Ya saben, el único requisito para vivir en mi planeta es tratar de pasarla bien sin joder a nadie, y eso parece que es revolucionario. El capitalismo no tiene lugar por estos pagos porque su base es joder a alguien.
Por suerte no pensamos todos igual, es decir: por suerte pensamos. Imposible no tener una idea propia que no difiera en algún detalle a la de los otros. Pero, si no jodés a nadie (es decir: no explotás, no humillás, no sometés) sos bienvenida, bienvenido y bienvenide.
Por ejemplo, estamos los futboleros, y las futboleras, como yo. Ya ubicadas en la cama, buscando dónde ver el mundial en la tele. “Cerrado por mundial”, decía el cartel que Eduardo Galeano colocaba en la puerta de su casa un mes cada cuatro años.
Pero también hay otros. Tan dulces como deprimidos -porque, hay que reconocer, que se ve cada cosa en la Tierra!-.
En México se juntó la creme de la creme del neonazismo en un Encuentro que dieron en llamar: Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC). Fueron de todo el mundo, todavía están ahí, deliberando sobre vaya a saber uno qué, el estadounidense Steve Bannon, el chileno José Antonio Kast y nuestro bizarro Milei, junto a Santiago Abascal de España, el hijo de Bolsonaro, Eduardo, y decenas de militantes contra el feminismo, los Derechos Humanos, los del LGTB y cuanto Derecho se le haya ocurrido conquistar a algún grupo. Anticomunistas por excelencia (aunque ya de comunismo no queda nada en la Tierra). Estremece escucharlos porque, además, sabés que lo que dicen es lo que piensa mucha pero mucha gente. En general, los que se autodenominan ‘gente decente’. Todos los golpes de estado en Argentina fueron dados por ‘gente decente’ y ‘democrática’. Sí, es así.
Reconozco, es desolador. Tanto como esa extraña guerra-noguerra entre Rusia y Ucrania que, quién sabe porqué, involucra al mundo entero. Y por primera vez desde 1945 (y esta sí es la primera vez, creo) se levanta el fantasma de la Tercera Guerra Mundial. En este planeta somos gente sencilla. No terminamos de entender quién apunta a ese objetivo – una guerra mundial!- pero da la impresión de que hay locos poderosos por todos lados. De pronto cae un misil en Polonia y todos temblamos. Tanto miedo, asusta.
Somos millones los que asistimos inermes o furiosos, tan impotentes como enojados, tal vez deprimidos, a este patético escenario de la historia que quizás ayudamos a construir. O no supimos ni pudimos destruir. Mea culpa, mea culpa, mea grandísima culpa.
No todos están esperando ansiosos el mundial, claro. Acá tenemos a un poeta que anda rumiando desde hace décadas, como un mantra, los mismos versos. Se llama Vallejo, el tipo. Para los amigos, César.
¡Y si después de tántas palabras, 1no sobrevive la palabra! ¡Si después de las alas de los pájaros, no sobrevive el pájaro parado! ¡Más valdría, en verdad, que se lo coman todo y acabemos!
¡Haber nacido para vivir de nuestra muerte! ¡Levantarse del cielo hacia la tierra por sus propios desastres y espiar el momento de apagar con su sombra su tiniebla! ¡Más valdría, francamente, que se lo coman todo y qué más da…!
¡Y si después de tanta historia, sucumbimos, no ya de eternidad, sino de esas cosas sencillas, como estar en la casa o ponerse a cavilar! ¡Y si luego encontramos, de buenas a primeras, que vivimos, a juzgar por la altura de los astros, por el peine y las manchas del pañuelo! ¡Más valdría, en verdad, que se lo coman todo, desde luego!
Se dirá que tenemos en uno de los ojos mucha pena y también en el otro, mucha pena y en los dos, cuando miran, mucha pena… Entonces… ¡Claro!… Entonces… ¡ni palabra!
Lleva casi cien años el buen Vallejo rumiando el mismo dolor. ¿Cuándo empezó? No lo sabemos. Quizás cuando alguien pudo ponerlo en palabras. ‘Ay mísero de mí, ay infelice’ gritaba Segismundo de la mano de Calderón de la Barca allá por el mil seiscientos y pico. Pa’ mí que nunca existió ese paraíso terrenal de Adán y Eva. ¿Será que todo vino mal parido?
Qué se yo. Desconozco el pasado, no entiendo el presente y ni idea del futuro. Hago lo que puedo (y seguro que puedo un poco más, pero sean piadosos). Lo cierto es que, ante tanta melancolía, espero se me permita un mes de escape en cuatro años. En general, escapo de a traguitos, por minutos, horas, noches.
Hoy, yo, como muchos de ustedes, nos tomamos vacaciones del mundo. Eso sí, si llega a haber algo grosso para cambiarlo de cuajo, avisen, que allí estaré. Por ahora, quiero fútbol, dame fútbol. Y sí, seguro, el futuro es nuestro, porque el futuro es hoy. En este planeta también vive un tano que canta y canta, hasta cuando se viene la hecatombe nuclear. Hace el amor y decide tener una hija a quien llamará: Futura.
Los dejo con este cantautor, Lucio Dalla. Uno de los preferidos en el Planeta Giussani.
La semana pasada me tocó sobrevolar por Buenos Aires. Aunque viva del otro lado del río, allí están buen parte de mis afectos. Vivo en la frontera de la orilla oriental del río Uruguay, por eso veo a diario la televisión argentina y escucho las radios porteñas. Lejos de lo que podía imaginar en estos tiempos de cambio en los que un candidato esperpéntico parece tener posibilidades de llegar a la presidencia con promesas apocalípticas -y en un momento de extrema incertidumbre y desazón, con una inflación galopante y la pobreza en aumento-, no percibí ni el miedo ni el odio que los medios difunden día a día.
Algo, sí, había quedado atrás: la euforia. No era tristeza ni depresión, simplemente conciencia de un estado de cosas. Viaje relámpago, sin encuentros festivos pero sí sentidos. Más comidas caseras y menos restaurantes (por suerte!). Días de reencuentros en casas, sin maquillajes, en los que sentí el mismo estado de ánimo: la vida sigue y, como siempre, hay que ponerle el cuerpo. Cero desesperación. La vida real.
Por primera vez, volví serena de Buenos Aires, sin esa sensación de resaca, de quien anduvo en un hermoso carrousell que mareaba. De algún modo, volvíamos a estar en sintonía, cada quien atento a lo que pasa, haciendo lo que siente y necesita hacer, pero poniendo el foco también en casa, reconstruyéndose, pisando tierra. Sin esa euforia política cocainómana que les atacó a muchos en medio de una realidad que de alegre tenía poco. ‘Los pobres’ y las injusticias no aparecieron hace un mes pero de pronto todos cayeron en la cuenta de que se acabó la fiesta. Hace rato que se habían apagado las luces del boliche.
Y, sin embargo, la sensación era agradable.
En esa semana gris de primavera en la que me tocó Buenos Aires, la UNESCO declaraba Patrimonio de la Humanidad al sitio de memoria de la ESMA. Yo desayunaba en casa de una amiga que hace más de veinte años milita y labura en consolidar la memoria que veía en directo la transmisión del debate de la UNESCO. Aparecí como Mafalda recién levantada y ella me explicó todo -yo no tenía ni idea de que ése día podía ser un ‘Día Histórico’-. Y lo fue. Y la delegación argentina se levantó, se abrazó y lloró. Y los conocíamos a todos. Y casi que lloramos también, por ellos y por nosotros. Porque al final, hay recompensa, diría Ceratti. Estábamos felices, satisfechas con lo que entre todos habíamos logrado.
Por suerte, en esos días no tuve tiempo de ver televisión y me asomé poco a las redes, tenía mucho tramiterío por hacer. Uno de ellos en la ex ESMA, justamente. Al salir, me encontré con un contingente de chicos de la secundaria -del Mariano Moreno- justo cuando el guía que los esperaba comenzaba a hablar. Me quedé escuchando, como una alumna del Moreno más. El guía estaba super capacitado, no era un maestro, era un guía que sabía que debía promover preguntas. De a poco los pibes se empezaron a animar y comenzó el diálogo con el guía. Diálogo. Otra emoción. Esa mañana había leído una noticia de que por primera vez declaraba en España una testigo de la tortura durante el franquismo. ¿Cómo no sentirnos orgullosos de formar parte de esa Argentina que es vanguardia en Derechos Humanos?
Otro de los ‘trapicheos’ -como diría mi amigo Falbo- era en la Biblioteca Nacional. Esta vez iba como ‘investigadora’, seis meses atrás me había jubilado allí después de diez años de laburo. Consulté lo que tenía que consultar y volví a mi lugar de trabajo, mi vida entre el 2012 y el 2022. Allí también todo seguía su curso. No le tenían miedo a la motosierra de Milei aunque se preparaban a evitarla. Pasar por el Archivo también me llenó de orgullo. Caramba! Cómo no sentirlo. Empezó con la gestión de Horacio González y hoy es uno de los archivos personales más importantes y serios del país. Y, se sabe, en un archivo se preserva la vida en su máxima expresión. Cuando voy a tomar el ascensor para retirarme, en el tercer piso, el piso ‘del público’, por donde pasan centenares de personas por semana, un mural en la pared con la cara de Horacio González tan parecido al que una conoció y su frase icónica entre los trabajadores de la BN: “Sin nosotros, no somos nada”. La dijo en su despedida casi como un chiste, no sabía cómo cerrar una frase y se la mandó. Yo estaba ahí cuando la pronunció, fue casi un suspiro, todos sonreímos, no sé quién fue que reparó tanto en ella que la convirtió en ‘bandera a la victoria”. Durante todo el macrismo la pizarra de la oficina de Recursos Humanos la tuvo anotada ¿Cómo no sentirse orgullosa?
Ver a mi familia, amigos y compañeros, que le siguen poniendo el cuerpo a la vida, con sueños personales y colectivos ¿Cómo no sentirme orgullosa?
Todos sabemos que la vida sigue andando. Cada cual hará lo que puede, como fue siempre. Solo debemos desintoxicarnos. Basta de borracheras, basta de miedo. En política, muchos se empiezan a animar a hablar. Por ahí va la cosa.
¿Qué se esconde detrás del dólar? Laura Giussani Constenla reflexionó sobre la divisa, su establecimiento como moneda de cambio internacional y qué implica esto para Argentina.
El Editorial | Regístrese, Comuníquese y Archívese
A propósito del Día del Maestro, Nora Anchart recuperó fragmentos del documental Regístrese, Comuníquese y Archívese, realizado sobre la base del documento “SUBVERSIÓN EN EL ÁMBITO EDUCATIVO (Conozcamos a nuestro enemigo)” que fue firmado el 27 de octubre de 1977 por el entonces ministro de Cultura y Educación de la dictadura Juan José Catalán y distribuido en todos los establecimientos educacionales del Argentina a docentes y autoridades escolares, con el propósito de buscar “subversivos” en los niveles inicial, primario, secundario y superior.