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Opinión

Opinión/Sobre tontos y sabios, por Héctor Amichetti

No caben dudas que para la historia de la humanidad son mucho más trascendentes los filósofos griegos que los “cráneos” fundadores de la escuela austríaca.

¿Quién conoce a Menger, von Mises, Hayek o Böhm-Bahwerk?Bastante más populares resultan los nombres de Platón, Sócrates y Aristóteles, muchos pronuncian a menudo sus frases, a sabiendas o no que de ellos provienen.

A propósito de Aristóteles, alguna vez dijo: “El tonto no aporta nada digno de ser oído y se ofende por todo”, sin saber que estaba calificando con 2350 años de anticipación a Javier Milei.

Si hay alguien absolutamente carente de la virtud y la ética que tanto exaltaban aquellos griegos, es el actual presidente argentino, que a falta de argumentos racionales, abunda en insultos.

Insultos que convierten en un Gigante al “monarca diminuto” de Axel, pichón de Perón más que de Stalin, quien a diferencia del tonto que experimenta con las teorías de Austria, puede mostrar con orgullo que siendo Ministro de Economía del gobierno de Cristina, sembró felicidad en el pueblo argentino promoviendo trabajo y producción.

Trabajo y producción que destruye el mediocre alumno austríaco.”La única verdad es la realidad” diría Aristóteles.

Jamás podrá un miserable cipayo inspirado en teorías importadas, egoístas y elitistas, empañar la grandeza de Axel, que se forja en la doctrina y acción patriotica de un glorioso movimiento popular como es el Peronismo.

(Tomado del FB del autor, 27 de junio de 2025)

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Archivo

Belgrano intangible, por Oscar Taffetani

En un nuevo aniversario de la desaparición física de Manuel Belgrano, LCV recupera para su archivo una investigación de Oscar Taffetani publicada en Nuevo Siglo Online (NSO) el 19-07-2007 .

La Secretaría de Cultura ha ofrecido una recompensa de 20 mil pesos a quien aporte información “que posibilite la recuperación” de un reloj de oro con cadena de oro y brillantes que perteneciera a Manuel Belgrano y que habría sido hurtado el pasado 30 de junio –según se denunció- de una vitrina del Museo Histórico Nacional.

Para que se tenga idea del valor de la pieza que la Secretaría de Cultura dice querer recuperar con 20 mil pesos, apuntemos que un par de pistolas artesanales obsequiadas a Manuel Belgrano después de la batalla de Salta, y que por esas vueltas de la vida llegaron a la caja fuerte de un Secretario del Tesoro norteamericano, fueron rematadas el año pasado en Christie’s por 374.400 dólares.

Un antiguo reloj de oro ¡y de Belgrano! (pongámonos por un instante en la cabeza del ladrón) vale mucho más que un par de pistolas…Obsequio del rey Jorge III de Inglaterra, el reloj acompañó al prócer en sus últimos años bla bla y fue entregado en el lecho de muerte bla bla al médico Joseph Readhead, porque Belgrano bla bla no tenía al morir ninguna otra pertenencia… “Son piezas vinculadas de manera íntima a la historia argentina, que lamentablemente no han estado en ese país por más de 150 años” dijo Connor Fitzgerald, asesor del coleccionista William Simon, propietario de las pistolas rematadas en Christie’s.

Esas palabras podrían repetirse, dentro de unos años, para fundamentar la tasación de esta pieza robada hoy al Museo, en un hipotético remate internacional (Interpol, reconozcamos, ha logrado frustrar algunas de esas ventas). Imaginamos a un barón de la soja, a un príncipe argentino de los bíocombustibles, con lágrimas en los ojos, adquiriendo el reloj de Manuel Belgrano en la subasta. Nacionalizándolo (así titulará algún diario). Trayéndolo de nuevo a casa… A una casa particular, claro. No al museo. Porque los museos argentinos –como el país, en general- no son confiables…Ay, don Manuel, cuánta hipocresía. Cuánta miseria del alma. Cuánta nada.

PÉRDIDAS Y RECUPERACIONES

Ya es parte de nuestro folklore -y nuestra tristeza- la historia de las cuatro escuelas del NOA que mandó a crear Belgrano, donando cuarenta mil pesos fuertes que había recibido de Buenos Aires, en reconocimiento por el triunfo de Salta.

La más norteña de esas escuelas –la de Tarija, Bolivia- fue construida por el Estado argentino recién en 1974. Las de Salta y Santiago del Estero, en 1997. Y la última, la de Jujuy, en 2004.

Si aquellos cuarenta mil pesos fuertes de 1813 hubieran sido puestos en un banco, todavía hoy los descendientes de Belgrano estarían viviendo de los intereses. Y con ese capital incrementado, seguramente, podrían construirse en esta época más de cuatro escuelas. Pero la pérdida intangible –la que ya no se puede “tocar” ni reparar, de ninguna forma- es la de los niños tarijeños, jujeños, salteños y santiagueños que no tuvieron oportunamente –en el siglo XIX, en el siglo XX- la escuela pública que necesitaron.

El despojo a Belgrano comenzó hace mucho. Recordemos que fue un periódico marginal de Buenos Aires –“El Despertador Teofilántrópico”, del padre Castañeda- el único medio que publicó la noticia de su muerte, en 1820.

Cuando se exhumaron los restos del prócer para inaugurar el panteón en Santo Domingo, apenas comenzado el siglo XX, los ministros Joaquín V. González y Pablo Riccheri intentaron guardarse como reliquias algunas piezas dentales de esos restos, aunque fueron descubiertos y debieron devolverlas. Sin embargo, la apropiación física de la memoria de Belgrano no fue tan grave como la apropiación intelectual (y política) de su vida y su legado.

En su obra póstuma “Grandes y Pequeños Hombres del Plata” (Garnier, París, 1912), Juan Bautista Alberdi denuncia, aportando su propio testimonio y el de Sarmiento, que la monumental “Historia de Belgrano”, de Mitre, fue un trabajo ideado y comenzado por Andrés Lamas, quien desde Río de Janeiro –donde se hallaba en misión diplomática- le pidió a su amigo Bartolo que le copiara cierta documentación a la que él no tenía acceso.

Mitre, según Alberdi, nunca envió esas copias a Lamas, a la vez que desistió de continuar el “Artigas” que había comenzado y a la vez que aconsejó a Lamas no publicar su trabajo sobre Belgrano. Acto seguido, se lanzó él mismo a escribir la biografía del prócer de Mayo, con la abundante documentación disponible en Buenos Aires. Pero la gran crítica que Alberdi le hace al “Belgrano” de Mitre no es la apropiación de la idea y el enfoque de Lamas, sino el intento (lamentablemente, logrado) de interpretar como una derrota –honorable, pero derrota- la expedición porteña al Paraguay.

Esos reveses militares (y políticos) de Belgrano serían “vengados” simbólicamente, luego, por la guerra de la Triple Alianza. “En su anhelo de pasar por un segundo Belgrano –escribe Alberdi- el presidente biógrafo de este ilustre general argentino pretende que lleva hoy al Paraguay la misma misión que llevó el general Belgrano a ese país en 1810: inaugurar allí el régimen de la revolución de mayo americana..”

De Alberdi –más allá de sus juicios y cambios de opinión- hay que decir que tuvo el valor de denunciar, en su libro “El crimen de la guerra”, el auténtico genocidio que fue la guerra de la Triple Alianza, una guerra que sumió al Paraguay en la anarquía y en una caída institucional de la que hasta hoy no se ha recuperado.

Otra distorsión –interesada- en la valoración histórica de Belgrano, ha sido tomar como un delirio su propuesta –expresada en la reunión secreta del 6 de julio de 1816, en el Congreso de Tucumán- de instalar en el sur de América una monarquía incaica, tomando la línea de descendencia de José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru), en la persona de su hermano menor Juan Bautista, que vivía protegido por Rivadavia en Buenos Aires.

Lo de la monarquía incaica para nuestros pueblos, es una gran conjetura. Máxime en los tiempos que corren, cuando se ve en América resurgir, cada vez con más fuerza, los liderazgos criollos e indígenas. Algunas veces nos hemos preguntado si ese intento de construir repúblicas copiando el modelo europeo y norteamericano, como sucedió en nuestro siglo XIX- e ignorando los modos autóctonos, no ha sido la causa de esas guerras interiores latentes –y a veces, explícitas- que han desangrado a nuestros pueblos, en los últimos siglos.

Por otra parte, pensamos, tampoco se estudió con seriedad el pensamiento económico de Belgrano, un déficit que recién comenzó a subsanarse en las últimas décadas, de la mano de estudiosos como Gondra, Fernández López y Alfredo Félix Blanco.

No es un dato muy conocido que ya en 1790 Manuel Belgrano había sido designado presidente de la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca. Ni que en 1794 Belgrano tradujo el ensayo de Quesnay “Máximas generales del gobierno económico de un reino agrícola”, que es la fuente de influencia fisiocrática más clara que llegó al Río de la Plata.

La Fisiocracia –reconocida por Marx como antecedente de la ciencia económica- sostiene que el único sector que genera riqueza es el agrícola, y se apoya en la convicción de que existe un orden en la naturaleza, un orden que no debe ser quebrado por la acción del hombre. (Pensemos, por lo menos, si no valdría la pena debatir esos dos enunciados).

Hay que volver a Belgrano, qué duda cabe. Hay que releerlo. Aún estamos esperando, aquí en el río de la Plata, una recopilación comentada y anotada de las Actas del Consulado. ¿Habrá que esperar otro par de siglos? Que Interpol y que las aduanas se ocupen de recuperar los 1.980 objetos robados a colecciones públicas y particulares de la Argentina, en los últimos años.

El resto, los que no pertenecemos a la policía, a las agencias de detectives ni a las compañías de seguros, tratemos de que no se pierda el “Belgrano intangible”, el que más importa.

Lo dijo Alberdi, en la obra que ya comentamos: “Todo no se puede abrazar en este mundo. Que los que adoran la fortuna lo sacrifiquen todo a su ídolo, está bien: pero conténtense con eso y no hablen de honor y de gloria. Dejen, al menos, estas variedades a los pobres como Garibaldi, como Washington, como Belgrano…”

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LCV

La dictadura del Cerebro Mágico.

Por Laura Giussani Constenla, 9 junio, 2025

Allá por los años noventa surgió la idea de la Inteligencia Emocional. En apenas dos décadas saltamos un abismo conceptual para caer en la Inteligencia Artificial. Es decir, pasamos de la mente (inteligencia racional) al corazón (inteligencia emocional), y del corazón a la máquina (IA). Curiosa inteligencia. A pesar de ser el ‘don’ que nos diferenciaría de los animales, no terminamos de captar exactamente a qué se refiere y las definiciones varían según los autores. Sin pretender meternos en un laberinto filosófico, tomaremos un significado primario: la inteligencia es esencialmente humana, refiere a nuestra capacidad para observar la realidad y sacar conclusiones que nos permitan actuar evaluando las consecuencias. Ver, pensar, teorizar, actuar. Hay quienes piensan que la inteligencia nos puede servir para adaptarnos al medio y quienes la aplican para todo lo contrario: modificar la realidad. El pensamiento crítico ha sido un factor fundamental en el mundo contemporáneo.

La duda es: ¿puede la inteligencia ser artificial y no humana? ¿hacia dónde nos conduce la IA? A simple vista parecería que nos priva de uno de los entretenimientos más vitales de la humanidad: el arte de pensar. Primera contra, es una inteligencia pasiva, aburrida. Nos habituamos a formular una pregunta y dejamos que la máquina conteste. Como un deportista que abandona los entrenamientos, cabe imaginar que pronto se nos habrá adormecido, endurecido o entumecido el cerebro.

Nadie puede dudar que el avance tecnológico es una acción inteligente. Sin embargo, también lo es preguntarse hacia dónde nos lleva su uso cotidiano.¿Quién o quiénes fueron los inteligentes que crearon este sistema monstruoso que se ha convertido en el arma perfecta para el control social?

Uno de ellos fue Geoffrey Hinton, conocido como el padrino de la IA, ganador del Nobel en informática, luego de abandonar la plataforma, lanzó una mirada apocalíptica sobre el futuro. En el pódcast de Steven Bartlett “The Diary Of A CEO”, Hinton sostuvo que “la humanidad podría haber perdido el control sobre la inteligencia artificial” y llamó a los gobiernos y la sociedad a tomar medidas para evitar una catástrofe: existiría un 20 % de probabilidad de extinción de la humanidad, según los dichos del creador de la bendita inteligencia no inteligente. Otro científico arrepentido por las consecuencias de su invento.

¿Por qué el impacto del chatGpt fue tan grande?

Es fácil caer en la trampa. Todo empieza por aceptar definiciones equivocadas. Por ejemplo, he escuchado aquí y allá, en boca de personas de suma inteligencia, doctorados, licenciados y estudiosos de cien mil raleas, decir sin ruborizarse que vivimos en ‘la Era del Conocimiento’. La primera vez que lo oí pensé que mi interlocutor era medio pavote, que era un invento de él, porqué caracterizar como era del conocimiento al momento histórico que más se empeña en evitar que conozcamos, es decir, observemos, pensemos, saquemos conclusiones. La bendita globalización informática es exactamente lo contrario. Sin embargo, así se estudia esta época: Era del conocimiento.

Algún marketinero informático impuso el oxímoron Inteligencia Artificial a su producto revolucionario generando una expectativa errónea. Más poético y realista hubiera sido llamarla Cerebro mágico, como aquel fantástico juego de nuestra niñez. Claro que le quitaríamos esa pátina de racionalidad que desde hace varios siglos brilla como eje de cualquier ser inteligente. Y si algo no quieren los vendedores de la Inteligencia Artificial es que se lo vincule con un juego, todos prefieren llamarla ‘una herramienta’.

Una herramienta ¿para construir qué? O será una herramienta para destruir. En principio, avanza en la destrucción de todo lo que dieron en llamar ‘analógico’ para llegar al imperio de lo ‘digital’. Una vez más, me sorprendo con la elección de las palabras para definir estas nuevas realidades. Usar papel y lápiz es analógico, un término que remite a una acción del pensamiento (comparar, pensar), mientras ‘digital’ solo hace referencia a un dedo, imagino que es el dedo que usamos para ‘conocer’ el mundo a través de una computadora. El dedo que da ‘enter’, no a la cabeza que piensa que tenés que dar ‘enter’.

Como habrán notado, tengo un problema personal con este mundo en el que nos están obligando a vivir. Detesto los trámites on line. Una solución simple y sencilla para no moverte de tu casa y obtener documentos varios. Sin embargo, perderíamos menos tiempo en caminar o tomar un colectivo, hacer una cola mientras charlamos con el de adelante, y que un empleado nos escuche, que en pasar horas tratando de comunicarnos con un robot o una plataforma que generalmente te ofrece una serie de ‘preguntas frecuentes’ a las que respoderá con rapidez. Ocurre que en general, las preguntas que necesitan respuesta no están entre las opciones. La mía nunca está entre las opciones. Ese es el drama: ellos hacen las preguntas para las que tienen respuestas. Otras, prefieren no responder.

Andaba en uno de mis malhumores diarios frente a una situación que en la era ‘analógica’ (esa de comparar y pensar) me hubiera resultado fácil de resolver mientras en la maldita era ‘digital’, en la que el dedo manda, es una tortura, cuando María Urrutzola, una excelente periodista y amiga uruguaya, reenvía un artículo publicado en la revista Extramuros (cuya bajada es:“la escritura ante el declive del debate público”). El texto es de un filósofo joven y para mí ignoto que se llama Matt Smith y empieza así:

“La red de control digital de Estados Unidos no se construyó de la noche a la mañana. No fue construida en búnkeres subterráneos secretos por figuras sombrías. Se ensambló pieza por pieza, a plena luz del día, promocionada como progreso, conveniencia y, sobre todo, como patriotismo.

La genialidad de este sistema reside en su imagen de marca. La vigilancia se convierte en “eficiencia”. La identificación digital en “soberanía”. El cumplimiento se convierte en “libertad”. Y estamos presenciando cómo esta transformación se acelera ante nuestros ojos.

Según Smith, la primera fase de este experimento fue el COVID. “La prueba de estrés que se superó con éxito. El mundo entero aceptó confinamientos y trabajo en el hogar. Se impuso rápidamente el uso del zoom y conferencias a distancias. El poder comprobó que podía manipular fácilmente varias sociedades en forma simultánea.

Luego cita una serie de fases para terminar en la etapa en la que estamos ahora:

“Los sistemas de control modernos no se limitan a observar: se anticipan:

– ¿Dona a una organización no autorizada? Se le activa una revisión fiscal.

– ¿Habla usted con alguien de una lista de vigilancia? Vea cómo se reduce su disponibilidad de crédito.

– ¿Asiste a un evento marcado? Su perfil social queda marcado en todas las agencias.

– ¿Suscribirse a determinados boletines? Clasificación silenciosa para una mayor supervisión.

– ¿Compra combinaciones inusuales de artículos? La IA lo marca para que lo revise una persona.

– ¿Viaja fuera de sus pautas establecidas? El acceso a los servicios se ralentiza o se detiene.

Esto crea un sistema de aplicación preventiva de la ley, en el que su huella digital no sólo refleja su comportamiento, sino que lo predice y restringe antes de que se infrinja ninguna ley.

La red de control no se manifiesta como tropas de asalto en su puerta. Aparece como fricción en las actividades cotidianas:No espere disturbios en las calles. Espere retrasos en los vuelos, transacciones denegadas y «dificultades técnicas» que, de alguna manera, sólo afectan a determinadas personas.”

Chan.

Lo cierto es que con cada ‘like’ o ‘suscripción’ o compra on line, junto a verificación de perfiles por datos biométricos, estamos entregando a los dueños de los negocios y el poder datos fundamentales para aplicar un control preventivo.

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