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Menemismo a la uruguaya, por Laura Giussani Constenla

Creo que todos esperamos ansiosos a los letristas murgueros de este año. Ojalá estén a la altura para retratar la desconcertante realidad uruguaya, plagada de escándalos y escandaletes que se suceden sin tregua.

Ya hemos mencionado en este espacio a varios de ellos: el caso Astesiano, un asesor y guardián del presidente, denunciado por tráfico de influencias, repartiendo dádivas aquí y allá. Penadés, el senador probo del Partido Nacional, amigo del presidente, envuelto en una causa de trata de menores que ya tiene varios testigos por abuso sexual y pedofilia. Un joven narcotráficante, uruguayo de pura cepa, Marset, que hizo estallar al gabinete, y sigue prófugo, y da entrevistas desde recónditos lugares amazónicos o parguayos o bolivianos, y comienza a pisar fuerte como influencer en las redes.

Entre tanto, el presidente, Luis Lacalle Pou, protagonizó otra situación farandulera. Montado en una Harley Davidson, la Fab Bob de alta cilindrada, conocida por los fanáticos como ‘Bob el Poderoso”, recorrió las calles de Punta del Este a gran velocidad, con un casco más digno de un soldado en plena selva que de un motoquero. Además, el motor estaba adulterado y era antirreglamentario. Venía de una fiesta en un yate y llegó feliz a dar una vueltita en moto. El video fue viral, y las multas de tránsito se le siguen acumulando. El presidente responde sonriendo: ‘no sabía que tenía otro motor’. Imposible no recordar a Menem y su Ferrari. Las similitudes no terminan ahí. Es comidilla de todos los medios la presentacion de su divorcio de común acuerdo de Lorena Ponce de León, después de 23 años de casados.

Uno de los hechos más escandalosos del gobierno de Lacalle Pou fue la entrega del control del movimiento del puerto de Montevideo a una multinacional por cincuenta años sin licitación.

Todo esto podría mover a risa si no fuera porque el descalabro moral y legal está corrompiendo las bases de lo que fue la Suiza de América. La llegada del narcotráfico, con o sin Marset, se está haciendo sentir con sus pandillas en algunas barriadas populares.

¿Cómo pudo llegarse a esta situación?

No solo con un par de funcionarios generosos que otorgan pasaportes en 24 horas a reconocidos narcotraficantes buscados por interpol. Uno de los hechos más graves y escandalosos de la gestión de Lacalle Pou fue la entrega de la operatoria del Puerto de Montevideo, en el 2021, a la multinacional belga Katoen Natie por 50 años. Sí, una compañía extranjera se llevó el contro del principal puerto del país hasta el 2071.

A fines del año pasado un informe de la fundación argentina Nuestro Mar encendía las alarmas: “más de 700 buques extranjeros pesqueros (el director de Dinara dijo en Ecuador que son 2.000 barcos) que operan en el Puerto de Montevideo capturan ilegalmente recursos pesqueros argentinos en Malvinas y los migratorios originarios de ambos países en alta mar, violando Uruguay las declaraciones de la CELAC de 2011 y 2014, la resolución de la UNASUR de Asunción del 17/3/2012 y el Tratado del Río de la Plata de 1973/4. En este puerto se recambia el combustible, se reemplazan tripulantes, se transbordan capturas, se arman y reponen alimentos e insumos de buques que pescan ilegalmente. Operaciones que representarían a Uruguay un ingreso de 300 millones dólares anuales, aunque violando todas las normativas”, decía el informe de la ONG.

¿Qué otras cosas podrían contrabandearse sin control en el puerto uruguayo? Nadie lo sabe o nadie lo dice.

Es cierto que se abrió una causa judicial para establecer cuál fue el motivo que impulsó al gobierno uruguayo a entregar en forma directa, por decreto y sin licitación el grueso de la actividad portuaria a una sola empresa. Las denuncias fueron tantas que provocaron la renuncia del entonces ministro de transporte, Luis Alberto Heber, que pasó a ser ministro del Interior. En ese cargo estaba cuando declaró frente a la fiscalía que sabían que podían enfrentar un juicio pero “una cosa es el juicio y otra cosa era la inversión, porque si me van a poner 455 millones de dólares, que es la mayor inversión en la historia del Uruguay en el puerto, naturalmente tenemos que dar algo. Los cincuenta años no se dan por el juicio, se dan por la inversión”.

Lamentablemente la justicia decidió archivar esa investigación en diciembre de 2023. El ahora senador Heber se lamenta porque no pudo demostrar su inocencia. Lo cierto es que el puerto sigue dando que hablar.

Sentada en el tradicional bar Las Flores que mantiene el encanto de los cafés de antes y honra al rock argentino en sus cuadros y el Indio Solari te mira desde el mural en la entrada, repaso las noticias del periódico que gentilmente me acerca el mozo, y el encanto de Montevideo se esfuma de pronto. No hay riomar ni rambla ni casas tradicionales repletas de murales y graffities que resistan.

Abren sumario a 5 policías por la fuga de una prisión ‘modelo’ del cuñado del narco-influencer Marset en abril de 2021. Lenta la justicia, tardó dos años pero le tomó declaración a uno de ellos. Lo cierto es que no le resultó difícil evadir a la justicia. Le pidió a un guarda si podía salir a sacar la basura. El policía, accedió gentilmente y lo acompañó sin armas. En el container una moto de gruesa cilindrada lo aguardaba para salir volando de la cárcel. Desde la penitenciaría se asombran: no era el día en que se debía sacar la basura, y que el cuñado pichón de Marset no estaba en la lista de autorizados. Informan hoy. Parece que tampoco sabían que era el cuñado de un narco. Créase o no, así fue, así pasó.

Pedidos Ya, despide a todos los trabajadores que se sindicalizaron, dice un título. Hay otro chanchuyo con el puerto del que ya es difícil seguir el hilo. En Maldonado, donde los argentinos con plata van a pasar las vacaciones, la intendencia les brinda seguridad rescatando una vieja ley de los años cuarenta que permite detener o expulsar a quien no pueda explicar el motivo de su visita o el dinero que posee: Ley de Vagancia que deja al arbitrio lombrosiano de algún agente establecer quién es digno de pasar una noche en el mar. Y así sigue y sigue La Diaria dándonos buenas noticias. Ah! el año que viene van a elecciones dos nuevos partidos, uno de ellos el libertario. Feliz Carnaval para todos y todas.

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Collin y el regreso de Ludd

Si estás desorientado y no sabés qué trole hay que tomar para seguir…es porque estamos atravesando un cambio de era. A no preocuparse, todos nos sentimos más o menos así, aunque algunos disfracen su ignorancia con frases altisonantes. Cuanto más fuerte el grito de una verdad absoluta, más dudosa su razón. Para darle algo de épica a este momento gris, pensemos que nos tocó vivir en un cataclismo de la historia. Cada cual en su bote, a la deriva pero haciendo historia, al fin.

¿Cómo será que se hace historia? Supongo que paso a paso, punto a punto, como un tejido o una costura que va uniendo lazos aquí y allá. Remendando quizás con mayor o menor arte en su costura. Acaso exista un punto atrás para después pegar el salto para adelante de modo resulte más fuerte y resistente. Claro que cada quién pega la puntada en dónde le parece su punto de partida.

Milei, por ejemplo, lo pone en la generación del 80, y estima que esa Argentina de ricos tirando manteca al techo en París mientras los laburantes intentaban sobrevivir ante un mundo hostil es el exacto punto para retomar el rumbo.

Por mi parte, hace rato que imagino que el cambio que vivimos es tan fuerte como fue la revolución industrial y todas las ideologías que por entonces aparecieron. En tiempos revueltos, al menos en esos tiempos, todos se ponían a pensar. Aparecieron los socialistas -más o menos románticos- desde Saint Jean a Proudhon o Rousseau; los anarquistas de Bakunin, los marxistas de Carlitos y los ludditas de un ignoto general Ludd.

La pregunta sería ¿qué hubiera ocurrido si en lugar de mantenerse tan firmes en sus convicciones se hubieran escuchado un poco más y hubiera nacido una síntesis de todos esos pensamientos de izquierda?

En estos días pude leer un interesante artículo que hace unos días Denis Collin publicó en el blog Philosophie et Politique y que llegó a mis manos (perdón a mi computadora que es casi una prolongación de mi cuerpo) gracias a la perseverancia del autor de Infoposta que desde hace décadas se empecina a difundir nuevas ideas en su boletín. https://infoposta.com.ar/notas/13633/el-regreso-de-ludd-o-c%C3%83%C2%B3mo-deshacerse-del-hombre-m%C3%83%C2%A1quina/

La nota tenía el sugestivo título de “El regreso de Ludd” en referencia a los luditas.Para ubicarnos en tema. Los luditas de inicios del ochocientos eran un poco rústicos y viscerales, para decirlo de algún modo. Quedaron tipificados en los libros de sociología como ‘algo imbéciles’. Obreros y artesanos que creían que la industria y el progreso iban contra la clase trabajadora y se dedicaban a destruir las máquinas de las primeras empresas textiles. Pura acción directa vista por muchos como absolutamente inconducente sobre todo por su falta de marco teórico. Dirigidos por un tal general Ludd, un personaje tan imaginario como el escarabajo del sub Marcos o Robin Hood. Fue allá por 1811, cuando los empresarios comenzaron a recibir cartas amenazadoras firmadas por un tal General Ludd. Un líder anónimo, tan individual como colectivo,que evocaba el nombre de un aprendiz de tejedor, Ned Luddlam, que rompió a martillazos el telar de su maestro en 1779. Una de las resistencias más fascinantes de los inicios de la revolución industrial. Obreros en acción que generaron pánico entre los terratenientes y grandes empresarios ingleses, queienes veían al movimiento como un verdadero peligro para sus empresas y sus beneficios. Por supuesto que le declararon la guerra a los insurrectos de la industria y consiguieron aniquilarlos allá por 1816.

Grabado del siglo XIX que representa a dos ludditas rompiendo a martillazos una máquina industrial

Bien, en ese artículo, Denis Collin sale en su defensa a pesar de que ‘durante mucho tiempo, los luditas se convirtieron en un arquetipo de resistencia reaccionaria al progreso industrial.’ ¿Quién podría estar contra el progreso? Sin embargo, nos recuerda Collin, el mismísimo Marx (que fue quien por entonces ganó esa pulseada ideológica y fue venerado en forma dogmática y acrítica por los comunistas), Marx, decíamos, que también era un optimista del avance de la civilización, del progreso, al fin y al cabo, pero con otras características, con una fe hoy insostenible de que la historia avanzaba hacia el bien común, por algo habíamos dejado de ser monos -el evolucionismo tuvo aspectos insospechados-, bueno, el propio Marx consideraba legítima la lucha de los luditas. Cita Collin al autor de El Capital quien en su obra cúlmine dice: “En cuanto el control de la herramienta pasa a manos de la máquina, el valor de cambio de la fuerza de trabajo se extingue junto con su valor de uso. El trabajador se convierte en no comercializable, como el papel moneda que ya no circula.

El profesor Collin, un filósofo francés contemporáneo que revisita Marx con una mirada transversal con aquellas corrientes de 1800, sin dogmatismo, y las hace dialogar entre ellas, entiende que “La parte de la clase obrera que la maquinaria transforma en población superflua, es decir, en población que ya no es inmediatamente necesaria para la valorización del capital, perece, por una parte, en la lucha desigual de la vieja empresa de tipo artesanal o manufacturero contra la que utiliza máquinas, y, por otra, inunda todas las ramas de la industria más fácilmente accesibles, sumerge el mercado de trabajo y, en consecuencia, hace que el precio de la fuerza de trabajo caiga por debajo de su valor

Imposible no sentir que lo que ocurría entonces es bastante parecido a lo que pasa hoy. Continúa Collin: “Se supone que los trabajadores empobrecidos encuentran un gran consuelo o bien en el hecho de que sus males son sólo «temporales» («un inconveniente pasajero»), o bien en el hecho de que la maquinaria sólo se está apoderando gradualmente de todo un campo de producción, reduciendo así la escala y la intensidad de su acción destructiva. Pero uno de estos dos consuelos abruma al otro. Cuando la máquina se apodera gradualmente de un campo de producción, produce una miseria crónica en la capa de trabajadores que compiten con ella. Cuando la transición tiene lugar rápidamente, produce efectos masivos y brutales.” Y vuelve a citar a Marx: “La historia del mundo no ofrece un espectáculo más horrible que el de la decadencia gradual de los tejedores manuales ingleses de algodón, decadencia que se consumó en 1838, después de decenios. Muchos de estos tejedores murieron de hambre, muchos otros vivieron durante mucho tiempo con sus familias con 2 monedas al día.” (Marx, El Capital, I, cap. XIII).

A esta altura, ya no sabemos si estamos hablando del pasado, del presente o del futuro ¿verdad? Hoy los trabajadores sienten igual amenaza frente e los ordenadores en red que crearon la indefinible Inteligencia Artificial. Hacia allí deriva el artículo de Collin: “La introducción de los llamados dispositivos «digitales» en todas partes, en objetos cotidianos o incluso bajo la piel o en el cerebro, es una amenaza de destrucción de la humanidad, con sobradas razones para ello.”

¿Qué hacer? Se preguntaba Lenín en 1902. Y la pregunta sigue flotando en el aire en el 2024. Empecé hablando del punto atrás como un simple diálogo con la historia, no para volver a ella sino para superarla (¿será ese el significado de dialéctico?). Como verán, mis conocimientos filosóficos son absolutamente rudimentarios. Y no tengo demasiada idea de quien es el buen Dennis Collin cuyo artículo devoré con ganas. Buscando de quién se trataba, encontré una entrevista a él en el que hace una clara advertencia al respecto:

“Es perfectamente justo y natural, ante una serie de decepciones, volver a los orígenes. Por otra parte, no es seguro que todos los socialistas se pongan de acuerdo sobre cuál era el socialismo de los orígenes, del mismo modo que los cristianos no podrían ponerse de acuerdo sobre la doctrina del Mesías.

Está visto que llegar a un acuerdo, a una síntesis, no es cosa fácil. Pero ¿vale la pena intentarlo? Hemos visto las similitudes que nos atraviesan, a los trabajadores del ochocientos como a los del 2000. Destaco una diferencia: el siglo XIX fue uno de los más fértiles en ideas que se convertían en actos, y viceversa. Todo estaba en discusión, un nuevo mundo asomaba y tenían conciencia de que había llegado la hora de tomar el destino en nuestras manos. Hoy, ese entusiasmo se ha convertido en una sensación de derrota. Es el progreso, estúpido, parece decirnos una voz desde el más allá. Como si nada pudiéramos hacer para cambiar de rumbo. Imagino que han existido tiempos estériles en pensamientos, sociedades feudales o monárquicas en las que no se alzaban tantas voces y durante siglos las personas vivieron creyendo en que esa realidad era inevitable. Tiempos grises. Secos. En los que, sin embargo, algo también se estaba gestando. Porque lo único cierto es que la historia no para. No siempre mejora ni empeora, simplemente no para. Porque la historia la hacemos nosotros. Para bien o para mal. Y los que pensamos la historia también somos nosotros, no hay artificios digitales que puedan modificar eso. A pensar, que se acaba el mundo.

No encuentro otro modo de terminar esta columna que no sea escuchando a Francesco De Gregori quien me enseñó en la adolescencia que ‘La historia somos nosotros’

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Editorial Nora

Hoy: Las cosas por su nombre

Mientras el vocabulario se reduce, la realidad de diversifica. Con el humor que la caracteriza, Nora Anchart ofrece una lección para enriquecer nuestros discursos con sinónimos y antónimos. En un mundo que nos quita la sonrisa y las ideas, vaya este momento de radio de La Columna Vertebral-Historios de Trabajadores, del lunes 26 de agosto de 2024

Editorial musical:

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LCV

Nadie, nada, nunca

Semana tras semana nos encontramos en éste planeta. Mi planeta, nuestro planeta. Y, a modo mío, les cuento lo que ando pensando, sintiendo, recordando. Por lo general, todo empieza con una idea, y tengo que encontrar las palabras justas para decirla. Esta semana fue al revés. Todo empezó con tres palabras, indescifrables, inconexas, que se conjugaban de manera perfecta. Durante varios días se aparecían como un mantra involuntario. Estaban allí, escondidas, con ganas de decir algo. Ellas, yo no. En realidad, yo no sabía que querían expresar.

Esas tres palabras eran: Nadie, nada, nunca. Sí, cómo el título de la novela de Juan José Saer. Novela que no leí. Quiero decir, no era Saer quien me llamaba, eran esas tres palabras exactas, potentes, devastadoras. La negación en su máxima expresión. Una opacidad que no llegaba a ser tristeza, apenas la revelación de un estado de ánimo en el que la ausencia prevalecía.

Nadie.

Nadie se hace responsable la patética realidad que nos toca vivir. Nadie votó a nadie, pero, sobre todo: nadie gobernó, nadie menospreció a la Patria, sí, ese que era el Otro, y en tanto Otro tenía sus propias ideas, porque la Patria era el Otro ¿o no?. Por otro lado, nadie deseó que ese otropatria se muriera de una vez porque era un bueno para nada.

Nada.

Nadie es responsable de nada. Ni presidentes ni ministros. Mucho menos funcionarios o empresarios. Ni qué decir de periodistas o intelectuales. Pasamos de ‘La Patria es el Otro’ a ‘La culpa es del Otro’. Quedamos a la deriva. En especial los pichis que nunca le creímos mucho a nadie y andabamos de centrifugado en centrifugado, intentando sobrevivir a tanta Patria y a tanto Otro. Los que supimos ser nada, tanto para los unos como para los otros. Los nadies o los nadas. Y así seguimos. Nada que hacer ¿Impotencia? ¿madurez? ¿depresión?

¿Quién sabe? Ganas de quedarse callado. Conciencia de que todo lo que hagas o digas puede ser usado en tu contra. Nada que decir. Shhh. Silencio. Las palabras nada importan. Si ganaste una pelea, si luchaste y conseguiste tu objetivo…shhh, no lo digas. Silencio. A menos que quieras que la voz del amo te castigue por bocón. Shhh. ¿Qué hacer, entonces? No alardees, no hagas olas. Que nadie se entere. Prohibido avivar giles.

Nunca pasó ésto. Ignoramos si ese silencio, esa sensación de impotencia, ese aislamiento servirá para algo. Nunca lo sabremos. Aunque imaginamos que de esta forma nunca cambiaremos nada, con suerte sobreviviremos, sí. En grupitos silenciosos. Tiempos de terrorismo de la imagen y el silencio.

Nadie, nada, nunca. ¿Qué querría decir Saer? ¿De qué habla su novela?

La busco, recorro rápidamente sus páginas en busca de alguna respuesta y encuentro un párrafo al azar que parece hablar de nuestra realidad, de cómo nos sentimos. Dice así:

“Una sensación vagamente enfermiza, irreal, donde todos los personajes están paralizados por un horror que no les ataca directamente. Donde flota un halo de desconfianza y de estupor, como si se temiera que los animales sacrificados sean símbolos o incluso preámbulos. Se repiten párrafos, frases, descripciones, las veces que haga falta para obtener el efecto preciso. Un efecto mísero y miserable. Turbio e inquietante. Los bidones semienterrados, los neumáticos tirados en el suelo, a nadie le preocupa esa estampa. Nadie quiere manifestarse ni dar un paso adelante, todos parecen querer ampararse en el anonimato antes que hacerse notar, para peor.”

Vivimos una era de silencio repleta de palabras huecas. Puro ruido, ninguna idea.

También es cierto que existe un mundo subterráneo. El mundo real, en donde hay derrotas, tristezas, desesperación, angustia, pero también victorias, alegrías y esperanzas. Pero de esas, mejor no hablar. Un día, estallará el silencio.

Columna de Laura Giussani Constenla, emitida el 19 de agosto de 2024 en La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, por larz.com.ar

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