Hoy, una postal enviada por el periodista José María Pasquini Durán y Sonia, su mujer, a un matrimonio amigo en Roma, ciudad en la que habían compartido exilio y los Pasquini volvieron un poco antes. Desoladora y realista imagen del país y de la profesión.
Estas cartas están preservadas en el departamento de Archivos y Colecciones Personales de la Biblioteca Nacional, dentro de la Colección Cartas de la Dictadura. Para consultarlas o para donar tus cartas y que formen parte del acervo cultural del país, comunicate con archivosycolecciones@bn.gob.ar
Publicada el 4 de octubre de 2007 Fotos de Nahuel Baglietto – HIJOS Capital
Recorrer la Plaza de Armas… desarmada (¡hasta el mástil para la Bandera se llevaron!). Recorrer las salas y salones con los techos y vidrios rotos (deliberadamente rotos). Y las duchas y vestuarios a los que arrancaron caños, cables, tableros de electricidad.
Abrir hermosas puertas de madera noble, a las que les robaron picaportes y herrajes. Ver lavatorios sin canillas. Ver mingitorios rotos.
Salir a caminar por calles internas del predio con nombres de próceres o de notables marinos (calles donde lo mejor que queda en pie son los árboles) y tener una sensación de déjà vu. “”Ya hemos visto esto antes””, pensamos.
Sí, claro. Lo vimos en la isla Martín García, otra ex base naval, que luego de firmarse el Tratado del Río de la Plata, en 1973, debió ser desalojada por la Marina, para convertirse en reserva natural intangible. Los encargados de desmontar y retirar las “propiedades navales” de la isla tomaron el recaudo -como en tiempos de guerra- de inutilizar cualquier clase de instalación, de estropearla para evitar que la usara el “”enemigo”.
¿Y quién era el enemigo de la Marina en el Tratado del Río de la Plata? nos preguntamos. ¿Acaso las instituciones civiles argentinas, nacionales y bonaerenses, que se harían cargo de la isla? ¿Acaso república hermana del Uruguay, dueña del espacio fluvial que rodea Martín García?
¿Y quién es el enemigo de la Marina en el caso de la ESMA?
Aquí, la respuesta (aunque las autoridades de la fuerza naval no la expresen con palabras) sería más o menos la misma: son las instituciones civiles; son esos organismos de derechos humanos y esos sobrevivientes del horror que le ganaron en el tiempo, con tenacidad e inteligencia, una batalla cultural a la dictadura.
Todo bien por arriba: el almirante Jorge Godoy, jefe de la Armada, firmando diplomáticamente el documento de traspaso de la ESMA. Y la ministra de Defensa, Nilda Garré, declarando a la prensa: “La Marina respondió a las expectativas y las cosas se cumplieron en tiempo y en forma…”
Todo mal por abajo: porque salvo las construcciones que quedan más a la vista -por ejemplo, el Casino de Oficiales- el resto fue desarbolado y desguazado como lo hubiera hecho un ejército en retirada.
Además, en el predio de 17 hectáreas de la ESMA, un insólito cerco de chapas seguía dividiendo (por lo menos, hasta ayer miércoles 3 de septiembre de 2007) el área que la Armada estaba dispuesta a ceder para el Museo y para los espacios de derechos humanos de la otra área, en la que pretendía que siguieran funcionando algunas escuelas técnicas y de guerra.
Al personal municipal afectado a limpiar el predio de la ESMA le dijeron que ese muro de chapas galvanizadas no se podía trasponer, ya que había “”peligro de derrumbe”” (quien esto escribe lo tomó como una suave advertencia mafiosa, y prefirió no pasar).
Vista del interior de la escuela de mecanica de la armada (ESMA), el lugar de torturas: Capuchita
El futuro de un pasado
La ESMA, recordemos, tiene 32 importantes edificios. El casino de oficiales y ciertos lugares emblemáticos de la época del horror (la Capucha, la Capuchita, etcétera) son una pequeña parte. ¿Qué pasará con el resto? ¿Se lo convertirá todo en “”Espacio para la Memoria y para la promoción y defensa de los Derechos Humanos””, como dice el documento oficial firmado por la Nación y la ciudad de Buenos Aires?
Podría ser. Y no tenemos nada que objetar al respecto.
Sin embargo, nos gustaría aclarar que “Derechos Humanos”, en un mundo con creciente exclusión, con hambre, con racismo y con otras formas execrables de genocidio, es un concepto que merecería desplegarse en toda su extensión, no limitándolo a los crímenes de la última dictadura.
La ESMA es un emblema, triste, de ese pasado reciente. Y como tal, merece un esfuerzo de transformación simbólica. Una re-significación, que comporte un mensaje perdurable, útil a las generaciones actuales y, sobre todo, a las que vendrán.
Qué hermoso sería una “”Ex-ESMA”” convertida en gran escuela de artes y oficios, en gran espacio para talleres diversos, que liberen la creatividad de distintos colectivos étnicos, artísticos y culturales.
Qué hermoso sería una “Ex-ESMA” convertida en sede de un gran Foro de los Derechos Humanos, en donde estén representadas TODAS las fundaciones, TODOS los organismos y TODAS las entidades que han demostrado con su trayectoria y su lucha ser fieles a esas consignas y esos programas.
¿Es utópico este deseo?
Tal vez. Pero la utopía, como sabemos, es el relato futuro. Lo contrario de ese relato sería la árida descripción del presente: simples partes de guerra redactados por bandos en pugna.
Dejamos para otra vez nuestras conjeturas sobre la nueva radicación de la ESMA, en terrenos cercanos a la villa La Cava, en San Isidro. La Escuela de Mecánica de la Armada se estaría acercando, así, a la zona del Tigre, donde funcionó su primera sede (allí donde se probó como alumno, sin suerte, un tal Ceferino Namuncurá).
Con el tiempo, la ESMA -que sigue purgando por ese nefasto período en que la condujeron asesinos de uniforme- irá recobrando la finalidad perdida.
Y tal vez (no nos privemos de sugerirlo) ya sería hora, para la Armada, de que cambie el nombre de ese instituto.
Porque el peso simbólico y la connotación negativa de “ESMA” es lo único que en su táctica de tierra arrasada los soldados de la Marina no han podido arrancar de las paredes, no han podido lavar como la sangre, ni blanquear.
Nota publicada en HIJOS Capital y en Nuevo Siglo Online el 4/10/2007. Aún no estaba decidida ni planificada la ocupación y utilización del predio y las instalaciones de la ex ESMA
La ‘ex ESMA’ hoy es el Sitio de la Memoria en el que se realizan muestras, espectáculos, investigaciones, congresos, actos y es sede del Archivo de la Memoria.
A mediados de mayo del 2017, Fernando Reati llegó al Archivo de la Biblioteca Nacional con dos carpetas. En el frente, un papelito escrito por su madre y pegado con cinta scotch explicaba: “Correspondencia Pirata de los chicos desde la Cárcel-transcripción hecha con amor y dolor por su padre, Eugenio Oscar, en su exilio”. Ese conjunto de cartas clandestinas que pudieron salir del penal de San Martín, bajo la dirección de Luciano Benjamín Menéndez, eran un tesoro para la Colección Cartas de la Dictadura de la BN.
Como la incomunicación de los presos políticos era absoluta -sin visitas ni patios- inventaron un sistema,”las palomas”, que consistía en unir con un hilo trenzado que obtenían de las toallas y en la punta iba un gancho. En el pabellón de enfrente estaban los presos comunes, que hacían lo mismo. Por la noche, los ‘palomeros’ demostraban su destreza. Desde las ventana enfrentadas lanzaban las ‘palomas’ hasta que se enganchaban. De esa forma creaban un puente que pendía de un hilo en el que enviaban paquetitos con cartas. Los presos comunes sí tenían visitas y se las daban a sus mujeres que las sacaban escondidas en la vagina. En la carta puede verse el destinatario y el pago que debía efectuar quien la recibía. Las primeras fueron escritas en papel higiénico, hasta que lograron, por el mismo sistema de “la paloma”, recibir papel ultrafino.
“Curiosamente (o, mejor dicho, lógicamente), en ese ámbito cerrado que lleva hasta el paroxismo las medidas para asegurar el desconocimiento y la desinformación más integrales, los mensajes proliferan. En ese mundo, en dónde los signos están prohibidos o rigurosamente controlados, todo es signo y mensaje: todo es inevitable y enfáticamente significante. Y, a su vez, todo preso político se convierte, desde que se incorpora al medio carcelario, en un lector, un descifrador, un hermeneuta hipersensibilizado.” Emilio De Ipola.
Fernando Reati, actualmente Fernando es profesor de literatura latinoamericana en Georgia State University, Atlanta y autor de los libros: “Nombrar lo innombrable: violencia política y novela argentina, 1975-1985 (1992)”; “Postales del Porvenir: la imaginación del futuro en la novela de anticipación de la Argentina neoliberal, 1985-1999 (2006)”; junto con Mario Villani, escribió “Desaparecido: memorias de un cautiverio (2011)”; y en coautoría con Paula Simón: Filosofía de la incomunicación y “Las cartas clandestinas de la Unidad Penitenciaria 1 durante la dictadura (Córdoba, 1976-1979) (2021)”, entre otros.
Como lo definiría De Ipola, este hermeneuta hipersensibilizado logró superar junto a sus compañeros de prisión el aislamiento, y nunca olvidó lo sucedido. Fue detenido ilegalmente por un grupo de tareas en septiembre de 1976 . Estudiante en la Universidad Nacional de Córdoba, había militado en la Juventud Universitaria Peronista. Primero lo llevaron, junto a sus padres y su hermano menor, al Departamento de Informaciones (D2) de la Policía de Córdoba, en donde estuvo 8 días “detenido”, y luego, cuando fue “legalizado”, lo trasladaron a la Unidad Penitenciaria N° 1 de Córdoba, también conocido como el Penal de San Martín. Esta Unidad provincial se encontraba bajo el control del genocida Luciano Benjamin Menendez y fue la cárcel con mayor cantidad de fusilados, es decir personas asesinadas en supuestos intentos de fuga y es la única cárcel que mantuvo a sus presos incomunicados durante años: “Por tres años, desde el golpe hasta el año 1979, no sólo no teníamos acceso a medios de comunicación formales como radios, diarios o revistas, tampoco a información de las causas o de familiares y amigos. Tampoco se permitían visitas, cartas, libros, ni medicamentos”. Allí Reati estuvo detenido hasta 1981, momento en el cual fue puesto en libertad vigilada hasta su exilio.
La Colección Cartas de la Dictadura está abierta a la consulta pública y sigue recibiendo donaciones. Escribí a archivosycolecciones@bn.gob.ar
En el mes de la Memoria. Una carta por día. Mensaje de Zitarrosa
Era el año 1984. Argentina disfrutaba de la borrachera democrática. El gran Alfredo Zitarrosa volvía a Buenos Aires a cantar. En la servilleta de un bar le escribió un mensaje a la última presa política que quedaba en Devoto, la uruguaya Charo Moreno. “Para la compañera Charo, con la certeza de que el futuro es de los humildes. Hasta la Victoria! Zitarrosa”.
Charo salió, y hoy es una excelente actriz y directora de teatro. Con el contenido de sus cartas hizo una obra de teatro maravillosa que se llama ‘Y con esta luna’. Donó toda su correspondencia desde y hacia la cárcel de Devoto a la Colección Cartas de la Dictadura, de la BN . Se quedó, obvio, con la servilleta de Zitarrosa. Si querés donar tus cartas -guardándote alguna- ponete en contacto con la Biblioteca Nacional. consultas: archivosycolecciones@bn.gob.ar