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Opinión

La intelectualidad al palo, por Hernán López Echagüe

Los intelectuales. Personas dedicadas al cultivo de ciencias y letras. Campesinos, digamos, del saber. Personas que han alcanzado un conocimiento sobrenatural de las cosas de la vida. A diferencia de la gente común y ordinaria, que de la vida sólo entiende que debe mantenerla viva. Los intelectuales son personas que escriben y hablan y piensan. Todas las personas escriben, hablan y piensan. Los intelectuales forman opinión a través de sus palabras. Todas las personas forman opinión a través de sus palabras. Y ahora los intelectuales de profesión empezaron a reunirse en proclamas políticas, en una especie de voz unívoca. Todos estos intelectuales padecen un entorpecimiento sustantivo, porque intelectual es un adjetivo. Es como que alguien dijera: “Nosotros, los Bonitos que abajo firmamos ….”. Pero a los intelectuales les gusta adjetivarse. Bien, desde luego. Eminente intelectual. Ilustre intelectual. Prestigioso intelectual. Pero el término intelectual, ya desde su enunciación, no admite una adjetivación que lo descalifique. Es decir, todo intelectual, por la sencilla razón de serlo, es una eminencia, una persona ilustre y prestigiosa. Faltaría más. Decir, por ejemplo, que Majul es un intelectual, porque lo es, porque escribe, piensa y habla, nos mete a todos en un brete. Y a Majul lo eleva al cielo inmaculado de la sabiduría.

a los intelectuales les gusta adjetivarse. Eminente intelectual. Ilustre intelectual. Prestigioso intelectual

A los intelectuales los ataca una sensación de bienestar cuando encuentran su nombre en un artículo que, por caso, refiere las inclinaciones literarias de los intelectuales. Y si no figuran en esas líneas, entonces resuelven que el autor del artículo es un idiota. Los que se llaman a sí mismo intelectual , me causan cierta sospecha. ¿Tienen un poder cognoscitivo del alma humana? ¿Cómo lo alcanzaron? ¿Con tres sobres de gofio? No aconsejo el gofio después de la sandía o de la lectura de un libro de Stamateas, otro intelectual.

Intelectual de veras, práctico, directo, y por sobre todas las cosas corajudo, es mi querido amigo Carlos, el Rengo, del MTD-Lanús. Hace tiempo fue a verlo a Manolo Quindimil, el difunto cacique peronista de Lanús, para decirle que en el barrio La Fe había chicos que se alimentaban a fuerza de mate cocido, arroz y pan. “No sé si usted lo sabe, pero nosotros ya creamos más de cien comedores populares en Lanús”, le dijo Quindimil con orgullo. El Rengo lo miró feo y le dijo: “¡Y a usted le parece bien eso!”.

Pago por ver a alguno de estos intelectuales de cartas y proclamas las cartas respondiéndole de ese modo a Quindimil, en la cara, en su despachomuseoperonista de Lanús. Presumo que no debo explicarle a un intelectual el ánimo y el sentido de la respuesta del Rengo.

LLEGAN TARDE TODOS ESOS INTELECTUALES

Llegan tarde todos esos intelectuales. Es que hace muchos años mucha gente que también escribe, habla y piensa, se puso a buscar caminos. Pero todos estos intelectuales, de uno y otro lado, porque nos han enseñado que existe uno y otro lado, y al que no respete esa regla ¡minga!, digo, estaba diciendo, que todos estos intelectuales que ahora se juntan como cabritos de letras en una carta abierta o proclama, ignoraban a esa otra gente, mucha, pero mucha, que también piensa, escribe y habla. Y, por sobre todas las cosas, lucha. Hasta hay locos intelectuales sin diploma ni doctorado que dieron la vida.

Cuando matan a uno de esos pobres condenados, las cartas abiertas explotan y las proclamas saltan, te llenan páginas de diarios y revistas y te cagan por completo la casilla de correo electrónico. Te la llenan de condenas, de solidaridad, de bronca, de gotas de ojo con pergamino.

Los intelectuales. ¿Una casta? ¿Un fin en sí mismo? Digo: ¿tan lejos de la academia está el cordón de la vereda? ¿Tan lejos de la biblioteca está la calle, su perfume, las calles que caminan personas que también escriben, piensan y hablan? No hay cosa mejor que un buen libro. Cuando, claro, uno no tiene un buen amigo, un buen compañero de caminata. Los libros y los espacios cerrados y ese confort de la nebulosa del más allá son geografías maravillosas. Pero aíslan. El intelecto queda prisionero del ombligo. El ejercicio incesante del razonamiento lejos de la intemperie, de la reflexión lejos del mundanal ruido, atasca, emboba, convierten al intelectual con diploma en un decidor de causalidades sobre hechos que no ha vivido, salvo por tevé, hechos y acontecimientos que apenas ha conocido por escrito, jamás en vivo y directo. Hechos por los que nada ha hecho. Cosas que les ocurren a millones de Otros que a duras penas conocen. Actúan a la manera de psicoanalistas de la sociedad que nos quieren convencer de las virtudes del capitalismo serio. Mientras ellos miran los lomos de libros en los anaqueles de las librerías, los otros intelectuales estudian el precio de un paquete de arroz en un almacén o en un supermercado.  

Se juntan porque ahora les da cosa pensar, decir, escribir, criticar por cuenta propia

Todos estos intelectuales que se pusieron a crear bandas de intelectuales, si quieren que alguna vez los llamemos intelectuales de veras, que salgan al mundo. Que se desnuden. Queremos verlos en bolas. Queremos, todos los que nunca jamás seremos intelectuales y ni por asomo firmaremos esas cartas de firmar y ya, queremos que todos estos intelectuales, los de una margen u otra, se saquen de encima esta cosa de aglutinación o congregación política y continúen haciendo lo que hacían antes, y algunos lo hacían muy bien: pensar, razonar, criticar, aprobar, apoyar o denunciar y maldecir a las cosas de un gobierno o de una oposición.

Se juntan porque ahora les da cosa pensar, decir, escribir, criticar por cuenta propia. Le temen a algo que podríamos llamar el monstruo del error solitario. Se juntan, entonces, con el afán de ser un atado de ramas que nadie podrá partir. Con ustedes no va esta historia del atado de ramas. A los unos y los otros es fácil partirlos. Sin violencia, desde luego. Los acontecimientos, la postura de ustedes frente a los acontecimientos, los va a partir al medio con el correr del tiempo. A los que suponen que hay una revolución en marcha y a los que suponen que hay una revolución socialista en marcha que es necesario detener ya y de cualquier modo.

Estos intelectuales que se llaman a sí mismo intelectuales. Los de la carta abierta o a medio abrir o perdida o contracarta o cómo quieran llamarlo. Todos, los de uno y otro lado, han leído mucho. Se devoraron bibliotecas. Pero a todos les falta absorber el humo de la calle. No el humo de los años sesenta y setenta. El humo de estos días y el humo de aquel tiempo en el que sabían pronunciar alguna palabra que a uno lo llevaba a decirse: “¡Pero mirá vos!”.

¿Por qué esta cosificación del pensamiento?

Hoy todos apuestan a una cosa fundacional. ¿No les alcanza con eso de decir algo? Pero algo inteligente. ¿Por qué se metieron en este bolonqui casi idiomático y dejaron a un lado lo que hacían antes, es decir, pensar, reflexionar y decir desde un lugar por completo independiente, libre, a salvo de todo fanatismo?

¿Por qué esta cosificación del pensamiento? Los está desnucando la foto. Y supongo que un verdadero intelectual no puede permitir que te mate la foto. Ese asunto de aparecer. El buen intelectual es un tipo anónimo. Crea conflictos de pensamiento pero sin nombre propio. Hay que volver al cuentapropismo del pensamiento. De pronto los tipos van a la tele, tienen una columna en algún diario, en alguna revista, y caen en la cuenta de que tienen todo eso porque son brillantes. No, señor. Lo tienen porque saben a qué atenerse; saben qué pueden decir y qué no. No porque alguien se los indique. Porque los acorrala un límite. Un límite, una línea de puntos. Un círculo de palabras raras que no tiene sustento en la charla de esquina. Palabras de intelectuales que discurren al margen de millones de orejas. 

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Opinión

Fetiches de la cultura ‘slow’, por Pablo Echeverría

La masa madre es un gran ejemplo de algo que fue de pronto fetichizado, vuelto símbolo de autenticidad, cuidado y cultura, cuando en realidad es solo una manera más —válida, pero no sagrada— de hacer pan.

En esa línea, también se han vuelto moda y parte de un coqueteo sobrevalorado: la cúrcuma (un polvo amarillo con gusto a tierra), que de pronto está en todo, y resulta que alivia dolores, fortalece el sistema inmunológico, te rejuvenece y hasta te resetea el karma.

El jengibre es un caso raro: de ser un tubérculo casi desconocido, feo hasta de ver, pasó a ingrediente indispensable: condimento, jugos, postres, cosmética, aromaterapia y hasta en cápsulas. Y no sé por qué cosa, la gente ama nombrarlo.

Todas estas cosas —y muchas otras más— encarnan una rara nostalgia moderna, una forma de querer volver —desde un lugar performático— a donde nunca se estuvo.

La cultura slow, lejos de desacelerar la vida moderna, ha despertado un frenesí por cosas que nadie necesitaba.

  • Pablo Echeverría, músico, periodista y artista plástico uruguayo

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Opinión

Opinión/¿Loco, sobrenatural o demoníaco?, por Marcelo Daniel Cosín

En el acto de apertura del Primer Congreso de la Libertad, Javier Milei dejó de ser sólo presidente: volvió a ser profeta, cruzado y showman. La campaña electoral comenzó como si se tratara de un ritual de guerra y purificación. Rodeado de su gabinete, desde un escenario blindado, lanzó una lluvia de insultos, metáforas escatológicas y promesas de “limpieza” espiritual y política. La provincia de Buenos Aires fue su blanco y su exorcismo: “el último refugio del populismo”, sentenció.

El discurso no tuvo lugar para los matices. A modo de inventario retórico, estos fueron algunos de sus dardos más llamativos:

“Pichón de Stalin”, “burro eunuco” y “último zar de la miseria”, dirigidos a Axel Kicillof.

“Pelotudo”, usado para referirse tanto al gobernador como al expresidente Alberto Fernández.

“Soviético que no puede sumar ni con un ábaco”, para remarcar su desprecio por la gestión económica ajena.

“Parásitos mentales”, “muchas ratas”, y otras imágenes zoológicas para aludir a los funcionarios del Estado bonaerense.

Y su clásico: “Les rompían el culo al sector privado”, una frase que se ha vuelto ritual anal de su ideología performática.

No se limitó a un enemigo. El kirchnerismo entero fue objeto de escarnio, junto a exfuncionarios como Martín Guzmán (a quien llamó chanta y cómplice de un gobierno genocida) o ministerios como el de la Mujer, al que calificó de estructura parasitaria. La escena se transformó en un aquelarre libertario, donde la política dejó de ser administración y pasó a ser exorcismo.

La Fuerza del Cielo (o cómo Conan lo eligió)

¿Dónde encuentra Milei la legitimación de semejante temple mesiánico? El periodista Juan Luis González acaba de publicar Las fuerzas del cielo, una biografía que continúa El Loco y que indaga, sin eufemismos, en la dimensión esotérica de su poder. Allí se afirma que Milei no solo se siente líder político, sino elegido por una fuerza sobrenatural que se comunica con él desde su infancia… a través de su perro fallecido, Conan, quien oficia de médium entre él y “El Uno”.

“El Uno”, por cierto, no es Trump, ni Musk, ni el Papa. Es D-os, como escriben los creyentes judíos ortodoxos. Karina Milei, su hermana, es descrita como una Moisés laica: organizadora electoral, administradora de fondos y guardiana del acceso espiritual.

Según González, Milei declaró haber aceptado mudar la embajada argentina a Jerusalén porque el Rey David “se lo pidió en sueños”. ¿Qué decisión geopolítica puede surgir de una revelación onírica? ¿Qué economía puede resistir un mandato místico?El guionista invisible y la ministra de guerraSantiago Caputo —el silencioso arquitecto detrás del relato— no se muestra, pero escribe. Lo llaman “el Mago del Kremlin”, no por Rusia, sino por su habilidad para diseñar estrategias con aura de ficción. No es un asesor: es un dramaturgo del poder.

Patricia Bullrich, en cambio, es el reverso institucional de esta fábula cósmica. Su biografía también es excéntrica: aristocracia patricia, pasado montonero, presente represivo. Su presencia en el gabinete parece un recordatorio constante de que hay otra forma de crueldad: la del orden.

Epílogo

En un mundo donde Trump vuelve a la Casa Blanca, Netanyahu perpetúa una política de exterminio, Bolsonaro ya tuvo su turno, y Orbán se consolida como modelo, lo verdaderamente sorprendente no es que Milei gobierne la Argentina: es que lo haga invocando entidades místicas y llorando por un peluche de perro.

Esta nota no intenta diagnosticar todas las causas de este derrumbe. Apenas busca ofrecer una estampa: la imagen de un poder que simula sensatez y se asume como religión delirante. Frente a eso, aún hay margen para una salida democrática: un frente nacional, popular y democrático que recupere la esperanza, que reponga el Estado, que lo colectivo supere al individuo, y especialmente que las políticas económicas y sociales se basen en el principio de igualdad.

Porque si el infierno es la sobreactuación, la salida tal vez esté en volver a creer en la escena de lo humano.

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Opinión

Opinión/Sobre tontos y sabios, por Héctor Amichetti

No caben dudas que para la historia de la humanidad son mucho más trascendentes los filósofos griegos que los “cráneos” fundadores de la escuela austríaca.

¿Quién conoce a Menger, von Mises, Hayek o Böhm-Bahwerk?Bastante más populares resultan los nombres de Platón, Sócrates y Aristóteles, muchos pronuncian a menudo sus frases, a sabiendas o no que de ellos provienen.

A propósito de Aristóteles, alguna vez dijo: “El tonto no aporta nada digno de ser oído y se ofende por todo”, sin saber que estaba calificando con 2350 años de anticipación a Javier Milei.

Si hay alguien absolutamente carente de la virtud y la ética que tanto exaltaban aquellos griegos, es el actual presidente argentino, que a falta de argumentos racionales, abunda en insultos.

Insultos que convierten en un Gigante al “monarca diminuto” de Axel, pichón de Perón más que de Stalin, quien a diferencia del tonto que experimenta con las teorías de Austria, puede mostrar con orgullo que siendo Ministro de Economía del gobierno de Cristina, sembró felicidad en el pueblo argentino promoviendo trabajo y producción.

Trabajo y producción que destruye el mediocre alumno austríaco.”La única verdad es la realidad” diría Aristóteles.

Jamás podrá un miserable cipayo inspirado en teorías importadas, egoístas y elitistas, empañar la grandeza de Axel, que se forja en la doctrina y acción patriotica de un glorioso movimiento popular como es el Peronismo.

(Tomado del FB del autor, 27 de junio de 2025)

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