiciones de explotación extrema, donde estaban pagando arriendo hasta por los cementerios donde estaban enterrados sus ancestros decidieron “bajar” desde el lejano norte del país fronterizo con Bolivia, hasta Buenos Aires. En principio, pedirían la restitución de sus tierras usurpadas por hacendados que tenían a la orden del día el látigo, el cepo, la ley del capataz, jornales arbitrarios, el pago en vales y hasta impunes abusos sexuales como derecho de pernada. El avance del latifundio sobre las pequeñas parcelas comunitarias, como si se tratase de una insólita reforma agraria en sentido inverso, no hizo más que acentuar un problema latente que las autoridades invariablemente preferían postergar in eternum. Pero el conflicto estaba allí y comenzó a corporizarse.
Aprovechado las nuevas condiciones sociopolíticas que se abrían con la elección de Juan Perón, decidieron llevar su reclamo hasta la lejana Plaza de Mayo. Perón había sido electo presidente en febrero de 1946 y pronto, el 4 de junio asumiría como la primera magistratura. Los kollas estaban persuadidos que, cuando se enterara de las infinitas vejaciones que resistían desde tiempos inmemoriales, no sólo los comprendería, sino que pondría remedio a tales atropellos. Después de todo, y pese a su condición de indios, también eran argentinos y acreedores de la Justicia Social que proclamaba el candidato electo.

Hasta aquel entonces, los reclamos de las comunidades originarias que llegaban a la Capital Federal, eran motorizados por dos o tres indígenas. Por una cuestión de costos, las comunidades apenas podían sostener el viaje y estadía de pocas personas. De más está decir que se trataba de viajes y resultados invisibles. En cambio en ese momento, se pensó en otro tipo de estrategia. Debían realizar una marcha masiva que llamará la atención del país mostrando claramente sus padecimientos. Necesitaban salir a la luz. De una amplia región de la puna de Jujuy y de la yunga salteña se eligen los delegados y se conforma un enrome grupo de 174 kollas. Algo nunca visto hasta ese entonces. Son tantos, que comienzan a llamarse “Malón”.
Conviene aclarar su significado. Malón es una denominación peyorativa y alude al grupo de indios que atacaban las ciudades y que saqueaban sus riquezas durante los siglos XVIII y XIX. Concientes de tal situación, se van a autodenominar “Malón de la Paz”. El agregado de la palabra “paz” otorgaba un toque semántico tranquilizador atenuando el plusvalor negativo y salvaje del Malón.
En el transcurso del trabajo, veremos como estos kollas más que producir “temor” generaron una profunda compasión entre los argentinos. Indudablemente el Malón fue influenciado por la ola indigenista que sacudía al mundo andino y de la que Perón había tomado debida nota, dado que tenía un ambicioso plan para proyectar políticamente a la Argentina sobre Hispanoamérica. Atento a la marcha que se estaba gestando, Perón envió un hombre de su total confianza para que avanzará con los kollas, colaborará con el viaje a pie, sirviera de vocero de los kollas, y de paso, los mantuviera monitoreados, me refiero al teniente retirado del ejército de la rama de ingenieros Mario Augusto Bertonasco.

El gobierno electo, amante de los golpes de efecto, quería mostrar al montarse en la caravana kolla, los alcances y soluciones inmediatos de la nueva Justicia Social peronista. Argentina estaba transitando uno de esos raros momentos de aceleración histórica. Desde que Perón resulta electo a principio de 1946, hasta que asume y recibe a los maloneros en agosto, mucha agua pasó bajo el puente. En su puja “antiyanqui” que lo había llevado a la presidencia con el lema de “Braden o Perón”, en la que Braden, el embajador norteamericano era presentado como sinónimo de la injerencia de USA en los asuntos nacionales, no venía nada mal mostrarse receptivo frente a los justos reclamos de un grupo de indígenas que en su miseria, encarnaban el despojo sufrido por Argentina debido a políticas entreguistas y antinacionales.
Sin embargo pasada la primera euforia revolucionaria en la que todo podía suceder, comienzan a asentarse los alcances de aquello que se entiende por “lo nacional”: quiénes podían merecer la nacionalidad y cuánto de los beneficios que su posesión implicaba el Estado estaba dispuesto a brindar. De allí surgen las inexplicables contradicciones en el accionar oficial con respecto a la apoteótica llegada del Malón y el posterior secuestro de la totalidad de los integrantes de la caravana.
Dado este panorama, para 1946 la mineral paciencia de los kollas creyó encontrar en el flamante gobierno de Perón, una coyuntura propicia para obtener resultados positivos. Innumerables fracasos de experiencias anteriores los habían aleccionado. Era necesario golpear las puertas de la arrogante Capital. Además, los ejemplos de pequeñas delegaciones que habían acabado ignoradas a las puertas de los despachos oficiales sin ser recibidos, o que cuando eran atendidas terminaban despedidas con engañosas promesas que invariablemente no se cumplían, les determinó a producir gestos simbólicamente fuertes para no regresar con las palabras huecas habituales, sino con los títulos de propiedad de sus comunidades. Para ello, tendrían que hacer algo que concitara la atención de la ciudadanía. En primer lugar, esto requería un contingente importante. Pero no era tarea sencilla para indios que subsistían en la miseria movilizar a un grupo numeroso. Se necesitaban recursos, planear una logística para sustentar a tanta gente en un viaje desde la puna a 4000 metros sobre el nivel del mar hasta la lejana Buenos Aires.
Los rostros de tierra se lanzan al camino
Los primeros grupos indígenas se ponen en movimiento el 15 de mayo saliendo de los departamentos de Cochinoca y Tumbayas en Jujuy. En los días sucesivos se agregan otras columnas procedentes de las localidades de Oran e Iruya en Salta, hasta sumar un contingente de 174 personas de edades diversas. En su mayoría los 65 salteños montaban caballos o mulas y el centenar de jujeños hicieron el viaje a pie, calzados con alpargatas o simples ushuntas (ojotas). Esta diferencia en los medios de transporte, obligaba a los jujeños que marchaban a pie, a partir horas antes de los jinetes que luego le daban alcance en el camino, arribando juntos al siguiente destino. En general, no poseían más ropa que la puesta.
“El Malón de la Paz” caminó 2000 kilómetros durante 81 días para salir de la invisibilidad a la que habían sido condenados por la historia. En pocos días bajaron a Jujuy, el 26 de mayo partieron de Salta, luego atravesaron Tucumán y Córdoba llegando a la ciudad de Rosario el 10 de julio. Para esa fecha, los kollas Valentín Zárate y José Nievas se adelantaron a la caravana para preparar el terreno en Buenos Aires. Denunciaron ante el Congreso Nacional los atropellos del régimen feudal al que estaban sometidos. El 12 de julio las portadas de los diarios de todo el arco político se hicieron eco de la denuncia.

El periódico oficialista La Época tituló: “Causa indignación la denuncia de los coyas acerca del régimen del feudo oligarca de Patrón Costas”. Por su parte, el semanario comunista La Hora prácticamente utilizó las mismas palabras para denunciar el hecho. En medio de la euforia popular ante los primeros actos y declaraciones del flamante gobierno, la prensa adicta no desaprovechará semejante oportunidad para atacar al antiguo aspirante a la presidencia y durante varios días continuará ampliando la denuncia. Las acusaciones del trato padecido por los indios causaron profunda conmoción en la Capital que se preparaba para recibir al Malón.
Más allá del tratamiento reivindicatorio, pintoresco o por momentos épico brindado por el periodismo, la marcha no fue un paseo o una visita turística. De hecho uno de los integrantes murió en la localidad santiagueña de Frías y a su paso por Córdoba dejaron internada una mujer y en San Pedro a ocho integrantes. Lo penoso de la marcha y las inclemencias de un tiempo cada vez más húmedo a diferencia de la sequedad de la puna hacían estragos en las articulaciones de los viajeros. Afrontando temporales y hasta granizo, con la única protección de sus ponchos, la caravana avanzó paso a paso “acercándose cada vez más a la palabra y el gesto fraternal del general Perón. Los tiempos han cambiado para la Patria. Ayer la explotación inicua. Hoy, la salvación y la reivindicación de una grandiosa obra revolucionaria”.
Además de numerosas banderas argentinas, cargaban dos imágenes religiosas adornadas con flores, una es San Jerónimo y la otra es la Virgen de Copacabana, patrona del altiplano. Por supuesto, también llevaron numerosas fotografías del general Perón. Cuando el Malón ingresó en la provincia de Buenos Aires, las recepciones fueron tan numerosas e importantes que su llegada a la Capital se demoró más de lo previsto debido a tales agasajos.

El 21 de julio se produjo una bienvenida apoteótica en la ciudad de Pergamino, verdadero corazón del granero argentino que abastecía al mundo. Allí miles y miles de personas se volcaron a las calles para recibirlos. Pero esta popularidad y sobre todo el peligroso ejemplo que estaban mostrando en una zona repleta de agricultores sin tierras sería contraproducente. El Malón exhibía el problema del avance del latifundio inescrupuloso en toda su crudeza. Inmediatamente otros agricultores “blancos” resolvieron encarar su reclamo de tierras de modo semejante: “Los campesinos de la zona decidieron organizar una marcha hacia Buenos Aires similar a las de los indígenas, con el objeto también de resolver su situación…”.
Aun mostrando simpatía por los kollas, ciertos artículos no dejaban de llamar la atención sobre la magnitud de la cuestión: “el problema de esta gente es el inmediato problema del criollo y subsidiariamente del extranjero ya que todos fincan su aspiración en la esperanza de conquistar con su trabajo un pedazo de tierra”. La oposición no podía desperdiciar semejante escenario de envergadura nacional. Por ejemplo, el Partido Comunista designó una delegación de su Comité Central para recibirlos. Además emitió un comunicado donde exigía “la expropiación y distribución de latifundios señalando que no es extraño que los campesinos de esta tierra hayan puesto también sus esperanzas en esta delegación”. Era un modelo demasiado visible y contagioso para tomarlo a la ligera. Quizás por eso mismo, un diario oficialista que seguía diariamente el recorrido del Malón, una semana antes de su arribo, deslizó curiosamente en su portada noticias alarmantes sobre un “Motín de indios en Bolivia”. Allí hacía referencia a los cruentos episodios suscitados a raíz del golpe de estado que en aquellos días había depuesto a Gualberto Villarroel. A los lectores les quedaba un sabor subliminal de asociaciones simples de kollas con indios, las provincias fronterizas de Salta y Jujuy con Bolivia, y las peticiones activas del Malón con el motín. Demasiado tendencioso para ser mera casualidad, máxime teniendo en cuenta que no se estaba produciendo ningún motín de indios sino otro de los tantísimos golpes de estado acaecidos en la sufrida Bolivia.
Próximos a Buenos Aires, en la localidad de Areco, además de la multitud que salió a recibirlos, también se hizo presente una delegación de mapuches encabezados por el lonko Jerónimo Maliqueo venidos de la Patagonia trayendo su solidaridad ante un reclamo que alcanzaba a todos los indios del país. Este abrazo entre indígenas del norte y del sur sumado al apoyo de los agricultores, demostraba hasta qué punto el Malón potenciado por la impresionante cobertura periodística, concitaba la atención de enormes sectores históricamente desposeídos.

Las comunidades estaban expectantes. Si les concedían las tierras a los kollas evidentemente los problemas similares del resto de los indígenas podrían alcanzar una resultado favorable. Esta simple ecuación a unos sectores llenaba de esperanza, otros comenzaban a alarmarse. El 30 de julio llegaron a Luján repitiéndose una recepción con miles de personas que los saludaron a su paso y donde el comisionado municipal los declaró huéspedes de honor. Además, el padre rector de la Basílica de la Virgen de Luján, patrona de Argentina, no sólo les dio la bienvenida, sino que también decidió alojarlos en el centro de peregrinos. A la mañana siguiente asistieron a una misa antes de emprender nuevamente el camino. Finalmente, el sábado 3 de agosto de 1946 en horas de la mañana ingresaron a la Capital Federal siendo recibidos por el Director de Protección al Aborigen.
Desde el barrio de Liniers, en el límite de la ciudad, hasta el centro demoraron horas en su avance, detenidos por vítores y gente que les ofrecía comida en demostración de afecto. También diversas asociaciones, como la Alianza Indoamericanista o el Club Provincianos Unidos, los agasajaron en plena Avenida Rivadavia. Al pasar por el Congreso Nacional una comisión de homenaje les salió al paso. Sin embargo horas antes, en la Cámara de Diputados había ocurrido un episodio que en medio de la algarabía general pasó desapercibido: un grupo de legisladores se había mostrado reacio a realizar el homenaje. En realidad se trataba del segundo toque de alerta, el primero como dije más atrás, fue el contagioso ejemplo del Malón entre los agricultores sin tierras y en el resto de las comunidades indias. Ajena a estos presagios, la gente se asomaba a los balcones de Avenida de Mayo vitoreándolos y numerosas delegaciones de escolares los saludaban con banderas argentinas. Era tanta la cantidad de público que se agolpó a su paso que debió cortarse el tránsito vehicular. Su llegada era percibida como un verdadero triunfo.
Buenos Aires no sólo era la ciudad más poblada y la que acopiaba la riqueza del país, también era la capital gobernada directamente por el poder político central. La alegría se reflejaba en los rostros de los recién llegados y en las caras que le daban la bienvenida. Quiérase o no, el Malón de la Paz había llegado a la Reina del Plata.
De pronto, nada: Los Indios Extranjeros
Como en un sueño después de 81 días de marcha, estaban en Plaza de Mayo. Rodearon a la Pirámide ubicada en el centro de la plaza y se pusieron de rodillas para rezar agradecidos de haber completado la difícil travesía. También entonaron el Himno Nacional. La presa consigna las lágrimas de emoción que asomaban en los rostros de los sufridos kollas. Frente a ellos estaba la Casa Rosada en cuyos balcones aguardaba el primer mandatario General Perón, el vicepresidente Dr. Quijano y miembros del poder ejecutivo. Era un momento festivo y los acompañaba mucha gente. Detrás de una pancarta que reza “Teniente Bertonasco Apóstol del Indio” se encuentra la esposa del militar y sus dos hijas vestidas de indiecitas. El público viva a los indios y al general Perón. Entre tanta algarabía el Malón improvisó un desfile al son de sus propios instrumentos musicales “de curioso aspecto” como erkes, charangos, sikus, quenas y bombos. Por fin llegaba el momento anhelado.

Una comitiva de kollas con Bertonasco a la cabeza ingresó a la Casa de Gobierno para entrevistarse con el Presidente. Una fotografía ilustra el apretón de manos entre ambos. Gran manejador de los códigos simbólicos, para esa ocasión, en lugar de vestir un traje civil, Perón utilizó su uniforme de General marcando la distancia jerárquica sobre el teniente Bertonasco que por colmo llevaba un poncho sobre su uniforme. En esa oportunidad le entregaron al Presidente un sobre lacrado con sus peticiones. Calzado con su carismática sonrisa, y sin necesidad de leer ningún sobre, Perón les respondió “que contaban desde ahora con su apoyo y que concedería lo que solicitaban los indios coyas” .
El periodismo adicto al peronismo se hizo eco de las palabras del líder y estalló en titulares esperanzadores: “A los Coyas de la patria: Salud!” asegurando que los indios han venido a “reivindicar sus milenarios derechos de auténticos señores del suelo americano, de pedir justicia que no es pedir favores, sus títulos son indiscutibles”. Los denominaron “huéspedes de la justicia social” y les facilitaron el alojamiento. Aquí vale la pena prestar atención sobre otro dato crucial que ya en aquel entonces, un redactor anónimo acertó en calificar como “inaudita paradoja”. El aposento destinado por el gobierno para albergar a los maloneros curiosamente fue el “Hotel de los Inmigrantes”. Dicho edificio ubicado en el puerto, era el sitio donde forzosamente las autoridades de migración internaban a los extranjeros que desembarcaban de Europa, de ahí su denominación. Allí, en el tercer piso junto con inmigrantes ucranianos, fueron alojados los kollas argentinos, en una paradójica demostración de la naturalización de la extranjería de los indígenas nacionales.

Potenciando esta situación esquizoide, al caer la tarde de aquella primera jornada en Buenos Aires, el Presidente Perón visitó a los kollas alojados en el Hotel acompañado por el Ministro de Relaciones Exteriores. Es decir, el Canciller fue a visitar a los indígenas argentinos internados en el Hotel de los Inmigrantes. ¡Algo increíble! El 6 de agosto, el semanario socialista La Vanguardia, metió el dedo en la llaga al mostrar otra percepción del asunto. Planteó una pregunta obvia: si el gobierno les va a otorgar lo que por justicia merecen “no se entiende por qué se les ha hecho hacer un viaje a pie… sacan del pobre cuero indio su buena lonja para la propaganda y los hacen recalar en Buenos Aires para que impetren al Magnánimo (Perón), lo que indudablemente les corresponde por derecho”. Pero ni aún la certera ironía de ese artículo imaginaba el desenlace.
Exceptuando contadas voces disidentes, durante esos días iniciales, las portadas y titulares de la prensa (sobre todo oficialista) anticipaban una solución favorable. En los diarios de aquellas jornadas, parecía inminente que en cualquier momento se montaría un gran acto público para entregarles la tierra, demostrando los alcances de la justicia peronista. Los periódicos hicieron hincapié en el asombro de los indios al viajar en tren subterráneo, o de su visita a la vecina ciudad de La Plata. También los llevaron a recorrer emisoras de radio donde alguno de los maloneros participan en programas en vivo. Sin embargo, paulatinamente dejaron de ocupar las portadas y cuando los mencionaban en páginas interiores, era por triviales notas de color.
De ese modo, la protesta kolla por sus tierras aparece en revistas de la farándula como Sintonía, Antena o Radiolandia e incluso, en la sección “Deportes”. Por ejemplo, el día 15 de agosto, gente del gobierno, utilizando a los kollas, organizó dos equipos de fútbol. Uno con salteños y otro con jujeños que disputaron frente a 40.000 espectadores, el partido preliminar antes del clásico choque River-Boca. Ese burlesco sarcasmo ensayado a su costa, fue su última aparición pública. A partir de ese momento entraron en un cono de sombras. Era indudable que las tratativas se habían estancado.
A Perón no lo habían vuelto a ver y los indios para su sorpresa se encontraban militarizados dentro del Hotel de Inmigrantes. Cualquier referencia al Malón desapareció de la prensa partidaria o adicta que no volvería a mencionarlos hasta el aciago final. Ese estado de cosas fue claramente advertido por la oposición que no dejó pasar la oportunidad. El 20 de agosto el semanario socialista La Vanguardia tituló: “Bueno ¿y qué hacemos con los coyas?” El mismo día los comunistas en la portada de La Hora publican: “De pronto nada. El más absoluto silencio en torno a los collas y sus reclamos de tierra. Nada sobre sus pedidos, sobre su regreso. ¿Qué pasa con los collas? ¿Tendrán las tierras reclamadas?” Innumerables son las preguntas que quedaron flotando aquellas últimas jornadas.
Los indios permanecían confinados e incomunicados, incluso se le había prohibido a Bertonasco visitarlos. Un mal presagio anunciaba un final muy diferente al recibimiento con bombos y platillos. El 28 de agosto el gobierno acabó con la farsa. Mientras Perón se hacía el desentendido, el general Filomeno Velazco, quien se desempeñaba como titular de la Policía Federal y Jefe de la Alianza Libertadora Nacionalista de franca tendencia filonazi, ordenó mandarlos de vuelta a casa. La situación dentro del Hotel no podía ser más tensa. Los kollas estaban confinados: nadie podía salir ni entrar y estaban sujetos a la autoridad militar violando los preceptos constitucionales de libre transito y permanencia.
Finalmente en la madrugada de aquel jueves 29 de agosto, cientos de soldados de la marina de guerra y hasta una brigada de lanzagases de la policía rodearon el Hotel. Sin intimación previa, las tropas irrumpieron dentro de las habitaciones. Los kollas se resistieron como pudieron, todos exigían la concurrencia de Perón. Paradójicamente los militares replicaban que estaban actuando “por orden de la Presidencia”. Utilizando la violencia, los efectivos de la Policía Federal, juntamente con bomberos y tropas de marinería ganaron la batalla y consiguieron desalojarlos. Los embarcaron en una serie de vagones que habían estacionado sigilosamente en una vía secundaria en las inmediaciones del Hotel ubicado en la zona del puerto. Los kollas regresaron con custodia armada para que no pudiesen descender antes de su lejano destino.

Este particular secuestro, dará origen entre los kollas al neolismo “envagonar” para referirse a esta situación. Es decir, ser metido en el vagón. El 30 de agosto el diputado Dionisio Viviano (electo por el departamento de Choquinoca) interpuso un Habeas Corpus para suspender el traslado, pero la Corte Suprema lo rechazó. Junto con Bertonasco, solicitó una audiencia urgente con Perón. De pronto nadie sabía qué funcionario u organismo había emitido la orden de expulsión. Es ridículo imaginar que las tropas de la marina, de la policía, el convoy ferroviario, la custodia dentro de los vagones, hubiesen actuando todas por su cuenta y a gusto y piaccere. Nadie era responsable de lo ocurrido, pero ninguna autoridad movió un dedo para revertir la situación.
Hubo pedidos de informes, denuncias en la justicia y ficciones varias al gusto argentino. Por ejemplo, el gobierno designó no una, sino tres comisiones investigadores pertenecientes a los poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo para esclarecer lo ocurrido. Obviamente como es tradicional en nuestro medio, garantizaban con su inoperancia que el expediente se momificase en un cajón.
(Fragmento de : “Invisibilidad, desmemoria y resistencia. La irrupción del Malón de la Paz de 1946.” XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia, Facultad de Humanidades y Centro Regional Universitario Bariloche. Universidad Nacional del Comahue, San Carlos de Bariloche, de Marcelo Valko, 2009)
Marcelo Valko es autor -entre otros tantos libros- de “Los indios invisibles del Malón de la Paz”, editado por Sudestada, y del prólogo y notas del recientemente publicado por la Biblioteca Nacional “Los diarios del Malón de la Paz“.


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16 de junio de 1955: Esa maldita costumbre de matar, por Leónidas Ceruti

El mes de junio de 1955, no fue un mes cualquiera durante el segundo gobierno del Gral. Juan Domingo Perón. El día 11, la Iglesia Católica realizó la procesión de Corpus Christi, que excedió lo religioso y se produjo una movilización opositora que reunió 250.000 manifestantes, desplazándose desde la zona de la Catedral a la zona del Congreso Nacional.
Las crónicas reseñan que los activistas dañaron placas conmemorativas a la figura de Eva Perón e izaron la bandera del Vaticano en lugar de la bandera argentina en el mástil del Congreso. El conflicto se agudizó cuando se conoció que durante la procesión se había quemado una bandera argentina y al publicarse en los diarios la fotografía de Perón y Borlenghi mirando los restos de la misma.
El 16 el gobierno había organizado un acto de desagravio a la bandera nacional. El ministro de Aeronáutica, Brigadier Mayor Juan Ignacio de San Martín, dispuso que la aviación testimonie su adhesión al presidente de la República, desagraviando a la vez la memoria del general José de San Martín. Para esto decidió que una formación de aviones sobrevuele la Catedral de Buenos Aires, donde descansan los restos del Libertador. El anuncio del desfile reunió en Plaza de Mayo a un numeroso público. Se trataba de un acto cívico-militar en solidaridad con el gobierno frente a los embates de la oposición.
Pero durante esa jornada, al mediodía se produciría el bombardeo, conocido como la Masacre de Plaza de Mayo. Ese día un grupo de militares y civiles opuestos al gobierno del presidente Perón, intentó asesinarlo y llevar adelante un golpe de estado y, si bien fracasaron en su propósito, durante el mismo varios escuadrones de aviones pertenecientes a la Aviación Naval, bombardearon y ametrallaron la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, el edificio de la Confederación General del Trabajo y el edificio que en aquella época servía como residencia presidencial.Causaron la muerte de 700 personas y más de 2000 heridos.
Los relatos de la época comentan que:
“A las 12.40, la escuadra de treinta y cuatro aviones de la Marina de Guerra argentina que había estado sobrevolando la ciudad desde hacía bastante tiempo (22 North American AT-6, 5 Beechcraft AT-11, 3 hidroaviones de patrulla y rescate Catalina), iniciaron sus bombardeos y ametrallamientos al área de la Plaza de Mayo.”
“El capitán de fragata Néstor Noriega, de 39 años de edad, esperaba que el cielo se despejara, la escuadrilla formaba escalonada hacia arriba. A las 12,40 Noriega al mando de su Beechcraft descarga una bomba de 100 kilos que cae sobre la sede presidencial; a continuación los North American al mando del capitán de corbeta Santiago Sabarots descargan bombas de 50 kilos cada uno. La sorpresa del ataque hizo que el mismo cayera sobre la población, que realizaba sus actividades normales debido a que era un día hábil.”
“Entre las primeras víctimas se contaron los ocupantes de los vehículos de transporte público de pasajeros. Un trolebús repleto recibió una bomba de lleno, muriendo todos sus ocupantes.”
“La Plaza de Mayo era un incendio, quienes salían de las bocas del subte se encontraron con la nube de pólvora, los aviones rasantes sobre el casco porteño, la gritería, la desesperación, la gente intentando esconderse como podía, heridos, muertos, mutilados. Los aviones lanzaron sus bolas de fuego y muerte contra los trabajadores que se desplazaban hacia sus tareas, o bien transeúntes distraídos que recorrían ese lugar histórico, mientras se escondían como podían ante la sorpresiva y violenta lluvia de bombas y metrallas”.
Esa mañana fue el bautismo de fuego de los aviones de la aeronáutica contra el pueblo. Los aviadores arrojaron nueve toneladas y media de explosivos, según algunas fuentes, otras, catorce toneladas sobre la población civil inerme.
Perón se había retirado al Ministerio de Guerra ubicado a 200 metros de la Casa Rosada por lo cual no estaba en ella al comenzar los ataques aéreos y el intento de asalto por fuerzas de tierra.
Después de la primera hora de bombardeo los gremios empezaron a convocar a los obreros para organizar una Marcha de Resistencia a la Plaza de Mayo en defensa de Perón. Una bomba cayó sobre la convocatoria a las 13.30 y mató a Armando Fernández, de la Asociación de Trabajadores Jaboneros, Perfumistas y Afines.
Mientras se acentuaban los tiroteos en el centro porteño, se ordenó a la Base Militar de la Fuerza Aérea en Morón el despegue de interceptores a reacción. Los pilotos se encontraban entonces en acaloradas discusiones sobre si debían adherirse o no al movimiento de los sublevados. Rápidamente se hizo al aire una escuadrilla de cuatro Gloster Meteor leales al gobierno. Si bien no pudieron llegar a tiempo para impedir el bombardeo, lograron interceptar una escuadrilla naval rebelde que se retiraba de la zona. El combate se produjo a baja altura sobre el Aeroparque Metropolitano Jorge Newbery y el Río de la Plata.
La Base Aérea de Morón caería entonces por poco tiempo en manos rebeldes, con lo que estos pudieron hacerse con 4 Meteors. Los hicieron despegar para continuar ametrallando la zona de Plaza de Mayo en apoyo a los rebeldes emplazados en la zona del Ministerio de Marina, extendiendo sus acciones hasta las 17.20. Al no contar con bombas uno de estos aviadores empleó su tanque de combustible como si fuese una bomba de napalm, que cayó sobre los automóviles que se encontraban en el estacionamiento de la Casa de Gobierno.
Ante el fracaso del combate en tierra y luego de ser derribados dos aviones por las baterías antiaéreas montadas en la zona, los aviadores rebeldes recibieron la orden de escapar al territorio uruguayo, pidiendo asilo. De los treinta aviones que huían, algunos aparatos no llegaron a aterrizar en el territorio uruguayo por el excesivo consumo de combustible invertido en los ametrallamientos, por lo que sus pilotos debieron descender forzosamente al Río de la Plata o en campos de la zona de Carmelo.
El pueblo salió a la calle enardecido, solicitando armas al presidente. En un mensaje radial emitido por el General Perón afirmó que “la situación está totalmente dominada. El Ministerio de Marina, donde estaba el comando revolucionario, se ha entregado y está ocupado, y los culpables, detenidos”, e instó a la población: “nosotros, como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión, sino por la reflexión”.
Se había perpetrado uno de los hechos más cobardes y criminales de militares y civiles de la historia de nuestro país.
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“Sin archivos no hay derechos”: la advertencia de Andrés Pak Linares ante el vaciamiento de la memoria estatal

El archivista y presidente de AFPA (Archivistas de la Función Pública Argentina) Andrés Pak Linares, advierte sobre los riesgos que corren los archivos públicos en un contexto de desfinanciamiento, desmantelamiento institucional y políticas que apelan a la desmemoria. Desde el Archivo General de la Nación hasta los organismos más pequeños del país, Pak Linares plantea que sin una política estatal sólida en materia archivística no solo se pierde historia: también se atenta contra la eficiencia del Estado y, sobre todo, contra el ejercicio pleno de los derechos individuales y colectivos. En diálogo con LCV, insiste en la necesidad de una política de archivos que trascienda gobiernos y coyunturas ideológicas, tal como sucede en otros países de la región.
LCV: ¿Cuáles son los riesgos que corren los archivos? Sobre todo en este momento, con este tipo de gobierno que apela a la destrucción y la desmemoria.
Andrés Pak Linares: “Bueno, nosotros desde AFPA , advertimos en un comunicado en abril de 2023 que todo estaba en peligro. Tristemente se fue cumpliendo esta visión que nosotros teníamos. Y lo vemos —para decirlo de una forma que se entienda, digamos— detrás de cada institución que se cierra o detrás de cada programa que se descontinúa, hay un archivo. Hay un archivo que recoge los documentos que dan cuenta de lo que hizo ese feminismo, de lo que hizo ese programa, ese funcionario”.
LCV: Ese funcionario también, por supuesto.
Andrés Pak Linares: “Claro, porque los archivos son los lugares donde se puso la documentación que refleja el accionar de las instituciones. Hay una trazabilidad de la historia que indica en qué gobiernos se cuidó más la memoria, en cuáles se cuidó más la cuestión archivística, se le dio visibilidad, se le dio formación a la gente.”
LCV: Recuerdo, desde que tengo uso de razón —y sobre todo desde que soy periodista— haber ingresado, y salvo los de la Biblioteca Mariano Moreno y algunos otros que son buenos en sí mismos, pero recuerdo el ingente trabajo de los archivistas para protegerlos del polvo, de los ácaros, de un montón de situaciones en donde uno dice: “Pará, eh, esto sin ir a otras cosas, como por ejemplo los fílmicos y los discos, que vos recordarás en la época del presidente Menem, por ejemplo, los archivos de Radio Nacional se tiraron todos a los containers de basura”.
Andrés Pak Linares: “No es fácil ponernos a hacer cuentas de lo que se ganó y lo que se perdió en los últimos años —a decir, no sé, 40 años—, hay muchos hitos, ¿no? Pero yo empezaría por acá: lo que nosotros planteamos desde AFPA es que lo que falta es una política estatal en materia de archivos. Política estatal, no gubernamental. Después podemos encontrar en los distintos gobiernos algunas acciones positivas, algunas negativas. Querríamos trascender eso a favor de la discusión por una política estatal, que es la responsabilidad estatal de la memoria. Y más que de la memoria, yo diría de archivos. Tenemos otra discusión. Las políticas de memoria útiles, buenas, que nosotros acompañamos y demás, tienen una correlación con las políticas de archivo. Si yo quiero una política de memoria eficiente, necesito una política de archivos eficiente. En ese sentido, y para nombrar hitos venturosos, entre el 2010 y el 2020 funcionó un programa de capacitación por el que pasaron más de 3000 agentes, más de 100 organismos públicos. Discontinuado. En los 90s, por ejemplo —para hablar de distintos gobiernos— durante el proceso de privatizaciones, y por el denodado esfuerzo de trabajadoras y trabajadores del Archivo General de la Nación y de otros archivos, bueno, el Archivo General de la Nación duplicó su patrimonio. Rescatando fondos de organismos privatizados.
LCV: ¿Cuáles serían las deudas de la democracia con la política de archivos?
Andrés Pak Linares: Lo que no tenemos del 83 para acá —para hablar de las deudas- es una actualización normativa, un reconocimiento de la profesión. Reconocimiento que tiene que, además de ver sueldos, verse en estructuras, verse en funcionalidad de los archivos. Entonces, más allá de señalar si este gobierno hizo esto, este gobierno hizo lo otro… nosotros vemos que hay una línea, por así decir, que no termina de instalar una política sólida.
LCV: ¿Cómo ves la política actual en ese sentido?
Estamos viviendo un denodado ataque a toda la estatalidad o a todas las —digamos— funcionalidades estatales, ¿no? Y en ese sentido no hay mucho para destruir. Está todo en peligro. Hay un peligro total, en todos los estamentos.”
LCV: Hay mucho para hablar, te digo, hay mucho para hablar y muy poco tiempo, porque yo te voy a pedir que en un minuto me definas la importancia que tiene —en un país— para su crecimiento intelectual, histórico, político y social, el tener los archivos y poder acceder a ese pasado nuestro que yo entiendo siempre enseña. Bien, en un minuto nada más.
Andrés Pak Linares: “Perfecto. Lo que nosotros planteamos —y esto quizás lo explique bien— es que los archivos tienen una triple función social. Una, la de preservar documentos que puedan oficiar de fuentes para el conocimiento del pasado. Otra, para la eficiencia administrativa. Y acá ya empezamos a abrir el juego: si yo quiero un Estado eficiente, más allá de la ideología o más allá de la dirección política que le dé, necesito archivos adecuados. Y una tercera, que dejo para el final y no es la menos importante: los archivos son el soporte documental para el ejercicio de derechos individuales y colectivos”.
LCV: “Totalmente”.
Andrés Pak Linares: “Entonces, si yo no implemento una política de archivo o directamente ataco la funcionalidad o servicios de archivos, estoy atacando directa o indirectamente —pero más directa que indirectamente— la posibilidad del ejercicio de derechos individuales y colectivos. Para poner un ejemplo de países vecinos: Brasil, hasta hace poco, tenía una política estatal en materia de archivos. Cambiaban los gobiernos —se iba Collor de Mello, venía Lula—, el director del Archivo Nacional de Brasil era el mismo. La CONARC, el Consejo Nacional de Archivo, era el mismo, seguía funcionando. A eso llamamos política estatal.
LCV: “Exactamente”.
Andrés Pak Linares: “Que trascienda las coyunturas. Que trasciendan las coyunturas y las ideologías”.
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Raúl Godoy, trabajador de la fábrica recuperada Zanon: “Nos están asfixiando”.

En un país donde las estadísticas borran a quienes resisten por fuera del mercado, el trabajador y dirigente ceramista, ex diputado del Frente de Izquierda, Raúl Godoy, levanta la voz desde el corazón de una experiencia que desafía las reglas del capitalismo hace casi 25 años. Zanon, la fábrica de cerámicos de Neuquén gestionada por sus trabajadores desde 2001, enfrenta hoy un escenario crítico: tarifas impagables, falta de crédito, desindustrialización y un Estado que nunca apostó por las gestiones obreras.
El viernes 13 de junio a las 17:30 hs en el Auditorio de ATE Nacional “Héctor Quagliaro”, ubicado en Moreno 2654, CABA, convocan a una reunión de solidaridad. En defensa de las gestiones obreras de Neuquén: Zanon, Ceramica Neuquen y Stefani de Cutral Co.
“El gobierno provincial con el uso de las fuerzas represivas: corto la luz y el gas a las cooperativas en plenos fríos. Paralizando asi toda la producción por lo tanto el sustento de cientos de familias. En la provincia de Vaca Muerta que provee energía a un tercio del país cortan los servicios a cooperativas de trabajo. Los trabajadores con un amplio apoyo de la comunidad vienen realizando manifestaciones en Neuquen, pero necesitan hacer visible esta situación a nivel nacional”, explicaron en un comunicado.
De paso por Buenos Aires para impulsar esa reunión de solidaridad y visibilización, Godoy analiza el presente de la cooperativa, recuerda el rol de los gobiernos que prometieron y no cumplieron, y apunta contra un modelo económico que prioriza a las multinacionales mientras deja caer a quienes producen sin patrón. “Lo que es verdaderamente utópico —advierte— es pensar que se puede sostener una cooperativa en medio de este capitalismo destructivo.”
LCV: ¿Dónde estás vos en este momento?
Raúl Godoy: Ahora, en estos momentos estoy en Buenos Aires. Estamos organizando una reunión para este viernes. Fue el pedido de los compañeros, se discutió en asamblea, para poder hacer visible nuestra lucha. Como bien decías al inicio, desde Neuquén siempre hay mucho silencio. Estamos en la Patagonia, lejos del centro político, por lo tanto, para hacer visible una lucha hay que venir hasta Buenos Aires. Entonces, bueno, acá preparando el terreno para poder hacer esta reunión de solidaridad y poder votar un plan de acción.
LCV: Contanos cuál es la situación que están viviendo en este momento en Neuquén.
Raúl Godoy: Claro. Las gestiones obreras, Zanon principalmente, pero después también Cerámica Neuquén, Stefani, y todos, somos parte de la lucha del 2001 en la Argentina, de ese momento donde surgieron y se multiplicaron las asambleas barriales, las ocupaciones de fábricas, gestiones obreras, cooperativas, etc. La gente se recordará lugares emblemáticos como el Bahuen, como Brukman. Fueron más de 250 fábricas y empresas que fueron ocupadas y puestas a producir frente al abandono de la patronal. Frente al cierre masivo de lugares de trabajo, mucha gente ocupó esos lugares y los puso a funcionar. Uno de los casos más emblemáticos fue el de Zanon, que venimos hace muchos años, ¿no? Ya el año que viene cumplimos 25 años, desde que se ocupó la fábrica y se puso a producir.
Bueno, estos años han sido de resistencia, de mucho trabajo. Al inicio, cuando empezó nuestro trabajo, tuvimos un momento donde las maquinarias estaban en buenas condiciones, veníamos con un cierto empuje, y logramos que las fábricas funcionaran, que ingresaran más compañeros y compañeras desocupadas a trabajar. Construimos una escuela, construimos un centro de salud, trabajamos muchísimo con la comunidad. Ahora, con el pasar de los años, los ajustes, una política peor que la otra, nos fueron asfixiando. No nos dieron jamás un acceso a crédito para renovar maquinaria. Entonces es como tener un taxi con un Ford Line, con un Torino, digamos. Es muy difícil seguir manteniendo una producción con fábricas que tienen más de 30 años de antigüedad. Han pasado los gobiernos, nunca accedimos, y ahora nos están apretando con los cuadros tarifarios. Con la política de Milei, de darle prioridad a las empresas multinacionales, nos vinieron a apretar. Y bueno, la parte más delgada de una economía son las cooperativas. No tienen espalda.
LCV: Respecto de la energía, escuchaba algo que tenía que ver con que si en la zona fría, que son ustedes, claro, tienen más de un medidor, significa que un medidor lo están usando de lujo. ¿No es posible que una cooperativa tenga dos medidores?
Raúl Godoy: Mirá, es incluso más complejo. Con las privatizaciones de los 90, que hizo el gobierno de Menem, quedó un desastre. Tenés una empresa que es la transportadora de gas, que es Camuzzi, una multinacional francesa que tiene el monopolio del transporte de gas. Pero además, tenés que contratar otra empresa que sea la proveedora. Ahí tenés una multitud de empresas, una peor que la otra, que especulan, la mayoría son multinacionales. En un momento tenía YPF la concesión, nos daba el gas, pero se retiró por zonas. Para que la gente se dé una idea de lo que estamos hablando, la boleta de gas es de 30 millones de pesos por mes.
LCV: ¿Y lo que gastás en sueldos para una cooperativa?
Raúl Godoy: Tenemos un sueldo básico, porque depende de la venta. En realidad, todos los primeros años de Zanon, los primeros 15 años, te diría, estábamos por encima, lejos, de lo que es el convenio ceramista en general. Siempre pudimos acceder, mientras la cooperativa funcionaba bien, a buenos sueldos. Cuando se empezó a deteriorar la economía, los sueldos los votamos en asamblea.
LCV: Entiendo. Pero lo que quería era que mi oyente entienda: 30 millones en gasto de gas y sueldos de cuánto.
Raúl Godoy: Estamos entre 300 y 400 mil pesos.
LCV: Me lo contabas de tal manera que pensé que me ibas a decir dos millones y medio. 400 mil pesos es una jubilación mínima.
Raúl Godoy: Exactamente. Por ahí si tenés una venta mayor se mejora y si no, no. No es estable. Al haberse caído tanto la producción y la economía en la cooperativa, se cobra lo que se puede. No todos los meses es igual.
LCV: En algún momento, ¿Zanon exportó?
Raúl Godoy: Sí, Zanón llegó a exportar, pero con mucho obstáculo. Hay mucha competencia. Había otras empresas que importaban directamente cerámicos más baratos, de menor calidad, y teníamos que competir. Las cooperativas, para nosotros, en última instancia, son lugares de resistencia. Mantenemos las fábricas abiertas. Pero debería ser un lugar de crecimiento, no de resistencia. Pero en un mercado capitalista absolutamente destructivo, no te dejan jamás.
De hecho, ningún gobierno nos permitió tener acceso a crédito para renovar maquinaria. Desde 2001 para acá, ninguno. Este gobierno menos. Este viene a liquidarte. Los anteriores te ponían un respirador. Este te lo quita y dice: “Si soportás, bien”.
Mirá, siempre cuento la anécdota: muchos estudiantes iban a Zanón a solidarizarse, estudiantes de economía, ingenieros. Uno de ellos era Axel Kicillof. Después llegó a ser ministro de Economía. Nunca pudimos acceder a un crédito, ni siquiera con él. Le vimos las caras a todos. Soluciones, a ninguno.
LCV: Le estoy preguntando esto a toda persona que fabrica algo. Con las importaciones abiertas, sin control, también se han abierto los controles de calidad y salubridad. ¿La cerámica tiene ese problema?
Raúl Godoy: Totalmente. Por ejemplo, Zanón fue la primera fábrica en Latinoamérica en fabricar porcelanato pulido. Con las importaciones empezaron a traer porcelanato chino, malísimo.
LCV: ¡Es el que se quiebra!
Raúl Godoy: Exactamente. Me alegra que lo digas vos, porque si lo digo yo parece parte interesada. Pero es verdad. Traían cerámicos malos, más baratos. La gente, con necesidad, compraba cualquier cosa. Imaginate planes de vivienda o empresas que hacen edificios: ponían lo más barato.
LCV: En los planes de vivienda del peronismo, las casas de obreros eran de materiales de calidad. Hoy el Estado te pone material barato. También hay una mirada política en eso.
Raúl Godoy: Sí, hay una decadencia generalizada. En Neuquén, que tiene mucha renta petrolera, ya no hay planes de vivienda. O están terciarizados. Nosotros planteamos que se estatizara la fábrica y, con control estatal, dedicar nuestra producción a viviendas. El gobierno proveía materia prima, maquinaria. Nosotros laburábamos. Gestión obrera. Ese fue el proyecto. No llegamos. Nadie quiso.
LCV: Nadie. Ni los más peronistas, ni los más socialistas.
Raúl Godoy: Logramos la cooperativa, sostuvimos el equipo, la fábrica abierta, trabajamos con la comunidad. Pero ese proyecto más amplio no se concretó.
LCV: Del 2001 al 2005 hubo una especie de “moda Zanon”. ¿Qué opinás de esos enamoramientos fugaces de la cultura “woke” que luego los abandonan?
Raúl Godoy: Yo creo que el título sería: No me arrepiento de este amor. Lo que hicimos en Zanon fue impresionante. Hasta 2009, cuando llegó la crisis de Lehman Brothers, tuvimos un golpe fuerte. Se encareció la energía, tuvimos que apagar un horno.
LCV: ¿Quién era el ministro de Economía?
Raúl Godoy: No me acuerdo. Pero fue un golpe. Afectó a toda la economía. Pero lo importante es que Zanon fue una gran prueba de cómo los trabajadores podemos gestionar. Se creó una escuela, se trabajó con pueblos originarios. Acá, siempre que hay crisis, los patrones dicen “cierro”. Pero ahora saben que los trabajadores pueden ocupar la fábrica. Eso quedó. Eso está en la conciencia de miles. Y también en la de los patrones.
Hay una empresa, Madigraf, que era de un fondo buitre. Amenazaban con cerrar. Los compañeros grabaron un video con un fantasma que decía “Zanon” en el pecho. Terminó siendo cierto. Ocupada y puesta a producir. Hoy es cooperativa. Produce en el parque industrial de Pilar. Frente a Ford, con 5.000 obreros.
LCV: El tiempo está a favor de los pequeños.
Raúl Godoy: Esperemos. Ninguna lucha fue en vano. Lo que sí es utópico es tener una cooperativa y pensar que, en este capitalismo destructivo, vamos a prosperar. Eso sí es utópico. Pero pensar en un país cooperativo, más grande, es lo único que nos puede salvar de esta barbarie.


16 de junio de 1955: Esa maldita costumbre de matar, por Leónidas Ceruti

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