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LCV

19/20. Especial LCV: Aquí se respira lucha

Mientras hoy se discute el protocolo ‘antipiquetes’, recordamos aquellas jornadas en las que el pueblo en la calle gritaba ‘piquete y cacerola, la lucha es una sola’. Vale la pena recorrer aquel camino, los años en los que se gestaban distintos movimientos sociales de desocupados, fábricas recuperadas y organizaciones campesinas. Aquí las voces de varios de sus protagonistas: Gustavo Martínez, Pablo Solana, Raúl Godoy, Neka Jara y Ángel Strapazzon. Junto al testimonio de Hernán López Echagüe, autor del libro “La Política está en otra parte”, que fue una guía imprescindible para este informe.

Producción y entrevistas: Laura Giussani Constenla/Edición: Manuel López Echagüe

Si querés ver todos los LCV de Colección y las entrevistas realizadas por La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores seguinos en youtube: “LCV Historias de Trabajadores”

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Editorial Nora

Los agujeros de Quilmes, por Nora Anchart

Hubo un tiempo en que los peronistas eran ‘feos, sucios y malvados’, hoy quieren servir el peronismo sobre un fino colchon de hierbas en algún restaurante Perón Perón. Lo llaman ‘progresismo’. Así arrancó Nora Anchart su editorial del lunes para analizar qué se desprende del discurso de Cristina en Quilmes. Una opinión sobre lo que dijo, pero sobre todo sobre lo que no dijo. “Eligió no meterse en la actualidad más caliente y dolorosa. Una clase abierta para los suyos dejando al resto de la sociedad afuera. Segundos de autocritica muy ligth”. “

“Un acto público donde no se habla de los despidos masivos, ni de Ley Base. Semana de decisiones bisagra  ausentes en el discurso de Quilmes. No hubo una línea para el brutal retroceso en el campo de los DDHH o la discriminación. Nada.Una memoria sesgada es olvido”

Mejor escuchala, porque se presta al debate abierto, sin ambigüedades. Tal como debe ser una opinión editorial. Es hora de hablar claro y Nora lo hizo éste lunes.

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Editorial Nora

Apesar de Usted, editorial de Nora Anchart

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LCV

Planeta Giussani/El limbo y la ira de Dios

Confieso que esto de ejercer el periodismo empieza a resultarme una labor enojosa. Lo que se da por cierto un día ya no tiene validez al día siguiente. Y no hablo simplemente de los dichos, que, finalmente, no son más que palabras tiradas al viento, sino de acuerdos firmados, establecidos, fehacientes. ¿Cómo hacer para que una ley o un compromiso legal quede sin efecto? La respuesta, generalmente, es: quedará en un ‘limbo jurídico’. Explicación que un periodista dio esta semana a propósito de una paritaria que el gobierno se niega a homologar.

Los que ya me conocen saben que no hay nada que me divierta más que encontrarle alguna razón de ser a las palabras. Significados acaso ocultos que han sido banalizados a lo  largo de los siglos. Conclusión me zambullí con entusiasmo en el Limbo.

En el lenguaje corriente significa estar en un ‘no lugar’, llámese ‘nube de pedos’ (o en las nubes de úbeda, al decir del buen Saadi), un ‘estar sin estar’. Distraído. Sin entender lo que pasa. En espera. Pasivo. Eso sería estar en el limbo en su uso coloquial.

Lo cierto es que si en algún lugar estamos en este momento es en el limbo. A cada anuncio le viene su contra-anuncio. El vocero del profeta de las Fuerzas del Cielo dice algo así como: se cierra el organismo por orden del Señor. Pongamos el caso del INADI, pero no es el único. Y los que allí trabajan quedan en el limbo. En espera, sin saber lo que pasa, estan en su lugar de trabajo pero sin trabajo. Nadie sabe con claridad quién es el interlocutor, se demoran en designar a quienes tienen que estampar sus firmas para tomar cualquier decisión. Es decir: no hay autoridad, ni reglas, ni leyes, ni acuerdos, ni diálogo. (dejé de estudiar sociología por su lenguaje. A una cosa parecida a ésta la llamaban ‘anomia’, por favor, cuánto más lindo es decirle ‘limbo’).

Frente a un gobierno que hace permanentes referencias religiosas e inicia su gestión leyendo el Antiguo Testamento, capítulo 3, versículo 19, del libro de los Macabeos, que señala: “En una batalla, la victoria no depende del número de soldados, sino de las fuerzas del cielo”. Me permito continuar con esta narrativa religiosa para comprender el discurso político actual.

Volvamos, pues, al limbo. Confieso que yo apenas conocía el purgatorio, el infierno y el paraíso.

 Ah! Me olvidaba, un requisito para estar en el limbo es estar muerto. Es, nada más y nada menos, que el momento de la verdad ¿a dónde iremos a parar? ¿somo dignos del paraíso? Para algunos es suficiente una pasadita por el purgatorio para sacudirse los pecadillos que quedan por limpiar y pegar el salto al paraíso; o van derecho al Infierno (definido por el pintor León Ferrari como el más grande campo de concentración jamás imaginado).

Calma, también podemos ir al limbo. Hay dos tipos de limbos.

El VIP, es el Limbo de los niños. Ahí Abraham te cobija en su seno, de hecho se llama ‘el seno de Abraham’ (algo muy desconcertante para la propia biblia esto de imaginar a Abraham con un seno). Allí van los niños, pobres criaturas que murieron en pecado porque no habían sido bautizadas o no tenían uso de razón. Al fin de cuentas, Dios también tiene su corazoncito.

También encontramos El limbo de los patriarcas, este era un poquitito más parecido al infierno, pero como el buen Señor sabía que eran santos pero no se habían podido redimir con la crucifixión quedaron en el limbo, medio al borde de al infierno. Cuánta ingratitud de poco valieron sus buenas obras, les faltó el martirologio

Otra cosa que no sabía y bien nos podrían haber contado en Pascuas, es que cuando Jesús resucita se sumerge en las entrañas del infierno. Porque ya sabemos Cristo es el superhéroe más grandioso que nos ha dado la humanidad. Allí fue como el salvador que era a levantar el alma de los santos caídos que no habían tenido el beneficio de ser clavados a una cruz. Jesús, los redimió y los llevó al paraíso, como correspondía. Misión que no se sabe porqué Dios se la encomendó a Jesús y no la hizo él directamente y le evitó a esos pobres diablos, perdón, pobres hombres, el oprobio del limbo de los patriarcas (¿Dios será un ñoqui que explota a su hijo? Nooooo, yo ni puedo pensar eso, Dios es Dios, bastante hizo creando este planeta de hombres hechos a su imagen y semejanza! Ay, ya sabemos de dónde viene tanta maldad).

En definitiva, tenemos dos limbos: el de las almas de niños inocentes y el de las santidades, patriarcas de la antigüedad que se mantienen en castigo hasta que llegue Cristo y vuelvan a luchar desde el cielo por la salvación de la humanidad.

Parece todo una locura este sistema de justicia divina, pero así es. Algún día será el momento de rebelarse también a ese sistema absurdo. Pararse frente a todos los dioses del universo y pedirles un poco de piedad, al fin de cuentas, somos el resultado de sus actos.

Para todos nosotros, claro, el limbo significa en lo cotidiano un especie de ‘estar pero no estar’, “no entender qué pasa”, sentirse paralizado y todo lo demás que mencionamos en el inicio.

De pronto me resonó la voz del diablo en la tierra, ese general que definió a los desaparecidos como entes que no están, ni muertos ni vivos, no existen. Una nada, volatilizada como un alma, de niños inocentes o santos incomprendidos. Ellos, para el general estaban en un limbo. A la espera de un Cristo redentor, quizás.

Cómo llegamos aquí, no sé. De modo alguno quiero decir que nuestro presidente sea igual a un diablo general. Vade retro satanás. No, en serio, obviamente no son iguales, por ahora lo único que encuentro en común es que ambos surgieron en mi mente a partir de la palabra ‘limbo’. Tirando del ovillo de una palabra aparecen cosas imprevistas.

Pero no crean que aparecieron sólo ellos. También me enteré que hay dos libros de dos grandes, pero grandes grandes, de la ciencia ficción que le pusieron como título a sus novelas futuristas y pesimistas (perdón, la palabra ‘distópica no me gusta, y vieron como soy con las palabras, arbitraria al mango). Bien, ellos son:  Aldous Huxley (el de ‘Un mundo feliz’) cuyo primer libro de relatos cortos, que contiene también una mini novela y una obra de teatro, se llamaba ‘Limbo’, y lo publicó en 1920. Y otro grande incomprendido fue Bernard Wolfe, que en 1952 publica su primer libro de ciencia ficción que algunos  definen como precursoras del movimiento ciberpunk (que no sé muy bien qué es), que también tituló ‘Limbo’. La trama de esta novela es demencial, pero otro día se las cuento. Aún más interesante que el libro es la vida de Bernard Wolfe, quien antes de ser escritor fue un norteamericano trotskysta, incluso fue guardaespalda de Trotsky y dicen que testigo de su muerte.

No me digan que no es curioso que semejantes personajes, escriban libros en tiempos de postguerra que lleven el mismo título: Limbo. ¿Será que estamos viviendo en un limbo de preguerra, o hubo una guerra que ya termino y la perdimos?

(Columna radial de Laura Giussani Constenla, emitida en La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, el lunes 15 de abril de 2024)

Ilustración: Cristo en el Limbo, de autor anónimo, seguidor de El Bosco

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