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La V Columna | ¿De qué cuadro sos?

Laura Giussani Constenla se nos vino futbolera. ¿De qué cuadro es? De Huracán, Independiente, River y el Pulga Rodríguez.

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Superhéroes

Por Laura Giussani Constenla, 4 de marzo de 2024

En estos días tan intensos ando medio aturdida. No sé por dónde empezar, así que elijo algo grato y veremos hacia dónde nos lleva.

Gracias a la película The Halls -un homenaje a los grandes cómicos norteamericanos- descubrí a Geoerge Carlin. un gran cómediante de la época de oro de la bohemia neoyorquina.

(paréntesis. Les recomiendo el especial The Hall, y la serie La Maravillosa Mrs Maisson que recrea esa época de finales de los cincuenta, principios de los sesenta en la que los yankys todavía eran adorables y los artistas se jugaban la vida para sortear la censura).

Carlin murió en el 2008 y se mantuvo activo casi hasta el final. Conmueve ver su recorrido. Desde aquel comediante que optó por renunciar a la televisión para sumirse en el submundo de los boliches y pequeños teatros, donde te metían preso por decir una ‘mala palabra’, hasta el hombre maduro que pudo mantenerse en pie respetando su esencia y genialidad escénica ya entrado el tan ponderado Siglo XXI.

La compulsión consumista, la hipocresía de lo políticamente correcto y la religión, lo sacan de quicio. Ya no es ese rebelde contra el poder de los sesenta, ahora denuncia a la sociedad toda. Cómo fue que nos convertimos en lo que somos? O, mejor dicho, cómo se convirtió la humanidad. Un dedo acusador que se atreve a detestar a ‘los que defienden al Planeta’ porque el Planeta se defiende solo. Ácido y provocador, no deja de sumirnos en un estado de reflexión, más allá de la risa.

Si seguimos así no morirá la Tierra, morirá la humanidad, y la tierra nos sacudirá como un perro que se saca unas pulgas de encima, dice Charlin. Y se remonta a todo lo que tuvo que soportar el Planeta a lo largo de milenios y milenios: terremotos, quiebre de glaciares, inundaciones, ruptura de continentes enteros, bombardeos de meteoritos, dinosaurios y bestias improsibles. Nosotros llegamos muy al final de esa resistencia planetaria.

De pronto, uno se siente chiquito y estúpido. Somos algo que no empezó con el capitalismo. Imposible saber cuál fue el principio del principio. Acaso todo empezó con un mono que se quedó observando una piedra durante un largo rato. Siempre andamos buscando el inicio, pero ese inicio es tan incierto como el final.

Claro que cada vez son menos los que siguen preguntándose de dónde venimos o hacia dónde vamos. ¿Para qué estudiar Historia Antigua? O Filosofía? Para qué detenerse frente a una piedra durante tanto tiempo? ¿Qué ganancia da todo eso? Ninguna: “Afuera” grita el coro griego.

Podemos conjeturar que la humanidad toda confundió el camino y resulta imposible saber en qué momento. Aunque la Biblia lo dice: todo se fue al diablo cuando una mujer comió la manzana del árbol de la sabiduría (la historieta de la serpiente y el sexo es de Billiken). Siempre me impactó que el verdadero pecado para la religión hubiera sido el conocimiento, la sabiduría. Quizás era un mensaje: no se vayan de mambo con eso de conocer e inventar.

O quizás, no hay tal pecado original, y fue ese maldito mono que quiso estudiar la piedra. Lo cierto, es que nos estamos yendo al diablo y más allá de las ideologías la culpa es de la humanidad toda. ¿Estaremos a tiempo de desviar las vías de este tren? Lo dudo, pero el juego ya está echado y cada quien sabrá qué hacer.

EL IMPERIO DE LA IMAGEN, LA GUERRA ENTRE EL BIEN Y EL MAL,LOS COMICS

Hace unos días recibo un posteo de alguien indignada, al borde del ataque de nervios. Comparte el hallazgo publicitario de Milei: “Casta a la vista, baby”. Imposible no estar de acuerdo con ella. Cómo se puede votar y admirar a un tipo que quiere ser Terminator? Además se creen que somos estúpidos? Antes la política tenía otra potencia, era racional, abierta al diálogo…

De pronto, antes de ponerle un somnoliento ‘me gusta’ al posteo, recuerdo la impresión que me dió la primera vez que vi el dibujito de ‘Néstornauta’. Digamos que el que inventó el recurso al superhéroe fueron ‘ellos’ (y digo ‘ellos’ porque no sé de quién fue la idea pero fue buenísima y eficaz). Cristina también podría ser parte de un comic, pero eligió ser una barbie, revolucionaria pero barbie al fin. Y también forma parte de una novela de amor, como Perón y Evita, Néstor y Cristina (Paren, no se me enojen, no estoy hablando de ideas sino de formas de comunicación, de imagen -que, finalmente es lo que más consumimos,obvio que todos amamos más a Barbie Cristina y no a una Wonderwooman Villarroel tan asexuada ella.)

No sé muy bien cómo empezó todo esto ni hacia dónde se dirige. En realidad pensaba hablar sobre el relato. El título de la columna iba a ser: “Relato mata relato”. Al final, tan falsa es la mirada histórica de Milei poniendo el paraíso perdido en el inicio del ‘900, como la mística kirchnerista del peronismo impoluto.

Siempre me quedó repiqueteando una frase de Daniel Santoro (el artista plástico) que dijo algo así como que la ‘ideología del peronismo es la felicidad’, razón por la cual no morirá jamás. Cuento de hadas o no, es lo que mancomuna a los peronistas mientras que ellos, ‘los otros’, que por ahora son los muchos, se excitan con el sacrificio, luchan por el Bien en contra de sus intereses solo pensando en las generaciones venideras, generaciones que, al decir de Carlin será expulsadas como pulgas molestas del Planeta en su propia defensa.

Y aquí estamos, viviendo la fantasía de un comic. Que nadie se confunda, no es una lucha entre el Bien y el Mal. Es la tontería en acción. La ficción por delante de la realidad. Quién sabe en que momento ocurrió ese extraño pasaje en que la novela dejó de inspirarse en la realidad, y sea la realidad la que busque ser digna de la mejor novela. O comic. Todos quieren ser superhéroes.

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Editorial Nora

‘Orgullosamente’, INADI. Las voces que van quedando

El lunes 23 de febrero, Nora Anchart rompió el silencio frente a los rumores de cierre del INADI y los agravios del presidente Milei quien afirmó que el organismo era una ‘policía de pensamientos’. Respuesta en primera persona.

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El día que quemaron los viñedos

Llegó a mis manos un vino Malbec con nombre inquietante: “El Injusto” y una etiqueta en donde puede verse casi una gigantografía que cubre la mayor parte de la botella con la foto de Agustín Pedro Justo, ex presidente de la Nación entre 1932 y 1938, sí en la famosa década infame. Debajo, una breve explicación dice: “En 1934, Agustín P. Justo prohibió la vitivinicultura en Entre Ríos. Esta es nuestra respuesta

Exquisita revancha histórica de la familia Tornatore, de Victoria, dueña de la bodega Borde Río. Porfiados los Tornatore, no quisieron que a nadie se le escapara la razón de su amor por las vides junto a su orgullo entrerriano, en el revés de la etiqueta insisten: “Una ley injusta, en una década infame, destruyó los sueños de toda una provincia y su gente. Esta es nuestra respuesta“.

La ley injusta de Justo, fue tomada como una verdadera traición, resulta que el ex presidente había nacido en Concepción del Uruguay, así que quitarle esa tradición a sus propios paisanos era una ofensa inconcebible.

Y si de Concepción del Uruguay se trata, no pude menos que pensar en nuestro amigo, Américo Schwarztman filósofo, viñetista, periodista y sobre todo, entrerriano a morir, para que me contara un poco más. Y me contó.

A mediados del siglo XIX, es decir, allá por 1850/60 se comienzan a plantar viñedos en la región del río Uruguay. Urquiza fue impulsor, con vides traídas desde Francia. Aunque no fue el único, claro, muchos de los inmigrantes de la Colonia San José habían traído sus uvas. Más de veinte cepas se cultivaban en la región, haciendo florecer una diversidad de vinos y una industria prometedora, que además estaba en manos de numerosos pequeños productores.

Malbec, cabernet, pinot noir, semillón, gamay, chateau margot, sauter y, fundamentalmente “lorda” (una variedad que tiene su propia y apasionante historia, porque el nombre que recibió era el del apodo del vasco “Lorda” Jáuregui, que fue quien la trajo desde los Bajos Pirineos). Esas eran las cepas de los viñedos entrerrianos que suizos, franceses, vascos, italianos y españoles extendieron por los campos de Entre Ríos en emprendimientos que crecían paralelos al río Uruguay.

La industria creciente era tan exitosa que a la Exposición de París de 1889 se llevaron los vinos producidos en Concordia, que recibieron varios premios por su calidad. En 1907 Entre Ríos ocupaba el cuarto lugar en el Centro Nacional de Viñas, con casi cinco mil hectáreas cultivadas, por 30 bodegas radicadas en Colonia San José, Concordia, Victoria y Federación. Tan promisorio era el cultivo que veinte años después, en 1928, las bodegas entrerrianas se habían multiplicado casi por cuatro: ya eran 115.

Claro que no era el único lugar del país que nos regalaba vinos de calidad. Hoy todos conocemos los vinos de Cuyo o de Salta. Nadie dice, es un riquísimo vino entrerriano. Qué pasó? A de la década del 20, los productores de San Juan y Mendoza presionaron para que se creara Junta Reguladora de Vinos, cosa que consiguieron en 1934 gracias a la Ley 12.137 que tenía a su cargo decidir quiénes y cuánto producirían. Créase o no, el gobierno de Justo, el Inusto entrerriano, ordenó un “plan de extirpación de viñedos”, que se llevó adelante durante ese año y el siguiente. El objetivo era establecer a la región de Cuyo como única productora de vinos. Se envió a las tropas nacionales a cumplir con el tremendo decreto, destruyendo los viñedos entrerrianos. Muchos recuerdan el llanto de las familias al ver a las fuerzas federales destruir sus instalaciones y quemar los viñedos.

Esto me lo cuenta don Américo, pero está escrito en distintos libros de historiadores de la provincia como Héctor N. Guionet o Susana Domínguez Soler, no vayan a creer que es puro cuento.

Fue en la década del noventa, cuando una ley promovida por otro entrerriano, Augusto Alasino, la prohibición fue eliminada. Algo bueno tenía que tener el menemismo. Hoy en Entre Ríos florecen nuevas bodegas, aunque todavía no se ha llegado al brillo de aquellas producciones de un siglo atrás.

El 4 de enero de 2018, el diario El Entre Ríos, celebraba la vuelta de los viñedos en la provincia bajo el título: “Como el Ave Fenix, resurgen en suelo entrerriano”. “Actualmente, y poco a poco, buscan resurgir de sus cenizas, apostando más a la “bodega boutique” que a la gran producción masiva. Pero para conocer y dimensionar la realidad de la producción entrerriana, primero hay que hacer un poco de historia, porque es imposible entender este presente sin conocer el pasado.”

Antigua bodega Robinson en Entre Ríos

La charla con Schwartzman (cuyo apellido nunca lograré escribir bien) tuvo inquietantes derivaciones. Ustedes sabrán que el vino Tannat, es para Uruguay, la cepa estrella, como el Malbec en Argentina. Pues bien, el irreverente de mi amigo – entrerriano hasta la médula- sostiene que la uva del Tannat pasó antes por Entre Ríos.

“El cultivo de Tannat en Uruguay inicia en Salto gracias a un vasco francés oriundo de los Pirineos, llamado Pascual Harriague (por eso durante décadas se le llamaba “vino de Harriague”). Y el que le da esa cepa a Harriague es otro vasco, Juan Jáuregui, apodado “Lorda”, quien a su vez la había atesorado de sus ancestros de los Pirineos y producía ese vino en Concordia (por eso en esa zona el Tannat se llamaba “Lorda”). Se sabe incluso que Lorda le dio alrededor de 16 sarmientos de esa uva a su paisano Harriague. La primera vendimia de Harriague en Salto fue en 1876. Todo esto está documentado y aparece en diferentes libros que tratan la historia de la región Es decir que en el origen del vino más exitoso del Uruguay está un entrerriano. Dicho de paso, en el Uruguay el Dia Nacional del Vino se celebra el 14 de abril, día del nacimiento de Harriague”, nos ilustró Américo.

Y pude corroborar que, en efecto, el Tannat era el vino preferido del rey Luis XVI. Así lo confirma el agrónomo e historiador francés Alexis Peyret, también conocido como Alejo Peyret, en su libro “Una visita a las colonias de la República Argentina” (publicado en Buenos Aires en 1889!). “Parece ser que el monarca tenía debilidad por las uvas de Madiran y había prohibido expresamente a sus servidores robar gajos de esas plantas. Pero un mayordomo habría desobedecido la orden y entregado 14 sarmientos entreverados con los restos de la poda a un tal Jáuregui, que ni lerdo ni perezoso los plantó en la localidad de Iroléguy (Irulegui, en euskera) – “el viñedo más pequeño de Francia y el más grande del País Vasco”– en los Pirineos. El mayordomo desobediente fue sentenciado a 14 años de prisión, uno por cada sarmiento hurtado, pena que no llegó a cumplir porque “lo salvó” la Revolución Francesa. El nieto de Jáuregui, apodado “Lorda”, habría introducido la cepa en Concordia casi 80 años después, en 1861. Y otro vasco francés residente en Uruguay, Pascual Harriague (o Arriaga), habría conseguido que Juan Jáuregui le regalara (o le vendiera) 16 sarmientos de esa “uva diferente”, que luego plantó con éxito en Salto, donde realizó su primera vendimia en 1876.” Como ven, conocemos la historia gracias a buen Peyret que se ocupó de escribirla a poco de ocurrida. La importancia de dejar testimonio, siempre.

En fin, historias de pioneros, traidores y tercos memoriosos.

* Escrita por Laura Giussani Constenla para La Columna Vertebral-Historias de Trabajadores, el 17 de febrero de 2023. Escuchanos todos los lunes de 18 a 20 por larz.com.ar

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