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La irrupción del Malón de la Paz de 1946, por Marcelo Valko *

En 1946 un grupo de 174 indios koyas de comunidades ubicadas en Salta y Jujuy, que padecían condiciones de explotación extrema, donde estaban pagando arriendo hasta por los cementerios donde estaban enterrados sus ancestros decidieron “bajar” desde el lejano norte del país fronterizo con Bolivia, hasta Buenos Aires. En principio, pedirían la restitución de sus tierras usurpadas por hacendados que tenían a la orden del día el látigo, el cepo, la ley del capataz, jornales arbitrarios, el pago en vales y hasta impunes abusos sexuales como derecho de pernada. El avance del latifundio sobre las pequeñas parcelas comunitarias, como si se tratase de una insólita reforma agraria en sentido inverso, no hizo más que acentuar un problema latente que las autoridades invariablemente preferían postergar in eternum. Pero el conflicto estaba allí y comenzó a corporizarse.

Aprovechado las nuevas condiciones sociopolíticas que se abrían con la elección de Juan Perón, decidieron llevar su reclamo hasta la lejana Plaza de Mayo. Perón había sido electo presidente en febrero de 1946 y pronto, el 4 de junio asumiría como la primera magistratura. Los kollas estaban persuadidos que, cuando se enterara de las infinitas vejaciones que resistían desde tiempos inmemoriales, no sólo los comprendería, sino que pondría remedio a tales atropellos. Después de todo, y pese a su condición de indios, también eran argentinos y acreedores de la Justicia Social que proclamaba el candidato electo.

Hasta aquel entonces, los reclamos de las comunidades originarias que llegaban a la Capital Federal, eran motorizados por dos o tres indígenas. Por una cuestión de costos, las comunidades apenas podían sostener el viaje y estadía de pocas personas. De más está decir que se trataba de viajes y resultados invisibles. En cambio en ese momento, se pensó en otro tipo de estrategia. Debían realizar una marcha masiva que llamará la atención del país mostrando claramente sus padecimientos. Necesitaban salir a la luz. De una amplia región de la puna de Jujuy y de la yunga salteña se eligen los delegados y se conforma un enrome grupo de 174 kollas. Algo nunca visto hasta ese entonces. Son tantos, que comienzan a llamarse “Malón”.

Conviene aclarar su significado. Malón es una denominación peyorativa y alude al grupo de indios que atacaban las ciudades y que saqueaban sus riquezas durante los siglos XVIII y XIX. Concientes de tal situación, se van a autodenominar “Malón de la Paz”. El agregado de la palabra “paz” otorgaba un toque semántico tranquilizador atenuando el plusvalor negativo y salvaje del Malón.

En el transcurso del trabajo, veremos como estos kollas más que producir “temor” generaron una profunda compasión entre los argentinos. Indudablemente el Malón fue influenciado por la ola indigenista que sacudía al mundo andino y de la que Perón había tomado debida nota, dado que tenía un ambicioso plan para proyectar políticamente a la Argentina sobre Hispanoamérica. Atento a la marcha que se estaba gestando, Perón envió un hombre de su total confianza para que avanzará con los kollas, colaborará con el viaje a pie, sirviera de vocero de los kollas, y de paso, los mantuviera monitoreados, me refiero al teniente retirado del ejército de la rama de ingenieros Mario Augusto Bertonasco.

El gobierno electo, amante de los golpes de efecto, quería mostrar al montarse en la caravana kolla, los alcances y soluciones inmediatos de la nueva Justicia Social peronista. Argentina estaba transitando uno de esos raros momentos de aceleración histórica. Desde que Perón resulta electo a principio de 1946, hasta que asume y recibe a los maloneros en agosto, mucha agua pasó bajo el puente. En su puja “antiyanqui” que lo había llevado a la presidencia con el lema de “Braden o Perón”, en la que Braden, el embajador norteamericano era presentado como sinónimo de la injerencia de USA en los asuntos nacionales, no venía nada mal mostrarse receptivo frente a los justos reclamos de un grupo de indígenas que en su miseria, encarnaban el despojo sufrido por Argentina debido a políticas entreguistas y antinacionales.

Sin embargo pasada la primera euforia revolucionaria en la que todo podía suceder, comienzan a asentarse los alcances de aquello que se entiende por “lo nacional”: quiénes podían merecer la nacionalidad y cuánto de los beneficios que su posesión implicaba el Estado estaba dispuesto a brindar. De allí surgen las inexplicables contradicciones en el accionar oficial con respecto a la apoteótica llegada del Malón y el posterior secuestro de la totalidad de los integrantes de la caravana.

Dado este panorama, para 1946 la mineral paciencia de los kollas creyó encontrar en el flamante gobierno de Perón, una coyuntura propicia para obtener resultados positivos. Innumerables fracasos de experiencias anteriores los habían aleccionado. Era necesario golpear las puertas de la arrogante Capital. Además, los ejemplos de pequeñas delegaciones que habían acabado ignoradas a las puertas de los despachos oficiales sin ser recibidos, o que cuando eran atendidas terminaban despedidas con engañosas promesas que invariablemente no se cumplían, les determinó a producir gestos simbólicamente fuertes para no regresar con las palabras huecas habituales, sino con los títulos de propiedad de sus comunidades. Para ello, tendrían que hacer algo que concitara la atención de la ciudadanía. En primer lugar, esto requería un contingente importante. Pero no era tarea sencilla para indios que subsistían en la miseria movilizar a un grupo numeroso. Se necesitaban recursos, planear una logística para sustentar a tanta gente en un viaje desde la puna a 4000 metros sobre el nivel del mar hasta la lejana Buenos Aires.

Los rostros de tierra se lanzan al camino

Los primeros grupos indígenas se ponen en movimiento el 15 de mayo saliendo de los departamentos de Cochinoca y Tumbayas en Jujuy. En los días sucesivos se agregan otras columnas procedentes de las localidades de Oran e Iruya en Salta, hasta sumar un contingente de 174 personas de edades diversas. En su mayoría los 65 salteños montaban caballos o mulas y el centenar de jujeños hicieron el viaje a pie, calzados con alpargatas o simples ushuntas (ojotas). Esta diferencia en los medios de transporte, obligaba a los jujeños que marchaban a pie, a partir horas antes de los jinetes que luego le daban alcance en el camino, arribando juntos al siguiente destino. En general, no poseían más ropa que la puesta.

“El Malón de la Paz” caminó 2000 kilómetros durante 81 días para salir de la invisibilidad a la que habían sido condenados por la historia. En pocos días bajaron a Jujuy, el 26 de mayo partieron de Salta, luego atravesaron Tucumán y Córdoba llegando a la ciudad de Rosario el 10 de julio. Para esa fecha, los kollas Valentín Zárate y José Nievas se adelantaron a la caravana para preparar el terreno en Buenos Aires. Denunciaron ante el Congreso Nacional los atropellos del régimen feudal al que estaban sometidos. El 12 de julio las portadas de los diarios de todo el arco político se hicieron eco de la denuncia.

El periódico oficialista La Época tituló: “Causa indignación la denuncia de los coyas acerca del régimen del feudo oligarca de Patrón Costas”. Por su parte, el semanario comunista La Hora prácticamente utilizó las mismas palabras para denunciar el hecho. En medio de la euforia popular ante los primeros actos y declaraciones del flamante gobierno, la prensa adicta no desaprovechará semejante oportunidad para atacar al antiguo aspirante a la presidencia y durante varios días continuará ampliando la denuncia. Las acusaciones del trato padecido por los indios causaron profunda conmoción en la Capital que se preparaba para recibir al Malón.

Más allá del tratamiento reivindicatorio, pintoresco o por momentos épico brindado por el periodismo, la marcha no fue un paseo o una visita turística. De hecho uno de los integrantes murió en la localidad santiagueña de Frías y a su paso por Córdoba dejaron internada una mujer y en San Pedro a ocho integrantes. Lo penoso de la marcha y las inclemencias de un tiempo cada vez más húmedo a diferencia de la sequedad de la puna hacían estragos en las articulaciones de los viajeros. Afrontando temporales y hasta granizo, con la única protección de sus ponchos, la caravana avanzó paso a paso “acercándose cada vez más a la palabra y el gesto fraternal del general Perón. Los tiempos han cambiado para la Patria. Ayer la explotación inicua. Hoy, la salvación y la reivindicación de una grandiosa obra revolucionaria”.

Además de numerosas banderas argentinas, cargaban dos imágenes religiosas adornadas con flores, una es San Jerónimo y la otra es la Virgen de Copacabana, patrona del altiplano. Por supuesto, también llevaron numerosas fotografías del general Perón. Cuando el Malón ingresó en la provincia de Buenos Aires, las recepciones fueron tan numerosas e importantes que su llegada a la Capital se demoró más de lo previsto debido a tales agasajos.

El 21 de julio se produjo una bienvenida apoteótica en la ciudad de Pergamino, verdadero corazón del granero argentino que abastecía al mundo. Allí miles y miles de personas se volcaron a las calles para recibirlos. Pero esta popularidad y sobre todo el peligroso ejemplo que estaban mostrando en una zona repleta de agricultores sin tierras sería contraproducente. El Malón exhibía el problema del avance del latifundio inescrupuloso en toda su crudeza. Inmediatamente otros agricultores “blancos” resolvieron encarar su reclamo de tierras de modo semejante: “Los campesinos de la zona decidieron organizar una marcha hacia Buenos Aires similar a las de los indígenas, con el objeto también de resolver su situación…”.

Aun mostrando simpatía por los kollas, ciertos artículos no dejaban de llamar la atención sobre la magnitud de la cuestión: “el problema de esta gente es el inmediato problema del criollo y subsidiariamente del extranjero ya que todos fincan su aspiración en la esperanza de conquistar con su trabajo un pedazo de tierra”. La oposición no podía desperdiciar semejante escenario de envergadura nacional. Por ejemplo, el Partido Comunista designó una delegación de su Comité Central para recibirlos. Además emitió un comunicado donde exigía “la expropiación y distribución de latifundios señalando que no es extraño que los campesinos de esta tierra hayan puesto también sus esperanzas en esta delegación”. Era un modelo demasiado visible y contagioso para tomarlo a la ligera. Quizás por eso mismo, un diario oficialista que seguía diariamente el recorrido del Malón, una semana antes de su arribo, deslizó curiosamente en su portada noticias alarmantes sobre un “Motín de indios en Bolivia”. Allí hacía referencia a los cruentos episodios suscitados a raíz del golpe de estado que en aquellos días había depuesto a Gualberto Villarroel. A los lectores les quedaba un sabor subliminal de asociaciones simples de kollas con indios, las provincias fronterizas de Salta y Jujuy con Bolivia, y las peticiones activas del Malón con el motín. Demasiado tendencioso para ser mera casualidad, máxime teniendo en cuenta que no se estaba produciendo ningún motín de indios sino otro de los tantísimos golpes de estado acaecidos en la sufrida Bolivia.

Próximos a Buenos Aires, en la localidad de Areco, además de la multitud que salió a recibirlos, también se hizo presente una delegación de mapuches encabezados por el lonko Jerónimo Maliqueo venidos de la Patagonia trayendo su solidaridad ante un reclamo que alcanzaba a todos los indios del país. Este abrazo entre indígenas del norte y del sur sumado al apoyo de los agricultores, demostraba hasta qué punto el Malón potenciado por la impresionante cobertura periodística, concitaba la atención de enormes sectores históricamente desposeídos.

Las comunidades estaban expectantes. Si les concedían las tierras a los kollas evidentemente los problemas similares del resto de los indígenas podrían alcanzar una resultado favorable. Esta simple ecuación a unos sectores llenaba de esperanza, otros comenzaban a alarmarse. El 30 de julio llegaron a Luján repitiéndose una recepción con miles de personas que los saludaron a su paso y donde el comisionado municipal los declaró huéspedes de honor. Además, el padre rector de la Basílica de la Virgen de Luján, patrona de Argentina, no sólo les dio la bienvenida, sino que también decidió alojarlos en el centro de peregrinos. A la mañana siguiente asistieron a una misa antes de emprender nuevamente el camino. Finalmente, el sábado 3 de agosto de 1946 en horas de la mañana ingresaron a la Capital Federal siendo recibidos por el Director de Protección al Aborigen.

Desde el barrio de Liniers, en el límite de la ciudad, hasta el centro demoraron horas en su avance, detenidos por vítores y gente que les ofrecía comida en demostración de afecto. También diversas asociaciones, como la Alianza Indoamericanista o el Club Provincianos Unidos, los agasajaron en plena Avenida Rivadavia. Al pasar por el Congreso Nacional una comisión de homenaje les salió al paso. Sin embargo horas antes, en la Cámara de Diputados había ocurrido un episodio que en medio de la algarabía general pasó desapercibido: un grupo de legisladores se había mostrado reacio a realizar el homenaje. En realidad se trataba del segundo toque de alerta, el primero como dije más atrás, fue el contagioso ejemplo del Malón entre los agricultores sin tierras y en el resto de las comunidades indias. Ajena a estos presagios, la gente se asomaba a los balcones de Avenida de Mayo vitoreándolos y numerosas delegaciones de escolares los saludaban con banderas argentinas. Era tanta la cantidad de público que se agolpó a su paso que debió cortarse el tránsito vehicular. Su llegada era percibida como un verdadero triunfo.

Buenos Aires no sólo era la ciudad más poblada y la que acopiaba la riqueza del país, también era la capital gobernada directamente por el poder político central. La alegría se reflejaba en los rostros de los recién llegados y en las caras que le daban la bienvenida. Quiérase o no, el Malón de la Paz había llegado a la Reina del Plata.

De pronto, nada: Los Indios Extranjeros

Como en un sueño después de 81 días de marcha, estaban en Plaza de Mayo. Rodearon a la Pirámide ubicada en el centro de la plaza y se pusieron de rodillas para rezar agradecidos de haber completado la difícil travesía. También entonaron el Himno Nacional. La presa consigna las lágrimas de emoción que asomaban en los rostros de los sufridos kollas. Frente a ellos estaba la Casa Rosada en cuyos balcones aguardaba el primer mandatario General Perón, el vicepresidente Dr. Quijano y miembros del poder ejecutivo. Era un momento festivo y los acompañaba mucha gente. Detrás de una pancarta que reza “Teniente Bertonasco Apóstol del Indio” se encuentra la esposa del militar y sus dos hijas vestidas de indiecitas. El público viva a los indios y al general Perón. Entre tanta algarabía el Malón improvisó un desfile al son de sus propios instrumentos musicales “de curioso aspecto” como erkes, charangos, sikus, quenas y bombos. Por fin llegaba el momento anhelado.

Una comitiva de kollas con Bertonasco a la cabeza ingresó a la Casa de Gobierno para entrevistarse con el Presidente. Una fotografía ilustra el apretón de manos entre ambos. Gran manejador de los códigos simbólicos, para esa ocasión, en lugar de vestir un traje civil, Perón utilizó su uniforme de General marcando la distancia jerárquica sobre el teniente Bertonasco que por colmo llevaba un poncho sobre su uniforme. En esa oportunidad le entregaron al Presidente un sobre lacrado con sus peticiones. Calzado con su carismática sonrisa, y sin necesidad de leer ningún sobre, Perón les respondió “que contaban desde ahora con su apoyo y que concedería lo que solicitaban los indios coyas” .

El periodismo adicto al peronismo se hizo eco de las palabras del líder y estalló en titulares esperanzadores: “A los Coyas de la patria: Salud!” asegurando que los indios han venido a “reivindicar sus milenarios derechos de auténticos señores del suelo americano, de pedir justicia que no es pedir favores, sus títulos son indiscutibles”. Los denominaron “huéspedes de la justicia social” y les facilitaron el alojamiento. Aquí vale la pena prestar atención sobre otro dato crucial que ya en aquel entonces, un redactor anónimo acertó en calificar como “inaudita paradoja”. El aposento destinado por el gobierno para albergar a los maloneros curiosamente fue el “Hotel de los Inmigrantes”. Dicho edificio ubicado en el puerto, era el sitio donde forzosamente las autoridades de migración internaban a los extranjeros que desembarcaban de Europa, de ahí su denominación. Allí, en el tercer piso junto con inmigrantes ucranianos, fueron alojados los kollas argentinos, en una paradójica demostración de la naturalización de la extranjería de los indígenas nacionales.

Potenciando esta situación esquizoide, al caer la tarde de aquella primera jornada en Buenos Aires, el Presidente Perón visitó a los kollas alojados en el Hotel acompañado por el Ministro de Relaciones Exteriores. Es decir, el Canciller fue a visitar a los indígenas argentinos internados en el Hotel de los Inmigrantes. ¡Algo increíble! El 6 de agosto, el semanario socialista La Vanguardia, metió el dedo en la llaga al mostrar otra percepción del asunto. Planteó una pregunta obvia: si el gobierno les va a otorgar lo que por justicia merecen “no se entiende por qué se les ha hecho hacer un viaje a pie… sacan del pobre cuero indio su buena lonja para la propaganda y los hacen recalar en Buenos Aires para que impetren al Magnánimo (Perón), lo que indudablemente les corresponde por derecho”. Pero ni aún la certera ironía de ese artículo imaginaba el desenlace.

Exceptuando contadas voces disidentes, durante esos días iniciales, las portadas y titulares de la prensa (sobre todo oficialista) anticipaban una solución favorable. En los diarios de aquellas jornadas, parecía inminente que en cualquier momento se montaría un gran acto público para entregarles la tierra, demostrando los alcances de la justicia peronista. Los periódicos hicieron hincapié en el asombro de los indios al viajar en tren subterráneo, o de su visita a la vecina ciudad de La Plata. También los llevaron a recorrer emisoras de radio donde alguno de los maloneros participan en programas en vivo. Sin embargo, paulatinamente dejaron de ocupar las portadas y cuando los mencionaban en páginas interiores, era por triviales notas de color.

De ese modo, la protesta kolla por sus tierras aparece en revistas de la farándula como Sintonía, Antena o Radiolandia e incluso, en la sección “Deportes”. Por ejemplo, el día 15 de agosto, gente del gobierno, utilizando a los kollas, organizó dos equipos de fútbol. Uno con salteños y otro con jujeños que disputaron frente a 40.000 espectadores, el partido preliminar antes del clásico choque River-Boca. Ese burlesco sarcasmo ensayado a su costa, fue su última aparición pública. A partir de ese momento entraron en un cono de sombras. Era indudable que las tratativas se habían estancado.

A Perón no lo habían vuelto a ver y los indios para su sorpresa se encontraban militarizados dentro del Hotel de Inmigrantes. Cualquier referencia al Malón desapareció de la prensa partidaria o adicta que no volvería a mencionarlos hasta el aciago final. Ese estado de cosas fue claramente advertido por la oposición que no dejó pasar la oportunidad. El 20 de agosto el semanario socialista La Vanguardia tituló: “Bueno ¿y qué hacemos con los coyas?” El mismo día los comunistas en la portada de La Hora publican: “De pronto nada. El más absoluto silencio en torno a los collas y sus reclamos de tierra. Nada sobre sus pedidos, sobre su regreso. ¿Qué pasa con los collas? ¿Tendrán las tierras reclamadas?” Innumerables son las preguntas que quedaron flotando aquellas últimas jornadas.

Los indios permanecían confinados e incomunicados, incluso se le había prohibido a Bertonasco visitarlos. Un mal presagio anunciaba un final muy diferente al recibimiento con bombos y platillos. El 28 de agosto el gobierno acabó con la farsa. Mientras Perón se hacía el desentendido, el general Filomeno Velazco, quien se desempeñaba como titular de la Policía Federal y Jefe de la Alianza Libertadora Nacionalista de franca tendencia filonazi, ordenó mandarlos de vuelta a casa. La situación dentro del Hotel no podía ser más tensa. Los kollas estaban confinados: nadie podía salir ni entrar y estaban sujetos a la autoridad militar violando los preceptos constitucionales de libre transito y permanencia.

Finalmente en la madrugada de aquel jueves 29 de agosto, cientos de soldados de la marina de guerra y hasta una brigada de lanzagases de la policía rodearon el Hotel. Sin intimación previa, las tropas irrumpieron dentro de las habitaciones. Los kollas se resistieron como pudieron, todos exigían la concurrencia de Perón. Paradójicamente los militares replicaban que estaban actuando “por orden de la Presidencia”. Utilizando la violencia, los efectivos de la Policía Federal, juntamente con bomberos y tropas de marinería ganaron la batalla y consiguieron desalojarlos. Los embarcaron en una serie de vagones que habían estacionado sigilosamente en una vía secundaria en las inmediaciones del Hotel ubicado en la zona del puerto. Los kollas regresaron con custodia armada para que no pudiesen descender antes de su lejano destino.

Libro de Marcelo Valko en el que narra toda la historia del Malón del 46

Este particular secuestro, dará origen entre los kollas al neolismo “envagonar” para referirse a esta situación. Es decir, ser metido en el vagón. El 30 de agosto el diputado Dionisio Viviano (electo por el departamento de Choquinoca) interpuso un Habeas Corpus para suspender el traslado, pero la Corte Suprema lo rechazó. Junto con Bertonasco, solicitó una audiencia urgente con Perón. De pronto nadie sabía qué funcionario u organismo había emitido la orden de expulsión. Es ridículo imaginar que las tropas de la marina, de la policía, el convoy ferroviario, la custodia dentro de los vagones, hubiesen actuando todas por su cuenta y a gusto y piaccere. Nadie era responsable de lo ocurrido, pero ninguna autoridad movió un dedo para revertir la situación.

Hubo pedidos de informes, denuncias en la justicia y ficciones varias al gusto argentino. Por ejemplo, el gobierno designó no una, sino tres comisiones investigadores pertenecientes a los poderes Ejecutivo, Judicial y Legislativo para esclarecer lo ocurrido. Obviamente como es tradicional en nuestro medio, garantizaban con su inoperancia que el expediente se momificase en un cajón.

(Fragmento de : “Invisibilidad, desmemoria y resistencia. La irrupción del Malón de la Paz de 1946.” XII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia, Facultad de Humanidades y Centro Regional Universitario Bariloche. Universidad Nacional del Comahue, San Carlos de Bariloche, de Marcelo Valko, 2009)

Marcelo Valko es autor -entre otros tantos libros- de “Los indios invisibles del Malón de la Paz”, editado por Sudestada, y del prólogo y notas del recientemente publicado por la Biblioteca Nacional “Los diarios del Malón de la Paz“.

Libro editado por la Biblioteca Nacional, a modo de continuación de la investigación de Valko, incluye los diarios del Malón

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El portazo de la CGT. Piden Pan no le Dan.

Contra todo pronóstico, en la CGT primó la unidad y el sector ‘dialoguista’ que había mantenido una reunión cordial con el Secretario de Trabajo, Julio Cordero, el 16 de julio, reconsideró su postura y anunció que no participará de la mesa de diálogo propuesto por el gobierno junto a las Cámaras Empresarias prevista para la semana próxima.

Luego de una intensa reunión del Consejo Directivo de la CGT este jueves en la sede de Azopardo, sin la presencia de Gerardo Martínez quien ya se anotaba para formar parte del Consejo de Mayo en representación de la Central Obrera y era el más preciado interlocutor de Milei, los líderes sindicales debieron admitir que el dilatado diálogo de sordos propuesto por el gobierno no estaba dando resultados.

En el primer encuentro de algunos dirigentes de la CGT en la Secretaría de Trabajo, el 16 de julio, había quedado claro el reclamo gremial por ganancias, incluso Héctor Daer declaró al salir de la reunión que estaban dispuestos a negociar una suba del piso salarial que había quedado atrasado, a pesar de la postura de grandes gremios de reiterar que ‘el salario no es ganancia’. En esa ocasión, el único triunviro presente, líder del gramio de Sanidad, aclaró que no se había hablado aún del Salario Mínimo, siendo un tema pendiente de conversación. Así las cosas, se postergaba por 15 días un nuevo encuentro, esta vez tripartito entre el Estado, trabajadores y empresarios.

La inconsulta publicación en el Boletín Oficial de la reglamentación del impuesto a la ganancias, en la cual no se mueve un milímetro de lo votado en el parlamento -deberán tributar al Estado los trabajadores que ganen más de 1.800.000 en caso de ser solteros, y 2.200.000 si tienen familia- fue una provocación que dejó sin argumentos a los más dispuestos al diálogo.

Antes del inicio de la reunión del Consejo Directivo, Pablo Moyano anticipó ante los medios su postura: “Estoy convencido de que hay que confrontar contra este Gobierno y contra este modelo económico que está destruyendo a las pymes y al poder adquisitivo de los trabajadores. Ahora quieren que 1 millón y medio de trabajadores vuelvan a pagar Ganancias. El único camino que queda es la confrontación. Junto a gran parte de la CGT vamos a convocar a marchar el 7 de agosto por Paz, Pan y Trabajo. Lo están organizando los compañeros de los movimientos sociales y hay que seguir estando en la calle defendiendo lo que se logró y lo que el Gobierno nos quiere quitar a través de la Ley Bases, la reforma laboral y el Pacto de Mayo”.

Después de varias horas de debate en la sede de la CGT, finalmente fue el mismo Daer quien al finalizar la reunión explicó: No estamos dispuestos a sentarnos en una mesa de conversación y de negociación tripartita cuando habíamos quedado en que íbamos a discutir la reglamentación (de la reforma laboral) y en el día de ayer ya el Gobierno reglamentó algo que también es nocivo de la reforma laboral, como esta figura de que un independiente puede tener tres colaboradores que no estarían nunca en relación de dependencia ni tendrían beneficios sociales.

La mesa estaba servida para los sectores más duros de la CGT. Pablo Moyano destacó ante la prensa que hasta ahora Camioneros apoyó las resoluciones de Consejo Directivo aún si estar de acuerdo. Por su parte, Daer remarcó que lo más importante es ‘estar unidos’ y que ‘esa unidad nunca se puso en juego’. Desde el gobierno hicieron todo lo posible para que se cumpla el anticipo que había hecho Pablo Moyano: “Les dije a mis compañeros de la CGT que no iba a la reunión con Julio Cordero porque después nos iba a cagar, y pasó”.

Como si eso fuera poco, este viernes se conoció el Salario Mínimo Vital y Móvil establecido por decreto por Javier Milei: 254.231 pesos, con una actualización para octubre dispuesta en 271.571,22 pesos. Un salario mínimo irrisorio que no alcanzaría ni siquiera para una alimentación básica.

De inmediato la CGT difundió un comunicado titulado: Otra vez Sopa: Un ofrecimiento empresario que no está a la altura de las circunstancias: “En la tarde de hoy asistimos como representantes de los trabajadores a una nueva reunión del Consejo del Salario, Mínimo, Vital y Movil ( CSMVM), con el objetivo de fijar un nuevo salario mínimo que recupere una parte del poder adquisitivo perdido a lo largo de estos meses. Desde la Confederación General del Trabajo buscamos acordar con el sector empresario a los fines de recomponer esta referencia salarial, pero nos encontramos con una inaceptable propuesta que de ningún modo será aceptada por esta central de trabajadores. La insensibilidad social por parte del sector empresario se traduce en los $245.094 que ofrecieron para el mes de julio, en contraposición con los $480.000 propuestos por la representación de los trabajadores. Esperamos que el Gobierno Nacional no convalide automáticamente este vergonzosa oferta que pocas soluciones traería a los sectores que más lo necesitan”.

Frente a la decisión de la CGT de no participar del ‘diálogo tripartito’, el Secretario de Trabajo respondió: «Ojalá la CGT reflexione sobre esta posición, debemos avanzar en normativas y consensos que son esenciales para una Argentina que convierta en realidad sus propios sueños de grandeza».

En tanto, los gremios analizan cómo seguir el plan de lucha y si participarán de manera oficial como CGT en la marcha prevista para el 7 de agosto por Pan, Paz y Trabajo a San Cayetano.

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Luciano Galfione: “Nos preparamos para una Argentina productiva y hoy tenemos 6 de cada 10 máquinas de última generación paradas”

En una semana en que las cifras de despidos y cierres por la recesión ha puesto una señal de alarma con unas 10.000 pymes que debieron bajar la persiana en el primer semestre, LCV conversó con uno de los principales exponentes de la UIA Jóven. Cómo se formaron, su historia familiar, la relación con los trabajadores y sus perspectivas de futuro. Nora Anchart conversó con Luciano Galfione en un reportaje que recorre los altos y bajos de la industria nacional en Argentina y cómo lo vivieron los hijos de aquellos pioneros fundadores.

Presidente de la organización textil Pro-tejer, Luciano Galfione forma parte de la nueva generación de empresarios que heredaron la pasión de sus padres y abuelos, fundadores de la industria nacional. A los 23 años se recibió de ingeniero electrónico y, con poco más de 40, se convirtió en director de la empresa familiar textil Galfione y asociados, que lleva más de 75 años en el mercado alcanzando 150 empleados.

Hoy tiene la responsabilidad de mantener en pie este emprendimiento familiar en donde se crió. El taller de la fábrica era su parque de diversiones infantil. No son tiempos fáciles. Confiesa que se vio obligado a achicarse y efectuar algunos despidos: “Es tremendo. Yo no tengo un abogado que mando a hablar con cada persona y yo me voy y que le diga que se quedó sin trabajo. Voy yo y pongo mi carita, adelante de cada uno que lo conozco, le conozco a la esposa, a los hijos… Es tremendo, se me va un pedazo de mi cuerpo cuando hago eso. No sé si se entiende, porque es muy difícil de de llevar adelante esa situación. Es horrible.”

Su participación en la vida política industrial comenzó en el 2004 cuando se incorporó a la Fundación Pro-Tejer invitado a participar en la creación de un programa denominado “Nueva Generación Textil”. Junto a Tommy Karagozian y otros jóvenes emprendedores, en el 2012 crearon la UIA Joven. Además de la conducción de la empresa familiar, también creó su propio emprendimiento, “Manos Andinas”, una fábrica de ropa autóctona, con base en Catamarca, que utiliza fibras naturales de oveja, llama, guanaco y vicuña.

Al asumir como presidente de Pro Tejer, en el año 2022, declaró sus objetivos en el cargo: acercar a las nuevas generaciones, formar cuadros jóvenes, reivindicar el rol de la mujer en la toma de decisiones, mantener a la industria textil en el centro de la agenda industrial, y establecer reglamentos técnicos que permitan competir de manera igualitaria sin depender de las políticas de turno.

LCV: ¿Cómo empezó Galfione y compañía?

—Viene todo de una historia familiar de inmigrantes, obviamente, donde mi abuelo, paradójicamente, tenía campos en Santa Fe, y por ese entonces, en el año 47, en un país donde se veía que el futuro era industrial, y producir iba a ser a lo que la Argentina se iba a dedicar, decidió vender esos campos junto con su madre, y se vinieron a la ciudad. Pusieron una fábrica y así empezaron de a poquito. La fábrica de medias terminó transformándose en una hilandería, y así fueron creciendo al calor de nuestro país, con todos los idas y vueltas que tuvo. Después se incorporó mi papá -mi abuelo Hugo se murió cuando mi papá era muy joven- entonces mi papá se tuvo que incorporar con mi abuela, muy, muy joven también, a reconstruir de vuelta toda la empresa.

LCV: ¿Eso en qué año? ¿En qué año a tu padre le toca la parte de la reconstrucción?

—Mi papá estaba terminando el secundario. Así que calculo que fue en el 68.

LCV: Dictadura de Onganía, estamos hablando de ese proceso económico.

—Claro, sí, y mi papá después vivió todas.

LCV: ¿Qué te contó tu padre de la reconversión económica de Martínez de Hoz?

Mi papá las sufrió todas. Se cayó y se levantó como el ave fénix. Por cada una te puedo contar todas las historias, no solo la dictadura, después vino la hiperinflación, después vino el menemato y le agarraron los bones 82, los bones 89, el corralito, y así sucesivamente hasta que después nosotros con mis hermanos, hoy somos tres hermanos que también nos incorporamos a la empresa, ya la primera generación profesional. Siempre reinvirtiendo todas las utilidades de la empresa en pos de poder crecer y demás. A los hijos nos tocó el macrismo y de vuelta volver a recomponer con pandemia incluída. Bueno, lo que vive la Argentina y lo que viven los empresarios pymes. Para nosotros la empresa es parte de nuestra familia, los trabajadores son parte de nuestra familia, y hay que conocer y estar y saber lo que es llegar a fin de mes y tener que pagar los salarios, independientemente de que nos vaya bien o nos vaya mal, porque para nosotros los trabajadores no son un número o un legajo, sino que son familias que conocemos todos, sus hijos, sus esposas, sus esposos, lo que sea. Es lo que sabemos hacer, lo que me enseñó mi papá, lo que a mi papá le enseñó mi abuelo, y así, a trabajar, a producir, a reinvertir lo que uno gana. Nuestro mayor orgullo es cuando podemos generar más y más empleo, generar más y más trabajo argentino. A eso nos dedicamos.

LCV: Tus hermanos y vos son la primera generación de profesionales. ¿El trabajo y el estudio estuvo ligado en tu familia? ¿El estudio, que ustedes fueran profesionales, era un valor alcanzado?

—Por supuesto, como siempre, como todo padre con su hijo quiere que a su hijo le vaya mejor que a uno. Mi papá lo que siempre priorizó en nosotros fue eso, que pudiésemos estudiar, que tuviésemos todas las herramientas para poder progresar y después cada uno fue eligiendo. En el caso nuestro salimos todos técnicos porque nos encantaba, mi papá nos llevaba a la fábrica desde chiquitos, y bueno, le salieron todos ingenieros porque lo llevamos en la sangre. Es muy difícil de explicar a veces porque hay que vivirlo, pero bueno, con lo bueno y con lo malo, ¿no? Porque nosotros terminábamos la escuela y al otro día que terminábamos la escuela nos íbamos a la fábrica. Como hay chicos que por ahí van a jugar la pelota, nosotros íbamos a jugar con los carritos entre las máquinas y esa es parte de nuestra historia y uno la empieza a meter dentro de su propia sangre y después la empresa ya pasa a ser algo más que un simple trabajo.

LCV: ¿Están casados? ¿Tienen hijos? ¿Tienen la idea de la continuidad, de dar la pelea? Digo, ¿hay este estilo de transmisión así tan potente y luchadora?

—A nuestros hijos se nos hace un poco más difícil, ¿sabes? Porque a diferencia quizás de la generación nuestra, donde la empresa estaba muy en crecimiento, y que a pesar de todos los vaivenes, nosotros tuvimos la posibilidad de estudiar y sobre todas las cosas, transformar la empresa para que trabaje en forma profesional, porque me parece que las empresas familiares muchas veces mueren en las terceras generaciones porque no se profesionalizan. Por ahí los familiares se van incorporando solo porque son hijos de, y me parece que hoy las empresas que trascienden son las empresas que están profesionalizadas, las empresas que no dependen de que vos seas hijo de, porque a veces hay tipos que son mucho mejores que uno, y además hacen carrera dentro de las empresas. Lo más importante es que tiene que ver con la proyección de los colaboradores de la empresa, porque si no pareciera que no importa mucho el esfuerzo, si total va a venir el hijo del dueño y me va a reemplazar.

LCV: Yo tuve oportunidad de estar en un desayuno de trabajo con ustedes, y a mí me impresionó la parte de la formación profesional, el tema de que ustedes formaban a los trabajadores, intentaban, o que habían intentado generacionalmente a lo largo de la historia constitutiva de estas empresas transformar esos trabajadores. ¿Esto sigue sucediendo?

—Sí, por supuesto. Eso es parte del entramado pyme y el entramado pyme que va trascendiendo generaciones. Los que trascienden las generaciones son las que hacen este trabajo, que no depende después de que esté el fundador o el hijo del fundador para que la empresa siga viviendo. Eso requiere toda una inversión en el capital más importante que tenemos que es nuestra gente. Primero que mi papá tuvo la gran fortuna, que capaz que tuvo tres hijos varones, que entonces con la parte industrial es como que estabamos ahí y encima los tres hijos varones le salieron técnicos, y después le salieron ingenieros, entonces tuvo una gran fortuna. Ya nosotros hermanos, tenemos hijos, hijas. Mi hija sigue nutrición, por ejemplo. Entonces, ya que por ahí pueda venir la empresa a hacernos el menú para los trabajadores y demás, después empieza a ser más difícil. También nosotros somos respetuosos de las elecciones y a eso hay que sumarle que los pibes hoy, a diferencia de nuestra época, que por ahí todavía no nos podemos ir tan atrás, pero sí es verdad que en muy poco tiempo la sociedad ha cambiado muchísimo. El acceso que hoy tienen los pibes a tanta variedad de cosas, tecnología y demás, y viendo lo que sus padres vivieron, porque esto es una realidad también, a veces prefieren elegir otra cosa, que está muy bien, porque dicen mi viejo se la pasa laburando como una bestia.

LCV: Igual entienden tu pasión, seguramente.

–Absolutamente. Eso es lo que uno más transmite la pasión, la vocación y demás. Pero también ven la realidad. Entonces dicen: Mi viejo se rompe el alma y cada cuatro, ocho, no sé, lo cagan a trompadas.

LCV: ¿Cuántas máquinarias importantes tuviste en el momento de apogeo? Cuántas están funcionando hoy en medio de este, yo creo que es un industricidio, pero no sé, vos me dirás si me equivoco.

—Hoy la situación de nuestro sector es muy compleja. Nosotros en la empresa tenemos un montón de máquinas, pero como para que la gente un poco se haga un número, hoy nuestro sector, de cada 10 máquinas, tiene seis paradas. Un sector que en los últimos en tres años, invirtió más de 1400 millones de dólares. Una serie que no tiene historia, una serie histórica que no se tiene memoria. El sector está tecnificado, el sector está en la frontera tecnológica e hicimos todos los deberes, porque como es un entramado esencialmente pyme, cada vez que a nosotros se nos dio la posibilidad y se nos dio la oportunidad de aumentar nuestra capacidad productiva, tener mercado y demás, allá fuimos e invertimos. Eso es lo que hizo nuestro sector en los últimos tres años. Hoy se han materializado durante el año pasado y este año todas las inversiones, y la verdad que estamos materializando museos.

LCV: ¿Por qué museos?

—Porque nos preparamos para una Argentina productiva, para una Argentina con consumo, y hoy tenemos seis de cada diez máquinas paradas. Máquinas 2023.

LCV: ¿Hay alguna luz por algún lado? ¿Hay alguna esperanza?

—Nosotros, esencialmente, tenemos nuestro mercado en la gente, en el mercado interno. Entonces, en la medida cuando nuestra sociedad pierde poder adquisitivo, al sector textil le va mal, porque el textil es la segunda cosa más importante que utiliza el hombre para vivir, porque la primera es alimentarse, la segunda es vestirse. Pero vos podés usar la ropa del año pasado, entonces cuando te va mal, dejas de comprar ropa. Y de la misma manera, cuando te empieces a ir un poquito mejor, lo primero que hacés es cambiar la remera, cambiar una zapatilla. Entonces, siempre decimos cuando al sector textil le va mal, a la Argentina le va peor, y hoy al sector textil le está yendo mal. Básicamente porque a ninguno de los argentinos, porque además de ser empresario, soy trabajador y a mí tampoco me alcanza el dinero para vivir. En este contexto y con esta utilización de la capacidad instalada, ninguna de nuestras empresas puede ser rentable. Entonces, estamos pasando una situación compleja que ¿cómo se revierte? Cuando la gente tenga un poder adquisitivo un poco mayor, ahí recién se va a reflejar en la actividad.

LCV: ¿Vos crees que eso puede ser posible en el término de los próximos tres años?

—Ojalá que sí, porque si eso no ocurre en el muy corto plazo, a mi criterio, la sociedad no lo va a poder sostener. O sea que yo deseo fervientemente por mi país, deseo eso por mis hijos, por mis colegas. Deseo fervientemente que eso ocurra lo más rápido posible, pero no está en mí esa posibilidad, porque yo estoy convencido que el primero que puede revertir la situación y lo más rápido siempre, como en cualquier lugar del mundo, no es en la Argentina, es el Estado, es el que más poder tiene y el que debe trazar el sendero hacia adelante.

LCV: Claramente. ¿Ustedes qué producen?

—Nosotros producimos hilados y tejidos de fibra sintética, básicamente, que se utilizan para conjuntos deportivos.

LCV: Esto tuvo su momento de apogeo si no me equivoco, en La Rioja y en otros lugares con algunas empresas que se habían afincado.

—Eso es más en el norte de Argentina. El norte en general tiene todo el entramado algodonero. Nosotros hacemos todo de fibra sintética, que es todo lo que usa para camisetas de fútbol y demás, que es derivado del petróleo, más de los plásticos y del poliester y todo eso, que cada vez se usa más en el área deportiva.

LCV: ¿Exportación con las leyes de Milei? ¿Cómo venimos?

—Las exportaciones hoy para nosotros son complicadas, porque la Argentina, paradójicamente, en este contexto, es cara en dólares. Entonces, no hay manera de ser competitivo en esta circunstancia. Además que estamos complicados a nivel impositivo, a nivel de costos internos y encima con un tipo de cambio retrasado a lo que tiene que ver para la exportación. Hoy estamos fuera de precio y con tarifas que están muy caras en dólares. Es muy difícil, porque por eso yo lo que digo es: nosotros hicimos todos los deberes. Contratamos gente, la capacitamos, pusimos las mejores máquinas del mundo, pero nosotros no manejamos ni la tasa de interés, no manejo las tarifas, no manejo el tipo de cambio, no manejo nada. Yo sé hacer lo que tengo que hacer.

LCV: Y desde ahí estás dando tu opinión. ¿Sentís que los escuchan?

—En principio, por lo que está ocurriendo, no. Nosotros tenemos contacto. No es que no tenemos contacto, hay gente con la que dialogamos en la Secretaría de Industria y todo. Pero bueno, el Gobierno, independientemente del diálogo, a veces hacen falta acciones concretas que modifiquen la realidad, porque el Gobierno, digamos, está en una postura que está muy bien, no digo que no, en la facilitación del comercio. Ellos quieren facilitar el comercio, destrabar burocracia y demás. Eso me parece que está muy bien, pero todo eso se hace en la medida de que vos tengas trabajo. Porque nosotros fuimos cuatro pasos para atrás.

LCV: ¿Has tenido que despedir, Luciano?.

—Sí, nosotros sí hemos tenido que achicarnos.

LCV: Duele.

—Es tremendo. Yo no tengo un abogado que mando a hablar con cada persona y yo me voy y que le diga que se quedó sin trabajo. Voy yo y pongo mi carita, adelante de cada uno que lo conozco, le conozco a la esposa, a los hijos, le conozco a todo el mundo. Es tremendo, se me va un pedazo de mi cuerpo cuando hago eso. No sé si se entiende, porque es muy difícil de de llevar adelante esa situación. Es horrible.”

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Despidos NN: las cifras que no llegan a reflejar la gravedad de la crisis.

Según el último informe del CEPA (Centro de Economía Política Argentina) en el primer semestre de 2024 hubo más de 160.000 despidos contando los del sector privado y el estatal. Sin embargo, la información oficial del BCRA indica que en los últimos meses se cerraron 350.000 cuentas sueldos, cifra que duplicaría la informada por CEPA, posiblemente contando retiros más compulsivos que voluntarios. Construcción e industria son los sectores más perjudicados pero no los únicos. La recesión salpica a la sociedad toda, grandes, medianas y pequeñas industrias. En apenas seis meses se extinguieron 10.000 empresas pymes, según denunció la Asociación de Empresarios y Empresarias Nacionales para el Desarrollo Argentino (Enac) a través de un documento preparado para el 9 de julio. Se “está destruyendo 50 pymes por día, en una Argentina sin plan ni rumbo económico que genere certidumbre sobre el clima de negocios”, explicaron.

Uno de los cierres que más impactó en los últimos días fue el de una marca que remueve la memoria identitaria de la sociedad: la fábrica Canale. Sí, la de las galletitas, aquella que todos llevamos en nuestra memoria con su publicidad de familias de clase media reunidas, felices en torno a una mesa. Eran los sesenta. El siglo XXI trajo otros mensajes. A fines de junio la empresa conservadora en latas entre otras cosas, cerró su planta de Mendoza dejando en la calle a 38 empleados.

Cifras que no sólo son números. Implican la destrucción de una red de producción nacional. Bien vale detenerse en el significado histórico de éstas pérdidas. Un proceso de desarticulación industrial que no fue de la noche a la mañana y tiene nombres y apellidos.

Canale

José Canale fue el inmigrante genovés que llegó a la Argentina en 1860 y abrió una panadería en pleno San Telmo: Defensa y Cochabamba. El negocio fue viento en popa y hacia finesl del 800 ya se había ganado un nombre. José -Giusseppe- murió y su viuda e hijos se hicieron cargo del negocio familiar. La panadería original se convirió en una fábrica de galletitas. Nacía el bizcochito Canale. En 1910 pegaron el gran salto y se transladaron al histórico edificio frente a Parque Lezama que inundaba con su perfume a galleta horneada el barrio entero.

La fábrica de bizcochos Canale frente a Parque Lezama.

La fábrica creció y sumó productos: fideos, mermeladas, conservas y harinas, hasta que llegó la dictadura. El plan de Martínez de Hoz un un incendio los puso al borde del abismo que lograron superar tercerizando la producción durante un par de años. Recién en 1986 comenzaron a levantar cabeza pero las ventas no alcanzaban. Fue entonces que apareció Franco Macri, dueño de Socma, que a modo de ‘salvataje’ compró el 71% de la empresa. Eran los noventa. La empresa se diversificaba y a las galletas se le sumaban las latas. Tres plantas tenía Canale por entonces: Mendoza, Río Negro y Mar del Plata. No hubo caso, el menemismo invitaba a los inversores extranjeros a quedarse con las empresas argentinas en dificultades y las firmas pasaban de dueño con una rapidez nunca antes vista. Primero la compró la estadounidense Nabisco, luego Kraft, finalmente Alco se quedó con les compró la planta de hojalatas de Mendoza, mientras Kraft siguió con las galletitas. Los fideos Canale fueron adquiridos por Molinos Río de la Plata en 2014, quien también compró Vizzolini y Don Felipe.

Hace rato que el perfume Canale había desaparecido de San Telmo. El emprendimiento de don Giusseppe creció sin límites durante casi cien años y fue descuartizado en medio siglo. Hasta que llegó una nueva crisis, en el 2019, fin de Menem, asunción de De la Rúa. De la icónica fábrica nacional solo quedaba una planta enlatados en la provincia de Mendoza que quebraba y una agroindustrial mendocina, AVA, la compraba por 378 millones de dólares. La marca se mantuvo a pesar de los diversos dueños. El espíritu del panadero que la fundó había muerto hacía rato.

Despidos NN

Los casos aportados por el informe de CEPA dan cuenta de cómo influye también en grandes empresas el incierto programa económico del gobierno. Por la merma en la construcción fabricas de insumos sanitarios suspendieron y despidieron personas. FV decidió paralizar su producción por tres meses y suspender a 800 obreros de su planta en Pilar, provincia de Buenos Aires. Por su parte, Ferrum (la mayor fábrica de sanitarios de cerámica del país), ya despidió 100 trabajadores en lo que va de 2024. Los despidos masivos llegaron también al Grupo Techint que en junio despidió a 200 trabajadores de la planta Tenaris Siat de Valentín Alsina.

La danza de números continúa con la industria de electrodomésticos debido a la baja de aranceles para la importación de heladeras y lavarropas. Whirlpool tuvo que hacer a menos de 60 trabajdores del parque industrial de Pilar, y Briket, ya despidió a 300 obreros este año. Los metalúrgicos afirman que ya tuvieron 450 despidos en el sector, los textiles 470, alimentación 110, más de 3.600 en construcción, y sigue la industria química, automotrices, supermercadistas, y comercios de todo tipo.

Desde ya, es de público conocimiento la reducción de la planta estatal que ya suma más de 20.000 despidos y continúan anunciando que llegarán a 75.000. Hasta aquí sólo sabemos de números. Del famoso axioma menemista de ‘estamos mal pero vamos bien’. Imposible contabilizar la cantidad de pequeños emprendimientos que debieron cerrar sus puertas.

Aquí, un ejemplo al azar de aquellos que soñaron con un emprendimiento y el sueño les duró poco.

Cierra la conocida cervecería Schalke.

El local de La Plata lo anunció a través de las redes sociales y se suma a otros locales que también se despidieron en las últimas semanas.

La cervecería de 64 entre entre 13 y 14 cierra sus puertas tras 6 años en la zona de #ParqueSaavedra y sus dueños lo confirmaron a través de las redes, donde dejaron un breve y sentido mensaje para sus clientes, profundizando la crisis del sector.

“¡Hola amigos! Con mucha tristeza, queremos comunicarles el cierre del local. Estamos eternamente agradecidos por estos 6 años maravillosos que pasamos juntos”, escribieron en una publicación en Instagram que rápidamente se llenó de comentarios de clientes sorprendidos.

Santa Fé

En las provincias la situación es dramática. La generalmente pujante provincia de Santa Fé anunció que están viviendo “una situación recesiva donde hay caída de actividad prácticamente todos los rubros”, tal como indicó el secretario de Trabajo de Santa Fe, Julio Genesini,  quien se lamentó que “mes a mes se van dando una tendencia de pérdida de puestos de trabajo”.

Despidos y suspensiones son las formas en las que se expresa la crisis de consumo y producción en la provincia. Ya son 85 empresas que optaron por la suspensión de 11.000 trabajadores suspendidos. En la medida de lo posible intentan evitar la desvinculación laboral manteniendo algún porcentaje del sueldo hasta que la situación se disipe.

El Secretario de Trabajo provincial, afirmó en una entrevista al diario La Capital: “A fines de abril había alrededor de 6.500 desvinculaciones que se tramitaron ante el Ministerio de Trabajo. Si vemos los números del empleo registrado hay una caída interanual de 1.77 puntos, eso es un poco más de 9.000 puestos de trabajo. Si tomamos diciembre hay un poco más porque había alrededor de 522.000 trabajadores registrados y ahora estamos en 512.000”, apuntó y resaltó: “Hay un impacto en el empleo que se verifica en suspensiones y en algunos casos de pérdida de puesto de trabajo”.

A nivel nacional se conoció el viernes pasado que entre el 10 de diciembre de 2023 y el 4 de julio se tramitaron más de 38.000 procedimientos preventivos de crisis en el Ministerio de Trabajo de la Nación, un 40% más que en el mismo período del año pasado. Así lo señalaron fuentes de la cartera laboral, en el contexto de una crisis que se llevó ya 144.000 puestos de trabajo en el sector privado registrado.

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