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Caminar es resistir: una propuesta ambulante de David Le Breton y Walter Benjamin

Por: Carolina De La Torre.
En una era donde cada minuto está diseñado para la productividad, caminar sin rumbo es un acto de insumisión; es la grieta en el sistema, la pausa que desafía la velocidad que nos enajena.
Caminar es uno de los últimos actos de resistencia en un mundo que ha convertido el tiempo en una mercancía. Mientras la ciudad nos obliga a medir cada minuto en función de su utilidad, el flâneur –ese caminante sin causa– se desliza entre las grietas del sistema, eligiendo el extravío en lugar del destino. No le interesa la dictadura de los relojes, sino el ritmo impredecible de sus pasos, la textura del suelo, la forma en que la luz tiñe una esquina. Como advirtió Walter Benjamin, para ese paseante ocioso, la multitud es su velo, la trinchera desde la que observa sin ser devorado por la maquinaria del mercado.
El filósofo francés David Le Breton también lo expresa con claridad: “Cada paso es un gesto de apropiación del mundo”. Caminar es un acto de insumisión ante el torbellino moderno, una ruptura con la lógica que impone velocidad, eficiencia y productividad absoluta. En la caminata, el tiempo no es algo que se pierde, sino algo que se recupera, que se reescribe al margen de la vida. Se transita no solo el espacio, sino también la memoria, el alma misma de la vida. Se revelan ciudades que no existen en los mapas, sino en la manera en que el viento sacude un árbol, la sombra de un letrero que nunca antes había estado ahí o la propia escena única e irrepetible que sólo la pausa deja ver. Caminar es ir soltando, con cada paso, el nudo ciego que la sociedad de la prisa nos impone.
El flâneur es una anomalía en un mundo donde el movimiento debe ser lineal, estrictamente encadenado a una rutina que promete éxito; minuto a minuto, midiendo cuál es el siguiente paso para llenar la lista de actividades por hacer. Pero él desafía esa rigidez con la deriva, con la pausa sin justificación. En la economía del capital, el peatón sin destino es una pérdida, un estorbo en el sistema de la eficiencia. La ciudad ha sido diseñada para el tránsito “veloz” y sin interrupciones, para que la mercancía circule sin fricciones. Pero el caminante es fricción pura, una resistencia viva al ritmo impuesto.
Le Breton advierte: “El caminar libera el espíritu del peso del mundo”. Y en estos tiempos donde la realidad se desmorona bajo el exceso de información y la velocidad del consumo, caminar es aflojar la venda que nos aprieta los ojos. Es recuperar la calle antes de que se convierta en un decorado, en un flujo incesante de datos, publicidad y entes corriendo a la desgarradora rutina. Es reivindicar la existencia fuera del algoritmo repetitivo, del cálculo meticuloso de lo que debemos hacer cada segundo del día.
Y más aún, caminar es una forma de pensamiento. En una sociedad que ha convertido el tiempo en una cadena de producción ininterrumpida, donde cada instante debe ser optimizado, la prisa se convierte en un mecanismo de control. La velocidad no solo nos desplaza físicamente, sino que nos impide ver. “Caminar es también una forma de pensar”, dice Le Breton. Cuando todo se mueve tan rápido, el pensamiento crítico se evapora, la contemplación se vuelve un lujo. Y sin contemplación, sin ese espacio donde germinan las ideas, ¿qué queda de la humanidad? La enajenación no solo es un efecto de la prisa, es su esencia. Caminar es la última grieta en ese muro, la rendija por la que aún se filtran los susurros de la vida, las preguntas que solo pueden nacer en la pausa, en la soledad con uno mismo. “La lentitud es un derecho fundamental del espíritu”, señala Le Breton, y sin ella, la conciencia se marchita.
En este mundo, donde los autos han conquistado el paisaje y las aceras se reducen a meros fragmentos de lo que fueron, el caminante se ha convertido en un intruso. El automóvil, el tren, el avión: todos vehículos de la prisa, diseñados no para mirar, sino para llegar. “El hombre moderno ya no camina, se desplaza”, dice Le Breton. Y en ese desplazamiento, en esa obsesión por acortar distancias, se pierde la posibilidad de ver, de sentir, de existir y de cuestionar. Se borra el detalle, se anula el encuentro fortuito, se aniquila la posibilidad del asombro y contemplación. La ciudad, que alguna vez fue un espacio de exploración, se convierte en un simple tablero de trayectorias predefinidas, donde cada trayecto es solo un medio para un fin.
La velocidad lo consume todo, incluso el pensamiento. Ir de un punto a otro sin detenerse es la norma, y en ese vai ven se pierde la capacidad de reflexionar, de descifrar los secretos –o los no tan secretos– de la existencia. La contemplación, ese espacio donde germinan y florecen las ideas que nos hacen avanzar como humanidad, ha sido borrada. Caminar es la única forma de reabrir esa puerta, de recuperar las pistas que la vida deja entre las esquinas. Cada paso es un desafío a la prisa, un acto de resistencia frente al río que nos arrastra. Es enfrentarse a la incomodidad de estar a solas con nuestros pensamientos, pero también la oportunidad de florecer en esa soledad, de reencontrarnos con las preguntas esenciales que el ruido de la modernidad ha silenciado.
Hoy, más que nunca, la caminata está en peligro. Las aceras se reducen, los espacios públicos desaparecen y el peatón se vuelve un estorbo. Se camina menos y se consume más. Los vehículos han conquistado el paisaje, devorando la posibilidad del paseo errante. “Caminar es un arte que se desvanece en un mundo donde todo debe ir más rápido”, nos advierte Le Breton. La ciudad se ha vuelto una máquina de tránsito, un engranaje donde lo único que importa es llegar, nunca estar.
Qué nos queda entonces, sino caminar a contracorriente. Hacer del laberinto nuestro hogar y del paso errante nuestro manifiesto. Salir de casa como quien llega de lejos, redescubriendo el mundo en cada esquina, como si fuera la primera vez. Porque, como bien advierte Benjamin, la ciudad ya no es una patria, sino un escenario. Y en este teatro de lo fugaz, el caminante sigue siendo el último espectador lúcido.
Así, en la era de la prisa, quien aún camina sin rumbo desafía al tiempo mismo. Quien aún se detiene a observar, a escuchar los ecos que la velocidad silencia, a mirar las sombras es quien mantiene encendida la chispa de la conciencia.
Nota publicada en Pijamasurf.com

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Decretazos: “Disuélvase”

Si el latiguillo de Chavez fue el famoso “exprópiese”, el gobierno de La Libertad Avanza utilizó su exacto contrario: “Disuélvase”. Mientras el venezolano incorporaba empresas al Estado, en Argentina se desbarata la estructura estatal en favor de los privados. Al menos así lo explica el propio ministro desregulador Federico Sturzenegger, quien celebró en las redes la desregulación de las empresas mineras: “Menos trámites, menos riesgos para la actividad minera”, sostuvo. Claro que también se puede considerar que menos trámites son menos controles, menos impuestos, más riesgo para la población.
El decreto 449/2025 modifica cuatro artículos de la Ley 24.196. De esta forma el Gobierno liberó a las empresas de presentar un detalle de los tributos locales, provinciales y nacionales que incluían el certificado de “estabilidad fiscal”, sin necesidad de una revisión por parte de cada jurisdicción. Asimismo, a partir de ahora, podrán delegar esa tarea con el “informe evaluador de un profesional técnico independiente”, sin la participación de un auditor oficial.
Durante la conferencia de prensa del lunes, Manuel Adorni, confirmó que no pedirán una prórroga de las facultades delegadas en el inicio de su gestión, aunque reiteró la frase guía de su partido: “La motosierra es infinita“. El día previo al vencimiento de la posibilidad de reformas que necesitarían el aval del parlamento, dieron a conocer los últimos decretos de desregulación en los que se disuelven o fusionan organismos que impactan en la sensibilidad social.
Entre ellos, se disuelve Vialidad Nacional y todos sus organismo conectados, que pasarán a formar parte de la órbita del Ministerio de Economía. La resolución no sólo pone en riesgo alrededor de 6.000 puestos de trabajos sino que provoca el temor de dejar las rutas argentinas sin control alguno. Para conocer la actividad de Vialidad Nacional basta revisar su página oficial y ver los trabajos que se estaban realizando en los últimos días: señalización, conservación de rutas, prevención, bacheos, construcción de colectoras, reparaciones de puentes y alcantarillas, en Catamarca, Tucumán, Neuquén, Salta, Chaco, Entre Ríos, Buenos Aires y Córdoba. Trabajos que ahora quedarán a criterio de alguien que sabrá más de números que de carreteras.
En el área de salud, son varias las modificaciones que preocupan, entre ellas, la degradación del Instituto Nacional del Cáncer, la disolución del Instituto Nacional de Enfermedades Tropicales,del Instituto de Enfermedades Cardiovasculares y la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal.
Son varias las fusiones previstas, como la del Museo de la Memoria con el Archivo de la Memoria pertenecientes a la ex ESMA.
Reformas que afectan a todas las estructuras estatales. Rurales, urbanas, científicas, de salud, o estructurales, que van desde el Inadi, al Inta, el Inti, Agricultura Familiar Campesina, entre otras.
Al continuación el listado de las modificaciones provocadas tal como las señalara el vocero Manuel Adorni:
- Se disolvió la Dirección Nacional de Vialidad, de la que les hablé anteriormente, una organización que se controlaba a sí misma: por algo tuvimos la causa Vialidad.
- Se eliminó la Agencia Nacional de Seguridad Vial, que no podía controlar el tránsito sin el apoyo de Fuerzas de Seguridad, ahora la tarea la hará Gendarmería que controla 2.500.000 vehículos por año y realiza 80.000 puntos de control.
- Adiós a la Comisión Nacional del Tránsito y la Seguridad Vial y de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) que había quedado prácticamente sin competencias con la desregulación del transporte interjurisdiccional de pasajeros. Las funciones de control de Trenes y Servicios Públicos pasarán a la Agencia de Control de Concesiones y Servicios Públicos de Transporte.
- Se unificó la gestión administrativa, financiera y jurídica de cinco hospitales nacionales: Sommer, Posadas, Carrillo, Bonaparte e INAREPS constituyendo la “ADMINISTRACIÓN NACIONAL DE ESTABLECIMIENTOS DE SALUD”.
- Se eliminaron las Delegaciones Sanitarias Federales –estructuras inactivas y sin funciones operativas– y se dejó sin efecto la facultad del Poder Ejecutivo Nacional para crear nuevos hospitales bajo la figura de SAMIC.
- Se transformó el Instituto Nacional del Cáncer (INC) en una unidad organizativa interna del propio Ministerio, integrando sus funciones a la estructura de la Secretaría de Gestión Sanitaria.
- Se reorganizaron funciones dentro del ANLIS Malbrán para optimizar capacidades y evitar duplicaciones en el abordaje de enfermedades transmisibles. Se disolvió el Instituto Nacional de Medicina Tropical de Anlis-Malbrán, que duplicaba funciones con los institutos Dr. Chaben y Dr. Maiztegui, también del Anlis-Malbrán.
- Se disolvió el Instituto Nacional de Enfermedades Cardiovasculares, creado por ley en 2015 pero nunca implementado.
- Se disolvió la Agencia Regulatoria de la Industria del Cáñamo y del Cannabis Medicinal que tenía más secretarios de Estado que la Secretaría de Transporte y es el ejemplo perfecto de agencias descentralizadas que se crean para hacer caja. Sus funciones duplicaban las que ya tenía el ANMAT.
- Se disolvió el Instituto Nacional de la Agricultura Familiar, Campesina e Indígena, del que hablé también acá en conferencia. 85% de la plata en sueldos, 1.000 personas en total.
- Se disolvió el Instituto Nacional de Semillas que significa ahorros de unos 1000 millones de pesos anuales.
- Se disolvió el INADI, el ejemplo paradigmático de uso del Estado para la persecución y el adoctrinamiento político. 430 empleados y millones de pesos en alquileres de edificios.
- Se disolvió el Instituto Nacional Belgraniano, Browniano, Newberiano, el Instituto Juan D. Perón y la “Comisión Permanente Nacional de Homenaje al General Juan Domingo Perón”.
- Se transformó en unidad organizativa el Instituto Nacional Sanmartiniano, el Instituto Nacional Yrigoyeneano, del Museo Nacional de Bellas Artes y del Palacio Libertad, Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento.
- Se disolvió la Comisión Nacional de Coordinación del Programa de Promoción del Microcrédito para el Desarrollo de la Economía Social.
- Se transformó en unidad organizativa la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos, de la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares, del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón y del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas.
- Se transformó en unidad organizativa el Instituto Nacional del Teatro.
- Se transformó en unidad organizativa el Instituto Nacional de Vitivinicultura (al tiempo que se produce una fuerte desregulación de la industria para darle mayor libertad a los productores).
- Se transformó en unidad organizativa del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), acotando sus funciones.
- Se transformó en unidad organizativa el Instituto Nacional del Agua.
- Se transformó en unidad organizativa el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas.
- Se transformó en unidad organizativa el Parque Tecnópolis del Bicentenario, Ciencia, Tecnología, Cultura y Arte.
- Se transformó en organismo desconcentrado la Agencia Nacional de Materiales Controlados.
- Se transformó en organismo desconcentrado el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), cuya planta había crecido un 100% en los últimos 20 años.
- Se transformó en organismo desconcentrado al Instituto Nacional de la Propiedad Industrial.
- Se transformó en organismo desconcentrado al Banco Nacional de Datos Genéticos.
- Se transformó en sociedad anónima el Banco Nación.
- Se fusionó el Museo de Sitio ESMA y del Archivo Nacional de la Memoria en el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos.
- Se fusionó el Instituto Nacional de Prevención Sísmica en el Servicio Geológico Minero Argentino, concentrando en un único organismo a los profesionales de la misma especialidad.
- Se fusionó el Ente Nacional Regulador de la Electricidad y del Ente Nacional Regulador del Gas constituyendo el ENTE NACIONAL REGULADOR DEL GAS Y LA ELECTRICIDAD.
- Se reorganizó la Junta de Seguridad en el Transporte, cambian sus funciones y su denominación a AGENCIA DE INVESTIGACIÓN DE ACCIDENTES E INCIDENTES DE AVIACIÓN.
- Se adecuó la Unidad de Información Financiera (UIF) a los estándares exigidos por el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI).
- Se eliminaron los créditos ANSES para que el Estado no regale la plata de los jubilados a tasas irrisorias con fines políticos.
- Se desregularon las obras de arte.
- Se desreguló el Transporte Automotor de Cargas: entre ellos el RUTA, un trámite inútil que llevaba tiempo y dinero.
- Se eliminó el pedido de libre deuda a Obras Sanitarias.
- Se eliminó el Registro de Constructores, diseñado para corromper y repartirse la obra pública entre los amigos del poder.
- Se simplificó el mercado de autopartes.
- Se eliminaron trámites innecesarios que limitaban la competencia en servicios digitales.
- Se eliminaron las jornadas obligatorias de Educar en Igualdad.
- Se eliminó el Fondo Nacional para la Construcción de viviendas de servicio del personal militar.
- Se transformó la Casa de la Moneda, otro antro de corrupción e ineficiencia kirchnerista.
- Se autorizó la privatización de Intercargo, de Corredores Viales y de Energía Argentina S.A.
- Se eliminaron capas de programas, capacitaciones, registros y promociones de Ley de PYME.
- Se liberaron las importaciones para Ciencia y Tecnología.
- Se derogaron los regímenes de promoción de la Ganadería Ovina y de Llamas, del Gusano de Seda, de la Actividad Caprina, Ganadería Bovina en zonas áridas y semi-áridas, Búfalos de Agua y Producción Algodonera. Y cuando todo esté promovido… nada lo estará.
- Se desreguló la importación de pilas. No se fabrican en Argentina, pero si traés una Duracell con todos los certificados internacionales pertinentes, el Estado volvía a hacer todos los controles.
- Se desreguló las inversiones mineras. Se eliminó un formulario con 1000 campos y certificados innecesarios.
- Se desreguló el mercado de garrafas (GLP). Se eliminaron barreras a la competencia en el sector que encarecen la actividad y se liberó la importación para que ingresen más garrafas al país.
Se disolvieron 29 fondos fiduciarios:
- Fondo Fiduciario para la Reconstrucción de Empresas (FFRE), que estuvo operativo hasta su extinción en 2018
- Fondo Cobertura Universal de Salud (CUS)
- Fondo Fiduciario para la Generación Distribuida de Energías Renovables (FODIS)
- Fondo Estabilizador del Trigo Argentino (FETA)
- Fondo Fiduciario para la Recuperación de la Actividad Ovina (FRAO)
- Fondo Fiduciario Nacional de Agroindustria (FONDAGRO)
- Fondo Fiduciario para la Protección Ambiental de los Bosques Nativos (FOBOSQUE)
- Fondo Nacional de Emergencias (FONAE)
- Fondo Fiduciario del Programa de Respaldo a Estudiantes Argentinos (PROGRESAR)
- Fondo Fiduciario de Capital Social (FONCAP)
- Programa de Crédito Argentino del Bicentenario para la Vivienda Única Familiar (PRO.CRE.AR.)
- Fondo Fiduciario para el Desarrollo de Capital Emprendedor (FONDCE)
- Fondo Fiduciario para la Refinanciación Hipotecaria (REFI)
- Fondo Fiduciario de Asistencia Directa a Víctimas de Trata
- Programa para Incrementar la Competitividad del Sector Azucarero (PROICSA)
- Programa de Inversiones Estratégicas (PROINE)
- Fondo Fiduciario del Servicio Universal (FFSU)
- Fondo para el Desarrollo Rural y la Agricultura Familiar (PRODAF)
- Fondo Fiduciario para la Vivienda Social
- Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial (FFDP)
- Fondo Fiduciario de Infraestructura Aeroportuaria (INFRA. AEROP.)
- Fondo Fiduciario para el Transporte Eléctrico Federal (FFTEF)
- Fondo de Integración Socio Urbana (FISU)
- Fondo Fiduciario para la Promoción Científica y Tecnológica (FONDOTEC)
- Fideicomiso Red de Autopistas y Rutas Seguras (RARS)
- Fondo Fiduciario para Subsidios a Consumos Residenciales de Gas (FFGLP).
- Fondo Fiduciario Federal de Infraestructura Regional (FFFIR)
- Fondo de Desarrollo Productivo (FONDEP).
- Se disolvió el Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento (ENOHSA) que duplicaba sus funciones con la Subsecretaría de Recursos Hídricos.
- Se concretó la fusión por absorción de CONSTRUCCIÓN DE VIVIENDA PARA LA ARMADA por parte de PLAYAS FERROVIARIAS DE BUENOS AIRES SA.
- Se modificaron las leyes de energía 24.076 y 24.065, para que cualquier privado pueda contratar la electricidad con el proveedor que quiera. Además, se liberó la iniciativa privada para las ampliaciones de red eléctrica para promover la expansión de la red.
- Se definieron las competencias de la AGENCIA NACIONAL DE PROMOCIÓN DE LA INVESTIGACIÓN, EL DESARROLLO TECNOLÓGICO Y LA INNOVACIÓN, para orientarla a las ciencias duras y su aplicación al sector productivo.
- Se modificó la Ley de Turismo N° 25.997 a fin de suprimir intervenciones estatales distorsivas para el mercado y competencias nacionales en materia de turismo regional: como los hoteles sociales de Chapadmalal y Embalse.
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Dos Miguel Ángel en la misma cárcel. Un Cristo y una Estrella.

Míguel Ángel ‘Cristo’ Olivera. Uruguayo, nacido en 1943, militante del MLN en los 60/70. El destino quiso que compartiera prisión con otro Ángel, Miguel Ángel Estrella, en la cárcel Libertad. Así lo recuerda en una nota de la Agencia Paco Urondo que hoy compartió nuevamente en su facebook:
“Suena un piano / la luz está sobrando…”A mi tocayo el pianista, Miguel Ángel Estrella, el Nº 2314.
Corría el año bravo de 1977. Como a veces sucedía, llegó primero al penal de Libertad el antecedente, la anécdota, la información, la “fama”. Antes que estos presos argentinos fueran rapados, numerados y enmamelucados, la “población reclusa” ya sabíamos parte de los hechos, ya teníamos una versión de su caída. Habían caído denunciando ante embajadas la represión desatada por la dictadura uruguaya contra ciudadanos argentinos que vivían tranquilos en nuestro país. Una “cacería” de supuestos Montoneros, sospechosos de conspiración… Una clara operación del Plan Cóndor, trasnacional, que combinaba la represión entre las dictaduras de la región.
Los procesados fueron cuatro, dos compañeras y dos compañeros. A nosotros nos tocó recibir al “Jimy” y al “Chango”, las compañeras fueron llevadas al Penal de Punta de Rieles.
La población “residente” del E.M.R.1 (Penal de “Libertad”) continuaba “internacionalizándose”: teníamos brasileros, chilenos, un francés, varios españoles, algún italiano, varios de “orígen desconocido” y ahora teníamos argentinos. Un obrero y un artista, dos presos más, dos compañeros.

El “Chango” Estrella es tucumano: habla con la ERRE “amontonada”, junta muchas para decir “rrrosa”, para decir “rrrío”, para decir “rrrevolución”. El “Chango” Estrella es músico, un prestigioso concertista, un maestro nato. El “Chango” fue enseguida “uno más de nosotros”. Es uno de nosotros, un hermano.
Fue de “los presos serios”, pero alegre. Los había jodones, tristes, circunspectos, dicharacheros, callados, “apretados”, “linces”, conspiradores permanentes, “cuadros”, prolijos, rompepelotas, tranquis, ansiosos, “bolaceros”/manijeros, rayados, optimistas perpetuos.
Fuimos tres mil tipos en el penal combinando aptitudes y carencias, pros y contras, buenas y malas, para “bancar la cana” y resistir. Tres mil tipos tratando de sobrevivir esa muela de moler, esa máquina de destruir que era la cárcel.
El “Chango” aportó su parte en eso de hacer de una cárcel una trinchera.
Para un preso político toda cárcel es –debe ser- una trinchera. Y el “Chango” Estrella lo entendió así, la “vivió” así, la “militó” así…
La cárcel de Libertad está construida sobre columnas, por razones de seguridad, para impedir los túneles, para dificultar las fugas, para no repetir abusos como el de Punta Carretas.
El penal como trinchera, como bastión de resistencia de luchadores presos, también se sostuvo de columnas concretas, de compañeros referentes y activos de la solidaridad, la asistencia mutua, el respaldo recíproco, la autodisciplina, la austeridad, el fraterno sostén, el análisis claro, la línea meridiana, la paciencia sabia, la unidad imprescindible. Podríamos -algún día en homenaje memorioso- bautizar esas columnas con nombres señeros de los compañeros que sostuvieron esa cana, los pilares. Sin duda, el nombre de Miguel Ángel Estrella, el “Chango”, será uno de ellos.
El “Chango” fue un pilar, y, sobre todo, fue un maestro, como compañero y como artista: fraterno, solidario, generoso, un constructor.
La música en la cárcel
“Todo preso canta”, es una afirmación dudosa. Si la dice un interrogador, al pie del tacho, no es cierto. Si la dice un compañero, seguro que es verdad.
El que no “cantó” en la máquina, cantó alguna vez en la celda, otro tipo de canción, claro.
Cantar para soñar, para evocar, para acompañar, para “zafar”, pero cantar un tanguito maltrecho, una milonga rasca, una zamba olvidada, un bolero perdido, un tema de Serrat o de Laura Canoura pero alguna vez cantamos en la celda hasta que “la fuerza nos hizo callar” (como cuando al Rucdy Cabrera, en medio de “Las 40”, justo en esa parte de la letra que dice eso mismo, le abren la ventanilla de la celda, por la que salía su vozarrón de boliche, y un cabo de Colonia, intolerante y arbitrario, “lo hizo callar ya mismo”, y lo mandó a la isla, al calabozo, por “cantar en horas no autorizadas”).
Digo, todos fuimos un ratito cantor o un ratito músico mientras estuvimos presos. Los había “de verdad”, guitarristas y guitarreros, bandoneonistas, violinistas, percusionistas en serio o de mesa de cemento o de cajón de herramientas.
Compositores, letristas, payadores.
Hasta un arpa tuvimos, la del Palomo Sampayo.
Y un fueye –el del Gordo Belo- y la primera guitarra de Los Olimareños (una Senchordi berreta que hizo entrar el Laucha Prieto).
Y los instrumentos hechos en el penal por los finos “luthiers” de mameluco: violines, flautas, muchas guitarras, que se fueron salvando de los malones de las requisas que cada tanto las destruían a fuerza de borceguíes aplastantes.
¿Quién no intentó aprender a jugar al ajedrez y a tocar la guitarra en 12 años de cana? ¿Quién no rascó un viola en los atardeceres de la celda?
¿Quién no desafinó con una retirada de Los Diablos o de La Soberana recordando tablados del ´70?
¿Quién no escribió un versito, pa´entonar a media voz y olvidarse de las penas?
En tres mil tipos, había de todo. Desde músicos de escuela, refinados, hasta rascatripas. Desde cantorsitos de ocasión hasta uno que había grabado con Rodolfo Biaggi.
Y estaban “los grandes”: Anibal Sampayo, el Laucha Prieto, el Pollo Herrera, el Toro Díaz Marrero, el Gallego Más Calvetti, el Tito Botto, el Gordo Collazo, el Macario y el Indio Baladán (que ganó el primer premio de un festival folclórico, desde una celda del cuarto piso, sector A, ala derecha, del Penal de Libertad)
Pero no era fácil componer, arreglar, musicalizar. El periplo era largo y dificultoso y no siempre se lograba. El Cristo escribía un poema en el primer piso; se lo tenía que hacer llegar al Indio Baladán al cuarto, éste le ponía música en guitarra y se lo “pasaba por ventana” al gordo Belo en el quinto, quien le hacía los arreglos del fueye. Después había que hacérselo llegar al Gordo Ocampo en el primero o al Pacho Esperoni en la Barraca B o al Ñato Sassarini en la “A” para que lo cantaran. Otras veces “viajaban” las letras embagayadas hasta Punta de Rieles, allí las compañeras le hacían la música y, a los muchos meses, volvía hecha canción completa, en la versión de un hijo que te la cantaba en visita de niños, porque la aprendió de memoria en varias visitas a su madre presa en el E.M.R.2.
Todo era así hasta que llegó el “Chango”. Podemos decir que instaló un conservatorio en la celda y hacía “talleres” creativos en los recreos de la cancha chica, o en los trilles de invierno en la planchada del primer piso. Le llovían consultas, inquietudes, composiciones, dudas creativas. Y él respondía meticulosamente, pacientemente, sabiamente, pedagógicamente: compañerilmente.
Debo decir que llegó el “Chango” y después llegó “su piano”.
Y esta es toda una historia…
Maestro y concertista profesional riguroso, Miguel Ángel Estrella tenía su rutina de ejercicios y digitación, su “gimnasia de manos”, su acrobacia de dedos que practicaba con dedicación y disciplina. El “Chango” resistía y a la vez cuidaba su técnica, preservaba sus herramientas primordiales. Como debe ser. No importaba que tuviera que levantarse a las tres de la mañana, a oscuras en el cubículo de la celda, los dedos duros de frío, los ejercicios previos de estiramiento y calentamiento, la puesta de manos sobre el teclado inexistente en la dura mesa de cemento –el piano imaginario- y convocara a sus clásicos favoritos a reunirse con él y a “tocar como los dioses.”
Y así eran tres o cuatro horas por las mañanas y otras tantas por las tardes.
El Chango practicaba, la cabeza del Chango –y sus manos- lo salvaban.
Más de una vez un miliquito sorprendido y fascinado lo observó, por mirilla o por la ventanilla de la celda, “dar” sus conciertos magistrales y mudos. Sin entender nada, pensando para sí –en su castrense ignorancia: “estos pichis están cada día más locos”
Pero un día –un buen día- le llegó, de verdad, “su piano”.
Fue un gesto de la corona británica, antes de Las Malvinas.
La Reina Madre (o la Reina Hija) no se sabe muy bien, en honor al talento y al prestigio del pianista argentino, le envió como regalo oficial un teclado de ejercicios para que no decayera la maestría del artista, prisionero en condiciones tan extremas.
Y –obviamente- la peculiar “lógica militar” rechazó “el aparato ese”. No estaba “autorizau”, no figuraba en la lista de elementos con permiso de ingreso en el paquete del preso. No era gofio ni azúcar ni galleta marina…
Vino el embajador del Reino Unido al Penal, a insistir. El Foreing Office presionó. La diplomacia inglesa hizo su viejo juego, persuadió, convenció, ablandó y “el artefato ése” terminó en la celda del “Chango”, encima de la mesa (antiguo piano duro y primitivo), listo para “sonar” en su falso mutismo.
Eso sí, le cortaron las patas, “no vaya a ser que los reclusos la usen de garrotes”.
Y así la celda del Chango, en el cuarto piso, sector A, ala izquierda, se convirtió en un Mozarteum, en un Colón, en un Solís, de 2,20 por 3,20, con pileta, un biorse y dos cuchetas. ¿El público masivo? Su compañero de celda, el Gato Embert, absorto, embelesado.
No sabían que, desde el principio, desde que Estrella entró a la celda esa, la convirtió en un teatro abierto para la música y la libertad…con la cabeza, la convicción y el compañerismo. Así fue desde el comienzo de la cárcel desde que entró el primer preso político: el 001, el Gordo Torres, el Penal fue un permanente escenario, a la vez doloroso y digno, de ejercicio de libertad.
Una cárcel vacía es una cárcel, pero una cárcel con un preso político, ya no lo es.
Claro está que ese piano le trajo problemas al Chango Estrella.
No era para menos; su sola –e insólita presencia- casi troféica, era la viva muestra de un escore adverso a la fuerza bruta. Como en un luminoso del estadio cantaba: uno a cero, le gana la belleza artística a la brutalidad militar.
Y eso, los milicos, no lo bancaban. Entonces, ese objeto de placer se volvía objetivo de verdugueo.
Todo “objeto de placer” del preso, es objetivo militar. Una revista Siete Días, un Gráfico, un libro, una foto familiar, una guitarra, un barco de palillos, un cuadro al óleo, un tarro de yerba, un mate. “Que te lo saco, que te lo piso, que te lo rompo, que te lo prohibo, ¡¡que te lo reviento!!” Y pijeo va, pijeo viene y se entabla la batallita diaria, la escaramuza cotidiana, la guerrita constante entre el verde y el gris, el resistir, durar, bancar. Hasta que viene la sanción y el calabozo y otra vez a empezar. Como dijera el Bocha Benavídes “con años que albañilean y años de derrumbamientos”.
Pero el Chango “albañileó” toda la cana. Que fue corta pero intensa, aunque no hay “cana corta” ni liviana. Todo es cana al fin, una terrible aberración del hombre.
La del Chango fue una cana seria, madura, productiva. Consolidó mojones, ejemplarizó. La vivió intensamente. Todos creemos que “ le faltó tiempo” en la cana, como a tantos de nosotros.
El Viejo Julio -Marenales- siempre dijo: una escuela de cuadros no es un local, pero todo local debe ser una escuela de cuadros: la cárcel es un local más grande, vivámosla con furor y pasión, aprendamos, formémonos, foguiémonos, salgamos mejores compañeros de lo que entramos.
Creo, estoy seguro, que lo logramos, que ese objetivo se cumplió. Y el Chango lo cumplió. Es uno de nosotros, un compañero, un hermano, que nos dio nuestra ración de libertad imprescindible que la música alcanza.
Dejó atrás episodios mortificantes, propios de su condición de prisionero, como cuando un oficial lo observa en su ejercicio diario con “el piano mudo” y le pregunta: “¿Lo hizo usté?”. No –le contesta el Chango- me lo regaló la reina de Inglaterra. Y el chabón lo mandó castigado al calabozo de “La Isla” por pretender burlarse de un “señor oficial”.
Del Chango quedan anécdotas y enseñanzas, bromas y aportes, santoiseñas “muy presas” y entrañables. Verlo hacer la fajina de celda con la camiseta de Boca Juniors y guantes de goma “pa’ cuidarse las manos”. Verlo esconderse en un parapeto hecho con una tabla de dibujo, en la pequeña celda, antes de las visitas, para tratar de eludir al peluquero que pasaba revista para cortarte el pelo al rape (cosa que el Chango odiaba). Oírlo exclamar por el “ventilador” (la ventana): “¡¡Hoy es un día peronista, compañeros!!”, saludando con optimismo exhalativo y “manijero” el sol radiante que nos alumbraba. Verlo preparar sus clases especiales para un “alumno”, también muy especial, que él atendía con dedicación de hermano, El Pirata, un compañero preso, músico talentoso sufriente de problemas neurológicos y motrices como secuela de la tortura.
En fin, el Chango fue un preso más de los que sirven, una cana derecha, constructiva, sin doblegamientos, ni egoísmos. Un preso político como se debe ser.
Y aquí va la última de esta nota:
Cuando -por esas cosas pícaras que tiene la conspiración en situaciones límite, que te hacen intentar y muchas veces lograr impensadas victorias- pudimos tener en el penal de Libertad una “radio propia”, quizás la primera radio comunitaria del Uruguay (una emisora interna que duró 10 años y que llegó a emitir hasta 8 horas diarias en sus mejores momentos) y cuya historia queda para otra ocasión, el “Chango” tuvo –claro- su espacio, su micrófono, su audición, su tribuna, “su púlpito”. Desde allí dio cátedra de teoría musical, enseñó a tratar instrumentos y composición, a analizar una pieza musical, a disfrutar un concierto, a valorar la música como esencial al ser humano, a apropiarnos un poco más de la belleza.
Tuvo sus programas propios, que él mismo conducía (aunque tuviésemos que escucharle anunciar, con todas sus ERRES tucumanas y amuchadas: “A continuación, interpretaciones de RRRenata TaRRRagó RRRós…”
Pero qué impresionantes sus Programas de Concierto. Los sábados, de noche. Todas las luces de las celdas apagadas, los compañeros en sus lechos, expectantes y ansiosos, el penal entero en silencio y los parlantes que zumbaban de pronto y el E.M.R.1 temblaba con Brahms, flotaba con Vivaldi, soñaba con Mozart y se llenaba –nos llenábamos- de asombro y vibración con el mejor y cojonudo Beethoven.
Y, claro está, ya no estábamos presos.
Pero un día le llegó la libertad. La posta, no el nombre berreta y absurdo del penal, sino la libertad grosa, la de salir a la yeca. La de volar en serio, la de volver a curtirla.
Y en eso siempre hay dos sentimientos cruzados, biunívocos, terribles:
¡Se va un ñery a la calle! / ¡Se nos va un compañero!
Y reímos, lloramos, le deseamos lo mejor. Lo mejor de nosotros se va con él y lo mejor de él se queda en nosotros.
Lo vimos irse caminando: sus ojos enormes, su sonrisa más grande. Lo saludábamos en silencio desde las ventanas. Él se tocaba la pelada en señal de “tranquilo”, de “bigote p´arriba”, de “arruca”, de “hasta siempre”.
Caminaba despacio, custodiado, pero libre. Llevaba bajo el brazo izquierdo “su pianito mudo” que parecía sonar, es más, sonaba, estoy seguro que el “Chango” lo tocaba y le salía como un Aleluya de los valles calchaquíes…
Se tuvo que llevar consigo el piano, “el teclado real”. Los muy mezquinos se lo obligaron a llevar. La voluntad del Chango fue dejárselo a Aníbal Sampayo (o al Indio Baladán) y no se lo permitieron. Así, hasta último momento lo verduguearon. El cartel luminoso marcaba 1 a 1, fue un empate, aunque todos sabemos que “el Chango” les ganó el partido.
Y el Chango se nos fue, salió al aire libre, a viviRRRR, con todas las eRRRes tucumanas.

¿Quién es Miguel Angel Olivera además del autor de este entrañable recuerdo del pianista del pueblo? ¿Cómo fue a dar a la cárcel y se convirtió en artista? Así lo relata en un reportaje:
»Para nosotros, Chile no fue inicialmente nada más que un peldaño. Queríamos recuperarnos del encarcelamiento y la tortura y luego ir a Cuba para preparar la próxima misión armada», dice Olivera, secamente. Al principio, los Tupamaros en Chile fueron recibidos con mucha desconfianza: eran silenciosos, comprometidos con la disciplina ascética y veían el mundo a través de una lógica guerrillera. Pero son precisamente estos atributos los que pronto los convierten en importantes colaboradores de Allende. Por ejemplo, los Tupamaros blindan el auto del presidente y al principio forman también parte de su guardia personal. Se ocupan de rastrear a los espías del servicio secreto uruguayo que están activos en Chile y más de una vez, también, participan por desactivar los conflictos dentro de la izquierda gobernante.
El 3 de noviembre de 1970, el día de asunción presidencial de Allende su impulsivo compañero de partido, Carlos Altamirano, ocupa un fundo cerca de Santiago. «Pero el terrateniente tenía un pequeño ejército privado con jeeps y ametralladoras. Estaba armado para recuperar la tierra. Así que nos tocó armar a los campesinos para que pudieran defenderse en caso de emergencia».Después de su regreso clandestino a Uruguay, El Cristo es arrestado de nuevo. Otra vez, vive el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 en Chile en prisión. Pero, esta vez no es liberado sino hasta 1985. Hasta el día de hoy Olivera cree que la lucha armada es la única forma posible de «derrotar al imperio». Sólo en la elección de los medios se ha vuelto más creativo: «En la cárcel empecé a escribir. Poemas y letras de tango, ¡son mis nuevas armas!»
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Libros/De juegos y platos, por Marquisse

La casa de mi abuela tenía platos colgados en las paredes. Platos playos con distintos diseños (diversos paisajes, figuras orientales) se exhibían en las paredes blancas del departamento en el que vivía Leila. Su casa quedaba a solo unas cuadras de la nuestra. Recuerdo el desconcierto que me generó observar, al notarlos, esos objetos que ahí cumplían otra función. En otros platos, la abuela colocaba galletitas, rodajas de budín, fetas de jamón y queso o facturas, depende la ocasión. En ese departamento pasaba algunas tardes a la semana después del colegio. Además de zampar esos manjares, me encantaba jugar con mi abuela a cualquier juego de cartas o de mesa. Los primeros juegos fueron la casita robada, la generala, la escoba de quince, el chinchón, las damas.
Una noche de aburrimiento, mis hermanos me iniciaron en el noble mundo de la canasta. Lo recuerdo como toda una ceremonia. Para incorporar las reglas, jugamos numerosas partidas esa madrugada. Pero ese conocimiento era heredado de mi abuela, claro. Así que a partir de esa noche, los otros juegos en la casa de los platos fueron reemplazados por la canasta. Mi abuela se caracterizaba por ser parsimoniosa. Cuando se hacía con el pozo gordo que habíamos ido formando con las cartas descartadas durante la partida, extendía tranquilamente sus series de cartas (cuatro 6, tres J, cuatro ases, por ejemplo). Admiraba la paciencia con la que se manejaba en el juego.
Sobre “El Maestro de Go”, de Yasunari Kawabata, y el arte del juego

El Maestro de Go, de Yasunari Kawabata, trata sobre un partido que tuvo lugar en el año 1938 y se extendió por siete meses. El Go es un juego milenario. Según el prólogo de la edición* de Emecé escrito por Anna Kazumi Stahl, los samurai gobernaron Japón durante siete siglos hasta 1868 y le dieron importancia tanto al entrenamiento físico de los guerreros como a las cuestiones relativas a la estética y a la espiritualidad. El Go consiste en abarcar una buena cantidad de terreno en un tablero cuadrado y en rodear al contrincante para capturarlo y, con eso, ganar más puntos. La concentración que tiene que tener el jugador de Go en cada turno, en cada movimiento, se asemeja a juegos de táctica como el ajedrez.
Lo curioso de esta novela es la historia de su origen. Resulta que un diario nacional le encargó a Kawabata -quien treinta años después de la partida de Go que narra en la novela ganaría el Premio Nobel de Literatura- cubrir el campeonato de Go de un respetable Maestro que estaba a punto de retirarse de su carrera. Se trató de 64 entregas que Kawabata escribió para el Tokio Nichinichi Shimbum. Basándose en esta crónica, el autor construyó una novela que narra la partida entre el Maestro Shusai Honnimbo y Otake (que en la vida real se llamó Minoru Kitani). El prólogo de la edición se refiere al partido como un hecho trascendental por tratarse de una tensión entre la tradición y la modernidad. A lo largo de la novela, se puede ver cómo hay ciertas reglas nuevas que se introducen en el campeonato. Un nuevo reglamento asoma y, con esto, una nueva era en el mundo del Go.
El retrato que Kawabata realiza del Maestro contrasta con el de Otake. No solo porque se trata de generaciones distintas (Otake tiene casi la mitad de edad del sexagenario Maestro), sino por sus temples. El narrador de la novela acompaña al Maestro en sus contemplaciones del Lago Ippeki. El Maestro puede pasar las horas o vastos minutos de sus turnos de manera calma y con una economía de movimientos corporales admirable; Otake bebe grandes cantidades de té, por lo que sus visitas al baño son frecuentes, y demuestra una personalidad más ansiosa. En el capítulo 10, Otake expresará, de hecho: “El Maestro es tan tranquilo (…). Los calmos siempre me hacen confundir. Prefiero los ruidosos. Esta calma acaba con mis nervios” (p.59). El combate, sin embargo, es reñido y ambos oponentes demuestran estar a la altura de sus respectivos títulos.
Al principio del libro también se cuenta cómo esta fue la última partida del Maestro. Fallecería un año y meses después de terminarla. En el capítulo 8, en el que habla sobre la foto post mortem que le tomó el narrador por encargo de su esposa, el narrador dice: “Tal vez lo que había fotografiado era la cara de un hombre que representaba desde el principio el martirio por el arte. Era como si la vida de Shusai, Maestro de Go, hubiera llegado a su fin, al igual que su arte, con ese último juego” (p. 50). Me conmueve la idea de una vida que concluye cuando se logra un objetivo, una misión.
Repasando la reseña y lo que me había dejado el libro evoqué un poema que descubrí hace poco en Instagram gracias al algoritmo. De tanto en tanto surgen joyitas que merecen la pena ser descubiertas. Como esta poesía de Mary Oliver, una poeta a la que llegué por una amiga que me la había mencionado en varias ocasiones:
Misterios, sí
En serio, vivimos con misterios demasiado prodigiosos
para ser comprendidos.
Cómo la hierba puede ser alimento en la
boca de corderos.
Como los ríos y las piedras sean para siempre
devotos a la gravedad
mientras nosotros soñamos con elevarnos.
Como dos manos se toquen y los lazos
Nunca se rompan.
Cómo se acercan las personas, por delicia o por
las cicatrices del daño,
al consuelo de un poema.
Déjame distanciarme, siempre, de quién
cree que tiene las respuestas.
Deja que siempre le haga compañía a quien diga
′′Mira!” y se ríe de asombro,
y agacha la cabeza.
Mary Oliver
Pienso en el maestro y sus contemplaciones. Pienso en los platos de mi abuela, en su concentración y su temple en el juego. Pienso en la táctica y en el poder todavía asombrarse, en esos movimientos que pueden sorprendernos al tiempo que los ejecutamos. Pienso en la necesidad de aproximarse a las respuestas, pero también en la imposibilidad de llegar a ellas, tras un tiempo de meditación (y que eso no sea necesariamente malo, claro). Pienso en las partidas que perduran a pesar del tiempo.
*Esta edición es de la del 2005, con prólogo de Anna Kazumi-Stahl y traducción de Amalia Sato